No sé qué pasa
últimamente con la alimentación, el desarrollo físico o la intensidad con la
que de buenas a primeras los nenes se hacen hombrecitos, a los que me resulta
imposible no inspeccionar con mi ojo agudo de hembra caliente. Resulta que mi
sobrino decidió pasar un fin de semana en casa, donde vivo con mi madre y su
pareja actual. Lisandro es el rey para su abuela, y el malcriado de la tía, ya
que sus padres están separados, y a decir verdad, ninguno se ocupa de él como
padres auténticos, amorosos, o al menos unidos por la causa. Por eso no nos
sorprendió que quiera venirse unos días. Además tiene un par de amiguitos en el
barrio, y seguro le urgían las ganas por comer unas pizzas con ellos, de mirar alguna
peli, o darle duro a los juegos online que están de moda.
El viernes mi
madre lo trajo por la tarde, y juro que un escalofrío me recorrió como una
brisa intrépida, como un aleteo de aves curiosas cuando lo abracé para
saludarlo con un beso en la mejilla. Estaba cada vez más grande el guacho, y
sumado a que juega al rugby, que suele ir al gimnasio al menos dos veces por
semana, y que encima es medio facherito para vestirse, por un momento se me
antojó imaginarlo sobre mi cuerpo manoseándome las tetas, destrozando mi ropa
con determinación, o arrodillándose para ver si me podía ver la bombacha, en
los instantes en que yo repasaba los muebles de la cocina. Lisandro tiene 14
años. Pero sus ojos verdes, sus piernas musculosas, esa cola dura y firme, su
poca experiencia con chicas, todavía con la voz en el abismo de la
masculinidad, todo eso me confundió mientras yo le preparaba una chocolatada y
unas tostadas con queso. Me dije que estaba loca de remate, que no debía
permitir que me domine el fuego de mi sexualidad, y entonces todo se fue
diluyendo como los minutos inútiles para el que espera una sentencia
irrefutable. Pero yo podía sentir que su mirada me desgarraba hasta los
complejos, y que se hacía el tonto cuando jugábamos de manos para tocarme el
culo.
Esa tarde, él y
su amigo Marcos jugaban al Fifa con fascinación, puteando a los jugadores, al
parecer encarnizados a los rugidos de ese público virtual. Por eso, antes de
hacerles la chocolatada, me puse a barrer la cocina, a lavar algunas tazas y
repasar aparadores. Ni siquiera noté que tenía un vestido que se me caía cuando
me agachaba, y que no traía corpiño.
La primera vez
que pasé por al lado del sillón en el que ellos jugaban, me pareció escucharlos
decirse algo. Sus miradas tenían la intención de una complicidad demasiado
visible. Pero preferí hacerme la tonta. La segunda vez, cuando me agaché a
levantar la pila de un control remoto, creí que Marcos frunció los labios, como
aspirando aire, y que Lisandro lo chistó como para silenciarlo. Interpreté que
el guachito pudo haberme mirado el culo, y me calenté como una perra. Pero
seguí embalada en lo mío.
¡Chicos, les
preparo la leche?!, les dije desde la cocina, mientras guardaba cubiertos secos
en los cajones. Hubo un silencio, y pronto unas risas.
¡Heeey, apaguen
eso un ratito, y respondan mierdas! ¿Les preparo la chocolatada, o no?!,
insistí, caminando lentamente hacia el living. Entonces, oí claramente que
Marcos murmuró: ¡Hacenos lo que quieras bombona!
Me sentí rara.
Pero no por eso retrocedí. Algo me alarmó de inmediato, y aunque no estaba
segura de lo que oí, decidí seguirle el jueguito.
¿Cómo cómo? ¿Les
preparo algo Licha? ¿O más tarde?!, dije, terminando de guardar unos libros en
la biblioteca del living.
¡Callate tarado!
¡Sí, sí tía, vamos a tomar la leche!, dijo Lisandro avergonzado, dándole un
codazo a su amigo sin delicadeza.
