Fiebre uterina


Hace dos años que estoy de novio con Dafne. Nos llevamos muy bien, en especial porque aún no convivimos. Eso es lo mejor de todo. Los dos necesitamos espacio personal para realizar nuestras actividades, para extrañarnos un poco y no llevarnos como perro y gato. Ella es muy celosa, y a veces no le basta con saber que yo solo puedo corresponderle a sus ojos celestes, a su voz de libertinas avecitas, y a su ternura.
Una de las cosas que siempre nos gustó hacer con Santiago, mi mejor amigo, es juntarnos a ver algún estreno de películas triple x. generalmente lo hacíamos sábado por medio, a las 9 de la noche en mi departamento, en el que vivo hace tres años, desde que me vine a estudiar a capital. Después de eso, él se iba a su casa con su esposa, y yo me encontraba en algún pub con Dafne para luego salir a bailar. Ella sabía de mi fetiche por el porno latino, y no se oponía. De hecho, algunas veces me celaba con las actrices mientras teníamos sexo, o cuando nos re franeleábamos en el ascensor, rumbo a mi departamento.
¡Mirá cómo te ponen la pija esas loquitas gritonas! ¡Qué lindo sería que me paguen como a esas trolas por tragarme la lechita! ¡Pagame Nico, y te juro que te la chupo en el medio de la facu, delante de todos, como esas putitas!, solía decirme en medio de los juegos previos que nos conducían a la cama, o al suelo, donde le re copa que le dé bomba por la concha.
Pero últimamente Dafne estaba muy caliente, irracional y salvaje. No había forma de detenerla. Me tocaba la pija en la calle, en el subte, en las reuniones con amigos, o al frente de su hermana Marcia, a quien le compartía frases como: ¡Tiene terrible pedazo mi novio, y se le pone al palo cuando me mira las tetas! ¿No cierto Niquito?!, luego de cometer el manoseo.
Dafne siempre fue calentona conmigo, pero no olvidaba su recato, ni la delicadeza de su sensualidad. Por eso, aquel desmesurado comportamiento comenzaba a preocuparme.
Un mediodía, mientras su padre miraba un partido viejo del Barza, su madre preparaba fideos y Marcia repasaba unos estudios en su piano, Dafne se me sentó encima, dispuesta a manotearme el pito, a sobarlo y apretarlo, subiendo y  bajando con sus dedos por la anchura de mi pene. De paso me mordía los labios y murmuraba cosas como: ¡Quiero pito nene, ahora, lo quiero todo en la chuchi!
Pero de repente, en cuanto intentaba explicarle que estaba su padre a pocos centímetros de nuestra humanidad, que estábamos en su casa, y un montón de excusas insustanciales, ella se levantó de mis piernas. Se pellizcó la cola, la meneó algunas veces y después me sacó la lengua, diciendo que su madre la necesitaba en la cocina.
Otra tarde entró a mi departamento, totalmente fuera de sí. Se quedó en tetas mientras esperaba en el pasillo a que yo le abra la puerta, porque en cuanto la vi, me las encajó en la boca para que se las muerda. Ella me lo pedía encarecidamente, frotando su entrepierna en mi pija que reaccionaba sin ponerse colorada, gimiendo suavecito y comiéndome la boca con una furia que le oprimía los pensamientos.
¡Dale nene, meteme la mano por adentro del vestido! ¿Fui a la uni sin bombacha mi amor! ¡Te juro que, no sé qué me pasa, pero, quiero pija ya, ahora!, me decía mientras la hacía entrar un poco a la fuerza, ya que una mujer con un nene salían del ascensor, y ella ni se percataba. Naturalmente, esa tarde hicimos que tiemble el edificio de tanto garcharnos, y ella parecía disfrutar de mis celos encarnizados por momentos mientras me la mamaba.
¿Vos no me estarás cuerneando putita de mierda? ¿Qué se te da por andar sin bombacha nena? ¿Andás buscando pija en la facu?!, le decía agarrándola de los pelos, profundizando mi pene en su boquita ya despintada, yo de pie, y ella arrodillada contra la heladera.
¡Espero que ningún hijo de puta te haya cogido en la facu, o se haya dado cuenta que mi novia fue con la concha al aire! ¡Sos una putita nena!, le decía luego, mientras se la calzaba entera en la concha en el suelo, ella encima de todos los almohadones del sillón que antes habíamos desordenado.
¡A ver cómo grita la perrita? ¡Seguro fuiste así porque estás alzada como las perras, putita! ¡Te gusta calentar vergas, y ahora te hacés la buenita conmigo!, le gritaba más tarde mientras mi pija se le enterraba inconsolable en la conchita, ambos en cuatro, sudando adrenalina y chocándonos con las cosas, ya que por momentos nos correteábamos, hasta que yo la alcanzaba y se la mandaba a guardar para empomarla con todo. Mi novia gritaba, escupía el suelo, me pedía que le apriete las gomas y que le muerda las orejas. Nunca habíamos llegado a tener sexo con tales condimentos. Pero yo estaba fascinado.
A los tres días la acompañé a tomar el bondi. Iba a reunirse con unas amigas. Hacía calor, pero no como para que vaya tan ligera de ropa. Sin embargo no le dije nada. Por el contrario, no podía dejar de mirarle las tetas.
¡Basta nene, parecés un baboso!, me dijo de repente, apenas para que yo pudiera oírla, mientras desfilaban colectivos, gente y un malhumor generalizado por las calles por la suba de los precios en los supermercados. De repente, apenas yo estiré el cuello para vislumbrar si el colectivo que se aproximaba era el suyo, ella me manoteó el pito, me lo apretó sin sutilezas y me comió la boca, con sus dientes lacerando mis labios, sin importarle que las personas que esperaban su micro nos miraran con apremio.
¡Quiero pija ahora Nico! ¡Así que, más vale que esta noche tengas la pija bien dura y cargada para tu putita!, me dijo al oído, sabiéndome que el solo sonido de su voz me la paraba como nada en el mundo. La vi subir al colectivo de pronto, y menearme la cola. De hecho, hasta se rozó la zanjita con uno de sus dedos, dedicándome una mirada lujuriosa en medio del gentío que subía y bajaba.
