Enfiestadísima

Mi hermana cumplió los 22 cuando el invierno hacía sus primeras apariciones en el horizonte, y un mes después decidió festejar el día del amigo en casa. Me sorprendió, ya que la última vez que lo hizo fue a los 18. Pero, además de eso, creo que también festejó que al fin tuvo el valor de cortar con el apático, estúpido y vago de su novio. Yo le advertí que eso podía pasarle, y lo lamenté, porque gracias a esa tóxica relación se había quedado sin amigas.
De todas maneras, mi hermana  siempre sabía cómo mantenerles la pija calentita a sus amigos. Yo no me tragaba eso de que todos se la querían poner. Más bien ella los histeriqueaba, les insinuaba cosas, y hasta les mandaba fotitos osadas por whatsapp. Una vez la vi sacándose una, revoleada en la cama y en tetas para enviársela a un tal Jony. Igual, yo sentía un dejo de justicia en el fondo, porque el novio no paraba de cuernearla, y la boluda lo perdonaba, una y otra vez. Supongo que tenía miedo de quedarse sola. Además la guacha está buenísima, y no es porque sea mi hermana. Hasta para ciertas minas es un cóctel más que irresistible. Siempre la molesto con eso, y ella se hace la ofendida. De hecho, hasta tiene una candidata que no para de mirarle las gomas cuando sale a comprar.
Karla Tiene la piel oscura, es morocha con ojos negros, profundos y perversos, cara de mala, una boca de petera que hace temblar a todo aquel que se la imagine en su pene, una voz sugerente, dos tetas listas para ser carnada de una jauría de machos, una cola poco formada aunque con estilo, y algunos kilitos demás. Eso la acomplejaba a veces, pero jamás retrocedía cuando su plan invadía sus pensamientos.
Por eso, cuando por la mañana del miércoles, día en que caprichosamente cayó el día del amigo, me contó lo que pensaba hacer por la noche, supe que se avecinaba el descontrol en casa. Nuestra madre había salido con amigas, y nuestro padre laburaba de sereno en el banco. Sólo mi novio y yo éramos los afortunados en quedarnos, aunque la sola idea de que la pendeja se propasara con él me revolvía las tripas. Tal vez, de algún modo, algo adentro de mí esperaba que eso sucediera. Pero por las dudas, para ahorrarnos disgustos, preferí no enroscarme con esas posibilidades.
Entonces, llegaron las nueve de la noche, y el primer invitado. Era Sergio, uno de sus primeros novios en la adolescencia. Ni bien entró se le colgó de los hombros para franelearle bien el cuerpo, se lo tranzó y se agachó para bajarle el cierre del pantalón. Sacó su pija con delicadeza, le dio unos lametones tiernos y se levantó para guiarlo a la cocina.
En la mesa había varias botellas de alcohol y jugos frutales para preparar todo tipo de tragos. También crema de leche, frutillas en una fuente, una tabla con fiambres, quesos y aceitunas, pan y salchichas cortadas.
Mi hermana estaba con una calza ajustada, una remera rosada híper escotada, unas sandalias altas, con el pelo recogido en una trenza, y la evidente ausencia de ropa interior. Ni bombacha ni corpiño! Encima la chancha no se había bañado.
A los diez minutos llegó Hernán. Con él procedió de igual forma, y lo llevó a la cocina. Ella los había citado a todos con diez minutos de distancia para tener un poquito de intimidad con cada uno. De hecho, con Hernán fue más complaciente, porque lo dejó que le manosee las tetas en el recibidor.
El próximo en llegar fue el tal Jony. El guacho disfrutó un poco más de las lamidas de su lengua en la pija, ya que al parecer venía bien dotado.
Luego llegó Enzo, que no tuvo piedad en toquetearle la tuna sobre la calza y decir a viva voz para toda la concurrencia: ¡Che giles, no saben cómo se le moja la calcita a la Karlita! Y ella lo hizo arrepentirse de exponerla cuando le mordió la pija.
Jony, Hernán y Enzo abrían cervezas cuando llegó el último. Era franco, el más nene de todos. A él le frotó una goma desnuda en la cara mientras le manoteaba el ganso.
Cuando todos estaban en la mesa, eufóricos y risueños, empezaron las nubes de cigarrillo y mariguana. También los tintineos de vasos con hielo, las anécdotas y las sacadas de cuero al ex novio. El que más la deliraba era Hernán. Se la comía con la mirada, le ofrecía de tomar y fumar a cada rato, y lamía el sorbete de su vaso antes de ponerlo en su mano. Ella le devolvía atenciones agachándose un poco junto a su cara para que se le balanceen las tetas.