¡Che che! ¡No se
peguen guachines, que después hay lío!, dije como para descomprimir. Entonces,
se me ocurre agacharme a unos centímetros de ellos, con la excusa de levantar
una lapicera que yo misma arrojé al suelo. Sentí que la bombacha se me
deslizaba un poco de las caderas, y haciéndome la tonta me subí el vestido.
Otra vez sus voces formaban un único murmullo sin claridad.
¿Qué les pasa
chicos? ¿Quieren decirme algo?!, les dije, ahora mirándolos, habiéndome
incorporado. Marcos tenía la boca abierta, como para que le entre un centenar
de moscas. Mi sobrino parecía incómodo, y lo miraba re mal.
¿Qué pasa Licha?
¿Estás bien?!, le dije apoyándole una mano en el hombro.
¡Sí tía, todo
bien! ¡Mejor, nos hacés la leche?!, dijo nervioso, tensando los músculos de la
cara.
¡Sí mi amor, ya
les hago la lechita, y les traigo algo para comer!, lo tranquilicé yendo hacia
la cocina. Ahora la voz de Marcos fue más nítida.
¡Séee, traenos la
leche, pero subite el vestidito mami!, se escuchó su proyecto vocal disfónico,
mientras Lisandro lo reprendía.
¡Basta nene, no
seas tan culeado! ¡Ya fue, me entendés? ¡O sea, cortala gil!, decía Lisandro
mientras, evidentemente se golpeaban o algo en el sillón. Yo no los veía porque
estaba sacando la leche de la heladera.
¡Pero qué me
decís boludo, si se le re ve la bombacha!, llegó a susurrar Marcos, mientras la
play jugaba sola, y el relator gritaba un gol del Madrid.
¡Chicooos, qué
pasa ahora? ¡Me parece que no entienden! ¡Jueguen tranquilos!, les decía
preparando los vasos, fingiendo indiferencia.
¡Además, miren si
las chicas de la escuela los vieran pelearse así! ¡Van a pensar que son dos
nenes!, proseguí, revolviendo y colocando chocolate en los vasos con leche.
Ninguno dijo nada. Pero al rato, apenas volví a pasar por el sillón para
atender el teléfono, Marcos murmuró: ¡Seee, subite todo nena!
Es que, mientras
caminaba me subía el vestido, simulando que me rascaba una pierna. Otra vez
Lisandro le pegó, y mientras mi tía me decía que no iba a venir al día
siguiente, oí que Marcos entredijo: ¡Che Licha, no tiene corpiño!
¿Qué te pasa
Marquitos? ¡Ya les traigo la leche, no te desesperes!, le dije, desafiándolo
con la mirada. Ahí noté que en su entrepierna asomaba un bulto importante. ¡Al
guacho se le había parado la verga de tanto mirarme!
¡Perdonalo tía!
¡Lo que pasa es, que este tarado, nada, ya lo cagué a pedo!, lo salvó del
silencio mi sobrino.
¿Pero por qué lo
tenés que retar tanto?!, dije, casi por decir. Entonces, Marcos enrojeció
cuando Lisandro lo expuso sin piedad.
¡Pasa que es re
pajero este chabón! ¡Te anda mirando la cola! ¡Pero ya lo multé! ¡A la próxima,
le rompo la cara!, se atrevió a confirmar Lisandro, casi levantándose del
sillón. No supe qué contestarle. Por un momento pensé en ir a buscar los vasos
de leche. Sin embargo, volví a agacharme, y Marcos volvió a jadear casi sin
sonido. Sentí que los dos se movían, y que Lisandro ardía en ganas de pegarle.
¡No pasa nada
Licha! ¡Todos los varones de tu edad le miran la cola a las mujeres!, intenté
calmarlo, otra vez con mi mano en su hombro.
¡Igual, eso está
mal chiquito! ¡Yo soy la tía de Lisandro, y creo que, no deberías mirarme la
cola! ¿No te alcanza con las chicas del colegio?!, le dije al otro, que cruzaba
los brazos encima de su erección.
¡Sí, pero, las
chicas, las pibas de la escuela no tienen esa burra!, dijo Marcos por lo bajo.
Lisandro estaba cada vez más desencajado. Pero le pedí que no le pegue, y que
le baje el volumen al aparato que a esa altura me aturdía.
