La verdad, cuando alguien no me cae bien de
entrada, me cuesta esforzarme para demostrarle lo contrario. Ese es el caso de
Micaela, la mejor amiga de mi mejor amiga Natalia. Nunca hubo química con ella.
Cuando Nati me contaba de sus cosas, quizás para que me ponga en la piel de sus
injusticias, o de su rutina, me costaba no ser monosilábica. Solo trataba de
interesarme por mi amiga, para que no sienta que mi pendejada le faltaba el
respeto. Y no era que estuviese celosa de ella ni mucho menos. Para mí Natalia
es como una hermana, y le agradezco a la vida el haberme dado la posibilidad de
tenerla a mi lado. Por eso intentaba evitar ir a su casa cuando sabía que
Micaela la visitaba. Algunas veces no me quedaba otra que fumármela. Para mí
era una mosquita muerta, capaz de llamar la atención de cualquiera.
No sé. A lo mejor me molestaba su carita de
trola, la facilidad que tenía para llevarse a la cama al tipo que se le
antojara, o al auto que le prestaba su hermano algunos sábados. Nati siempre me
contaba que la desubicada subía a dos o tres pibes al auto para petearlos,
incluso cuando la misma Natalia la acompañaba. Se la pasaba whatsappeando con
guachos, mandándoles audios calientes, besos ruidosos, fotitos de sus gomas,
posteando boludeces sexuales en el facebook, hablando de pijas, y últimamente
también de las colas de ciertas mujeres. Eso ya me había superado por completo.
No es que yo fuese homofóbica. De hecho, tuve una novia entre los 18 y los 20.
No funcionó, pero las dos fuimos responsables de eso. Me pasaba que el solo
saber que estaba, oírla respirar, salivar o hacer ruiditos cuando tomábamos
mate, me irritaba. No podíamos estar juntas. Ella olía mi incomodidad, y me
hablaba con más ganas.
Una noche vi que había subido fotos a
instagram, y no lo podía creer. Eran las fotos que se había sacado unas horas
atrás en lo de Nati! Había fotos de ella en corpiño, otras metiéndole un dedo
en la boca a Nati, otra mostrando que no traía bombacha debajo de su mini, y un
par masajeándose las gomas prácticamente al aire. Obvio que tenía miles de
aprobaciones, de minas y flacos. Cada vez me caía peor. Cuando le envié un
audio a Nati para advertirle de las fotos, solo me dijo: ¡Dejala Cami, no te
preocupes, si a la Mica le re divierte hacerse la putita! ¡Ya la conocés!
Honestamente, la piba tenía con qué ofrecer
sus encantos. Tiene el pelo negro, ojos verdes, una sonrisa perfecta, piel
blanca, unas piernas preciosas acostumbradas a bolichear toda la noche, un
culito bien parado y un busto prominente, y usa unos perfumes bien llamativos. Habla
demasiadas cosas incoherentes por momentos, y cuando estamos las tres juntas,
ella parece eclipsar a Natalia, acapararla solo para ella. Pero Nati siempre le
resta importancia. Dice que son pavadas mías, que no me la banco porque no me
acerco como debiera, y un montón de cosas que no comparto.
Otra noche me quedé helada cuando vi fotos de
Micaela haciéndose la sexy en un facebook trucho. Tuve acceso a él porque la
turra me mandó una invitación. Había fotitos de ella haciendo gimnasia casi en
pelotas. Otras lamiendo chupetines y metiéndose caramelos en la boca. algunas
de su cola danzando al ritmo de alguna cumbia berreta de Maramá o algo de eso,
y varias acostada en una cama con las piernas abiertas, sin mostrar su
intimidad, pero sí los colores de distintas bombachitas. Esa noche, tal vez
porque andaba media quenchi, o porque hacía demasiado calor en mi pieza,
recuerdo que empecé a sobarme las tetas y a refregar el culo contra la cama
mientras almacenaba todos los detalles de esas fotos zarpadas. En un momento,
no sé cómo, mi mano estimulaba mi clítoris bajo mi bombacha, mis tetas se
mecían desnudas, mi boca profería gemiditos y suspiros, mis piernas se abrían,
mi mano comenzaba a zigzaguear a lo largo de mi vagina cada vez más mojada, y
mi cuerpo a temblar iluso, confundido y con un gran signo de preguntas. ¡Me
acabé encima mirando a la idiota esa! ¿Qué me estaba pasando? Me consolé al
pensar que ese día mi calentura fue más fuerte que mis convicciones, y mientras
me sacaba la bombacha empapada con una mano, con la otra cerraba la notebook y
le largaba una flor de puteada a la trolita esa. Mi cerebro ahora estaba a tono
con la realidad, y volvía a florecer mi aborrecimiento por ella. Aún así me
costó dormir en paz esa noche.
