Mi nombre es
Atilio, pero desde pequeño mis primos me bautizaron maxi. Nunca supe bien por
qué. Desde entonces en el barrio, mi grupo de amigos, en el colegio y, hasta la
familia de mi esposa me llama así.
Tengo 32
años, soy medio bajito, colorado con rulos que se revelan al viento, ojos
negros y bastante entrador con las mujeres. Estoy casado pero me gustan las
trampas, y gracias a mi profesión de técnico en informática me hice de una
buena clientela a través de una web muy modesta que subí a internet, y por los amigos
que con el boca a boca me daban popularidad. No son fáciles los primeros pasos.
Por eso me compré una motito y le di mucha prioridad a los servis a domicilio.
La gente últimamente busca resolverlo todo discando un número telefónico.
La primera
casa que visité fue la de un matrimonio. ¡Los boludos no sabían siquiera
instalar un antivirus! Los dos fueron muy correctos conmigo. El flaco me hizo
un café, me dio unas magdalenas y hasta me regaló un atado de puchos en cuanto
pregunté por un kiosko para luego ir a comprar.
Ella, una
rubia de anteojos negros, gordita pero con unas tetas terroristas ante mis pupilas
me hacía caritas, mironeaba mi labor y me preguntaba cosas de mi mujer cada vez
que el marido iba y venía por la casa. ¡Hasta me dijo que tenía cara de mal
atendido cuando le confié que estoy casado con una diosa!
La pareja
feliz necesitó de mi servicio un par de veces más. Una fue por un problema en
la placa de audio y otra porque la grabadora no funcionaba. En esta última
oportunidad, casi sin quererlo descubrí a Alejandra agachadita y muy entusiasmada
tirándole la goma a su marido. La vi por el hueco de la cortina movediza por el
viento, desde la ventana del living que da a la calle gracias a que llegué diez
minutos antes.
Ale tenía
sus anteojos como una vincha en la cabeza, un corpiño negro y una bermuda que
le estrangulaba su cola perversa. No quise molestar, por lo que esperé a que el
tipo le vuelque toda la chocolatada en el medio de las tetas, haciendo una
espesa pasta de semen y saliva en el corpiño de la muchacha cuya lengua me
hacía soñar despierto, y en cuanto ella se puso de pie toqué el timbre.
Naturalmente
atendió él, nervioso y perdido. Entramos y me llevó al escritorio para reparar
la máquina. Me dijo que salía a buscar puchos, pero que Ale vendría de un
momento a otro. Así fue nomás… apareció en remera y bermuda, diciendo que
estaba a full con la limpieza. Yo me reí, y me nació decirle:
¡Vos sos
medio mentirosita me parece! ¡Te vi, y la aspiradora de tu boca debe ser fatal
guacha!
Intuí terrible
cachetazo, pero ella se me tiró encima, me pidió que le pegue en ese culo
gordito, y me desprendió el short para sacar mi pija y metérsela sin más en la
boca. ¡Cómo me la mamó esa gordita por dios!
No duré
mucho porque el tipo estaba al caer. Pero sus dientes, su saliva, sus
atragantadas y la forma que tenía de pasársela por la cara me hicieron enlecharle
toda la remerita.
Después de
eso ale me mandaba mensajes por boludeces. Pero como nunca quiso concretar para
coger por aquello de la fidelidad todo quedó en la nada.
Una tarde
fui a lo de una amiga de ellos. Ale les había dejado mi tarjeta, ya que eran
dos hermanas, y les habló de mis 19 centímetros de pija. ¡Y lo mejor de todo es
que eran más gordas todavía!
Mi mujer es
perfecta. Se cuida demasiado. Siempre está perfumada, depilada, luce una figura
envidiable y coge muy bien. Pero me hartó su fanatismo por las dietas, y su mal
humor cuando alguna no surtía los resultados esperados. Además, siempre me
obsesionaron las gorditas. Supongo que por las fantasías que mi tía Inés me
regalaba cuando era gurisito.
