Entre frazadas

Todo estaba organizado a la perfección. El sábado por la mañana de un diciembre lluvioso, arisco y cargado de truenos, era el día indicado para tomarnos un fin de semana en la montaña.
Ese fue un regalo para mi esposa, mi cuñada y mi sobrino de parte de mi suegra. También para ella misma y su stress laboral. Por lo tanto, a eso de las 10, después de guardar bebidas, galletitas, latas, ropa y algunos juegos de mesa en la camioneta, nos subimos los 5 y partimos a una cabaña que no solo era confortable. Tenía 2 habitaciones, un baño amplio, una sala de estar preciosa y una terraza que no pudimos aprovechar por las lluvias. Era bellísima por dentro y por fuera.
Ni bien llegamos, nos acomodamos y nos dispusimos a preparar unos ravioles con crema. Pero mi suegra nos dijo que mejor nos ocupemos del fuego para la chimenea, de guardar las botellas en la heladera y de acondicionar los cuartos.
Mi suegra y mi cuñada Milena dormirían en la pieza pegada a la cochera, y yo con mi esposa Agustina y mi sobrino en la que colinda con el baño. Mi sobrino en una camita de una plaza, y nosotros en la matrimonial.
En eso estábamos. Estirando sábanas, poniendo fundas a las almohadas y llenando los cajones de los muebles con nuestras pertenencias, cuando de repente mi cuñada y mi sobrino Leandro se acuestan bajo las frazadas de la cama matrimonial, fastidiando a Agus que quería terminar de arreglarla. En eso toda mi atención se centra en los dichos de Milena, a la vez que la veo darle besitos en el cuello a mi sobrino:
¡Che nenito, me parece que no tenés que andar mirándome las tetas mucho tiempo, porque se te para el pito, y después te vas a tener que tocar, y me parece que ahora no dormís solito!
No me sorprendía el desparpajo de Mile, ya que, Agus, ella y yo muchas veces compartimos la cama, el sexo y otros elementos. Nuestra relación es solo sexual en ese momento, ya que Mile está sola, y con 26 años no puede quedarse a jugar con vibradores. De igual forma siempre se las arregla para tener alguna pija a disposición, cuando no son varias a la vez. Sí, mi cuñada es flor de fiestera, y mi esposa lo reconoce, además de meterla en nuestra cama. Aunque, los 3 teníamos bien en claro las cosas.
Pero Leandro tenía 13 en ese entonces. Era cierto que le re miraba las tetas y el orto, y Milena se sabe responsable de eso por la manera en la que se viste. Muchas veces se muestra ante la curiosidad del mocoso sin bombacha ni corpiño, apenas cubierta con vestiditos sueltos, o polleritas con musculosas.
La cosa es que la temperatura había bajado demasiado a esas alturas, y no sé cómo fue que los 4 terminamos sobre la cama, bajo el calor de las frazadas. Mile y Agus se reían del pito parado de Leandro, y en un segundo de distracción descubro que Mile estaba en tetas y con un pantalón cortito, que mi esposa estaba en bombacha y mi sobrino en slip. Agus me pidió que me saque las medias y el pantalón.
¡Dale, así te quedás como él, que no tiene vergüenza de que su tía le toque el pitito! ¿No bebé?!, dijo mi cuñada, y entonces, mientras me quedaba en bóxer, veía cómo entre las 2 le acariciaban el pene al pibito sobre la tela de su slip, y cómo se le paraba de a poquito. Además Mile le besaba el cuello, le pedía que le toque las gomas aunque Lean se rehusara, y le rozaba los labios con sus dedos. Yo no sabía si se trataba de un sueño perverso entre mi imaginación y la cordura, o si era cierto que mi esposa y mi cuñada se besaban en la boca sin dejar de estimularle el pito a Leandro. Además gemían suavecito y se decían cosas para que el nene se ponga más al palo.
Milena: ¡Mirá Agus, se le pone durita al nene!
Agus: ¡Síii, y seguro que es porque te mira la cola y las tetas! ¡Sos una provocadora pendeja!