Ocurrió que una tarde de sábado, bastante parecida a cualquier otra, Dafne regresó a mi departamento con Marcia. Los tres habíamos comido unas pizzas al mediodía, y durante la siesta, yo me juntaba con Santiago a ensayar unos temas para nuestra humilde banda de rock, y ellas dos se reunirían en la pileta de una amiga en común. La verdad, con Santi deseábamos estar con ellas, dándonos chapuzones y bebiendo birra a morir, después de una hora de acordes, solos y frases para lo que serían nuevos temas. En el fondo, nosotros dos y el bajista éramos los que más ganas le poníamos a la banda. Aunque sabíamos que no había demasiado futuro, ni un talento indiscutible en ninguno de sus integrantes. . El calor era cada vez más agobiante, y ni siquiera las 7 latas de birra que nos bajamos lo aplacaba. El aire acondicionado estaba roto, y nos la tuvimos que arreglar con dos ventiladores de pie. Al rato nos fuimos a la terraza para ver la terrible tormenta que se estaba armando en el cielo, al menos para distendernos un poco, y a eso de las 6 volvimos a enfrascarnos con las guitarras. Pero entonces, me mostró unos adelantos de una peli brasilera protagonizada por un par de rubias despampanantes, y una morocha dueña de un culo que se merecía todos los aplausos. Eso fue el disparador para que optemos por guardar las violas, prepararnos un fernet, y mirar una peli. Sabíamos que contábamos con una hora más por lo menos, ya que Dafne y Marcia volverían al departamento para ver si salíamos a algún pub, o a rompernos el bocho en alguna cervecería artesanal.
Así estábamos con el loco, comentando cada escena de la película, maquinándonos con todo lo que le haríamos a esa mulata que, se comía las porongas de dos negros como si fuesen dos salchichas, y bebiendo fernet. Cuando de pronto, Dafne y Marcia aparecen tras la puerta, hablando de no sé qué despelote con los subtes, ambas con el pelo y sus ropas mojadas, y totalmente resueltas a interrumpirnos. Mi novia entró chorreando agua, directo a la heladera para beberse de un saque lo primero que encontrara. En cambio, Marcia reparó en la pantalla de la tele, ya que habíamos conectado mi celu allí, y en la pija de Santiago, que se mostraba lo más campante y erecta afuera de su pantalón. A él le encantaba pajearse sin ataduras mientras veíamos porno, y yo se lo permitía.
¡Heeeey, qué degenerado que sos nene! ¡Guardá ese pedazo!, le decía Marcia, aunque no le sacaba los ojos de encima. Santiago estaba tan paralizado que, casi se aprieta un huevo con el cierre de su jean al intentar refugiar su virilidad lo más rápido posible. Entretanto, Dafne se tomaba una lata de cerveza, riéndose del escándalo de Marcia, dejando que varias gotitas se le deslicen por el mentón y el cuello. Las dos estaban con unos suecos de plataformas, unos shores de jean gastados, con bikinis floreadas y remeras azules con breteles, totalmente empapadas. El brillo de los ojos de Dafne era tan despiadado como intrigante. Marcia, que seguía mironeándole el bulto a mi amigo, resolvió sentarse en un sillón para descalzarse con toda la libertad.
¡Saquen a esas cochinas, por favor! ¡Lo único que saben hacer es gritar, atragantarse como unas boludas, y hacer morisquetas!, dijo Dafne, sonriendo con la gracia de una luciérnaga, arrojando su lata vacía al suelo. Santiago apagó el televisor, y yo puse música con mi celular.
¡Igual, son unas capas estas minas! ¡La levantan en pala! ¡Encima que se la pasan cogiendo, ganan una torta de guita!, dijo Santi, todavía con la sorpresa de haber sido atrapado infraganti en la garganta.
¡No te creas nene! ¡Muchas de ellas tienen una vida útil!, nos desayunó Marcia, que parecía estar al tanto de cosas que nunca la hubiésemos creído capaz.
¡Sí boludos! ¡No me miren así! ¡Algunas actrices, se reconstruyen la chucha para simular ser estrechas, y todo eso! ¡Pero, lo más jodido es el culo! ¡Hay actrices que, después de los 35 años, tienen que usar pañales de por vida, porque se cagan encima sin darse cuenta! ¡Pierden el total control de sus esfínteres!, replicó Marcia, sintiéndose intimidada por nuestras caras de asombro.
¡Sí chicos! ¡Es terrible la vida de esas chicas! ¡Además, las re controlan! ¡A pesar que se droguen y todo eso, o tengan una vida lujuriosa, tienen que estar lo más saludables posible, y no contraer ni portar enfermedades infecciosas!, agregó Dafne, quedándose en patas, y en bikini, al menos de la parte de arriba. Enseguida vi que Santi le clavó sus ojos de lince en las tetas. Hablamos muchas veces de las tetas de mi novia, y jamás lo culpé por haber soñado con ellas, ni por amanecer con la verga como un fierro de tanto imaginarlas desnudas contra su cara.
¿Y a ustedes, cómo les fue con la musiquita?, dijo Dafne, sentándose en el suelo con otra lata de birra en las manos, apoyando sus pies en mis piernas. De modo que tuvo que ponerse un almohadón de uno de los sillones en la espalda para no recostarse del todo. Le dijimos que probamos algunas cosas, pero que no había sido muy productivo nuestro ensayo.
¡Claro, y por eso prefirieron ponerse a mirar culos y tetas!, dijo risueña Marcia, después de poner a cargar su celular.
¡Ta’bien nena, pero, no te olvides que yo estoy acá! ¡Digo, porque estás dele mirarle el bulto a Santi! ¡Además, acordate que es un chico casado!, aventuró a decir Dafne, pidiéndome que le acaricie los pies con su lenguaje táctil tan nuestro.
¡Haaaam! ¿Qué decís nena? ¡Mirá, si vas a empezar otra vez con querer hacerme la onda con este tarado, mejor dejalo ahí! ¡Aparte, se nota que está felizmente casado! ¡No creo que Romina sepa que mirás estas pelis! ¿No cierto?, le dijo Marcia, poniéndose seria por primera vez en la tarde.
¡Vos decí lo que quieras! ¡Pero tus ojitos no dicen lo mismo!, le contestó Dafne, moviendo sus pies para que al fin me entere de lo que en realidad quería. Ella disfruta mucho que se los acaricie, masajee y lama. Pero, esto último no podía hacerlo, por obvias razones.
¡Callate estúpida!, le gritó Marcia, arrojándole la remera que se había quitado mi novia, y como no le acertó, probó con una lata de cerveza, la que dio de lleno en su espalda. Todos nos reímos, y enseguida se retomó el tema de las pelis.
¡Igual, no tiene nada que ver que esté casado con que mire porno! ¡Que yo sepa, no le es infiel con ninguna de las actrices!, lo defendí, advirtiendo que Santiago se quedaba como en blanco tras la acusación de Marcia.
