Mi nombre es Melisa, y lo que voy a contar,
tal vez pudo haberse evitado. Me hubiese gustado que solo sea parte de un
sueño, de esas pesadillas esquivas, esos escalofríos que te dan las apariciones
de ciertos seres horribles. Pero no soy buena mintiendo. Lo disfruté, gocé como
una perra, y de eso no puedo arrepentirme. No sé cómo será el día en que las
tres nos volvamos a encontrar a solas. Por el momento, ni siquiera nos
escribimos por whatsapp, ni nos enviamos videos graciosos, ni fotos de tipos
con terribles pijas. Algo cambió esa noche entre mi prima Paola y Ariana, y
ninguna supo ponerle el freno a la situación.
Digamos que, ese viernes las tres nos juntamos
a comer unas pizzas. Pao es una genia amasando. Así que no la íbamos a privar
de agasajarnos. Las tres tenemos varias cosas en común. Nos re pinta la cumbia,
salir a bailar y tomar birra. Nos encanta ir a la cancha cuando juega
Chacarita, somos re fanáticas de los videos pornográficos en los que abunden
pijas y tetas descomunales, y fumamos mariguana. Claro que, ahora debíamos
cuidarnos, ya que las tres estamos embarazadas. Por si eso fuera poco, esa
noche las tres la pasamos solas, porque nuestros machos son camioneros, y se la
pasaban viajando por el país, transportando granos, madera y otro tipo de
materia prima para las industrias.
Paola y yo conocimos a nuestros maridos en la
bailanta. Bueno, digamos que la única que se casó fui yo. Pao se juntó con el
Pela, como generalmente le dice, y Ariana está de novia. Lo de ella y su bebé,
fue porque no se cuidó, y al noviecito le re cabió acabarle adentro, a pesar de
que ella hasta le hizo sangrar las manos en el afán de que la suelte en medio
de un polvo que, según sus palabras fue re violento, como a él le gusta.
Ariana tiene 17, y nosotras la conocemos de
toda la vida, porque vive al lado de mi casa. Nunca nos molestó que sea una
nena entre nosotras. Siempre se mostró muy madura, y en las noches de boliche y
descontrol, ella siempre es la que nos caga a pedo para que no armemos bardo,
para que no mezclemos tanta mierda, o se sacrifica por el equipo tomando un
poco menos para conservar la lucidez y, de esa forma poder decirles nuestras
direcciones al tachero. Yo tengo 24 y Paola 19.
Esa noche yo armé 4 fasitos mientras Pao
amasaba. Pusimos algo de cumbia, y bailamos un toque hasta que llegó Ari con
dos cervezas. No queríamos hacer mucho lío para no complicarnos los embarazos.
Pero pensamos que un permitido no nos venía mal. Ari preparó la salsa, yo corté
el queso, serví unos vasos de birra y brindamos por la amistad, por nuestros
bebés y por el tiempo que hacía que no garchábamos. Nos reíamos, nos pegábamos
en el culo, Ari se tiró un par de pasos haciéndose la sexy, y Paola se puso a
perrearle bien pegadito a la nena, poniéndole voz de hombre y mirándole las
tetas. Yo corté las porciones de las pizzas, y al ratito estábamos comiendo
como huerfanitas. Ninguna hablaba. Recién cuando Ariana eructó luego de
mandarse unos tragos de birra, Paola le dijo: ¡eeepa nenaa, provechito! ¡mirá
si tu novio te escucha hacer esa chanchada? ¿así hacés también cuando te saca
la verga de la boca?!, y las tres nos reímos.
Entonces, vi que Ariana le dio una aceituna en
la mano a Paola, y que la yegua se atrevió a chuparle los dedos, mientras hacía
carita de petera.
¡no me mires así Meli, que me pongo colorada!
¡no sabés hace cuánto que no me meto algo en la boca!, dijo Paola sin dejar de
lamerle los dedos a la pibita, que estaba más roja de vergüenza que el mantel
de la mesa.