A la semana, Natalia me invitó a ver una peli
de suspenso a su casa. Sabe que son mis favoritas, y a menos que tenga algo
urgente de la facu para hacer, le diría que sí.
¡Buenísimo Cami! ¡Traete unas galletitas, o
facturas, o lo que encuentres! ¡Te espero a las seis! ¡Mis viejos viajaron al
interior, y no vienen hasta mañana a la noche!, me dijo por teléfono para
terminar de acordar nuestro encuentro. Me bañé, pedí un taxi, me vestí re
contra normal, porque estar en su casa era como estar en la mía, y en cuanto
sonó el timbre me subí al auto. Sabía que lo más seguro sea quedarme a dormir
en la casa de Nati. Así que se lo previne a mi madre cuando estaba por salir.
Antes de golpear la puerta de Nati, compré
unas masitas secas en el kiosko de en frente. Nati estaba media dormida cuando
me abrió. Se disculpó por eso, y yo le propuse preparar el mate. Hablamos de un
par de cosas de mi carrera y su madre, con quien discutía a menudo. Ella se
lavó la cara mientras yo acomodaba todo en su pieza, y cuando apareció se sentó
a mi lado para disponernos a ver la peli. En ese exacto momento sonó el timbre.
¡No sé quién será! ¡Yo no espero a nadie!,
dijo sin la mínima intención de levantarse, y ambas nos reímos. Pero el timbre
sonó dos veces más.
¡Bueno, ya vengo Cami!, dijo con cierto pesar,
mientras salía de la pieza. Aproveché a mandarle un sms a mi profesora de
inglés para preguntarle si había que sacar fotocopias para el jueves, y en eso,
oigo la voz de Nati interactuar con otra voz más estridente.
¡Siií, estoy con Camila! ¡Íbamos a ver una
peli! ¡No sé… Si querés prendete, y la vemos! ¡Es de suspenso!, decía Nati re
animada.
¡Uuuuy, síii boluda, una masa! ¡Me re pinta!
¡Che, pero después te tengo que contar! ¡No sabés boluda! ¡Creo que me la re
mandé! ¡Me comí a la hermana de la Flopy!, decía la voz de la repulsiva de
Micaela, antes de un coro de risitas cómplices. Luego de eso, las dos entraron
a la pieza. Creo que mi cara de orto fue instantánea, y no pude modificarla,
aún después de saludarla. Para colmo, esa vez me dio un beso en el cachete con
los labios abiertos, y me produjo un escalofrío tan ambiguo como inexplicable.
Estuve al borde de agarrar mi bolsito y tomarme el palo. Pero no podía hacerle
eso a Nati.
¡Che Cami, me puedo sentar al lado tuyo? ¡Pasa
que, yo por mí, me siento en el suelo! ¡Pero… Bueno… me da frío en la colita, y
después tengo que ir a mear a cada rato!, me dijo mirándome fijamente la
intrusa. Ni siquiera entendimos por qué se largó tremendo disparate, porque en
la cama cabíamos las tres sentadas sin apretujarnos. De hecho, Nati se lo hizo
ver. Entonces, yo quedé en el medio de las dos. A mi derecha Nati cebaba mates,
y a mi izquierda Micaela jodía con su celular, gesticulaba con las manos
contándonos del tamaño del pito de un pibe que se chapó el fin de semana y se
soltaba el pelo.