Milena: ¡Imaginate cuando esta cosita le entre en la conchita a una de sus compañeritas!
Agus: ¡Y sí, se va a volver loquito! ¡Y más si se la chupan!
Todo hasta que Agus le sacó el slip, diciendo que lo tenía muy mojado. Inclusive lo ridiculizó acusándolo de que se había hecho pis. Leandro estaba imperturbable. Temblaba, transpiraba, tartamudeaba cada vez que intentaba sacar las manos de sus tías del sometimiento que le otorgaban a su pija, se agitaba y se rascaba la cabeza.
¡Dale amor, pajealo vos también, animate!, me dijo mi esposa mientras lamía el slip de Leandro, y entonces me atreví. Mile me pajeaba con una mano, pero todas las demás se llenaban del olor y el sudor de su pito cada vez más durito, y de sus huevos pequeños, redondos y casi sin vello. En el pubis sí tenía bastante.
¡Bueno che, basta! ¡Saquen las manitos y déjenmelo a mí solita!, nos pidió mi cuñada de repente. Luego se le pegó al oído para lamerle la oreja y balbucearle con ternura: ¡Dale guachín, haceme pichí en las manos pendejito hermoso!
Leandro le explicó que no tenía ganas, o que le costaba, o algo así. Lo cierto es que el pibito no podía ni pensar con claridad. Al fin y al cabo le hizo un chorrito, y Mile estalló en una carcajada silenciosa para luego hacerle lamer y oler su manito meada a mi sobrino, que no puso cara de asco ni por error.
¡Olete nene! ¡Reconocé tu olor a pichí de nene alzado,  a nene caliente, porque te re calientan tus tías!, le dijo sin atisbos de sorpresa, mientras le frotaba la mano por todo el rostro, le hacía chupar sus dedos y le pedía que se los babee. Entretanto mi esposa y yo le tocábamos el pito, y Agus me pajeaba diciendo bajito: ¿Mis tetas te calientan mucho Lean? ¿Te gusta que tu tía te toque así chanchito?!
Pero entonces, mi suegra nos gritó desde la cocina que la comida ya estaba lista, la mesa puesta y el ambiente lo razonablemente caluroso como para no abrigarse. Milena le puso una bombacha violeta suya a mi sobrino mientras Agus y yo nos vestíamos, y tal vez por el viaje agotador, en un minuto ya estábamos sentados, listos para almorzar desesperadamente.
Mi suegra se reía al ver a mi sobrino con una pollerita y una musculosa rosada. Mi cuñada le explicó que él había perdido una apuesta, y Leandro no podía contradecirle, porque se venía la siesta.
¡Si llegás a decir algo te quedás sin mimitos! ¿Escuchaste, pendejito pijón?!, le había dicho mi cuñada segundos antes de cruzar la puerta de nuestra habitación. La verdad que, no le faltaba razón. Mi sobrino tenía una pija de unos 15 centímetros, cosa que para su edad era todo un honor.
Mi cuñada se re babeaba cada vez que le miraba el bulto, y mi esposa no se quedaba atrás.
Apenas los rabioles se terminaron y el vino se evaporó como por arte de magia, supe que me tocaba lavar los platos. No me disgusta la tarea, y menos si entretanto mi esposa me apoya las tetas en la espalda, como lo hizo ni bien mi suegra se fue a su cuarto, y mi cuñada se llevó a Leli, como le decía cariñosamente la abuela.
¡Es una asquerosa tu cuñada! ¿Te diste cuenta que ni se lavó las manitos para comer?!, me dijo Agus manoteándome el paquete mientras enjuagaba los últimos vasos.
Cuando volvimos a nuestra habitación, Mile y Leandro ya estaban bajo las frazadas.
¡Dale Agus, que hace frío! ¡Sacate todo mami!, le dijo Milena que ya exhibía sus gomas a los ojos de la lujuria contenida de todos.