¡uuuuy, sí, es verdad boluda! ¡yo también
estoy re loquita! ¡el Matu se fue hace dos semanas al Chaco, y con esto del
bebé, no me animé a acostarme con nadie!, dijo Ariana, levantándose de la silla
para traer la otra botella de cerveza. El novio de Ariana le lleva como 15
años, y la verdad, los dos eran infieles entre sí. Pero la guacha se sentía
segura con ese borrachín.
¡yo ayer me tuve que pajear boludas! ¡les juro
que era eso, o revolcarme con mi suegro!, se confesó Paola, que ya estaba de 8
meses, con una panza gigante y con algunos chorros de leche que ya le caían de
las tetas. Ariana se dio cuenta primero de ese detalle, ni bien trajo la
cerveza, y se lo dijo.
¡che Pao! ¿puede ser que te esté saliendo
leche de las gomas? ¡digo, porque tenés la remera medio, como, fijate nena!
Naturalmente Paola negó aquello cagándose de
risa. Sin embargo se levantó la remera de Chacarita y le agarró un ataque de
ternura con Ariana, al notar que unos hilos blancos le serpenteaban los
contornos de sus tetas grandes. Para colmo no tenía corpiño.
¡tenés razón bebé, me sale lechita! ¿querés
probarla?!, le dijo sacándole la lengua. Ariana le puso cara de asco y se mandó
otra porción de pizza. Yo estaba incómoda. Algo me hacía tiritar, reírme sin
control, frotarme los muslos con las manos y morderme las uñas.
¡chicas, yo ayer no hice nada! ¡pero, les
tengo que confesar que me garché al carnicero! ¡no daba más! ¡hace dos meses
que no sé nada de la pija de Juani!, me atreví a confesarles, un poco para
sacarme esa culpa de encima. Entonces las dos se sentaron a mi lado, yo prendí
un fasito y el humo empezó a girar mientras hablábamos de todo eso.
¡y sí nena, aparte vos estás de 6 meses mami!
¿te lo llevaste a tu cama?!, dijo Paola.
¡no gila! ¡fue ahí, en el baño de la
carnicería! ¡posta que le dije, ni bien nos quedamos solos, don Pedro, necesito
coger ahora!, les dije, luego de algunas toses por las primeras pitadas.
¡che Me, y, ¿y le dijiste que tenés el
bombito?!, dijo Ariana mientras se quitaba una remera de Los Piojos, la
preferida de su marido. La guacha tampoco tenía corpiño.
¡sí tarada, se lo dije, y cuando me cogía la
conchita de parados en ese baño roñoso, le decía todo el tiempo, dame la mema
para mi bebé, quiero la lechita viejo sucio! ¡no saben cómo acabó el
desgraciado! Me dejó las piernas temblando! ¡cuando llegué a casa me tuve que
cambiar la bombacha porque, me re goteaba la leche de la concha!, les dije
animada, viendo cómo Paola le acariciaba el pelo a la pibita, que ahora estaba
sentada en el suelo, con la espalda contra sus piernas.
¡che nena, si tenés calor, sacate lo que
quieras!, dijo Paola con la mirada un poco perdida. Entonces, me puse de pie,
pensando que somos mujeres, y que nada podía estar mal si me quitaba el vestido
que traía. Me verían en culote y corpiño. Pero supuse que no había por qué
alarmarse. Sin embargo, en cuanto me lo quité, las dos comenzaron a silbarme
como pendejos pajeros, a decirme cosas y a suspirar.
¡eeeepaaa Meliii, qué cola mamiii! ¡y todo eso
se lo diste al carnicero? ¡qué piernas guacha! ¡cómo te crecieron las tetas
primitaaaa! ¡y eso que hoy no te maquillaste tanto como cuando salimos de
gatas!, me decían las dos inmersas en una nube de humo. Me sentí rara mientras
volvía a aplastarme en el sillón, porque ahora las miradas de Ariana y Pao me
recorrían acomplejándome. En el fondo me estaba empezando a mojar.
¡Pao, y vos, digo, no te mandaste ninguna con
tu suegro? ¡hace rato que se la querés dar toda!, le largué como para cambiar
el tema.
