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El pitito de mi bebé


Hace un año atrás yo tenía 30, y un montón de cosas por resolver. No teníamos en claro con mi marido si mudarnos a otra provincia, o seguir sosteniendo la despensa que abrimos en casa cuando nos casamos. Había dejado en suspenso mi carrera de abogacía porque tuve a mi hijo Román. El nombre lo eligió su papá, ya que es fanático de Boca, y particularmente de Juan Román Riquelme. Lo claro es que yo, además de ocuparme de Romi, debía atender el negocito, mientras él manejaba ómnibus de larga distancia. Por lo que a veces pasaba días sin volver a casa. Por suerte, mi hermana Bianca me daba una mano con el negocio, o con el bebé. Eso, sumado a que desde que quedé embarazada mi marido prefirió que no tengamos sexo, gracias a las experiencias o consejos de sus hermanas, ya comenzaba a asfixiarme por dentro. Romi ya tenía un año, y yo hacía 24 meses que me las arreglaba con algún consolador, porque después que nació Romi, mi marido comenzó a viajar regularmente a Chaco, Misiones o Corrientes. Nosotros vivimos en Buenos Aires. Cada vez que me miraba en el espejo no creía en la figura que se mutilaba ante mí. ¡Ahora estaba gordita, con las tetas hinchadas de leche, con la cara triste, la boca sedienta, la concha caliente y mi prontuario intacto! Me recordaba chupando pijas a la salida del boliche cuando cumplí los 18, o revolcándome con mi primo en las navidades de mi adolescencia, o entregándole el culo al hermano de mi mejor amiga cuando me quedaba en su casa, obviamente a escondidas de ella. tenía muy presente todas las veces que me dejé chupar las tetas por mi tío Mario para que me regale plata, una vez que cumplí los 15, y hasta la tarde que una compañera de la facu me comió la concha en el baño del bufet. Esa vuelta las dos habíamos bebido mucha birra, luego de haber aprobado el final de Derecho Constitucional. Ella era lesbiana declarada, y estaba convencida que si me comía la chuchi yo me volvería tan tortillera como ella. pero yo solo quería disfrutar del sexo, en todas sus expresiones. Quería vivir todo lo que tuviera al alcance de la mano. Por eso participé en dos orgías que organizó Mariela, la chica del bufet, y estuve en varios tríos. Generalmente con dos hombres. Todo hasta que conocí a Hernán. No me arrepiento ni reniego de nada, porque estoy enamorada de él, y toda esa historia. Pero, una vez que nos casamos, el sexo entre nosotros empezó a ser cada vez más selectivo. ¿Qué me pasó? ¿Por qué nunca fui capaz siquiera de engañarlo para sacarme la calentura? ¿Por qué solo me limitaba a pajearme recordando vivencias, o mirando videos en internet? ¡Mi cuerpo necesitaba sexo, una buena cogida, uno o dos machos que se disputen mis tetas, que me manoseen entera, que me llenen la concha de baba, por más que me la chupen como el orto! ¡Me urgía sentir un buen chorro de semen quemándome las entrañas, o burbujeando entre mis labios, o ardiendo en mi garganta!
Así de caliente estaba aquella tarde, después de comer una hamburguesa mientras le daba la mamadera a Román. Bianca ya se había ido, y entonces, pensaba en lo que me había dicho el pediatra acerca del pene de Román.
¡Mire mamá, este diablito está un poco gordito! ¡No llega al sobrepeso, pero hay que estar alerta! ¡Es posible que el tamaño del pene de su bebé sea un poco más ancho que el de otros nenes! ¡Pero eso es normal, siempre y cuando lo vayamos controlando!, me dijo el doctor una vez que terminó de revisarlo. A mí me había parecido que, tenía el pito más gordito que el hijo de Sofía, una de mis primas. Pero no le di importancia en ese momento. De repente, ya estaba recostada, dándole la teta a Romi, tan fieles a la siesta como al chocolate. Hacía calor, y tal vez eso, sumado a mis ganas de pija, mientras Romi succionaba mi pezón al borde de quedarse dormido, una de mis manos frotaba mi vulva sobre mi bombacha negra. No me importaba si gemía o suspiraba. El nene no podía entender de qué se trataba lo que hacía su mami. Lo cierto es que su boquita me estimulaba a pajearme con cada vez mayor frenesí. Me chupaba los dedos que sacaba de mi concha, me los mordía y volvía a friccionarme el clítoris, o a revolver los jugos que me colmaban. Me apretaba el otro pezón, me escupía la otra mano para acariciarme el culo, y hasta punzaba mi ano con un dedito, sin sacarme la bombacha. Acariciaba a mi bebé, y pensaba en que su pitito era más grande que el de cualquier nene a su edad. En ese momento me calentaba saberlo. Pero de repente se