Mi nombre es Yésica, y creo que si Mariela no
hubiese sido tan pesada con su fanatismo por Boca, no habría pasado lo que
finalmente pasó.
Yo tengo 17 años, soy hincha de River al igual
que la mayoría de los pibes de mi curso, pero no soy de joder demás a los
bosteritos. Demasiado tienen con haber perdido todo lo que jugaron con
nosotros, al menos en estos últimos años. Pero la pendeja es insoportable.
Cursa con nosotros desde tercer año, y no para de escribir gansadas en las
mesas, por más que las profesoras la caguen a pedo, de molestar a los pibes, de
cargarnos cuando perdemos un partido insignificante, o de hablar del pasado. De
los tiempos de Riquelme, Palermo y todos los veteranos esos. Encima apostaba
con nosotros, y casi nunca pagaba los acuerdos. ¡Eso nos daba más bronca!
¡cuando ella ganaba, se enteraba todo el colegio, y nos hacía darles la guita,
o las golosinas, o lo que fuere, delante de varios testigos! ¡Incluso, a veces
de profesores!
Todos nos habíamos cansado un poco de ella.
por eso, ya en quinto año casi todos la ignorábamos. Bueno, yo no podía hacerlo
del todo. Un poco porque me daba pena, y otro porque habíamos sido amigas en
todo el primario y parte del secundario. Hasta que yo me comí a un pendejo que
le gustaba. Por más que yo no lo sabía, me hizo la cruz para todo el viaje. ¿Y
eso que solo me lo chapé! Pero, como no tenía a nadie para hablar en el
colegio, ni con quién hacer los prácticos, bajó la guardia y aceptó mi
compañía. Algunos chicos la miran con deseo, a pesar de ser gordita, medio
caracúlica y desagradable. A veces se limpia los mocos con el puño del
guardapolvo, o se los traga, o eructa después de tomar gaseosa, o dice
guarangadas. Dos por tres se le escapa alguna en clase, y los profes le llaman
la atención. Encima, se tira pedos. Creo que eso es lo único que le festejan
Matías y Julián, los dos chicos que se sientan atrás de nosotras. Encima tiene
todo el tiempo la manía de sacarse la bombacha del culo, por más que todo el
mundo la esté mirando. Tampoco le importa que la vean rascarse el culo. Cuando
come alfajores o panchos, no se limpia la boca, y en general escucha cumbias.
Todo el tiempo critica los tatuajes que tengo en los brazos. Son un par de
frases de temas de los piojos, y un dibujo de la cara de Marcelo Gallardo. Lo
curioso es que la piba tiene todas las camisetas del seneise. Todos los
modelos, las ediciones y las marcas. Siempre las trae bajo su guardapolvo. No
sé cómo las compra porque, sus padres no están en una buena posición económica.
Pero jamás se lo pregunté. Tiene el pelo teñido de negro azulado, el que
siempre se acomoda en un rodete, usa flequillito, y dos aritos. Uno en la
lengua y otro en la nariz. Eso también fue motivo de disgustos de ciertos
profesores. Sin embargo, a ella parece que todo le chupa un huevo.
El año pasado, la muy estúpida se la pasó
llorando como dos semanas. Cada vez que la llamaba por teléfono, o le escribía
mensajes, me decía que era una puta gallina traidora. Es que, justamente habían
perdido la final de la copa libertadores en Madrid a manos de nosotros. Eso la
tuvo mal todo el verano. Incluso, a todos nos pareció que al retornar las
clases, la Maru estaba más flaca. Lo cierto es que estuvo bastante solitaria,
desabrida y descuidada. Yo tenía que soportarla durante las clases, y en
ocasiones tuve que pedirle que al menos se ponga desodorante. Andaba
descuidada, triste y desvalorizada. Lo cierto es que, no tardó en generarse un
nuevo cruce entre Boca y Riber. Esta vez fue en la semi final de la Libertadores.
Ahí fue donde una vez más nos demostró que no había crecido. Se puso a realizar
apuestas. Algunas con guita, otras con tareas escolares, y hasta con salir con
algún pendejo del curso. Aunque nunca se habló de sexo, se daba por entendido
que se lo tenía que garchar. Suponía, hasta ese momento que la más fuerte había
sido que, si Boca perdía, tenía que venir al colegio con una camiseta de River,
y sacarse fotos para publicarla en su estado de Whatsapp, y en el facebook de
todos nosotros. Pero, me quedé helada cuando supe que había apostado con Elías,
uno de los más fanáticos del millo.