¡no Meli, ese viejo me mira, y hasta estoy
segura que se pajea con mis calzones cuando los dejo para lavar! ¡pero cuando
lo apurás arruga! ¡ya le dije al Pela que nos mudemos de su casa! ¡por eso
tampoco puedo meter a ningún tipo a la casa! ¡el viejo me va a re escrachar!,
dijo sin dejar de acariciarle el pelo a la pibita, que ahora tenía los ojos
cerrados y una mano a punto de rozarse la chucha.
¿y vos nena? ¿cuándo fue tu último polvito?!,
le pregunté a Ariana. Parecía extraviada en un trance perpetuo. De hecho, se
quemó un par de veces con el faso.
¡no sé Meli, creo que, fue, heeemm, el sábado
pasado! ¡pero fue un pete nomás! ¡les juro que después de eso me re pajeé en la
pieza de mi hermano, y hasta me hice pis encima cuando acabé! ¡la verdad, me
dio asco, pero, no sé, me encantó acabarme toda, tirada en el piso, mirando
unas revistas de mi hermano, y con el sabor de esa verga en la boca!, se
despachó la enana, haciendo que las caricias de Paola desciendan por su cuello.
Eso, supongo que me ponía incómoda, o celosa, o vaya a saber qué.
¡heeey Paola, dejala tranquila a la chica!
¡estás meta tocarle el pelito, el cuellito, la frente! ¿por qué no le tocás las
tetas también?!, me salió decirle, con cierto tono de enojo.
¡uuuf, tenés razón prima!, dijo, y se levantó
del sillón volcando lo último que quedaba de birra en un vaso con una patada
involuntaria.
Ariana es una nena preciosa. Es rubia con el
pelo hasta los hombros, bien lacio, con ojos marrones, una sonrisa inocentona,
cara finita, y un tierno lunar en la comisura de los labios. Verla con su
cinturita delgada, con esa pancita de embarazada y esas tetas pequeñas,
enternecía a cualquiera. Pero Paola le prodigaba otros sentimientos.
¡dale, levantate del suelo nena!, le dijo
extendiéndole la mano para ayudarla. Ariana no opuso resistencia, y en cuanto
estuvo de pie le dio dos azotes en el culo mientras le olía las tetas.
¡así que te measte viendo porquerías nena? ¿y
qué mirabas? ¿tetas? ¿pijas? ¿o conchitas?!, le decía pellizcándole la cola.
¡dale Meli, vos también levantate, que nos
vamos a la pieza!, dijo Paola, encadenando a la nena entre sus brazos, solo
para frotar su cuerpo contra el suyo.
¡cuando, cuando acabé y me meé, estaba viendo
a una chica con el pito de un perro en la boca, y la, la piba estaba preñada,
porque tenía leche en las tetas! ¡y tenía la re panza!, tartamudeó Ariana,
cuando ahora Paola le amasaba las tetas y la hacía callar con un dedo en los
labios. Yo me levanté como pude, sintiendo la humedad en mi bombacha, y las
seguí hasta la pieza. Había un quilombo universal. Tenía la cama deshecha,
calzones y ropa por todos lados, latas de birras vacías, las ventanas cerradas,
y un montón de cajas llenas de ropita de bebé.
Paola fue directa. La tumbó en la cama luego
de tirar todo lo que había al suelo, y le dijo: ¿no tenés ganas de probar mi
leche nena? ¡no sabés hace cuanto que esperaba este momento!
Yo sabía de la calentura de mi prima con
Ariana, y de su condición de bisexual. Pero me había prohibido decírselo. Ella
me prometió que se lo diría, y que yo tenía que estar presente. Aunque jamás
había imaginado que tan pronto.
Ariana no podía decir nada. Estaba como en
shock. Solo se dispuso a sorber el pezón izquierdo de Paola, y luego el
derecho, mientras mis ojos almacenaban cada detalle de esas succiones. Ella le
pedía que se las muerda si lo deseaba, que no tenga miedo de hacerlo. Y yo,
tenía que sostenerle las manos para que no pueda tocarse.