En efecto, cuando recibí el llamado de las amigas de ale fui como tiro a
la dirección que apunté. Me atendió Roxana, una morochona de unos 27 que olía a
fritanga porque estaba cocinando, de pocas palabras pero de sonrisa fácil, con
ojos negros, pelo semi corto y unas tetas que me pararon la pija al borde de
taladrarme el mentón. Entré, me dio una notebook, un vaso de soda y me dijo:
¡esa es la compu de Xime, y según ella no sirve más!
Sonrió, sacó al perro al patio y me preguntó si me quedaría a comer.
Afuera la noche armaba flor de tormenta y yo andaba en moto. Pero no respondí.
Ella me hablaba desde la cocina mientras yo revisaba la máquina:
¡Che, ale me habló muy bien de vos; es confianzuda la negra, y está media
avergonzada por no poder acostarse con vos, y bue, quiso que te lo diga!
Yo me reí, le dije que es una neurótica y que su marido no puede ser tan
boludo, aunque todavía no sea un cornudo completo.
¡Yo por suerte no estoy casada!, aclaró ella, y enseguida gritó:
¡Ximenaaa, dale, bañate que ya comemos!
Yo le expliqué que la compu estaba apestada de virus pero que había
solución, y ella sentenció:
¡Y sí, mi hermana es una chancha de mierda… todo el día meta bajar porno
anda!
Recordé que ale tenía en su compu un par de videos terribles, y se los
conté.
¡Bueno roxi, pero tu amiguita no se queda atrás! ¡Yo le vi un video en el
que una gordita se dejaba lamer la concha por un mantonegro, otro donde tres
morochos le dan masa a una colegiala gordita y uno en el que otra se come dos
pijas por el orto y se mea una banda!
Ella soltó una carcajada y a la vez que ponía los platos en la mesa
decía: ¡Mirá, no me digas nada, que esa atorranta pervirtió a mi hermana! ¡Aunque,
a vos te calientan las gorditas! ¿No? Y le vi el culo redondo, medio caído pero
repleto de grasas apetecibles.
¡Sí mami, no me puedo contener, me encantan! Le dije.
Se me puso al lado para desprenderme la camisa, me lamió la oreja y el
cuello, tanteó mi dureza peneana y gimió, me comió la boca y se me sentó en la
falda.
¿Querés ver los videítos de Xime? ¡Me parece que hoy es tu noche papi,
porque yo quiero cogerte ya!, dijo sacando mi pija del gobierno de mi ropa para
pajearme. No logré frenar mi instinto animal y en un par de sacudidas me vine
en seco sobre la palma de su mano. ¡La tipa se la pasó por las tetas diciendo
que el semen revitaliza la piel, y le dio play a un video en la compu!
En eso una puerta se abre a mi derecha y me saluda Ximena, una gordita más
grandota, de unos 150 kilos, morocha con el pelo hasta los hombros, ojos
claros, en corpiño y bermuda, descalza y con cara de dormida.
Enseguida rezongó:
¡Por qué no me avisás que hay gente conchuda!, y Roxana nos presentó.
Apenas su aroma me cegó cuando la saludé se me volvió a parar.
¡Aaaah bueeeno, están mirando mis videítos!,
dijo la nena mientras se sentaba masticando un pedazo de pan.
En la compu una gordita le entregaba el
marrón a un tipo en un auto, y Roxana decía agachada mirando mi erección:
¡Esa quiero ser yo, y que me la pongas toda
en el culo!
Al rato su camiseta y su corpiño volaron al
carajo para que mi verga renazca una y otra vez en el hueco de sus tetas
enormes, pezonudas y querendonas, para que sus labios me la aspiren con la
furia de sus dientes casi bordeando mi capullo, y para que su saliva decore mis
huevos cuando se llenaba la boca de pija. La nena agarró la compu y puso un
video en el que otra gordita le da la teta a un bebé y se masturba, hasta que
llega un tatuado y se la viola. Y justo cuando creí que roxi me sacaba el lechazo
dijo:
¡Maxi, yo quiero ser esta, mirá… y yo tengo
19, no soy una veterana como ella!