¡Todo el mundo sabe que esas mujeres fingen sus orgasmos! ¿De verdad ustedes creen que gozan, que acaban, o que se excitan de verdad?, repuso luego Marcia, como si yo no hubiese dicho nada, un poco escéptica, alborotándose la melena rubia todavía mojada.
¡Obvio nena! ¡Hay de todo! ¡Así como hay tipos que se supone que largan un montón de leche, y solo son efectos de cámara! ¡Pero sí es cierto que, el culo les duele con esos trozos de verga que les meten! ¡En especial, esos negros musculosos!, decía Dafne, cuando mis manos ya le rodeaban sus pequeños pies, y ella no tenía ni una pizca de vergüenza en rozarse de vez en cuando la chocha con la mano, o con la lata vacía que le había tirado Marcia sobre su shortcito. De hecho, en un momento la miré con suficiencia para traerla a la realidad.
¡Y sí, vos imaginate que a veces te duele el culo cuando no podés cagar un sorete más o menos grande! ¿Cómo no te va a doler una morcilla negra de esas?, dijo Santiago, provocando un nuevo estallido de risas.
¡A mí lo que me intriga, es cómo acaban las minas! ¡Parece que se mean encima de la cantidad de flujo que largan!, observé, mientras Dafne insistía con que no pare de masajearle los pies, con los ojos cerrados.
¡En especial cuando les rompen el culo, parece que se mojan más!, dijo Santiago, cuyas manos no parecían capacitadas para encender el cigarrillo que le ofreció Marcia.
¡Y sí, yo también sería capaz de mearme encima si tuviera una pija de esas en el orto! ¡Pero, no es pis chicos! ¡Esos son squirts! ¡Es la eyaculación femenina en su máximo esplendor! ¡Esas minas seguro que practican cómo hacerlo, saben dónde y cómo tocarse! ¡Es más, hay mujeres que son rechazadas por algunos tipos gracias a eso! ¡La mayoría cree que se mean encima!, dijo Dafne sin abrir los ojos, volviendo a tocarse la chuchi, pero ahora con una frotación que debió darle un escalofrío porque, arqueó el cuerpo hacia atrás y se mordió los labios. Los demás no parecieron notarlo. Pero sí repararon en su confesión. En especial Santiago que, no titubeó al preguntarle: ¿Y a vos te pasa eso cuando lo hacés por atrás?
Supongo que mi mirada le bastó para no insistir. Todo tenía un límite, pensaba, justo cuando Marcia se quitaba su remera, y Dafne, sin un pelo en la lengua le respondió: ¡Obvio, y me encanta! ¡Igual, al menos a mí me pasa hasta cuando me masajean los pies! ¡Es muy placentero! ¡Claro que, no es lo mismo que si me hacen la cola! ¡Pero igual, ta re bueno!
¡A mí, solo cuando me chupan las tetas!, se reveló Marcia, saltando en el sillón como una colegiala, revoleando aún más su melena.
¡Bueno bueno, me parece que esto se pone medio complicado! ¿Por qué mejor no hablamos de otra cosa? ¡Cómo les fue a ustedes en la pile chicas?, intenté imponerme, sabiendo que mi estado también ya comenzaba a reclamarme un momento a solas con mi novia. De repente tuve unas ganas frenéticas de arrancarle la ropa y pegarle una buena garchada arriba de la mesa. Pero teníamos visitas. Además, ninguno me dio bola.
¡Ni hablar! ¡Los pezones son dos puntos de placer muy calientes! ¡A mí, si me lamen una oreja, o me pellizcan la cola, por ejemplo en el subte, puedo ratonearme, al punto que, cuando quiero acordar termino acabándome encima!, dijo Dafne, poniéndonos a todos en una tensión sexual que nos delataba sin demasiados esfuerzos. Cuando vi a mi alrededor, Marcia se frotaba los muslos, y Santiago se acomodaba el ganso mirándole las tetas a Dafne y a Marcia alternativamente. Yo, ya le había presionado un tobillo a mi novia para que no se apriete los pezones sobre su bikini.
¡Y sí, me imagino! ¿Y hoy, ese chico que te manoseó el culo, también hizo que te acabes encima?, la expuso su hermana, ahora congelándonos en otro tipo de tensión, acaso un poco más difícil de definir. Yo no sentía celos, pero tampoco me gustaba la exposición de aquello que hiciera mi novia, o que alguien conocido la vea actuar así. Dafne ni se inmutó, ni abrió los ojos, ni se puso incómoda.
¡No, ese tarado solo me manoseó la cola, y nada más! ¡Pero ayer, me tomé el subte para ir a Constitución a ver a mi abuela, y un pibe me la re apoyó! ¡No saben chicos, lo dura que tenía la pija! ¡Pobrecito! ¡Andá a saber hace cuánto que no la ponía el pibe! ¡Parecía que me presionaba el culo con un ladrillo! ¡El guacho estuvo un ratito así, detrás de mí, y yo, haciéndome la boluda, empecé a rozarme muuuy despacito la concha con la puntita del celu, por encima de la calza! ¡Y me re mojé! ¡No sé si alguien me habrá mirado! ¡Hasta se me escaparon unos gemiditos! ¡Posta, fue una vergüenza, porque llegué a lo de mi abuela con la bombacha toda mojada!, nos contó con alegría, haciendo que sus pies rocen peligrosamente la punta de mi pija erecta.
¿O sea que, tuviste un squirt en el subte?, se mostró maravillada su hermana, poniéndose de pie, como si una mano invisible la hubiese expulsado de su asiento.
¿Cómo? ¿Así que hiciste esa chanchada?, le susurré, pero ella solo le prestaba atención a su hermana, que la observaba como a una exótica belleza.
¡Sí tarada, obvio! ¡Y estuvo buenísimo!, le dijo Dafne, clavándole sus ojos azules en las tetas. Es que, una parte del bikini se le había desprendido, y sus pechos saltaron en una suerte de revotes involuntarios, gracias a su emoción.
¡No digas así, como que es tan obvio, como que a todas les pasa!, le largó Marcia, acercándose a ella. Yo supuse que iría a la heladera, que estaba en esa misma dirección. Sin embargo, dio unos pasos hacia atrás y volvió a sentarse, esta vez en el suelo.
¡Bueno boluda, yo ya te dije, que eso lo tenés que descubrir vos! ¡Si nunca te pajeaste, bueno, tal vez te cueste encontrar tu punto de placer! ¡Hasta las nenas sienten cosquillitas en la vagina cuando juegan, sin querer, desnudas cuando se bañan, por ejemplo!, decía Dafne, ahora estirando su mano para tocarme la verga.
