Tuve la suerte de entrar como arquera en el
equipo de primera del fútbol femenino en Nogoyá cuando tenía 18, y hace dos
años que defiendo mi puesto. a veces con altibajos, pero siempre poniendo todo
en la cancha.
Antes teníamos un DT que me ponía de titular. Pero
no confiaba firmemente en mis condiciones. Con la llegada de Gabriela todo
cambió. Ella supo cómo dirigir el grupo, acomodarnos en el vestuario y en el
campo de juego.
Tenía 34 años, un carácter fuerte, voz de
trueno, ojos de guerrera, muy poca paciencia y unas rastas admirables. Al dire
del club no le gustaba mucho su aspecto. Pero menos que eso le interesaba
ganarse un problema con ella. Por lo que supongo que siempre le decía que sí a
todo. No sé cómo lo hacía. Pero nos conseguía viajes gratis, la ropa deportiva,
los estampados para las camisetas, toda la logística que necesitábamos para
entrenar, y hasta los almuerzos saludables luego de cada entrenamiento. ¡Y eso
que era un club de barrio!
Desde que dijo que nadie tenía asegurada la
titularidad en el equipo, todas las chicas se comportaban como hembras en celo
buscando la consideración de nuestra DT tan extraña como exitosa, según lo que
pudimos leer de ella en su curriculum. Aunque tenía métodos polémicos.
Siempre, antes de entrenarnos nos hacía sentar
en ronda en el piso del vestuario. Nos olía el pelo, las manos, nos palpaba las
lolas, a veces se atrevía a meter alguna mano bajo nuestros joggings, y nos
miraba como para comernos la boca, una a una. Se ofuscaba cuando descubría que
alguna caía con la bombacha húmeda, las uñas pintadas, el pelo muy arreglado,
exceso de perfume, o cualquier signo que nos convirtiera en mujeres más bien
femeninas. Pero en su mirada había un deseo apretado en lo más ínfimo de sus
ganas.
De igual manera nosotras confiábamos en sus
pergaminos y su idea de juego, siempre ambiciosa y buscando el arco rival.
La vez que perdimos 5 a 1 con un equipo de
Paraná la vimos enojada como nunca. Nos dio el día siguiente libre a todas,
pero al otro día nos hizo percha en el entrenamiento. Aunque lo más lindo fue
en el vestuario cuando nos cambiábamos para ir a la pequeña cancha detrás del
gimnasio del club.
Nos decía cosas como: ¡Acá venimos a trabajar
pendejitas! ¡Nada de mirarle el culo a las otras perras! ¡Somos las mejores, y
no hay tiempo para caritas, tocaditas o miradas! ¡La única que las puede
manosear soy yo putitas asquerosas! ¿Se entendió? ¿Les queda claro a todas?
Y luego hubo un silencio como de velorio.
Primero llamó a Vanina, que es una morochita
petiza que marca la punta derecha. Le arrancó el top, le desató el pelo y le
rezongó al oído: ¡Tenés mucho olor a perfume bebé! ¿A vos te parece que
transpirás bien la camiseta?!, y le re manoseó las tetas con una mano, mientras
que con la otra le rozaba la entrepierna.
La mandó a bañarse y llamó a Maca, nuestra 9
implacable. ¡Esa sí que está tocada por la suerte! Pero aquel día las otras la
marcaron bien de cerca, y no la dejaron moverse.
La arrinconó contra la pared, le dio unas
nalgadas, le hizo unos masajes en sus hombros bronceados, le olió las axilas y
le comió la boca. Después le dijo medio exaltada: ¡Sabés cómo nos culearon esas
putas el domingo no? ¡Yo no te quise reemplazar, porque, bueno, sos la mimada
del director! ¡Además sos la goleadora en la liga! ¡Pero no fuiste capaz de
meterla! ¿o, es que te calentaba la
arquerita bolivianita esa?
Y la mandó a la ducha con un destello de furia
en los ojos que jamás le habíamos visto.
