Mi nombre es Malena, soy cordobesa y a mucha
honra. Me gusta ser una calentona incurable, que me hagan la cola y me obliguen
a chupar pijas. Tengo 25 años, vivo con mis padres porque trabajo atendiendo la
verdulería que tenemos en casa, ya que todavía no termino el secundario. Tengo
una beba de 4 meses y soy madre soltera. No tengo idea de quién puede ser el
padre, y no sé si es importante. Pero no quería darle el gusto a mis abuelos,
quienes intentaron convencerme de que un aborto práctico, sencillo y saludable
sería lo mejor para todos.
Tengo una hermana de 13 años que es la luz de
mis viejos, y un hermano de 16. Ellos son Tamara y Germán. No hay mayores
conflictos entre nosotros. Pero de vez en cuando, Germi se la manda, porque
esconde los exámenes con malas notas de la escuela, le cuesta bañarse cada vez
que vuelve de jugar al fútbol, le contesta a los mayores, y últimamente llega
medio borrachito de alguna que otra juntada con sus amigos.
En cuanto a mí, siempre fui difícil de
dominar. Me desvirgaron cerca de los 19, y tal vez eso me llevó a pecar más de
la cuenta. Desde entonces ya no pude vivir sin una pija en la conchita. Antes
ni siquiera me pajeaba.
Mi primo fue el que me hizo conocerle la cara
a dios, y se lo voy a reconocer toda la vida.
Tuve problemas con algunas amigas, porque me
encamé con sus novios. Estuve con tipos grandes a la salida del boliche, se la
mamé muchas veces a Ramón, el taxista que siempre me lleva a lo de mis abuelos,
y a cuanto tipo se me antojara. Muy pocos se resistían a mis encantos
naturales, ya que no soy una princesa ni mucho menos, de acuerdo a mi propia
mirada. Pero se ve que a los tipos les gustan las minas con voz de putita, con
unas tetas chiquitas, una cola paradita y no mucho más que eso, y una boquita
radiante, sedienta y seductora.
Ayer pasó algo que quizás me cambie la vida
para siempre, y no solo a mí. Fue fuerte, y jamás creí que pudiera suceder,
aunque en el terreno de la fantasía todo puede liberarse y llevarnos a momentos
muy íntimos, pero siempre a solas. Eran las 12 de la noche. Los viejos ya
dormían porque la rutina los condena a levantarse temprano todos los días.
Tamara terminaba una maqueta para el cole en la cocina. Yo, acostada en mi
cama, dándole la teta a mi preciosa Yamila para que de un momento a otro se
duerma. Además andaba un poco enojada porque había quedado en juntarme con un
pibe en cuanto eso suceda. Pero ella no se dormía, y el tarado no pudo zafar de
su esposa, y me mandó un sms re frío para avisarme que nos guardemos las ganas
para otro día. En eso, de repente y sin anunciarse, Germán entró a mi pieza
para devolverme el cargador de mi celu y un pen drive con música.
Lo hice callar porque estaba re alterado y
hablaba fuerte. Me di cuenta al toque que venía medio alegre. Cuando se me
acercó para saludarme con un beso tenía un aliento a fernet que mataba. Dejó
las cosas en la mesita de luz, y se quedó parado a centímetros de mi cama.
Recién ahí me di cuenta que estaba destapada, en bombacha y con las tetas al
aire. Me puse la sábana encima lo más rápido que pude, y le pregunté cómo le
había ido en el cumple de su amigo. Mientras me contaba le pedí que me alcance
un pañal, porque Yami se había hecho pis. Me lo tiró y lo atajé en el aire. ¡Siempre
me hacía lo mismo la guacha! ¡Ni bien empezaba a dormirse se meaba toda!
Entonces le pedí a mi hermano que se siente en el piso para que me siga
contando, pero dijo que ya se iría a dormir, aunque seguía hablando de los líos
de una pendeja con su padre, de los ortivas de los vecinos del dueño del
cumpleaños, y de lo linda que estaba la noche afuera. Pero entonces lo vi, y se
lo tuve que decir:
¡Che nene… todo bien… pero, ¿Hace falta que te
toques el pito mientras hablás conmigo?! ¡Acordate que soy tu hermana!
