En el secundario había algunos atributos imposibles de no admirar con ojos de lujuria. El cuerpo bien trabajado de Luciano, la joven promesa del semillero de Huracán de Parque Patricios, la cabellera rubia hasta la cola de Luisiana, los chistes con doble sentido de Daniela, las gomas infartantes de Ruth, los ojitos azules de Santiago, la boquita de mamadora de Juliana, los perfumes deliciosos que usaba Natalia, y el besuqueo de Romina y Paula, la primera parejita de lesbianas del curso. Después hubo otra más entre Ruth y Camila. Además, resultaba imposible no soñar despierta con los bultos de Ramiro y de Pablo cuando andaban calientes. ¡Parecía que se iban a quedar sin pantalones los guachos!
Pero lo mejor de todo era la cola alucinante de Sabrina. Nadie se resistía a manoseársela, apoyarse en esos globos firmes, bien paraditos, grandiosos y casi siempre arropados bajo calcitas que se esforzaban por no soltarlos al viento. Eso sin contar la cantidad de fotos que le sacábamos.
Sabrina fue la única de nosotras que se tranzó a todos los pibes del curso. Tuvo 3 novios, y hasta se encamó con una amiga de su hermana mayor. Según ella, lo hizo por curiosidad, y para no quedar como una cagona ante las insinuaciones de la chica.
Sabri no sólo era dueña de esa cola majestuosa. Tenía lindas tetas, una sonrisa atrevida, una voz sexy, unos labios carnosos, unos ojazos negros y un color tostado en la piel que llenaba de envidia a las tontas que tomábamos sol, y solo conseguíamos ardernos como carboncitos. Recuerdo que, en esos tiempos, cuando nos juntábamos en casa o en la de Cami para luego ir todas juntas a educación física, se nos volvía un ritual mirarle esa cola desnuda mientras nos cambiábamos. Verla en vivo y en directo, a pesar de que yo y otras chicas nos definíamos como heteros, nos regalaba un cosquilleo muy intenso. Estoy segura de que a todas nos pasaba lo mismo. La que no se lo tocaba se lo pellizcaba, le daba una nalgada, un azote con alguna prenda, o se lo acariciaba. Ruth se babeaba sin limitarse ante nosotras, y en ocasiones hasta le dio un buen mordisco. A Sabri le encantaba que se lo admiren, y que las lesbis del grupo deliren con esa cola. A la guacha le encantaba generar celos tontos entre las parejitas de aquellos tiempos
Los años pasaron. El secundario se esfumó como todos los ratones que Sabrina supo edificar en chicas y varones. No nos volvimos a ver, ya que cada uno tomó el rumbo que el destino nos tenía preparados. Yo solo mantenía lazos con Juliana y Camila, quienes fueron mis compañeritas desde el jardincito. Ellas y yo estamos en cuarto año de derecho, y por lo que sabíamos, Ruth trabajaba en una veterinaria. Del resto ni noticias. Actualmente salgo con Mariano, uno de los chicos que atiende el bufet de la universidad, y por suerte estamos muy bien. July sigue buscando el amor en cuanto sitio de internet existe, y Cami está a 3 meses de casarse.
Justamente July fue la que empezó a rastrear los Facebook de todas las compañeras que tuvimos desde tercero a quinto, y un día nos reunió a Cami y a mí para contarnos que tenía planeado una juntada de chicas. En ese café nos contó que Sabri está más perra que antes, que Natalia fue mamá y que Luisina trabaja para la policía federal. Cami no parecía tan entusiasmada con la idea de July. Pero en cuanto ella murmuró: ¿de verdad no tenés ganas de verle la colita a Sabrina?!, pareció convencerse, y hasta ofreció su casa para dicho encuentro. Es que, seguro que la conchuda quería invitar a los varones. Pero la cosa era tener una noche solo de chicas.
Habían pasado 5 años. No podíamos imaginarnos al resto de las chicas tan distintas a como las dejamos en los pasadizos del colegio. Pero por suerte, a dos semanas de nuestra noche esperada, todas dijeron que asistirían. July saltaba por las paredes de contenta. Yo me ocupé de comprar bebidas, y July de conseguir mariguana. Casi todas fumábamos. Cami se ocupó de amasar las mejores pizzas del mundo, las que le conocíamos muy bien. A nati le dijimos que podía traer a su bebé si no tenía con quién dejarlo, ya que Cami le acondicionó su cuarto para que descanse. No queríamos que nadie se pierda semejante momento.
El día llegó. Estaba templado cuando July y yo llegamos a lo de Camila. Fuimos las primeras en tocar el timbre. Pero, enseguida apareció como un espectro sombrío la silueta de Daniela, quien no tardó en largar su primera ocurrencia apenas nos vio.
¡siempre las mismas chupamedias ustedes! ¡me parece que les corté el mambo! ¡delen chicas, piquito, piquito entre las tres!, dijo en medio de carcajadas, abrazos, suspiros por el paso del tiempo y, esa alegría de reconocernos tan estúpidas, graciosas y compinches.
Enseguida Cami abrió la puerta y las 3 entramos para abrazarla. Ahí sí que entre las 4 nos dimos un piquito. Es que, Daniela nos denseaba tanto que, no hacerle caso era peor. Yo me sentí rara, y a juzgar por el rojo intenso de las mejillas de July, ella también lo advirtió. Pero todo quedó ahí nomás.
