Llegué a casa un poco antes de las 6. Ya era
lunes, hacía frío para el look que traía y, para colmo la lluvia parecía
inminente. No tenía ganas de salir, pero mis amigas me hincharon tanto los
huevos que les di el gusto, y tan mal no la pasé. Como no pude festejar mis 18
por algunos problemas económicos, ellas me sacaron a la pista, y no solo me
bailé todo. También tomé y mezclé tragos a lo loco, me chapé a varios pibes y a
una mina grande que no paraba de manosearme la cola, le hice un pete a un flaco
de seguridad que me sacó a bailar prometiéndome un gancia gratis y, hasta hice
pis contra las ruedas de un auto estacionado cuando salimos a la calle con las
chicas. No se sabía cuál de las 6 estaba peor. Pero lo cierto es que esa noche
me animé a tragarme la leche de aquel musculoso, cosa que nunca había podido
concretar por mis prejuicios religiosos.
Tenía su sabor intacto en la boca cuando entre
dos chicas me subieron a un taxi para que me lleve a mi casa, y en cuanto abrí
la puerta solo el silencio me esperaba para que el punchi punchi en mi cabeza
suene más fuerte. Todo me daba vueltas. Tuve todo el valor de buscar algo en la
heladera para comer. Pero en cuanto aplasté el culo en el sillón amplio del
living, mi respiración comenzó a apoderarse de los latidos de mi pecho, y no sé
en qué momento fue que palmé.
Soñaba cosas fuera de foco. Como a mí misma en
los brazos del musculoso del boliche, que una mujer me hacía chupar sus tetas
de cuyos pezones se expandían unas llamas violetas que me chamuscaban el pelo,
y que mi padrino me pedía que le muestre el tatuaje que me hice en la cola.
Después soñaba que estaba en la camilla de un hospital pero rodeada de tipos
con sus pijas duras bamboleándose contra mi cara.
De repente, en medio de la confusión y el
sosiego de los sueños distorsionados, oigo una voz que dice como a kilómetros
de distancia: ¡Sacale los zapatos y la hebilla del pelo! ¡Mirá cómo viene la
pendeja! ¡Nunca le había mirado las tetas! ¡Se parecen a las tuyas cuando eras
adolescente!
No podía asimilar el impacto. Era una voz tan
reconocible, masculina y a la vez tan lejana en mi cerebro que no podía
decodificar de quién se trataba, o si al menos lo que había escuchado era real.
Para colmo, pronto otra voz se sumó a mi desconcierto.
¡Dejame a mí! ¡Yo le desabrocho la camisita,
que encima la tiene manchada con vino! ¡Es una cochina!
Era una voz femenina, cálida y maternal.
Entonces, sentí que me recorrían unas manos, pero no lograba abrir los ojos. Me
dolía la cabeza con tanta intensidad que no podía mover ni una pestaña.
En un momento sentí los pies desnudos, y que
algo caliente como si fuese una lengua tersa se anidaba entre mis deditos, que
los lamía y acariciaba regalándome el frescor de su saliva con las brisitas que
tal vez entraban por entre las cortinas de la ventana. También sentí que otras
manos me tocaban los pechos, que desabrochaban los breteles de mi corpiño, que
otra boca estiraba con cariño mis pezones, que resoplaba en el hueco de mis
tetas, y que mi blusa era como el papel de un caramelo en uno de mis brazos,
hasta que cayó al suelo definitivamente.
Mi sueño se colmaba de paisajes extraños. Poca
luz, mucho ruido, y las siluetas de dos mujeres desnudas con látigos en las
manos dispuestas a castigarme por algún pecado que no recordaba. ¿Con quién me
habría portado mal esa noche?
Mientras tanto sentía que algo pegajoso y
húmedo se frotaba contra las plantas de mis pies, ya con mis piernas sin el
reparo de mi calza ajustada.
