Las sorpresas de la tetona


Ese día no pude dar con la barra de amigos que supimos construir desde la adolescencia. Algunos estaban a full con sus laburos, otros vacacionaban, uno de ellos andaba con problemas legales, y el Nano, el más fiestero y encarador de mujeres más ingeniosos que conocí, atravesaba una gripe que lo dejó de cama. Era sábado. La noche inspiraba a tomarse unos buenos tragos para desenchufarse de la rutina y cargar pilas para el maldito lunes. Pero yo estaba solo, sin novia ni planes.
Me decidí a eso de las 11, en lugar de aplastarme a ver una peli. Quería ir al boliche de siempre, entretenerme con los videos de rock de los 70 y los 80, pedir un buen aperitivo como para arrancar, y ver si alguna minusa me daba bola. ¿Por qué no? Todavía este cuerpito se la banca como un duque, pensaba mientras preparaba todo para darme una ducha.
Llegué a las 2 de la madrugada, y el grandote que revisa las entradas me dijo que tenía dos consumiciones gratis, gentileza de la casa. La noche había empezado más que bien. ¡Y adentro estaba mejor aún! Por alguna razón se había plagado de pendejas. Me pareció raro porque, el boliche tiene reglas muy claras, tanto en la publicidad radial como en las inscripciones en la puerta.
¡Solo para mayores de 35!
Había un cumpleaños, una banda tocando éxitos de rock nacional, y una chica repartiendo unos platitos con queso y aceitunas, a modo de recibimiento a los que iban entrando. Me pedí un fernet y me senté a relojear el ambiente con más detenimiento. Mientras tanto, de vez en cuando les enviaba fotitos por whatsapp a mis amigos, a los que tal vez podían aparecerse, con la intención de tentarlos. ¡Había culos y tetas desprovistos de moral por todos lados!
En el camino de la barra a los sillones, le manoseé y apoyé el culo a cuanta guacha pude, y eso me despertaba un deseo inmanejable. Enseguida empezaban a entrar los gatos viejos de siempre, las solteronas recatadas, el grupito de travestis, los viejos con guita, los casados que andan de trampa con sus respectivas amantes, y los grupos de amigos. Ahí tuve un poco de nostalgia. Me hubiese encantado asistir con los míos, y cagarnos de risa todos juntos. Para colmo, Diego, uno de ellos me mandó un audio para que me dejara de romper las pelotas con las fotos, ya acostumbrado a vivir bajo el yugo de su esposa.
Pero de repente, una gordita re escotada se sienta a mi lado y me dice eufórica: ¿Te acordás de mí? ¡Vos sos Claudio no?!
Honestamente no la recordaba, y se lo hice notar sin una mueca de compasión. Quizás debí ser más caballero.
¡Soy Daniela Acosta, tu ex compañera del secundario! ¡Si nos habremos copiado en literatura con Robles! ¡Si te habrás cagado a piñas con el Nano por River y Boca! ¡Creo que la vieja Suárez te puso amonestaciones por eso! ¿Viste cómo me acuerdo? ¡Y, la profe de historia te odiaba, porque siempre te quedabas dormido cuando hablaba de los griegos!, decía acentuándolo todo con risas y gestos ampulosos.
¡Síii, claaaaro, ahora te recuerdo!, llegué a decirle. Pero ella me puso una mano en la pierna y murmuró cerca de mi oído: ¡Si me habrás mirado las tetas cochino! ¡Pero no te lo voy a echar en cara! ¡Todos me las miraban!
No sabía si pedirle a la tierra que me trague, o si ofrecerle un trago para disculparme ante aquel desmesurado comportamiento adolescente.
¡Bueno, digamos que antes las tenía más interesantes! ¡Qué rico perfume tenés!, dijo luego, acomodándose mejor en su asiento. No me sentía intimidado, porque conocía bien a Daniela. Yo fui el único que no se acostó con ella en aquellos años juveniles. Creo que se me acercó motivada por las ganas que germinaron sus hormonas por no poder llevarme a su cama. En eso pensaba cuando agregó: ¡Pero vos estás igual de cogible que antes!, y se puso colorada.