quedó dormido. Al menos diez minutos, tiempo que tardó en hacerse pis. Entonces, me levanté y le cambié el pañal. Él siempre se despertaba sonriendo cuando se meaba. Entonces, yo le preguntaba: ¿Te hiciste pichí mi amor?, y él largaba una carcajada tan divertida como tierna. Distinto era cuando se hacía caca, que se despertaba llorando. Pero, cuando estuve a punto de limpiarlo con las toallitas higiénicas para luego ponerle el pañal limpio, le vi el pitito, y parecía que lo tenía parado. Naturalmente las madres tenemos cierto contacto con nuestros hijos, que nos permiten jugar con ellos, hacerles cosquillas para que se rían, besarlos por donde se nos antoja, y todo eso. Por tanto, no me pareció anormal besuquearle las piernitas, la panza, y el pitito. Solo que, cuando lo hice, tuve unas ganas locas de mamárselo, saborearlo y lamerlo todo. Hasta me excitó su olorcito a pis. Estuve un rato llenándome de su aroma, hasta que al fin, antes de ponerle el pañal, ni lo dudé, y me lo metí en la boca. Él se mataba de risa, y sacudía el cuerpo de un lado al otro de la cama, jugando con el pañal limpio. Fue extraño tener el pito de mi bebé en la boca. Tenía un sabor distinto, suave y blando. Además, él celebraba cada beso ruidoso que le daba con una nueva risita, y eso me envalentonaba para continuar. Pero preferí ponerle el pañal, y terminar de masturbarme.
Al día siguiente, después de mi ensalada y la religiosa mamadera para Romi, volvimos a la cama para una siesta reparadora. Esta vez le di la teta a mi gordo, solo con una bombacha, y él apenas en pañales. Hacía demasiado calor para más ropa. La noche anterior había soñado que Romi se me subía encima para mostrarme cómo se le paraba el pito, y eso me había dado vueltas toda la mañana. Por eso, supongo que ni bien empecé a sentir las succiones de mi bebé en mi pezón, empecé a palparme la chuchi, a acariciar a mi gordi con las manos pegoteadas, y, en un impulso descarado, a meterle despacito la mano adentro de su pañal. Busqué su pito, y él comenzó a reírse, sin despegarse de mi pezón. De hecho, se reía más cuando le decía: ¡Aaaauchiii, malooo, despacito con la tetita de mamiiii! Por momentos me abría las nalgas y frotaba el culo en la cama, sintiendo cómo la boquita de Romi chupaba y chupaba. En eso, cuando saco la mano de su pañal, Romi empieza a quedarse dormido. Había soltado mi pezón sin mi permiso, y eso me puso histérica. Por eso empecé a pajearme con todo el frenesí que encontré, hasta que oigo su risita otra vez.
¿Qué pasó mi amor? ¿Te hiciste pichí? ¿Querés tetita? ¿Te meás porque te gustan las tetas de mamá! ¿A ver? ¡Vamos a ver si mi gordito se hizo pichí, cochino, puerquito, calentón!, le decía, mientras me frotaba el clítoris y le abría un poquito el pañal para verificar si era cierto. En realidad, yo me calentaba escuchándome decirle esas guarradas. Entonces, le saqué el pañal, lo limpié con las toallitas, y me tenté a chuparle le pito. Pero le puse uno nuevo, pensando en que no podía volver a quedarme caliente. por eso volví a darle la teta, y a buscar su pitito adentro de su pañal. Estaba tan pajera y tan morbosa que, supongo que por eso no escuché que mi hermana Bianca había llegado a casa. Ella tenía una copia de las llaves de mi casa porque es la encargada de abrir y cerrar la despensa, además de anotar pedidos, balances y otros gastos. Pero yo, lamentablemente tenía la puerta de mi habitación abierta de par en par.
¡Ale, ¿Qué hacés, tocándote, con Romi?, me dijo entre espantada y sorprendida.
¡Andate nena, que, esto, no es asunto tuyo!, le dije, a falta de una respuesta mejor. Yo seguía friccionando mi clítoris, incapaz de renunciar a mi orgasmo, aunque tuviese que morderme los labios como lo hice.
¡Dale nena, andate de una vez!, le dije a una petrificada Bianca, cuando recién pude abrir los ojos y verla pegadita a la puerta.
¡Sos una asquerosa nena!, dijo al fin, al tiempo que desaparecía. por el modo con el que cerró la puerta, supuse que pensó que era una pervertida, una degenerada y perversa. No conforme con pensarlo, se lo diría a mis padres, y a mi marido. Imaginé que las cosas entre nosotras serían irreconciliables, por más que le explicara lo que sea. Sin embargo, al rato las dos estábamos en la despensa como si nada hubiese pasado. Ella seguía cuidando de Romi con la misma alegría, y nuestro trato era el de siempre. Incluso esa noche se quedó a cenar, y no hizo ni un comentario acerca de lo que vio. Recién al otro día, cuando estábamos de nuevo en el negocio, me lo tiró sin anestesia.