Agus se desnudó por completo. Yo me quedé en bóxer para arroparme enseguida, para contemplar cómo Mile lo pajeaba sobre su bombacha y se le burlaba:
¡No te gusta más usar bombachita Leli? ¡Te vés re sexy, re lindo bebé, y más cuando se te empieza a poner durita!, le decía mientras mi esposa le ponía sus tetas en la cara para que mi sobrino se las chupe. Era la primera vez que chupaba una teta, y se le notaba en la inexperiencia. Varias veces Agus se quejó porque se las mordía. Pero mi cuñada le rebatía sus quejidos.
¡Dale putita, si te gusta que te muerdan las tetas perra! ¿Y sabés qué Lean? ¡Tu tía en el colegio se hacía pis cuando le apoyaban esta cosita en la cola, y le chupaba el pitulín a los nenes en el baño! ¿No zorrita?!, la expuso Milena con alevosía.
Entonces, yo y mi desorden hormonal se dedicaron a pajear a Leandro bajo la consigna de mi esposa, mientras entre las dos lo lamían por completo.
¡Te gusta pajearlo mi amor? ¿Viste cómo se le para? ¡Y vos avisanos cuando te salte la lechita bebé! ¿Ya te pasó eso muchas veces no? ¡Y sí, supongo que mirándote las tetas boluda! ¿Y te tocás cuando venís a casa chanchito? ¿Tu mami nunca te vio masturbándote?!, decían las dos entrelazando gemidos, intercambiándose cachetadas cuando querían imponerse ante el nene para que él se devore sin discriminación esos 2 pares de tetas. Mi cuñada le pedía que se las escupa, y mi esposa que se las muerda. A esa altura el pito del nene en mi mano era un músculo ardiente, cargado de latidos y jugos preseminales. No pudo avisarnos nada. Apenas le apreté el glande, justo cuando sus tías se tironeaban del pelo para disputarse la boca babeada del pendejo, su leche me inundó la mano con su caudaloso estallido. Por supuesto que las dos lo notaron por cómo se estremeció el guacho, y mi cuñada se ocupó de limpiarme hasta la última articulación de mis dedos con su lengua. Eso le disgustó a mi esposa, que se quedó con las ganas de saborear su acabadita.
De igual modo ocultó su cabeza bajo la frazada y le besuqueó las piernas, la panza y el tronco del pito mientras se le iba deshinchando. Eso al pibe lo encendió aún más.
¿A cuál de tus tías te querés coger bebote?!, se escuchó con claridad la voz de Agus entre besos ruidosos, mientras emergía su rostro de la oscuridad y el calor de tanta euforia.
¡Y sí, esa pija pide concha nene! ¿Querés vernos cómo nos comemos a besos chiquitín?!, agregó Milena, presa de una calentura como tantas que le adiviné hasta en el olor de su piel. Entonces, las dos se abrazaron y comenzaron a besarse como babosas en celo, a pasarse las lenguas por todo rincón posible, a apretujarse las gomas, a olerse las bocas y a intentar tocarse las vulvas. Pero ninguna dejaba que la otra lo logre, y se reían por no concretarlo. Hasta que Milena metió a mi sobrino entre ellas, y ahora los 3 se comían la boca, entretanto Mile me pajeaba ya sin mi bóxer, aunque con una erección difícil de soportar.
¡Dale Leli, tocale el pito a tu tío chancho, no seas vergonzoso, si él te lo tocó, y vos encima le acabaste en la manito asqueroso!, le indicó Milena cuando el pibe ponía cara de pocos amigos por no hacerlo.
Sin embargo, cuando sentí la manito de Leandro junto a los dedos ensalivados de mi cuñada, y sumado al concierto de chupones, no podía más que disfrutar de la paja que se me ofrecía gentil y tan perversa como el aroma de las chicas.
De pronto, Milena se despegó de todos con cierto aire siniestro en la mirada. Me propuso que salga de la cama por un momento, y a Leandro que se meta bajo las frazadas. Mi esposa y Mile estaban acostadas boca arriba, con las piernas abiertas y acariciándose las gomas.
