Pito por plata


Surgió así, de la nada. Como de un acto de necesidad. En una reunión con mis amigas, mientras tomábamos cerveza y compartíamos un porro que Laura, la más veterana de las 5 pudo conseguir. El tema era que yo no tenía un mango, y estaba podrida de que mi madre me pague todo.
Tengo 23 años, y todavía me cuesta decidir una carrera. Las 3 que intenté abordar no me gustaron, y las abandoné, según mi madre livianamente.. Entonces, Liliana, que tiene 38 y es peluquera, me dijo sin filtros ni maldad: ¡Che nena, ¿Y por qué no te publicás un avisito en los clasificados de internet? ¿Sabés los tipos que morirían por pegarte una buena culeada? ¡Estás cada día más perra guacha!
Todas nos reímos, sabiendo que la Lili es lesbi, y que cuando se pasa de la raya con la birra, parece que todo le excita. Yo ni me puse incómoda. Pero, apenas las risas cesaron, Laura intervino.
¡Che, la Lili me dio una idea conchuda! ¡Mirá, te cuento! ¡Mis sobrinos están re pajeros! ¡Viste cómo son los virgos! ¡Yo le dije a mi hermana que no pueden estar encerrados viendo porno con los teléfonos todo el día! ¿Vos te animás a desvirgarlos? ¡Total, es un acuerdo entre nosotras! ¡Yo ni le digo a la madre que te conozco, ni nada! ¡Te doy mil pesos por hacerlos debutar!, me explicó, sin que se le trabe la lengua.
¡Vos estás loca Lauri! ¡Está bien que soy una pobretona y que estoy re tirada! ¡Pero tampoco quiero ser una abusadora, una come niños, y terminar presa por…, tartamudeé. Pero ella me hizo callar pisándome un pie diciendo: ¡Por eso mismo tonti! ¡Yo te los llevo, y a la madre le digo cualquier cosa! ¡Ellos no van a buchonearme porque siempre fui la tía copada! ¡Los re malcrío a los guachos! ¡Quieren caca, y caca les compro!
Lili, Romina y Leticia hablaban de pijas, de uno de los mozos del bar, y de hacer un viajecito todas juntas a la montaña, mientras yo pensaba en responderle a Laura.
¡Bueno, dale tarada, acepto!, le dije finalmente, a la vez que un chorro de flujo parecía mojarme la bombacha. Es que, Lucas tenía 13 años, y Santiago 15.
Esa noche nos fuimos del bar porque, Laura rompió una copa, y Romi se meó encima cuando las dos taradas compartían un video de youtube, riéndose descostilladas. Pero a los dos días, un lunes normal en apariencia, templado y con un azul intensísimo en las montañas, recibo un whatsapp de Laura.
¿Y gordi? ¿A qué hora te mando a los pibitos? ¡Te los va a llevar el Japo, un amigo tachero con el que cogemos cuando se da! ¡No sabés, está re bueno, y tiene un pedazo de pija que, uuuuuf, me meo toda!
Me reí y le mandé un audio.
¡Sos una viciosa nena! ¡Pero ya no me sorprende nada de vos! ¡Si te parece, espero a los peques desde las 3 de la tarde! ¿Dale? ¡Aaaah, y cualquier cosa, mi nombre es Natalia!
Apenas lo escuchó me envió un dedito para arriba, y escribió: ¡Te los mando limpitos, con la plata y con forritos! ¡Suerte culeadita! ¡Y después me contás! ¡Eso sí, No les dejes los dientes marcados en el pito, porfi!
Estaba nerviosa. No tenía en claro qué haría con esos nenes. Parecía haber perdido la imaginación. Pero, las 3 de la tarde llegaron con la velocidad de un rayo, y el timbre sonó implacable. Por suerte Laura me los trajo en persona, en el auto de su hermana.
¡No pude dar con el Japo! ¡Así que bueno, acá estoy!, dijo con simpatía.
¡Pero no te hagas ilusiones que, te los dejo y me voy! ¡Vamos chicos, saluden a la tía Nati! ¡Se van a divertir mucho con ella! ¡Es muuuy mimosa!, agregó mientras yo les daba un beso a cada uno y los hacía entrar a la casa.