¡Bueno Mica, pongo la peli! ¿Dale?, dijo Nati
mientras me pasaba un mate.
¡Sí, obvio, dale, ponela, y yo después te la
pongo a vos!, le largó Micaela descostillándose de risa.
¡Naaaah, un chiste tarada! ¡A bos nunca te
haría nada! ¡No sos mi tipo! ¡Además, nosotras somos re amiguis, las mejores
del mundo!, agregó enseguida. Nati le festejó la gracia y le dio un mate.
¡Tomá nena, y dejá de decir pavadas che! ¡Que
a mí no me pinta esa onda!, dijo Nati, como si estuviese leyendo mi pensamiento.
Me sentí rara de repente. El brazo de Micaela rozaba el mío involuntariamente,
y el movimiento de su pierna derecha contra la mía cada vez que se reía como
una loca me ponía nerviosa.
¡Eso porque todavía no estuviste conmigo nena!
¡No sabés las cosas que te puedo hacer! ¡Hasta podés llegar a cambiar de
opinión y todo!, le dijo Micaela sorbiendo el mate vacío.
¡Nooo,
ni ahí! ¡Te juro que ni las quiero saber! ¡Amo la pija, y eso no me lo
cambia nadie!, dijo Nati, mientras seleccionaba el idioma de la peli. Hubo un
pequeño silencio, y un par de mates que iban y venían. Eso porque Micaela
estaba escribiendo por whatsapp.
¡Uuuuuh nena, qué cerrada que sos! ¡Eso, nadie
lo sabe, posta! ¡Ahora lo decís porque tenés novio! ¡Pero si nunca te encamaste
con una chica, no podés hablar!, dijo Micaela, con tanta determinación que
consiguió irritarme.
¡Dejala tranquila nena! ¡Si te dice que no, es
porque no quiere nada de eso! ¡Sos re pesada loco!, me salió decirle, casi como
si fuesen disparos de artazgo, liberándome un poco al menos.
¡Aaaaay, perdón! ¡Habló la mudita! ¿Qué onda
vos nena? ¿Vos también querés probar? ¡Aparte, yo le hablo a ella tarada!, me
gritó. Tuvo que interceder Natalia porque, casi me levanto y me voy.
¡Pará Cami, quedate tranquila negri! ¡Ya sabés
que es una densa, una pesada esta!, me tranquiliza abrazándome para que no me
vaya.
¡Y vos, basta Micaela! ¡Pará un poco nena!, le
dijo con los ojos amenazantes, tal vez algo cansada de sus desubicaciones.
¡Boludas, son unas histéricas ustedes! ¡Igual
todo bien! ¡Ya fue! ¡perdoná Camila! ¡Te prometo que no me la mando más! ¿Vemos
la peli? ¡Si quieren, yo cebo mates! ¡No soy tan buena como la Nati, pero algo
le hago!, dijo Micaela, haciéndose la buenita, adoptando ese papel que tanto
odiaba de ella. Esa euforia de querer cagarla a trompadas si hubiese podido,
sonaba en mi cabeza como algo extraño. Pero no podía definirlo con claridad.
La peli había comenzado. Micaela cebaba mates
y casi no miraba a la pantalla. Seguía pendiente de su celular, y dos por tres
enviaba un audio tapándose la boca, o hablando bajito. En uno pude oír con
nitidez que dijo: ¡Sí bebé, mañana esperame vestidita de maestra jardinera, y
sin ropa interior! ¡Te voy a hacer gozar como a la Flopy!
Yo no tenía ni la más puta idea de quién era
esa Flopy. Pero me la imaginé enredadita en la cama con una mujer mayor que
ella, friccionándose las vulvas, transpirando y gimiendo suave, y un cosquilleo
me invadió la panza. Temblé, y sentí que las manos me sudaban. Pero le resté
importancia.