Después se la agarró con la Nati, que siempre
juega de 10. Le sacó las sandalias, la dejó en tetas y la hizo gatear por todo
el salón persiguiéndola con los labios apretados de tanto mirarle la cola, y
pronto, la puso de pie al lado mío. Le dio un chupón en cada lola, le abrió las
piernas recriminándole porque tenía un jean, y se agachó para acariciarle los
pies con la lengua mientras susurraba: ¡vos mejor que nadie sabés lo que valen
estos piesitos loquita! ¡Te vi cómo le sacabas la lengua a la defensora de esas
perdedoras! ¡Me calentás puta de mierda! ¡Pero te quiero bien concentrada! ¡De
lo contrario, la próxima comés banco, y me chupás la concha al lado de Lucía! ¿Estamos?!
Le hizo oler su corpiño y de un empujón le
gritó para que raje al baño.
Lucía soy yo, la que todas las noches me hago
las mejores pajas del mundo, reviviendo todos los momentos de la dictadura
sexual de ese vestuario con la Gabi. Pero, yo estoy convencida de que no le
gusto. Además, ella prefiere a las recién iniciadas en primera. Aunque siempre
dirigía su mirada hacia mí cuando se disponía a cometer sus lecciones morales.
Solo una vez me tocó el culo cuando tuve que
salir del arco por un tirón en el aductor, hace tres semanas. Y eso que varias
veces caí pajeadita de casa para que se tope con mi calzón húmedo!
Hace poquito, por órdenes del presi, Gabriela
tuvo que probar a un par de pibitas de las inferiores, y entonces, habló
seriamente con la Gambi. Una morocha deliciosa, dueña de unas gomas como para
mordérselas hasta el amanecer. Luego se dirigió a todo el grupo. Fue una mañana
medio gris en la que nos presentaron.
La Gabi y su verborragia comenzaron a resonar
en el vestuario.
¡A ver chicas, si hacen un poco de silencio!
¡Les presento a la Gambi! ¡Se llama Rocío, juega de 7, y si hace todo lo que su
ama le dice, este domingo puede tener una chance, ya que Anita está lesionada!
¡Pero ojito a todas que la zorrita mañana cumple los 18! ¡Que no me entere que
alguien la mira con calentura eh? ¡Ahí sí que me van a conocer!
Había dicho, su ama? ¿por qué había usado esa
denominación? ¿Sería cierto el rumor que una mañana trajo Anita? ¿Gabriela era
lesbiana, y por eso la echaron de un equipo rosarino? Todas esas preguntas me
asaltaban por sorpresa, mientras la DT nos pedía que recibamos a la Gambi con
un beso. Luego se dirigió solo a ella.
¡Mirá mami, yo sé que venís de la villa, y que
seguramente, y perdón si le erro, cogés para ganarte la vida! ¡Pero acá todas
somos competentes, y tenemos buenos contratos! ¡Así que cuando venís a entrenar
te olvidás de usar tanguitas bien metidas en el orto!
La charla siguió al menos un minuto más. Rocío
no parecía incómoda. De hecho, asintió con la cabeza cuando Gabi la trató de
puta. Pero pronto la DT hizo sonar fuerte su silbato, y nos fuimos todas a
trotar.
El tema es que a la hora del parate, a mí se
me ocurrió ir al baño, y casi que por accidente encontré a la Nati con las
tetas al aire, los ojitos cerrados, y con el pantalón y la bombacha en el suelo,
recostada sobre la pared. Es que, la nuevita le estaba lamiendo la vagina con
un frenesí que logró excitarme lo necesario como para que mi mano izquierda
estimule mi clítoris sobre mi culote, aunque fuese unos segundos.
Estaba convencida que me calentaban solo las
buenas pijas, bien lechosas y cabezonas. Pero, aquello no pudo extenderse
demasiado, porque los pasos de Gabriela irrumpieron, creo que en el momento
cúlmine de la acabada de Natalia en la boquita de la Gambi.
Yo me hice la boluda y me escondí en un
bañito, procurando no hacer ruido.
Cuando la Gabi entró solo escuché: ¡Puuutaaas!
¡Así las quería agarrar! ¡Vos Natalia sos una alzada de mierda mamita… Y vos,
volá al vestuario, si no querés que te coja acá nomás, basura!
Luego, las escuché irse corriendo, y al fin
pude salir, aturdida y en llamas porque, en realidad no sabía bien cómo
masturbarme. Nunca lo había hecho, y ahora me urgían unas ganas que me
presionaban el pecho, casi con la misma intensidad con la que se me endurecía
el clítoris.
Eso quedó atrás de inmediato, porque llegó el
domingo del debut para la Gambi, y debíamos defender la punta, además de mi
invicto de cuatro partidos sin recibir goles.
