Esa noche llovía, como casi todos los días
previos a mi cumpleaños. Siempre pensé que el universo no me quería mucho. Era
una noche normal. Solo que, mi hermana había viajado con su marido a Uruguay,
en una especie de nueva luna de miel, debido a que no estaban pasando por sus
mejores momentos. Me encargó a mi sobrina Noelia durante su ausencia, y no
podía decirle que no. Además la pendeja es un sol conmigo. Me hizo sentir que
soy su tía preferida desde los 13, cuando me secreteó de su primer beso. Ahora
tiene 16, y a pesar de que no es una alumna modelo, no es muy complaciente con
sus padres y que le cuesta hacer caso a los adultos, es muy compradora, alegre,
solidaria y de buen corazón.
Ese sábado nos habíamos organizado muy bien.
Ella se ganó la salida al boliche con sus amigas después de mostrarme que había
terminado con los prácticos para la escuela. Era el tercer día que la tenía en
casa, y no se podía estar del despelote que dejaba a su paso.
Por mi parte, yo aprovecharía su noche de
diversión para juntarme con Araceli, y encamarnos como hacía tanto tiempo lo
necesitábamos. Digamos que, ella es una amiga con derecho. Algo así como el
refugio más potable para mis ganas de sexo. No soy de comprometerme demasiado, pero
con ella tenemos piel, química y mucha pasión. Nadie me hace acabar como ella,
con esa lengua y esos besos fragantes, húmedos y tentadores.
Cuando Noelia al fin se tomó el taxi, le envié
un sms a mi cachorrita para decirle que ya podía venir a casa. Supongo que
Noelia sospechaba que soy lesbiana, pero nunca se dio el momento para
charlarlo, y por alguna razón prefería mantenerlo así. Sabía que Noelia no iba
a juzgarme. Pero no estaba segura si entendería mi condición.
Araceli llegó más que urgente, mojada por la
lluvia y perfumada hasta las medias. Ni bien entró nos comimos a besos, nos
franeleamos descubriendo nuestros cuerpos palpitantes, nos quedamos en tetas
para olernos, reconocernos como leonas en celo, para chuparlas y fregarlas unas
contra otras, y nos empezamos a perseguir por la casa, a medida que nos íbamos
desvistiendo. Parecíamos adolescentes desatadas.
La verdad, ni pensamos en cenar. Abrimos unos
vinos, picamos unas milanesas que me quedaron del mediodía, hablamos de Noelia
cuando ella encontró un corpiño en el piso del baño, y la puse al tanto de su
situación a mi cuidado. Volvimos a besarnos en el sillón, ya en bombacha y
dispuestas a franelearnos para arder como leños en un incendio forestal. Me
comía los pezones como si mañana algún destino nos arrancaría el placer de
disfrutarnos, y yo le frotaba el clítoris duro como nunca, mientras me celaba
de mi propia sobrina, medio en chiste.
Quisimos parar un poco, ya que teníamos toda la
madrugada a disposición. Así que vimos una peli, y entre que charlamos se nos
hicieron las cuatro.
Ahí fue que Ara me dijo: ¡Vamos a coger negri!
¡Estoy que vuelo, y quiero comerte esa conchita!
Íbamos rumbo al cuarto, cuando suena el timbre
de mi departamento. Me asusté, y lo primero que pensé es que el ascensor pudo
haberse trabado. Esto era gravísimo, ya que en el edificio había mucha gente
mayor, y algunos impedidos. Tal vez el encargado venía a solicitar mi ayuda.
¿Quién es? ¿Es usted don Juan?!, pregunté
exaltada, esperando escuchar una voz masculina. Sin embargo, la voz de una
chica intenta explicarme con cierto desorden: ¡Señora… mire… su sobrina, la Noe está… bueno, tomó mucho, y está
complicada!
¡La trajimos en un taxi! ¡Pero no se preocupe,
que está acá abajo, con nosotros!, dijo la voz de un mocoso que parecía más
asustado que la chica.