¡Che Ale, bueno, digo, lo de ayer… no sé, pero, ¿Vos siempre te tocás con Romi? ¡No sé boluda, a mí me parece raro!
¡Mirá Bianqui, obvio que es raro, lo sé! ¡No sé bien qué me pasó! ¡Pero, no sé, por ahí, bueno, con Diego, tenemos sexo muy poco! ¡Vos sabés que necesito coger! ¡Por ahí ayer justo estaba muy caliente, y bueno, qué sé yo! ¡Para vos es más fácil pendeja! ¡Vos debés garchar cuando querés!, le dije, un poco para cambiar el tema.
¡Haaaam, ojalá yo cogiera todos los días! ¡Yo también pensé que a los 19 me la iba a pasar garchando! ¡Pero los pibes son unos boludos! ¡No somos unas putas solo porque queremos garchar, y solo eso!, se descargó, un poco molesta por su situación.
¡Mirá Ale, yo creo que me pajeé dos veces, y ninguna de esas veces lo sentí como garchar! ¡Pero no tengo nada contra eso! ¡Solo que, delante de Román, no sé boluda, es tu hijo!, dijo preocupada.
¡Es raro Bianqui! ¡Pero ya lo vas a entender cuando seas madre! ¡No sabés lo que calienta que tu bebé te chupe las tetas!, le dije, y ella estiró una larga carcajada que despabiló al gordo, que dormía en sus brazos.
¿Posta boluda? ¡Bueno, pero yo no quiero ser madre todavía! ¡Yo quiero chupar pijas! ¡Con eso me conformo!, dijo todavía con atisbos de risa.
¡Che nena, igual el pediatra me dijo que esa porquería que tenés a upa, tiene el pito más grande que el de cualquier nene normal! ¿Podés creer?, le confié sabiendo que eso podía hacerla reír.
¿Naaaah! ¿Posta?, decía, mientras palpaba la entrepierna de Romi como buscando un bulto prominente, a la vez que se chupaba un dedo haciéndose la petera.
¡Sí Tía, contale Romi, que tenés el pitito grande!, dije, como si Román supiese hablar.
¡Pasa que, según el doctor está un poquito pasado de peso! ¡Dice que es normal que los gorditos tengan el pito más grande!, le dije, mientras ella abría un alfajor triple, y luego de darle un mordisco le dio un pedacito al gordo.
¡Y sí nena, vos también, con esas tetas hermosas que tenés! ¿Qué querés? ¡Seguro que el guacho vive empachado de leche!, dijo, logrando que se me sonrojen las mejillas. Entonces recordé que hacía tiempo que nadie me dedicaba un piropo. Ni siquiera el viejo verde que vende repasadores, broches para la ropa y medias por el barrio.
¡Che negri, ¿Y qué pasó con Luca? ¡Ese pibito estaba muerto con vos!, le dije, intentando apagar el fuego que ya comenzaba a ser una hoguera en mi interior.
¡Naaaah boluda! ¡Ese tarado ya fue! ¡Ese, en lugar de una pija tiene un manicito! ¡Se la chupé, pero fue re aburrido! ¡Te juro que, fue como un bajón de todo! ¡Encima ni se le paraba del todo!, se quejó disgustada, con un brillo negativo en sus pupilas.
¡Y bueno nena, pasa que, hay que llenar esa boquita también!, le dije, y ahora la que se sonrojaba era ella.
¡Igual no importa! ¡Porque cuando este gordito crezca, la tía le va a comer todo ese pedazo de pito! ¡Así que tenés un lindo pedazo mi amorcito?!, le decía a Romi, modulando su voz como la de una nena de dibujitos animados.
¡Vos no te hagas la loca nena!, le dije, sintiendo la bombacha empapada. No entendía por qué aquella charla inofensiva me estaba calentando tanto. Entonces, de repente, mientras Bianca le besuqueaba las piernas, la vi detenerse unos segundos. Luego dijo: ¡Che Ale, el gordito me parece que se hizo una pichina!
En ese preciso instante entran dos viejas, un chico y una mujer a comprar.
¡Llevalo y cambialo en mi pieza Bianqui, porfi!, le dije, para dispersarme un poco atendiendo a los clientes. De pronto, cuando todos se fueron, escucho la voz de mi hermana gritarme: ¡Aaaaleee, ¿Dónde guardás las toallitas higiénicas?!
Preferí acudir a su llamado en lugar de gritarle desde el negocio. Cuando entro a mi pieza, veo que Romi se mata de risa por las cosquillas que Bianca le hacía en los pies. Pero de repente ella detuvo su parloteo para mirarme a los ojos y decirme: ¡Es cierto boluda, tiene un lindo pedazo mi sobri!