¡Basta nena, calmate un poquito!, le dije, abatido por sus intentos, preocupado por mi estado, y un poco harto de nuestros invitados.
¿Qué pasa Niquito? ¿Mi hermana se puso cargosa? ¡Hace rato que veo cómo te busca!, dijo Marcia, abriendo las piernas con la vista en el piso. Santiago ya estaba en cueros, tomando birra, ahora sentado al lado de Marcia.
¡Qué buena observadora sos guacha! ¡Pero, vos, tenés que entregarte al placer, y vas a ver que todo te puede hacer explotar el cuerpo! ¡NO seas tonta! ¡Tenés unas tetas divinas, una concha con ganas de probar, un culo preparado para que le metan de todo, y un pontón de zonas erógenas para que te laman!, decía Dafne, fregando su culo majestuoso en el suelo, abriéndome las piernas con sus pies, con los que buscaba tocarme la chota.
¡Dale Niquito, chupame los pies, que no aguanto más!, susurró luego, empequeñeciendo su voz para que solo yo la escuche. Pero la adrenalina de su sexo se la potenció, y hasta Santiago se ruborizó al decodificar sus palabras.
¡Bueno nena, pero no todas tenemos fiebre uterina como vos! ¿Nico sabe que la tenés?, dijo Marcia, totalmente sometida a los masajes que Santiago ya le ofrecía a sus hombros.
¿Qué? ¿Qué es eso amor?, pregunté, tal vez sospechando que se trataba de algún disparate de mi cuñadita.
¡Sí gordi, tengo fiebre uterina, y tomo pastillas para controlarla! ¡Pero hace tres días que no las tomo! ¡Es insoportable a veces! ¡Querés coger, o pajearte todo el tiempo! ¡Hay días que no me alcanza solo con garchar con vos! ¡Es un calor que empieza a consumirme por dentro… y si… en ese momento, la bombacha me roza la chucha, me pongo como una perra en celo! ¡No me importa nada! ¡La ginecóloga me lo diagnosticó hace un año, pero se supone que hace tres que la tengo! ¡Gracias a ella, cogí en un montón de lugares por la desesperación que me agarraba! ¡No es tan bueno como parece! ¡De hecho, la doctora me dijo que, más allá de las pastillas, si tengo la necesidad muy fuerte de tener sexo, que no me limite, y que coja, siempre que tenga los cuidados obvios! ¡Por eso, un par de veces tuve que engañarte mi amor!, me explicó Dafne, mientras se quitaba el short y la remera. Tenía a mi novia ante mí apenas en una bombacha negra que le partía el culo en dos, y con sus tetas impactantes al aire, totalmente vulnerables a mis fantasías sexuales desordenadas, y a los ojos de mi mejor amigo. Pero, lo tremendo era que Santiago y mi cuñada nos acompañaban, y no solo como espectadores especiales.
¡Vos deberías aprender de ella! ¡Mirá lo atrevida que es tu hermanita!, le decía Santiago a Marcia, sobándole las piernas, sin dejar de mirarle las tetas a mi novia. Dafne volvió a sentarse, dejando aquel discurso inconcluso, y empezó a acariciarme desde las piernas a la panza con sus pies, hasta que en un arrebato se los atrapé con mis manos y me los llevé a la boca. Ni bien mi lengua se deslizó por sus plantas, mi novia empezó a gemir, a tiritar de una forma que solo podía interpretarse como que estaba a punto de tener un orgasmo, y a dejar que la boca se le cubra de charcos de saliva.
¿Y ahora, te estás mojando putita?, le dije, ya sin considerar a nuestra privacidad como un templo sagrado. Al mismo tiempo, Santiago le agarraba la mano a Marcia para que le palpe la verga, la que había vuelto a libertar del encierro de su ropa. Es más, ya se había bajado el vaquero.
¡Síiii, asíii, me estoy empapando todaaaa! ¡Chupame toda Niquito, así hijo de putaaaa!, gimió en un estruendo impertinente, mientras yo le mordía los deditos, se los lamía y besuqueaba, a la vez que ella frotaba su culo en el piso, mirando cómo Santiago le mamaba las tetas a Marcia, diciéndole: ¿Te los muerdo? ¿Te gusta que te los chupen? ¡Tenés terribles gomas guacha! ¿Sabías?
¡No te creo perro, pero mordeme toda! ¡Es re obvio que te calientan mal las gomas de Dafne! ¿Te pensás que no lo sé?, dijo Marcia, abriendo las piernas para que mi amigo le sobe la chucha sobre la ropa. Eso le arrancó el primero de varios gemiditos tímidos al principio, pero que fueron alcanzando cada vez mayores recompensas en las manos de Santiago, ya que al cabo de un instante inaudito, la recatada y siempre prudente Marcia se había quitado el short y el culote rojo.
¿Qué decís perra? ¿A Santi le gustan mis tetas? ¡Asíiii perrooo, chupame los pies, mordelos, daleee que me acabo todaaaa!, gritaba Dafne, a esa altura escabullendo dedos entre los lados de su bombacha para masturbarse. Entonces, un sórdido momento logró que Dafne cierre sus ojos, apriete sus labios y piernas, se estruje una teta y recobre una energía que le conocía de sobra. Había tenido flor de acabada, y como prueba de eso, ni bien se levantó del suelo, mareada y debilucha, los tres vislumbramos que la bombacha y las piernas le chorreaban. De hecho, todos oímos una especie de canilla estallando en el suelo cuando se presionaba el clítoris, como si fuese una regadera automática, y mi boca se colmaba de sus pies deliciosos.
¡No me hice pis tarados! ¿Qué miran? ¿Les parezco sexy, así como estoy, mojada con mi propia leche?, decía, mientras se quitaba la bombacha para arrojársela a Santiago, que ni se lo pensó. La atajó al vuelo y se la hizo tocar a Marcia, que ya le estaba mamando la pija, un poco atragantada, lagrimeando y tosiendo de vez en cuando. Marcia no solo la manoseó. Aprovechó esa tela empapada para fregarla en sus tetas, olerla y estremecerse, cuando Santi hacía más profundas las envestidas de su pija por su garganta.
¡Es cierto conchuda, no tiene olor a pis tu bombacha!, dijo Marcia, apenas Santi le dio una tregua. Dafne la miró como para asesinarla, y acto seguido se me sentó encima. Empezó a frotarme el culo en la pija, de la que ella misma se apropió en un movimiento tan veloz, que ni siquiera recuerdo cómo fue que me bajó el pantalón.