¡Mirá Maru, si te la bancás, si nosotros
ganamos, tenés que enfiestarte con nosotros! ¡Es decir, yo, mis cuatro amigos y
la Yesi! ¿Te va? ¡No tenés mucho tiempo para pensarlo! ¡Pero yo te recomendaría
que digas que sí! ¡De paso, tenés un poco de sexo! ¡Todos sabemos que sos una
gorda que no entrega el pancito!, lo escuché decirle en el recreo, justo cuando
volvía del baño. El padre de Elías es socio vitalicio del club, como todos sus
tíos y abuelos, y parecía hablar tan en serio que la sonrisa provocadora de
Mariela se desdibujaba con cada palabra de él. Ella no me vio. Supongo que por
eso se sintió tan libre de opinar lo que dijo luego.
¡Yo me la banco tarado! ¡Me dejo hacer de
todo! ¡Y la boluda de Yésica, es hora que sepa quién de las dos es la más
popular! ¡Se cree que porque sale con dos pibes es una putita! ¡Es una boluda!,
decía sin reprimirse, mientras se mandaba medio alfajor en la boca. A partir de
entonces, empecé a odiarla. ¿Qué sabía ella de mí para hablar así? ¿Quién le
dijo que yo me sentía una putita? ¿Acaso ella solo me usaba para los trabajos,
y después hablaba pestes de mí, como si nada? Creo que asqueada por su
comportamiento, me sumé a la charla y le dije, sin pensarlo ni un minuto: ¡Van
a perder culeadita! ¡Así que cerrá el orto, y andá comprando forros para todos!
¡Y una linda cremita para ese culo, porque te lo voy a coger hasta con una
zanahoria! ¿Me escuchaste?
Tuvo que separarme Elías, porque mientras le
decía mis pareceres, la tenía agarradita del rodete con una mano y del cuello
con la otra. Además, ya estaba por empezar la clase de contabilidad, y la profe
andaba cerca.
De repente, la primera de las semi finales
sucedió. Ellos perdieron 2 a 0 en nuestra cancha. Ese mes, hasta que se jugó el
partido de vuelta, ir a la escuela para Mariela debió haber sido fatal. Todos
la cargaban. Los pibes le hacían la traba para que se caiga mientras caminaba,
le ponían chicles en la silla, le dibujaban cosas obscenas en las carpetas,
(casi siempre dos pijas adentro de un culo refiriéndose al resultado), le
escribían cosas en la mochila y la torturaban con el viejo partido en Madrid.
Pero Elías y sus amigos, cada vez que se quedaban a solas con ella, le decían
cosas como: ¿Andá abriendo la colita, y esa boca de bosterita que tenés!
¡Seguro que con el partido te deshidrataste, y vas a necesitar tomar un poco de
leche!
Yo, un poco más cerca del día del partido de
vuelta en la bombonera le dije, en plena clase de biología: ¡Che Maru, el
sábado que viene mis padres se van de viaje! ¡Así que, yo voy a ofrecer mi casa
para que los chicos se saquen las ganas con vos! ¡Y bueno, de paso festejan una
nueva eliminación de ese club de la villa!! ¿Qué te parece mi idea?
Mariela reaccionó como nunca antes. Ni le
importó que la profesora estuviese hablando. La boluda se levantó, me agarró la
cara hundiendo sus dedos en mis pómulos, y pegando su rostro al mío me dijo:
¡Dejame de joder pelotuda!
Finalmente, lo inevitable sucedió. Ellos nos
ganaron 1 a 0 en su chiquero. Pero, las matemáticas del fútbol son
irreprochables. Así que, otra vez se quedaron en la puertita. El jueves
posterior al partido, Mariela no fue al colegio. Nos imaginamos que no tenía
ánimos para enfrentarnos. Pero el viernes ya no pudo zafar. Encima había examen
de biología. El recibimiento debió ser escandaloso. Pero todos quedamos de
acuerdo en ignorar el partido, y a ella. al menos hasta la última hora. El
profe de química es de River. Por eso, ni bien Elías le dijo: ¿Y profe? ¿Vio el
partido? ¡Otra vez los hicimos bosta!, el profe empezó a hablar del partido,
del supuesto gol anulado, de un penal, y qué sé yo de cuánto más con los pibes.
Mariela estaba roja de furia. No podía responder, aunque la presión de sus
tetas terribles le hacían notar los colores de su camiseta, ya que el
guardapolvo le queda híper ajustado por su gordura.
¡Y vos, olvidate de la apuesta conchuda!, me
dijo por lo bajo, mientras copiábamos lo que el profe había escrito en el
pizarrón. Él seguía hablando con los pibes, re entusiasmado.