¡Dale nena, acá están las toallitas! ¡Limpialo y cambialo, que tenemos gente!, le dije, un poco para acallar unos celos estúpidos que me circundaban.
¡No Ale, voy yo! ¡Quedate con el gordo, que te debe extrañar!, me dijo, y acto seguido desapareció de la pieza. Esa vez, antes de ponerle el pañal a Romi, le agarré el pito y me lo pasé por los labios, los pómulos y la nariz, a la vez que me palpaba la bombacha por adentro de la calza, que más mojada no podía estar. Pero al rato ya estábamos los dos en la despensa. Romi oficiando del regalón de la familia, recibiendo el ojeo de las viejas, la ternura de las adolescentes, la admiración de las madres, y hasta algunos regalitos de algunos abuelos. Todo estaba bien, aunque el incendio de mis entrañas parecía acusarme todo el tiempo. Bianca en un momento se me acercó al oído, mientras yo cortaba queso en fetas para unas señoras, y me dijo: ¿Qué pasó que tardaron tanto? ¿Te quedaste a chuparle el pito a tu nene?, con una voz de putita que alertó a todos los fusibles de mi tranquilidad.
Pero esa tarde no hubo siesta ni paja con mi hijo. Mi marido Diego había llegado al mediodía sin anunciarse. Según él quería darme una sorpresa. Por lo tanto, esa tarde cogimos como si fuera a extinguirse la humanidad. Apenas llegó me chupó las tetas como si las desconociera, me bajó la calza y me cogió de parado contra uno de los muebles. Después la seguimos en la cama, y en la ducha, cuando creíamos que nos bañaríamos para luego ir juntos a visitar a mi suegra. Pero al tremendo polvo que nos regalamos en el baño, le siguió otro en el sillón, y una enculada feroz arriba de la mesa. Diego venía hecho un toro, y yo estaba tan alzada que, si me hubiera propuesto garchar en la calle frente a los vecinos, le habría dicho que sí. Aquel debió ser el peor día para Romi. Estuvo mucho tiempo con el pañal sucio, con hambre y sin la teta de la mami. Para colmo, mientras cogíamos en el sillón, le rompimos tres muñequitos. Pero a la mañana siguiente Diego volvió a subirse a un micro. Esta vez viajaba a Jujuy. Por lo tanto, otros largos días sin sexo para mí. Esa mañana le conté todo lo que hicimos con Diego a Bianca. Ella me escuchaba fascinada, esperando el momento del pete.
¡No boluda, solo se la chupé antes de que me la meta en el orto, arriba de la mesa! ¡Ya te lo dije!, le contesté la cuarta vez que me preguntó: ¿Y se la chupaste bien chupada?
Esa mañana estaba muy floja de ventas. Por lo que teníamos tiempo para charlar de lo que queríamos.
¡Boluda, yo no aguanto más! ¡Quiero chupar una pija! ¡Para colmo, ayer soñé que tres pibes me acababan toda la leche en la cara, mientras yo tomaba sol en una colchoneta!, me confió muerta de risa, mientras se le chorreaba el mate que terminaba de cebar para mí. Yo la escuchaba, tratando de evitar imaginarla. Todo en ese momento me calentaba el doble.
¡Pero eso no importa! ¡Dentro de unos añitos, esta boquita le va a sacar la lechita al pedazo que tiene mi sobrinito!, insistió, sabiendo que me molestaban esos comentarios, yo sabía que todos nuestros primos pasaron por la boquita de Bianca. Aunque ella no se animaba a otras cosas. Entonces, me imaginé al gordi meneando su pito de nene cerca de la boca de Bianca, y sentí que unas gotas de flujo resbalaron por mi bombacha.
Ese mediodía preferí no comer. Me dolía un poco la cabeza, y bastante la espalda de estar arada en el negocio. Por eso, cargué la mamadera para Romi, y nos fuimos a la cama. Mientras él miraba los dibujitos, yo le daba la mamadera, revisaba el mail y el Whatsapp con mi celu, y trataba de ahuyentar aquellas sensaciones que me desconcertaban. Pero el contacto del pañal de Romi, que no paraba de moverse contra mi concha, por más que tuviese la bombacha puesta, me desesperaba. Tenía unas ganas de tocarme que no me cabían en el pecho. Por eso me apretaba las tetas y le salpicaba leche en la espaldita a mi gordo, que chupaba la tetina con devoción. Llegué a inmiscuir una de mis manos para al menos rozarme la vagina. Pero eso fue peor. Por eso decidí suspenderle la mamadera, sacarme la bombacha y acostarme con él, sin olvidarme de ofrecerle mis tetas. Con una de mis manos lo traje hacia mí para acomodarlo sobre mi abdomen, y de esa forma sentía su piel desnuda sobre la mía. El guachito chupaba mi pezón mientras yo me tocaba la chucha, con las piernas bien abiertas. Con la otra mano buscaba desesperada su pitito adentro del pañal. De hecho, me encantó que me muerda la teta cuando se lo estiré. Además no paraba de reírse cuando le decía: ¿Te gusta morderle las tetas a mami? ¿Y que la mami te toque el pitito? ¿Ese pedazo, como dice la tía Bianca?