Supongo que por la vergüenza se llevó de
inmediato la mano a la espalda, y yo me le reí re burlona.
¡Dale tarado… si yo no te digo que no te
toques! ¡Es obvio que sos un chancho, como todos los varones… pero tocate en tu
pieza! ¡Igual, a tu edad debés estar hecho un pajerito, supongo!, le dije sin
pensar en el impacto de mis palabras, mientras le cambiaba el pañal a mi nena,
y volvía a echarme en la cama, feliz de que al fin Yami se dignó a dormirse.
Pero en cuanto me moví bruscamente para pasarle una almohada a mi hermano, con
la idea de que se siente más cómodo en el suelo, la pibita se despertó. No me
quedó más remedio que encajarle la teta en la boca de nuevo.
¡Che, ¿No era que ya te ibas?!, le dije, mientras
él se mostraba entusiasmado, contándome que todos en el secundario se enteraron
que una tal Ivana le hizo un pete al profesor de educación física.
¡Sí, perdón Male… ya me voy! ¡Lo que pasa es
que… perdón, pero bueno… me calienta!, dijo casi sin querer, como reprimiendo
el sonido de su garganta.
¿Qué te calienta cochino? ¿Las tetas de tu
amiguita seguro, la Dani! ¡Aaah, ya sé, la cola terrible que tiene la Lili!
Pero es tu prima nene! ¡Tenés que disimular un poco mejor cuando la mirás, o le
vas a arrancar la calza con los ojos! ¡Además, si el tío te descubre, te va a
arrancar las bolas con las manos! ¿O, te calienta la Ivana esa? ¿Te calienta la
peterita del cole?, le dije risueña, viendo cómo se le desfiguraba la cara, que
parecía elegir entre todas las opciones que le sugería.
¡No Male… todo eso también me calienta… la
Ivana, usa tremendas calzas, como la prima… y la cola de la Dani es un
infierno! ¡Pero, vos, no sé, bueno, ya fue, mejor me voy a dormir!, dijo con la
cara hecha un tomate y la frente goteándole pudores que no sabía controlar.
¡Hey hey, vení acá! ¡Acercate que no puedo
hablar fuerte! ¿Cómo es eso, que yo qué?!, le pregunté mientras se me acercaba
lentamente. Me encanta aprovecharme de su alcohol en las venas, porque el
tarado hablaba sin darse cuenta. Su ingenuidad me calentaba más que mirarle el
pito por momentos.
¡Nada Male… es que, se me re para la pija
cuando te veo las tetas, y, ese culo! ¡Pero… olvidate nena… no tenía que
decirte eso! ¡Somos hermanos!, dijo bajito, cuando Yami ya se dormía
plácidamente otra vez.
¡Bajate el pantalón Ger, ahora, y no preguntes
nada! ¡Dale que quiero ver cuánto te caliento!, dije con el corazón
enloquecido, sorprendida con su declaración, y dispuesta a todo, sin saber bien
las razones, pero muy caliente. ¡No podía creerlo! ¡Y yo que hacía un año que
me pajeaba en el baño oliendo los calzoncillos sucios de mi hermanito, y él me
tenía ganas!
Germán no estaba seguro de obedecerme. Por eso
yo misma le tironeé la bermuda hacia abajo, y entonces le vi la pija adentro
del bóxer, parada, hinchada e impaciente por escaparse de la tela húmeda que lo
protegía.
¡Mirá lo que tenés guachito! ¡Ese pito no
puede ser tuyo! ¡Y yo buscando chongos por ahí! ¡Tocate, dale, por adentro del
calzón, y mirame las tetas degeneradito!, le susurré, mientras me salía leche
de los pezones, la que Yamila ya no deseaba seguir bebiendo.