Pronto se me echó en la espalda, y sentí sus
royitos en mi cuerpo como una fogata sexual, mientras roxi se quedaba en
calzones. Tenía las mejillas ardiendo, los ojos brillosos y los pezones
duritos. No lo soporté y le arranqué el corpiño para chuparle bien las gomas ya
con la boca de ro en mi verga diciendo:
¡Chupaselás que está re alzada la pobre,
nadie se la quiere coger por sucia, gorda y pajera… todo el día tocándose la
concha está!
La otra salió a retrucar:
¡Heeeey, vos qué decís, si te cogés al perro
porque ninguno te puede hacer upa trola!
Entonces amenicé la cosa:
¡Chicas, no se peleen que a mí me gustan las
dos, y tengo lechita para las dos!
Le pedí a roxi que vuelva a petearme mientras
le comía la boquita a Xime que respiraba aturdiendo mi deseo, le cacheteaba el
culo esponjoso a roxi y trataba de colarle un dedo en la concha por el lateral
de su culote, y en cuanto lo logré se estremeció baboseándome la pija.
Enseguida se lo sacó para fregar su cola
en mi virilidad, para acomodarse en mi regazo y colocar mi trozo en el hervor
de su argolla peluda, mojada y papona. ¡No se le veía el clítoris de tanta
gordura, y eso me cegaba! Le di bomba sin parar mientras la chiquita se sacaba
la bermuda, y en cuanto me dijo al oído:
¡Pajeame chancho, dale y te acabo en la manito!
Lo hice maravillado porque su bombacha estaba
re flujosa, de pe a pa. Su olor a pajera en celo y un vestigio de un aroma a
pichí hecho ceniza me obligaron a clavarle cuatro dedos y revolverla como a una
tacita de té y a friccionar mi pulgar en la entrada de su orto chiquito pero
bien escondido. Roxi me cabalgaba entumeciendo mis piernas y, al fin mi leche
se perdió en el bosque de sus entrañas para que corra a apagar el fuego, aunque
los fideos ya se habían pegado.
Mientras veía cómo goteaba mi leche en el
suelo de sus vellos, Xime se hincaba para lamer mi todavía hinchada poronga, y
decía pegándose en la cara:
¡Ahora te la voy a chupar yo bebé, y si tiene
el gustito de la concha de mi hermana mejor!... y ahí mismo se me prendió como
a la mamadera que en la compu otra gordita se volcaba en las lolas.
Roxi aprovechó a sacarle la bombacha y a exprimirla
en mi cara mientras Xime me pajeaba con mis huevos en su boca. ¡Juro que se me
empapó la barba con los jugos de la bombacha de esa piba, la que ro me instaba
a oler y morder sin opción! Además su sabor era delicioso. Después me petearon
juntitas, aunque generalmente Xime se la mandaba hasta la garganta, y yo
empujaba sus cabezas contra mí, les pedía que se toquen las tetas, que se
escupan la cara cuando se colmaban de saliva y, lo más loco de todo fue que por
un momento Xime contuvo mi pija en el fondo de su profundidad bucal casi dos
minutos, mientras Ro le decía:
¡Chupá putita, pajerita asquerosa, dale que
te lo tenés que coger! Y Xime lagrimeaba ahogando tanta lujuria, porque, además
su hermana no la dejaba despegar su cabeza de mi pubis.
Cuando al fin emergió atragantada me la senté
a upa, le hice la paja con los dedos y calcé de una mi pija en su culito
apretado, estrechísimo pero bien lubricado. Me costó entrar por su exceso de
grasas colgantes, pero una vez que lo conseguí no paré de murrearla por un rato.
