Campamento sexual


Mi nombre es Paula. Tengo 17 años, y hoy creo que lo mejor que pudimos haber decidido fue que los profes Ámbar y Pablo nos acompañen al campamento de fin de año que hicimos con mis compañeros. La idea era hacer una última juntada para recordar los momentos vividos en el cole, antes de afrontarnos a nuestras carreras, posibles trabajos, parejas… en fin, la vida misma. Pero como era dificilísimo encontrar un club de camping en pleno diciembre, y lo poco que había estaba exorbitantemente caro, o demasiado lejos de la ciudad, Marina, una de mis mejores amigas decidió que lo hagamos en su casa. Ese fin de semana sus padres no iban a estar, y como fue la abanderada, no le hicieron el mínimo cuestionamiento cuando les pidió permiso. Enseguida ellos le dieron el ok para desarrollar lo que quisiésemos.

Marina: Nos pusimos de acuerdo al toque. La onda era hacer unas hamburguesas a la parrilla. Pasar todo el sábado y domingo en casa. Mi patio es enorme, y mi madre se ocupa del césped con la misma rigurosidad que de sus clientes. Ella es abogada, y mi padre es médico. No había problema porque teníamos espacio para armar varias carpas. Además, hacía poco habíamos inaugurado la pileta. O sea que, todo estaba preparado para un fin de semana movidito. Tal vez, ahora sí podía animarme a lo que siempre quise hacer con Paula. Sabía que Milagros no venía, y ella es otra de las que me calentó desde que empezó a cursar con nosotros. Pero, todavía no tenía todo claro. Algunos chicos me gustan. De hecho, hacía una semana había cortado con mi novio. Pero todo eso quedó atrás. ¡Ahora tenía que disfrutar de mis amigos, y del lomazo de la perra de Ámbar! Supuse que aquel era el escenario perfecto para definirme sexualmente, de una vez por todas.

Matías: Marina y Paula son las mejores del colegio. A veces, Paula nos repartía los machetes para los exámenes de historia. Marina nos regalaba caramelos, y era una genia explicándonos cosas de Química. Pero lo mejor que tiene son sus tetas. Dos melones redonditos, bien parados, con dos pezones que se le transparentan en las remeritas que se pone. Seguro que sabe que los tiene parados, o que se le erectan cuando hablamos de sexo. Mi mejor amigo Tomás tuvo el honor de manoseárselas, la noche que se re tranzaron en un boliche. Los dos estaban re en pedo. Marina la pasó mal, porque ya estaba de novia con el hermano de Natalia, la dueña de la mejor cola de todo nuestro colegio nacional. Aparte, andaba media enroscada con eso de dudar si le gustaban más las minas que los vagos. Pero no hizo nada para que Tomi deje de manosearla.

Natalia: yo estuve al borde de no ir al campamento. Siempre fui la más complicada en cuanto a lo económico. Pero Ámbar, nuestra profe de educación física, me dijo que si yo no iba, ella tampoco. Me lo dijo frente a todos mis compañeros. Fue mucha presión para mí. Así que me dejé ayudar por todos. Al fin de cuentas, no era tanta plata. Aunque, supongo que la verdadera razón por la que tenía miedo de ir, era por Pablo, el profe de gimnasia de los varones. No soportaba estar cerca de él, o en un lugar que él estuviese respirando. ¡Me volvía loca, y no estaba segura de portarme bien, de ignorarlo, o de no coquetearlo para que, al menos me mire el culo! ¡Desde que supe lo del campamento, sueño que ese moreno musculoso se me tira encima de la cama y me coge como un animal!

Karla: A mí también me calienta Pablo. Solo que, tuve la posibilidad de tranzármelo a la salida de un boliche. Yo creo que se dejó porque me hice la borrachita, ni bien lo vi esperando un taxi. ¡Tiene una lengua tan ágil y movediza que, si no hubiésemos estado en la calle, le habría manoteado el bulto para que se ponga loquito! ¡Cuando se lo conté a Nati, casi me mata! Siempre pensé que él tenía onda con Ámbar. Pero según Gastón, tal vez su alumno preferido, el profe tiene una hija con una chica, a pesar que ya no vive con ella. Nunca le vimos anillo de casado. Por eso, lo mejor de todo es que el campamento en lo de Marina sirvió para que todos nos conozcamos más. ¡Qué manera de comer hamburguesas, y de broncearnos en la pile!
Obviamente no invité a mi novio. Para mí no tenía nada que ver. Ni siquiera iba al mismo colegio que nosotros. Aparte, Matías me dijo que vendría. A lo mejor, podía hacer alguna chanchada con él. Total, todo quedaría en casa, y entre amigos. ¡Ese guacho me calienta hace bocha! Pero nunca fuimos más que amigos. ¡Y tampoco se lo dije, hasta ese momento!

Gastón: Ámbar nos tiene empalados a todos. Es dueña de unas gomas chiquitas, pero bien firmes. Para mí, cada vez que se saca el topcito deportivo con el que suele dar clases cuando hace mucho calor, esos dos globos de carne salen disparados por la gravedad como misiles. Me gustaría poner mi cara justo en ese momento, y abrir la boca para conocer el gusto de sus pezones. Pero encima de todo tiene un orto como para dejarle veinte pijas paradas adentro. ¡Es un infierno esa yegua! Lo bueno es que nunca me descubrió mirando las clases de educación física con sus alumnas. Es hermoso ver a mis compañeras sudando, agitadas, moviendo sus culos duritos, sus tetas, abriendo las piernas, mostrando sus pancitas sexys, y aullando como locas por la adrenalina de los ejercicios. Ahí, no solo empecé a fantasear con Ámbar. También con las piernas y la cola de Karla. Siempre se me izo la difícil. Pero en el fondo sé que está muerta conmigo. A nadie histeriquea más que a mí, y según Paula, no me equivoco ni en una coma.