Pero de repente se quedó dormido. Había soltado mi pezón decepcionándome un poco. Sin embargo, justo cuando pensaba en sacar mi mano de su intimidad, el atrevido comenzó a hacerse pichí. Enseguida se despertó, mientras yo me apretaba las tetas pegoteadas de leche. Retiré mi mano mojada, la olí y lamí, y se la puse en la cara. Él seguía iluminándolo todo con su risa mágica. No puso siquiera ni una cara de asco cuando le puse mi mano meada en la nariz. Entonces, mientras él seguía riéndose, dándome pataditas al sacudir las piernitas, yo manoteé la mamadera y comencé a introducirla en mi vagina. La usé como una pija, entrando y saliendo con ella de mis labios, y como aún conservaba lechita tibia, eso parecía sembrar en mi interior el desenlace de una pija deliciosa, gruesa y elegante. Me frotaba el clítoris con la tetina de la mamadera, olía mi mano meada por mi bebé, y cada tanto me sentaba en la cama para hacerle cosquillas en los pies a Romi, que seguía esperando que lo cambie, sin ponerse nervioso. Estaba a punto de alcanzar mi orgasmo, pensando en meterme uno de los pies de mi hijo en la concha, cuando oigo la voz de Bianca, y unos golpes en la puerta. Otra vez la hora se me fue volando. Eran las 5 de la tarde, y había que abrir el negocio. Esta vuelta al menos golpeó, y no se mandó de una. Pero como yo no contesté, y de última pensé que Bianca ya sabía lo de mis pajas, no reparé en que podía volver a entrar. ¡En ese momento solo tenía voluntades para pensar en acabar!
¿Ale, son las 5 nena! ¿Te quedaste dormida con el gordi? ¿O anduviste haciendo chanchadas?, me dijo mientras alzaba a Romi, y yo me encajaba un vestido de entrecasa para correr al baño. Tampoco quería exponerme ante mi hermana en ese estado calamitoso.
¡Callate tarada, y cambiá a tu sobrino mejor! ¡Me re dormí boluda! ¡En la cajonera hay pañales nuevos!, le dije cuando no me alcanzaban las piernas para correr al baño, donde pensaba lavarme las manos y la cara. Cuando al fin estuve sola, me miré en el espejo, y volvía a tener aquellos colores radiantes en la cara, los que me reconocía cada vez que tenía una buena cogida. Pero mi hermana me sacó de todo trance cuando me gritó: ¡Ale, se te cayó la leche de la mamadera en la sábana! ¿Aaaah, y tu bombacha está limpia? ¡Digo, si querés te la llevo!
¡Ahí voy Bian, no toques nada!, le dije, reparando en que había muchas pruebas que podían incriminarme. Después de todo fue una paja, pensaba para serenarme.
En eso suena el timbre, cosa que me dio a entender que Bianca abrió el negocio antes de entrar.
¡Voy yo! ¡Cuando vuelva le pongo el pañal al gordito!, me dijo de repente, y salió como una flecha para el negocio. Entonces yo volví a la pieza. Me puse una bombacha y un corpiño, una calza y una remera escotada, la que tanto le gustaba a Diego cómo me quedaba. Todavía no había elegido el calzado, cuando Bianca volvió a la pieza.
¡Dale Ale, contame! ¿Te pajeaste con la mamadera de mi sobri?, dijo un segundo antes de despegar el adhesivo del pañal y sentarse en la cama. Romi la buscaba para que le hiciera cosquillas en los pies, como acostumbraba a suceder.
¿Qué decís? ¿Vos estás chiflada nena? ¿Cómo voy a hacer eso?, le dije, sin comprender si había sido tan inteligente como para descubrirme.
¡te estoy cargando nena! ¡Pero, sí es cierto que te pajeabas! ¡Al menos gemías! ¡Sé que le dijiste algo al gordito, pero no llegué a entender!, se explicó, sin dejar de jugar con Romi, ahora haciendo que todo el bochorno del mundo se derrumbe sobre mí.
¡Bueno nena, ¿Qué tiene de malo que me masturbe? ¡Si vos no lo hacés, es porque no lo necesitás!, le dije, mientras buscaba un peine para arreglarme un poco el pelo.