¡Cheee, relajate nena, si no tenés que hacer nada que no conozcas putita! ¡Estás re cagada en las patas bolu!, me dijo afuera, una vez que me metió la plata entre las tetas con total descaro, y me pellizcó la cola. Luego me sacó una foto con su celu, ya adentro de su auto, y se fue sacándome la lengua, como burlándose de mi situación.
¡Así que vos sos Santiago, y vos Lucas! ¿No?, les dije señalándolos, ya en el living, sin mi camperita y algo más calmada. Me encendí enseguida cuando escuché al más chiquito murmurar: ¡Estás re buena mamita!
Pensé en hacerme la tonta. Pero debía calentar a esos pendejines. Así que, mientras me sacaba la guita de las tetas delante de ellos, lo miré y le dije mordiéndome los labios: ¡Eeeepa, qué atrevidito el nene! ¡Vos también olés rico, sos un lindo nene, y parece que tenés otras cositas para mostrarme!
Les pedí que se sienten en el amplio sillón de la sala y les pregunté si querían tomar algo fresco. Como estaban muy tímidos, les traje un vaso de coca a cada uno. Pero antes de dárselos, me froté las gomas con ellos, y le di un sorbito a cada vaso. Por suerte mis trucos de seducción tenían el efecto que esperaba, porque los dos ya me miraban como babositos. Entonces, me senté frente a ellos en un puf, y nos pusimos a hablar de la escuela, de los apodos de los amigos de Lucas, de algunas pelis de acción y de terror, de fútbol aunque yo no cazaba una, y de las cargadas que los amigos de Santiago le prodigaban a la chica más fea de su curso.
De repente, sin un plan original, y solo impulsada por la inspiración les pregunté: ¿Y alguno de ustedes vio alguna vez una peli chancha?
Ninguno me contestó. Pero sus ojitos hablaban por sí mismos. Los dejé un momento solitos para buscar en el placar de mi cuñado, que es un fanático de ese cine, y encontré una que se llamaba Mamaderas Calientes. Volví al living y les mostré la cajita.
¿Quieren verla conmigo? ¡Yo nunca vi una, y tengo curiosidad! ¿Me acompañan?!, les dije con un dedo en la boca y poniendo voz de nena. Santiago seguía tímido, pero su hermano dijo que sí con la cabeza.
¿Vieron el título? ¡Mamaderas Calientes! ¡Parece que estas chicas tienen hambre, y son medias cochinas! ¿La pongo Santi? ¡Dale nene, copate y la vemos!, le insistí acariciándole la cara con los dedos. En ese momento me agaché para enchufar el dvd, y con toda la intención me encajé la calza bien en la zanja del culo. Incluso, se me ocurrió decir para asegurarme que me lo miren: ¡Dios, no sé por qué me pica tanto esta parte de la cola!, y me rasqué una nalga sobre la ropa, todavía agachada. Los escuché murmurarse cosas, pero no fui capaz de traducir esos sonidos en palabras.
Al fin puse la peli, volví a llenarle los vasos con coca, y le di play, una vez que regresé al puf. En la primer escena, una chica rubia está tendida en una cama con sábanas rosadas, tan solo con una bombacha roja, haciendo esfuerzos por no tocarse la chocha. En lugar de eso se masajea los pechos, se pellizca los pezones y gime con saliva en los labios. Hasta que a su lado aparecen, mágicamente, dos negros con sus pijotas meciéndose al aire. Uno de ellos le pide que se saque la bombacha, y en cuanto ella procede para lamerla y escupirla suavecito, el otro se la quita de la mano para dejarle su arma de carne a centímetros de su boca. Yo no les quitaba la mirada a los chicos, quienes se pusieron más nerviosos ni bien la rubia empezó a mamarles las vergas descomunales a esos negros.