¡Dale Nico, metémela en el culo, quiero pito en el culo ya!, me dijo comiéndome el lóbulo de la oreja con sus dientes y lengua. Su aliento era un incendio incontrolable, y al parecer, cada frotada de su culo en mi pija hinchada, actuaba como un huracán en las llamas de su piel. Entonces, luego que sus nalgas comenzaron a golpear mi pubis, como recreando los saltitos de una nena en el caballito del carrusel, mi pija fue apresada entre sus piernas, y producto de tantas apretadas y deslices entre ellas, tuve la sensación que podía acabarme en cualquier momento.
¿Por qué nunca me dijiste que tenías fiebre uterina, putita?, le reclamé, realmente excitado por saber de su enfermedad, o cualidad sexual, o como sea. Ella no me respondió, pero me dio un par de tetazos en la cara, antes de acomodar mi pija en el umbral de su culito apretado pero caliente y húmedo. No hicieron falta más palabras. De un solo golpe, mi verga se le había incrustado entera en el culo, y sus gemidos inundaron todo el departamento, al igual que el impacto de su cuerpo contra el mío, los entrechoques que mis manos le hacían tener a sus tetas, y sus pedidos urgentes a mi hombría rendida a sus encantos.
¡Asíii Nicooo, dame vergaaa, dale, que quiero sentirla todaaa, y acabarme como recién, dame pito papiiii!, me decía, sin importarle el tenor de sus agudos, mientras Marcia escupía la leche de Santiago hasta por la nariz en una especie de ataque de tos, arcadas y eructos incontenibles.
¡Eeeesaaa hermaniiitaaa! ¡Taba rica la lechita del Santi? ¡Dale, dejalo que te culee toda! ¡Chupale la concha Santi!, los alentaba mi novia, todavía cabalgándome la verga con su culito endiablado. En ese momento fue que me agarró las manos para pegarse con ellas en la concha, mientras ella misma se frotaba el clítoris, usando sus manos o las mías, y me hacía tocar cómo empezaba a mojarse con una abundancia sorprendente, a la vez que gemía y se babeaba imperturbable. Mientras tanto, escuchaba que los otros dos cuchicheaban algo, con lo que al parecer Santiago no estaba muy de acuerdo.
Dafne ahora me hacía enterrarle los dedos en la concha, y me pedía que mantenga el pubis levantado del asiento, para sentir toda la distancia que alcanzara mi pija adentro de su culo, y sus flujos brotaban cada vez más enardecidos. La verdad, no sé cómo es que aquello sucedió. Pero pronto, Marcia le besaba los muslos a Dafne, y su hermana le manoseaba las tetas, mientras yo le hacía la cola bien suavecito.
¡No boludita, si viniste a tocarme las tetas, jugatelá, y chupamelás!, le ordenó a su hermana, que parecía estar esperando aquellas palabras. Santiago se quedó paralizado.
¡Heey, mejor, creo que tengo otra idea! ¡Vos También Santi, chupame las tetas, y compártanselas con Marcia! ¡Dale? ¡Y vos, culeame más fuerteee!, me dijo, y entonces el motor que me impulsaba a sostener la cordura a pesar de todo, me llevó a martillarle el culo con tanta furia que, a veces la pija se me salía y volvía a entrar en ese agujero caliente como si nada. Además, Dafne daba saltos más elevados cada vez, y al parecer los chupones de Marcia y Santi por sus tetas la ponían muy puta. Me encontré con la mano de Marcia tocándole la conchita a Dafne, y entonces, supuse que no estaría mal que una de mis manos encuentre refugio entre las piernas de mi cuñadita.
¡Vení Santi, tomá perro, acá tenés un pezón de mi hermanita!, escuché que Marcia le ofrecía a mi amigo. En efecto, ella le pasó con su boca un pezón de mi novia, y ambos se besaban desenfrenadamente compartiéndose trozos de las tetas de Dafne, que entonces alcanzaba un orgasmo fabuloso, empapándose aún más, realmente como si se meara encima. Yo, por mi parte, no había logrado contener el torrente seminal que detoné en sus intestinos, aturdido por sus gemidos, sus arañazos en mi cuello y los chupones de Marcia y Santi. El calor de su vagina parecía quemarme los dedos, y pronto, ni bien ellos se embebieron de sus flujos, me llevé una nueva sorpresa. Dafne, mientras se levantaba, quizás más mareada que consciente, me agarró la mano y le pidió con miradas cómplices a Marcia que se acercara. Entonces, entre las dos empezaron a chuparme los dedos pegoteados y entumecidos que habían combatido en la concha de mi novia. Marcia entretanto le pegaba en el culo a Dafne, y se reía de los hilos de leche que borboteaban de su zanjita.
¿Ya está bebé? ¡Te saciaste? ¿Ya se calmó la conchita de la nena?, le decía Marcia, simulando ser una madre preocupada por la situación de su hija menor. Dafne se reía mirándose las tetas, en apariencia calmada, de pie, a pocos pasos del sillón. Por un momento pareció extraviada.
¡Chicos, ya vengo… voy al baño, a lavarme la cara! ¡Estoy hecha un asco!, dijo de repente, y los tres la vimos caminar hacia él como sin prisa. Pero el brillo de sus ojos mostraba otras señales. Ninguno de los tres supo qué decir o hacer en su ausencia. Dafne tardaba. Tal vez solo fue un par de minutos, pero a nuestro desconcierto se les hacían interminables. Sin embargo, Marcia me miraba la verga todavía en ristre, aunque con algo de cansancio por la enculada que le había dado a mi novia, y Santi le comía las tetas con la mirada, seguro que muerto de ganas de jalarse el pedazo.
¡Che Nico, me parece que sos un cornudo con suerte! ¡Al menos, mi hermanita tiene licencias para cagarte! ¿No te parece?, dijo Marcia de pronto, sonriendo para no demostrar su nerviosismo. En el fondo, ninguno sabía si había actuado correctamente. Pero, al parecer, ya nos daba igual.
¡Es cierto! ¡Parece que la voy a tener que compartir nomás! ¡Pero vos cuñadita, ¿Cómo es eso que Santi está casado y toda la milonga?!, le dije, solo para distender el momento. Ella me lanzó una mirada de maldad poco convincente, y Santiago encendió un cigarrillo para darle una pitada mientras se tocaba la verga.