¡A ver mi chiquito… te vamos a poner un pañalín… para que las chicas del barrio no te vean ese pedazo hermoso que tenés!, le decía a Romi en voz baja, pero lo suficientemente audible para mis oídos.
¡Escuchame pendeja, dejá de obsesionarte con ese pito!, le dije mirándola gravemente, mientras ella no era capaz de quitarle los ojos al pito del nene, embobada, con el pañal en la mano.
¡Bueno Ale, pensalo de esta forma! ¡Dentro de un tiempo, cuando Diego no esté, vas a tener en casa un lindo pilín de nene!, dijo, subiéndole el pañal muy de a poco. Entonces, volvió a sonar el timbre.
¡Dejá que voy yo! ¡Vos terminá de vestir a mi belleza!, dijo cuando ya sus pies la conducían a la despensa. Eche un vistazo a todo mi cuarto, a las sábanas pegoteadas de leche, a mi bombacha en el suelo, y a mi bebé con el pañal a medio poner. Me acerqué con cuidado a él, le di un beso en la panza, le puse un pezón en la boca, y empecé a tocarle el pito. Estaba media echada sobre él, lo que me permitía sobarme la vagina si quería. Pero no podía reincidir, a menos de una hora de mi orgasmo fatídico.
¡Así te quería agarrar hermanita!, dijo de pronto la voz de Bianca, y me puso las manos en la espalda.
¡Salí nena, si le estoy dando la teta a tu sobrino, nada más!, me defendí. Por suerte ya no le tocaba el pito en ese momento.
¡Dale nena! ¿Y le das la teta con una mano en la chocha?, me acusó. No le respondí porque ella empezó a mirarle el pito de nuevo.
¡Ni siquiera me sube el pañal mi mami! ¿Decile algo tía, que tengo frío en el pitito!, decía ella, como si Román usara esas palabras.
¡A ver mi cosita, que la tía no quiere que las putonas del barrio le miren la pijita!, dijo mientras le arreglaba el pañal, y yo me arreglaba la ropa para acompañarla a la despensa. Había sonado el timbre dos veces, y no estaba para derrochar ventas.
Esa tarde estuvimos como locas, vendiendo, cortando fiambre, enfriando cervezas y gaseosas, haciendo espacio en los estantes para nueva mercadería, y renegando con las monedas para dar vuelto. Entretanto Romi jugaba en su corralito, rodeado de juguetes, y yo de vez en cuando me lo llevaba a la cocina para darle unos sorbos de teta.
A la noche Bianca se quedó a cenar. El tema fue que abrimos varias cervezas, y en cuestión de una hora, entre las dos nos tomamos tres, con una pizza de anchoas. Román andaba por el suelo, intentando gatear, jugando con sus autitos, y haciéndose pichí a su antojo. Según Bianca, al menos se meó dos veces en el mismo pañal.
¡Mejor, así ahorramos un poco!, le dije desde la cocina, mientras sacaba la segunda pizza del horno. Una vez que las dos decidimos que era la hora de cambiar a Romi, lo llevamos a la pieza. Ahí, medias borrachas entablamos una conversación que nos fue llevando a la locura total.
¿Che bolu, cómo descubriste que me hice la pajota con la mema de Romi?, le pregunté, todavía avergonzada, pero segura y envalentonada.
¡Ay Ale, es obvio! ¡Vos cuando eras chiquita te pajeabas con cualquier cosa!, me dijo, mientras le sacaba el pañal a Romi, y yo buscaba las toallitas.
¡Igual, no te preocupes, que ya tiré esa mamadera! ¡Ahora la mami le compró una de el hombre araña! ¿No cierto mi cosita hermosa?, le decía, acercándole el pañal nuevo, mientras yo limpiaba a Romi con las toallitas.
¡Perdón Ale, pero no puedo dejar de mirarle el pito a este bombonazo! ¿Puedo andar sin pañales mami?, dijo, haciendo voz de tontita en la última frase.
¡No tía, tengo que usar pañales, porque me hago pis y caca todavía!, dije yo, poniéndome en el lugar de Román. Él solo se limitaba a reírse, y a buscar quitarle el pañal nuevo de las manos a su tía.
¡Seguro va a tener fama de pijón, y todas las guachitas que ahora son nenitas como él, lo van a venir a buscar, para que les eche un polvito!, decía Bianca, ahora agarrándole el pito con una mano.
¡Hey hey hey, soltá eso desubicadita!, le dije, con una renovada pizca de celos en la garganta.
¡Bueno mami, entonces, o
Vos tocame el pito! ¡Mirá qué lindo lo tengo!, dijo ella, otra vez usando la personalidad de Román. Esa vez no supe ni pude negarme. Se lo acaricié, lo envolví en mi mano y lo miré con deseo. Bianca lo notó de inmediato.