¿Qué les pasa chicos? ¿Les gusta? ¿Les parece interesante lo que ven? ¿Qué les parece la chica? ¡Miren las tetas que tiene, y cómo les lame el pito a los señores! ¿Posta que, ninguno de ustedes vio esto alguna vez?, les dije apretándome las gomas. Seguían mudos, pero a Lucas se le hacía difícil controlar los movimientos que, seguro provenían del fuego de sus testículos inexpertos, porque se deslizaba en el asiento, cruzaba las manos sobre su entrepierna y respiraba con incomodidad. Santiago no quería mirarme, y evitaba la pantalla.
¡Dale Santi, mirá la tele bebé, mirala bien, que está re buena la chica! ¡Te lo prometo!, le dije con la decisión tomada de sentarme en el piso, entre las piernas de los hermanitos, solo dándoles la espalda, cuando los atracones de la chica me colmaban de envidia, y los negros gemían como si se fueran a desarticular. Es que, la lengua de esa pendeja era muy hábil.
¿Están bien chicos? ¡Quédense quietitos, y mírenle la boquita a la chica! ¡Qué linda bombachita tenía! ¿No Lucas?!, les decía mientras yo misma me quedaba con mi bombacha y corpiño haciendo juego frente a ellos. Tenía una colaless celeste, y un corpiño con encajes y puntillitas. Esperé a que los negros le coloreen la carita con sus copiosos ríos de leche, y en cuanto la chica le tiraba besos a la cámara, pausé la peli luciendo mi mejor risa de malvada, y les dije: ¿Quieren más chicos? ¿Les gustó, aaah? ¿Mi bombachita es más linda que la de la rubia, no Luqui?!, y me escondí el control remoto entre las tetas.
Los pibes permanecían inmóviles. En especial Santiago. De repente, descubro que Lucas se tocaba el pito sobre su pantalón, justo cuando pensaba en proseguir con la peli, y lo expuse sin temores.
¿Qué pasa Luqui? ¿Tenés cosquillitas ahí, en los huevitos o en el pito? ¡No te asustes, que los varones cuando ven estas cosas, sienten cosquillitas, y por ahí, bueno, se les para, se les escapan algunos chorritos de cosas, y eso!
Lucas simulaba no prestarme atención, aunque me re miraba las gomas, y rompió el silencio cuando dijo que necesitaba ir al baño.
¡Bueno, acompañame, vení que te indico dónde está!, le dije despojándome del control remoto, y lo llevé tomándolo de la cintura, como si fuésemos un trencito. Una vez más, sin previa planificación se me ocurrió entrar con él. Le bajé el pantalón y el calzoncillo ni bien estuvo frente al inodoro, y me compadecí de lo duro que tenía el pito. Fue muy rápido, pero llegué a comerle la boca con unos piquitos y unas mordiditas a sus labios dulces por la gaseosa, le recorrí la espalda con las uñas, y, en cuanto terminó de mear le lavé las manitos con jabón. En realidad, salimos precipitados por el audio de la tele. El turro de Santiago le había dado play a la peli, y sin nuestro permiso! Por eso, y aprovechándome del entusiasmo de Lucas por no perderse nada, regresamos al living, donde ni me importó enfrentarme a su hermano.
¿Quién te autorizó a poner la peli nene? ¿No podías esperarnos? ¡Dame el control pendejo!, le grité mientras le quitaba sin esfuerzos el aparato. Me puso cara de orto apenas detuve el inicio de la próxima escena, y quise germinarle la semilla de la envidia por forro. Me dirigí a Lucas, que aún estaba de pie y le dije lamiéndome un dedo para rozarle los labios: ¿Y Luqui, le vas a contar a tu hermano lo que te hizo la Nati en el baño? ¿Sabías que tenés una boquita re rica chiquito?!
A Lucas no le salían las palabras, producto de la emoción de lo desconocido. Por eso decidí bajarle el pantalón y darle 3 chirlos en la cola para instigarlo a hablar.
¡Me, me sostenía el pito mientras hacía pis, y me daba besos en el cuello, y me apoyaba las tetas en la espalda, me metía los dedos en la boca, me chuponeaba las orejas, y, me mordía los labios!, se despachó Lucas con una alegría que no le cabía en el pecho, con los detalles exactos de lo que sucedió en el baño. Santiago no lo podía creer.