A los minutos llegó Nati, y todas nos re embobamos con su gordito precioso de 7 meses. Estaba dormido, pero en medio de nuestro alboroto se despertó, y entonces Nati tuvo que sentarse para amamantarlo. Le dijimos que no tenía de qué preocuparse, pues, Camila y Juliana estaban con las pizzas, y nosotras con Dani arreglábamos todo lo demás. Pero entonces, algo volvió a sacudirme. No podía entender por qué razón mis ojos se perdían en ese acto tan natural del bebé sorbiendo el pezón de mi amiga. Tenía unas tetas divinas, y creo que se lo dije a modo de chiste. Eso, sumado a que Dani me pellizcó la cola para que me apure a doblar las servilletas de papel me estaba empezando a regalar sensaciones encontradas.
Ruth, Paula y Romina llegaron juntas. Dani estuvo rapidísima en poner un tema dance para recibirlas, y entre todas hicimos una ronda para abrazarnos, saltar y bailotear entre grititos de un júbilo que no nos cabía en el pecho. Paula estaba híper flaquita y teñida de colorada. Romi se había puesto una calza que le dibujaba una empanada gloriosa entre las piernas, y se perfumó demasiado, como nos tenía acostumbradas. Ruth conservaba la misma picardía en la mirada, y estaba chocha con su remera escotada. De hecho, ni bien dejó su cartera en el rincón donde todas las depositábamos, justo entre un calefactor y una lámpara de pie, se sacó la remera, y las miradas de todas le atravesaron el corpiño rojo que traía.
Nati debió interrumpir la alimentación de su bebé, y ni siquiera se cubrió las gomas para sumarse a nosotras. Vi claramente que a Ruth le brillaron los ojitos como luciérnagas en celo entre las tetas de Nati. Tuve que darle un codazo para que no lo hiciera tan evidente.
¡mirá cómo le chorrea la leche, y qué hermosas gomas tiene la muy perra! ¡me encantaría que sea mi mamita, y me dé la teta un ratito!, me dijo la descarada al oído, mientras yo la chistaba para que se calle. Otra descarga extraña me invadió con mayores argumentos, porque encima la cochina me pasó la lengua por la oreja, poniéndome nerviosa, diciendo ahora más bajito: ¡imaginate si eso fuera semen! ¡vos te le tirarías a chuparle las tetas culeadita! ¡como si no conociera tu prontuario de petera!, y estalló en una carcajada que les llamó la atención a Nati y a Camila.
¿qué pasa guachis? ¿en qué andan ustedes?!, dijeron casi al unísono las chicas, y yo me puse coloradísima.
¡nada, nada che! ¡estábamos jugando un ratito!, dijo Ruth, justo cuando la Dani bajaba la música.
¡seguro que la Ruli te miraba las gomas Na! ¡te apuesto lo que quieras!, le dijo Cami a Natalia, que volvió al sillón para alzar a su bebé. Ya estaba casi dormido. Por lo que prefirió llevarlo al cuarto de Cami para que descanse mejor. Cuando regresó, la Dani ya había abierto una cerveza, y Ruth prendió un porrito para hacerlo girar entre todas. La única que no le dio una pitada fue Paula. Se excusó con eso de que estaba sin novio, y como hacía más de seis meses que no se la ponían, si fumaba se iba a querer coger hasta al viejo decrépito del portero de su edificio. Todas nos reímos escandalosamente, diciéndole cosas como: ¡aaay, pobrecita ella, la nena no coge, no tiene novio la monjita, y bien que te movía cualquiera en la escuela!
¡che Cami, hay que preparar tu despedida de soltera mami!, dijo la Nati luego de tomar birra de mi vaso, y todas estallamos en un ¡huuuuuuu!, bien agudito, aplaudiendo y haciendo ademanes de strippers, tamaños de pijas y esas cosas.
¡síiii boludaas, ni hablaaar! ¿alguien conoce un pub alternativo que esté bueno, y que no nos mate con los precios de los tragos?!, preguntó Camila, acomodando la primer pizza en la mesa. Ruth mencionó algunos boliches. Dani se ahogó con la tremenda seca que le dio al porro. Paula me contaba que por el momento cuida niños en una casa de gente con guita, y que está estudiando para maestra jardinera. Dani hablaba re entusiasmada con Nati de unas series de Netflix. Cami, Romina y Juli bailaban entre ellas muertas de risa, acordándose de algunos boludos del secundario, y de los pibes que no pasaron por sus camas.
¡es terrible boluda! ¡pero el guachito nunca me dice cuando quiere pis, y se mea encima! ¡ya tiene 4 años, y la enferma de la madre le pone pañales ni bien llega del trabajo! ¡aaah, pero eso sí! ¡yo soy la culpable de no llevarlo al baño y enseñarle!, me explicaba Paula con un enojo inocultable.
¡yo al melenudo ese no me lo cogí! ¡pero a su hermanito le chupé la pija en el baño de profesores! ¿se acuerdan?!, decía Romina, brindando con Juli y con Cami, que no paraban de tirar pasos.
¡es buenísima, porque el chabón puede leer los recuerdos de todos, y comprueba que su vida fue una mierda! ¡y la tecnología es parte importante en toda la serie!, le compartía Nati a Daniela, después de quejarse porque a veces su bebé la interrumpe en lo mejor del capítulo.
La Ruli, como su madre le decía a Ruth, se me sentó al lado ni bien Paula se fue al baño, para seguir regando la semilla que ella misma germinó en mi interior.