Cuando Dafne volvió del baño, apareció en tetas, con una tanga roja metida en el culo, y con el pelo mojado. Pensamos que, por la aparente calma que mostraba, iba a servirse algo de la heladera, o a poner la pava para unos mates, o sugerirle a Santiago que se haga unos tragos, o que se pondría a charlar con Marcia de cosas de mujeres. O al menos eso pensaba yo. Pero la guacha, ni bien me dio un beso en la boca, y me agradeció, vaya a saber por qué, ya que no supe descifrar lo que me dijo mientras me besaba, se arrodilló contra el estuche rígido de mi guitarra, y a la vez que meneaba las tetas decía: ¡Vení Santi, refregame ese pedazo en las tetas, dale guacho, que quiero ese pito contra mis tetas! ¿Me dejás amor? ¡Daaaleee, total estamos entre amigos! ¡Es mucho más seguro a que ellos sean desconocidos!
Marcia y yo nos reímos exageradamente. Santiago tiró un vaso de birra vacío que por suerte no se rompió, y apagó el cigarrillo entre emocionado y perplejo. Buscaba mi aprobación o mi censura con la mirada. Dafne seguía expectante, sacando la lengua y tocándose las tetas.
¡Dale gordo, dejalo al Santi que me preste su poronga! ¡Sabés que es solo sexo! ¡Además, no se hagan los tontitos ustedes! ¡Te vi amor, que le metiste la mano entre las piernas a tu cuñadita! ¿Tenía la conchita mojada mi hermana? ¿Seguro que no te measte nena?, decía Dafne, con la voz cada vez más temblorosa, los ojos como llamaradas de seducción, y con una de sus manos frotándose la vagina. Santiago no esperó a que le diga nada. Ni bien lo miré, ya sabía lo que tenía que hacer. Por lo tanto, en menos de lo que intuí, su pija ya le frotaba las tetas a mi novia, y su saliva le rodeaba el glande. Dafne se la colocaba entre ellas y se la apretaba, escupía en el hueco de sus tetas para favorecer al desliz erótico de la carne apresada entre sus globos, y gemía, algunas veces pellizcándose los pezones. Marcia miraba asombrada, con una mano en sus tetas, y con la otra, chupándose un dedo, o comiéndose una uña. Entonces, justo cuando mi mente encontraba un recoveco en el que poseerla, Dafne me solicitó, sin dejar de refregar sus tetas contra la verga de mi amigo: ¡Vení amor, quiero que me pongas tu pija en la boquita, quiero lechitaaa!
Caminé hacia ella con los pies pesados por el pánico, y blandí mi pija un par de veces contra su carita babeada, hasta que su boca la atrapó y empezó a succionarla. Pero, de pronto, ella misma la sacó de su boca y se dispuso a pajearme, metiéndose ahora la de Santiago para saborearla y atragantarse un poquito. La de él era visiblemente más ancha que la mía, aunque más corta y menos cabezona. Entonces, Dafne escupió la pija de mi amigo para volver a saborear la mía, mientras le decía lacónica y demandante: ¡Dale guacho, dame verga en las tetas, pegame fuerte, dame vergazos así, como si fuera un látigo!
¡Yo no lo podía creer! Mi novia se atragantaba con mi pija, escupiendo y chupando, mientras Santiago hacía sonoro el chicotazo de su pija contra sus tetas, y ella le pedía que le pellizque los pezones, que se pajee entre ellas y que, cada vez que soltaba la mía, deje que su boquita la atrape para volver a chupársela. Mientras tanto, vi a Marcia sentada arriba de la mesa, colándose los dedos en la concha, como si estuviese buscando su clítoris para frotarlo con todas sus ganas. Volteé a mirarla porque escuché que se daba unos golpecitos y gemía cosas inteligibles.
¡Dios mío, qué feliz debe ser tu esposa con este pedazo mi amor!, le dijo mi novia a Santi, apenas éste volvió a frotar su carne húmeda de saliva contra sus tetas, mientras ahora me pajeaba la pija con una mano, y con su boca me chupaba los huevos. Santiago no podía hablarle, ni mirar a nadie a los ojos. Y, para colmo de todas las sensaciones desparramadas por la casa, Marcia se acercó a nosotros, se arrodilló al lado de Dafne, y le dio un flor de chupón a su teta derecha.
¡Guaaaau, qué putita que sos hermanita! ¡Vení, vamos a comerle la pija a Nico! ¡Te animás?, le dijo Dafne, con una de sus manos perdida en los rincones de su bombacha. En efecto, las dos bocas calientes, junto a dos pares de manos frías por el sudor de la adrenalina se apoderaron de mi pija, para lamerla, besuquearla, pajearla cuando estaba fuera de esas cavernas de baba, y olerla como a una espada guerrera. La boquita de Marcia era más chiquita que la de Dafne, pero su lengua parecía estar igual de capacitada que la de su hermana, en especial cuando se atrevía a entrar en el hueco de mi prepucio para saborear mi glande. Además, estaba enloquecida por olerle la boca a Dafne cada vez que soltaba mi pija. Pero pronto, la pija de Santiago fue la destinataria de más besos, lamidas y chupones ruidosos. Marcia no podía evitar unas arcadas espeluznante cuando la punta de la chota de Santi tocaba su garganta, ni Dafne eructar una vez que se quedaba un buen rato con alguna de las pijas adentro, y la soltaba de golpe para respirar.
¡Uuuuy chiquitos, no puedo máaas! ¡Quiero pijaaa yaaa! ¿Quién me quiere sacar la bombacha?, se expresó mi novia, luego de habernos demostrado que su boca podía abrigar ambas pijas al mismo tiempo. Aquello fue una nueva sensación que me llevó al límite de mi desequilibrio mental. No sé cómo hice para mantener la calma, y no largarle la leche ahí mismo, incluso sintiendo la pija de mi amigo tan pegada a la mía, cubierta de la misma saliva, los mismos dientes y lengua. ¡Mi novia nos la chupaba a los dos, y aunque no podía hablar, sus ojos lo hacían por ella! ¡Estaba hecha una putita! ¡Y encima, Marcia le chupaba las tetas, sin parar de meterse dedos en la vagina!
¡Yo te la saco mi amor, y te cojo esas tetas!, se atrevió a mencionar Santiago. Lo miré mal, pero a nadie, ni siquiera a mí me importó.
¡No papi, si me la sacás, me vas a coger la concha, o el culo!, dijo Dafne, y yo le di una cachetada con la pija, y luego otra con mi mano, una vez que volvió a petearme. Ella se hizo la que en cualquier momento se echaría a llorar, y me amenazó con llamar al 144 por aquello de la violencia de género.
¡Perdón amor, pasa que, bueno, estoy muy putita, y quiero pija por todos lados! ¿Me prestás a Santi para que me la ponga toda?, me dijo, una vez que terminó de eructar nuevamente, al tiempo que Marcia se dejaba chupar las tetas por Santiago.
