Yo tenía 14 años cuando una tarde en la que
estábamos solas con mi hermana Sofía, todo se nos fue al carajo. Ese día no
tuve clases. Nuestros padres estaban en Buenos Aires, en el hospital, ya que el
abuelo estaba muy mal del corazón. Nosotras nos quedamos porque teníamos una
verdulería en casa, y además Sofi tenía una beba de 7 meses. A mis padres no
les gustó nada saber que con 17 años, una de las mejores alumnas de nuestra
escuela de Resistencia debía abandonar los estudios para educar a un hijo que
nació de un descuido nocturno. La tonta se calentó con un pibe en el boliche, y
como los dos habían tomado demasiado, ninguno tuvo la lucidez para prevenirlo.
Encima el pibe era correntino! Seguro que hasta el nombre que le dijo era
falso!
Esa tarde yo no podía dormir la siesta. ¡Y eso
que lo intenté por todos los medios! Entonces decidí prepararme un té o algo, y
mirar la tele. Ahí me encontré con Sofía, que le estaba dando de mamar a
Juliana, una beba hermosa, saludable, cachetona y con los ojos tan celestes
como los de su mami.
¡Hey Flopina, qué te dijo mami de andar en
bombacha por la casa? ¿Mirá si viene alguien! ¡Vos sabés que el tío Armando
puede caer en cualquier momento!, me dijo mientras me examinaba con los ojos, y
yo buscaba una tacita y el azúcar. No le contesté, y en cuanto terminé de
hacerme el té, le puse cara de mala, pensando en irme a la pieza.
¿Bueno So, es que, hace un calor terrible!, le
contesté mostrándole la cola, a modo de juego, cosa que hacíamos siempre.
Pocas cosas me gustaban tanto en esos días
como andar en calzones, comer tortas fritas, mirar películas de amor y,
observar a Sofi cuando le da la teta a Juliana. No sé qué era lo que me atraía
hasta perderme largos minutos enfrascada en ese acto tan natural.
¡Vení Flopy! ¡Sentate conmigo! ¿Querés que
miremos una peli? ¡Hay muchas para ver, porque la mami trajo ayer! ¡Compró
varios DVD truchos!, me decía golpeando el lado vacío del sillón, llamándome
como si fuese un perrito. Me senté a su lado, le traje las galletitas que me
pidió, y nos entretuvimos con un programa de modas. Varias chicas desfilaban
con vestidos carísimos, ropas exóticas y en lencería muy fina. Ella admiraba
tanta opulencia, mientras yo trataba de no mirar cómo la July sorbía de su
pezón, tragaba y volvía a chupar. En un instante, comparé mis tetitas con las
de ella, y cuando estuve segura de que sus ojos se perdían en la pantalla de la
tele, me pellizqué los pezones, los dos a la vez. Eso me regaló un cosquilleo
que amenazaba con durarme toda la tarde. Hasta que ella me pescó, ahora inmóvil
con mis ojos entre la boca de July y sus tetas.
¡Qué pasa Flopy? ¿Querés un poco?!, me
sorprendió de golpe con una sonrisa amplia en los labios.
¿Qué? ¡naaah, eso es para la gordita!, dije,
confusa, colorada y sin comprender.
¡Bueno nena! ¡Entonces no me mires tanto las
tetas, que me las vas a ojear!, dijo, luciendo una sonrisa distinta a la
anterior, pero igual de mágica.
¡Che Flor, te puedo preguntar algo? ¿Vos ya
tuviste sexo? ¡Pero decime la posta!, me largó sin anestesia, quizás aprovechando
para tener una charla entre hermanas. Pero yo estaba muerta de vergüenza.
¡Nooo nena, obvio que no! ¿Qué te pensás? ¡yo no
soy como vos!, dije sin querer, sabiendo que pudo lastimarle mi comentario.
¿Como yo dijiste? ¡Aaaaaah! ¿Y, se puede saber
cómo soy yo nena? ¿Vos también me vas a juzgar como los abuelos? ¿Los tíos? ¿Mi
padrino? ¡Fue un error! ¡Si el pibe me hubiese acabado en las tetas, o en la
cola, la July no existiría! ¡Yo amo a mi hija, y el boludo ese no merece
siquiera conocerla, porque no éramos nada! ¡La que tiene que bancarse el moco
soy yo! ¡Pero eso no me hace una puta nena, si eso es lo que querés insinuar!,
se descargó con cierta angustia, mientras la nena ya se le dormía en los brazos,
una vez que soltó el pezón que ya chorreaba algunas gotitas de leche. Me
imaginé esas tetas todas llenas de semen, y otro cosquilleo intenso me sacudió.