¡qué hermosas tetas tiene la zorra Vani! ¡no me podés decir que no!, me dijo bajito acariciándome una pierna. En ese momento me di cuenta que Juliana también le miraba las tetas a Nati, mientras Cami y Romi traían otra cerveza, Gancia, hielo y unos palitos salados a la mesa.
De repente todo junto. Paula volvió del baño, Daniela rompió un vaso sin querer, y sonó el timbre como un balazo en la noche.
¡será la Sabri che?!, preguntó Ruth con un dedo entrando y saliendo de su boca para que Paula se ría con estrépito.
¡che, qué onda Vani? ¿qué tienen mis tetas que vos y la Ruli me las ojean tanto?!, nos increpó la Nati.
¡ella también te las mira putitis!, le previno Ruth señalando a Juliana. Otra vez el timbre, y entonces Cami la mandó a Daniela para que abra la puerta. Ni bien la llave giró en la cerradura, la oímos gritar, y acto seguido una voz grave de mujer nos alertó en seco.
¡arriba todas! ¡soy policía! ¡así que, la que se resista a ser requisada termina en la comisaría! ¡vamos basuras, muevan el culo! ¡debería darles vergüenza la baranda a porro que hay acá!, decía Luisina mostrándonos una pistola, poniendo cara de mala, pero al fin con una sonrisa cada vez más evidente en sus ojos azules. Todas nos habíamos puesto de pie por las dudas. Ninguna le había reconocido la voz, acaso por el paso del tiempo.
¡ya está Dani, cerrá la puerta corazón! ¿se asustaron perritas?!, dijo después, dejando su arma debajo del montículo de carteras. Todas nos echamos a reír, la abrazamos y la re puteamos por el cagazo que nos hizo pegar. La única que no se asustó fue Juliana. Al parecer la muy zorra sabía que Luisina tenía preparado su ingreso triunfal.
¡hay chicas, no me puteen, que ahora soy policía, y las puedo arrestar eh!, decía la muy caradura, ni bien la Juli le dio un vaso para que brindemos todas juntas.
¡la Pao no viene porque está a full con un final de psicología! ¡la Pipi tampoco, porque, para mí que el marido la tiene re castrada! ¡y la Anto, por ahí cae más tarde!, nos explicó después de jurarle a Natalia que la pistola estaba descargada, y que todo era parte del show. De repente arrinconó a paula contra la pared y la palpó por todos lados. Fue re gracioso escucharla resistirse, pedirle que no la manosee, y eructar por el fondo blanco de birra que se había mandado segundos antes.
¡che piba, con el hambre que tengo, y vos con esta empanada de concha en la calza!, le dijo Luisina mirándolas a todas, y la dejó en paz para manotear una porción de pizza.
¡perdón che, pero vine re cagada de hambre!, dijo Luisina con la boca llena, en el exacto momento en que Paula se sacaba la calza tras pedirle permiso a Camila. ¡Lo que nos sorprendió fue que no tuviera ropa interior la conchetita! Todas la deliramos, y Ruth se le sentó al lado en el piso, diciéndole: ¡mmm, qué rica nena que me encontré! ¿estás solita?!, y acto seguido se encajaron un chupón que, al menos a mí me hizo estremecer.
Seguimos bebiendo, fumando y comiendo, ahora con la música un poco más presente, en medio de un calor cada vez más excitante. De hecho, Juliana se había quedado en corpiño, y Romina, Daniela y Ruth se habían mojado las remeritas. Camila tenía un vestidito suelto, y la bicha de Ruth fue quien notó que no tenía bombacha, porque la veía ir y venir de un lado al otro, y ella seguía pegadita a Paula, ambas en el suelo.
¡heey, no sabíamos que se habían encamado ustedes, tortolitas!, les dijo Camila cuando Ruth se arrastraba por el piso, persiguiéndola para levantarle el vestido y demostrarnos que tenía razón.
En ese momento vi que Pauli, la chica diez del curso se metía los dedos en la concha disimuladamente, apretando las piernas para ocultar dicho espectáculo, con los ojos cerrados y los labios semi abiertos. Pero Daniela reaccionó rapidísimo para sacarla del trance que la abstraía.
¡sacate la mano de ahí cochina! ¿qué te pasa pibita? ¿querés hacer pis?!, le gritó revoleándole la calza que había dejado en el apoyabrazos de uno de los sillones. Paula no supo que decir, justo cuando todas exclamaban groserías estridentes, porque Ruth había logrado su cometido.
¡mírenle la cola a la Cami chicas, que no se puso bombachita para cocinarnos a nosotras!, le decía Ruth todavía en el piso como una serpiente venenosa, abriéndole y cerrándole las nalgas. Yo no lo soporté más. No sé qué me impulsó a hacerlo, pero me levanté del puf con un cosquilleo intenso en la panza, me acerqué a ella, me arrodillé y le di un beso en cada nalga.
¡te salieron re ricas las pizzas Cami!, fue lo único que pude decirle en cuanto las taradas hicieron silencio.
¡huuuu, comele la cola Vaniii!, me gritó Ruth.
¡sí nena, parece que se formó otra parejiitaaa!, dijo Nati mientras Daniela se reía con la irritabilidad de siempre.
¡mordele la cola guacha, imaginate que es el culo de la Sabri!, me arengó Luisina que no paraba de lastrar. Todas ignoraban que yo adoraba la cola de Camila, que desde el primer año la acompañaba al baño y entraba con ella, especialmente para ver cómo se bajaba la ropa para mear, y luego se la arreglaba para salir. Esa cola me hacía soñar despierta, aunque nunca fantaseé con ninguna otra chica. Me moría de vergüenza, y encima, ahora la humedad de mi bombacha me calentaba como la puta madre. ¡Me ardía todo el cuerpo!
