Bombacha party

Nunca me hubiese imaginado que el séptimo grado, la puerta sagrada a la pubertad, el final de una etapa y el comienzo de otra llena de aventuras me tendría preparada semejantes vivencias. Hoy tengo 19 años, y todavía conservo las mieles que marcaron aquellos tiempos de oro para mis primeras experiencias.
Yo no tenía idea de lo que era una bombacha party, pero según Magalí, la chica que se sentaba conmigo, era una costumbre yanqui, que venía a sustituir a la pijamada. Lo que cambiaba era el vestuario. En este caso, las chicas debían exponerse en bombacha, aunque cubiertas arriba si lo deseaban. Era una reunión de chicas en la que no se podía invitar a chicos. Hablaban de sus cosas, jugaban, comían y bebían, quizás miraban alguna peli, o bailaban un rato. Lo que sea por un momento de diversión.
Pero apenas terminaron las vacaciones de invierno, mi amigo Pablo, el gordo Álvaro y yo nos encontramos con el mismo papelito doblado en la cartuchera. Una invitación más que sugerente.
¡Esto es un secreto absoluto! ¡Las chicas te elegimos para que vengas a nuestro bombacha party, este sábado a las 21, en la casa de Pame! ¡No faltes!, decía la hojita, y en el dorso estaban escritos los nombres de las que asistirían. Eran 8 pibitas, entre las que no podía faltar Magalí.
Esa nena fue mi novia por ese tiempo, pero antes de las vacaciones cortamos, porque a ella le gustaba otro chico. Cosas de pendejos tontos. En el fondo ella no me atraía tanto como Sofía, una rubia de ojos verdes que ni me registraba, pero que me dejaba ser su espectador de lujo cada vez que se iba a sentar, al mostrarme sin suponerlo como se le veía la bombacha marcadita en la calza, ya que compartía el banco que yo tenía en frente con Laura, una gordita re divertida.
Laura y Sofía también formaban parte del mini pergamino. Además figuraba Paola, una morocha re tetona para su edad, Abril, la guacha de mejor promedio, Natalia, una coloradita simpática que ya se tranzaba a todos los pibes, y Antonella, la más fea de todas aunque dueña de una boca que nos re calentaba, en especial por lo cochina que era con nosotros cuando la gastábamos.
¿Por qué no me chupan la concha pendejos? ¡Son unos tarados, pajeros y alzados! ¡Yo seré fea, pero ustedes se la pasan mirando chanchadas para tocarse! ¡En cambio yo tengo un novio que siempre me hace lo que quiero!, eran algunas de las cosas que nos decía cuando se encontraba en apuros por las cargadas de los varones. Yo no era de bardearla tanto como ellos. Aún así nunca pudimos comprobar si ese novio existía, y eso la dejaba sin elementos para seguirnos la joda.
Por supuesto, Pamela puso su nombre y apellido como organizadora del evento. Ella era la única que había repetido, y se destacaba de las demás por su terrible cola y sus tetas bien desarrolladitas. Encima tenía una casa híper lujosa.
No fue fácil convencer a mis padres para que me lleven a lo de Pamela. Los padres del resto de las chicas sabían solamente que era un pijama party, y que no habría varones. Todos, salvo los padres de Pame, que mientras su hija se divertía en su habitación, ellos jugaban al truco hasta tarde con sus amigos, fumaban mariguana, bebían y no salían del confortable quincho que se hallaba próximo a una piscina impresionante.
Cuando entré al cuarto de Pame supe por qué sus padres ni se preocupaban. ¡La pendeja tenía una habitación gigante! Había una heladera llena de gaseosas, hamburguesas y salchichas, una mesa con sillas, un televisor inmenso, 2 sillones amplios, un microondas, su cama y otra más, un ventanal al sur, una biblioteca y una compu. Además tenía un baño propio. Todo lo que había en ese segundo piso de la casa era su cuarto, la pieza de su hermano mayor que casi siempre andaba de viaje, y el dormitorio de sus padres.
Pero lo que más me impresionó fue ver a Nati, a Pao y a Pamela en bombacha. Fui el primero de mis amigos en llegar, y algo parecido a una taquicardia emocional me recorrió todo el cuerpo.
Al rato llegaron Anto y Laura. Fue increíble verlas sacarse el pantalón y unirse a las chicas para tomar algo sin el menor prejuicio.
Cuando Pame se me acercó para traerme gaseosa, se dio cuenta que temblaba como un tarado, y me dijo: ¡Qué Pasa nene? ¿Nunca viste a una chica en calzones?!, y se me rió  junto al coro de risas maliciosas de las demás.