¡Vamos a ver quién gana hermanita!, susurró la voz de Mile en el oído de Agus, y acto seguido farfulló: ¡Nene, olenos las conchitas, dale, fijate cuál de las dos te gusta más, olelas bien guachito!
Agus se reía perspicaz, mientras yo veía cómo Leandro iba de una concha a la otra por un huequito de las frazadas.
¡Ni se te ocurra tocarlas pendejo!, le gritó Agus, y enseguida anotó en voz baja: ¡Si me la llega a tocar le voy a mear la cara de lo alzada que estoy!
Otra vez Milena pareció enfurecer.
¡Basta Lean, salí de ahí, y sentate en tu cama!, le ordenó al nene, que salió con la frente empapada de sudor, los ojos inyectados en sangre y los pies más torpes que de costumbre.
¡Cojan chicos! ¡Ahora! ¡Los quiero ver coger! ¡Quiero que te la cojas Martín, dale!, nos dijo luego, mientras se sentaba al lado de mi sobrino en la camita llena de nuestra ropa.
Entonces, Agus y yo nos escabullimos bajo las frazadas, ella debajo de mi cuerpo extasiado, y ni bien le calcé la verga en lo profundo de la vagina, la oí gemir de felicidad, y a Milena decir sin reparos: ¡Eso querés hacer vos chanchito? ¡Dale, tocate el pito si querés, que yo me voy a tocar la vagina mi amor!
Lamentablemente, y culpa de todo lo previo, aquello no pudo durar demasiado. Le di toda la leche a los túneles de sus entrañas en cuanto Agus me dijo que se moría por darle la cola a Leandro, mientras me mordía las tetillas, me arañaba la espalda y me traía con sus manos todo lo que podía contra su pubis. Ella tuvo su orgasmo en el mismo compendio de ángeles desbocados, y mi cuñada estuvo a punto de chuparle la pija a Leandro. Pero él se acabó en las manos, justo cuando Mile se revolvía la conchita con 3 dedos y olía la bombacha de su hermana. Lo bueno es que ellos no nos veían garchar. Solo se excitaban por los sonidos, los movimientos y los jadeos de nuestros labios irrespetuosos.
No teníamos noción del tiempo terrenal. Afuera llovía, el viento se suscribía al frío, las ventanas se empañaban de oscuridad y, por suerte mi suegra dormía. Ahora nos tocaba a nosotros descansar por todo lo que la lujuria nos había exigido.
Milena se puso el shortcito y se fue con mi suegra. Leandro se puso el slip y se acostó en su camita, y mi esposa y yo en la nuestra, sin poder analizar nada en absoluto. Dormimos como dos horas, antes de levantarnos por un café, facturas, tostadas, galletitas con queso y otras cosillas.
Luego hubo una peli, en la que entretanto Milena seducía a mi sobrino, siempre que mi suegra no los veía. Ahora mi cuñada tenía una pollerita y un top. Eso le permitía abrir las piernas para él, pararse a su lado y agacharse, ya sea para acomodar el fuego, o para abrir o cerrar las cortinas, y todo para mostrarle la cola. También le apoyó las tetas en la cara cuando le alcanzó una tostada con mermelada, y Agus la escuchó con claridad cuando le dijo: ¡Me encanta mirarte el pito parado chiquito!
En eso ambos nos dimos cuenta que Leandro atravesaba una nueva erección.
Al rato Agus se le sentó al lado, y aunque no lo provocaba desde la vestimenta, le rozaba la cabecita del pito, le hablaba cerquita al oído para lamerme la oreja, le soplaba el cuello, o le decía cosas como: ¿Cuál de las dos vaginas te gustó más nene? ¿Tu tía tenía olor a pichí? ¿Viste las tetas que tiene la cabroncita?
Luego la cena nos condujo irremediablemente a la cama. Leandro estaba plagado de ojeras, pero persistía con el pito duro. Apenas se echó en su camita sin taparse, Milena lo cubrió con una frazada, mientras Agus y yo nos acostábamos en nuestra cama.