¡Igual, no te hagas ilusiones! ¡Estoy casada, y mi esposo anda por acá!, me reveló con fatalidad y patetismo. Ahora yo me imaginaba dándole explicaciones, o trompeándome al pedo con ese tipo. De todos modos, la guacha me dio un beso en la boca y me palpó el bulto antes de perderse en la multitud, desaforada por adquirir nuevos tragos. El tacto de sus labios calientes me hizo pensar en que seguro era una experta con una pija en la boca.
¡Algún día voy a tener esta pija adentro mío!, fueron sus últimas palabras, y el primer guiño positivo a mi ego de conquistador.
La banda comenzaba a despedirse. La gente seguía entrando, y algunas parejas mostraban su amor sin reparos. Vi manoseos, besos de lengua, apoyadas, y alguna que otra lola siendo víctima de manos inclementes. Ya me había tomado dos cervezas cuando me dirigí al baño. La música arrojaba a varios a la pista, por lo que se me hizo complicado llegar rápido. Para colmo, una mina de unos 40 me agarró de la mano para que baile con ella un gitazo de Virus. Creo que era luna de miel entre las manos.
¿Por qué no tenés anilloooo?!, me gritó en el oído cuando yo le miraba las gomas, las que no se sostenían en el minúsculo corpiño que traía.
¡Porque no estoy casado, ni tengo hijos! ¡Vivo solo, sin compromisos y, salgo a divertirme!, le aclaré. Nano siempre opinó que a las mujeres hay que serles sinceros, para que no nos histeriqueen demás.
¿Venís a buscar sexo? Amor? Diversión, o qué?!, insistió moviendo esas tetas que olían a una esencia frutal  afrodita.
¡No sé, lo que encuentre primero nena! ¡Vos viste cómo es la noche para los solteros!, le dije, y ella se rió tintineante.
¿Querés que tomemos algo en la barra?!, le propuse. En cuanto me dijo que sí, le pedí que me espere, pues necesitaba ir al baño, y que al volver la esperaba en los sillones frente a la pista.
Cumplí con el llamado de la naturaleza, y fui hasta donde ella me esperaba con un whisky y una hielera. Charlamos de música, de su último ex marido, de sus ganas de ser madre y de su amor por la buena comida. Después del segundo vaso de whisky, de un sinfín de miradas lujuriosas, de frases con doble sentido y, de que ella comenzara a frotarse las tetas, ya que se había salpicado la remerita cuando dejó caer un cubito de hielo en su vaso, empezamos a acercarnos, cada vez más pegados. En menos de lo que supuse nos comíamos a besos, ella me manoteaba el paquete, y yo verificaba lo erecto de sus pezones con mis dedos sobre su corpiñito híper fino.
La gente bailaba, cantaba los clásicos, pedía tragos, sudaba, entraba y salía para fumar, se amaba o brindaba como si mañana se fuera a terminar el mundo. Todavía yo no sabía ni el nombre de la tetona, y mis dedos ya conocían la textura de su tanguita de lycra al curiosear bajo su calza de leopardo. Yo suponía que ella tampoco sabía el mío. No le había metido los dedos en la vagina cuando su humedad era un espejismo peligroso. Me moría por hacerlo. Pero no haría nada sin su visto bueno.
Ella me pajeaba sobre la ropa con apretones sutiles, rozándome el glande con sus uñas y mostrándome cómo un cubito de hielo voluntario se derretía entre sus tetas. Cuando se sentó en mis piernas no pude resistirlo más. Me frotaba el culo en la pija, y me dejaba tocarle las tetas sin privaciones. Una camarera nos advirtió que tendríamos problemas si alguien de seguridad nos veía.
¡Pero pueden ir a los reservados, y hacer cositas chanchas allí!, agregó la chica, recogiendo los vasos vacíos y la hielera. Esperamos a que nos traiga un mojito cubano, y fuimos hacia allá con cierta prisa. Hacía mucho que no me dolían tanto los huevos como esa noche, por culpa de la tetona. Y encima, la camarera se fue meneando el culo con tanta sensualidad que me fue imposible no seguirla con la mirada. ¡Se le re marcaba la tanguita en ese pantalón súper apretado!