El encuentro fue normal. Ganamos 2 a 0. Solo
que, a los 5 minutos del segundo tiempo la Gambi se hizo echar por pegarle a
una defensora rival y por protestarle al árbitro. Ambas cosas en la misma
jugada.
La DT enloqueció en el banco, y yo vi
claramente que cuando la Gambi se acercaba a las suplentes, la Gabi le tiró el
pelo y le dio un chirlo en el culo.
Cuando fuimos al vestuario, la Gabi nos paró
en seco a todas, que festejábamos alocadas, y nos dijo con la voz rota de tanto
dar indicaciones: ¡A dónde carajo van trolitas, cochinas? ¡Acá ninguna se mete
al agua todavía! ¡Ganamos, y está muy bien! ¡Pero hay algo más importante que
festejar! ¡Ustedes saben que hoy debutó una futura estrella! ¡A pesar de que la
nena, se portó mal!
Se acercó sigilosa a la morocha, le sacó la
camiseta y todas aullamos por el desnudo de esas lolas despampanantes.
Gabriela frotó su rostro sudado entre ellas,
se las escupió y le gritó al borde de perforarle el tímpano: ¡Ahora vas a ver
lo que es calentarse bien calentita putona!
Enseguida nos pidió que nos sentemos en el largo
banco incrustado en la pared, una bien pegadita a la otra, y que nos bajemos el
pantalón.
Mientras que a la nuevita le revisaba su
bolsito personal, y le apagaba el celular.
La sala era una caldera entre los gritos,
insultos, piropos, toqueteos entre todas y la voz de la Gabi desmereciendo las
cosas que había en el bolsito de Rocío. Tiró todo eso al suelo, y en cuanto le
ordenó: ¡Ponete en cuatro patitas y moveles la colita a las chicas!, todas
aplaudieron suspirando.
La Gabi le instruía, no siempre con buenos
modos, todo lo que debía hacer.
¡Ahora gateá despacito… babeate las manos y
tocate las tetas!
Mientras tanto la Maca pajeaba a la Pao que
lagrimeaba de tan caliente, la Nati le comía la boca a la Pipi, que es la
central más veterana del grupo, y las demás solo gemían, entregadas a la figura
de la mocosa yendo y viniendo por el piso, siendo perseguida por la DT.
En cuanto a mí, por un lado quería irme a
casa. Pero también quería lanzarme sobre la nuevita, babearme las manos, gatear
con la cola bien parada, y acabarme toda en cuanto la Gabi me regale un buen
mordisco en la concha. ¿Por qué me sentía tan confundida?.
Pronto la Gabi nos dijo, como si hablara con
nenas del jardín: ¡Ahora todas se sacan bien despacito las bombachitas y se las
dan a la compañera que tengan al lado! ¿Quieren ver el calzón de la pendejita
nueva mis amores?!
Y un sí ensordecedor iluminó el techo floreado
del salón. Pero, primero nosotras debíamos cumplir. Solo María y yo no lo
hicimos, porque Gabriela no quiso. Entretanto, me preguntaba cómo es que nunca
me quedé a festejar los partidos con ellas! mi familia, ni bien terminaba el
encuentro, me llevaba para agasajarme. Por lo que ahora me enteraba por mí
misma, y no solo por lo que me chusmeaba Anita o Natalia, de las deliciosas locuras
de nuestra entrenadora.
Una vez que las bombachas iban de mano en
mano, Gabriela alzó en sus brazos a la nena. Le estrujó el orto delante de
todas, la revoleó por el aire sin soltarle los tobillos, como si se tratase de
un muñeco de trapo, le lamió el cuello, y, después de fregar su rostro en su
entrepierna dijo como aterrada por un antojo sublime: ¡Guau chicas! ¡La guacha
parece que coge mucho, pero tiene olor a pichí! ¿Qué quieren que haga? ¿Le saco
el pantalón y la bombacha ahora?
Y sin esperar respuestas de nuestras voces
agolpadas en un trance divino, la dejó en calzones, y luego, teniéndola en
brazos como a un trofeo empezó a pasar frente a nosotras para que la toquemos.
A mí me tiritaban las manos de la emoción!
La Nati le chupó las tetas como si estuviese
poseída. La Maca también, además de olerle la boca y lengüetearle las mejillas.