¡Che Agus, y si vos le chupás la pija y yo, me siento en su carita?!, dijo mi cuñada una vez que supimos que Leandro dormía.
¡No seas hija de puta nena! ¡Ni siquiera tenés bombacha!, dijo Agus, que me pajeaba disimuladamente, y se mostraba ansiosa de que Milena al fin se retire a su cuarto.
¡Eeeepaaaa! ¿Qué hacés chanchita? ¡No le hagas la paja cuando yo estoy acá todavía putita!, dijo Mile con restos de indignación al destaparnos y descubrirnos. Ahí hubo una especie de almohadazos, nalgadas y tirones de pelos entre los 3, hasta que Agus resolvió aceptar la idea de Mile. Se levantó muy despacio de la cama y se acercó a la de Leandro. Por suerte el pibe estaba boca arriba. Cuando la vi ocultar su rostro bajo su acolchado, ya que él no tenía sábanas, la pija se me paró más todavía, y Mile lo notó.
¡Vení pajero, vamos a ver qué hace tu mujercita! ¡Me encanta que mi hermana sea tan puta!, me dijo Mile luego de apretarme el paquete sobre el bóxer.
En cuanto estuvimos al lado de Agus, la escuché decir: ¡Boluda, el nene se acabó encima recién, o hace poquito, y tiene olor a pis!
¡Pero, ¿Ya se la chupaste?!, preguntó Milena.
¡Nooo, todavía no, porque, lo tiene chiquito, y tiene el calzoncillo corrido, cerca de las rodillas!, dijo Agus lo más bajito posible.
¡Aaah, el cochino se estuvo tocando!, decía Mile al tiempo que se acercaba al rostro inexpresivo de Leandro, lejos de renunciar a ponerle la cola sobre él.
Cuando se subió la pollerita, casi me acabo encima. Pero me contuve apenas Agus suspiró invisible bajo la frazada, seguro a punto de lamerle el pito.
Mile logró rozarle la cara con sus nalgas, pero cuando sintió la respiración del pibe contra su piel se asustó. Entonces se sentó en el piso y me pidió que le dé la leche en las tetas. Agus la escuchó, y aún así no desistió de quedarse con el guacho.
¡Dale amor, acabale en las tetas a esa putona!, la escuché decir, y enseguida agregó: ¡No me animo, aunque ya le dejé babita en el pito!
Entretanto, mi cuñada me mordía la pija sobre el bóxer, hasta que advirtió que no podía dilatar más a los pistilos de mi virilidad. Me lo bajó y frotó sus tetas todo lo que pudo contra mi pija. Se las escupía, me lamía el glande, se la mandó un par de veces hasta la garganta, fregó su pedazo de culo en el suelo frío, se perforó la conchita con 2 dedos para hacérmelos lamer, y finalmente me re pajeó con sus tetas en una fricción con la que podíamos incinerarnos vivos si ella lo quisiese. Le dejé toda la leche hasta en el pelo, y ella solo jadeaba suave, y le pegaba en el culo a su hermana que seguía hincada sobre las piernas de mi sobrino. Hasta que de repente sale sofocada y se dirige a nosotros con una bombacha en la mano.
¡Mirá lo que tenía el chanchito! ¡Es tuya culeadita!, le informó Agus.
Milena se sonrojó de risa, y le mostró el enchastre que mi semen le proporcionó a sus pechos. Se besaron en la boca, Agus me lamía una mano mientras caminábamos a la cama, y Milena se fue a descansar.
Apenas nos acostamos, Agus me dijo que llegó a tener todo el pito del nene en la boca, y que apenas se le empezó a agrandar lo soltó, y entonces encontró debajo de sus piernas la bombacha de Mile.
¡Sos re cagona nena! ¡No entiendo por qué no se la mamaste toda!, le decía mientras su concha comenzaba a comerse mi pija, ella encima de mí para darle rienda suelta a una cabalgata soñada, ahora sin cuidar sonidos, aunque sí aplacando gemidos, por si mi suegra nos escuchaba.