Recién supe que eran las 4 antes de entrar, porque a esa hora siempre ponen música retro, y al rato enganchan con la electrónica. Estaba todo semi oscuro, bastante lleno, y caluroso. Encontramos un sillón desocupado casi al final del cuarto, y nos dejamos caer para manosearnos. Fue tan inmediato como confuso el momento en el que ella me sacó la verga afuera del pantalón mientras yo le manoseaba las tetas desnudas que, casi que no pude disfrutarlo. A nuestro alrededor se oían choques de cuerpos, gemidos, chupones, pedidos desesperados por más leche, de hombres y mujeres, histeriqueadas y atracones deliciosos.
Pero de repente, la tetona me dijo: ¡Esperame bombón, que un tipo allá me está haciendo señas! ¡Ya vengo!, y se fue presurosa y arrogante. Me sentí un tarado en ese lugar, rodeado de gente teniendo sexo, o a punto de tenerlo.
Entonces me dediqué a mironear todo lo que pude, mientras me pajeaba como si fuese un consuelo inevitable. Veía tetas sacudiéndose en el aire, culos siendo azotados, pijas entrando y saliendo de boquitas sedientas, besos interminables, y, solo una conchita, la de una gordita que se quitó la bombacha y se la revoleó en la cara a un melenudo con cara de payaso.
Pero pronto se sientan a mi lado dos tipos trajeados, arriba de los 50, y no tan sobrios que digamos. Los acompañaban dos pendejas hermosas, las que enseguida empezaron a mimosearlos, desvestirlos y tocarles las pijas con verdadera pasión. No tendrían más de 18. Si me quedaba un ratito allí, y fingía que esperaba a alguien, tal vez podría pedirles alguna sobadita en la verga a esas nenas, pensaba con el corazón galopando en mi pecho.
La cosa es que, justo cuando yo me sacudía la verga, emocionado por el espectáculo que se me aproximaba, una de ellas dijo: ¡Che Cami, ¿Ese hombre no es tu tío boluda?!
Le reconocí la voz al toque. Era Katy, la mejor amiga de mi sobrina. Pero, ¿Qué carajo hacían esas guachas en un boliche para adultos?
¡Sí tarada, mi tío siempre viene acá!, dijo Cami con cierta dificultad porque, ya le mamaba la pija a uno de los tipos. Parecían seguras de que no las escuché mantener ese diálogo, porque siguieron en lo suyo como si nada.
¡Pobre, a lo mejor está re borracho, o esperando a una putita!, dijo la amiga, antes de toser, rezongando por lo brusco de algún pellizco o rasguño de esos hombres por alguna parte de su cuerpo.
Cami tiene 17, es flaquita pero pechugona, es medio coloradita, petisita, fana de Marilin Manson y Metallica, risueña y atrevida. Ese día aún tenía su pelo ondulado hasta la cintura algo mojado, no traía corpiño y se babeaba tan irresponsable como ruidosa por la pija erecta del más canoso de los dos. Tenía una musculosita estilo punk de color violeta, pollera corta de cuero negra como sus medias de red, unas zapatillas tipo converse grises, un pirsin en la nariz, y otro en el ombligo, más toda la seducción al servicio del placer de ese tipo, que le tocaba las gomas y profundizaba en su garganta con su pene tan afiebrado como el mío. Además tenía una colaless con un dije en la cola de conejita playboy. Se la vi cuando Katy le subió la pollera para darle chirlitos en la cola, y así incitarla a seguir chupando, mientras ella hacía lo propio con el otro, que no parecía tan conforme con su desempeño. No la trataba muy bien que digamos.
La remera de Cami se esfumó de repente, y entonces la pija del canoso se fundía entre sus tetas movedizas, y la nena gemía saltando sobre las puntitas de sus pies, ya sin sus zapatillas, le escupía la verga y se pasaba las manos con saliva por las gomas proporcionándole al hombre unos deslices fatales a su glande. No pasó mucho hasta que mi sobrina se le subió encima para frotarle la cola en la pija, mientras le comía la boca a su amiguita, que entretanto dejaba que el otro tipo la masturbe, le pellizque el culo y los pezones.