De repente, a Nati le sonó el celular. Parecía
algo urgente por el tono de su voz cuando atendió. Después tuvo que explicarnos
un poco mejor.
¡Chicas, tengo que salir un momento! ¡La
pesada de mi abuela necesita unas pastillas! ¡Tengo que ir a la farmacia,
comprarlas y llevárselas a su casa! ¡Me voy a demorar una hora más o menos!
¿Qué hacemos? ¡O sea, yo no tengo problemas, si, digo, si me quieren esperar!,
se expresó nerviosa.
¡Yo te espero Nati, total, mañana no curso!,
le dije, atesorando la ilusión de que Micaela decida retirarse, o acompañarla,
cosa en la que no había pensado.
¡Dale Na, andá! ¡No pasa una! ¡Yo me quedo con
Camila!, dijo la muy estúpida embobada con otro sms.
¿De verdad? ¿Se van a quedar las dos? ¿Me
prometen que, bueno, que va a estar todo bien?!, se angustió un poco al
consultarnos. Juro que me sentí como una nena de 8 años al escucharla así. Me
dije que no podía ser tan inmadura, y le aclaré que por mí podía ir tranquila.
¡Sí boluda, andá, ta’ todo piola nena!, dijo
Micaela, ahora sí mirándola a los ojos.
En cuanto Nati salió, yo me separé un poco de
su cuerpo. Supuse que le daría lo mismo. Todavía zumbaba en mi mente la noche
en la que me toqué viendo sus fotos. Hace unos minutos casi le encajaba una
piña, y encima sus roces me alteraban. No me entendía ni yo.
¡Heeey guacha, yo ya sé que te caigo como el
culo!, me dijo, una vez que me había serenado, viendo un programa de decoración
de interiores sin sonido. La peli quedó suspendida hasta el regreso de Nati.
¡Ya fue Micaela! ¡Te pido disculpas! ¿Mejor,
estemos en paz, y listo!, alcancé a balbucear. Entonces, empecé a darme cuenta
que me estaba mirando las tetas. Yo tenía una remera suelta y ancha sin corpiño,
porque en la casa de Nati me gusta sentirme libre, y un jean ajustado, y ya me
había sacado las zapatillas. Preferí hacerme la tonta. Además, yo también se
las miraba, y no solo las tetas. Ella tenía una remera escotada que le llegaba
al ombligo, y un shortcito liviano. Por eso mis ojos contemplaban su abdomen,
el inicio de sus tetas hermosas, y el fragor de sus piernas depiladas, de sus
muslos suaves y sus piecitos delicados. Recordé que varias veces la había visto
caminar con pollerita, y que cada vez que se agachaba se le veía un culote de
encaje negro. No sé por qué, pero ahora necesitaba saber cómo sería la bombacha
que escondía. Pero, en qué mierda pensaba? Si es una estúpida, una ignorante,
una trepadora y oportunista! Me decía para convencerme de que se me habían
descarrilado los trenes.
¡Son re lindas che! ¡Tus gomas digo, son, son
re lindas!, me dijo cuando ya había logrado salir del trance en el que yo misma
me había metido.
¿Qué decís? ¿Me hablás a mí?!, la enfrenté con
cierto recelo. ¡no quería que fuera real lo que insinuaron sus palabras!
¡No, nada, ya fue!, retrocedió con infantil
decisión. Me tomé otro mate, puse una almohada atrás de mi espalda, cambié el
canal por uno de videos musicales, y entonces, su mano tibia comenzó a
acariciar mi brazo levemente.
¡Te resistís, pero te vi mirándome las gomas
Cami! ¡Pero todo bien! ¡No me molesta!, dijo con insolencia, mientras yo no
podía darle la orden a ningún músculo para pegarle en la mano aunque sea.
¡Te confieso que, lo que más, me pone loquita
de vos, es, es tu cola! ¡Tenés una cola divina, como para llenártela de azotes
y chupones!, me dijo, ahora con la voz más melosa y suspicaz.