Claro que, apenas llegué me senté en un sillón, lejos de ellas. Estaba muerto de pudor, avergonzado y sin saber qué hacer.
Enseguida llegaron Pablo y Abril. Pablo se acopló a mí para ver cómo entre todas intentaban convencer a la pibita de que se saque la pollerita que traía. Le costó tanto que, Anto y Pame la sentaron en una silla y entre las 2 se la quitaron. Pablo estaba tan atónito como yo, y seguro que con las mismas cosquillas en la panza y en el pito, cuando ahora las chicas bailaban sin coordinación ni estilo un tema de Lady Gaga, pero en bombacha y tomadas de las manos, en medio de un concierto de risitas juveniles.
Abril tenía una bombacha violeta igual que la de Pame. Anto y Nati la tenían rosadita, Laura una verde y Pao estaba molesta porque no se pudo poner la que quería. Así que tenía una blanca que se le metía en la cola. Era gordita de todos lados la nena, y eso, al menos a mí me llamaba la atención.
La de Magui, como todos le decíamos, era una bombacha roja con puntillitas. Ella llegó con el gordo, y enseguida Laura la cargó con él. Según ella se tardaron porque se quedaron chapando por ahí. La idea era que Magui se ponga colorada, y que el pibe se haga el agrandado como siempre lo hacía. Pero acá ninguno tenía el valor de nada. Aunque Sofía jamás llegó, teníamos a nuestras compañeras en bombacha, trayéndonos cosas para comer y tomar, jugando a ser nuestras camareras, riéndose entre ellas y encantándonos con sus perfumes, movimientos y miraditas obscenas, en especial las de Anto y Natalia.
Al rato todos veíamos una película, calladitos como en un cine. Aunque nosotros 3 no podíamos dejar de mirarlas. Yo no tuve forma de detener al tremendo derrame de semen en mi calzoncillo de tanto mirarle la bombachita a Laura, que estaba sentada en un puf con las piernas abiertas. Mientras la observaba me rozaba la cabecita del pito sobre la ropa con un dedo, y a esa edad no es posible controlar tales estímulos. Mis compañeros ni se dieron cuenta. Pero yo me sentí raro, observado, y empecé a pensar que lo mejor sería irme a casa.
No podía comprender cómo Álvaro se quedó dormido, ni por qué Pablo estaba meta jugar con su celular. Mis hormonas parecían asfixiarse entre tanto alboroto de nenas sin pantalones, y ellos embobados con otras cosas. O tal vez era demasiado fuerte para ellos tamaño espectáculo.
Lo cierto es que, a eso de las 12 de la noche Pamela se dirigió a nosotros y nos dijo: ¡Chicos, no les jode irse a sus casas? ¡Es que, bueno, ahora es el momento de nosotras, y ustedes solo fueron invitados por un ratito!
Sabíamos que no teníamos otra opción, si esperábamos volver a ser parte de otra nueva reunión, tanto como aquello de que era un absoluto secreto. Por eso los 3 nos fuimos en el mismo taxi, que nos iba depositando a cada uno en nuestros hogares, dejando atrás a esas chicas que nos habían robado la cordura.
El lunes y el colegio llegaron con la misma determinación, y fue extraño vernos las caras después de aquel sábado caliente. Pero no debíamos evidenciarles nada al resto de los compañeros, ni a nadie.
Tuvieron que pasar 2 largas semanas para que nuevamente en nuestras cartucheras aparezca el papelito con otra invitación. También sería en lo de Pame, el último sábado de agosto. Esta vez Sofía no figuraba entre los nombres. A nuestros padres le inventamos que era el cumple de Magui, que realmente había sido en el verano. Lo mejor es que se lo creyeron.
Esa vez yo llegué tarde, a eso de las 10 de la noche. Las 7 chicas ya estaban en bombacha, y tanto Álvaro como Pablo comían pizza como sin saborearla. Naturalmente todo se centraba en las cinturas de nuestras compañeras.
Ese sábado fue distinto. No solo nos dejaron quedarnos a dormir. Esta vuelta no hubo películas, porque en lugar de eso hubo juegos. Juegos con prendas, las que mayormente nos imponía Magui o Anto.
Primero jugamos al ahorcado. El que perdía 2 veces seguidas tenía que decir si gustaba de alguno de los presentes y darle un beso en la mejilla. Pablo dijo que le gustaba agustina, una chica del otro séptimo. Por lo tanto no había destinataria para su beso. Pero a Magui se le ocurrió que debía darle un beso a Laura. Pablo no estaba muy de acuerdo que digamos. Pero lo hizo en cuanto Antonella le dijo que era eso, o mostrar el color de su calzoncillo.