¡Me encanta el olor a pija en tu boca perra! ¡Sos re sexy putita! ¡Sos mi ídola conchuda! ¡Cómo te enviciás con la verga petera de mierda!, se decían ellas, orgullosas y fatales, entrelazando sus lenguas obscenas. Katy llegó a chuparle las tetas a Cami, y ese fue el disparador para que mi sobrina desee más que nunca la pija del canoso en su conchita. Ni se sacó la bombacha para cabalgarlo con la ferocidad de una tormenta del desierto. Se oía con nitidez el borbotón de sus jugos cuando daba saltitos eufóricos sobre el pubis del hombre que le acariciaba los pechos con ternura, y se arqueaba para que sienta mejor el poder de su poronga en sus rincones.
¡Katy no estaba nada mal! de hecho, la confianzuda me guiñó el ojo varias veces mientras peteaba al aburrido. Tiene 18, es más gordita que Cami, más culona y menos jaranera, aunque su garganta parecía ser más profunda y audaz. Esa noche tenía un vestidito onda jumper de cuero negro, unas medias con rayas negras y rojas que le alcanzaban las rodillas, y unos suequitos altos. Es morocha con un cortesito dark punk, tiene unos ojos verdes luminosos, y usa un arito en la lengua, el que no le convencía mucho al fulano.
Cuando la vi subirse el vestido para bailarle al tipo con su culo casi contra su rostro de barba tupida, ¡me enloquecí con su culote rosado de Bob Esponja! Al tipo también pareció agradarle esa nena con postura de guerrera, pero con bombacha y corpiño rosa, al punto que se la sentó en la falda y hacía de cuenta que se la fifaba. Katy gemía para entusiasmarlo, y Cami le tocaba las tetas, todavía empalada en el músculo del canoso, que sudaba enardecido y tomaba tequila.
¡Dale pendeja, sacate todo y que te coja ese viejito chancho!, le dijo Cami frotándole la tuna, mientras se hincaba para volver a succionarle el pito al canoso. Katy se sacó la bombacha y me la tiró en las piernas para luego abrir las suyas, abrazarse al contorno de su amante y empezar a mover el orto, producto de la cogida que se daban. No tuve tiempo de pensar si lo hizo a sabiendas, o si solo la arrojó al voleo, y que caiga donde caiga.
Los chupones que le tatuaba en las tetas motivaban a Cami para mamarle el choto con mayor voracidad a su macho, y a mí para hacerme la paja otra vez, la que había suspendido por mirar detalladamente a esas nenas. Ahora tenía la bombachita de Katy, y su olor era apenas más poderoso que el de un centenar de chicas vírgenes masturbándose al mismo momento. Cami le pegaba en el culo a Katy, se lo besuqueaba y pellizcaba, le lamía los huevos al aguantador de su par tener y la incitaba: ¡Dale pendeja, no pares de coger putita, sentila y gozá perra! ¡Dale, comete esa pija con tu conchita de nena, te amo mi vida, pero seguí cogiendo mami!
En eso el canoso comenzó a delirar entre jadeos y chotazos contra la boquita de Cami. Hasta que al fin le largó todo en la cara. A esa altura yo me envolvía la pija con el culote de Katy para apretujármela con calma, al tiempo que mi sobrina se quedaba con cuanta gota de semen pudiera profanarle a ese cheto, y Katy recibía terribles nalgadas por parte del aburrido, a quien jamás se le conoció la voz, pero que le daba murra cada vez más enfático.
¡Vení bebé, quiero tus besitos con lengua ahora!, le decía Cami a su amiga que seguía saltarina, aunque ahora de espaldas al mudo.
¡Dale papi, acabale a mi amiguita en la chuchita, mientras yo le hago el amor a su boquita con mi lengua! ¡Dale toda esa leche, llenala toda, y pegale!, decía mi Camila, tan irreconocible para mí como auténtica, sagaz y calentona. Nunca, ni en sueños me había imaginado a mi sobrina en esos menesteres. Además, no nos veíamos seguido, aunque siempre fue muy cariñosa conmigo.