Apenas se la rozaba con la punta de los dedos,
y solo por el tronco. Estábamos tan cerca que, yo podía oler sus hormonas
desatadas. No tenía idea de cómo llegamos hasta esas locuras desenfrenadas.
Pero no pude callarme, y se lo pedí con la mejor voz de trolita que encontré:
¡levantate de ahí, y poneme ese pito en la
boca!
El guacho temblaba, entorpecía sus manos por
no saber qué hacer con ellas, miraba desconcertado, y hasta dejó que un hilo de
baba le cuelgue del labio. Pero pegó sus rodillas a mi cama tan rápido como le
dio la dignidad, y yo empecé a morderle la puntita con calzón y todo. Entonces,
reconocí el sabor y la textura que tanto me gusta saborear y tragar.
¡Pendejo, tenés el calzoncillo con semen! ¿Ya
te pajeaste? ¿Y te acabaste encima cochino?!, le dije mientras se lo bajaba
para que mi mano le acaricie ese pito hermoso, después de escupírmela. Esa pija
estaba afiebrada, colorada, con juguito en la cabecita, con olor a pis y a
lechita vieja, y latía cada vez más rápido. Sus huevos también se calentaban y
endurecían. Me apiadé de ellos y le di unas buenas lamidas para refrescárselos,
saborearlos y mordisquearlos. Eso le fascinó a mi pendejito valiente. Cuando se
la toqué con la lengua, el tontito gimió, diciendo entre dientes: ¡Aaaay Male,
qué putita sos!, y eso me condujo a mamarle la pija muy despacito. Se la escupí
solo dos veces, porque corría el riesgo de que acabe enseguida. Tampoco quería
rozársela mucho con los dientes por miedo a lastimarlo. Pero el fuego que ardía
en mi vagina ya me confundía demasiado.
No quería llegar más lejos. No deseaba cagarle
la cabeza a mi hermano. Una chupada de pija no sería tan grave pensaba,
mientras le lamía los huevitos y le pajeaba la verga con una mano. Con la otra
le pellizcaba la cola y le daba algunos azotes con los que parecía que
disfrutaba, porque me pedía más.
¡Tocame las tetas!, le ordené ya sin una pizca
de moral. En cuanto sentí su mano en las tetas, y le metí la lengüita adentro
del cuero de su poronga, se estremeció en una sacudida que, al parecer
desconocía por completo. Me acabó todo su semen en la cara, y hasta me ensució
la almohada, al tiempo que me zarandeaba las gomas, me apretaba os pezones y me
rasguñaba el cuello sin querer. A esa altura la sábana estaba en el suelo, y el
guacho me había re mirado el culo. Pero no me importaba. Yo tenía el sabor de
la lechita de mi hermano, la que había salido de una pija preciosa, ancha, de
unos 18 centímetros tal vez, y seguramente la más sabrosa que probé hasta
entonces. Además, ahora la que necesitaba pajearse era yo.
¡Subite eso culeadito, que ya vengo!, le dije
mientras cargaba a la beba para acostarla en su cunita. Saqué el pañal meado de
la cama, senté a mi hermano de prepo en el colchón y le puse las tetas en la
cara.
¡Tomá la leche nene… dale bebé… dale, si es
verdad que te gustan estas gomas chanchito!, le decía presionando mis pezones
contra su boca para que me salga leche. Germán me los succionaba con amor y
brutalidad, y hasta me los mordía. Le exigí que me pegue en la cola, que no se
toque el pito hasta que yo se lo ordene, y que me diga todo lo que le gustaba
de mí.
¡Quiero ser tu bebote Male… quiero que me
tomes la lechita otra vez! ¡Me volvió loco el pete que me hiciste!, dijo en voz
baja, mientras se le escapaban mis pezones de la boca, sorbía leche y me
acariciaba el orto. Le gustaba que le pegue en la mano cada vez que se olvidaba
de mi prohibición, y se quería tocar la pija.