No lo pensé. Bajé el ascensor en bombacha como
estaba, abrí la puerta del edificio, y sentí cómo la mirada del flacucho me
hacía radiografías gratuitas, especialmente en mi culo, y cómo la chica
intentaba calmar a Noelia, que lloraba casi sin lágrimas, y que tenía la
calcita empapada.
¡Se hizo pis en el taxi señora… yo le dije que
faltaba poco para llegar, pero no pudo más la pobre!, dijo la rubiecita. Les
agradecí, les di plata para que puedan tomarse algún otro taxi, y como pude me
cargué en brazos a Noelia para subir el ascensor y por fin recostarla en la
cama de una plaza que estaba a centímetros de la mía, donde ahora Araceli
permanecía sentada, expectante y en calzones.
¡Vestite nena, y tapate!, le dije entre
dientes mientras acomodaba a Noelia tras descalzarla. ¡Me había costado un
triunfo lavarle la cara!
Le pregunté mil veces si quería vomitar, qué
carajo había tomado o mezclado, por qué no tiene autocontrol, si estaba
mareada, o si no prefería darse una ducha. Ella casi no me respondía. Solo
gesticulaba con la mirada avergonzada. Ni siquiera dejó que le quite la calza
meada.
Decidió meterse así nomás a la cama. Gemía
sofocada, se daba vueltas para todos lados y respiraba fuerte, cuando entonces
yo la vigilaba desde mi cama, mientras Araceli me franeleaba su pubis en la
cola. Ambas en calzones. Estábamos excitadísimas, y ella más desde que le vio
las tetas a Noelia.
Se desató de repente, y mientras me besaba la
espalda, el cuello y los hombros sin abandonar sus apoyadas, empezaba a
persuadirme:
¡Nena, esa pendeja está deliciosa! ¿Segura que
no te tienta comerle esas lolitas? ¿Le cambiaste los pañales a esa bebé
loquita? ¿La viste amamantando, o desnuda acá en tu casa? ¡Debe tener la
conchita bien rosada, jugosa! ¡Mmmmm, se me cae la baba!!
Cuando le confié que una vez me pajeé oliendo
su corpiño mientras ella se duchaba, me bajó un poquito la bombacha y me dijo
al oído: ¿Y, acabaste chancha? ¡Dejame tocarte la concha, y pensá que esa nena
está borrachita, a lo mejor fumada, y hecha pis, como una nena! ¿No te
calienta? ¡Levantate putita, olele las tetas, tocáselas, y sacale la calcita!
Le dije que estaba chiflada, y entonces,
comenzó a endulzarme lamiendo mis orejas, saboreando mis pezones, y sorbiendo
uno a uno mis dedos.
¡Dale negri, tenés a la bebé bien relajadita!
¡Andá a cambiarla que mañana el olor a pichí, si tomó alcohol va a ser
imbancable!
Pero como no le di el gusto, ella se levantó
sin escuchar mis intenciones de conservar la cordura. Tampoco fui capaz de
detenerla.
Araceli la destapó, le acarició las tetas
desnudas, le abrió la boca con un dedo, le lamió los labios impotentes, le dio
un chuponazo en la mejilla, acercó su cara a su entrepierna y la olió.
Noelia reaccionó recién cuando empezó a
lamerle los pies.
¿Te gusta chiquita? ¿Te calienta esto?!, dijo
Araceli en voz alta para despertarla del todo.
¡¿Tía, quién es esta mujer? ¡Decile algo!,
jadeó Noelia, aunque abrió los ojos con prisa y me pidió que prenda la luz.