¡Callate perdedora! ¡Y jodete por boluda! ¡Si
no te la bancás, vas a quedar como una cagona! ¡Así que, para hoy a las 5 de la
tarde tenés que estar limpita, bañada y con ganas de coger! ¡Elías y yo te vamos
a pasar a buscar por tu casa!, le instruí, viendo cómo sus expresiones
palidecían.
Cuando sonó el timbre para irnos, Elías,
Diego, Javito, Mauro y yo la interceptamos a la salida del colegio, justo en la
parada del colectivo. La agarramos entre todos, y le decíamos feliz cumpleaños,
cosa que la gente suponga que simplemente éramos sus mejores amigos, y habíamos
esperado el final de clases para saludarla.
¡Vení Maru, que vamos al kiosquito a comprarte
algo boluda!, le dijo Diego, apoyándole la verga en el culo sin descaro.
¡Daaaleee nena, no te pongas la gorra, que es
tu cumple amigui!, le dije yo, agarrándole las manos para que no tome
represalias con ninguno de nosotros.
¡Dale que te va a gustar! ¡Además somos tus
mejores amigos! ¡Los partidos son así nena! ¡Pero con nosotros, siempre la
mejor!, le decía Elías besuqueándole la cara.
¡Seee, ni hablar! ¡Hoy ganás, mañana perdés, y
no pasa nada! ¡lo importante es que hoy es tu cumple guacha!, le dijo el Javi,
dándole de tomar lo que le quedaba de su botellita de coca. Así la fuimos
llevando a la canchita de fútbol que está al principio de la cuadra, entre
empujones, zamarreos, manoseos y falsedades. Nadie sospechó nada. Apenas
estuvimos solos, bajo un sol terrible, se lo dejamos bien clarito.
¡Esta tarde a las 5 pasamos por vos! ¡Nada de
hacerte la boluda! ¡No te vayas a la mierda, porque va a ser peor! ¡Eso te pasa
por infumable pendeja!, le dijeron Elías y Diego. Javito y Mauro ya habían
sacado sus pijas afuera del pantalón, para que Mariela se las toque y apriete
un poquito, mientras yo le manoseaba las gomas, diciéndole: ¡No sabés las ganas
que tengo de divertirme con estas tetas, bosterita sucia!
Mariela estaba a punto de largarse a llorar.
por eso, en cuanto le insistimos para cerrar nuestro acuerdo con ella, la
dejamos ir. Aún así Mauro estuvo muy cerca de enlecharle la manito. Pero Elías
era el que decidía hasta qué punto debíamos torturarla. Por eso, ni bien
Mariela dijo que sí, que nos esperaba y que no iba faltar a su palabra, la
dejamos ir. Luego Elías, Javito y Diego se fueron fumándose un churrito. Yo me
tuve que quedar franeleándome un poco con Mauro, que estaba tan alzado que no
sabía cómo hacer para que me arrodille y le chupe la pija. Pero como soy su
mejor amiga, no lo soporté. Nos escondimos entre un par de árboles y me agaché
para darle unos cuponcitos a sus huevos, para pajearlo hablándole de Maru, y
finalmente para mamársela hasta tragarme toda su leche.
¿Es cierto que te gustan las tetas de esa
putita?, me preguntó mientras acababa como si tuviera una manguera. Le dije que
sí, que siempre me gustaron las tetas de las mujeres. Después de eso lo invité
a mi casa a comer. Me arrepentí enseguida de hacerlo, porque todo el tiempo
estuvo tirándome palos para que se la vuelva a mamar.
¡No nene, guardale lechita a la otra
conchuda!, le dije, ya media enojada de sus insistencias. Además, había que
prepararnos para lo que habíamos planeado. Entonces, Elías me llamó para
decirme que no estaba tan seguro que Mariela esté en su casa a las 5,
esperándonos como una nena buena.
¿Por qué mejor no le caemos todos, los 5, una
hora antes a su casa? ¡Yo no confío en esa tarada! ¡Seguro si le caemos a las
5, se toma el palo, y no la agarramos más!, me sugirió, con conocimiento de
causa. Automáticamente los 5 nos pusimos de acuerdo en ir a la casa de Maru a
las 4. Obviamente sin avisarle. Así que, a las 4 de la tarde en punto, mientras
algunas nubes tapaban un poco al sol primaveral, Diego tocó el timbre de la
casa de Mariela. Nos atendió su madre, que ya nos conoce.
¡Chicos, yo ya me iba! ¡Pero si vienen a ver a
Mariela, está en su pieza! ¿Eso sí, si los ve con esas camisetas, la van a
poner de malhumor!, nos dijo la señora, sonriéndonos y paseando su mirada de
Elías a mí, que estábamos con las camisetas del millonario, con todo el
orgullo.