¡Meli, vos tenele las manitos a la bebé
mientras toma la teta, así no se toca, ni se mea!, me pidió antes de frotarle
las tetas en la cara, y entonces exigirle que se las chupe.
¿te gusta nena? ¿te calientan las tetas de la
Pao? ¿querés más lechita?!, le decía como podía Paola, temblando y sudando de
calentura. Creo que yo no soporté la presión de mi corpiño y me lo quité, en el
exacto momento en que Pao me solicitó: ¡Meli, buscá la pija de juguete de mi
cajón!
Ahora sí que las sensaciones se me habían
vuelto un enigma. Yo también quería al menos comerle la boca a esa pendeja.
Pero nunca pensaba llegar a tanto. Me puse a buscar esa cosa con paciencia,
mientras los chupones de Ariana a las tetas de mi prima lo musicalizaban todo.
¡dale guacha, apurate, que quiero pija!, dijo
Paola, evidentemente saboreando alguno de los mordiscos que Ariana le regaló,
porque acto seguido dijo: ¡aaaiaa, asíii, mordele las tetas a tu pendeja!
Apenas encontré el consolador, un pene de unos
18 centímetros, se lo di en la mano. Pero ella me profirió, casi como un
insulto: ¿y, qué esperás? ¡lamelo, bajame el jean y pegame en el culo con esa
pija, dale puta!
Ariana ya le escupía las tetas, y enseguida vi
cómo sus labios se fundían en unos besos tan obscenos que, mi vagina soltó un
chorro de flujos, o pis, o lo que sea. Para el momento daba igual. Sus lenguas
se lamían, se enredaban y recorrían cada poro, desde sus narices a sus cuellos.
Y yo lamiendo esa pija, tratando de desprenderle el puto jean. Cuando lo logré,
le mordí la cola con las mismas ganas que tenía de que alguien me lo muerda
así, y eso la hizo gemir.
¡asíiii putaa, ahora meteme ese pito en la
concha, ahora!, me gritó, y entonces, le bajé la bombacha. No fue tan fácil
porque tenía una faja reductora. Pero en cuanto su calzón empapado cayó al
suelo, ella misma abrió las piernas, y sin dejar de saborear los labios de esa
mocosa, comenzó a recibir los pijazos que mi mano le ofrecía. Tenía la concha
re peluda, jugosa y pegoteada. Por lo que el chiche le entró de una. Además,
acompañaba mi bombeo con algunos roces a su culo, con chirlos a su cola de gata
en celo, y con alguna escupida. El olor a sexo desatendido en su cuerpo era tan
fuerte como el mío. Por eso no quería dejar de darle placer, de sacarle el
chiche y metérselo nuevamente, de frotarle el clítoris y de besuquearle las
piernas. Hasta que al fin Paola resolvió cambiar el juego.
¡vení nena!, me dijo tan agitada como Ariana,
y con la boca toda babeada.
¡sacale la calza a la pendeja, y dale la teta!
¡ahora te toca a vos gozar con mi pija en la concha, y con esa boquita!, dijo
hilarante, antes de quedarse completamente desnuda. Yo le saqué la calza
viejita a la piba, y tanto Pao como yo nos derretimos al mirarle la bombachita
tan caliente, mojada y manchadita de flujos. Pero Ari no podía tocarse, y
nosotras tampoco lo haríamos por ella. Para eso, Paola le ató las manos con dos
cordones por detrás de la espalda.
Ahora, mis tetas danzaban en su boca, mis
manos le retorcían sus pezoncitos, mi lengua le lamía toda la carita, y mi
saliva sonaba en cualquier parte de su cuerpo que se me antojó escupirle. Ari
tenía olor a adolescencia, a pis en la bombacha, a sudor, a calentura no
resuelta, y a birra. Yo también le chupé las tetas, y eso la hizo sacudirse de
placer. Al punto que abría y cerraba las piernas, se movía en la cama y me
pedía por favor que le toque la chuchi.