¡Hey marcos, si
le hablás así a una chica, no te va a dar pelota! ¡Y, ya que estamos, cómo
tienen la cola tus compañeras? ¿No te gusta ninguna?!, le dije, a punto de
sentarme en el banquito que antes usaba Lisandro para apoyar los pies.
¡Y, no sé, la
tienen chiquita, como, como que les falta culo! ¡Bue, igual que las tetas! ¡Y,
vos tenés mansas tetas!, se animó a largar el mocoso.
¡Heeey, te estás
yendo a la mierda pajero del orto! ¡Te la voy a poner culeado!, dijo Lisandro,
al que también le descubrí un bultito en su short ajustado.
¡No pasa nada
Licha, tranqui! ¡Solo, le hice una pregunta! ¡Parece que tu amigo nunca vio una
cola grande como la mía!, le dije, acariciándole las piernas, sin dejar de
mironearle el paquete a Marcos.
¡Pero tía, no le
dés bola a este mogólico!, articuló desesperado Lisandro, tragando saliva para
no insultarlo otra vez.
¡Bueno, igual en
el cole hay una chica, re gordita, que es la que le gusta al Licha! ¡Esa es la
única culona! ¡Pero es re burra, y siempre anda con olor a pichí! ¡Es una gorda
papona!, dijo Marcos. Eso logró que las mejillas de Lisandro eleven su
temperatura a un rojo intenso, que de no ser por mi paciencia se habría
convertido en una ira imparable.
¿Cómo decís? ¿así
que a Lisandro le gusta una chica gordita, como su tía?!, dije acariciándole la
cabeza a mi sobrino, y corriendo con mi brazo derecho a Marcos para sentarme
entre ellos. Lisandro se puso más colorado, pero no negó nada.
¿Y qué tiene de
malo? ¡Igual, no es que me gusta! ¡Solo, solo es que, no sé, ella es, tiene una
linda cola! ¡Y es buena onda! ¡Siempre me ayuda con la tarea!, dijo Lisandro
con la boca seca y las manos intranquilas.
¡Ta’ bien mi
amor, yo no te cuestiono nada! ¡Es obvio que te gustan las culonas porque, tu
madre, tu tía, y tus primas son culoncitas!, dije intentando ignorar al fuego
vaginal que ya me sacudía los principios.
¡sí, bueno, pero,
es re sucia esa piba! ¡Para mí se mea encima, o ni se baña!, se le rió
prácticamente en la cara Marcos a mi sobrino.
¿Y vos qué sabés?
¡A lo mejor la chica, se hace pichí cuando te ve Marcos! ¡O a vos bebé!, le
dije a Lisandro, ahora frotándole una pierna. Los dos se llamaron a silencio.
¡Bueno che, mejor
les traigo la leche!, dije mientras me levantaba del sillón. En ese momento
sentí que una mano se apoyó levemente en mi nalga derecha. Sabía que había sido
Marcos. Lisandro estaba del otro lado, y no lo creía capaz de tamaña revelación.
¡Eepa eeepaaa!
¡Ojito che! ¿Quién me tocó el culo?!, dije risueña, como para no inhibirlos.
¡Disculpe, solo,
es que, la ayudaba a levantarse!, dijo Marcos, reprimiendo alguna explicación
menos creíble. De igual forma fui a la cocina. En el camino, volví a oír a
Marcos. Esta vez Lisandro no lo limitaba.
¡Aparte tiene
mansas tetas, y no tiene corpiño! ¿Viste boludo? ¡No son ni ahí como las de la
Yami, o las de la Lucía!, se expresaba Marcos, mientras yo regresaba al living
con los dos vasos de chocolatada.
¡Uuuy uuuy uuuy!
¡Así que en la escuela, Lucía y la Yami son las tetonas del curso!, decía
posando los vasos en una mesita, bajándome el escote del vestido para al fin
liberar un pedacito de mi teta izquierda.
¡Sí Marquitos, no
me puse corpiño! ¿Qué te parece? ¿Tengo las tetas más lindas que esas
turritas?!, le dije, definitivamente afiebrada, consciente de que nada tenía
vuelta atrás, y tampoco lo merecía.