¡Salí nena, dejame tranquila! ¿Ves que al
final te mandás cualquiera?, le dije sin demasiadas ganas, cuando ella acercaba
su rostro al mío, y su respiración me erizaba la piel, porque me hablaba
cerquita del cuello.
¿Cómo es eso, digo, lo, lo de mi cola? ¿Cómo
sabés que tengo linda cola?!, quise averiguar, aunque me morí de vergüenza al
preguntárselo.
¡Tengo fotos tuyas! ¡Durmiendo en esta misma
pieza! ¡Nati no sabe que te saqué fotitos! ¡Nunca hay que dormir desnuda en la
casa de una amiga nena! ¡Deberías saberlo!, me recordó de la peor forma aquella
noche. Era cierto que dormí desnuda, y había sido la única vez. Esa noche las
tres nos habíamos levantado a tres flacos distintos, y nos los cogimos en lo de
Nati, una a cada uno. Pero el tipo que me cogió me rompió la bombacha en medio
del jueguito previo, y no me quedó otra que dormir así.
¡Estoy muuuuy cerquita de tu cuello nena!
¡Mirá que, si te clavo los colmillos, te va agustar la conchita para siempre!
¡Yo soy la vampiresa de las lesbianas!, me dijo rozándome el cuello con sus
dientes, en medio de una risita perversamente erótica. Yo me estremecía, perdía
fuerzas, sentía que me latía hasta el dedo gordo del pie, y me tocaba las tetas
sin premeditarlo.
¡Me encanta la cara de culo que ponés cuando
llego, cuando me vés, cuando te hablo! ¡Me gusta que seas así de mala conmigo!
¡Por eso, quiero tu concha Cami, quiero olerte la conchita y lamértela toda!,
me dijo, a punto de comerme la boca. apenas nuestros labios se unieron, todo su
cuerpo se subió al mío. Sus jadeos aumentaban con la misma algarabía con la que
nuestras lenguas se chocaban, y su perfume pareció expandirse por todo el
cuarto.
¡Te juro que pensé que me ibas a cagar a
trompadas guachita!, me dijo mientras su lengua lamía mi nariz, sus dientes se
afilaban en mi mentón, su saliva me endulzaba los labios y el cuello al
resbalarse de su boca, y sus manos me amasaban las tetas por adentro de mi
remera.
¡Sacate esto nena, que te las quiero ver al
aire, como toda una putona, con ganas de pelearse conmigo! ¿Por qué no me
pegaste?!, me preguntó mientras ella misma me levantaba los brazos para
quitarme la remera. Ni bien lo hizo se puso a olerla con una pasión que me dejó
sin respuestas. Mientras tanto, atrapaba mi pierna derecha entre las suyas y me
pedía que la mueva, al tiempo que ella se frotaba de atrás hacia adelante.
¿Me dejás chuparte las tetas Camilita?!, preguntó
con irónica arrogancia. Como no le contesté, primero las juntó contra su cara y
después se introdujo mis dos pezones en la boca. Eso me hizo gemir, abrir la
boca y dejar caer un hilo de baba, trastornada por el calor de su entrepierna
en mi regazo, dado que seguía hamacándose cada vez con más violencia.
¡Mmm, son re ricas, haaamm, quiero más teta
guacha, sos re fácil al final nena!, decía succionando como una bebé
hambrienta, acariciándome la cara con una mano y pegándose en el culo con la
otra.
Tenía el autoestima por las nubes.
Honestamente no soy ninguna venus en llamas. Soy bajita, de 1,50 más o menos,
delgada y casi siempre reparto buen humor. Tengo ojos verdes, el cabello negro,
una cintura pequeña, no muchas tetas pero un buen trasero, el que ahora se
friccionaba en el colchón y me quemaba la piel gracias a esa pendeja atrevida.
¡Dale Cami, pegame vos en la cola, dale perra!