Lo claro es que todos estaban felices de que Karla esté solita. Como siempre fue muy varonera, no era raro que no hubiese ninguna chica, y eso a ellos parecía motivarlos más. Especialmente, desde que comenzaron a jugar a las cartas. Era imposible seguir el hilo, porque todo el tiempo había comentarios de sexo. Hernán decía que seguro el novio la tenía chiquita, Enzo afirmaba que tenía pinta de cometravas, y Sergio la ponía nerviosa diciendo: ¡Conmigo sí que cogías bebé! ¿Te acordás?
A esa frase le siguió una ola de murmullos y silbidos, los que se cortaron cuando Jony dijo: ¿Y ustedes saben que la Karlita gime y dice cosas re sucias mientras coge?
Franco estaba colorado, pero aún así agregó: ¡A mí me gusta cómo la chupa, porque es re dulce!
Karla entonces suspiró enternecida, y todos se burlaron del pibe. Pero ahora todo parecía al borde de consumarse. Karla empezaba a lamerles las orejas, a sentarse un ratito a upa de cada uno para chuponearlos con un ardor que no había forma de disimular mi calentura, y a manotearles la pija. Fiel a su convicción, no evitaba decir cosas como: ¡Uuuh chicos, no pueden tener todos la pija tan dura! ¡Y vos Sergi, te re zarpaste nene! ¡Eso es una morcichota!
Hasta yo me reí de su ocurrencia. En eso mi novio se sienta incrédulo a mi lado en el sillón, y empezó a persuadirme para que nos vayamos a dar una vuelta. Pero Karla dijo que no le molestaba que nos quedemos a mirar. De hecho, ella sabía que a nosotros nos gustaba ver sexo en vivo. Lo hicimos muchas veces. Pero en esta ocasión, era su cuñada, y mi hermana la que le daba rienda suelta a toda la sensualidad de sus hormonas disparatadas.
Cuando veo que se sube la remerita y zambulle uno de sus pezones en un trago de naranja supuse que se lo daría a probar al Jony. Pero lo hizo con todos, uno por uno, y con las dos tetas. Además intercalaba tragos para saborizarlos mejor.
Hernán y Sergio ya tenían sus pijas al aire y se la re pajeaban, mientras ella les ponía queso o aceitunas con la boca a todos, uno por uno. Me encantó el beso de lengua que le dio al nene, y que le diga: ¡Me parece que vos estás más calentito que ellos, mi chiquito pijón!
Después de eso brindaron por el día del amigo y comieron algo en la más absoluta normalidad.
Entonces, Sergio la dejó sin un escapismo a la muy zorra cuando le dijo: ¡Dale nena, saludame al amiguito!
Un estallido de risas y toses la obligó a meterse debajo de la mesa y a tomar una decisión drástica. Lamió, olió y frotó la pija de Sergio en su cara, hizo lo mismo con la de Hernán, y empezó a mamarlos. Su boca acumulaba tanta saliva como presemen, y no la dejaban ni respirar. Le tocaban las tetas, y entre pija y pija le convidaban cerveza o gancia.
A Sergio le excitaba mal escucharla eructar. Hernán no contuvo su lechazo apenas yo en un impulso le dije: ¡Dale Herni, dale toda esa mamaderita a la nena!
Mi novio me reprendió por el comentario. Se suponía que nosotros solo mirábamos, en silencio. Le pedí disculpas, y pronto volvimos a la tarea de observar. Aún así Karla asomó la cabeza para dirigirme una mirada lujuriosa. Pero debió continuar con la de Sergio, hasta que terminó de acunar toda su leche en el hueco de sus tetas y su remerita.
Apenas estuvo de pie ante ellos para mostrarles cómo le chorreaba el semen de Sergio, Jony le tiró un vaso de cerveza para que se quite la remera.
¡Lavate sucia de mierda! ¡Qué lecherita que sos nena, yo también te la doy toda morocha!, decían los demás como novios celosos.
Karla se quedó en lolas, justo cuando Enzo logra bajarle un poco la calza para nalguearle estrepitosamente esa cola pomposa, y Franco estira el cuello para comerle la boca. Ella se libera de todos y entra a su cuarto para ponerse otra remera. En el camino me dice al oído que está re alzada y que no sabe cuánto más podrá contenerse. Mi novio ignora sus palabras, y me sugiere nuevamente salir a comer algo. Pero los dos fuimos incapaz de movernos, aturdidos por el fragor de la noche.