Sin embargo, tenía que hablarle.
¡Perdón Sofi… Yo no quise… Decir nada de eso!
¡Solo que, bueno, yo ni siquiera… Digamos que todavía soy virgen!, logré
explicarle.
¡Bueno, sos virgen… Pero le tocaste el pito a
Mariano! ¡Ya sé que no es un primo directo, pero se lo tocaste! ¿Cómo fue
eso?!, me inquirió. No sabía cómo se había enterado de mi travesura.
¡Fue en la navidad del año pasado! ¡Mariano me
dijo que si no me animaba a tomar un vaso de tequila, le tenía que tocar el
pito!, le dije con la voz temerosa.
¿Y, no te dieron ganitas de chupársela? ¿O de
que te toque las tetas? ¿O, bueno, no sé, de mostrarle la cola?!, dijo
vistiendo su rostro con una sonrisa tan pícara que me contagió.
¡Naaah, era re nena boluda! ¡Bue, como ahora!
¡Ni tetas tengo! ¡Aunque, a él se le ponía duro el pito cuando se lo tocaba!,
le confié con menos vergüenza, pero con algunos escalofríos en la piel.
¡Y sí Flopy, son hombres! ¡A ellos se les para
con solo oler el perfume de una chica! ¡Che, de verdad no querés un poquito de
leche?!, me entusiasmó una vez más. Pero antes de que pudiera abrir la boca
para contestarle me dijo: ¡Mejor vení! ¡Ayudame a recostar a la July en la
cunita! ¿Creo que se hizo pichí, pero no la voy a cambiar ahora que ya se
durmió!
¿Che So, pero se va a paspar toda, pobrecita!,
le dije. Pero ella no retrocedió. Por suerte la cunita estaba pegada al sillón.
En cuanto la gordi reposaba feliz, volvimos al sillón con la idea de elegir una
peli para mirar, disfrutando de un momento a solas, como antes que naciera
July. Pero ella, volvió a insistir, esta vez mientras se ponía el chupete de la
nena en la boca: ¡Dale Flopy! ¡Si querés te doy un poco de lechita! ¿No te da
curiosidad? ¿No querés probar a qué sabe?!
Le dije que no con la cabeza.
¡No te creo! ¡Siempre te veo cómo me mirás las
tetas cuando le doy a la gordita!, dijo con la voz apenas audible.
¡Vení chiquitina, si vos también sos una bebé,
y las nenas también toman la leche! ¿O no?, me decía rodeándome con sus brazos
para alzarme y sentarme en su falda. Cuando acercó su pezón a mi boca, sentí un
fuego interior que no me permitía hacer otra cosa que tener ganas de
devorárselo.
¡Dale tonti, chupá, probala que es leche
nomás!, me dio el último empujón. Entonces lo hice. Ella gimió apenas mis
labios atraparon su pezón hinchado, cargado de leche. yo, sentí tantas cosas al
mismo tiempo que, todo lo resalté con un suspiro.
¿Te gusta Flor? ¿No es tan fea no? ¿Es dulce o
algo?, me preguntaba intentando controlar su respiración.
¡Es rica, muy rica Sofi! ¡Con razón la july
quiere siempre!, dije contra su pecho.
¿Y vos? ¿Vas a querer siempre como ella? ¿Dale
nena! ¡Lameme bien el pezón, que a veces chorrea un poquito!, decía apretando
mi cabeza contra su seno. Por alguna razón mis glándulas segregaban más saliva,
mi temperatura andaba a los tropezones por mis venas, y las piernas se me
aflojaban. En especial cuando ella me acarició la cola.
¡Es re linda tu cola pendeja! ¡Y si le hacés
caso a mami con eso de ir a vóley, vas a volver loquitos a todos!, me decía
estirando el elástico de mi bombacha.
¡Así que la Flopy le tocó el pitulín al
Marianito! ¡Y dice que era muy nenita! ¡Por eso tenés que crecer Flopy, y mi
lechita te va a ayudar!, me decía, ahora acariciándome toda, deteniéndose en
mis nalgas para darme algún chirlito.
¿Sofi, habría que cambiar a July! ¡Me da
cosita que esté así!, le dije sin la intención de interrumpir el momento. Es
que, todo lo que sentía era demasiado, y más cuando empezó a tocarme las tetas.
No tenía la capacidad de procesar por qué notaba que la bombacha se me mojaba,
y supuse que lo mejor era detenernos.