¡eu chicas, qué onda loca? ¿a qué nos juntamos al final? ¡parece que andan todas re alzadas!, dijo la Juli haciendo esfuerzos por no eructar.
¡Vos callate, que me estás mirando las gomas desde que llegué! ¿qué pasa mami? ¿te anda faltando lechita?!, le retrucó Nati, y un nuevo coro de silbidos, abucheos y obscenidades le enrojeció el rostro a Juliana.
En eso el timbre vuelve a ser protagonista exclusivo. Ninguna tomaba el riesgo de abrir. Cami tenía miedo que fuera algún vecino por el griterío del que no éramos totalmente consientes.
Entonces, una voz de locutora nos conmovió cuando nos susurró repleta de sensualidades: ¡hola preciosas! ¿me estaban esperando?
Ni bien la puerta se cerró trágicamente, y Cami olvidó sus miedos, todas rodeamos a esa escultura femenina, con los ojos brillosos de felicidad, y escoltada por un culo magnífico, tal vez más voluptuoso que en nuestros días de secundario.
¡viniste putita! le dijo Ruth a Sabrina, recorriéndole la oreja con la puntita de la lengua, después de encajarle un pico bastante ruidoso.
¡bienvenida mi amor! ¡y vos también mi vida!, le dijo Romina nalgueándole el culo a Sabri, y estrechándole un beso en la mejilla, como si les hablara a dos personas diferentes.
¡estás re linda! ¿cómo hacés para tener ese pedazo de culo? ¿qué comés guacha? ¡che, obvio que tus chongos la deben pasar re bien por ahí, ¿no?!, decíamos las demás entrelazando nuestras voces, rodeándola para seguir saludando a sus tesoros de ensueño, y a ella.
¡Hey, Pauli, ¿por qué no viniste a saludar a Sabrina?!, le preguntó Nati, frotándose las tetas, vaya a saber por qué. En ese exacto momento, sucedió lo que jamás me hubiese esperado. Sabrina me encajó un tremendo chupón, sabiéndome distraída. No sé por qué lo hice, ni por qué se lo permití. Pero el contacto de sus labios de un rojo intenso en los míos me sacudió como para que todas mis estructuras se derrumben con el peso de mis ratones mejor guardados.
¡Che, el chico de la facu te come la boca como yo bebé?!, me dijo la muy turra, ahora lamiéndome los labios con su lengua chiquita, ágil y con la frescura de la menta del chicle que segundos antes se retiró de la boca.
La Romi, Daniela, Juliana y Cami nos miraban atónitas. A nosotras, y a Ruth que le acariciaba las tetas desnudas a la Nati, mirándole los labios como un cazador a su presa más preciada, y murmurándole algo que no alcancé a oír. En ese momento sonaba el tema Music de Madonna, casualmente el preferido de Sabrina, y Juli entonces le subió el volumen para verla mover el culo. Pero de inmediato lo bajó para interrogar a Pauli que seguía sentada en el suelo, como escondida debajo de unos dibujos exóticos que había en la pared.
¡chicas chicas, escuchen, la Pauli se hizo pipíiii! ¡y ahora le da vergüencita levantarse a saludar!, nos reveló Juliana, y todas nos acercamos a ella para delirarla. Cami se atrevió a abrirle las piernas para constatar que aquello fuera cierto, y Ruth hasta le olió las manos.
¡vos te measte porque te estabas pajeando, no chiquita?!, le dijo la Sabri, meneando su cola oculta bajo una calza con dos pompones, uno en cada glúteo. La Juli puso de pie a Pauli medio a los sacudones, justo cuando Ruth y la Nati se dieron el primer piquito, y Camila le daba cerveza de la botella a la Dani, la más reticente de todas a experimentar.
Yo me acerqué a Paula y le subí la remera para tocarle las tetas. No daba más de la calentura, y esa especie de inocencia que aparentaba la guachita me derretía. ¡Y más sabiendo que se había meado por tocarse!
¿qué pasó morocha? ¿tanto te calentó el culo de la Sabri? ¿te quisiste cortar solita, no te aguantaste más, y te re pajeaste?!, le decía desencajada, mordiéndole las tetas por encima del corpiño.
¡si me vas a morder las gomas, sacame todo mami!, murmuró con su vocecita de nena de mamá, y entonces le arranqué el corpiño. Creo que ni se lo desabroché. Ahora Madonna volvía a hacernos vibrar los cuerpos, mientras mi boca le devoraba los pezones duritos a Paula, y una de sus manos me sobaba la cola. A mi alrededor la Nati le ofrecía sus tetas a Ruth, que ya se paseaba en una bombacha roja divina, y Luisina revisaba a la Dani, que se la quería sacar de encima a toda costa. Pero finalmente la loca empezó a gemir cada vez más conforme con las sobaditas que nuestra policía atrevida le confería a su sexo y a sus lolas. Paula no me dejaba avanzar. Yo quería besarla, bajar a su conchita para lamerla toda, limpiarla como una perra a su hijita para atenuarle ese olorcito a pichí que me desquiciaba.
Pero, entretanto, en el centro del living Sabrina amagaba con bajarse la calza, y Cami, Romi, la Nati y la Ruli casi le suplicaban para que lo hiciera de una vez.