Cuando Karla vuelve a la cocina, Enzo y Jony la esperan parados con las pijas al aire.
¡Dale guachona! ¡Qué te cuesta! ¡Sacanos la lechita, dale!, decían los dos mojando sus penes con gancia y licor de dulce de leche.
Karla se hincó ante sus erecciones y se puso a chupar con tanto ruido que, hasta podía distinguir cuál era la de Jony, ya que era el más vergudo. Cuando se la sacaba de la garganta mi hermana parecía quedar sin aliento!
Sergio y Hernán se sumaron sólo para manosearla, y Franco peló su pene por orden de Karla, que ya lo pajeaba sin detener su mamada.
El nene le acabó de una en las manos, y enseguida Enzo le salpicó hasta los ojos con su semen abundante. La cochina se limpió la leche de Franquito en la calza y siguió succionando la pija de Jony, que acabó cuando otra vez mi mente se escapó por mis labios:
¡Cogele la boca a mi hermanita negro! ¡Dásela toda y ahogala por cochina!, dije mientras el flaco jadeaba con su cuerpo de un lado al otro, tambaleándose en sus pies y volcando su semen en lo profundo de la garganta de Karla, que hasta hizo un buche para escupírsela en el pito. Mi novio volvió a censurarme. Es que, el espectáculo no podía ser más caliente y relajante. Desde el living nosotros no nos perdíamos ni el mínimo detalle, ya que nuestro sillón daba exactamente a la puerta de la cocina.
A los vagos ni les interesaba nuestra presencia. A esa altura mis manos también estaban embadurnadas con el semen de mi novio, al que pajeé con una fiebre sexual que me confundía, solo que por adentro de su calzoncillo. Estaba tan fuera de mí que hasta le pedí que me haga un chorrito de pis en las manos.
Karla volvía a franelearse con los pibes, y Enzo logró quitarle la remera en medio de un juego de corridas y manotazos entre todos. Entonces todos la rodearon para chuparle las tetas, la panza, la boca, los hombros, y hasta para morderle la cola sobre la calza. Pero apenas Franco dijo con su voz acaramelada: ¡Che karla, no tenés bombacha!, ella se desbordó y gritó.
¡No bebé, porque hoy a la siesta me hice pichí encima, y no me bañé para que me cojan toda… me hice pis en la cama mientras me re toqueteaba la conchita pensando en ustedes! ¡Pero parece que vos fuiste el único que se dio cuenta!
Nadie pudo detenerla. Corrió hasta su pieza entretanto los demás preparaban algo para tomar en una jarra. Luego apareció descalza, con una bombacha blanca y con sus manos golpeándose las nalgas.
Enzo la sentó en su falda, le comió la boca y, sosteniéndola de las tetas frotó su pija al desnudo en su culito con fuerza. Los otros le lamían las piernas, a excepción de Franco que le masajeaba los pies y le chupaba los deditos. Karla gemía como a punto de explotar.
Sus manos pronto se ocuparon con las pijas de Sergio, Hernán y Jony. Enzo ya había colocado su dureza por los adentros de su bombacha.
No pudo aguantarlo mucho tiempo. El solo contacto de su verga entre los cachetes del culo de Karlita hicieron que todo su semen se derrame con la furia de un toro. Ella se levantó, y un sinfín de fotos y filmaciones le colmaron el cuerpo, aunque especialmente las gomas y la bombachita con leche.
Pronto Jony la sentó en la mesa, y ella abrió las piernas. Todos frotaron su nariz y boca en la bombacha de mi hermana, rozando su clítoris hinchado y turbado por todo lo que la estaban calentando.
Cuando Hernán aseguró a la concurrencia: ¡Che loco, tiene el mismo olor a pis que cuando era chiquita en el colegio!, entre todos despejaron la mesa de cosas y la acostaron boca arriba. Sergio le llenó las tetas de crema de leche y clavó varias frutillas en semejante pastel de hembra. Enzo le corrió la bombacha y se la empapó con más crema. También le sirvió varias cucharadas a su conchita depilada. Primero los cinco frotaron sus pijas en sus tetas para darle a su boquita un poco de crema, como si sus penes fuesen suculentos batidores. También le daban frutillas con la boca, y solo Franco le metió los dedos en la vagina para introducirle unas cerezas.