¡nada de eso señorita! ¡usted ahora tiene que
tomar muuuucha tetita! ¿estamos?!, decía Paola incorporándose detrás de mí,
quitándome la bombacha y acariciándome el culo.
¡mirá qué orto tenés primita!, me dijo
mientras me propinaba flor de nalgada. Después se puso a mi lado para que la
vea petear el juguetito, y ahí fue que cometió la locura de apoyarle la puntita
sobre la bombacha de Ari. Para nosotras tuvo un orgasmo en ese justo segundo,
porque se estremeció, gimió fuerte y se mojó aún más la bombacha.
Pero entonces, Paola volvió a ponerse detrás
de mí, y bien pegada a mi cuerpo, casi echada sobre mi cintura comenzó a
penetrarme la concha con su instrumento.
¡gozá perra, gritá, dale la teta a la nenita,
quiero escucharte bien puta mamii, asíii, gemime primita, ponete bien puta, y
olele la bombacha a la pibita esa, dale putona!, me decía con el chiche cada
vez más adentro de mi intimidad, con su pubis chocándose contra mi cola, y sus
uñas arañándome la espalda o las piernas.
Pero de repente tuve que pedirle que se
detenga. Siempre me pasa lo mismo. Cuando fumo mariguana me cuesta lubricarme,
y con lo brusco que eran sus ensartes, me dolía un poco la concha. Entonces,
con cierto fastidio inocultable, Paola me separó de la pendeja y dijo:
¡levantate Ari, que ahora nos vas a chupar las conchas a las dos, borreguita!
Como Ariana no encontraba fuerzas para
hacerlo, ella misma la sacó de la cama y la arrodilló en el suelo para en breve
sentarse a mi lado. No le desató las manos ni le sacó la bombacha. Por lo tanto,
en cuestión de un par de gritos de Paola, la nena comenzó a chuparnos la concha
alternadamente, un ratito a cada una. Primero empezó conmigo, y aunque estaba
un poco reticente a abrirle las piernas, Paola me lamió la oreja y me balbuceó:
¡abrite perra, que la nena tiene hambre!
Apenas la lengua de esa pendeja bandida entró
en mi vagina, una de mis manos le apresó la cabeza para que no pare de
revolverme, de lamer y oler mi sexo, mientras Pao me acariciaba la panza y me rozaba
el cuello con sus dedos.
¡bueno bueno, paren un poquito, que ahora me
toca a mí! ¡dale pendeja, chupame esta!, le dijo luego Pao, palmoteándose la
freza con las piernas bien separadas. Ariana se encomendó a la tarea primero de
olerle la concha, luego de lamerle el clítoris, y por último de profundizar con
sus lengüetazos y algunos dedos en lo hondo de su sexo. Solo que, de repente,
tal vez encendida por todo lo que le generaban los chupones de esa putita,
Paola me tomó de la cabeza y me comió la boca. No pudimos dejar de intercambiarnos
lenguas y suspiros desde entonces. Además, me sobaba las gomas y me pedía que
yo se las manosee a ella, sabiendo que se me pegoteaban todas con la leche
prematura que pugnaba por salir incontrolable. Pero luego, nuestras bocas
lamían cada gota de su sabia para seguir besándonos, gimiendo y diciéndonos
cosas guarras.
¡tocame la pancita nena, sentí cómo patea el
guacho zorrita! ¡chupame bien la argolla nenitaaaa, pendejita sucia, meonaa!,
le decía Paola, ahora oliendo su vieja calcita, con mi boca rodeándole los
pezones. No sabía cómo había llegado a chuparle las tetas a mi prima. Pero
desde entonces no encontraba argumentos para dejar de hacerlo. Eran deliciosas,
y con lechita más todavía!
De repente la agarró de los pelos, le dio una
cachetada en cada mejilla y le gritó: ¡ahora, lamele la concha a mi primita!, y
prácticamente me la tiró encima. Ahora la lengua de Ariana volvía a nadar entre
mis jugos, y alguno de sus dedos se convirtió en fulgor contra el agujerito de
mi culo. Eso me hizo gemir y acabar como una loca. De hecho, le regalé todo mi
huracán de flujos ardientes a su boca, y la nena casi se ahoga de tanto tragar
y tragar. Ahí fue que Paola, mientras me chupaba las tetas, volvió a manotearla
del pelo para decirle: ¡escupime la panza putita, daleee, toda la acabadita de
mi prima quiero!