¿Ah sí? ¿Querés que te ponga un pañal, y
acabarte en él mientras yo te apoyo la cola, y que te dé la teta pendejito? ¡Vos
siempre me volviste loca! ¡Además, vos te pajeás hace 4 años ya! ¡Yo te vi un
par de veces, pero nunca pensé que ibas a tener este pito!, le decía mientras
lo tendía en la cama para meterme esa pija en la boca otra vez. Sentía que no
podía vivir sin la pija de mi hermanito en la boca. Ahora sí se la chupé como
se lo merecía, mientras lo dejaba que me tironee el pelo, que me la saque de la
boca para darme chotazos en la cara, que me pida que le bese las piernas y los
huevitos, aunque se riera como loco por las cosquillitas, y que gima con esa
voz todavía sin desarrollarse del todo.
¡La Tami la chupará así como vos Male?!, dijo
segundos antes de largarme toda la lechita en la boca. Pero yo no se lo
permití. Fui hasta donde sus mejillas se llenaban de escozores y le di una
cachetada.
¡Ojo pendejo, no te hagas el boludo con Tamara,
que ella es chiquita, aunque tenga esas tetotas! ¡Que yo no me entere que le
hacés algo, porque te acogoto!, le dije al oído, percibiendo con mi pierna que
la pija se le bajaba.
¡No Male, no le hice nada! ¡Ni en pedo! ¡Quedate
tranquila! ¡Pero sí me hice una paja con una de sus bombachitas!, me confesó
sin vergüenzas, ávido por dirigir de nuevo mi cara a su miembro. Le hice el
favor de ponérsela dura como antes, con unas chupadas que seguro podían oírse
al otro lado de la puerta. Se la escupí mucho, me metí sus bolas en la boca, lo
pajeé entre mi pelo y contra mi cara para embriagarme con su olor a nenito
alzado, y me re calentaba con las cosas que yo misma le decía para que me dé la
lechita.
¡Y pensar que ahora la Tami está en la cocina,
en vestidito, sin corpiño, con la bombachita metida en la cola! ¿Te gustaría
que ella entre sin querer, y te vea este pito divino? ¿Querés mirarle las tetas
al aire? ¿Nunca se te ocurrió ponerte la bombachita de Tami?!
Germi solo gemía, me arrancaba el pelo y
suspiraba con las gotas de sudor empapándole la musculosa. Por eso yo se la
saqué, y en cuanto me confió abrumado y sin poder respirar con normalidad: ¡La
Tami se re pajea a la noche! ¡Una vez la escuché gimiendo bajito a la madrugada,
y también algo parecido a como si se pegara en la cola, o se rascara una pierna!
Ahí no pude con la calentura de mi sexo
desprejuiciado. Me le subí encima, froté mi concha contra su pija durísima como
antes hasta lograr que la puntita quedara en el umbral de mi vagina, y en menos
de lo que imaginé, ese pito delicioso naufragaba entre mis jugos, mi cuerpo
saltaba sobre su pubis y mis uñas le marcaban la piel. Saber que Tamara
compartía la habitación con Germán, en este momento me daba unos celos terribles.
Pero yo lo tenía adentro mío, colmándome de moretones al aferrarse a mi
cintura, intentando manipular mis movimientos, y totalmente entregado a mi
lujuria.
¡Y vos pensás que ella nunca te escuchó
tocarte el pito nene? ¡Espero que no te lo haya mirado, porque eso me pone
celosa! ¿Vos le viste las tetas desnudas alguna vez? ¿Te gustan más que las
mías pendejín?!, le decía irracional, agitada y sin filtros mientras mi
clítoris se servía de las fricciones encarnizadas que esa pija ofrecía, cada
vez más gorda y dura.
¡Síiii… le vi las tetas… y la vi en bombacha…
y tiene pelitos en la concha… aunque no se la vi bien! ¡Solo le vi los pelitos
a través de la bombacha!, me explicó mientras me chupaba las tetas, y su cuerpo
se retorcía como indicando que le faltaba muy poco para estallar en leche.