¿No era que me ibas a pegar para defender a tu amiguita?!, me desafió ahora
mordiéndome los labios, apretando sus tetas contra las mías, y sin dejar de dar
saltitos contra mi pierna. Entonces, comencé a nalguearla fuerte. Ahí descubrí
que el shortcito ya no le tapaba bien la cola, y se lo dije.
¡Síiii mami, por vos se me cae el pantalón, la
bombacha, todo putita!, decía levantándose de mi pierna, confieso que un poco
acalambrada por no tener respiro. Se quitó la remera y el corpiñito, y volvió a
derrumbarse sobre mí para decirme al oído: ¿No me vas a pegar por quedarme en
tetas adelante tuyo? ¡Dale guacha, si yo te caigo mal, no me querés ni un
poquito, y si fuese por vos, preferirías que yo no exista! Al mismo tiempo que
sus palabras me cargaban de ansiedades, se sacaba el shortcito para que su
aroma sexual termine por derrotarme. Entonces, mis impulsos irracionales
volvieron a convertirse en un escudo. Me la saqué de encima para revolearla en
la cama, y como quedó boca abajo le di varias nalgadas en el culo. Le escupí la
cara, le arranqué la tanguita que tenía enterrada en el orto, le clavé las uñas
por donde quise, le mordí los pies y la zamarreé del pelo para cachetearle la
cara. Ella lloriqueaba falsamente, retraía un poco el cuerpo aunque se abría de
piernas para frotarse la vulva en la almohada que había quedado bajo su
vientre, y me incitaba a seguir castigándola.
¡Dale mami! ¡Cagame a palos, dale que no me
duele perra, asíii, descargate nena, me encanta que me pegues así putita, me re
calienta eso!, decía entre gemidos y ademanes. Ella intentaba pellizcarme
aunque sea, pero yo no se lo permitía. Hasta que, agitada por el fragor de mi
sometimiento, decidí darle una tregua, la que ella aprovechó para saltar de la
cama con toda la agilidad de una bailarina del caño. No sé por qué no pude
evitarlo. Me dejé apresar contra el ropero por sus brazos. Ni siquiera me salió
darle una patada cuando me bajó el pantalón mientras me chuponeaba las tetas
con una pasión que me hacía arder los pezones.
¡Miraaáa, qué puta que sos! ¡Tenés la bombacha
toda mojada puta! ¿Te measte encima? ¡Noooo, a mí no me engañás! ¡Eso es porque
estás re caliente conmigo putita!, me decía, descubriendo mi lamentable estado.
Ni yo sabía que me había mojado, y por esa estúpida! No podía hablarle, ni
negarle o contradecirle nada. Me tenía a su merced, indefensa, y lo peor de
todo, caliente como una pava. Sentía sus dedos traspasar los límites de mi
bombacha para rozarme la vulva, y me estremecía toda. Quería pedirle que me la
chupe de una vez. Pero no hizo falta. Tuve que levantarle un pie y luego el
otro para que pueda sacarme la bombacha, la que tiró por la ventana. No me
salió ni un insulto.
¡Ahora, sin bombachita estás más sexy perra!,
decía cerrando la ventana. Para colmo mi bombacha había ido a parar a la calle!
¡Date la vueltita Cami, que quiero mirarte
bien esa cola desnuda! ¡Te la quiero tocar pendeja!, me dijo con sensualidad
mientras se ponía de cuclillas en el suelo, y yo giraba tan dócil como
atontada. Una vez que apoyé mis manos en el mueble, sus manos comenzaron a
acariciarme el culo y sus labios a llenármelo de besos ruidosos, mojados,
calientes y desbordados de suspiros, mientras me decía con la voz repleta de
ironía: ¡Tranquilita nena, que yo no te voy a pegar como vos me pegaste! ¡Yo te
la voy a llenar de besitos, de mimitos, y lengüita! ¡Qué hermosa burrita tenés
nena, y cómo te me entregaste! ¡Me encantó que me hayas dejado toda la colita
colorada, porque yo me porté mal con vos!