Apenas la panza enorme de Pao era un océano de
saliva, la carita de Ariana regresó a sus mieles vaginales, mientras nosotras
nos frotábamos las tetas y nos besábamos. No sé por qué la dejé que introduzca
sus dedos en mi vagina. Pero desde ese instante comenzamos a frotarnos en la
cama, a mordisquearnos la nariz, a lamernos el cuello y el mentón, y yo a
juntar sorbitos de su leche en mis labios para luego servírselos a los suyos.
Ariana nos había dejado solas, y ella misma se estaba fregando la concha sobre
un almohadón que había en el suelo, boca abajo y con los talones a punto de
tocarse la cola. Gemía y se deslizaba como una babosa, con las manos atadas y
el pelo hecho un desastre.
¿qué hacés ahí guachita? ¡levantate, que ya te
vamos a comer toda nena!, le dije, admirando el rojo de mi labial disperso en
los rincones del cuerpo desnudo de mi prima. Ella no le sacaba los ojos a la
cola de Ariana, ni a mis tetas. Pero la bebé no tenía equilibrio para
levantarse. Paola me pidió que la ayude, y yo salí disparada de la cama para
levantarla, desatarle las manos y sentarla al lado de Paola.
¡ahora vos chupale las tetas prima, que yo le
saco la bombacha!, le dije, notando que a esa bombachita no le cabía una gota
más de flujo. Se la saqué, se la tiré en la cara a Paola, le abrí las piernas,
y en cuanto comencé a oír el concierto de succiones de los labios de Pao en las
gomas de Ariana, le metí dos dedos en la vagina. La nena gritó y se arqueó.
Quiso cerrar las piernitas. Pero se lo prohibí. Le mettí otro dedo, y luego le
froté el clítoris.
¡paren chicas, basta que, que me, me hago
pis!, lloriqueó Ariana, con sus tetas moreteadas de tanto besuqueo. Paola se
retorcía las suyas para que le salga más leche y le chorree por todo el cuerpo.
También se las ponía en la cara a la nena.
¡meate nena, dale!, le dije alejándome de su
vagina para dejarla hacer. Su cascada amarilla no tardó en descender de la
abertura de su vagina, ni mi boca en retornar a sus encantos. Mientras estaba
tirada en el suelo había dicho que se meaba encima. Pero las dos la ignoramos.
Por eso, ahora, con la conchita más caliente y lubricadita, le ordené a mi
lengua que no deje ni un solo recoveco por testear de su sexo. Se la lamí,
saboreé, penetré y recorrí con todo lo que mi calentura me dictaba, mientras
Pao se la comía a besos. La hice acabar con mi lengua rozándole el culito, con
uno de mis dedos restregándole el clítoris, y con otros dos vivoreando en lo
profundo de su conchita depilada, cuando Pao todavía la flasheaba con juntar
concha con concha toda la noche con ella, y conmigo.
¡vos también me calentás primi, así que, no te
hagas la otra!, dijo cuando los gemidos de Ariana nos obligaba a pellizcarle el
culo para que atenúe sus agudos. Es que los vecinos de Paola podían interpretar
que ella estaba con algún chongo, y no les importaría contarles cualquier
información a su pareja, a cambio de unos vinos.
¡chicas, pinta para otro porrito? ¡creo que,
en la heladera tengo una birra más!, dijo Paola en cuanto las tres estuvimos
sentadas, una al lado de la otra, Ariana en el medio de nosotras, totalmente
demacradas, agitadas y con las pulsaciones descarrilando por nuestras venas.
¡síii, ni hablar, yo me prendo!, dijo Ariana
con su autoestima por el cielo.
¡bueno nena, andá a lavarte que te re measte!
