Por alguna mueca del destino, mi mejor amiga y
yo nos vimos envueltos en resolver aquello que se nos privó, se nos quedó
traspapelado en el tiempo, o simplemente no teníamos el tino, las fuerzas o la
experiencia por cumplir todo lo que en silencio nos profesábamos.
Mi nombre es Ariel, hoy tengo 30 años, estoy
casado, vivo en La Matanza y tengo dos hijos. a diario me junto con amigos,
juego al fútbol de forma amateur, voy al cine con mi esposa, defiendo mi puesto
en la empresa en la que trabajo hace 9 años y, se puede decir que todo está
bajo un cierto orden. Todo, excepto algunos fantasmas del pasado, los
circundantes misterios de lo que no fue y pudo haber sido, o viceversa.
Resulta que Natalia, una de mis amigas de la
adolescencia, con quien jamás perdimos el vínculo, se casó con un tucumano y se
fue a vivir con él a la capital de esa provincia. A Nati la conocí en un
boliche. Yo tenía 18 y ella 15, pero nos gustamos desde el primer momento. Solo
que ella era extremadamente religiosa, muy apegada a las costumbres familiares
y re contra conservadora. Yo, era un tiro al aire. Para colmo todavía era
virgen, y me costaba un huevo elegir una
carrera universitaria. Según mi madre solo le era fiel a salir con los pibes
todos los fines de semana.
Conocí a su familia, estuve en su cumple de
16, compartimos varios asados y reuniones con sus amigos en los que nos
cansamos de jugar a las cartas y tomar mates, y a pesar de todo esto, ninguno
se animaba a hablar con el otro. Además ella era chiquita, inocente y casi
imposible para mí.
Sucede que la semana pasada ella vino a
visitar a su familia, y de paso estuvo en casa para recordar viejos tiempos. Mi
esposa la conoce y confía totalmente en ella. No había ni un resquicio de
aquellos sentimientos juveniles, pensaba yo. Pero evidentemente me equivoqué.
La segunda noche que estuvo en casa, dado que
preferimos que se quede a dormir en lugar de que ande pagando alojamiento, nos
fuimos al patio para charlar de un sinfín de cosas. Mi esposa estuvo no más de
media hora, porque se caía de sueño. Entonces, se fue a la cama, medio
quejándose por todo lo que tenía que hacer al día siguiente.
Nosotros la seguimos hasta las 6 de la mañana.
Y entonces comenzaron sus confesiones, en cuanto abrimos el tema de la pareja y
el sexo.
¡Te va a parecer mentira, pero yo con Nico
casi que no cogemos! ¡Llega siempre reventado de laburo, y por más que yo me
haga la loca, le ponga las tetas literalmente en la cara, y le toque el pito y
todo eso, nada che! ¿Y vos, con Vero, todo bien? ¡Digo, es cierto que cuando te
casás, el sexo, medio que, se hace poco y nada?!, dijo con el mate rebalsado de
agua caliente en la mano. Le dije que más o menos, pero que ella siempre está
dispuesta, que hace poquito habíamos experimentado por la colita, y que eso
renovó un poco más la pasión. Que el amor y el cariño está más que intacto,
pero que haber tenido hijos, eso fue un dilema. Le expliqué que ambos sentíamos
que perdimos algunas libertades, que no es lo mismo dormir sin preocupaciones
como en otros tiempos, y un sinfín de cuestiones más.
¡El otro día encontré algunas cartas que me
escribiste! ¡Me acordé de muchas cosas! ¡Vas a decir que soy una boluda, ya sé!
¡Pero, sentí de nuevo algunas cosquillitas y, te juro que imaginé que
bailábamos bien apretados como cuando cumplí los 18 en el club del barrio, y tu
pija se re pegaba a mi entrepierna! ¡Qué hijo de puta! ¡No podés haberte
olvidado de eso! ¡Y encima me re apretabas! ¡Ya sé que pasó el tiempo, pero
cómo me mojé esa noche! ¡Tuve que pajearme en el baño para sacarme un poco la
calentura, porque sino creo que te violaba ahí nomás!, dijo Nati en voz baja,
sonriente y sonrojada.
¡¿Y, por qué no lo hiciste?!, dije suponiendo
que sabía la respuesta.
¡Éramos muy peques, y vos me ibas a mandar a
la mierda! ¡Pero yo siempre soñaba que hacíamos el amor en todos lados, y me
despertaba re alzada! ¡Además, cuando te miraba el bulto me ponía peor! ¡Si el
tiempo volviera hacia atrás, ni lo dudaría!, concluyó con cierta nostalgia.
¿Qué cambiarías
Nati? ¡Aparte, yo no sé si te acordás, pero vos también me calentabas! ¡Posta
que, a veces, no podía dejar de mirarte las tetas! ¡Es más´´! ¡Una vez, cuando
se te re vio la bombacha, el día que te agachaste a limpiar el piso donde hizo
pis tu gatito mientras tomábamos mates, ¿Te acordás?! ¡Ese día casi pierdo el
control nenita!, dije entusiasmado.