¡Mirate la cara de trola que ponés cuando se lo tocás! ¿Seguro nunca te lo metiste en la boca?, me preguntó con un aire de misterio, al tiempo que se sentaba en la cama. Entonces me abrí a ella para confiarle todo.
¡Sí boluda, solo una vez! ¡Es delicioso! ¡Pero no lo volvería a hacer! ¡Además, huelo sus pañales, dejo que me haga pis en la mano, y me lo subo encima para que tome teta encima de mí!, le dije, como angustiada, o quitándome un peso de cargo de consciencia.
¡No te cree nadie nena! ¡Dale, vení, acercate! ¡Mirale este pedazo hermoso que tiene!, me decía, como si tuviese la misma voz de un diablo tronador.
¡Basta Bianqui, no quiero hacer eso, no seas mala!, tartamudeé.
¡Hacelo Ale, que nadie te va a decir nada! ¡Es tu hijo! ¡Tocale el pito, y pasátelo por la boca!, dijo entonces, con una voz de trolita que me enloqueció. De inmediato me puse de pie, me arrodillé en el suelo y posé mi cara en las piernitas de Romi.
¿Te gusta su olorcito? ¡Dale nena, pasate ese pedazo por la boca!, me dijo, agitando un poco sus expresiones.
¡Pará pará... antes de hacer eso, olelo!, me pidió.
¿Qué te pasa Bianca?, le consulté, cuando ella interrumpió lo que me había costado un triunfo decidir. Tocarme los labios con el pito de mi nene.
¡Dale nena, estoy caliente, y quiero verte olerle ese pedazo a Romi!, se expresó haciendo verídico su estado de excitación. Entonces, le olí el pito, abrí la boca, se lo agarré con una mano y me lo pasé por los labios, por la puntita de la nariz y por las mejillas.
¡Dale, en la boquita!, me ordenó impaciente mi hermana, a quien no quería ni mirar, pero que ya advertía haciendo algo con sus manos. Me lo metí en la boca y le di unos cuponcitos, unas succiones y varios besitos. Román se reía, y pedía más cosquillas a sus piecitos. De eso se encargaba Bianca, que de repente estaba al lado mío.
¿Te gusta que le coma el pito a tu sobri? ¿Vos querés un poco de este pedazo? ¿Querés pija de mi hijo putona?, le dije, ya desencajada, nerviosa y con la bombacha hecha un río de jugos vaginales no resueltos. Para mi sorpresa, Bianca tenía en la mano el pañal meado que había dejado debajo de la cama.
¡Tomá, olé el pañal!, me dijo, sin responder a mis preguntas. Apenas lo olí, Bianca me sacó la remera y me desabrochó el corpiño.
¡Ponele las tetas en el pito! ¡Sí, yo quiero chuparle el pito a mi sobri! ¡Me vas a dejar?, me dijo revoleando el pañal meado por la ventana. Nuestros celulares sonaban en la mesa, pero ninguna parecía darles importancia.
¡Dale nena, que quiero pijita de nene con lechita!, me dijo de repente, apurándome sin privarse de meterse la mano adentro de su pantalón.
¿De dónde saliste tan putona vos, con 19 años pendeja?, le dije.
¡Aprendí de vos hermanita!, me dijo, mientras yo ordeñaba mis tetas sobre el pito de Romi que ya empezaba a estar inquieto.
¡Salí salí, correte! ¡Ahora yo le voy a chupar el pito! ¿No cierto mi gordito hermoso?, dijo, levantando mi torso de las piernitas rechonchas de mi Romi.
¡Mejor dale la teta, así se calma!, me sugirió, y ella empezó a besuquearle las piernitas, la panza, y a sacudirle el pitito con la mano.
¡Imaginate este pito en la cola de la Sol, o en la conchita de la Mily, o en la boquita de la Luciana! ¡Tiene un pedazo hermoso el chiquitín!, decía Bianca mientras le olía el pene, se lo pasaba por los labios y se animaba a babeárselo. Esas nenas son las hijitas de nuestras vecinos. Ninguna tenía más de 3 años.
¡Me encanta que tengas lechita en el pito, y olor a pichí, y ahora la babita de la tía! ¡boluda, ¿Me puedo tocar la concha?!, me preguntó de repente, cuando ya tenía el pito de mi nene en la boca.
¡Chupalo despacito degenerada, peterita sucia, y sí, obvio, pajeate, pero sacate todo!, le dije, sabiendo que eso la acomplejaba.
¡Nooo, ni en pedo, me pajeo asíiiii!. Dijo, mientras Romi tomaba leche de mis tetas, y yo me pajeaba la conchita como nunca. Ver a mi hermana lamiéndole el pitito de mi hijo era más fuerte que todo. ¡Y peor que yo lo permitiese!
