Estábamos de joda en la casa de Lucho, una
noche de verano, más al pedo que una monja en un bulo, aunque planeando nuestro
viaje de egresados a 10 días del mismo. Éramos el Guille, Maxi, él y yo. Al
principio unos mates y la play a full. Después unas patys con birra bien fría
entre rock nacional, truco, cigarrillos, chistes y boludeces acerca de nuestras
novias. Maxi era el único que todavía no la ponía, y eso le daba el título del
más pajero del grupo. Tanto que usaba las horas de historia para leer porno con
Lucía, la más traga leche del aula.
Pronto todo lo que se decía era absolutamente
irrelevante. Hasta que Lucho dijo que no daba más de sueño, pero que nosotros
sigamos con la reunión, siempre que luego ordenemos un poco, y se fue a dormir.
Ya eran las 3 cuando Nati llegó media borracha
de la calle, justo en el momento en que yo preparaba una sangría. Nati es la
hermana de Lucho, y es una pendeja re seductora que está que se parte por donde
la mires. No venía bien de cola, pero portaba unas tetas que rajaban la tierra,
una voz trasnochada aunque muy calentona, una cinturita sexy, una boca chiquita
con pinta de ser excelente mamadora y unos ojos azules de gata perversa. Igual,
ninguno pensaba ni en pedo en cogérsela. No solo porque Lucho nos desfiguraría
a trompadas. Todos hablaban de ella en el colegio, y no queríamos bardo con
nuestras novias por culpa de su pública y manoseada reputación.
La piba se quedó con nosotros, empinando
botellas y hablando de todo, hasta de fútbol. Incluso sabía una bocha de bandas
de rock. Pero no podíamos creer que luego nos contara como al pasar que recién
llegaba de lo de una amiga, donde se armó una tremenda orgía entre dos minas y
cinco vagos, y que terminó muy quenchi porque sólo se le permitía mirar. No
podía participar porque perdió una apuesta.
Nos re calentaba escucharla relatarnos cada
jugada, cada palabra que decía o gesto que hacía, cuando Maxi interrumpió con
una de sus ideas:
¡¿Y si te enfiestás con nosotros guachita?!
Ella nos miró abriendo exageradamente las
piernas, diciendo que sí con la cabeza sacando la lengua. Mientras nos explicaba
que una de sus amigas tuvo su primer doble penetración por la concha, y que la
otra se tragaba toda la leche de todos, los tres le relojeábamos su bombachita
roja y mojada, dado que tenía una pollerita muy cortita, un top sin corpiño y
un hambre de guerra que le evaporaba la claridad y nos hacía salir de nuestras
pieles.
Ella se sacó el top, los tacos y la pollera
con una velocidad asombrosa. Se puso a bailarnos con la gracia de una
cabaretera de oficio, aunque demostrando poco equilibrio mordiéndose los
labios, apenas rozando sus lolas con las yemas de sus dedos, meneando las
caderas con la sensualidad del mar y suspirando bajito.
¡¿Así de fácil sos nenita?, le largó sin
procesarlo el Guille, que había olvidado su malhumor por no tener más puchos.
¡Que sea la hermanita de Lucho no significa
que tenga bigotes, o una pija parada!, replicó Nati cambiando su sonrisa
erótica por una un tanto más siniestra. Después apagó el cd de Los Redondos, se
sentó en el medio de Maxi y Guille, a quienes les bajó la bragueta y empezó a
juguetear con esas dos vergas paradas. Se agachó prefiriendo la de Guille y
comenzó a lamerla poco a poco, hasta darle rienda suelta a un pete sabroso
mientras Maxi le metía mano por las gomas y yo me pajeaba desnudándome. La perra
se atragantaba repitiendo: ¡Síiii, lechita para mí solita, qué ricoooo, quiero
mucha pija en mi boca, mucha lecheee!, al tiempo que yo, aprovechándome de su inclinada
postura la besé por donde quisieron mis
caprichos, y Maxi le intentaba sacar la tanga. Pero yo le gané de mano. Aspiré
su aroma tras un nariguetazo furtivo, me la enredé en el tronco de la verga a
la vez que ellos la acostaban en el sillón con los ojos al cielo, y, pronto
comenzamos a besarla inmensa y extensamente, obviando su conchita y sus tetas
para hacer que nos desee y pida por favor por nuestra virilidad.
Luego la dimos vuelta para morderle
endiablados esa colita fresca, la que Maxi le amasó con su palo de carne bien
altivo y con sus huevos gigantes. Se las moldeó con las manos como a una
plastilina, le dio unas escupiditas, unos chirlos, y cuando le separó las
nalgas con la puntita ella se levantó presurosa diciendo: ¡Por la colita ni se
te ocurra taradito!