Pablo se levantó de su silla y se acercó a Laura para besarle la mejilla. Pero la guacha le puso la boca, y todos vimos una flor de pico, el que fue escoltado por el sincero aplauso de todos.
Laura perdió un par de veces también, y su prenda era la de resistir durante 2 minutos las cosquillas de Pao y de Nati. Fue impresionante oírla reírse como loca, pedirles que paren, enrojecer sus cachetes y, finalmente verla taparse la cara cuando notó que de tanta risa terminó haciéndose pis encima. Las chicas no la dejaron cambiarse, y Pame le decía en chiste que ni loca le prestaría una bombacha suya.
Después jugamos al tuti fruti, y las prendas ahora consistían en meter los dedos en un pote de dulce de leche y hacérselos lamer a la chica que tuviésemos más cerca. Por esa razón los 3 estábamos bien separados entre nosotros.
Otra de las prendas era bailar un tema dance, dejar que una chica nos dé un beso en la boca pero nosotros con los ojos vendados para adivinar quién era la que nos besaba, aguantar la respiración durante un rato hasta que alguna de las chicas lo determinara, tomar gaseosa para prolongar nuestros eructos, dejar que alguna de ellas nos ponga cualquier cosa en la boca para saborearlo y decir lo que era, siempre con los ojos vendados, o morderle alguna parte del cuerpo a la chica que menos veces perdía.
A mí me tocó morderle la cola a la cheta de Abril. Era obvio que ella nunca ib a perder. Pero les juro que apenas me agaché, ni bien las chicas consiguieron ponerla de pie, no sabía qué cosa me oprimía la garganta con mayores argumentos. Tenía el olor de su piel a centímetros de mi inocencia, su bombachita rosa brillante ante mis ojos aterrados, y la boca abierta como esperando la orden de mi cerebro para que actúe primitivamente.
Finalmente le di un mordisco en la cola, y otro encima de la bombacha. A esa altura tenía el pito re parado, y me sorprendía no haberme acabado encima como en la primera visita.
También vi que Álvaro le mordió la cola a Nati, y Pamela a Laura, que de paso se quejó por su olor a pichí. Ahí fue cuando Pame se apiadó de ella y le prestó una bombacha para que se la ponga tras llevarla al baño para que se lave un poco. Encima de eso, tenía que imaginarme a Laurita lavándose la chuchi!
No recuerdo bien cómo fue que me quedé dormido, pero sí sé que casi amanecía cuando ya no podía focalizar la mirada en nada en especial. Laura me dio un beso en la boca antes de dormirse en un colchón inflable, junto con Natalia y Paola. En la cama durmió Magui con Abril, y Pame en su cama. Álvaro y Pablo en el sillón cerca del ventanal.
Recuerdo que antes de dormirme, escuchaba a Magui hablando con Abril, moviéndose demasiado, con mucho énfasis. No entendía lo que hablaban, pero me las imaginaba en bombacha y tocándose las tetas, respirando juntitas, tal vez muertas de ganas por besarse, y en particular a Magui sobándose la vagina sobre su bombacha, y me toqué el pito hasta enchastrarme todo, con todo el disimulo que pude. Echaba de menos que Magui ya no sea mi novia, porque podría haber tenido licencias para tocarla por adentro de su bombacha si se hubiese dado el momento. Y, entonces recordé que una tarde, mi hermana Diana se tiró al lado mío en mi cama, un verano implacable. Mi pieza era la única de las habitaciones que tenía aire acondicionado. Ella pensaría que yo dormía la siesta, por lo que se desplomó solo en bombacha. Yo todavía no había asistido a esas fiestitas, pero sí tenía en mi mente el papelito con el mensaje. Por un momento pensé que alguna de las nenas tendría un bultito de vellos enrulados queriendo escaparse por los costados de sus bombachas, como los tenía Diana. Más tarde comprendí que ella tenía 20 años, que ya era una mujer en su complitud, y que, además no se depilaba porque no andaba noviando. Para ella esas cosas van de la mano. De hecho, estaba insoportable por eso.
Recién por la mañana me di cuenta que Anto no estaba, y fue porque sus padres la vinieron a buscar, ya que tenían un viaje al campo por la mañana. Me la imaginé sentada en el asiento trasero del auto, en bombacha y descalza, al lado de su hermano más grande, y tuve una erección que, solo la notó Laura. ¡Y encima tuve que bancarme su comentario!
¡Eeeepaaa! ¡Me parece que te gustó morderle la colita a Abril nene!, me dijo, sabiendo que estábamos solos, esperando a nuestros respectivos padres.