Pensaba en eso cuando me erotizaban los besos que se daban las chicas, el percutir de la verga del veterano en la conchita de Katy, y la bombachita de Cami al ofrecerme todo su panorama trasero, y no pude evitar acabarme encima como un nene inexperto. Le ensucié todo el culote a Katy, y ahora sentía vergüenza, mientras el aburrido le pedía a Katy que le saque la leche con las tetas. Me volvía loco el rollito que le saltaba de la barriga a Katy durante las tremendas penetradas que soportó sin atenuantes.
La morocha le obedeció, y Cami empezó a hacerle un camisón de besos por todos lados a su amiga, al tiempo que ella le frotaba las tetas en la pija al platudo. El canoso ya estaba de pie con su celular y una billetera en la mano, como si estuviese apurado por irse.
¿Querés que le pegue a mi amiguita por portarse mal? ¿Querés que me la coma a besos, que le muerda la cola, que le meta un dedito en la conchita?!, decía Cami acentuando todo lo que le hacía sin consultárselo. Hasta que un ferviente disparo de semen impactó en las tetas de Katy, y mi sobrina se las chupó en medio de unas eróticas caricias, lamiditas y mordiscos en su cuello. Eso hacía gemir a Katy con unos aguditos que me torturaban, al punto tal que, ya tenía la verga parada otra vez.
El mudo se levantó del sillón como pudo, habló algo con el canoso, y Cami recibió un fajo de dólares, el que se puso en la cola bajo su bombachita preciosa. Los tipos salieron del reservado, y las dos se dejaron caer en el sillón de los acontecimientos, a mi derecha. Se besaron un rato, ordenaron la ropa para vestirse, Cami guardó la guita en una cartera y, antes de que yo optara por irme, simulando que ni las había visto, Katy me dice: ¡señor, me devuelve mi bombacha?!
Como tardé en reaccionar, las dos se levantaron, y así como estaban se me sentaron a upa, una en cada pierna.
¡Mirá Cami, tu tío se acabó en mi calzón!, dijo su dueña con sensualidad, retirándolo de mi pija erecta.
¡Sí nena, y tiene terribles ganas de acabar otra vez! ¿No tío?!, agregó Cami, de nuevo comiéndole la boca a su amiga.
¿Viste la tetona que entró con vos? ¡Bueno, ella nos consiguió este laburo! ¡Mi viejo no sabe nada, pero te pido que no se lo digas, por favor! ¡Te hacemos lo que quieras, y no te cobramos!, me imploró Camila frotando su vagina en mi pierna, mientras Katy lamía su bombacha enlechada.
A nuestro alrededor todavía vibraban algunos orgasmos, otros cuerpos comenzaban a liberar testosterona, y ciertos gemidos no permitían pensar con libertad.
¡Quiero que tu amiguita se agache y te coma la conchita, y que me haga un pete, ambas cosas a la vez! ¡Ese es el precio de mi silencio!, dije insensato pero convencido de querer sentir esa lengua, y de rebajarla a cometer un acto lésbico con su amiga de toda la vida. ¡Seguro que el papito de Katy tampoco estaba enterado de las andanzas de su hijita!
¡Hey tío, una cosa son los besos en la boca, o en las gomas, pero…!, dijo como arrepintiéndose antes de tiempo. Aunque de igual forma se hincó para abrirle las piernas a Katy que rezongaba, y para tocarme la verga pegoteada de leche.
¡Nooo taradaaa, no me hagas esoooo, no me la chuupeees!, decía Katy mientras yo le estiraba los pezones con la boca, y mi sobrina respiraba cerquita de mi glande. Primero le pasó la lengüita por la vagina a Katy, le lamió el clítoris y se lo empezó a frotar con uno de sus pulgares. Siguió frotándola luego, pero con mi pito en su boca, llenándolo de cosquillitas, mordidas, olidas profundas y atracones.