Esa fue nuestra oportunidad para lamerla y
olerla por todos sus rincones cual animales en celo, y no tardamos en
arrodillarla en el suelo y rodearla con nuestras pijas para que chupe de a una,
para que las saboree bien hasta los huevos y recorra con su aliento nuestras
ganas de acabarle en la garganta. Estuvo así unos 10 minutos pidiendo piedad,
que no se la clavemos tan adentro, que la dejemos tomar aire, que le digamos
que es una trolita, y otras cosas que nadie entendía. Pero nos volvía loquitos
oírla mamarnos la verga así, por momentos intentando meterse de a dos al mismo
tiempo. Aclaro que a mí me la chupaba con su tanga rodeando mis venas gruesas,
hasta que me dijo que le avise cuando esté por acabar. No hubo tiempo. En un
espasmo feroz le encremé las mejillas y toda su bombacha, mientras Maxi le
chupaba la concha y le hacía probar su esencia cuando se la tranzaba como un
tortolito, y vi que le cacheteaba el culo implorándole que no deje de pajearlo.
La petisa se puso la bombacha sucia y se acomodó en 4 patas en el piso. Maxi,
luego de mojarla con agua fría para hacerla gritar se le subió encima para
calzar sin prejuicios su pija virgen en esa vulva de labios carnosos, aunque
con un clítoris visiblemente ardiente, erecto y rosado, y con un aroma
exquisito. En breve se la hacía mamar de parado cuando yo preparaba otro trago.
Como era para él, mi amigo me liberó la zona para que mis axilas vuelvan a sudar
de alegría con otro pete de esa guachita que se babeaba a mares. Ella bebió un
poco de nuestro gancia con limón para entonces mandarse más animada nuestras
vergas nutridas de euforia, haciéndonos gozar con los soniditos de cada
empujada cerca de su campanilla, o de aquel ruidito medio sopapero cuando se la
sacábamos de repente de la boca.
Entre todo eso, Maxi era seguro el más dichoso
bombeando lento, sin prisa pero cada vez más encallado en su interior, y alentado
por lo que la piba le decía.
¡Así nenito, dale, haceme tuya, dame más pija,
dale que soy tu puta guachito!
Como no había otro desenlace posible, primero
la nena se comió la leche de Guille, y en unos segundos inmediatos la mía. Era
tan especial ver cómo le chorreaba la carita que hasta le saqué un par de
fotos. Medio que se puso nerviosa y empezó a suplicarnos que no las subamos a internet.
En eso Maxi se la sacó después de arrancarle la bombacha rota a esa altura, y
frotó su músculo fornido y ya sin elegancia pero bruscamente en sus gomas,
donde acabó como para reconstruirle la piel.
Enseguida nos hizo reír a todos cuando, al
mismo tiempo que jadeaba con los ojos desviados dijo, como una repentina
revelación: ¡Hace dos días que no me pajeaba guachona, porque sabía que hoy iva
a estar con el amor de mi vida, y yo le iba a dar toda la leche!
Maxi siempre había dicho que antes de moverse
a la Nati se la cortaba. Solo la casualidad pudo cambiarle la opinión.
Pronto ella bailó otra vez exhibiéndose para
nosotros en una paja que la hacía gemir como bebita, hasta que luego dio un
cruce de miradas fulminantes, y dijo sin gracia pero con decisión: ¡Chicos,
ustedes tienen forritos? ¡Porque no quiero quedar embarazadísima de 3
calentones! ¡Y menos de un virgencito! ¡Qué rica lechita me dieron por diooos!
Esto último lo dijo a la vez que se mordía el labio inferior, aspiraba una baba
invisible, se lamía el pulgar y hasta uno de sus pezones. No sé cómo lo hacía
pero lograba chuparse las tetas esa cochina, y evidentemente se la estaba
buscando. Ella misma nos insinuaba lo que necesitaba cuando se abría la cola
con las manos y se dilataba el agujerito con sus jugos y su saliva, o cuando
simuló sentarse en el pico de una botella llena de vino.
Maxi se sentó masajeándose la poronga en la
mesa ratona, yo la alcé para sentársela encima y, mientras la Nati me la
manoteaba para pajearme, el gordo comenzaba a empomarle el culo sin reparo ni
resistencias.
Guille, después de mandarse un fondo blanco de
whisky se sumó para cogerle la boquita parado y descalzo sobre el sillón. Ella
no sabía cómo tomar aire en medio de jadeos entrecortados, ríos de saliva y
sudor como un volcán y el concierto de groserías que se nos ocurría. El gordo
se la siguió culeando a placer, y nosotros con Guille nos alternábamos su boca
apretadita pero muy golosa. Hasta que la chancha se izo pis mientras se
disculpaba acariciándose las piernas mojadas. Dijo con su estilo acaramelado de
hablarnos que le dolía mucho porque Maxi la tenía muy gruesa. Luego, haciendo
unos pucheritos para que la perdonemos, olía, mordía y escupía mi slip y el de
Guille, cosa que por alguna razón irritó al gordo que le encajó la pija en la
boca donde, finalmente le saltó un borbotón infernal de leche a la vez que le
getoneaba: ¡Mamala putaaa, daleee, chupala bien chupadita nena trolitaaa!