¡Lo tuve que ayudar porque, gracias a la peli no podía hacer pipí de lo durito que tenía el pene!, agregué subiéndole el pantalón al nene para que se siente en su lugar.
¡Bueno, ¿Seguimos viendo la peli?! ¿O ya se aburrieron?!, les dije una vez que les serví más coca, y me senté en el piso, pero ahora con mis pies arriba de sus piernas, un poco en el medio de los dos para que le corresponda un pie a cada uno. A Santiago se le iluminaron las bolas cuando me vio el culo descendiendo lentamente hacia el piso. Al punto tal que tuve que decirle: ¡Ojo Santi eh? ¡Mirá que eso no se toca guachito!, y entonces volví a darle curso a la peli, mientras ellos murmuraban cosas sin subtítulos para mí, y yo me acariciaba las tetas como a dos gatitos asustados.
Ahora en la peli dos morochas con unas tetas infernales jugaban con un consolador tiradas sobre una colchoneta, en un jardín precioso y florido. Lo lamían, se lo frotaban en las tetas, le daban algún mordisco y se miraban con una lujuria incontenible, pero ninguna hablaba. A una de ellas se le erizaba la piel, por lo que supuse que estaba fresco el día de la filmación. De repente una empezó a escupirle las gomas a la otra, y ambas se reían como tontas, mientras Santiago se movía hacia los costados en el sillón, y Lucas le daba algunos codazos en las costillas para que conserve la calma.
¡Chicos, quédense quietos, que está re zarpada la peli!, les dije sacándoles la lengua, y acto seguido les hice un par de gemiditos con la boca cerrada. La cara de sorpresa de Lucas me enterneció.
¡Bueno, ese es un pito de mentirita, que solemos usar las chicas cuando no tenemos novio! ¿Vieron qué grande que es?!, les balbuceé masajeándoles los pitos con los pies, desconcertándolos por completo. De a poquito comenzaba a sentir que en especial a Santiago se le engrandecía el bulto, y me imaginaba su calzoncillo repleto de juguitos preseminales. Se me hacía agua la boca por saborearlo. También se me antojaba recorrerle los huevitos al otro pendejín, al que ya le había visto el pito parado en el baño, y me contuve de agacharme para devorármelo como a una bocanada de aire fresco. Me puse como loca cuando advertí que, desde mi posición la bombacha se me encajaba toda en la chocha, y que encima Santi no paraba de clavarme su mirada asesina allí. Por eso, quizás algo sofocada le dije: ¡Heeey nenito, no seas atrevido! ¡Mirale la cosita a esas chicas de la peli, que están re sexys, o no Luquitas?!
Los chicos transpiraban, y peor cuando aparecieron dos tipos en la peli para revolearles al carajo el juguetito y empezar a frotarles las pijas por las tetas. Las dos estaban en tanga, y una de ellas se puso en 4 para disponerse a succionar esas torres negras de glandes colorados, mientras su compañera solo abría la boca, babeaba y sacaba la lengua para lamer y tragar como una verdadera adicta a la leche. Mis pies ponían cada vez más nerviosos a los chicos, cuando las atragantadas de esas perras nos aturdían hasta los recuerdos más imborrables. Por eso les dije sin escatimar una pizca de vergüenza: ¿Qué les pasa chiquitos? ¿Ya tienen cosquillitas en todo el cuerpo? ¿Eeee? ¿Se te paró el pito Santi? ¿Y a vos también chiquitín? ¿A ver, quiero que me muestren cómo lo tienen!
Por supuesto que no fue tan fácil que cumplan con mi clamor desprejuiciado. Por eso les apagué la tele, les froté la cola en las piernas tan solo unos segundos a cada uno, y mientras les desprendía los jeanes les franeleaba los rostros con mis gomas.
¡Basta de peli chicos! ¡Y ojo con lo que hacen eh? ¡Mis tetas no se pueden chupar ni morder, hasta que yo se los pida! ¿Entendido?!, les aclaré, palpándoles los pitos sobre sus calzoncillos. Santi lo tenía blanco, bastante acalorado, mojado y pegajoso. Me desesperaba como una tarada con el vapor de sus bocas en las tetas, mientras les palpaba los pitos a los nenes que suspiraban impacientes, y se esforzaban por tocarme. Pero yo no los dejaba.