¡Te re mojás puta, y querés que te chupe la concha histeriquita! ¡Abrite más nena cochina!, le decía Cami con su lengua pululando entre los jugos de su vagina, y con su mano meneándome la verga, apretándola y punzando mi cabecita hinchada que se colmaba de líquidos pre seminales. Cami me escupía la chota y el bóxer, y la concha a su amiga para después cogerla rapidito con sus dedos largos y sus uñas pintadas de un rojo sangre.
¡Escuchá tío, lo jugosita que está la pendeja! ¿No le querés dar pija a esta concha?!, dijo la desfachatada de Cami, y por supuesto que me inspiró su propuesta. Camila acomodó a Katy en cuatro patas sobre el sillón que antes ocupaban los ejecutivos, y le pedía que saque la colita para atrás mientras la nalgueaba y le olía la boca cuando la besaba.
Hasta que me dijo: ¡ahí la tenés tío, cogela ahora, dale la lechita que es re puta mi amiguita!
Me puse de pie detrás de su cola magnífica, apunté mi pija a su conchita resbaladiza y se la clavé sin esfuerzos ni ataduras. En cuestión de segundos la penetraba al ritmo del dance que reventaba los parlantes de la pista, y Cami se subía y bajaba la bombacha para un tipo que la veía desde otro sillón.
¡Dale tío, rompele la conchita, que tiene mi babita, y está re caliente la Katy! ¡Apretale las tetas, y no pares hasta darle la leche, acabale adentro!, decía Cami, ya sentada en las piernas del que la relojeaba. Empecé a sentir que la pija se me ensanchaba demás en sus paredes vaginales, que sus flujos me empapaban los huevos, y que el sabor de sus tetas en mis labios me regresaba a la adolescencia. Tenía una piel deliciosa esa nena, y su perfume de durazno no lograba ocultarse del tabaco y el olor a sexo que reinaba en el lugar. Sus gemidos y reclamos para que le acabe de una vez me fascinaban.
Hasta que le vi las tetas a Camila, todas blancas de leche, y a otra chica chupárselas de inmediato. Luego la vi extender su mano para recibir otro toco de dólares, y meterlos bajo su bombacha, debajo de su vagina. En eso comencé a derramarle mi leche caliente, trabajosa y cargada de morbo en el nombre de mis 45 años en la concha a esa pendeja gritona. Apenas sintió que la pija se me empezaba a deshinchar, la guacha se levantó para darme unas lamiditas en las bolas, y me dijo al oído: ¡Me cogiste re rico papi!, y acto seguido desapareció, así, en pelotas como estaba. Tampoco vi más a Camila, aunque me encontré con su bombachita de playboy en una mesita de vidrio, de la que me adueñé sin pensarlo. Ella no se tomaría el tiempo de buscarla, y para mí, sería el mejor trofeo de mi vida sexual.
Salí a eso de las 6 de la mañana con sed, aturdido, agotado, pero más caliente de lo que entré con la tetona, a quien dicho sea de paso tampoco me crucé. Pero sí reconocí a Daniela Acosta, mi ex compañera de escuela. Estaba arrodillada lamiéndoles la verga a dos pendejos, con las gomas al aire.
Ahora no me arrepentía ni loco de haber salido solo. Seguro que con mis amigos nada de esto habría podido suceder. Por eso, desde entonces voy seguido al boliche, con la idea fija de cogerme a Camila, tarde o temprano. No puedo más con la fantasía de hacerle la cola mientras ella le chupa la pija a los ricachones. Total, hoy mi sobrina es una putita que labura para los que no tenemos sexo y andamos solos por la vida!     Fin

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Comentarios

  1. Uff que rico relato ambar. Me calento mucho lo de la tetona, espexialmente al final. Le hubiera preguntado a daniela con la pija al aire si se animaba a ser humilde y me la chupaba. Se la tiene que coger a esa tetona. Ojala hagas mas relatos de estos, por que son muy divertidos. Te mando un beso gigante en la concha amiga.

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    1. Hola! Gracias por ele beso, y el comentario! me alegra que te haya parecido divertido de leer. ya habrá otras tetonas para jugar! ¡Besos!

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