Entretanto el Guille le besuqueaba la conchita
meada haciéndole cosquillas. Era hermoso verla reírse cada vez más enchastrada.
Supongo que por el estallido de risas entre el
Maxi y Guille apenas la enana se meó, pronto escuchamos unos pasos en el
pasillo que provenían de la pieza de Lucho, y entonces, él apareció en bóxer,
con su cara de orto natural, justo cuando ella recibía mi pija de a trocitos en
la concha, ambos sentados en la mesita ratona. Los otros le chupaban las tetas.
Pensamos lo peor. Incluso quisimos detenerlo
todo, salir corriendo como ratas envenenadas y acusarla de provocadora, calentona
y qué sé yo qué otra cosa. Pero ellos permanecieron tan desconcertados como yo.
Además el fuego que nos invadía era sublime.
Lucho se encargó de destrozarnos el panorama
cuando dijo golpeando las palmas: ¡Siempre la misma meoncita vos Natalia! ¡Salí
de ahí ya!
La nena salió con los ojos atravesados.
Supongo que pensando en refugiarse en el baño, o en su habitación. Pero Lucho
se le interpuso para tomarla de un hombro y decirle: ¡Heeey, a dónde vas nena?
¡Vení, chupamelá un poquito a mí zorrita!
La cazó del pelo, la apresó contra la pared y
le dio unos azotes en el culo mientras se quitaba el bóxer. Se agachó para
olerla y besarle las nalgas con unas morisquetas perversas. La arrodilló a la
fuerza y le gritoneó: ¡Dale bebé, olé mi calzón putita! ¿Querés que tu
hermanito te dé la mema, chiquita?
Nosotros no sabíamos qué hacer. Hasta que Lucho nos invitó a mirar sin limitaciones,
y sin movernos de nuestros lugares. Así vimos cómo le fregó su bóxer por toda
la cara, cómo le hizo lamer sus huevos y cómo la Nati le comió toda la pija sin
decir ni mu, pegándose en la cara y las tetas con semejante escudo de carne
tiesa, escupiéndose a sí misma y lloriqueando, porque él se lo pedía.
¡Llorá maricona, quiero escucharte llorar! ¡Sos
muy putita vos eh… Y te calienta! ¡Sacame la leche como a ellos! ¡Chupá más
asquerosa! ¡Y nada de hacerte pichí porque cobrás!
Todo hasta que Lucho desprendió un tambo de
semen desde su cara hasta su ombligo casi, y la aplaudió satisfecho.
¡Bien nenita! ¡Esa es mi hermana! ¡Así se hace
guacha! ¡Ahora echate todos los polvitos que quieras, que te lo ganaste! ¡Y
ustedes acábenle adentro que toma pastillas!
Nosotros, confundidos y perplejos nos pajeamos
como locos con tamaña escena. Lucho se sentó a fumar un fasito mientras la nena
volvía a subirse sobre mí para que le dé bomba a su vagina fresca. El Guille
regresó a chuparle las gomas, y el gordo medio que se dormía tras acabarse dos
veces viendo a la Nati petear a su hermano así de puerquita. Lucho observaba
cómo ella subía y bajaba de mi pija gimiendo en mi oído, resoplando mi cuello y
marcando sus uñas en mi espalda para sostenerse mejor. El Guille pronto se la
empezó a introducir en la colita, aprovechando que yo se la sujetaba, y en
menos de lo que creímos, a la nena se le rebalsaban sus túneles profundos con
nuestras estocadas a fondo, todo lo que estuviese al alcance de la lujuria.
Lucho la filmó un ratito con su celular, y enseguida la tentación lo trajo a
ella solo para lamerle las tetas.
Nati seguía pidiendo más, estremeciéndonos con
su aliento a verga. Apenas murmuró que quería hacerse pis Lucho le remarcó: ¡Che,
dale, meale la pija como una perra!
Yo le estacioné toda mi leche agitada en su
cueva, exhausto y caliente. Guille no tardó en imitarme, aunque explotó en su
culito candoroso cuando la guacha otra vez se la chupaba a su hermano, al
parecer con unos mimos deliciosos a sus bolas. No vimos cuando le acabó, pero
al tiempo que juntábamos nuestras cosas y nos vestíamos para irnos la
descubrimos casi dormida en el sillón, enlechada, con moretones y suspiros
fugaces, con la cabeza sobre la pierna del gordo que por fin abandonó su
virginidad. ¡y le tocó a lo grande, con sus amigos y una ricura cogible por
donde quieras!
Fue muy sabrosa la Nati, y lo mejor del mundo
es que salimos ilesos de las gigantes manos de Lucho. Como el gordo no podía
despertarse por la cantidad de birra en su sangre, al otro día nos re puteó porque
tuvo que quedarse a limpiar todo nuestro desorden. Aunque no le jodió para nada
lavar los almohadones del sillón que meó la Nati. Además se dio el lujo de
almorzar con ella. Hasta el día de hoy el muy forro no nos quiere contar si se
la volvió a voltear! Fin
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