Pero finalmente, a Bianca se le ocurrió ponerlo de pie.
¡Dale Ale, porfi, paralo en la camita, o en el suelo! ¡y dale la teta de paradito, que de última lo tengo con la mano, y vos me ayudás!, me dijo, con una voz tan ausente de la chica rígida, lógica y sensata que, no pude más que obedecerle. Lo pusimos de pie arriba de la alfombra, y ella dejó que su boca vuelva a pegarse a su pitito como una ventosa. Yo me las ingeniaba para agarrarlo de la cola por si se nos caía, y le daba la teta. Hasta que un estruendoso orgasmo alcanzó a mi hermana, mientras decía: ¿Síiii, meame la boca pendejooooo, asíiiii, dame ese pichíiii, que me lo tomo, acabame pendejo, con ese pedazo divino, meame la boquitaaaa!
No podía creer que eso le estuviese pasando realmente. Pero era cierto. ¡Román le había hecho pis en la boca a Bianca! El pendejo se reía, y quería jugar con las dos, sin comprender en el limbo en el que estábamos inmersas.
Supongo que por eso, presa de una furia voraz, del desconsuelo que ella haya recibido algo que yo nunca hasta entonces, y en el nombre de la calentura que tenía, agarré a Bianca de los pelos la tiré en la cama para comerle la boca a besos, sobarle la concha por adentro de su pantalón y encajarle mis tetas en la cara.
¡Besame pendeja, con el sabor del pichí de mi hijo, putita de mierda! ¿Cómo puede ser que mi hijo te haga pis en la boca? ¡Peterita sucia!, le decía, ya cuando nuestras bocas rodaban por nuestros rostros al borde de lastimarnos. Además, nos rozábamos las vulvas con las piernas, y yo en particular le metía dedos en la conchita. La perra no tenía bombachita puesta. Pero el sabor del pis de mi nene en esos labios, más el aliento a cerveza y el celo de sus ojos negros, me hacían olvidar que mañana pudiese ser un día normal y corriente.
Sé que acabamos las dos. Pero no sé con precisión que pasó primero. Si acostamos a Romi, que ya se había hecho caca en el piso, si volvimos a tomar una cerveza antes o después de eso, o si ella fue la que limpió el suelo. Solo sé que al rato las dos dormíamos en la cama, desnudas, abrazadas y borrachas. Romi se hizo pis en la cama, porque lo acostamos desnudo. Ninguna de las dos tenía lucidez siquiera para ponerle un pañal. Lo claro es que, cuando nos despertamos, las dos le besuqueamos un buen rato el pitito a Román, antes de bañarlo, ponerle un pañal y volver a la despensa.
Con mi hermana jamás volvimos a tener un encuentro así, tan fogoso. Ella niega que le gustó, y yo, al menos hasta ahora no voy a forzarla a nada. Cuando podemos, lo que no postergaremos jamás, al menos hasta que Romi crezca, es pajearnos, cada una a sí misma, después de olerle y lamerle el pito a mi bebé. Obviamente mi marido nunca debe enterarse de nuestro secreto!    Fin

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Este es mi correo ambarzul28@gmail.com si quisieras sugerirme o contarme tus fantasías te leeré! gracias!

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Comentarios

  1. ¡Hermoso! Escribis de una forma que me hizo sentir estar ahí, mirando lo que esas dos perversas hacían, de verdad...

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    1. Creo que es una de las cosas más difíciles de lograr. hacer vívido un momento, una escena, una sensación. Gracias por leerme. ¡Besoteeeee!

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  2. Tu relato es tan vívido que sospecho algo de realidad en la historia, lo que me ratonea más, logrando tu objetivo!

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  3. Hola es muy exitante este relato continualo con una segunda parte me ah encantado

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  4. Por favor continua este relato con mas capitulos es muy exitante

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    1. ¡Hola! Gracias por leer y valorar este relato. Sería genial poder continuarlo. pero, esta historia ya tiene un final definido. Por lo tanto, si lo deseás, podés pedirme otra historia con semejantes características, y yo con todo gusto intentaré retratarla para vos. Te invito a seguir leyendo. ¡Un beso!

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  5. Delicioso relato no pude mas q masturbarme junto a mi esposa y luego hacerlo con fuerza para terminar los dos durmiendo en un charco de sus deliciosos jugos gracias

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    1. ¡Hola Nemo! Gracias por tamaña confesión. Jejejejeje! Bueno, si te gusta este tipo de relatos, te espero por mi mail para que me sugieras lo que gustes. Y, Ojalá tu esposa también se anime a escribirme. Te mando un beso, a los dos!

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  6. Estuve escuchando tus audiorelatos y me exitaria muchisimo que este lo convirtieras a audio con tu sexy voz por favor podrias tenerlo en cuenta

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