¡Dale gordi, yo te presto a mi hermanita! ¡No es un mal negocio!, agregó, y entonces, todo se desató como en un torbellino de incomprensibles misterios. Dafne se puso de pie, y Marcia voló para sacarle la bombacha. Los dos la vimos olerle la conchita y besuquearle la panza.
¡Tomá nene, cogete a mi hermana!, le dijo Marcia a Santiago, y acto seguido me revoleó la bombacha de mi novia en la cara. Estaba empapada, calentita y fragante. Santiago manoteó a mi novia y la tumbó sobre uno de los sillones, boca arriba. Enseguida se hincó entre sus piernas y se puso a lamerle la concha, sin llegar a penetrársela ni con dedos ni lengua. Solo se la besaba y lamía. Eso a Dafne la ponía más loca. Lo agarraba con furia de los pelos para que frote su cara allí, y le pedía encarecidamente que le toque el clítoris con la lengua. Hasta que decidió subirse a su cuerpo y emprender una feroz envestida con su pija en estado de gracia. Supe que le dolió ni bien le entró, porque la bestia no tuvo ni un cuidado. Directamente se la empujó, y a partir de eso empezó a bombearla con todo, corriendo el sillón de lugar, y arrancándole tremendos gemidos a mi novia, que cada vez estaba más irreconocible, despeinada, transpirada y sometida a su propia calentura.
Hasta ese momento Marcia y yo mirábamos la escena, sin atrevernos demasiado a nada. Pero, el clamor que ardía en la punta de mi verga, y los líquidos que brotaban de su vagina, tal vez maravillada por el aroma de la bombacha de su hermana, no podían quedar en suspenso. Por eso la llevé junto a la mesa y la manipulé para que apoye sus codos en ella. le pedí que me tire la colita bien para atrás, y entonces me di a la tarea de separarle las nalgas para lamerle el culito. Lo tenía sabroso, impregnado de los jugos de su vagina en celo, caliente y apretadito.
¿Me vas a culear cuñadito? ¿No querés mi conchita? ¡Yo quiero esa verga en la concha primero! ¿Te calienta que mi hermanita sea una putona, y que te cague con el primer pito que se encuentre en la calle?, me decía mientras yo descargaba una resonante bandada de chirlos sobre sus nalgas hermosas, quizás más sedosas que las de Dafne.
¡Callate putita, que, a mí me parece que a vos te encanta oler las bombachas te tu hermana! ¡No es la primera vez que la hacés! ¿No cierto? ¿Vos hacés chanchadas con tu hermana, pendeja calentona?, le decía, sin detener los chirlos, agregándole ahora un manoseo insolente a sus tetas de pezones duros y calientes. Ella no contestaba, pero hacía esfuerzos para manotearme la pija. Una vez que la alcanzaba, me la pajeaba y apretaba. En un momento abandonó su posición para cazarme del pelo y ponerme sus tetas en la cara. Ahí fue que me dijo: ¡Sí cuñadito, cuando éramos chiquitas, nos chupábamos las tetas, y nos frotábamos las conchas, siempre con las bombachas puestas! ¡A veces tu noviecita se hacía pichí, y ahí se acababa nuestro jueguito! ¿No cierto mi amor?, le decía a Dafne, regalándole una mirada de puro reproche a mi novia, que seguía gozando de la pija de mi amigo, ahora entada sobre sus piernas. Al verla cabalgarlo como una putita de cabaret, tuve ganas de quitársela y cagarla a trompadas. Pero en lugar de eso, acosté a Marcia sobre la mesa, boca abajo, y me le trepé con la verga tan dura como un ataúd, y luego de testear con mi glande cuál de las dos cavidades estaría más caliente, opté por enterrársela en la conchita primero.
¡Aaaay, asíii, cogeme asíii, reventame la concha cuñaditooo!, dijo la descarada, aferrándose a la mesa para sostener el ritmo de mis primeros embates. Sentir los jugos hirviendo de Marcia rodeándome la verga, y escuchar a Dafne pedirle la leche a mi amigo me convertían en una fiera salvaje, en un semental desprejuiciado. Por eso no le escatimaba pellizcos, ni chupones o mordidas a su cuello, ni los ensartes más fuertes que pudiera ofrecerle a su concha.
¡Aaay, basta nene, basta! ¡Vení, ahora quiero que me rompas el culo, cogeme el culo, como a una perrita alzada, callejera, meada y sucia! ¡Dale nene, haceme el culo!, decía Dafne, despegándose de las piernas de Santiago, para entonces colocarse en cuatro patas sobre el suelo. Santiago parecía perder el conocimiento mientras se ponía de pie. Sé que buscó mi mirada. Pero entonces, yo me concentré en mi presa, en mi cuñada, a quien todavía le daba verga por la concha, con un poco menos de velocidad por lo que ambos escuchamos que Dafne arrojó a los cuatro vientos. Entonces, al mismo tiempo que Santiago empezaba a subirse a las caderas de mi novia, seguramente buscando el agujero apropiado con su pija, yo retiré la mía de la chucha de Marcia, y corrí a su boca para que me la chupe.
¡Dale cerdita, chupame la pija, que tiene tu sabor a conchita! ¡Flor de porno podríamos grabar los cuatro, y vos serías la que se va a tragar toda mi leche, por putita!, le gritaba, mientras le apretaba la nariz y le introducía mi pija lo más adentro que pudiera de su boca. Entretanto Dafne comenzaba a chillar, a escupir el suelo y a pedirle más y más poronga a Santi.
¡Quiero pito nene, culeame, dame toda esa leche en el culo, babosito, que te pajeás mirándome las tetas!, le decía para motivarlo. Santi debía esforzarse un poco más, porque Dafne había decidido jugar con él a los perritos. Por lo que, ni bien la pija de Santi se le salía del culo, ella se le escapaba, y él debía correrla por toda la casa hasta volver a empomarla por el culo. Eso me llevó a tomar la decisión precisa, y tal vez la más inteligente. ¡El culito de mi cuñada pedía pija, casi tanto como el de Dafne! Solo que Marcia era un poco más recatada. Así que, volví a acomodarla con los pies en el suelo y los codos sobre la mesa, y sin advertírselo siquiera, le clavé la verga en el culo. A la guacha se le escaparon algunos pedos, varias lágrimas y un par de mocos de la conmoción. Todo eso nos excitaba más aún, por lo que en breve sentí que ella podría asesinarme si le sacaba el pito de la cola. Gritaba con estruendo, corríamos la mesa producto de las empujadas de mi pubis contra sus nalgas, y mis huevos golpeaban sus piernas. En un momento, cuando Santi y Dafne estuvieron a nuestro lado, todavía culeando de lo lindo, Dafne se puso de pie, solo para refregarle su bombacha en la nariz, y decirle: ¡Oleme hermanita, y dejá de contar nuestras intimidades! ¿Te gusta la pija de mi novio en la cola? ¡Te morías por sentirla toda adentro!