¡Chupá guacha! ¡Comete la cremita bebé! ¡Querés pito cochina? ¡Sos una mamona re chancha pendeja!, decían los que iban y venían de su boca y sus tetas, mientras Franco y Enzo vaciaban toda la crema entre su calzón y su pubis. Cuando Sergio empezó a decirle: ¡Mataría que te toques la conchita como en la siesta para nosotros putona! ¿Ustedes qué opinan?!, hubo un aplauso unánime, y entonces ella abrió mejor las piernas para comenzar a tocarse.
Se chupaba los dedos encremados y se los olía, decía que ya no la hagan sufrir así, y se enojó cuando Sergio no la dejó sacarse la bombacha. Soportó unas cuántas fotos más, aunque al parecer su máxima tortura  era la lengua de Franco lamiéndole los pies.
Casi me levanto cuando dijo: ¡Maru, vení a sacarme la bombacha que no doy más, y comeme la concha!
Pero sus amigos y mi novio me pararon en seco. Ellos con unas miradas fulminantes, y mi novio pellizcándome los muslos.
¡Al menos déjenme ir al baño, que me hago pichí boludos!, dijo Karla en cuanto pudo recuperarse del dolor de una mordida en su pezón, entre sollozos de calentura. Pero Sergio le dijo con determinación, mientras le comía la boca: ¡No no, nada de eso pibita! ¡Hacete pipí a donde estás! ¡Que todos te queremos ver! ¿No cierto chicos?
En ese instante vi que Enzo le chupaba las tetas, al tiempo que le ponía más crema, que Franco y Hernán le lamían un pie cada uno, que Sergio y Jony le daban sus pijas en la boca mezclándolas con un espeso licor de café, y que pronto sus piernas se colmaban de litros de pis, los que también resbalaban de la mesa y su bombacha pegoteada.
Exhaló un hondo suspiro cuando terminó de mearse, y otro aplauso enérgico, al que me sumé sin pensarlo resonó en la cocina. Ahí Sergio le sacó la bombacha, y entonces los cinco, aunque de a uno por vez fueron comiéndole la conchita, sin dejar de untarla con crema y ponerle frutillas o cerezas.
En eso Jony corrió a su boca, y después de cogerle la garganta con una impiadosa brutalidad, hizo que se ahogue con tanto riesgo que casi se cae de la mesa. Tosió y eructó largo tiempo, y le sacaron varias fotos mientras la leche del más lindo de todos se le salía por la nariz como si fuesen burbujas de gaseosa. De pronto Sergio se le subió encima y calzó su pija en lo más profundo de la conchita de Karla, tanto que la hizo gemir como si fuera virgen la muy culeada. Le dio bomba unos minutos mientras Franco se pajeaba lamiéndole las tetas, y Hernán con Enzo se las daban en la boca.
Sergio fue tan evidente que cuando acabó creo que se enteró hasta el vecino, porque sus alaridos y los espasmos de su cuerpo lo sacudían como una tormenta caprichosa a las nubes sumisas de un cielo invernal.
Karla no quiso más ser la sometida de la película y se levantó como pudo de la mesa. Prendió un faso para hacerlo girar entre los que quisieran fumar, y Enzo preparó una nueva jarra de fernet. A esa altura los cinco andaban en calzones.
Sergio parecía relajado y tranquilo. Los demás seguían con las pijas empaladísimas. Entonces se sentaron todos menos Karla, y luego de poner una música electrónica medio de fondo dijo con un dedo en la boca: ¡Ahora yo me los voy a coger, y más vale que me den mucha lechita!
Bailó con poco equilibrio, olió su bombacha poniendo carita de asco en cuanto la encontró en una silla, la lamió y se la pasó por la concha. Tomó un buen trago de gancia y comenzó con Hernán.
Se le sentó en las piernas, le meneó la pija y solita la colocó en su vagina para moverse, saltar y gemir en una cabalgada suave pero cargada de pasión.
¡Dame pija Herni, toda la lechita guacho!, se la oía replicar cuando el pibe le apretaba los senos como a dos globos de cumpleaños. Se bajó antes de que le descargue su semen, y corrió a la falda de Enzo. Con ninguno se quedaba más de dos o tres minutos.
A éste se lo cogió con más violencia. Hasta le pidió que le meta un dedo en el orto, y cuando lo hizo vi que en sus ojitos se contenía un orgasmo furioso.
Luego se levantó a beber más gancia, se tocó la concha para lamerse los dedos camino a los brazos de Jony, le dio una pitada a su fasito y se le subió para que le ensarte la pija. A él le pidió que le pegue en el culo y le muerda los pezones mientras la penetraba.