Ella me empalaba con las cochinadas que
pregonaba.
¡Dale puerco, rompéme el culo, sacáme la
caquita cerdo, culeáme toda, enlechame el orto perro, toda bien adentro la
quiero! Y Roxana le olía la conchita pajeándose.
Cuando me vi vencido por tantos esfuerzos
tumbé a Xime en un sillón, y Ro me la mamó, embelesada por el gusto del culo de
su hermana, que lloraba con el culo hacia arriba, bien abierto y expectante.
Así que me le monté para darle más pija a ese agujero pedigüeño, mientras
Roxana me condenaba a comerle las tetas, y cuando me pidió que se las muerda comenzó
a acabar dando unos alaridos roncos y perpetuos, con la bombacha de su hermana
en la cara y cuatro dedos en su orto. Ximena era entretanto una máquina de
acabar. Se movía para que mi pija la penetre más aún, se re meó en el sillón,
se tiró unos pedos ruidosos durante mis estocadas y me pidió por favor que le
llene la vagina de lechita.
Cerca de explotar la di vuelta como a un
colchón y se la hice mamar para delirar con su carita de asco por su olor a
culo. Pero la cochina se la devoró de a tramos, sorbo a sorbo diciendo:
¡Qué rico, mi olor a caca en tu pija pendejo,
y encima me hice pis como una nenita… no me des la leche en la boquita papi,
que la quiero en la conchita!
Entonces, otra vez me la senté a upa y
mientras roxi colaboraba para sostenerla, yo, como podía le empolvaba la concha
con una rapidez que me sorprendió. Finalmente mis chorros de semen burbujearon
en su conchita sedosa, de fuerte aroma y de pocos vellos, mientras su hermana
le hundía dedos en el culo para que los huela y lama.
Fue difícil. Pero luego de aquello, y cuando
afuera llovía sin piedad nos sentamos a comer. No podía mirar otra cosa que las
tetas de Ro y la obesidad extrema de Ximena, que cenó desnuda. La otra al menos
se puso una bata de baño.
No les cobré a las hermanitas, porque aún tengo
que repararles la compu de escritorio. Procuraré que sea otro día de lluvia con
videos obscenos. ¡Aaaah, esa vez mi mujer notó que llegué a casa con un olor a
concha inocultable! No le di explicaciones, y a pesar de eso seguimos
juntos. Fin
Recordá que este, o cualquier otro relato del blog, podés pedírmelo en audiorelato, a un costo más que interesante. Consultame precios y modalidades por mail.
Este es mi correo ambarzul28@gmail.com si quisieras sugerirme o contarme tus fantasías te leeré! gracias!
Acompañame con tu colaboración!! así podré seguir haciendo lo que más amo hacer!!
Cafecito nacional de Ambarzul para mis lectores nacionales 😉
bueeeeeeee, sin dudas esto está mortal, en verdad me gustó vastante esta historia, está cargada de mucha lujuria se nota y eso me gusta y vos ambar lo sabés y muy bien. seguí escribiendo así esto está para hacer un libro de relaatos.
ResponderEliminarbueno bueno! digamos que, por ahora este blog es un poco ese libro que poco a poco va renovando sus historias, gracias a ustedes, los lectores!
EliminarAy dios que duro me ponen estos relatos y el de las morochitas!! Me encantan estas aventuras!! Yo por mi parte sueño con romperle el orto a una pendejita de 19 gordita vecina mia. Y quizás hasta a su madre que tambien tiene unas tetas de miedo!! Hoy vi a la viejita en calza, muy ajustada de la gordura, culo tremendo y se le ve la ropa interior. Las nenas en la calle le decian de todo. La quiero hacer gritar.
ResponderEliminar¡Hola hola! Eeeepaaa! qué interesante suena eso! bueno, es un buen material para otro relato! ya me habían pedido relato de gorditas. y pronto de vienen más! ¿Gracias por leer!
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