¿Cuántos te largaron la lechita en ese culo mami?!, le preguntó la Nati, mientras se le caían hilitos de leche de las tetas, y Ruth estaba al acecho para lamérselas. Sabri le dio una pitada a un finito que armé antes de llegar, nos pidió a todas que hagamos una ronda sentaditas en el piso, como en el jardincito, y que nos tomemos las manos. Cuando vieron a Paula totalmente desnuda, las locas aullaron como gatas por los techos. Incluso Ruth le dio una nalgada re fuerte, la Nati le puso una teta en la boca, y la Cami se agachó para olerla, diciendo a la vez que se incorporaba: ¡mmm, tenés olor a pichí mi vida! ¡por ahí la Nati te puede prestar un pañalcito de su bebé! Y otra explosión de carcajadas resurgió de nuestra sinceridad.
La ronda que pidió Sabri se concretó enseguida. Por lo tanto, la yegua empezó a bailar en el medio, bajo nuestras miradas lascivas, grititos, movimientos de hombros al ritmo de Michael Jackson, los besitos que le tiraban Ruth y Juliana, y alguna que otra mano de cualquiera de nosotras estirándose para tocarla. Ella se nos alejaba y esquivaba tales manoseos. Pero nos ponía cara de ramera, se tocaba las tetas, tomaba cerveza de una latita para que le chorree por el mentón, se descalzaba y se despojaba de su camisita. Cuando tiró el corpiño pensé que me quedaría sin cuerdas vocales por mis gritos, y sin oídos por el estruendo de las demás.
¿Quieren mi culo pendejitas? ¿están calentitas? ¿quieren manosearle la cola a la Sabri mis amores? ¿extrañaban esta cola sentándose arriba de sus manitos en la escuela?!, nos preguntaba con cinismo, flexionando las piernas para que sus globos perfectos queden a la altura de nuestros rostros ardientes. A todo le decíamos que síiiii con pasión. ¡Yo no me podía ni mover de la calentura que tenía! La Juli se metió una mano debajo de la bombacha y dijo que la tenía re empapada. Eso le valió un piquito de Ruth, el que Cami llegó a retratar en una fotito que le sacó con su celular.
¡Hey chicas, pero no se hagan pis como la Pauli, por favor, que esto no es el jardincito!, dijo poniéndole el culo en la cara a Paula, que se estremeció y gimió atontada, haciendo el cuerpo para atrás, como no creyendo en lo que se le ofrecía. Después le franeleó la cola en las tetas a la Nati, como si quisiera sentarse sobre ellas.
¡Esa lechita nunca se la dieron a mi cola Natu!, le dijo, y después le imploró que le muerda uno de los pompones.
Cuando llegó mi turno me pidió que le pegue en la cola y que le chupe el otro pompón. La Romi fue la que le mordió la cola a través de la calza, y se ligó una buena manoseada en las tetas de la Sabri, que cada vez parecía más excitada.
La Cami le arrancó los pompones con los dientes y le fregó toda la cara por el culo, mientras Sabrina se sostenía la calza de la cintura para que no se le caiga del todo. La Dani le mojó la cola con lo que le quedaba de birra en su latita, y después se puso a sorber la tela mientras se le colgaba de las piernas, como para no dejarla ir.
¡chicas, les juro que no puedo más! ¡estoy muuuy caliente!, dijo Sabri a media voz cuando ahora la Ruli le azotaba la cola con un libro, y se la pinchaba con un palillo, que ya no era parte de la picadita de queso y jamón que había traído Paula. A Juliana solo le pidió que le deslice los dedos por la zanjita, en la que su calza comenzaba a hundirse para admiración de todas. Ella fue quien sugirió que a lo mejor la Sabri no se había puesto bombacha.
Entonces la Cami se levantó de la ronda y se subió el vestido para mostrarnos la cola desnuda a todas, aunque en particular a Sabri, y a Juliana.
La Dani tuvo que extender las piernas para que la cola de nuestra Venus al rojo vivo aterrice sobre ellas, se las franelee y le regale algunos brinquitos, mientras se le enrojecían los cachetes y se le caía la baba. Daniela ahora no se resistía en absoluto.
¡eeepaaa chicaaaas, le digo que, si le estrujo la bombacha a esta culeada, se nos inunda toda la casa!, nos dijo Luisina con una mano enterrada en la entrepierna de Sabri. Con la otra le metía el caño de su pistola entre las nalgas, amenazándola con encajarle un tiro si no se relajaba.
¡tengo que revisarte mami, porque esta cola es una terrorista, y anda suelta!, le decía la guacha ahogando las súplicas de Sabrina para que al fin la suelte.
En eso la Juli se nos desunió para bajar la música, y la Romi le tironeó la calza a la Sabri para que finalmente nos exponga todo el resplandor de su culo perfecto, decorado con una tanguita negra que se le perdía irremediablemente. ¡Seguro tenía más de 110 la cabrona! Las ocho nos lanzamos al ataque como impulsadas por un resorte invisible, y nos dispusimos a besar, manosear, azotar, pellizcar, adorar con nuestras pupilas encendidas y a rozar esa cola que no paraba de menearse. Nos empujábamos para no perdernos ni un pedacito de esa piel sedosa, con algunas pequitas, y cada vez más repleta de nuestras marcas. Juliana se la escupió, y Romina le untó el salivazo hasta por las piernas. Ruth fue quien comenzó a tironearle la tanga hacia abajo, y cuando al fin se deslizó hasta sus rodillas, Luisina y yo nos encomendamos a lamerla toda. Era exquisito el olor de su intimidad en esa tanguita empapada, y más terrible se me tornaban los entrechoques de la lengua de Luisina en mi boca, puesto que las dos no cedíamos ni un milímetro para darle lugar a la otra. ¡No sé cómo no se la rompimos con los dientes de tanto tironeársela! ¡De hecho, Luisina me mordió el labio y todo!