La Pao solo le mordisqueó el cuello, y la Nancy, nuestra lateral y siempre
capitana se animó a besuquearle esa cola suavecita y carnosa.
Yo temblaba, sudaba y me maravillaba viendo a
Vanina estirarle los pezones y hacerle caminitos con su baba en la pancita.
Luego a Liliana comerle la boca mientras Gabriela decía histérica: ¡Ninguna le
toque la conchita! ¿Sí? ¡Que a esta borrega hay que dejarla bien alzada!
Pronto la Colo, que es la arquera suplente la
asfixió por un rato con su bombacha, cuando María solo se atrevió a decirle
tímidamente: ¡Qué perrita sos bebota!
Yo la olí, y sentí un extraño mareo con su
piel brillando cerca de mi cara y su olor a pipí tan real como lo erecto y azul
de sus pezones.
Gabriela me dijo de pronto, con una ronquera
especial: ¡Te toca a vos sacarle el calzón a la puta esta! ¡Hacelo y abrí las
piernas!
Se la saqué. Todas deliraron al verle la
argolla a la cochina que, ahora dejaba que la Gabi le huela el culo, intente
penetrárselo con un dedo y le grite casi sin privarse agudos ni lujuria: ¡Cómo
te mojás hija de putaaa! ¿Estás segura de que te gusta la verguita, atorranta? ¡Y
ustedes abran bien las piernitas!
Eso fue lo último casi que se oyó. Luego, la
Gabi sacó de su maletín una gran poronga de latex, le dijo algo al oído a la
Gambi, y pronto la liberó de sus brazos para que vuelva a gatear en el piso, para de ese
modo atentar con su boquita pequeña contra nuestras conchas ardientes.
Primero se la comió a la Nati, que le
arrancaba las mechas y se apretaba las tetas. Siempre Gabriela la seguía para
puertearle la cola con el chiche si desobedecía, o se rehusaba a cumplir sus
mandatos.
la próxima víctima fue Vanina, quien mientras
la Gambi se la succionaba le pedía un dedito en la cola y le decía: ¡Así
chiquitita sucia, sacale la leche a esta putoncita!
La Gabi nos miraba desafiantes y no hablaba. Pero
el chiche en sus manos parecía un arma mortal cerca de reventarle el orto a
Rocío, quien luego le comió conchita y culito a la Colo, que estaba desesperada
por sentir esa lengua en su agujero negro, según ella siempre abierto.
La cara de la Gambi ya era una flor regada de
flujos dulces por la victoria que conseguimos, cuando se aferró al sabor de la
Maca, que no paraba de pegarle en la cola y decirle: ¡Dale mami, abrí toda la
boquita que sos re sucia y te gusta coger puta, dale, haceme acabar con esa
lengüita de chupapija, dale zorra!
Luego la pipi la manoteó de las tetas, le
comió esa boca que seguro sabía a sexo salvaje y la arrodilló. Primero le dijo
a la Gabi: ¡Profe, yo me estoy haciendo pis… ¿Puedo mearla si me hace acabar la
bebita?!
Gabi asintió con la cabeza y la nuevita
comenzó a devorarle la conchita, mientras la Pipi jadeaba diciendo: ¡Te vas a
bancar que una chica te haga pichí en la carita nena tonta? ¡Me encanta cómo te
movés en la cancha, pero más me gusta esa boquita chancha! ¡Dale que te hago
pis… pedimeló bebéee!
No hubo casi lugar para otra chupada de concha
luego de que la Pipi lo hizo. La Gabi arrinconó a Rocío, le abrió las piernas y
empezó a darle duro con el juguetito por la concha mientras las demás se pajeaban.
Yo, me fui a casa hecha pis, con vergüenza y
re caliente. Pero no sabía cómo actuar. Siempre me gustaron los pibes! Esas
tortas me estaban pervirtiendo, y esa nenita se había vuelto la obsesión de
todas!
Hablé con mi representante para que me consiga
otro club, y por suerte lo logró. Solo que, no sé si quiero enfrentarme en un
partido a las nenas de la Gabi! Fin
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Este es mi correo ambarzul28@gmail.com si quisieras sugerirme o contarme tus fantasías te leeré! gracias!
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Cafecito nacional de Ambarzul para mis lectores nacionales 😉
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