¡Flopy, no seas densa! ¡Es solo pichí! ¡Cuando
se despierte la cambio! ¡Además no quedan pañales! ¡Chupame la otra teta,
querés, para ver si tiene el mismo gusto! ¡Me encanta que me chupen los
pezones!, dijo, aunque con mayor sensualidad en la última frase.
¡Y, también te gusta que los pibes te las
chupen?!, pregunté con curiosidad.
¡Seee, que me las chupen y me las muerdan, y
que me peguen fuerte en la cola! ¡Eso te va a encantar nena!, decía, ahora
disfrutando de mi boca en su otro pezón, algo más hinchado que el anterior.
Pero, de repente, gime con una fatalidad que me asustó. Seguro que fue porque
se lo mordí como me lo había pedido.
¡Pará pendeja, vos no pares, seguí chupando y
lamiendo así!, dijo mientras me apretujaba la espalda con una mano. La otra ya
estaba debajo de mi cuerpo, entre sus piernas, sabiendo que mis dientes la
hacían delirar. Yo no entendía lo que hacía, pero ella misma se encargó de
instruirme.
¡Me estoy pajeando Flopina! ¡Perdoname, pero
me re calentó que me comas las tetas! ¡Que ni se te ocurra parar nena, y tomate
la lechita!, me decía al oído. En un momento me hizo lamer el chupete para
pasárselo por las tetas, y entonces lamerlo ella. Durante un rato estuvo con el
chupete en la boca para acallar sus gemidos, los que mi boca le arrancaba de
tantas succiones. Sentía el movimiento de su mano bajo mis piernitas juntas,
que cada vez aumentaba más el frenesí que la torturaba, y que mi sudor no podía
caber en cualquiera de los mares que la humanidad reconozca en un mapa.
¡Te juro que te hubiese puesto así de loquita
si Mariano te las chupaba Flor! ¡Cómo no te animaste a mostrarle el culo
nenita!, me decía, volviendo a retomar sus chirlos, a los que le agregó algunos
rasguños sutiles a mi espalda.
¡Basta mi bebota, que me vas a dejar sin
lechita para la july!, me decía cuando casi termino en el piso, ya que ella
abrió las piernas para frotarse bien fuerte la vagina. Alcanzó a manotearme el
pelo, pero eso no evitó que los ojos se le vuelvan de un color irreconocible,
que la cara se le transfigure en una mueca fantasmal, y que mi boca le muerda
una vez más el primero de los pezones que probé.
¡Ahora vos vas a saber lo que se siente cuando
te chupan las tetas! ¡tomá, Ponete el chupete en la boca para no despertar a
July bebé!, me dijo, sin darme la opción de resistirme. Recién entonces la
observo sin su camiseta estirada, genial para amamantar cuando está de
entrecasa, y que lo único que la vestía era una bombacha blanca, hiper mojada.
¿A ver? ¡A la una, a las dos, y a laaaaas,
tres!, se dispuso a jugar, segundos antes de que sus labios rocen mi pezón
derecho.
¡Yo no tengo ni tetas, ni leche Sofi!, dije,
otra vez sin argumentos.
¡Calladita Flor, que tenés las tetas re suavecitas,
preciosas, como las de una nena dulce!, dijo mientras lamía, chupaba y besaba
mis gomas. Mordió mis pezones por encima de la remerita violeta que me cubría
antes de quitármela, y después me las escupió.
¡Son re ricas nena! ¡Dan ganas de comérselas a
besos, como la colita de la july!, decía, marcándome sus besos por donde
quería. Cuando me chuponeó el cuello, estuve a punto de decirle que me había
hecho pis.
¡Parate arriba del sillón, con un pie a cada
lado de mis piernas! ¡Dale, y no preguntes bebé!, me ordenó imperativa y
decidida. Cuando logré hacerlo, luchando con mi equilibrio, ella me besó la
panza y las piernas. Me olía largamente. Me daba algunas nalgaditas pero un
poco más suaves. Suspiraba cada vez más entusiasta.
¡Flopy, me fascina tu olor, el olor de tu
bombachita, estás, re, creo que te re mojaste nena!, dijo destrozándome la
vergüenza.
¡Te la voy a sacar, porque te excitaste mucho
mi amor! ¡Mirá si se te paspa la colita!, me dijo riéndose divertida,
haciéndome entender que me mojé de calentura. No podía terminar de diagramar en
mi cerebro tanta información.