¿Ya te viene la leche pendejo? ¡Dame todo,
acabame nenito, daleee!, le murmuré al oído después de morderle las tetillas y
saltarle rapidito arriba de la pija, siempre encallada en la humedad de mi
vulva. Cumplió con creces. De repente empezó a largarla toda, a ladearse hacia
los costados y a tratar de penetrarme hasta donde ya no era posible. Sentí su
semen recorrerme por adentro, y me excité aún más. Imaginarme embarazada de mi
hermano me hacía vibrar las entrañas.
¡Si querés, por hoy, podés quedarte a dormir
conmigo nene, y de paso no la escuchás a la asquerosa de tu hermana cuando se
toque!, le decía mientras me ponía la bombacha, luego de lamerle la pija
repleta de mis flujos, todavía erecta aunque sin rigidez. Obviamente que
aceptó, y se quedó consolando a Yami que se despertó cuando, yo tiré por accidente
una taza vacía de la mesita de luz en el afán de apagar el celular que vibraba
impaciente..
Limpié los vidrios, ordené un poco la cama y
le dije a Germi si quería que le trajera algo para tomar. Yo tenía una sed
tremenda, como siempre después de una cogida significativa para mí. Por lo que
me traería agua fresca, o lo que encontrara en la heladera.
Cuando fui a la cocina, me la encontré a Tami
medio dormida, con la cola en la silla y los brazos cruzados sobre la mesa,
donde su cabeza descansaba, seguro que agotada de tanto estudio. No pude
evitarlo. Sabía que estaba como el orto lo que rondaba por mi mente, pero lo
tenía que hacer. Me le acerqué despacito, la llamé, me hice la extrañada por
descubrir un olor raro en el aire, y más precisamente en ella, y mientras la
despertaba se lo decía para que poco a poco tome contacto con la realidad.
¡Tami, ¿Vos te bañaste hoy?! ¡Tenés olor a pipí nena! ¡Puede ser el vestido, que esté usado, o la bombacha! ¡Dale… andá a
acostarte… dale que es tardísimo, y mañana no te levantás ni a las trompadas! ¡Vení,
parate, y quedate tranquila!, le decía mientras le olía el vestidito, y se lo
subía para bajarle de a poquito la bombacha. Ella estaba tan sonámbula que se
dejaba hacer.
¡Es la bombacha Tami… dejame que te la saque!
¿Sí? ¡Sabés que esto a mami la pone nerviosa!, agregué, aprovechándome de su
estado de sueño, y la pibita me dejó. Esperé a que Tamara guarde sus cosas de
la escuela y que se vaya a la cama, me serví un vaso de fernét con coca, me
comí un postrecito y volví a mi habitación con tamaño regalo para el cochino de
mi hermano.
¡Mirá lo que te traje chanchón! ¿La reconocés?,
le decía mientras me sentaba en la cama, donde él ya estaba echado y desnudo. Los
ojos se le llenaron de misiles encarnados al blanco de la bombacha usadita y
húmeda de Tami, una bedetina roja con voladitos.
¡Recién se la saqué! ¡La pendeja se quedó
dormidita en la cocina!, le decía al tiempo que me acostaba, absolutamente
segura que Yamila dormía en paz, gracias a la paciencia de Germi.
¡Bueno nene… tomá… toda tuya… olela, pasátela
por el pitito, lamela toda! ¡Y apenas termines, me apoyás esa pija en la cola! ¡Creo
que me lo merezco, ¿No?!, le dije pegándome a su cuerpo, después de que los dos
nos re tranzamos oliendo la bombachita de Tami. Al rato empezó a contarme que
varias veces soñó que yo le cambiaba los pañales, y que al descubrir que tenía
el pito parado, le pegaba en las manos y me ponía en cuatro patas para
amamantarlo. ¡Al final, el virgo de mi hermanito era una verdadera caja de
sorpresas! No pude contar la cantidad de orgasmos que tuve con su pija en la
concha, una vez que se cansó de los aromas de Tamara. ¡Pero hasta ahora nadie
me cogió como él! Fin
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