Entretanto Sabri gemía, decía cosas como: ¡aaaay, chicaaaas, las amooo, hagan lo que quieran con mi culooo, son re putitas nenaaaas, unas calentonas reprimiiidaaaas!, sorbiéndole los pezones a la Nati.
¡callate putona, y tomame toda la lechita zorra! ¡siempre me calentó ese orto que tenés perra!, le decía la Nati, ahora totalmente desnuda. En cuanto Luisina se percató de ese detalle, se prendió a las piernas de Nati, le palmeó el culo y se dispuso a chuparle la concha, jadeando con una sed que le asfixiaba los pulmones. ¡Yo no lo podía creer! ¡Tan recatada que parecía en su rol de madre y novia fiel!
Cuando me levanté de golpe, una vez que me recuperé del mareo por mi brusquedad al sacudirme, vi que Romina y Daniela le mordían la cola a la Sabri, se comían la boca y se alternaban para darle golpecitos en la vagina. A la pibita le brillaban los pequeños pelitos que decoraban su orificio sagrado, y varias gotitas de flujo comenzaron a salpicar sin destino alguno. Paula se masturbaba mientras la Ruli le comía las tetas y le manoseaba la cola a la Nati, y Daniela sacaba fotos con mi celu. Entonces me prendí a las tetas de Sabri para mamárselas, sin saber de quién era exactamente la mano que me bajó el pantalón y dejó que sus dedos avancen por entre el elástico de mi culote para comenzar a moverse en mi vagina. Gemí por la sorpresa y la calentura que me nublaba todo.
¡basta pendejas! ¡ya! ¡ahora mismo! ¡quiero que se saquen todo! ¡a lo sumo, quiero verlas en bombacha!, dijo Sabrina, sacándonos de encima y revoleando su tanga por el aire. En eso descubro que Camila y Juliana estaban amojonadas contra el calefactor, comiéndose con unos besos de lengua que podían oírse en toda la casa, frotándose las tetas y agarrándose bien fuerte de sus respectivos culos. Cami tenía el vestido enrollado en la cintura, y Juli la pollerita subida. Apenas me acerqué las oí ronronearse sin preocupaciones.
¡Me volvés loca pendeja, te juro que amo tu sonrisa, y esa cola bien paradita que tenés!, le decía Camila a Ju, que se quejaba por lo violento de sus pellizcos en las nalgas.
¡decile que no a ese tontito, y encamate conmigo! ¡o casate, dejalo que te rompa la concha y el orto, y después nos garchamos en tu camita, cuando él no esté!, le reclamaba Juliana, antes de chuponearle una goma.
¿y vos Vani? ¿qué onda boluda? ¡vení, sumate!, me dijo Camila agarrándome de un brazo para encerrarme entre ellas. Nos manoseamos entre las tres, nos comimos las bocas, y jugamos con nuestras lenguas a morderlas, a tocarnos la nariz, a lamernos los mentones y a tirarnos el aliento después de tomar tragos de birra. Juliana me sacó la bombacha y se la hizo oler a Cami, quien no perdió el tiempo y me empezó a sobar la chuchi hasta meterme dos dedos para moverlos.
¡Acabá perra, sucia, estás re mojada putitaaa!, me decía Juli al oído, nalgueándome con todo, retorciéndome los pezones y lamiéndome la oreja. Al mismo tiempo Cami aceleraba el ritmo de sus dedos, me frotaba el clítoris y friccionaba su vagina caliente contra uno de mis muslos. Era inevitable acabar como lo hice, luego de gritarles que eran unas pendejas alzadas. Le dejé la mano toda cansada y empapada a la Cami, que ni dudó en lamerse hasta la muñeca. Recién ahí nos dimos cuenta que Sabrina estaba echada sobre la mesa con los pies en el suelo, las pompis relucientes hacia arriba, y con el resto de las chicas dándole órdenes como a una esclavita.
¡dale zorra, comé pizza, comete todo que esa cola tiene hambre!, le decía Ruth, deslizándole las uñas por la cola y la espalda, mientras Daniela le abría los cachetes para ponerle cubitos de hielo entre ellos, Romi no le permitía apoyar las tetas en la mesa, y Paula le daba pedacitos de pizza en la boca. De todos modos, la cara de Sabri estaba sobre una fuente llena de porciones cortadas. Enseguida nosotras nos sumamos. De repente, Camila le dijo a Paula: ¡Hey, aprovechá que la tenés así para hacerle chuparte las tetas!
Pauli ni lo pensó. Una vez que Sabri tragó se sentó en una silla para alternarle sus pezones con algunas aceitunas. Yo fui la que sugerí volcarle cerveza en la zanjita, y resultó un verdadero éxito. Enseguida nos pusimos a lamerle las piernas, la cola, los pies, y todo rincón en el que hubiera gotas de cerveza, luego de que Luisina le vacíe dos latas en el culo. Sabri gemía, pero no podía hacer nada con las manos. Solo sostener a su cuerpo para que sus gomas resplandezcan como toda su figura ante nosotras.