¡Dale negrito, pajeate con los pies de tu
hija, y mirale la conchita! ¡Mirá cómo se le mete la tanguita entre los
labios!, murmuró la voz femenina, y entonces, algo como un shock eléctrico me
hizo abrir los ojos con apuro, a pesar de que no me salían las palabras.
¡No digas nada pendeja! ¿En el fondo, sabés
que,, esto te pasa por venir borracha, y con olor a pis en la bombachita! ¡Ahora
tu padre te la va a sacar!, decía mi madre con una bata muy sexy cubriendo su
figura de hermosas curvas, inmovilizando mi cuerpo con sus manos sobre mi tórax.
¡Es verdad hija! ¡No podés tomar así, al punto
de ni siquiera llegar a tu cama!, agregó mi padre en bóxer, mientras me sacaba
la tanga y me rozaba la vulva con dos dedos. Estaba indefensa, mareada y
desnuda ante mis padres, en el sillón en el que tantas veces compartimos juntos
una peli o un mundial de fútbol.
Intenté quitarme a mi madre de encima, pero
mis pezones querían quedarse a vivir en sus labios finos, cargados de lujuria y
besos ruidosos. Tampoco podía cerrar las piernas para evitar que la puntita de la
pija de mi papi roce una y otra vez mi vulva expuesta ante sus ojos de hombre,
y sentía que mi cuerpo esperaba algo que mi mente no resolvía en su
consciencia.
¿Te acordás Ana, cómo se reía la guachita cuando
le ponías talquito, y cómo le encantaba que le pongan el chupete mientras le
cambiábamos el pañal?!, dijo mi padre, pajeándose contra mi abdomen, mientras
mi mami me ponía sus tetas en la cara incitándome a lamerlas y chuparlas.
¡Sí mi negro! ¡Cómo me voy a olvidar! ¡Dale
nenita, comele las tetas a tu madre, que papi ahora te va a dar la lechita, y
ésta te va a gustar más que la que te preparaba la nona!, decía mamá cuando mis
labios no supieron resistirse más a saborear sus pezones. Me parecía una locura
oírla gemir, y sentir los golpecitos de la pija de mi papi en las piernas. No
me cabía en la razón que esto estuviese sucediendo!
Pero en breve mi mamá me sentó a voluntad en
el sillón, y mi papá juntó su pene durísimo a mis gomas para frotarlo, hundirlo
en la unión de mis montañas, para pedirle a mami que se lo escupa un poquito y
volver a friccionarlo en mi piel.
¡Dale bebé, abrí la boquita, que si no te
gusta te llevo a la camita!, dijo mi papi con su glande bien pegado a mi boca
incrédula, aunque impaciente por hacerle un lugar en mi paladar. Mami
entretanto intentaba separarme las piernas para tocarme la vagina.
Apenas el pito de papá se acunó en mi boca
recordé al musculoso del boliche, y empecé a succionarlo como una putita del
cine porno, atragantándome un poco por su anchura y por mi exceso de saliva,
enloquecida por su sabor y el deleite de sus juguitos, y embelesada por los
chupones de mami por mi cuello.
Vino a mi memoria la veterana que me manoseaba
el culo en la pista, y quise que mi mami lo haga, cuando mi papi me tenía de la
cabeza para que mi boca le coma toda la verga. Me escuché gemir y me di
vergüenza.
¡Pasa que, hice pichí en las ruedas de un auto
pá! ¡Me re pegó el frío cuando salí del boliche!, llegué a decirle cuando
insistía en saber el por qué de mi aroma. En eso veo que papi le manosea las
tetas a mami, y después de pegarme en la cara con su pija, me abre la boca de
prepo y me hace tragar sin darme otra opción un suculento estallido de leche
caliente, la que me chorrea por los labios cuando intento atraparla toda con mi
lengua. Los jadeos de mi padre más sus palabras obscenas me hicieron mojarme de
inmediato, y creo que mamá se dio cuenta.