¡Soy Araceli chiquita, una amiguita torta de
tu tía! ¡Y quedate tranquilita, que te va a encantar! ¡No sé si tanto como la
pija, porque, a vos te gustan los machos! ¿No?!, dijo Araceli, sin hacerme
caso. Yo le pedía que la corte, que tendríamos problemas si todo pasaba a
mayores. Pero Noelia colaboró para que Ara pueda quitarle la calza, y le abra
las piernas cuando empezaba a tener chuchos de frío. Araceli la tapó, pero se
le sentó al lado para acariciarle la cara, mientras le decía: ¿Qué mierda tomaste
pendeja?!
¡No sé… de todo! ¡Y además fumé un faso re
rico… y encima cogí con dos pibes en el baño del boliche!, dijo reponiendo los
colores de su aura mi sobrina, increíblemente en manos de mi amante.
Salí disparada de la cama tras oír su
confesión, pensando en un discurso para reprenderla, o ponerla en su lugar.
Pero Araceli me hizo callar
¡Tranqui Vivi, que la nena está creciendo, y
se le están desarrollando estas tetitas de nena dulce!, le decía con voz de
maestra jardinera mientras se las palpaba con ambas manos, pegando su cara al
hueco de sus senos.. Noe gimió un par de veces, y apretaba las piernas.
¡¿Y qué te hicieron esos hijos de puta
chiquita? ¿Te soltaron toda la leche en la vagina? ¿Te hicieron doler?!, le
dijo luego acercándose a su boca.
¡Cerrá la boquita mami, y los ojitos!, le
instruyó, y la guacha le pasó la lengua por sus labios apretados, por la
naricita y el mentón.
¡¿Te encanta la pija Noe? ¿Te gusta tragarte
la lechona, que te toquen las tetas esos degeneraditos?!, le decía al oído
jugando con sus pezones rosados luego de humedecer sus dedos con mi saliva. Me
encantó que me los haga chupar, y que me pida que mire bien de cerquita todo lo
que le hacía.
¿Te hiciste pis en el taxi? ¿O en el boliche
nena? ¡Decime la verdad!, la acusó.
Noelia dijo que fue mientras uno de los pibes
le puerteaba la cola.
¿Y te culeó ese guacho? ¿Te duele mi amor?!,
averiguó mi descarada amiga.
¡Nooo, no me la metió porque yo no quise! ¡No
soy tan puta señora!, respondió Noe. Araceli le dio una cachetada mientras le
reprochaba: ¡No seas mal educada pendeja, y no me grites! ¡A ver, chupame los
deditos nena, como si fuera una pija! ¡Quiero ver cómo petea la sobrina de mi
putita favorita!, le decía, a la vez que hundía uno y otro dedo en la boca
descolorida de mi niña.
Noelia se los chupaba, se tocaba las gomas
solita, y dejaba que la otra mano de Araceli le separe las piernas.
¿Así chupa pijas la nena? ¡Mirá Vivi, y
tocate!, dijo como hincada en el paraíso mi chica, embelesada por las tetas de
su presa.
Pero todo quedó en suspenso después que Ara
deslizó: ¡Supongo que te cuidaste boludita! ¿No?!
Noelia tuvo un pequeño instante entre que le
devoraba los dedos a Araceli y suspiraba visiblemente excitada, y sacudía las
piernas para sacarnos de aquel trance que parecía perpetuo, cuando dijo: ¡No me
cuido, porque hace cuatro meses que estoy embarazada!
Juro que no supe a cuál de todos mis estímulos
atender primero. Quería cagarla a trompadas. Necesitaba razones, o algo que
sostenga tamaño desenlace. No quería que Ara sea partícipe de ese secreto, y a
la vez tenía ganas de cogerla y de que me coja.
¿Cómo que hace cuatro meses? ¿Qué hiciste
Noelia?!, le grité al borde de revolearle lo que sea.
¡Sí tía! ¡Pero mami no lo sabe, y te pido que
no se lo cuentes por favor! ¡Es de Maxi, un chico con el que cogemos siempre!
