Hay cosas que no tienen explicación. Pero lo
claro es que si lo que sucede se nos presenta, hay que aprovechar tales
beneficios. Casualmente el 5 de marzo ingresé a la universidad mientras cumplía
mis 18. Elegí diseño gráfico, porque vengo de una familia de artistas, y yo no
quería desencajar demasiado.
La cosa es que a medida que los días pasaban,
yo me sentía más a gusto con los profes y mis compañeros. Pero el tema más
agudo para mis nervios eran los exámenes orales. No tenía la fortaleza de
responder siquiera la pregunta más elemental que un profe me hiciera! Me
temblaba la mandíbula, tartamudeaba como una estúpida, sudaba las manos, me
picaba la cabeza, se me secaba la boca, y en uno de los parciales de historia
del arte, no pude evitar hacerme un buen chorro de pipí.
Le pedí permiso al copado de Flórez y a su
colega para ir al baño, y creo que al contemplarme pálida me concedieron salir
y continuar con las preguntas a mi vuelta. Apenas entré al baño me miré en el
espejo, y la cara de enferma mental que tenía me desconcertaba. Entré al
individual, me subí la pollera y me bajé la bombacha para sentarme y hacer pis.
Pero no me salía nada. Opté por sacármela para no entrar al aula con olorcito,
y la dejé tirada al costado del inodoro. Pensé que era una boludez, que nada
podría pasar si alguien la encontrara.
La cosa es que mientras caminaba rumbo al
salón, el airecito que se colaba por debajo de mi pollera me erizaba la piel.
Sentía que los pezones se me erectaban, y tenía una sensación sexual en las
venas que no me dejaban pensar con claridad. Me erotizaba cada vez más saber
que estaría todo el día con la conchita expuesta, y peor todavía, que el profe
podía adivinarlo.
Entré a terminar de rendir, y al apretar las
piernas para que no se notara la desnudez de mi flor, se me escapó un suspiro
al recorrerme un sutil escalofrío desde los pies a la nuca.
Aprobé con 8, le di las gracias al profe y
salí del salón pensando en reunirme con mis compas y darles la noticia.
Casi me había olvidado del asunto, aunque las
brisas de los pasillos y galerías de la facu acariciaban mis nalgas también
desprotegidas. Fui al bufet con Esteban, Julieta y Ramiro a tomar algo fresco,
y mientras hacíamos la fila para retirar los licuados y el exprimido de July,
esteban me hace un gesto para llamar mi atención, y acto seguido me dice al
oído: ¡che Mily, vos venís a la facu sin bombacha?, se te ve todo bolu!
Sus palabras llegaron a los oídos de Julieta,
que enseguida aportó: ¡boluda, hace un rato fui al baño y vi una bombachita
negra tirada! No me digas que es tuya! Qué te pasó mi vida, te puso nerviosita
el profe?!
Creo que se me enrojecieron hasta las orejas
de la vergüenza. No supe qué decir en el momento. Pero cuando al fin nos
sentamos les conté con toda la calma que supe sacar de mi autocontrol que,
mientras el profe me preguntaba, tal vez de los nervios o el stress me había
hecho pis. Se me rieron a más no poder, en especial Esteban. Pero no podía
enojarme con ellos.
a la hora de la salida, los 4 nos mezclamos
con toda la gente que tomaba distintos destinos, pero todos coincidían en
rajarse. Ahí Esteban volvió a advertirme: ¡mily, mirá cómo te relojea ese
morocho, y cómo se acomoda la verga al palo el que tenés atrás, pero disimulá
tonta!
Claro, otra vez olvidé mi estado de
exposición, y andaba a los saltos con los chicos, hablando de boludeces y
fumando un puchín.
Me sorprendió que Ramiro me pellizque la cola
y me diga antes de irse casi corriendo: ¡si no tuvieras olor a pis te violo acá
nomás mily!
Pasó una semana, y entre un paro y faltazos
casi no fuimos a la facu. En mi cerebro era una constante el recuerdo vivo de
las palabras de los chicos, las miradas obscenas de los demás, y hasta la
carita de calentona que me puso July cuando yo me subí al colectivo y el viento
me re levantó la pollera.
Pero la próxima semana, directamente decidí ir
sin bombacha. Mejor dicho, me la saqué a primera hora en el baño y me la guardé
en la carterita que llevaba con mis cosas personales.
Después de la cátedra de economía, volví con
los chicos al gran salón del bufet, y nuevamente en la fila Ramiro se avivó de
inmediato.
¡eeepaaa Mily, qué onda loquita? Otra vez te
pusiste nerviosa?!
July no pudo ser menos y la muy cochina me
subió un toque la pollera para darme dos chirlitos en la cola, que sonaron
inevitable.
¡che Mily, ya hay dos que se dieron vuelta
para mirarte!, dijo Esteban, y lo dejé que me siente en una silla con las
piernas abiertas. Vi que Rami se tocaba el pito, que july se apretaba las gomas
y que Esteban ponía cara de baboso.
Julieta de repente agarra mi cartera y, con el
pretexto de buscar fuego para su cigarrillo saca muy despaciosamente mi
tanguita roja de entre el despelote.
¡miren chicos, otra vez se la sacó, y anda con
la concha al aire!, murmuró July con los labios contra sus dientes, como
sorbiendo hilitos de baba que no se daban por aludidos.