La mañana llegó presurosa y con un poco menos de frío, pero igual de negra, rebelde y ventosa. Desayunamos primero Agus y yo, y luego Mi suegra y Milena. Leandro se levantó a la hora, y apenas tomó un té.
Vi claramente que cuando pasó a saludar a Mile, ella le puso la boca a su beso, y él se quedó recalculando.
Al rato Milena le grita desde el baño a mi sobrino, que se distraía con una peli de autos: ¡Leeaaan, traeme la bombacha y la remerita que dejé en la cama! ¡Porfi, que me voy a bañar!
Leandro tardó en reaccionar, pero fue, supongo que lleno de hormiguitas hasta en el dedo gordo del pie. No supimos nada de él hasta que Milena salió del baño. Entonces, Agus y yo nos hicimos los tontos y fuimos al cuarto de los acontecimientos. Leandro no estaba, pero Milena parecía emocionada.
¡Chicos, fue re loco! ¡Le pedí que se baje el pantalón y que se siente en el inodoro mientras yo me bañaba! ¡No lo dejé que abriera la cortina, pero le prohibí irse hasta que yo no terminara! ¡Encima, la bombacha que le pedí estaba usada, porque, era la misma que vos le sacaste Agus! ¡Lo escuché tocarse el pito, y me re masturbé boludos! ¡Aparte le preguntaba si le gustaban las tetas de alguna chica del cole, si le vio la bombacha a alguna compañerita, si le tocó el orto o las piernas a alguna, si le gustaría tener novia, si nunca pensó en darle un beso a un nene, y un montón de pavadas! ¡No me contestó todo, pero sí dijo que le gusta la cola de una chica de quinto, y que le vio la tanga a su profesora de inglés! ¡No doy más loco! ¡Necesito esa boquita Agus, y tu pija cuñadito!, decía Milena mientras se arreglaba el pelo, se ponía un vestidito sin ropa interior y se masajeaba la vagina de vez en cuando.
¡Igual, no lo dejé que me vea desnuda! ¡Cuando ya terminé de lavarme el pelo, le dije que podía irse!, aclaró luego.
Agus prefirió dejarla sola y caliente. Eso pareció irritar a mi cuñada, quien durante un rato largo, digamos que hasta casi el almuerzo no nos habló.
Pero no puede hacerse la difícil con nosotros, que no solo le damos placer sexual. Le compramos lo que se le antoje, le aconsejamos, la llevamos a comer lo que quiere y hasta le presentamos posibles cuerpos para que ardan en las llamas de sus encantos de felina.
Después del almuerzo, mientras la lluvia resonaba en el eco de los techos y hacía charcos en la montaña, Agus y yo nos sentamos pegaditos a la chimenea. Mi suegra se había ido a siestear y Milena quiso acompañarla. Leandro estaba híper entretenido con su celular, cautivado por un juego demasiado predecible.
¡Lean, mi amor, traeme la botellita de agua que dejé en la mesa!, le solicitó mi esposa. El pibe lo hizo arrastrando los pies, y en cuanto se acercó a Agus, ella le bajó el pantalón de sopetón.
¡Escuchame, te trajimos para que pases tiempo con nosotros nene! ¡Así que dejá ese telefonito, y mirame las tetas!, le dijo en voz baja, acariciándole el ganso con una mano y sacándose la camisita con la otra.
Leandro se sentó entre nosotros y se prendió a las tetas de su tía como un bebé abandonado, con riesgos de desnutrición. A medida que se las babeaba, mordía y le estiraba los pezones con los labios, el guacho tenía que pajearme. Fueron órdenes de Agus, y no había lugar para desobediencias.
¡Dale pendejo, mordele las gomas a tu tía! ¡Y vos pajealo todo al bebito!, fue lo único que pude articular en medio del estupor de esa mano decidida a sacarme toda la leche, sabiendo que Agus lo pajeaba en el nombre del frenesí de sus pezones duros como almendras.