¡Chupala toda pendejaaa, sacame la leche hijitaaa,
dale que es toda para vos! ¡Sos una chanchita hermosa, y estás borrachita,
tragalaaa!, expresaba mi papi dándome de su fuego seminal, y mamá le pegaba en
el culo con sus tetas.
Mi viejo se sentó a mi lado, le tironeó la
bata a mi mami para enseñármela apenas con una tanguita roja, y ella me abrió
las piernas a la fuerza después de robarle unos besos a mi boca junto con el
sabor de la lechita de papi.
¡Ahora mamá se va a fijar si tuviste sexo esta
noche, putita chancha!, dictaminó mi madre con su boca pegada a mi vulva, y entonces
su lengua comenzó a recorrer, lamer, inmiscuirse en mi vagina para profanar mis
flujos ardientes, y su olfato se encendía con todo lo que sus besitos
maternales me hacían liberar del clítoris, solo para ella. Cuando su lengua lo
tocó tuve un orgasmo que me obligó a chillar como una loca, y ambos supieron
que no había que esperar más. Mi papi ya tenía la pija al palo otra vez porque
mamá me había pedido que lo pajee. Ella cuando podía le echaba una lamidita a
sus huevos.
¡Vamos a tu camita hija, así después de que te
pongamos talquito te dormís!, dijo mi papi con una sonrisa socarrona. Mami me
alzó en brazos y subió las escaleras cargando mi peso muerto, y mi papi la
escoltaba.
Apenas mi cuerpo cayó sobre mis sábanas frías,
los dos comenzaron a chuponearme entera, pero ninguno se atrevía a comerme la
conchita, cosa que me desesperaba.
Hasta que mami me advirtió: ¡Abrite bien hija,
y quedate quietita, que papi te va a dar mucha pija! ¡Y no digas nada porque sabés
que te lo merecés por trola!
Mi papi se desplomó sobre mi cuerpo, colocó de
a poco su pene en la entrada de mi vulva y contó hasta tres. De pronto un
tremendo mete y saque se apoderó de mi sexo, con su poronga penetrándome bien
rico, con rudeza, velocidad, con miles de chupones a mis tetas, con sus dedos
en mi boca y con otro más abriéndome los cachetes de la cola. Mami solo me
instaba a mamarle las tetas, y a tocarle la conchita.
Ni bien me dijo: ¡Dale asquerosa, meteme todos
los dedos en la argolla que te acabo toda hijitaaaa!, mi papi comenzó a darme
más duro, con mayores sacudidas, como si una furia lo consumiera por dentro.
¡Mirá los chupones que tiene en el cuello la
trolita, y el olor a putita que le sale de la boquita! ¡Mirá cómo le rompo la
concha a nuestra hija negra, se la re banca la petisa, y se re moja!, decía
papá tocando una y otra vez el tope de mi vagina, cerca de volverme una tarada
de tanto placer. Si hubiese sido por mí le pedía que me haga la colita! Pero su
semen inició una fuga fatal en mi interior, y no hubo forma de detenerlo.
¡Negrooo, no le acabes adentroooo la puta
madreee, la vas a embarazar!, gritó mi madre cuando el daño ya era
irreversible, aún con mis dedos en lo profundo de su concha peludita. Sin
embargo, a pesar de eso acabó como una yegua!
Mi madre le pidió a su marido que lo espere en
su pieza, que enseguida iría a su encuentro, jurándole cogerlo como no se lo
imaginaba.
Sé que me quedé dormida luego de que mami me
puso una bombacha y recogió los restos de semen de mi papi que burbujeaban en
la orillita de mi vagina sedienta. ¡Aún no sé si estoy embarazada! Pero lo
cierto es que desde ese día no puedo dejar de pensar en mis papis como en mis
mejores amantes. ¡Qué rica pija tiene ese hombre, y qué lindo me come la
conchita mi mami! Fin
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Este es mi correo ambarzul28@gmail.com si quisieras sugerirme o contarme tus fantasías te leeré! gracias!
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