¡Chupame las tetas pendejo! ¡Pegame como a tu novia cornudo! ¡Dame pija! ¡Dale que no la siento! ¡Y no te hagas el macho poronga conmigo!, le decía, y el flaco la hacía saltar con una elasticidad admirable. Después le comió la boca a Franco y le frotó la cola en la verga tras quitarle el calzoncillo. Recién allí supe, gracias a un chiste de Sergio que el guacho iba a cuarto año del secundario.
Ella le hizo oler el calzoncillo, le dio una chupadita a su pija y se le sentó para comérsela con esa vagina burbujeante de flujos alborotados. El pibe se mordía los labios, le tocaba las tetas, gemía casi tan agudo como ella, y más cuando la escuchaba decir: ¡Dale bebé, cogeme bien que ese pitito de nene me encanta! ¡Haceme pis si querés guachito! ¡Quiero que me acabes adentro!
Mi novio y yo tuvimos la sensación de que Franco era virgen. Y después recordé que se trataba del pibe que Karla se tranzó en un boliche, y le había dicho que nunca había estado con una petera de verdad.
Pero antes de que el pibe le obedezca, ella se le escapó como agua entre los dedos para volver con Hernán.
La ronda se repitió dos veces más. Sin embargo, cuando regresó a los encantos de la poronga de Jony, éste la dio vuelta para clavarle la pija en el orto. Ni se quejó la pendeja! De hecho, Enzo se unió a ellos para pedirle una pajita breve, y luego hundir su carne en su conchita. Hernán se sumó para hacerle lamer los dedos con crema, le ponía frutillas en las gomas para chupárselas y le pedía que lo pajee. Franco miraba con el pito a punto de reventar, aunque no se atrevía a tocárselo. Además ya se había acabado encima, y los hilos de semen en su panza lo dejaron en ridículo ante los otros varones.
Cuando Karla lo llamó, justo en el momento en que Enzo terminaba de volcar sus litros de leche en su conchita, él caminó con las manos apretadas en puños ansiosos, y le obedeció cuando la muy cínica le dijo: ¡Chupame la concha nene, dale, sacame la leche de tu amigo!
En lo mejor del roce de la lengua del mocoso en el clítoris de mi hermana, Jony comenzó a hacer llover tanta esperma en lo más oscuro de su culito, que los dos parecieron derrotados. Pero Karla se despegó del sudor de Jony. Sentó a Franco en una silla para cogerle la pija con la concha con una velocidad que, no sé de dónde sacaba tanto espíritu. Franco no duró mucho tiempo, y ni bien todo su semen colonizó sus paredes vaginales, ella le dijo con vocecita de nena retrasada: ¡Haceme pis en la concha nene, dale, meate adentro mío si te la aguantás!
Franco le rindió culto y homenaje a todo lo que había tomado, y ni bien cumplió con la consigna, Karla le puso el calzoncillo y se dejó acomodar en cuatro patas por Hernán en el suelo.
Fue rápido y efectivo. Se le montó como a una perra en celo y le empomó la concha con todo. Después la sentó en el suelo contra un aparador y le garchó la boquita con mayor desmesura, haciendo que su cabeza golpee peligrosamente en la madera y que su oxígeno se interrumpa a causa del desliz de su pija gorda por su garganta. Allí terminó la leche del último de los sementales amigos de mi hermana. Después hicieron que se las mame a los cinco en una nueva ronda, y hasta que no les sacó un lechazo más a cada uno no la dejaron ir al baño. de hecho, se hizo pis en el suelo mientras peteaba como la mejor de las actrices del porno yanqui.
Así festejó mi hermana con sus amiguitos, los que fueron novios alguna vez, y a los que yo misma he visto coger con ella, o ser bien recompensados por el arte de su boquita mamadora.
Cuando todo terminó los cinco la ayudaron a ordenar todo el alboroto, a los tropezones por el mareo, demacrados y tan relajados que casi ni hablaban. Pero era necesario. Mi madre volvería temprano, y al otro día le esperaba una nueva jornada laboral.
Karla solo se puso una bombachita azul, y los acompañó a la puerta. No sin antes someterse a una nueva sección de fotos y filmaciones boludas. Cuando pasó por nuestro lado, su olor a sexo era tan fuerte que volvió a encendernos. Mi novio y yo estuvimos meta pajearnos y chuparnos mientras observábamos a mi hermana. Perdimos la cuenta de la cantidad de veces que acabamos. Pero el olor a pichí y a crema de Karla nos obligó a invitarla a nuestra camita. Allí no había tiempo ni testigos. Era hora de que mis estructuras al fin se reconcilien con la calentura que nos habitaba por igual!      Fin

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