¿Anoche no sentiste nada nenito? ¿Nooo? ¿No te diste cuenta que una de nosotras te escupió el pito? ¿Qué te pasó ayer bebé? ¿Te acabaste encima?!, le decía impiadosa mi Agus, mientras el pibe no sabía por dónde empezar.
Entonces, luego de un trueno ensordecedor, apareció Milena hecha una furia, quejándose de los ronquidos de mi suegra, solo con una pollerita.
¡Uuuuuh, qué lindo lo de ustedes! ¿Y no me iban a invitar? ¡Leli, vení para acá pendejo!, exclamó sentándose sobre la mesa, al tiempo que Agus le pedía que no hable fuerte, y Leandro se nos separaba para dejarse tentar.
¡Besame las piernas, arrodillate y besame!, le pidió después de dejarle manosear sus tetas.
¡Andá subiendo de a poquito, hasta mi conchita, y oleme asquerosito!, le indicó luego, ya con los pezones irritables de tanta calentura visible en su mirada.
¡Bajame la bombacha, lamela y olela bien!, le imploró, y mi sobrino no tenía razones para no satisfacerla. Entretanto nosotros nos pajeábamos el uno al otro.
¡Ahora sí bebé, acercate a mi vagina, y oleme, lameme, chupame, haceme lo que quieras!, decía mi cuñada totalmente abierta de piernas, presionando la cabeza de Leandro y sujeta a no gemir por más que lo necesitara.
En eso Agus vio con nitidez que en un momento el guacho se rozó la pija, que ya la tenía al borde de un exilio de testosterona, y que solita empezó a derramar todo su semen en el suelo. Ella fue quién se lo notificó a Milena, que no paraba de gozar del contacto de la lengua, el olfato y los dedos de Leandro. No podíamos verlo, porque la muy cínica lo escabulló bajo su pollera.
¿Así que te acabaste puerquito? ¡Basta, soltame, agachate y pasale la lengua al piso! ¡Comete tu lechita pajero!, le dijo fuera de sí, a punto de alcanzar su orgasmo, y con una ira desconocida en las venas.
Leandro lo hizo, a pesar de su primer negativa. Ni bien se agachó, Milena empezó a nalguearle la cola, y Agus a babearse con lo redondita que la tenía.
¡Me salió culoncito el pendejo!, me murmuró al oído mientras yo me desayunaba sus tetas.
¡Síii, y re pijón! ¡Lástima que se acaba encima muy rápido el calentón!, suscribió Milena sin dejar de pegarle en la cola, cuando aún mi sobrino lamía su semen del suelo.
De repente detuvo su castigo que empezaba a tornarse excesivo, y dijo: ¡Agus, vení conchuda! ¡Dale puta de mierda, que se me ocurrió una idea!
Mi esposa se levantó entusiasta, y luego de que se cuchichearon al oído lo que yo ni siquiera podía intuir, Milena le vendó los ojos a Leandro con un pañuelo, el que le sujetó con su propia bombacha, haciendo una especie de vincha alrededor de su cabeza.
¡Escuchá Lean… Ahora las dos te vamos a dar besitos en la cola, y vos tenés que adivinar quién es! ¿Te copás?!, abrió el juego mi cuñada.
El nene estuvo de acuerdo, aunque todos manteníamos la expectativa por si llegábamos a escuchar el mínimo ruido en el cuarto de mi suegra.
Entonces me senté expectante a ver cómo primero Agus le lamió las nalgas, luego se la escupió, le tocó los huevitos, le agarró el pito con una mano, le apoyó las tetas en la espalda y se animó a lamerle la zanjita ni bien le separó los glúteos. Casi se retoba el pibito, pero no estaba en condiciones de abandonar el barco.
Después, mi cuñada le besó las nalgas y le dejó unos dientitos marcados en la derecha, le dio 3 chirlos, le babeó la unión de sus manzanitas como las denominó Agus, y no tuvo problemas en meterse todo su pito a media asta en la boca.
¿Y, chanchito? ¿Sabés quién fue la primera?!, dijo Agus con impaciencia.