¡Yesi, te dejo las llaves a vos! ¿Sí? ¡Tengo
que irme ya, porque se me hace tarde!, dijo la mujer sacudiendo las llaves,
poniéndose perfume y ordenando su cartera, todo al mismo tiempo. Elías le dijo
que podía ir tranquila, y apenas la señora cruzó la puerta de calle, Diego
cerró con llave, y los cuatro nos dirigimos a la pieza de Mariela. La puerta
estaba abierta. Así que nos la encontramos echada en su cama, descalza, con el
mismo pantalón gris que fue al colegio, la camiseta de Boca y los ojos pegados.
¡Hola mi amooor! ¿Cómo está la bella
durmiente? ¡Estábamos un poco ansiosos! ¡Por eso vinimos antes! ¿Todavía no te
bañaste?, le decían Diego y Mauro, al tiempo que Elías le manoseaba las
piernas, y Javito se embobaba como yo al mirarle las tetas al borde de hacerle
explotar la camiseta.
¿Quién los dejó entrar? ¿Qué hacen acá imbéciles?
¿No era a las cinco?, decía Maru, abriendo tanto la boca para bostezar que le
valió un chiste de Diego. Se desperezaba como si no estuviésemos, y en el afán
de retorcerse en la cama se tiró dos pedos. Mauro se los festejó.
¡Vinimos antes porque no confiamos en vos,
gorda pedorra!, le dijo Elías, rozándole los labios con sus dedos.
¡Tu mami nos dejó entrar! ¡Ella se fue! ¡Así
que, pensamos, para que no tengas que salir de tu casa, enfiestarte acá, en tu
pieza! ¿Cómo la ves?, decía yo, mientras cerraba la puerta con llave, y Diego
cerraba las cortinas.
¡No boluda, mejor, esperen que, que me baño
rápido, y vamos a tu casa!, dijo Maru, mientras se sentaba en la cama,
nerviosa, asustada y abrumada.
¡No te lo estamos consultando idiota! ¡Te
vamos a coger acá, en tu camita!, le dijo Elías mientras la empujaba en la
cama. Enseguida Diego peló su verga y se acercó a la cara de Maru. Le dio unos
pijazos en su boca cerrada, la que no quería abrir a pesar de las cosquillas
que Javito le hacía en los pies. Le refregó sus huevos por toda la cara,
mientras Elías le mordía las tetas por encima de la camiseta, y yo le abría las
piernas a la fuerza para que Javito le manosee la concha. El guacho apostó con
Mauro a que tenía la concha con pelos, por lo abultado que se le hacía el
bollito en su mano.
¡Uuuuf, mamita, qué hermosas tetas de putita
tenés! ¡Lástima que, con este trapo sucio, tienen olor a caca!, le decía Elías,
entusiasmado con morderle las tetas. Yo me había arrodillado a chuparle la pija
a Mauro, pero Javito me retó.
¡Che nena, vos hoy no! ¡Toda la lechita se la
va a comer esta negrita mugrienta!, me dijo, mientras le tironeaba el pantalón
a Maru, hasta dejarlo a la altura de sus tobillos.
¡Así nena, dale, mordeme la camiseta putita de
mierda! ¿Te gustó cómo les volvimos a hacer el orto bebé?, le decía Diego,
obligándola a morder su camiseta, a escupirla y besarla. Hasta que de pronto,
se oyó el estrépito de las chupadas de mi compañera a la pija de Diego. ¡Le
entraba toda en la boca a la muy cerda! Los 4 nos pusimos a ver cómo Maru
tragaba, olía, besuqueaba y ordeñaba esa pija con sus labios, sin escatimarle
manos a sus tetas. Mauro fue el primero que se animó a tocarle la concha por
adentro de su bombacha. Tenía una de algodón rosada con tiritas a los costados
y puntillitas. Yo me la imaginé sacándosela del culo en el recreo del colegio,
y tuve ganas de que me chupe la concha.
¡Tenés razón hey! ¡Tiene algunos pelitos, y
parece que se le moja bastante!, dijo Mauro tras su observación táctil en la
zona más sensible de una chica. Diego ahora le cogía la garganta, casi sin
darle espacios para respirar, y ella gemía entre gárgaras y arcadas. Cuando le
sacó la verga de repente de la boca para sacudirla contra su cara, la pendeja
se mandó un eructo que nos hizo estallar de risa.