Luisina le dio tres chirlos que la hicieron tiritar, diciéndole: ¿al Mauri le comiste la pija con este culo putita?!
Sabri no respondió. Mauri era el pibe al que Luisina siempre le tuvo ganas, pero nunca pasó nada entre ellos. ¡Yo no podía creer que estuviese resentida por eso todavía!
Paula le cedió la silla a la Ruli, quien se puso de rodillas sobre ella y apuntó su concha a la boca de Sabri.
¡Ahora me vas a sacar la calentura putona!, le dijo, y la agarró de los pelos para que ni se le ocurra retroceder. Cami, Juli y yo nos pusimos detrás de Ruth para ver cómo la lengua de Sabri se escabullía entre sus labios vaginales, mientras Luisina y Daniela le castigaban la cola con sus manos y un cinto, le escupían el culo y se lo presionaban con los dedos. Al lado de la mesa, Pauli se enternecía tomando la leche de las tetas de Nati, quien a su vez le mordisqueaba las gomas a Sabri.
¡síiii, mordeme más fuerte putaaaa, y chúpenme el culooo pendejas suciaaas, y la conchaaa, porfiii, no sean asíii!, decía Sabri, cada vez que dejaba de lamer y chuparle la chucha a la Ruli, que gemía cada vez más transpirada.
¡boluda, me re excita que tengas olor a pis! ¿siempre te meás cuando te pajeás?!, le dijo Nati a Paula, encendiendo acaso la fantasía más perversa que la Ruli pudiera atesorar. de pronto dijo, justo cuando Sabri empezó a lamerle el clítoris: ¡te voy a mear toda la carita, por trola, por culona y por lame conchaaa!, y luego de un par de chupones intensos la muy zorra se hizo pis, sin esperar autorización de Sabrina, ni de ninguna de nosotras. A esa altura Juli me comía las tetas, y Camila se había agachado para chuparle la cola a Juli, que no controlaba el rigor de sus dientes, y por poco me lastima los pezones.
Luisina alzó a Ruth para pegarle en la cola, la sentó como si la estuviese poniendo en penitencia, le ató las manos atrás de la espalda, y se arrodilló en la silla para ofrecerle su conchita peluda a la boca de Sabrina.
Romina apareció de pronto, blandiendo en la mano un pene de unos 16 centímetros. Cami la miró como el orto. Pero enseguida Romi la suavizó cuando dijo: ¡perdón Cami, por revisarte los cajones! ¡pero lo necesitábamos! ¡yo necesito una pija en la concha urgente!
Camila salió despedida de entre nosotras. Le sacó la bombacha a Romina, la revoleó en el mismo sillón en el que la Ruli purgaba su castigo, le escupió la conchita y se la empezó a penetrar con el chiche, mientras Juliana le pegaba en la cola.
¡Cogela toda a esta puta, es una villera de mierda!, le gritaba la Ju, y Cami se envalentonaba con mayores euforias. Paula y Nati se comían a besos tiradas en el suelo, y Luisina gemía con la lengua de Sabri revolviéndole la vulva. Ahora Daniela tenía el culo de Sabri para ella sola. Por eso se lo besuqueaba entero, se lo quemaba con cigarrillo para luego calmarle la quemazón con los labios, o con algunos cubitos de hielo, le metía la lengua entre las nalgas, y de repente se lo empezó a succionar con todo. La Sabri ahora gemía más agudo, ahogada por los jugos de Luisina navegando en su boca, y pidiendo que alguien se apiade de su vagina.
Camila me hizo lamer el pito de juguete con el que le sacó un terrible polvazo a la Romi, y corrió para empezar a someter a esa cola lujuriosa. No llegaba a penetrarla siquiera que Sabri aullaba con el celo en la garganta, sin dejar de succionar las mieles de Luisina, que la zamarreaba de los pelos.
Juliana ahora le pedía a Ruth que le chupe la concha, sin desatarle las manos. Para eso la pibita se le recostó encima, y mientras la Romi le sostenía los pies hacia arriba, entre las dos comenzaron a darse placer con sus lengüitas. La Ruli debía permanecer sentada por orden de Luisina.
¡basta boludaaa, que me meoo, me hago piiis, sacame eso del culooo, o cogeme más fuerteee!, le imploraba la Sabri a Camila, que ya había logrado perforarle el culo con el pito de mentirita. Luisina le acababa en la boca, y la hacía lagrimear al sujetarla con violencia de los pelos para que se trague todo su orgasmo retenido, y su rencor por lo que jamás pasó con Mauricio. ¿acaso esta tarada estaba re creída que la Sabri se lo cogió de verdad?
¡síiii, meate toda putita reventadaaa!, le gritó Camila, y Sabrina no se hizo desear, mientras la Dani y yo nos saboreábamos las tetas.
¡las tenés perfumaditas nena!, me dijo la zorra clavándome los dientes en uno de los pezones. De inmediato vi que la Nati se levantó del piso tras escuchar que su bebé lloraba en la habitación. Paula también se incorporó, y como las vi tomarse de las manos para ir juntas, las seguí. Algo me decía que se les pasaba alguna cosita rara por la cabeza.