¡Sí tía, creo que la primera fuiste vos!, respondió al borde de un ataque el pibito. Milena puso cara de orto, y le dio 3 chirlos a Leandro mientras le devolvía la vista.
¡Y sí boluda, se dio cuenta porque vos tenés olor a pis! ¿No mi corazón?!, replicó llena de gozo mi esposa.
¡Bueno conchudis, ya sabés lo que tenés que hacer! ¡Llevalo a tu pieza y enseñale a que te coja mucho!, me resolvió la incertidumbre Milena, que de igual forma nos acompañó.
Leandro no quería saber nada. Dijo que no estaba preparado, y que además se estaba meando. Entonces Milena tomó una decisión sublime.
¡Así que me descubriste pendejo!, le decía mientras lo agarraba de una oreja y lo tendía cara al cielo en su camita.
¡Hacete pis en la cama guacho, dale, meate y tocate el pito!, le ordenó mientras le cacheteaba la cara con sus manos y sus tetas prodijiosas. Leandro se meó entero, libre, despreocupado y sin una pizca de vergüenza. Milena se tocaba la conchita y parecía tatuarse el filo de sus uñas en la cola de tantos pellizcos. Pero Agus estaba esperando su parte del trato. Por lo que se desnudó debajo de las frazadas y le pidió a Leandro que gatee desde su camita a la nuestra. Milena se sentó en la cama encharcada de Leandro, y mientras yo le daba la pija en la boca para que me la lustre con su lengua de putarraca, empezamos a escuchar a Agus y sus indicaciones:
¡Ahí nene, despacito, dale que ya me entra, que calentito que estás, y meadito! ¡Qué rápido se te para pendejo! ¡Una vez que la metas no pares de moverte! ¡Cogeme fuerte guacho, asíii, aaay, así bebitooo, dame pijaaa!
Milena me la chupaba con ganas, me la mordía presa del enojo de haber perdido en su propio plan, saltaba con su cola sobre la cama y olía las sábanas mojadas con embeleso.
¿Te calienta que a tu mujer se la garche un pendejo? ¿Que ni se sabe limpiar el culo, que se mea en la cama, que es virgo hasta con los dedos, y que ahora le va a dejar su lechita de nene en la vagina?!, decía Milena, inspirando a los ratones de mis bolas a empacharla de leche, como finalmente lo hice, cuando le dio un claro de realidad a mi petitorio.
¡Meteme un dedo en el culo putita!, le grité, cuando Agus se convertía en un río de baba, sudor, flujos y hormonas adolescentes bajo la frazada. No podíamos ver nada, pero el pendejo se movía con una agilidad de maratonista sobre el pubis de su tía.
Al rato casi se cae del estrépito, puesto que la fuga de su semen llegó antes de que Agus pudiera imaginarlo.
La siesta comenzaba a excluirnos de su magia, y el atardecer nos conducía poco a poco a un nuevo café con tostadas y manteca. Pero preferimos descansar, los 4 juntos bajo las mismas frazadas, en la cama amplia y sequita. Nos comimos la boca entre todos, sin discriminación, y mi sobrino buscó solito acariciarme el pito, tanto como yo el de él. Ellas se re chuparon las tetas, y en especial Milena le pedía a Agus que le frote el clítoris. Acabó de repente, mientras decía que le encanta mi leche, y entonces, sin otra objeción nos quedamos dormidos.
Mi suegra no sospechó nada. Mi sobrino debutó con su tía. Ahora Leandro conocía que Milena se acuesta con nosotros. También podía interpretar que Agus tiene una cierta inclinación por las mujeres, y sabía cosas de su pasado. Era mucho para unas simples vacaciones!
Claramente, después de eso todo volvió a ser normal, aunque Milena no perdía oportunidad para seducir a mi sobrino cuando la hallaba.  Fin

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Comentarios

  1. Uf, volver a leer esto la verdad que me pone muy al palo. que historia tan caliente y llena de senzaciones que me gustaría vivir.

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