¿Y a vos, no te
gustan las gorditas como a Licha?!, le dije, acercándome a su cara desfigurada.
Lisandro también me comía con los ojos, porque, para colmo, yo me bajaba cada
vez más el vestido, para liberarlas muy de a poquito.
¡Noooo, ni ahí,
ni se parecen! ¡y, sí me gustan, aunque sin olor a pichí, como la novia de este
tarado!, dijo Marcos, buscando irritar a Lisandro. Me sorprendí al no
escucharlo defenderse. Aunque lo entendí todo cuando vi que una de sus manos
frotaba su pene suavemente.
¡No te pongas mal
Licha, si esa chica te gusta! ¿A vos, no te molesta que ande con olorcito a
pis?!, le dije, quitándole la mano de su miembro.
¡Te estás tocando
chancho! ¡Mirá vos! ¿Es por esa gordita, o, por las tetas de tu tía?!, averigüé
ya casi con las gomas al aire. Marcos quiso estirarse para tocarlas. Pero no le
di la posibilidad.
¡Es, por, por las
dos! ¡Son terribles esas tetas!, balbuceó Lisandro, mientras una de mis manos le
sobaba la panza, y la otra le acariciaba la cara al desubicado de su amigo.
¡Y a vos también
se te puso duro el pito chiquitín! ¿No era que no te gustaban las gordas?!, le
dije al enano maldito, que no se atrevía a moverse con mi mano descendiendo por
su pecho.
¡Estás re perra
mami!, gimoteó, justo cuando pensaba en encajarle un chupón a esos labios
carnosos, babeados por la calentura y seguramente inexpertos.
¡Chicos, yo venía
a traerles la leche, y al final… bueno…. Creo que, se me ocurre algo! ¿Quién
quiere lechita?!, les dije, sin separar mis ojos de sus erecciones. En un
momento me pareció que Marcos estuvo por desprenderse el pantalón. Entonces,
sin previa resolución de mis actos, tomé uno de los vasos y vertí bastante
leche en el hueco de mis tetas, mojándome el vestido. Ahora sí, digamos que prácticamente
me les tiré encima de sus piernas para decirles como un ronroneo deshonesto:
¡Ahí tienen la lechita! ¡Dale Licha, vos también! ¡Quiero que me chupen las
tetas, y se tomen la lechita que me pidieron! ¡vamos a ver si ahora sos tan
cocorito vos, chiquitín!
Marcos me tocó
las tetas, y no se animó a chuparlas hasta que no se las puse de lleno encima de la boca. Pero en cuanto sentí su
lengua caliente, no pude reprimir un gemidito que, puso en situación a
Lisandro, que ni reparó en tocarme la cola.
¡Eeepa, Sobriii!
¿Cómo le vas a tocar la cola a tu tía chancho? ¿A esa chica también se la
tocás? ¿Puerquito?!, dije inconsciente, aturdida y enamorada de la lengua de
Marcos sorbiendo mis pezones pegoteados. Lisandro no contestó. Sin embargo, me
hizo caso ni bien le solicité: ¡Bajate el pantalón, y tocate el pito nene!
Tenía un bóxer
blanco re apretadito que le hacía resaltar los músculos de su pene, y más
cuando se lo empezó a frotar. A veces se daba golpecitos en la cabecita, y
gemía suavecito. Marcos seguía prendido de mis tetas, y parecía no querer
convidarle a su amigo. Por eso, tomé la decisión de correrme un poquito,
estirar mi mano para alcanzar el otro vaso de leche y volcarme otro tanto en
las tetas. Pero ahora, se las ofrecí a Lisandro.
¡Vos ya tomaste
nenito! ¡Ahora le toca a mi sobri! ¡Pero podés bajarte el pantalón! ¡Quiero
mirarte la pija chancho!, le dije, pronunciándole las últimas palabras al oído.
Luego me tiré encima de la humanidad del absorto de Lisandro, y le puse las
gomas en la cara. Era mucho más tímido y ubicado que Marcos. Por eso lo tuve
que apurar.