Mis huesos no podían sostener a los vaivenes
de mi cuerpo. Y menos desde que su lengua empezó a subir y bajar por el medio
de mis nalgas, a ensalivarme toda, y a lamerme el ano con tantas pasiones.
¡Qué rico culito pendejaaa, te lo quiero coger
todo!, me decía, cuando algunos dedos me penetraban la vagina, friccionaban mi
clítoris y chapoteaban entre mis jugos. Me escuché gemir, y me odié más que
nunca. Encima me deslizaba sus uñas por las piernas, me mordía la cola con
suavidad, me separaba las nalgas para soplarme y liberaba su lengua entre
ellas, como si fuese un cubito de hielo pero ardiendo. Todo hasta que me dejó
en suspenso para dejarme respirar un segundo. Eso era lo que menos necesitaba.
Sabía que mi orgasmo rondaba en mis entrañas, y esa estúpida ahora me prohibía
acabar como me lo merecía. Pero, sin embargo, la vi buscando en un cajón, y
recién entonces le presté atención a sus palabras.
¡Vos no tenés ni idea las cosas que tiene guardadas
tu amiguita Natalia! ¡Muchas veces me deja usar su casa como bulo, viste? ¡Por
eso, ahora te voy a coger, por mala, por histérica, y por mojarte la bombacha y
no decirme nada!, me decía poniéndose un cinturón con un pito de goma, luego de
cerrar el cajón a lo bruto. Hasta el tatuaje que tenía en la cadera me
excitaba. Era una frase en otro idioma, y por más que quise preguntarle de qué
se trataba, todavía no podía mover los labios.
Cuando se me acercó se acomodó sobre mi
espalda y empezó a besuquearme la nuca, mientras blandía ese pito contra mi
cola, diciendo: ¡Vamos Cami, abrite bien mami, que seguro tenés ganas de
acabarte toda, no?!
Cuando sus dientes y labios se apropiaron de
mis orejas, mis piernas formaron el ángulo perfecto para que esa guachita
insoportable pudiera hacerse de mi conchita con facilidad. Su pito entró, y no
paró de moverse, de penetrarme, amasarme las tetas, lamerme la cara y de
arrancarme el pelo. Sentir su piel como un leño encendido contra la mía me
hacía flotar. Me babeaba como una bebé, y usaba sus dedos como si fueran
chupetes para lamerlos y ahogar mis gemidos. Ella respiraba en mi oído como un
animal salvaje. Golpeaba su pubis contra mi culo, me salpicaba de su sudor y me
estiraba los pezones para hacerme gritar, mientras me decía: ¡Dale putita,
acabáaa, gritá perrita, te encanta que la Mica te coja toda, porque te caliento
guachita, y no lo querés reconocer!
Casi nos caemos al suelo, enredadas y todas
pegoteadas cuando un orgasmo intensísimo me hizo gritarle algo como: ¡Baaastaaaa
pendeja del ortooo, dale que acaboooo! Pero ella lo evitó agarrándome de la
mano, todavía con su juguetito en la concha, y así como estábamos fuimos hacia
la cama.
¡Ahora te toca a vos pendeja! ¡No quiero que
me la chupes! ¡ponete eso y cogeme!, me dijo una vez que nos separamos y ella
se sacaba el cinturón. Primero lo lamió de la punta a la base mientras se
acariciaba las tetas.
¿Che, nunca estuviste tan caliente que te
dolieron las tetas?!, me preguntó de la nada, y enseguida largó una risita
cínica.
¡Dale, ponete eso y garchame!, me pidió, ahora
abriendo las piernas para meterse un dedo en la vagina y lamerlo. Yo le hice
caso. Pero antes de someterla a mis movimientos, me metí entre sus piernas y le
comí la conchita. Hasta le saboreé el culito, sintiendo cómo sus piernas me
presionaban la cabeza cada vez que rozaba su botoncito al límite de eyacular.