Nada deseaba más en el mundo que recibir ese galardón en mi cartuchera. Soñaba con eso, con mis compañeras mucho más relajadas que en el colegio, y con que Sofía no vuelva a perderse otra noche.
El último viernes de noviembre Álvaro me mandó un whatsapp con la invitación. Ese día no fui al colegio porque tenía turno con el dentista. Esta vez iríamos Pablo, Lisandro, él y yo. Sofía tampoco figuraba esta vuelta. Pero cada vez pensaba menos en ella. Al fin y al cabo ni me dirigía la palabra.
El sábado no fue tan complicado que mis viejos me lleven a lo de Pame, puesto que todas mis calificaciones escolares eran casi perfectas. Hacía mucho calor, y no me equivoqué al creer que aquello sería un atenuante imperdible.
Lisandro era el más pudoroso de los 4 cuando Pame, Nati, Magui, Anto y Laurita empezaron a bailar mientras una le sacaba el pantalón, la calza o la pollera a la otra para mostrarnos sus bombachitas. Abril se sacó la calcita en el baño sin ayuda de nadie, supuestamente después de hacer pis. Por alguna razón no terminaba de mezclarse con sus amigas. Pero era solo por su apariencia de niña cheta, sabelotodo y malcriada.
De igual forma, Abril lucía una bombachita re metida en la cola, y fue Alvaro el que notó que la tenía más redondita y parada que la última vez que la vimos.
Al rato Laurita sugirió entre risas alocadas: ¡Chicas, hace demasiado calor! ¿Y si, también nos quedamos en corpiño?!
Todas, como presas de un efecto contagio se quedaron en top, en corpiño, o en tetitas, como en el caso de Nati y el de Abril. Ese espectáculo directamente le ordenó a mi pene que no pare de latir, de crecer ampuloso, de mojar mi calzoncillo con esos juguitos rebeldes, y a mis ojos que no se pierdan ni un detalle.
Tomamos gaseosas, comimos unos panchos, hablamos del viaje de egresados, al que Anto y yo no fuimos, vimos unas fotos y, al toque comenzaron los juegos.
Primero hicimos una especie de dígalo con Mímica. Había que descubrir películas, dibujos animados o algún que otro actor. Abril no le pegó a casi nada, por lo tanto se consagró como la perdedora del juego.
Entonces, Anto sacó una bolsa llena de papelitos doblados, y nos explicó paciente: ¡Bueno chicos, cada uno va a sacar un papelito… en ellos está escrito lo que le tienen que hacer a la perdedora… pero mejor vamos pasando de a uno!
Enseguida un concierto de abucheos, burlas y cánticos derrotistas nos condujo a sacar los papelitos. Primero Pablo le vendó los ojos y cumplió lo que decía su consigna. Le puso mayonesa en una teta y se la limpió con la lengua.
Después Magui le hizo oler las zapatillas de Álvaro, que al parecer se destacaba por usarlas mucho, y Pablo le sostuvo la nariz hasta que termine de masticar un cubito de hielo.
A Nati le tocó darle de comer una salchicha con dulce de leche, y Paola le lamió una oreja por espacio de 2 minutos.
El brillo de la carita de Abril acuñaba una mezcla de odio, excitación, ganas de pegarnos y salir corriendo, de echarse a llorar, y miles de sensaciones más. Yo, tuve que acostarla en el sillón y recostarme encima de ella, mientras Magui decía: ¡Bueno gente, como ustedes pueden ver, así se hacen los bebés, cuando un chico se mueve enloquecido arriba de una chica, y la penetra con su pene hasta hacerle pis muuuy adentro de su vagina!
Claro que todo eso era para que todos se rían enardecidos. Pero yo sentía que el pito se me iba a reventar de lo duro que lo tenía, y para colmo Abril podía palparlo contra sus piernas, ya que no llegué a frotarlo en su vulva. Tampoco me iba a animar.
Pame solo le cortó un mechón de pelo, y Lisandro tuvo que esforzarse por tirarle un pedo en la cara. Eso fastidió bastante a nuestra estudiante estrella.
Después jugamos a descubrir canciones y bandas musicales. Pamela era la encargada de poner un pedacito de un video en youtube, y nosotros solo debíamos pegarle al título, a la banda o solista, o cantar una parte de la letra.
Casi todos éramos malísimos en la materia. Pero hubo una nueva perdedora, y esta vez fue Paola. Ahora ella tenía que soportarlo todo.
Primero Anto le hizo comer pan con mostaza y dulce de leche, Álvaro le puso hielitos en la entrepierna encima de su bombacha, y Nati le dibujó un pito con 2 huevitos en el brazo derecho con una lapicera.