Creo que hasta se comieron la boca, mientras Marcia olía la bendita bombacha, y Santiago le nalgueaba el culo a Dafne. Yo seguía punzando el culito de mi cuñada, escavando y martillando con todas mis ganas.
¡Vamos perrito, que quiero la lechita!, le dijo luego Dafne a mi amigo, volviendo a ponerse en cuatro patas. Solo que Santiago prefirió arrodillarla y regresar a frotarle la pija en las tetas.
¡Te quiero llenar las tetas de leche putita!, le dijo agitado, incapaz de respirar y hablar al mismo tiempo. Pero Dafne le pidió que no lo haga, porque prefería su leche en la concha.
¡SI querés, haceme pis en las tetas, que me encanta, pero guardate la lechita para mi concha, dale perrito, haceme caso!, le decía, dándole tremendos chupones a sus huevos. En ese preciso instante, me puse a correr a Marcia por toda la casa, ya que había aprovechado aquel imprevisto para escaparse de mis brazos. Pero la atrapé contra una de las paredes, donde finalmente le enterré la pija en la concha. Le alcé las piernitas para que me abrace la cintura con ellas, y de esa forma mis penetradas sean más contundentes, y sus gemidos más agudos, hermosos y repletos de súplicas tales como: ¡Garchame toda nene, dale, que soy tan puta como mi hermana, pero yo soy tu puta, quiero ser tu puta, quiero encamarme con vos todos los días, que me hagas tu putita!
Entonces, la ferocidad de mis impulsos, las exclamaciones de Dafne y algo como una canilla en el suelo, prueba de que al fin el degenerado le había meado las tetas, la prisión del fuego de mi cuñada en todo lo ancho y largo de mi virilidad, sus jugos resbalando por mis piernas, su aliento descarrilado, y el atrevimiento de uno de sus dedos rozándome el culo, todo eso logró que mi leche explote como una bomba atómica en el interior de su concha, mientras mi cuerpo parecía querer estamparla contra la pared, hasta que los ladrillos y sus huesos formen una única piel desnuda de prejuicios.
Mis brazos temblaban gravemente cuando al fin la bajé al suelo, y sus tetas machucadas parecían pedirme perdón por su osadía. Mi pija no abandonaba su estado fálico, y miles de hilos de flujo y semen caían de la punta al piso. Ella se metía los deditos en la vagina, y luego de tocarse, se los lamía con devoción, mientras ahora Dafne saltaba nuevamente sobre la pija de Santiago. Entonces, los dos fuimos a verlos. Santi en el piso, sentado sobre la ropa de Marcia, soportaba la furia contenida de Dafne que le comía la pija con su conchita, oliendo su propia bombacha, y apretando tanto los ojos, que parecía difícil creer que pudiera abrirlos después. Tenía las tetas mojadas y amarillas, y se las sacudía con la mano que no apretaba su bombacha contra su nariz.
¡Amor, tu amiguito me hizo pichí en las tetas! ¡Es un cochino! ¡Y ahora me va a dar la leche en la chuchita! ¿Querés que me la dé? ¿Querés que esta noche duerma con vos, con toda la lechita de tu amigo en la concha? ¿Y vos, te vas a encamar con tu esposa, con toda la pija mojada de mis juguitos mi vida? ¡Y vos putona? ¡Cómo te brillan los ojitos! ¿Te cogió rico mi novio?, decía Dafne, mientras Santiago se retorcía, jadeaba como un animal en cautiverio, arqueaba el cuerpo hacia atrás, y lograba que mi novia cubra su respiración enferma de pasiones desmedidas con más y más gemidos, entre los que le pedía la lechita con insistencia. Claramente, Santiago estaba eyaculando como un campeón en la concha de mi novia, y a ninguno de los cuatro nos importó si podría haber quedado embarazada esa tarde.
Dafne no podía salir de la pija de mi amigo. Cuando me acerqué a decirle que ya todo había terminado, que lo mejor era darnos una ducha, y tal vez quedarnos en casa para charlar de todo lo que habíamos vivido, ella me puso una carita de nena caprichosa, y empezó a sollozar de mentiritas, como una bebota. Marcia se le cagaba de risa, y me ayudaba a convencerla. Hasta que al fin se levantó con todo el desparpajo y el mareo que su cuerpo fue capaz de evidenciar. No sé en qué momento Marcia se había puesto el short y la parte de arriba de su bikini.
Al rato los cuatro éramos como postales de lo indecible, lo irreprochable y lo incuestionable. Nadie sabía qué decir, y mucho menos cómo proceder.
¡Che vieja, yo, yo me tengo que ir! ¡Romina, bueno, en realidad, nada, creo que mañana hablamos, y arreglamos algo! ¿Les parece?, dijo Santiago, buscando su ropa con desesperación, hecho una bolsa de nervios, luego de regresar del baño, donde se había lavado la cara.
¡Sí chicos, yo también me voy! ¡Tengo un cumple! ¡Perdón, me había re olvidado!, agregó Marcia, terminando de vestirse. Dafne estaba ahora sentada en el sillón, mirándose los pies, como si quisiera pedirnos perdón, o explicarse, o que alguien de nosotros le explique algo.
¡Gordita, yo bajo y les abro a los chicos!, le dije a Dafne, alcanzándole un toallón, al menos para que se cubra un poco, por las dudas. Pero ella lo dejó a su lado, y volvió a mirarse los pies. Sin embargo, cuando regresé al departamento, invadido por una incertidumbre que me carcomía por dentro, mi novia estaba acostada en la cama, luciendo una bombacha roja, con el pelo mojado, y totalmente limpia de todo rastro sexual.
¡Recién me bañé gordi! ¿Te parece que salgamos a algún lado? ¿O, querés disfrutar vos solito de esta putita insaciable?, me dijo, con un dedo entrando y saliendo de su boca, y con otro jugando con el elástico de su bombacha. No hace falta decirles cuál fue mi decisión.     Fin

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Comentarios

  1. ¡después de leer este relato no se si me pueda ir a dormir!, esto es demasiado para mi integridad mental, te felicito ambar, realmente causa un enorme gusto leer estas historias.

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