¡Ahí la tenés a la puerca! ¿Sabés por qué sos
de Boca vos? ¡Porque sos una cochina, una peterita sucia, y porque ni te
cambiás la bombacha, roñosa!, le dijo Mauro, haciéndome oler los dedos que
había sacado de su concha. En un momento había empezado a colarle dedos, solo
para verificar que se estuviese mojando toda. Entonces, tomó el lugar de Diego,
y le empezó a garchar la boca. Solo que, su suerte fue menos agraciada. Apenas
Maru alcanzó a decir: ¡Ustedes son unos muertos putito!, el pibe se vino en
leche en la cara de Mariela.
¡Que nadie la toque!, dijo Elías. A esa altura
los 4 chicos estaban en bolas. Yo recién me quité la calza negra cuando Elías
sentó a Maru en la cama para sacarle la camiseta. Los demás sacaban fotos con
sus celulares.
¡Tomá puta, limpiate la carita con este trapo
roñoso!, le pidió nuestro amigo, viendo cómo le chorreaba la leche de Mauro de
la cara, incluso mojándole el corpiño.
¡Javi, sacale el corpiño!, le pedí, y el dueño
de la mejor pija de todos los que estaban presentes acudió a quitárselo. En ese
momento, los cinco nos tiramos encima de ella para chuparle las tetas. No le
tuvimos compasión. Se las mordíamos, pellizcábamos, le estirábamos los pezones,
yo se los convidaba con mis dientes a la boca de alguno de ellos, y Javito dos
por tres le quemaba una teta con cigarrillo. Mauro le eructaba en la cara. Yo
le hacía cosquillas y le metía los dedos que sacaba de su vagina en la boca.
Nunca le había tocado la concha a una chica, pero esa conchita repleta de
flujitos me calentaba. Elías le tironeaba el pelo y la obligaba a decir que
River se coge a Boca como a una putita cualquiera, y Diego le marcaba tremendos
chupones en el cuello, diciéndole: ¡Para que tus papis vean que te encamaste
con un legítimo hincha de River! ¡Vas a quedar toda marcada por nosotros
perrita!
De repente, yo estaba oliendo el corpiño de
Mariela, con los brazos a poyados en la cama, y con Elías atrás mío, restregándome
la verga dura en el orto.
¡Te juro que esa colita hace que se me pare la
pija como nadie guacha!, me dijo al oído. En ese momento Maru le chupaba la
pija a Javito y a Diego. Mauro le había quitado la bombacha y se disponía a
sobarle, olerle , lamerle y palmotearle la conchita. Hasta que no lo resistió,
y se le subió encima para separarle bien las piernas y calzarle la verga en la
concha sin preámbulos. La bombeaba con todo, en silencio pero tan rítmicamente
que la cama debió rallarle toda la pared con sus golpes. Creo que le habían
pintado la pieza hacía un mes.
¡Dale Yesi, sentate en la cara de la Maru, y
que te chupe el orto! ¡Y yo te chupo esa conchita!, me dijo Elías, sin parar de
clavarme la puntita de la verga en la bombacha, entre mis glúteos.
¡Córranse tarados!, les dije a Javito y a
Diego, que le llenaban la boca de pija, al tiempo que Mauro seguía penetrándole
la tuna. Ellos no se hicieron rogar demasiado. Así que tuve vía libre para
atrapar la carita colorada de mi amiga entre mis piernas, para acomodarme
lentamente, y entonces pedírselo mientras le retorcía los pezones, ya casi
sentada sobre su angelical sonrisa desteñida: ¡Chupame el culo putita, con esa
lengua de villerita que tenés, vamos, comeme el culito gorda petera!
De pronto sentí los dedos de alguno de ellos
desprendiéndome el corpiño con aros que traía, y las de Elías tratando de
quitarme el culo color pastel para facilitarle la tarea a Mariela. Ni bien la
chancha introdujo su lengua entre mis nalgas, le apreté más fuerte las tetas
para que me chupe el culo. Inmediatamente Elías se prendió a mi chuchi para
besuquearla y lamerla con todo el cariño que me guardaba. Yo sabía que el
guacho en el fondo gustaba de mí. Aunque eso ahora no importaba. Pero enseguida
su lengua comenzó a rozar mi clítoris y sus dedos a navegar en el interior de
mi vagina empapada, mientras Mariela ahogaba gemidos, ya que yo le deslizaba mi
orto bien abierto por toda la cara.