Pero lo más insufrible para ella fue cuando Pame la recostó en un sillón para que yo y Lisandro nos dediquemos a lamerle, olerle y chuparle los pies, mientras ella le daba de comer frutillas con una cucharita, hasta que Magui se las empezó a dar de sus propios labios. Los 2 veíamos que a Pao se le mojaba la bombacha mientras tiritaba de risa, se contorsionaba de lo nerviosa que estaba, intentaba persuadir a sus amigas y no paraba de comer frutillas.
El próximo en pasar los desafíos de los derrotados fue Pablo. A él le fue peor porque, debió mostrarles su calzoncillo a las chicas, y no conformes con eso, Abril y Anto quisieron que saque el pito afuera y se lo sacuda para ellas.
Aquello motivó a que Nati y Pame nos pida lo mismo a Álvaro y a mí. Lisandro no quería saber nada. Pero nosotros lo hicimos en cuanto la cheta de Abril nos instruyó: ¡Hey chicos, no vale! ¡Ustedes nos ven en bombacha y en tetas! ¡Lo justo es que al menos nos muestren el pitito!
Todas apoyaron su consigna entre risas acaloradas y sonrojos más que atendibles.
Cuando le vi el pito a Álvaro, pensé que se reirían del mío porque lo tenía hinchado y más grande. No sé si más largo, pero igual me sentía disminuido. Estuve a punto de irme corriendo al baño, o mandarme un fondo blanco de gaseosa. Pero cuando Pao vino para hacerme cosquillas y se me tiró encima en el piso, no pude negarme. Ella misma me bajó el short, y aunque tenía vergüenza por las gotitas de presemen que coloreaban mi bóxer, me puse de pie y saqué mi pito ante la mirada de esas loquitas gritonas. Pao me lo tocó, y Magui se acercó para olerlo. Anto la jodía para que se anime a darle un beso, y la pibita no se hizo ni drama. Ese beso me llevó a flotar de emoción. Ahora yo también lo tenía duro, más grueso y húmedo que antes, y ahora con brillito labial de mi ex novia.
Cuando miro a mi derecha, Álvaro y Anto se comían a besos, apretados contra la heladera, y ella tocándole la pija. En el sillón Paola y Lisandro chapaban de lo lindo, y Laura se reía de algunos videos graciosos con Natalia, las 2 con las bombachas casi por las rodillas. Esa vez no pude dejar de inspeccionar lo hermoso que eran esas vaginas sin vello, chiquitas, aunque la de Lauri sea más prominente, y llenas de un brillo especial, acaso por el flujo que la excitación que nuestros juegos les propiciaba.
Entonces, Magui quiso recrear viejos tiempos conmigo. Solo que ahora estaba encendida, ruborizada y tal vez con las mismas hormiguitas en el vientre que las mías. Por eso me empezó a comer la boca mordiendo mis labios como desesperada, jadeando suave pero rítmica, dejando que mi mano se introduzca adentro de su bombacha para tocarla y friccionando su cola en mis piernas.
¡Ya te salta la leche nene? ¿Te pajeás a la noche vos? ¿Te gusta mi bombacha? ¿O se te para más con la de Laurita? ¡Esa es una gordita sucia, y se hace pis encima cuando te mira nene! ¡La voy a cagar a piñas!, me decía mientras me besaba.
Pero entonces, y como éramos pendejos inmaduros, inexpertos, repletos de mariposas pero incapaces de seguirles el vuelo por tanta inocencia, enseguida volvimos a jugar todos juntos. Todas las parejitas se disolvieron, pero no así nuestros ratones.
Cuando quisimos acordar, la madre de Pamela entraba al cuarto de su hija, adormilada y con el rostro detrás de un manto de ojeras anocheciendo.
Fue terrible cómo zafamos! Creí que sería más dura, que reaccionaría de la peor forma al vernos con ella y sus compañeras, todas apenas en bombacha. Pero parecía no tener demasiadas fuerzas, o nos ignoró por completo, o ni se dio cuenta.
¡Chicas, ya son las 9 de la mañana! ¡Ya es muy tarde para andar en calzones! ¡Duerman un ratito, que al mediodía las llamo para almorzar!, fue todo lo que dijo antes de cerrar la puerta y desaparecer como una sombra espectral.
Después de esa noche, no volvimos a reunirnos. El colegio terminó, y con él nuestras credenciales para asistir a ese mundo perfecto, plagado de bombachitas con olores, colores y texturas distintas. Las que desfilaban para nosotros con esas nenas acaloradas, tiernas, juguetonas y con ganas de enseñarnos lo que ni ellas sabían. Pero estaba buenísimo!   Fin

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