¡Dale nene, o se
te va a enfriar la lechita! ¡Tomá la teta pendejo, y no te toques el pito, que
te va a gustar más que te lo toque yo!, le dije, sintiendo sus primeras lamidas
en el contorno de mis tetas, con mi mano liberándole el pito de esa tela
carcelera. Empecé a sobárselo despacito, y la humedad que le rodeaba el tronco
me emputeció inevitablemente. No sé siquiera si mi cabeza me dictaba lo que
ejecutaban mis acciones, o si era la fiebre vaginal que me aturdía. Lo cierto
es que de pronto me levanté del sillón, samarreé a mi sobrino de un brazo para
que se incorpore y lo arrastré al baño, casi sin darme cuenta.
¡Dale pendejo,
vení conmigo, que seguro querés hacer pis!, le dije haciéndole chocar la puerta
cerrada del baño. Entramos, prendí la luz con desesperación, lo apretujé contra
la pared y volví a tomar su pene entre mis manos, mientras le recorría los
labios con la lengua. El pito se le ponía más duros, y sus gemiditos no se
resistían.
¡uuuf, tíaa, qué
riiico, mmmm, tocame el pito guacha sucia!, fue capaz de construír, mientras
sus tetas revotaban una y otra vez contra su pecho. Le había dejado la remera
en el cuello para sentir su piel caliente en mis pezones.
¿Vos te pajeás
pendejo? ¿Ya sabés que te viene la lechita? ¿Querés que la tía se tome tu
lechona pajerito?!, le decía indomable, sentándolo en el inodoro y bajándole
toda la ropa. El nene temblaba, abría y cerraba los ojos, jadeaba, movía las
manos para tocarme, y de a ratos me tocaba las tetas. Entonces le pasé la
lengua por las tetillas, y le solté el pito para evitar que me enchastre la
mano. Fui descendiendo de a poco con mi rostro, hasta besuquearle la panza,
ignorando por completo a ese pene hermoso que olía a pura juventud.
¿Te acordás que
te encantaba que te bese la panza, taradito?!, le dije mientras le surcaba el
orificio del pupo con la punta de la lengua. El mocoso abría las piernas y echaba
el cuerpo hacia atrás, lleno de cosquillas y descargas sexuales. Ni hablar
cuando le escupí la puntita del pito!
¿Así que te gusta
una gordita cochina del cole? ¿Por qué no me lo contaste? ¡Ahora por malo, la
tía te va a morder el pito!, le dije, y sin darle tiempo a respirar coloqué su
glande entre mis labios para sorberlo un poquito, presionarlo y salivarlo.
¡waaaaaw tíaaa,
porfiii, chupalo todooo, comete mi pito perraaaa!, dijo entumecido, nervioso,
impaciente y urgido por hacer algo con las manos.
¡Arrancame el
pelo pendejo!, le dije con su pito al borde de transgredir la barrera de mis
dientes. Lisandro no tenía razones para desobedecer. Por lo tanto, enseguida mi
boca subía y bajaba por su tronco, tragaba y tragaba sus juguitos salados, se
colmaba de saliva y de sus olores, mientras sus manos masajeaban mi cuero
cabelludo, por momentos con violencia. No pudo esperar demasiado. Supongo que
fue cuando le deslicé las uñas por las piernas, o cuando le dije que tenía la
pija tan rica que hasta podría chuparle el culo, que su explosión de sabia
masculina lo desencajó de la tierra. me lo tragué casi todo, aunque guardé unos
sorbitos para mostrarle cómo me lo pasaba por los labios, mirándolo a los ojos,
acariciándole el pito babeado que de a poco volvía a ser el pito de un varoncito.
Aún tenía los huevos duros y calientes, y los ojos prendidos como abrojos a mis
tetas.
¡Vamos, que tu
amiguito quedó solo!, le dije, ayudándolo a levantarse, subiéndole el
calzoncillo.
¡Y, si esa chica
te quiere chupar el pito, dejala mi amor, y después me contás! ¿Sí?!, le dije
mientras le pasaba uno de mis pezones por la cara.
Salimos del baño
sin poder encontrar el equilibrio. En el living Marcos permanecía inmóvil,
mirando la pantalla con atención, aunque su mente estuviese en otro lado.