¡Che, y ahora, no te parezco linda? ¡Ya sé que
ahora no me mirás las tetas como antes! ¡Pero a lo mejor… digo, a mí me seguís
pareciendo sexy! ¡Y, no te asustes, que no le voy a buchonear nada a la Vero,
tonto!, aclaró Nati levantándose la remerita y acercándose lentamente a mí. No
tenía corpiño puesto, y cuando mis ojos se clavaron en sus pezones erectos,
rosados y divinos, no supe contenerme. Se las toqué sin el menor esfuerzo, y
ella gimió suave. Esperé que me quite la mano de su cuerpo con rebeldía, pero
como no sucedió, se las amasé, me acerqué para embriagarme de su perfume
almendrado, froté mi cara contra ellas, mientras su manito presionaba mi pija
hinchada y repleta de algarabía, me metí su pezón izquierdo en la boca para
succionarlo y luego hacer lo mismo con el otro, y le comí la boca.
¡Ari, no te parece que tendríamos que hacerlo?
¿Olvidarnos que somos amigos y, vos dejarme que te coma la pija?!, dijo ella
antes de disculparse por su atrevimiento.
¿Querés mirarle la bombachita a tu amiga
nene?!, decía luego mientras se agachaba apoyando de a poco su cabeza en mi
entrepierna. Claro, como se le caía el pantalón de entrecasa que tenía, hasta
la luna radiante del cielo le vio la bombachita rosa. Ella frotó su cara en mi
dureza con lujuria, olía y gemía como una desquiciada. No sé cómo se animó a
tanto, pero de pronto sacó mi pene rebalsado de presemen para pegarse con él en
la cara, en la frente, y para olerlo amagando con introducirlo en la fuente
sagrada de su saliva, pero no lo hacía para que la desee como un loco. Y de
repente, se me reveló en una mamada insolente, promiscua y llena de saliva,
besos ruidosos, lametazos hasta por mi ano, olidas profundas, y con unas
mordiditas que me alteraban la psicología. Saber que mi esposa dormía al otro
lado de la ventana me convertía en un miserable, pero no pensaba en otra cosa
que en darle la lechita a mi amiga, la que antes no me animé a entregarle, por
hipócrita.
Pero, en lo mejor de su pete maravilloso, ella
se pone de pie para tranzarme y decirme: ¡Bajale el pantalón y la bombacha a tu
amiguita, dale nene, y tocame, sentime, estoy que vuelo de calentura, y me re
mojé toda pendejo! ¿No te das cuenta? ¡Quiero que me cojas!
Le obedecí como un perrito faldero, y en
cuanto me hinqué apenas para ponerme en contacto con su sexo, dejé que mis
neuronas se empapen de la fragancia del celo de sus recuerdos. Le introduje la
lengua entre esos pelitos negros y húmedos, llegué hasta donde todos sus jugos
se juntaban formando un océano vital y se la revolví presionando su clítoris
con un dedo y dándole unos pellizquitos a sus nalgas tan tersas y sedosas como
me las imaginaba.
¡Me encantó el sabor de tu pija amiguito! ¡Dale,
chupala toda, sacame toda la calentura, comeme la conchita pendejito hermoso!,
decía mientras mi boca colapsaba con sus aromas y fluidos, y ella me pajeaba la
verga todavía al aire. Hasta que en un único momento especial, inevitable y predecible,
ella se me sentó en la falda y, mi pija solita llegó al umbral de su vagina. No
puedo explicarles el regocijo que sentí al navegar con mi glande inflamado por
los adentros de esa vulva fogosa, inundada de placeres y estrechita como para
tener un marido activo sexualmente. Ella se movía, reprimía gemidos pero no
chupones a mi cuello, me pedía que le apriete las tetas y no paraba de decirme
que estaba re alzada conmigo.
¡Ariel, ya son las 5 de la mañana mi amor! ¿Te
vas a venir a acostar? ¡Acordate que mañana tenés una reunión importante!, dijo
la voz de mi esposa al otro lado de la ventana, con la pesadumbre de un sueño
interrumpido y un bostezo aletargado, mientras Nati seguía subidita en mis
piernas, y mi leche poco a poco comenzaba a explotar y mezclarse con su sabia.
Pero ella todavía no acababa, y se re frotaba en silencio contra mi cuerpo.
¡Ya voy amor, terminamos unos mates más con la
Nati y voy! ¡Vos tranqui, dormí!, le dije intentando disimular mis
palpitaciones, ahora con las tetas de Nati restregándose en mi pija algo tiesa,
aunque sin las fuerzas del principio. ¡Hasta mi glande se había emocionado por
tan inesperada entrega de mi amiguita!
¡Lo bueno es que, me voy a ir de acá, pero con
tu olor a lechita en todo el cuerpo mi amor!, dijo Nati al ratito, mientras me
pajeaba contra su cola, y mi olfato se volvía loco con el olor de su
bombachita.
¡Qué loco sería que Gisela te vea con tu
amiguita desnuda y toda acabadita, no?, me dijo luego, cuando ambos nos
acomodábamos la ropa para ir a dormir. Fin
Recordá que este, o cualquier otro relato del blog, podés pedírmelo en audiorelato, a un costo más que interesante. Consultame precios y modalidades por mail.
Este es mi correo ambarzul28@gmail.com si quisieras sugerirme o contarme tus fantasías te leeré! gracias!
Acompañame con tu colaboración!! así podré seguir haciendo lo que más amo hacer!!
Cafecito nacional de Ambarzul para mis lectores nacionales 😉
Comentarios
Publicar un comentario