Eran las 4 y algo de una madrugada fresca,
cuando me desperté por unos timbrazos urgentes. Mis padres se habían quedado en
lo de mis abuelos, y mi novio salía con sus amigos. No tengo hermanos, y mis
primos viven en otra provincia. Por eso, salvo que sea una emergencia, no
entendía qué pudo haber pasado.
Pero cuando abrí la puerta del dormitorio
reconocí la voz de mi novio que gritaba.
¡dale boluda, abrime Mica, no seas ortiva
guacha, si yo te amo pendeja hermosa!
Sus súplicas iban acompañadas de golpes
revolucionados en la puerta y más timbrazos. Le abrí de inmediato cuando pensé
en los hincha pelotas de mis vecinos, y casi no podía reconocer su rostro. Lo
tenía desencajado, traía la mirada desenfocada y parecía acalorado. Tenía un
aliento a birra y a mariguana que me tumbaba. Encima se hacía el estúpido y no
quería entrar a la casa.
Yo estaba con una remera larga y descalza, ya
que como no lo esperaba solo dormía sin ropa interior, como más me gusta.
Logré empujarlo adentro de la casa y cerrar
con llave.
¡sos un pelotudo Nico, mirá si los vecinos
hacen bardo, o si estaban mis viejos… no podés tomar así forro, estás en pedo man…
solo tomaste alcohol?, le decía mientras él trataba de callarme, o al menos de
que hable más bajo. Me dijo que tomó mucha birra, que se dio un saque y que se
le partía la cabeza.
No duró nada de pie. En cuanto se sentó en el
sillón fui a la cocina para traerle algo de tomar. En ese momento me re maquiné
tratando de entender por qué estaba tan sensible. ¡si me cagó con una pendeja
en el boliche lo reviento!
¿habrá chocado el auto de su amigo, y se
sintió tan cerca de la muerte que temió perderme? ¿se habrá mandado algún pedo
con la tarjeta de crédito? Todo eso pasaba por mi mente mientras servía un jugo
de limón para llevarle.
Pero todo se disipó cuando volví al living. El
turro estaba con el pantalón en los tobillos, el bóxer en las rodillas y la
poronga en la mano. Recién ahí me miró bien a los ojos mientras se pajeaba re
cebado.
Tuve miedo que se lastimara el pito por cómo
se la sacudía y apretaba.
¡vení Mica, sentate al lado mío que te voy a
dar un regalo nena, si nadie te ama como yo!, balbuceó con dificultad, con la
voz pastosa y la respiración en jacke. Lo hice algo confundida, y me agarró la
mano para que le sobe la pija. Estaba tan rígida, hinchada y con tanto juguito
que pensé que no iba a demorar en ensuciarme la mano.
¡dale Mica, ahora chupame la pija nena, quiero
que mi novia me haga un rico petizo!, dijo apenas le toqué los huevos.
Le puse cara de asco, y creo que hasta de
odio. Lo hablamos muchas veces, y él sabía de sobra que me da cosa chuparla.
Pero esa vez sentí ganas de hacerlo, y más cuando notaba que su erección iba en
aumento. Me agaché y le di unos chuponcitos a su tronco, y luego le trancé la
cabecita de la chota y me enamoré del sabor de su presemen.
Además escucharlo decir: ¡así chiquita, lamela
más, toda toda, metela en tu boquita, escupí mi amor, ganate mi lechita zorra,
bien puta te quiero!, hacía que me moje como nunca. De hecho, llegué a mojar un
poco el sillón con mis flujos, puesto que mientras se la chupaba con cariño y
calentura, yo frotaba mi cola y mi vulva en el almohadón.
Pero de repente se quitó el pantalón para
revolearlo. Casi hace mierda los floreros de una mesita ratona! Me levantó de
los brazos y me arrodilló en el piso mientras me ladraba:
¡así no pendeja chupapija, ahora te vas a
tomar la leche como una bebita buena, si a todas les gusta chupar la verga, y
coger como putas, y que les peguen unas buenas culeadas, o no Mica?!
Desde entonces su pija entró en mi boca, y por
más que forcejeara por rezagarme, me empezó a coger la boca re sacado, mientras
me amasaba las gomas y me prohibía tocarme la concha.