¡No me importa si se hace cargo o no, pero yo lo quiero tener!, explicó el
desatino de una pendeja que, de haber sido mi hija hubiera recibido unos
cuantos recortes y ajustes a sus libertades. Mi hermana le había soltado la
mano muy rápido para mi gusto. Yo siempre se lo remarqué, y por eso nos
peleamos un par de veces.
¡Tranquila Vivi, no te pongas mal ahora! ¡Y
vos nena, sos una tontita, una calentona, y una descocada! ¿Vés lo que te pasa
por coger con los nenes? ¡Vos tenés que comerle la boquita a las nenas, como
vos, que tienen tetas, y una conchita como esta!, le decía Araceli casi encima
de su cuerpo como en cuatro, comiéndole la boca y ocultándole la mano derecha
bajo su bombacha blanca para que le toque la concha.
¡Dale nena, tocame la conchita! ¡Meteme los
deditos, y jodete si estás embarazada! ¿Viste, cómo terminó tu sobrina Viviana?
¡Hecha pichí, borrachita, drogada y preñada! ¡Y todo por no enseñarle los
placeres que puede dar una mujer!, decía Araceli, intuyo que buscando dañar mi
psicología.
Pero yo me pajeaba como una enferma, y no pude
negarme cuando me ordenó: ¡Sacate la bombacha, y que tu sobrina la huela! ¡Vení
nena, dale, pajeate al lado de la carita de esta perra, y que te vea!
Noelia gozaba, porque Araceli le fregaba la
rodilla en la vulva, porque sus dedos derrotaban a la abundancia de jugos que
seguro se multiplicaban en su sexo, porque entre sus bocas había un río de
baba, mordiscos y lamidas obscenas, y porque ahora la nena olía mi bombacha, y
yo me pajeaba con una pierna flexionada sobre la cama, para ofrecerles un mejor
panorama de mí.
¿Querés acabar chiquita? ¿Quién de las dos
querés que te saque el pañal, nena cochina?!, le preguntó con autoridad Araceli
mientras le escupía las gomas para friccionarlas junto a las de ella.
¡Quiero que las dos me saquen la bombachita
con la boca, y que las dos me coman la concha! ¡Porfi, no puedo más!, concluyó
entre jadeos y gemidos acelerados mi pequeña, y entonces las dos cumplimos con
su súplica impostergable.
Yo atrapé entre mis dientes el elástico
derecho y Ara el izquierdo, para poco a poco empezar a llevar su bombacha a sus
pies. Ahí nos detuvimos, porque las dos necesitamos deleitarnos con el sabor de
sus talones, sus deditos, sus plantas sudadas y sus pantorrillas. Eso a Noelia
la sumía en un estado de éxtasis que no le permitía hacer otra cosa más que
pedirnos que nos la cojamos con todo.
¡Mmm, qué olorcito a pis tiene la grandulona,
la embarazadita, la rapidita del boliche, pero la que se mea como una nena de
la villa!, le decía Araceli aproximándose a su vulva.
¡Mirá Vivi, no te pierdas esto negrita!, me
alertó mientras le abría los labios vaginales. Yo entretanto me frotaba la
bombacha de Noelia por el clítoris.
¡Mirá bombona! ¡Todavía tiene restos de semen
la cochina! ¿Me dejás probarlo pendeja?!, dijo Ara con su olfato embriagándose
de lujuria.
No esperó su respuesta, pero me dejó hundir mi
pulgar en su vagina para que luego lo saboree ante sus ojos ensoñadores. Entonces,
me conformé un buen rato lamiéndole las tetas a mi sobrina, mientras ella
comenzaba con su ritual preferido. Le lamía desde el ombligo al culito, se
detenía en su clítoris para sorberlo sin omitir gemidos, le adentraba la lengua
en la vulva y se maravillaba con el sabor de sus jugos mezclados con el semen
que el pibe le había descargado impiadoso.