Entonces, Esteban fue muy claro en su
exigencia.
¡sentate arriba de la mesa y abrí las piernas
Mily, dale, todos tienen que ver esa conchita!
No sé cuál fue realmente el motivo por el que
ni me negué, pero enseguida sentía más brisas complacientes en mi sexo mientras
tomaba gaseosa con un sorbete haciéndome la sexy, abría más las piernas y
dejaba que July me roce las lolas con un lápiz.
Cuando miro a mi derecha, Esteban se tocaba el
pene sobre el pantalón y estrujaba mi tanga en su otra mano, la que dos por
tres se acercaba a la nariz como envuelto en un misterio delicioso.
¡dale Mily, metele la manito adentro del
pantalón a tu amiguito, miralo cómo está el pobre!, dijo Julieta con voz de
nenita, y ella sin mi autorización introdujo mi mano en los adentros de su
pantalón. Cuando le toqué la pija durísima, grandota y humedita, tanto como su
calzoncillo, tuve ganas de agacharme y mamársela toda. De hecho July me escuchó
cuando dije: ¡sabés cómo te la chuparía no?!
Por eso no hubo más previa, ni jueguitos ni
ademanes. Los cuatro nos levantamos en silencio y enfilamos al baño. Nos
metimos en un cubículo, y aprovechando que no había nadie, July me comió la
boca con mi tanguita contra mi nariz.
¡olela nena, dale zorrita, me encanta tu olor
a conchita, y creo que a Flórez también!
Cuando giro descubro que los chicos tenían sus
pijas al aire, que los dos se pajeaban y que Esteban en particular gemía
intentando no soltar su estallido.
¡queremos ver cómo hacés pichí Mily, dale,
sentate y dejanos mirarte!, dijeron los pibes, y July apoyó la moción. La
verdad no tenía ganas de hacer pis, pero me senté un ratito abriendo las piernas.
Me toqué la conchita mirándolos a los ojos a los chicos, gemí sin la necesidad
de fingir en absoluto porque July me amasaba las tetas luego de abrirme la
camisita, y de repente, la guacha me levantó del inodoro a los zamarreos.
¡arrodillate y chupales las pijas que no dan
más los pibitos nena!, ordenó Julieta, y apenas me hinqué ante esos trozos de
carne tiesa empecé a lamerlos, olerlos, babearlos con abundancia, darles mordisquitos
dulces, sorber los hilitos de presemen que coloreaban sus pieles ardiendo,
pajearlos con mis manos de uñas pintadas, gemir cuando me las metía apenitas en
la boca y, pronto para dedicarme a petear como una desquiciada.
Entretanto July me colaba dedos en la concha,
se los metía y volvía al fuego de mis flujos incesantes, me pegaba en la cola
con todo, me apretaba las tetas como si quisiera sacarme leche y me gritaba:
¡dale perrita, gozá mami, nos tenés loquitos a
todos con esa conchita desnuda por la facu, chupá bien esas pijas, y ustedes le
van a dar la lechita hasta que se ahogue… cómo te mojás hija de puta, gemí
sucia, dale Mily, que Flórez si te ve te pega flor de garchada!
No había espacio ni para pensar. Estábamos tan
apretados que no podía evitar que esas vergotas lleguen hasta el tope de mi
garganta, que mi saliva me genere algunas ahogaditas, que Esteban me coja la
boca como un loco y que Ramiro me la refriegue por toda la cara. Pero Julieta
quiso que me siente arriba del inodoro sobre las piernas de Esteban, y que le
entregue la conchita a su poronga endiablada. El guacho me re garchó, y aunque
no duró mucho tiempo, creo que acabé dos veces. Además la July me chupaba las
tetas y Rami se comía un par de cachetadas de mi amiga, porque quería bajarle
la calcita y ella no estaba ni ahí con eso.
Esteban me largó toda la leche en la vagina en
cuanto escuchamos a dos chicas entrando al baño, hablando de un parcial y de un
paro docente. Ramiro me acabó en las tetas en cuanto me agaché dispuesta a quedarme
con su lechita en la boca, pero apenas mis mamas le rozaron el glande colorado
me las regó con su semen abrupto, generoso y tan espeso que parecía una crema
hidratante.
Salir del baño era una opción que nadie tenía
en mente. Pero había que volver al cursado. Yo, naturalmente fui sin bombacha,
toda enlechada y llena de la saliva de Julieta. Los chicos híper relajados,
aunque todavía con sus pijas paraditas, como queriendo otra aventura. ¡y
Julieta estaba insoportable, porque se había quedado con las ganas! De hecho,
me confesó mientras tomábamos apuntes de filosofía que tenía la bombacha
empapada, que los pezones le dolían y que sentía un hormigueo muy intenso en la
cola.
¡Quiero que esos guachos me hagan el orto, y
que vos me dejes chuparte la conchita Mily!, dijo en mi oído rozándome una
pierna antes de salir al recreo.
Ya sabemos que desde entonces los cuatro no
solo funcionamos de forma excelente como grupo de estudio. Aún no tuvimos un
momento para darnos amor de amigos, pero lo claro es que desde aquella mañana
voy a la facu sin bombacha, para que todo el que quiera me mire la
conchita! Fin
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Este es mi correo ambarzul28@gmail.com si quisieras sugerirme o contarme tus fantasías te leeré! gracias!
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