¡y después, abrite la birra, y vení acá!, dijo Paola, mientras encendía un sahumerio
para combatir al olor a sexo que reinaba el ambiente.
¡y vos, qué vas a hacer primita?!, me preguntó
al oído haciéndose la locutora de FM de trasnoche.
¡no sé Pao, soltame!, me nació decirle. No
entendía lo que me pasaba. Le miré la panza a la nena en el momento que salía
de la habitación, después a Pao, y luego la mía. Me sentía una pecadora. Nunca
había estado con una mujer, y ahora acababa de enfiestarme con dos, y encima tan
embarazadas como yo!
¿qué te pasa nena? ¿te pegó el bajón? ¿es la
pálida del faso?!, intentó sonar amable mi prima, mientras yo me ponía la ropa
interior.
¡no, nada que ver! ¡es que, me parece que
fuimos muy lejos! ¡solo, solo eso! ¡mejor, mejor me voy a casa!, dije en el
umbral de la puerta, pensando en recoger mi vestido y llamarme un taxi. En eso
Ariana y yo nos chocamos. La nena seguía desnuda y olorosa. Solo que con una
botella de birra abierta en la mano, y una sonrisa grandiosa en el rostro.
¡hey, Meli, qué, a dónde vas?!, dijo la nena
con su voz de golondrina.
¡dejala Ari, a la loca no le pintó lo que
hicimos! ¡está arrepentida! ¡pero bien que acabó como una yegua! ¡pensalo Meli!
¡todavía estás a tiempo!, dijo Paola, hiriéndome en lo más sensible de mi
estabilidad. Tal vez esperaba que alguna de las dos intentase retenerme. Somos
amigas! no podía terminar todo así! Quizás, la confundida, la dramática o
aturdida era yo, y no lo veía. Claro que me había encantado estar con ellas.
Pero en ese momento no supe comprenderlo.
En el exacto segundo en que el taxista tocó el
timbre, las vi por última vez por el reflejo de la puerta. Ariana estaba a upa
de Paola, lamiéndole las tetas, y mi prima le hacía una especie de provechito
en la espalda. Les grité un sonoro: ¡chaaaaau chicaaaas! Pero ninguna de las
dos me respondió. De modo que, agarré mi celu, la billetera, las llaves y una
camperita, les escribí: ¡las amo! Con labial en el espejo, y me subí al taxi
rumbo a casa. No me hablaron al día siguiente, ni al próximo, ni a los 5 días.
Tampoco yo lo hice. Solo Ariana me envió una foto de sus tetas. Pero cuando le
escribí textual: ¿y eso, qué onda nena?!, me clavó el visto, y jamás me
respondió.
Ojalá tengamos el valor de hablarlo algún día,
y mejor aún, de repetir aquellos besos, esas caricias y chupadas de concha que
tanto nos hizo volar, nos unió en un limbo absolutamente nuestro, y nos enseñó
a amarnos con todo el dolor de no poder ser nuestras como quisiéramos. En lo
que a mí respecta, ya no espero a mi marido para coger. Anhelo que ellas tampoco,
y que sueñen al igual que yo con cuidar de nuestros bebés las tres juntas, y en
hacernos el amor sin prejuicios ni confusiones! Fin
Recordá que este, o cualquier otro relato del blog, podés pedírmelo en audiorelato, a un costo más que interesante. Consultame precios y modalidades por mail.
Este es mi correo ambarzul28@gmail.com si quisieras sugerirme o contarme tus fantasías te leeré! gracias!
Acompañame con tu colaboración!! así podré seguir haciendo lo que más amo hacer!!
Cafecito nacional de Ambarzul para mis lectores nacionales 😉
¡Me encanto! sos única escribiendo.
ResponderEliminarGracias Sasha por estar siempre! seguiré escribiendo con la misma pasión! ¿Besote!
Eliminarmuuuuuuy fuerte esto, bien ahí ambar, el tiempo que hacía que yo no entraba por aquí y paara variar no dejás de sorprenderme.
ResponderEliminarHooolaaa! Gracias por leer y sorprenderte. ¡Besos!
Eliminar