Noelia jadeaba, se retorcía de placer y le
pedía que le roce el agujerito de la cola, que le escupa las piernas, y a mí
que le muerda los pezones. Araceli me trató de cagona porque no me animé a
chuparle la conchita.
¡Sos una tarada Viviana! ¿Te vas a perder el
sabor de tu sobrinita? ¡No sabés lo rico que tiene el clítoris la guacha!, me
gritó sin ponerse colorada.
No sé cómo fue que las dos, de repente la
besábamos en la boca, al tiempo que Araceli me pajeaba, y yo dejaba que mis
dedos chapoteen en la vulva de mi nena, en medio de un sinfín de palabritas
sucias.
Araceli le pidió que le chupe las tetas, y yo
que me lama las manos. Eso me sofocaba casi tanto como las fricciones de los
dedos incansables de mi divina perversita en mi clítoris cada vez más hinchado.
En eso, Araceli me dejó adivinar sus
intenciones, y no estuve tan de acuerdo.
¡Querés chuparnos la conchita? ¿A tus dos tías
nenita? ¡Y después te hacemos mierda con los consoladores que tiene tu tía!, le
dijo mi amante a la pendeja, casi mordiéndole una oreja.
No sé por qué, pero no quería que las cosas
llegaran tan lejos. O, tal vez, quería resguardarme todos sus sabores, olores,
texturas y locuritas para disfrutarla yo solita.
Ahora Noelia sabía de mi condición, y eso me
excitaba más que nada. Y más cuando, después de que le pedí a Araceli que la
corte, poniendo como excusa la cantidad de alcohol que había ingerido Noelia,
nos sumimos en un sexo desaforado, tierno aunque poco elegante, y muy sucio.
Convertimos casi sin quererlo a Noelia en
nuestra espectadora de lujo, en nuestra musa inspiradora o en la dedicatoria
más sincera. Y ella, nos lo agradecía tocándose toda, lamiendo nuestras
bombachas y haciendo resonar los jugos de su conchita cuando se penetraba con
los dedos, y se frotaba la cola con los talones. Nosotras, en la cama grande la
veíamos impresionadas, mientras un consolador unía nuestras vaginas para darnos
un goce inesperadamente majestuoso. Las dos estábamos con los culos enfrentados
y en cuatro patas, apretándonos las tetas, y sin dejar de observar a Noe, que
en especial nos pedía que nos movamos más rápido.
Araceli le sacaba la lengua, le tiraba
besitos, y le decía que la próxima vez que vuelva borracha a casa no se iba a
contener, y me insistía para que la nena nos coma la argolla.
Al rato las dos estábamos acostadas de
costadito y enfrentadas, cada una con la vulva de la otra en la boca. Ara me la
mordía y lamía como nunca, y yo me volvía loca con sus flujos que parecían
clonarse cuando le rozaba el clítoris con la lengua. Gemíamos alborotadas, nos
pegábamos en el culo con determinación, nos hacíamos acabar una y otra vez, nos
colmábamos las bocas de jugos vaginales y nos los escupíamos por todos lados.
De repente vimos que Noelia se tapó con su
acolchado de peluchito, y que los ojos se le cerraban sin obedecerle a sus
ganas de seguir mirándonos. Entonces, nuestra motivación se diluyó. Por lo que,
ni bien Ara acabó luego de un rato de frotarme la conchita contra las tetas,
decidimos descansar un poco. El sol ya nos saludaba tibiamente por entre las
cortinas, y el sueño nos fue conduciendo de a poco a un mediodía confuso en la
mirada de Araceli, turbulento en la piel de mi sobrina, y muy nítido para mi
cerebro.
Araceli se fue, ni bien me ofreció sus
disculpas por lo ocurrido la noche anterior. Noelia no recordaba nada. Por eso,
tipo 3 de la tarde, la esperé a que termine de tomar un cafecito para
destaparla, mirarla y reconocerme enamorada de su desnudez! Fin
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Cafecito nacional de Ambarzul para mis lectores nacionales 😉
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