Durante unos minutos se oía cómo tocaba la faz
de mi garganta, cómo me llenaba de saliva y me costaba tomar aire. Cuando me la
sacaba aprovechaba para eructar, abrir mis pulmones o para putearlo. Pero a él
lo ponía más loco todo eso. Me castigó la cara con unos buenos azotes de pija,
y no podía cerrar la boca por nada del mundo. Si lo hacía me pellizcaba las
piernas, y como estaba borracho no medía su fuerza. Aunque me encantaba ver los
moretones que me dejaba mi desobediencia.
Por momentos presionaba mi cuello, hacía como
si me sonara los mocos con su pija cerca de mi campanilla, y me pedía que lo
pajee con las tetas. De esa forma me daba una tregua para renovar mi oxígeno.
Yo me moría por colarme un dedo en la vagina, pero tenía que conformarme con
abrir y cerrar las piernas, como si aplaudiera con ellas, y creo que gracias a
esa loca fricción tuve un orgasmo.
Sentí como si una descarga sísmica se
instalara desde mi culo hasta el fondo de mi sexo, y no era capaz de resistirme
a nada de lo que mi novio me hiciera.
Pronto me arrodilló sobre el sillón para darme
unos chirlos en la cola, con las manos y su pija hermosa, y enseguida me acostó
para garcharme la boca con mayor determinación.
¡chupá guacha, mamala toda cochina, dale que
ya me viene la leche, quiero que siempre seas mi petera, todo el día turrita!,
decía antes de que todos los temblores de su cuerpo se suelten al fin del
equilibrio que lo mantenía de pie. Justo me había sacado la pija de la boca
para lengüetearle las bolas, cuando me arranca el pelo y me abre los labios con
2 dedos para calzar su pija entre ellos.
Casi se me cae encima mientras brotaba más y
más semen de su precioso glande colorado, y él jadeaba apretando los dientes.
Sólo se le entendía: ¡tragala toda guachita, comete mi pija!
Fue tanta la cantidad que me salía hasta por
la nariz. Apenas vi que la pija le quedaba colgando y abandonaba poco a poco su
firmeza, saqué la lengua para saborear las gotas que había en mis labios. Me
ardía algo la garganta, pero estaba como en un trance divino con el sabor de la
leche de mi macho recorriendo mi paladar.
Mi novio me miraba mientras acariciaba mis
pechos, y entonces me ordenó: ¡levantate y limpiame, mirá toda la leche que
desperdiciaste putita!
Lo miré bien, y tenía leche en las piernas, la
panza y hasta en el piso, ya que cayeron algunas gotas. Me arrodillé de nuevo y
le lamí todo entre besos cargados de lujuria, mordiditas, lamidas y una pequeña
mamadita a su verga. Hasta le pasé la lengua al piso de lo caliente y mojada
que estaba.
Pero no había caso. La pija no se le paraba.
Había largado tanta leche, y él se veía tan cansado que, en cuanto se sentó en
el sillón se quedó dormido.
Yo me le senté encima y me hice flor de paja
oliendo su bóxer. Acabé cuando lo froté con brusquedad en mi concha a la vez
que le metía un dedo en la boca mientras el guacho roncaba. Nunca en mis 23
años había chupado una pija.
Ahora estaba necesitada de hacerlo. Desde ese
día no hay noche que no se la mame a mi novio. Me vuelve loca tener toda su
lechita en la boca, degustarla y escupírmela en las manos para untarla en mis
gomas o en mi cara, y pedírsela con la mejor voz de putita que la calentura me
inspire. No aguanto un segundo desde que mi novio llega que ya le meto una mano
adentro de su bóxer. Me encanta pajearlo y chupársela recién cuando está por
explotar.
El problema es que tampoco puedo dejar de
mirarle los bultos a los tipos que pasan por la calle. Me imagino el olor y el
sabor de sus lechitas, y quiero abalanzarme sobre ellos para petearlos como una
bebita buena, como me dice mi novio. No puedo pensar en otra cosa que no sea en
chupar pijas, y aunque mi novio no lo sabrá nunca, necesito probar más leche.
Ando hecha una calentona, y ahora, cada vez que viajo en colectivo y está lleno
les re apoyo el culo en los paquetes a los tipos que puedo encontrar, y como
últimamente me urge andar sin ropa interior, hasta me dejo llevar por el
orgasmo y me acabo entera en medio de las franeleadas de mi cola y la dureza
que desciende de esos hombres. ¡espero alguna vez animarme a chupar una rica
pija en el colectivo! Aunque mi novio siempre me da su lechita cuando quiero, a
veces siento que no me alcanza, y quiero más! Fin
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