¿Y, alguna vez se pajearon juntitos los hermanos?!, dije casi por decir, tal vez envalentonada por la calentura. Santi se puso incómodo, porque su hermano habló con sinceridad, sin el menor prejuicio.
¡Ahora ya no, pero cuando yo era chiquito, Santi me daba besos en la boca y me hacía que le toque el pito!, dijo en voz muy baja. Luquitas era totalmente lampiño, y tenía el pito de un nene. Pero cuando se lo vi bien paradito, empecé a proyectarlo en un futuro no tan lejano. Seguro va a ser más exitoso y dotado que Santiago, pensaba cuando ya los dos me pegaban en la cola y me tironeaban la bombacha. Les frotaba las tetas por toda la cara, y ya no me importaba si me las mordían, lamían o chupaban con torpeza. Me estaba mojando como una maldita quinceañera con esos dientitos, con el aliento de esas bocas ansiosas, con el olor de sus sudores enalteciendo libertades y sus ojos extraviados de la realidad.
¡Santi, tocale el pitito a tu hermano, vamos! ¡Y vos también a él Luqui, dale bombón, y pegame en la colita!, les dije ya casi encima de ellos. Pero apenas comencé a escuchar el característico ruidito de sus pijas siendo manipuladas por esos dedos babeados por mí, ya que yo misma les escupía las manos y la cara, supe que era el momento de agacharme para ver cómo se pajeaban. Lucas gemía con la voz más parecida a la de una nena, y el otro con las intermitencia de los gallos producto del desarrollo de su cuerpo. A Lucas le sonaba re jugosita la punta del pito, y a Santi se le paraba cada vez más. Le gustaba que Lucas se lo sacuda y le haga un anillito con sus dedos índice y pulgar alrededor del glande. A los dos se le atolondraban los movimientos, ya con sus calzoncillos en el regazo. Se codeaban, se apretaban el pito cada vez más fuerte, transpiraban, se les resbalaba el culo por el sillón empapado de sus propias hormonas, deliraban y no paraban de decir cosas como: ¡Uuuh, qué buena pajaaaa, qué ricooo, estoy re caliente Natiii!
¡Igual, si no me equivoco,  ustedes tienen una prima que, tiene una cola que raja la tierra! ¡Hasta yo se la quiero llenar de besitos! ¡Ustedes no se la miran?!, les susurré, acariciándoles las piernas con las tetas. A Santi le gustaba sentir mi pelo suelto y húmedo en la piel. Lo notaba porque se estremecía cuando se lo fregaba como una gatita. Yo permanecía arrodillada mirando cada detalle, bien pegadita a sus piernas, para embriagarme con sus aromas de machitos calentones.
¡Sí, es cierto, pero, a mí me gusta más tu cola Nati!, dijo Lucas, apenas le tironeé el slip con los dientes hasta sus rodillas. Me emputecí al descubrir que ese nene tenía olor a pichí en el calzón! Al punto que les pedí que se saquen los pantalones y los calzoncillos. Yo les arranqué las remeras y, nos empezamos a frotar como un único bloque macizo de materia y energía, mientras yo los besuqueaba por doquier. Sentía sus pitos duros contra mi cola, sus respiraciones acompasándose con la desesperación que mis hormonas les prodigaba, sus latidos y manoseos como contracciones en el clítoris, la inexperiencia de sus besos babosos y sus frases entrecortadas. Cosas como: ¡Uuuuy mamita, qué perra, me re calentás la verga, qué putita, qué hermosa cola, quiero darte mi lechita!, resonaban por la casa. Lucas era más tierno que su hermano. Pero no pudo contenerse y, me pellizcó el culo dos o tres veces. A él le pedí que me baje la bombacha y me muerda el culo. A Santi lo tenía bien agarradito de la pija para pajeársela mientras me mamaba los pechos y jadeaba sin consuelo.