¡Tomá pajero, tocate con la bombacha de la
Yesi! ¡No sabés lo rica que tiene la concha!, le dijo Elías a Diego, tras
arrojarle mi culote. El pibe lo atajó con una mano, y le obedeció. Se quedó
largo rato pajeándose contra la pared, oliendo mi calzón con los ojitos en
blanco. Mauro seguía dándole garrote a la conchita de Maru, y Javito le pedía
que le haga la paja con una mano.
Todo hasta que Elías decidió cambiar
posiciones. Solo que antes que Mariela logre levantarse de la cama, ya en
soledad, sin ninguno de nosotros sobre ella, Elías comenzó a pajearse
violentamente contra su cara. Incluso le cogió la boquita un rato que a Mariela
debió parecerle una eternidad. ¡El turro no la dejaba ni respirar!
¡Basta pendeja, ahora salí de la cama y parate
en el medio de la pieza!, le ordenó Elías, yo creo que al borde de acabarle en
la boca. Tanto fue así que, ni bien se la sacó de los labios, se tambaleó
esforzándose por aguantar el lechazo. Entonces, Mariela se puso de pie en el
centro de la pieza, mientras Diego revoleaba toda su ropa interior de su cajón
en el suelo. Quiso mandarlo a la mierda. Pero conocía bien su situación. Éramos
muchos contra ella.
¿Quién es el mejor equipo de la Argentina
Maru?, le preguntó Mauro. Todos teníamos un cinturón en las manos, y la
rodeábamos para que no se nos escape. Ella dijo tímidamente: ¡Boca, obvio!
En ese momento Diego le dijo: ¡Apoyá las mano
en el respaldo de la cama, y paranos bien la colita bebé! Apenas cumplió con
esas palabras, Los cinco le dimos tres latigazos en la cola, alternándonos.
Ella mariconeaba, gemía con cada chicotazo y nos pedía perdón entonces Diego
volvía a preguntarle si Boca era el mejor equipo nacional. Ella respondía que
sí. Por lo que otro show de cinturonazos se desató contra su cola. Recién en la
quinta vez, y teniendo en cuenta que sus nalgas ardían en un púrpura intenso,
decidió balbucear un sordo: ¡River chicos, River!
Elías nos hizo un gesto para que dejemos los
cintos, y la sentó en el piso. Los cuatro la rodearon y empezaron a
intercambiarle sus pijas a su boca. Yo mientras tanto le frotaba las tetas en
la espalda, y le escupía las suyas para que pueda hacerles la turca a los pibes
con mayores sensaciones. Sin embargo, en un momento Mariela se tiró un pedo,
luego de eructar cuando Diego le liberó la boquita para que respire. Eso le
valió que Elías la apoye contra la pared, y mientras le cogía la boca
teniéndola del rodete le decía: ¡Sos una cochina peterita sucia, por eso
nosotros siempre nos cogemos a las bosteritas como vos!
Elías no pudo soportarlo mucho más, porque, yo
le hacía oler la bombacha de Maru, y le nalgueaba ese culo tremendo que se
cargaba. Por eso, de repente vimos y escuchamos a Mariela ahogarse, toser y
escupir leche hasta por la nariz. Elías le acabó todo adentro de la boca, y le
presionaba la nariz para que no respire mientras cada gota de semen abandonaba
sus huevos calientes. Ni bien terminó, le pidió que se ponga en cuatro patas.
Le dio tres chirlos en el culo, luego le abrió las nalgas, y una vez que esperó
a que su pija se convierta en un pene normal, le hizo pis entre los glúteos,
para denigrarla aún más. Mariela no se esperaba eso ni por asomo. Pero nos
sorprendió que no se pusiera a llorar como una nena.
Elías se puso el calzoncillo, y se puso a
mirar cómo Diego se sentaba en el piso con Mariela a upa para calzarle la pija
en la concha. La tenía bien abrazadita para hacerle sentir cada centímetro de
su verga, y él mismo la nalgueaba, pellizcaba y le mordía las tetas.
¡Cogé así guachita, que estás toda meada, y
tenés olorcito a culo de la Yesi! ¡Vení negri, pedile que te chupe la zorra!,
dijo Diego de pronto, justo cuando yo se la estaba mamando a Javito, presa de
una calentura terrible. Maru en ese momento tenía la boca ocupada con la pija
de Mauro. Pero al fin, tuve que persuadirlo. Ni bien le puse la concha en la
boca a la Maru, tuve que sostenerla de los pelos, porque no quería saber nada
con chupármela. Entonces, Diego comenzó a acelerar sus movimientos, a temblar y
tiritar de calentura, y a presagiarnos que su leche pronto se derramaría en el
interior de su vagina. No hizo tiempo a quitársela de encima para dársela en la
boca, como lo planeaba. Por eso, se conformó con descargársela toda en la
concha, marcándole los dientes en los pezones y metiéndole un dedo en el culo.