¡Mirá, agarrá tu bombacha y mirala bien! ¡Fijate
cómo te excitaste lamiéndole las tetas a tu hermana!, me decía, ahora dándome
nalgadas con verdaderos focos de pasión.
¿Querés más lechita Flor? ¿O, querés que te
saque esa calenturita que tenés en la chuchita?! ¡Ahora te podés sacar el
chupete para hablarme!, me dijo con cierto aire de cinismo.
¡No sé qué me pasa So! ¡Tengo mucho calor en
la vagina! ¡Como si me re quemara todo!, pude articular a duras penas. El tacto
de sus dedos por cualquier parte de mi cuerpo por el que anduviese, era como si
encendiera pequeñas hogueras en mi piel, sin explicación.
¡Dame el chupete!, me pidió apretando mi
bombachita contra sus tetas. Apenas se lo di, la vi que lo lamió, que le dio un
beso a mi bombacha y, que entonces resolvió proceder. Primero deslizó el
chupete babeado a lo largo de mi vagina, mientras me besuqueaba las piernas, y
me prohibía cerrarlas.
¡Te gusta Flopy? ¿Esto te calma? ¡Tenés un olor
delicioso! ¡Esta conchita quiere una lengüita me parece!, murmuraba, cuando el
chupete empezaba a inmiscuirse entre mis nalgas rojas por sus chirlitos.
¿Qué pasa flopy? ¿Qué querés bebota? ¿Me dejás
que mi lengua te coma esa chuchita de nena mojadita?!, dijo sin aguardar al
sonido de mi voz. Por eso, de golpe sentí la descarga de su lengua caliente
contra mi sexo, y temí caerme del sillón. Pero sus brazos parecían
multiplicarse para no dejarme caer de ninguna forma.
¡Che, vos decís mucho de la Ju, pero tu olor a
pipí se parece al de ella! ¡Pero no te asustes, que es poquito nena! ¡No te
pongas dramática!, dijo lamiendo mi vagina, jugando con el chupete y un dedito
que parecía buscar mi clítoris. Yo nunca me había tocado, o al menos nunca lo
había sentido así.
Pero lo mejor fue cuando, en un impulso de la
física y la gravedad, logró juntar mi vagina a sus tetas, las que ella misma se
escupió con alevosía. Eso, más la lechita que le goteaba irrefrenable, hicieron
un manjar digno de saborear, en el que mi sexo comenzó a deslizarse, a dar
saltitos y a llenarme de hormiguitas. Ahí sí que me mojé como una tarada.
¡Cómo te ponés Flopy… Re putita… Te encantan
mis tetas chiquita, y a mí esa cola preciosa! ¡No sabés lo que me calienta
verte en bombacha nena! ¡Asíii, movete más, frotate toda, bien pegadita a las
tetas de tu mami nena!, me decía incapaz de decodificar el llanto de Ju que se
había despertado.
¡Uuuuuh, la puta madreeee, qué guachitaaa!,
rezongó cuando se lo advertí. Pero ella no se detuvo hasta encontrar un nuevo
orgasmo, ya que, entretanto su mano volvía a estimular su clítoris. Esta vez
pude reparar en el sonido de los jugos que la colmaban, y al parecer, eran
demasiados. De hecho, mojó todo el sillón.
¡Vamos Flo, ayudame a llevar a la nena a la
pieza! ¡Por las dudas, mejor la seguimos ahí! ¡Digo, antes de que venga
alguien! ¿Te parece?!, me decía levantándose con toda la dificultad. La
bombacha le goteaba imperturbable, y le costaba abrir los ojos. Su olor era tan
penetrante como el del pañal de July, aunque con todas las mariposas de la
seducción a su merced.
¡Lo lindo, es que ahora tengo dos bebés para
amamantar! ¡Y, menos mal que vos ya estás grandecita para pañales pendejita!,
me decía risueña mientras entrábamos a la pieza, con la nena lloriqueando por
la molestia de su pañal sucio.
¡Acá nadie nos va a interrumpir hermosa! ¡Yo
quiero comerte toda esa chuchita, porque vos sos nena y tenés una chuchita!
¡Pero yo soy más grande! ¡Así que a mí me vas a comer bien la concha pendeja!,
me decía mientras me daba nalgadas una vez que me derrumbé en la cama, y me
ponía el chupete en la boca con el sabor de mi vagina para que no le
contradiga. Claro que, primero nos dio una buena porción de lechita a las dos.
July a upa de ella, y yo a su derecha, ambas tan hambrientas como sus ganas de
sexo, desnudas y en libertad sobre la cama!
Fin
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