Lucas hacía lo posible por tocarme la concha, pero yo le bloqueaba el paso cruzándole las piernas. Hasta que levanté primero una, y después la otra pierna para que Santi me saque la bombacha del todo, y luego de que se la dio a su hermano para que la huela, yo lo senté de un empujón en el sillón para subirme a su falda. Fue sencillo que ese pito enfermo de calentura se introduzca de lleno en mi vulva como en un tobogán de flujos. Empecé a darle y darle, a cabalgarlo rapidito, a pedirle que me pegue en la cola y me chupe las tetas, sintiendo cómo ese pedazo de músculo se ensanchaba y resbalaba en mi humedad. Le gemía al oído, le agarraba el pito a su hermanito para que por poco me acabe en las manos como resultado de la frenética paja que le hacía mientras seguía oliendo mi bombacha. El descarado me hizo burla diciéndome: ¡Tu bombacha también tiene olor a pis nenita!
Santi seguía mordiendo los costados de mis tetas con mi nombre falso inscripto en sus jadeos, y Lucas se paraba arriba del sillón para ponerme el pito en la boca. yo se lo había pedido.
¿Te gustaría que tu primita Lucía te chupe la verga como yo?!, llegué a decirle, luego de 4 o 5 succiones profundas, de lamerle bien los huevitos y de rozarle el culito con los dedos. El chiquitín escupió un río de lechita tibia en mi cara, no tan blanca, quizás con más pis que semen. se estremeció, gimió repitiendo que síiiii como un lorito, y no se cayó al suelo de casualidad. Estaba tan atontado que no podía manejar su cuerpo.
Mientras tanto, Santiago seguía bombeando cada vez más cerca de acabarme su semen desquiciado en la concha. Pero justo antes de que sus huevos comenzaran a liberarlo, salté al piso con una agilidad que yo misma me desconocí, le agarré el pito para pegarme con él en la cara, ni bien se lo toqué con la lengua, diciéndole: ¡Dame esa lechita pajerito hermoso!, un estruendo de semen me maquilló los ojos, la nariz, me pegoteó un poco el pelo, y otro poquito fue a parar a mi garganta. Le limpié los huevos y la pija con la cara y la lengua, y después de saborearme toda me senté en sus piernas para comerle la boca en nombre del fuego que me consumía por dentro.
Lucas buscaba su calzoncillo, aunque se tocaba el pito sin dejar de curiosearnos. Nuestro besuqueo era fatal. Yo le mordía la nariz, el mentón y hasta la lengua, diciéndole: ¿Te gusta el sabor de tu lechita en mi boca? ¿Tenés ganitas de cogerme otra vez papito?
Pero de repente afuera sonó una bocina, y acto seguido el ringtone desesperante de mi celular. Laura ya los estaba esperando en el auto. ¡Se habían hecho las 6 de la tarde, y yo seguía tan calentita como al principio!
Ayudé a los chiquitos a vestirse, en medio de un concierto de chupones y manoseos, los tranquilicé un poco para que no se vean tan agitados, y me los re chapé a los dos contra la pared, antes de abrirles la puerta para que su tía se los lleve a su casa. Obvio que, antes les di una chupadita más en el pito a los dos, y le dejé los dientes marcados en la cola a Lucas. Por la noche se lo conté todo a Laura por whatsapp, y ella me dijo que tendrá que existir otra tarde como estas, pues, sus sobrinos no paraban de hablar de mí. Me juró que nunca los había visto tan alzados.
¡Nena, te los voy a tener que llevar otra vez la semana siguiente, antes que se volteen a la Lu, que está más perra que su mami cuando era pendeja! ¡Es más, en el auto, mientras se los llevaba a la madre,  los tuve que retar porque… ¿Podés creer que entre los dos se tocaban los pitos?! ¡Así que, andá pensando en una nueva tarifa putona!, me dijo a los días, mientras tomábamos una cerveza en una plaza. Lucía es la única hija de Laura, y tiene 15 años de pura inocencia. Espero que se avive y se ponga a jugar con sus primitos, como lo hacía yo cuando era chiquita!   Fin

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