¿Qué te pasa Cami? ¿Querés tomarte la leche de
la Mica? ¡Mirá que te voy a acabar en la boca cochina!, me dijo casi sollozando
de calentura. Entonces, la empujé con brusquedad, le subí las piernas a la cama
y me trepé a su cintura para enterrarle ese pito en la concha. Me movía
rapidito, le mordisqueaba las gomas, le pegaba en la cara y le escupía la boca
cada vez que ella me quería besar.
¡Yo no les doy besos en la boca a las que se
hacen las putitas por facebook, ni a las que muestran las tetas por whatsapp!,
le decía penetrándola con todo, mordiéndole el cuello y asfixiándola con mis
tetas. Ni siquiera sé cómo llegué a decirle eso. Pero quería seguir cogiéndole
esa conchita popular, que tenía un sabor distinto. Todavía podía sentirlo en mi
lengua mientras ella gemía, me pedía más y me pellizcaba el culo.
En eso estábamos. Gimiendo, cogiéndonos con
besos de lengua, puteándonos, arrancándonos los pelos como dos hembras en
disputa por un macho y aturdiéndonos con nuestras respiraciones. Cuando el
orgasmo de Micaela la hace estallar en un grito ensordecedor. Abrió la boca tan
grande que, yo también empecé a acabar al imaginarla comiéndome la conchita. Incluso
le dije: ¡Qué putita que sos nena, quiero que me cojas otra vez, en mi cama! ¡No
sabés la paja que me hice mirando tus fotos putita de mierdaaa!
No podíamos dejar de mirarnos. Apestábamos a
sudor, alegría y a una luminosidad irresponsable tal vez. Pero, se me había
escapado lo de mi paja ante sus fotos provocadoras. Eso no me lo iba a perdonar
jamás. Lo único que me haría zafar era que Mica no me hubiese escuchado. Pero
no solo me escuchó. También agregó, mientras yo comenzaba a mamarle las tetas,
aún con el pito encastrado en su vulva: ¡Así que te pajeaste mirándome, y te
hacés la mala conmigo?! ¿Vos te escuchás lo que decís, perra?
Pero no pude contestarle. En ese exacto
segundo oímos una risa burlona, y enseguida un tenue: ¡Uuy chicas, disculpen!
¡Es que, la puerta quedó abierta!
Ninguna de las dos pudo explicarle nada a
Natalia, que había llegado sin anunciarse. Primero porque nos vimos envueltas
en el terror de ser descubiertas. Pero en especial, porque nosotras la vimos
muy sentadita en el suelo, en corpiño y bombacha, meta tocarse las tetas y la
conchita, frotando su colita en el piso. Yo no tenía palabras ni formas de
mirarla a los ojos. Micaela al menos pudo balbucear: ¡Che, qué onda? ¿te, te
calentó vernos coger?!
Nati entonces nos pidió disculpas y corrió al
baño, mientras decía llena de confusiones: ¡Perdón chicas, ustedes, ya vengo,
tengo que terminar de masturbarme!
Micaela y yo nos empezamos a vestir, las dos
en las nubes, perplejas y mareadas. Natalia llegó rapidísimo al cuarto, desnuda
y con más perdones entre los labios.
¡Chicas, me pongo algo y vemos la peli! ¿Sí?
¡Me encanta que ahora mis dos amiguitas se amen!, dijo nerviosa, y las tres nos
reímos como tontas! Fin
Recordá que este, o cualquier otro relato del blog, podés pedírmelo en audiorelato, a un costo más que interesante. Consultame precios y modalidades por mail.
Este es mi correo ambarzul28@gmail.com si quisieras sugerirme o contarme tus fantasías te leeré! gracias!
Acompañame con tu colaboración!! así podré seguir haciendo lo que más amo hacer!!
Cafecito nacional de Ambarzul para mis lectores nacionales 😉
Ay por fin descubro como comentar. Esto está delicioso siiiii. Está muy muy delicioso. Felicitaciones Tasy
ResponderEliminarDelicioso!!!! Por fin pude entrar a felicitarte. Besosy que siga los exitos
ResponderEliminarGraciaaaas!!!!! prueba de respuesta!! quiero ver si te llegan!
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