¡¿Qué onda pendejo?
¿Te hizo algo?!, le preguntó a Lisandro, ni bien él se sentó a su lado,
dispuesto a tomar el comando de la play. Yo me dispuse a responder unos
mensajes por whatsapp en la cocina, con la idea de escucharlos hablar. Quería
saber qué tan confiable era ese nene como para proceder, avanzarlo, o dejar las
cosas así. Pero Lisandro le hablaba en voz baja. Marcos no le hacía preguntas,
y no estaba bueno que intentara descubrir los gestos que se compartían. Por
dentro mis instintos se consumían en el fuego de mi necesidad. Descubrí que
tenía la bombacha empapada cuando me senté, y eso me excitó el doble.
¡aaaah, bueeee,
pero entonces tu tía es re puta nene!, dijo al fin en voz alta el desgraciado,
bajo una cortina de intentos de Lisandro por silenciarlo. Eso me terminó de
proyectar al vacío de mi calentura.
¡Lisandro, qué le
contaste a tu amigo?!, intercedí, apareciendo de repente frente a ellos.
Entonces reparé que Marcos se tocaba la verga sobre el pantalón. Lisandro no me
respondió. Miró hacia abajo y se rascó una oreja.
¿Le dijiste que
te chupé la pija? ¿Sí o no?!, insistí, ya fuera de toda cordura.
¡Vamos nene,
bajate el pantalón! ¡Y sí, soy re puta, sabés?!, le dije al pibito, que ahora
se rendía a mis encantos. Es que, antes de pedírselo, le froté las tetas en la
cara, y le pedí a mi sobrino que me pegue en la cola, mientras yo misma me
subía el vestido. Aún así, no tenía fuerzas para bajarse el pantalón.
¿Qué pasó? ¿No
era que vos sos el machito del barrio? ¡Dale, bajate todo nene!, le dije,
mostrándole cómo la bombacha se me caía levemente por las piernas, hasta llegar
a mis rodillas.
¿Querés que me la
saque?!, le pregunté mirándolo a los ojos. Sus labios no podían moverse. Por lo
tanto, me la saqué, me subí el vestido y fui bajando muuuy lentamente con mi
cola, hasta arribar a sus piernas. Se la froté un poquito, le saqué la lengua y
le tironeé el calzoncillo hacia abajo con una mano.
¿Soy muy pesada
chiquito? ¿Vos ya cogiste con una chica?!, le pregunté, poniendo sus manos a la
fuerza sobre mis tetas para que me las toque. Su pene rozaba mi cola gracias al
movimiento de mi franeleo, por lo que podía confirmar que se le paraba cada vez
más. Lisandro miraba extasiado, y tal vez sin darse cuenta con una mano en el
paquete. Entonces, decididamente me acomodé casi en cuatro patas arriba del
sillón, al lado de Marcos, luego de que Lisandro me cediera su lugar. Primero
le comí la boca a ese pendejo grosero. Le miraba la pija y le rozaba los labios
con un dedo, clavándole mis ojos en los suyos. Me escupí las tetas dos veces
para escucharlo decirme: ¡Guaaau, sos re perra! Le mordisqueé la nariz y el
mentón, y recién entonces tomé su pija dura en una de mis manos. era mucho más
gruesa que la de Licha, aunque más cortita. Pero le brillaba el glande de jugos
preseminales.
Lisandro ahora
estaba sentado en el banquito en el que suele apoyar los pies, sin saber si
mirar o comer alguna galletita. No reprimió un sordo: ¡Qué buenas tetas!,
cuando le di un par de tetazos en la cara a su amigo.
¡dale pendejo,
decime si ya cogiste, o sos puro chamuyo vos!, le dije, apretándole la pija con
mi mano babeada. No tuvo problemas en escupírmela para que luego mis dedos lo
hagan tiritar de placer.
¡Síii, sí me cogí
a una guacha del barrio!, dijo cuando mis dientes se incrustaban en sus
tetillas, y mis uñas le rasgaban el cuello, sin lastimarlo, pero con la furia
de la curiosidad intacta. Entonces, me levanté consciente de que no me cabía un
solo prejuicio en el pecho. Le escupí la pija, se la apretujé con las manos y
me arrodillé para metérmela toda en la boca. Lisandro deslizó unos jadeos, y
luego se puso de pie. Pero no se atrevió a dejarnos a solas.