El guacho gritaba como si se estuviese por desarmar adentro de ella.
Yo estaba tan alzada que, la tiré al suelo, le
chupé las tetas y le abrí las piernas para probar la lechita de mi amigo de su
propia concha. Recién ahí Mariela pudo recobrar las palabras, aunque no por
mucho tiempo.
¡Salí amigaaaa, que yo no soy torta boludaaa!,
me dijo, antes que Mauro se arrodille para darle más pija a su boquita
sedienta.
¡Sos mansa putita vos, chupa pijas, bostera
del orto! ¿Y, sabés qué? ¡Ahora me voy a pajear con tus tetas!, le dije. No lo
había premeditado, pero en breve, mientras Mauro le regalaba una arcada tras
otra, yo me senté contra sus tetas. Me metí sus pezones en la concha, salté
sobre ellas para fregar mi clítoris, y justo cuando Javito se sumaba para
cogerle la concha y para comerme la boca con unos besos de lengua infartantes,
decidí que quería mearle las tetas.
¡Tomá putita, te voy a mear las tetas, por
sucia, por hincha pelotas, y por tenernos podridos en el colegio! ¡Vos te la
buscaste zorrita!, le decía, mientras Elías limpiaba el piso meado con las
camisetas de boca que encontraba. Ni bien terminé de desagotar mi pipí en esas
tetas voluptuosas, le refregué toda la concha en la cara, y me levanté híper
mareada por el orgasmo que me abrazó antes de mearla. Javito siguió
penetrándola un ratito más, hasta que a Mauro se le ocurrió algo impactante.
¡Che Javi, dejala un ratito, que tengo una
idea! ¡Y vos tontita, levantate de ahí, y ponete esto!, le solicitó Mauro. Era
una camiseta de River. No sabíamos si le iba a entrar. Pero para el caso era lo
mismo. A todos nos gustaba ver cómo se le erectaban los pezones con sus
camisetas ajustadas.
¡Che boludita, ¿Vos te colás los deditos en la
chocha? ¡Queremos ver cómo te pajeás, con esa camiseta, dale!, le dijo Mauro,
una vez que al fin se puso la camiseta, poniéndonos cara de asco.
¡Cambiá la carita nena, y empezá a tocarte,
vamos!, le dije, arrancándole el pelo para que obedezca. Entonces, mientras los
5 la rodeábamos sentados en distintas partes de su cama, ella empezó a
apretarse las tetas, a manosearse la concha y a sobarse las piernas.
¡Dale nena, metete los dedos, y en el culo
también! ¡Chupalos, babéate, y dale besitos a la camiseta, que sos re gallina
guachita!, le decíamos entre todos. Entonces, vimos cómo sus dedos salían
pegoteados de semen de su concha, y cómo intentaba meterse los dedos en el
culo. Mauro la forzó a introducirlos, y si se negaba la pellizcaba hasta
dejarle un moretón.
¡Pero gemí boluda de mierda. Decí que te
calienta ser cogida por River, que te gusta que Nacho, o el oso te hagan el
orto… ponete bien puta pendeja!, le gritaba Mauro. Entonces Mariela empezó a
frotarse el clítoris, y a decir cosas como: ¡Síii, estoy re calienteeee, quiero
que todos los de River me culeeeen, que me chupen la argolla, y que me ensucien
la carita de lecheee, soy una bosterita suciaaaa, perdedoraa!
La vimos besar la camiseta, abrir y cerrar las
piernas con fuerza, cogerse el culo y lamer los dedos que retiraba de él, y
chuparle la pija un ratito a Mauro. Hasta que éste decidió darla vuelta para
que Javito se le trepe con su pija peligrosamente dura. En cuestión de
segundos, Javito se la clavaba en el culo, y Mauro le cogía la garganta. En
medio de todo ese ajetreo, Elías, que ya estaba vestido, sacó su pija afuera y
apuntó a los pies de Mariela.
¡Che, yo quiero mear, pero ni loco salgo al
baño! ¡Total, tu cama es un chiquero, donde seguro se revuelcan otras
bosteritas!, decía con toda la serenidad, mientras le hacía pis en los pies a
Mariela, que gemía atragantada de pija, porque evidentemente le dolían los
ensartes de Javito en el orto.