¡dale zorri, y te doy lechita!, le dijo la Nati sobándole el culo, sin disimular que la olía con ternura. Una vez que las tres entramos en la pieza, la Nati le revisó el pañal al nene, se lo quitó para higienizarlo, le puso otro y se recostó a su lado para darle el pecho. Pauli y yo comenzamos a acariciarla, mientras ella nos explicaba que cuando el gordi se hace pis no puede evitar despertarse, y de la única forma que vuelve a dormirse es con unos buenos sorbos de la leche de su mami. Yo le miraba la cola a Pauli, y ella me miraba las tetas.
¡te quiero coger!, le dije imperativa a la pendeja, sin saber si había metido la pata. Pero lo cierto es que el deseo que había en nuestras miradas era carbón en pleno incendio.
Por suerte el bebé se durmió sin demasiados preámbulos. La Nati se levantó de la cama, y entre las tres nos empezamos a besar como enamoradas. Nos recorrimos por completas, nos reconocimos tan hembras como calientes, y de repente, en un momento ella le chupaba el culo a Pauli, y yo la conchita. Nuestras lenguas se encontraban toda vez que emergían de esos canales húmedos, y volvían a hacer gemir a Pauli, que se apretaba los pezones como poseída.
¿Querés que te dé la teta pendeja roñosa?!, le preguntó Nati, alzándola en sus brazos, sabiendo que estaba próxima a su clímax. Los ojos de Paula eran dos misiles de odio. Pero al fin se dispuso a succionarle las tetas, mientras Nati le nalgueaba la cola, y yo le acariciaba la concha, regocijándome del sollozo que no sabía manejar gracias a su orgasmo trunco. Entonces, la Nati intensificó cada vez más los chirlos en su cola, pidiéndome que yo solamente le sople la vagina, que se la escupa y que apenas pose uno de mis dedos en su orificio para hacerla desear. La Nati le hacía provechitos, se las ingeniaba para frotarse la concha en el colchón, y con uno de sus pies me rozaba la vulva al tenerme arrodillada casi entre las piernas de ambas. Paula tiritaba cada vez más. Se ahogaba con la leche, y un par de veces hasta eructó con fuerza. Los roces del pie de Nati en mi conchita ya se habían transformado en frotadas deliciosas, y los jugos que manaban de la vagina de Paula nos desesperaba a las tres por igual. Nati le hizo oler el pañal de su bebé a Paula y después a mí. ¡Menos mal que solo era pis! Tuve unas ganas inmensas de mearle el maldito pie que me torturaba. Hasta que, en un arrebato, tomé valor y encerré su dedo pulgar y algún que otro dedo más entre mis labios vaginales, mientras le cogía la conchita a Pauli con un dedo. No sé cómo fue que nuestro orgasmo se sincronizó tan perfectamente. Las tres acabamos en el mismo segundo. Nati, supongo que por la terrible mordida que Pauli le hizo a su pezón, y porque además yo le chupaba los dedos de la mano. Paula, imagino que, por los azotes de Nati, y por mi labor en su vagina. Y yo, gracias a los aromas de esa pendeja, y a la fricción de ese pie que supo encontrar mi punto de placer casi sin proponérselo. Naturalmente la Pauli se nos volvió a hacer pipí ni bien su orgasmo comenzó a relajarnos, y no pudimos más que comenzar una nueva batalla de chupones, caricias y besos por todos los rincones de nuestros cuerpos complacidos.
Tal vez fue que el silencio de la pieza nos aturdió, o que estábamos exhaustas, o que debíamos respetar el sueñito del gordi. La cosa es que nos dormimos al menos una hora, abrazaditas y encimadas al lado del bebé. Cuando salimos de la pieza, Daniela tenía una venda en el pie por culpa de un vidrio del vaso que ella misma había roto sin querer. Romina estaba casi dormida. Según la Ruli había vomitado dos veces. Siempre el porro y la birra le pegaron para el carajo. La Ruli estaba abrazadita a Sabrina, hablando del secundario.
¡Luisina se fue porque la llamaron de la casa! ¡parece que algo pasó con su madre!, nos explicó Daniela. Juliana y Camila, bueno, digamos que estaban cogiendo de lo lindo en la pieza real de Cami.
¡estaban re alzadas las pendejas! ¡para mí siempre se tuvieron ganas!, dijo Sabrina, abriendo las piernas como si bostezara, exhibiendo una conchita deliciosa.
¡che Pauli, date una ducha mi amor, que ese olorcito a pichí, me hace acordar cuando íbamos al primario!, le dijo la Ruli, y se metió dos aceitunas a la boca. La Nati decidió ir a descansar con su bebé, al menos hasta que empiecen a circular los colectivos. Ninguna de nosotras tenía auto.
De repente, mi cabeza daba vueltas, ni bien me senté en uno de los sillones.
¿te acordás boluda? ¡fue tremenda orgía la que te mandaste! ¿esa fue la primera vez que estuviste con minas?!, le preguntaba la Ruli a Sabri. Los gemidos de Juli transgredían la intimidad del cuarto, y Daniela se quejaba de vez en cuando por el corte de su pie. Pauli se tiró encima de mí, y se quedó dormida un ratito antes que yo. Recuerdo que me dijo: ¡me encantó cómo me comiste la conchita! ¿querés que mañana cojamos en mi casa?!, y acto seguido bostezó, con el olor de sus orgasmos en la piel para ensoñar en mis brazos. Solo me desperté cuando escuché un gemido. Al mirar a mi derecha vi que la Ruli le estaba haciendo la cola a la Sabri. Juro que me calenté como una yegua. ¡Pero tenía encima de mí a un angelito con las mejores tetas que pude haber imaginado, y no pensaba serle infiel, al menos esa noche! Fin
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