¡Dale guachito,
dame toda esa leche de pajerito que tenés!, le dije al pibe, clavándole los
ojos en su perturbada mirada, sacudiendo su pija entre mis labios y dejando que
el borbotón de mi saliva le empape las piernas.
¡Y vos pajeate si
querés Licha! ¡Total, si te viene la lechita, corrés hasta mi boca, y la tía te
la toma toda!, le dije a mi sobrino, ahora con la pija del mocoso entrando y
saliendo sin apresurarse. Acaso mis palabras hicieron que el guacho me la
empiece a coger con todo. De repente manipulaba mi cabeza agarrándome del pelo,
me daba cachetadas y me apretaba la nariz cuando me la clavaba unos instantes
en la garganta. El glup glup glup del glande de Marcos atravesando mis
cavidades debió excitar aún más a Lisandro, porque en breve se toqueteaba el
pito acariciándome la cola, aprovechándome agachadita. Por esa razón, yo se la
levantaba y meneaba impúdica, salvaje y con todas las credenciales de una mina
que sabe perrear.
¡Tocame pendejo,
pégame en la cola, pellízcame, y apoyame el pito si querés!, le dije, segundos
antes de quedarme con toda la descarga seminal de Marcos en la boca. Fue un
disparo certero, abundante pero rápido. Sus jadeos no tenían la fortaleza de
ocultarse en su pecho. Se babeaba entero el pobre mientras eliminaba su semen
como burbujitas de detergente. Lisandro, a pesar de sus temblores y de los
ruiditos que hacía al pajearse, se le burlaba y le hacía gestos obscenos.
Apenas terminé de limpiarle el glande y los huevos con la boca, le pedí a
Lisandro que se pare arriba del sillón, al lado de su amigo. Ya tenía la pija
dura, babeada y repleta de pequeñas venitas. Claro que no me hizo caso a la
primera. Recién cuando Marcos empezó a tratarlo de cagón, de que no se la
aguantaba y de miles de cargadas, mi sobrino se sentó en el respaldo del sillón
con los pies en el tapizado. Entonces, yo posé mis rodillas sobre el asiento,
atrapé su pito precioso en mis labios y se lo empecé a succionar, después de
llenarle los huevitos de un besuqueo insoportable, con mucha saliva y
mordiditas. Entretanto, Marcos buscaba entre mis muslos, intentando llegar a mi
concha. Yo se los abría de buen agrado. Pero el inútil quería sacarme fotos, y
desde luego que no se lo permití.
La cosa es que,
de pronto se oyó la puerta de la calle. Mi madre llegaba de vaya a saber dónde.
No tenía idea de la hora. Pero cuando vi hacia afuera, el sol no resplandecía
en la ventana. Lisandro no llegó a acabarme en la boca porque tuvimos que
correr a vestirnos, ordenar un poco, y fundamentalmente yo a cambiar algo mi
aspecto de trolita regalada.
A Marcos casi le
da un infarto cuando vio a mi madre entrando con unas facturas y unas botellas.
No sé hasta el día de hoy si notó algo raro. Lo cierto es que en el apuro no
encontré mi bombacha por ningún lado. Los nenes me aseguraron que no la vieron.
Esa noche Marcos no se animó a quedarse en casa. Pero Lisandro me dio la
lechita en la boca en el baño, después de la cena. Esa no fue la última vez que
mi sobrino le ofrendó su semen a mi cuerpo. Otras veces le ofrecí mis tetas y
mi cola para que su sabia bendiga mi piel con su masculinidad.
Lo tremendo fue,
que, al día siguiente Lisandro me mostró una foto que Marcos le envió por
whatsapp. El chancho se estaba pajeando con mi bombacha en la mano! Fin
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Este es mi correo ambarzul28@gmail.com si quisieras sugerirme o contarme tus fantasías te leeré! gracias!
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Cafecito nacional de Ambarzul para mis lectores nacionales 😉
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