De repente, la madre de Mariela comenzó a
hacerse notar en la casa. Se oyó un programa de televisión, y el ladrido del
perro recibiéndola. Se los advertí a los chicos. Supongo que eso hizo que Mauro
le bañe la cara de semen a Mariela, que no llegó a abrir la boca cuando éste
empezaba a eyacular. Eso pasó porque Javito la sacudía para clavársela más
adentro del culo. Cosa que lograba con toda la determinación. Yo me sumé a
chuparle el culo y los huevos a ese pendejo aguantador, para que de una vez le
llene la cola de leche a mi amiga. Pero la madre de Mariela comenzó a golpear
la puerta.
¡Ya salgo maaa! ¡Estoy con los chicos!, dijo
Maru, todavía con la garganta agitada, como si tuviese kilos de catarro
aflorando de sus cuerdas vocales.
¡Bueno, pero abrime hija, que necesito el
teléfono! ¡Tu abuela se descompensó! ¡Tu papá está viniendo a la casa!, explicó
la mujer con un tono especialmente preocupante. No nos quedó otro remedio que
vestirnos lo más rápido que nos dieron nuestras propias habilidades, y hacer de
cuenta que nada había pasado. Mauro abrió las cortinas y ventanas. Javito, con
la pija hecha un fierro encendió el ventilador, y Elías cubrió la cama con un
acolchado para que la mujer no vea ni huela todo lo derramado sobre ella.
La señora entró con aire de perplejidad.
Agarró el teléfono, y justo cuando estaba por cerrarnos la puerta, oímos la voz
del padre de Maru. Ya no teníamos nada que hacer en esa casa. Lo mejor era
desaparecer cuanto antes. Ella permaneció echada en la cama con la camiseta de
River, descalza y despeinada, sin siquiera una bombacha puesta. Su madre la vio
así, y ni se hizo el menor de los dramas. No queríamos darle una mano a Mariela
con nada. Pero tampoco éramos tan inhumanos como para seguir humillándola en
una situación así. De modo que nos despedimos de ella, y nos fuimos
tranquilamente, cada uno por su lado. Ella ni siquiera nos saludó. Pero
podíamos ver en sus ojos que se había quedado re caliente, aunque le doliera la
mandíbula de tanto chupar, la cola de tantos cintazos, el culito por lo bruto
que fue Javito al encularla, y las tetas por todas las veces que se las
mordisqueamos. Pero a mí ya no me importaba ella. Y menos teniendo en cuenta
que, Javito terminó dándome la lechita en la cola en un descampado. Los dos
habíamos quedado re calientes. Yo no podía soportar que ande con la pija tan al
palo. Por eso se lo sugerí.
Nos metimos en un terreno baldío que colinda
con una estación de servicio, nos re chapamos, me puse contra un árbol, me bajé
la calza, le meneé el culo y le pedí que me la meta, sin sacarme la bombacha.
¿Che Yesi, ¿La habremos dejado preñada a la
loca? ¿Tomá putitaaaa, sentila todaaa, acá tenés una pijaaa!, me decía mientras
me empomaba el culo, me presionaba el cuello y me rasguñaba la vagina, sin
intención, pero haciéndome gozar como nunca. Apenas le dije: ¡Imaginate,
cogerte a esa gorda sucia, con la camiseta de Boca, y embarazada!, el guacho me
largó toda la leche en el culo en un bombazo con el que no pude contener un
grito desolador. Después de eso me fui a mi casa, a revisar cada uno de los
momentos que vivimos con Mariela. ¡Por suerte Elías había filmado todo, y la
muy boluda ni se dio cuenta! Así que, ahora ya sabe lo que le puede pasar si
nos sigue agitando, cargando, boludeando, o si falta a las apuestas que concertamos.
¡Ahora es una gordita con carita de perro mojado la muy chancha! Fin
Recordá que este, o cualquier otro relato del blog, podés pedírmelo en audiorelato, a un costo más que interesante. Consultame precios y modalidades por mail.
Este es mi correo ambarzul28@gmail.com si quisieras sugerirme o contarme tus fantasías te leeré! gracias!
Acompañame con tu colaboración!! así podré seguir haciendo lo que más amo hacer!!
Cafecito nacional de Ambarzul para mis lectores nacionales 😉
¡¡Me encanto!! Como siempre nunca me defraudas. Había extrañado pasarme por acá, una pregunta ¿Te animarías a escribir sobre tio y sobrina? Besoos
ResponderEliminar¡Hola Sasha! espero hayas tenido un lindo comienzo de año! ¡Gracias por tu crítica, siempre importante! ¿Claro que me animo. si querés, enviame al mail todo lo que se te ocurra para ese tío y esa sobrina. lo que quieras: edades, gustos, ropa, roles, actitudes... en fin, lo que desees, que yo intentaré hacer algo! ¿Un besote!
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