Pablo: Honestamente, no estuve seguro de aceptar la propuesta de mis alumnos. Pero no podía resistirme. Cuando supe que Ámbar y yo éramos los elegidos, suspendí todo lo que tenía para ese fin de semana. Incluso el cumple de mi hija. Arreglé con mi ex en festejarlo el sábado siguiente. No fue una negociación fácil. Pero lo entendió. ¡Tenía que volver a ponerle la pija en la boca a esa hembra! No podía sacar de mis recuerdos el tacto de su lengua, sus besos por mis huevos, y la forma singular que tiene de ordeñar el glande con los labios. Es una verdadera adicta al pete. Aquello sucedió en una de las jornadas de perfeccionamiento docente. El director había llevado vinos para compartir en el asado, y Ámbar tomó un poco demás. Cuando la vi que se reía de cualquier cosa, que caminaba con cierta inestabilidad intentando superarse, y la oí hablar de sexo con la profesora de inglés, supe que era mi momento. Me ofrecí para que salgamos un rato al patio del colegio, yo con la excusa de fumarme un puchito. Ella necesitaba tomar aire. Además, no era bueno que el director la vea en ese estado, a pesar que no estaba borracha precisamente. La cosa es que, en el patio le pregunté si eran ciertas las dimensiones de la pija del flaco del que hablaba con la profe. Ella se sorprendió por mi observación.
¡Sos un metido nene! ¡No deberías escuchar esas cosas, que después te hacen mal!, me dijo, dejando caer su cuerpo sobre el mío, ya que los dos estábamos de pie sobre la puerta que da a un salón ocupado con cosas inútiles. Bancos rotos, computadoras viejas, marcos de ventanas, libros, y todo tipo de porquerías. No sé cómo fue que en el arrebato de evitarle la caída, le toqué una pierna, y ella las abrió automáticamente. No quise aprovecharme de eso, pero estiré un poquito más mi mano y le rocé la vagina por encima de su calza color esmeralda. Supuse que se avecinaba un cachetazo. Pero en lugar de eso me dijo: ¡Igual, que haya tenido esa pija no significa que me haya garchado bien! ¡Era un bruto el pobre!
Me quedé helado. No supe qué decirle. ¡Y eso que yo siempre tengo alguna salida airosa! Pero, de repente ella me abrazó haciéndose la mareada, y me manoteó el ganso que ya se estiraba bajo mi ropa.
¡Entremos ahí, dale! ¿O te vas a diplomar de cagón?, me dijo, abriendo la puerta del cuartucho mal oliente. La seguí sin más. Ella se sentó en la única silla sana que encontró, y como yo no reaccionaba le dedicó unas fuertes miradas a mi bulto.
¡Dale Pablo, no te hagas rogar, que se te va a reventar la verga! ¡Acercate, y dame esa lechita! ¿Querés?, me apuró. Mis pies fueron solos hacia su boca. Quise bajarme el pantalón, pero estaba tan embobado que ella lo hizo por mí, y se apropió de mi pene erecto como el mástil de la bandera que flameaba cerca de nosotros. Ahí fue que empezó a chuparme la pija, a olerla y babearla, a reírse de mis escalofríos, y a ridiculizarme por lo rápido que mi presemen comenzaba a emerger de mi intimidad. Ella misma movía su cabeza para llevarlo a su garganta, para sacarlo y volver a echarme una escupida que me hacía olvidar hasta de cómo me llamaba. Finalmente mi leche explotó un poco adentro de su boca y otro en su cara, goteando por su cuello hasta humedecerle el bolado del cuello de su blusita. Fue justo cuando murmuró todavía con mi glande entre los labios: ¡Esa lechita va a ser mía, porque tengo mucha sed de lechita de un profe que se la pasa mirándole las tetas a las nenas, y el culo a las profesoras!
Cuando salimos de ese galpón asfixiante, estuvimos un rato sin hablarnos. Le convidé un cigarrillo, y me lo aceptó. Apenas se lo llevó a la boca me dijo: ¿Así que venís al campamento que organizan los chicos? ¡Supongo que va a estar bueno!
Le dije que todavía no estaba decidido, solo para ver cómo reaccionaba. Pero ella no me mostró ningún signo de nada. De hecho, me agradeció por el cigarrillo, y volvió a la galería del colegio.

Ámbar: el solo hecho de pensarlo, me regalaba unos escalofríos alucinantes. Ni bien supe que Gastón y Matías irían al campamento, una electricidad comenzó a recorrer mis pezones, aún sin la necesidad de rozármelos. ¡Estaba antojada por conocer el verdadero sabor y grosor de una pija de nene adolescente! ¡Y mucho más si había dos machitos a mi disposición! Sabía que era difícil, pero al menos, estar cerca de ellos aumentaba mi fantasía. Por desgracia, a último momento se bajaron Diego, Alexis, Luciano, Vanina y Milagros. Pero de todos modos no había forma de aburrirse con esas chicas, con Gastón y su guitarra criolla, y con las ocurrencias de Matías. Además, Pablo era un experto seductor, un parrillero de lujo y un barman matriculado. Nosotros éramos los encargados de que los chicos no beban demasiado. Pero no podíamos evitarlo. ¡Menos, teniendo en cuenta que esas nenas en bikini, y esos pendejos en cuero y maya, nos mostraban todos sus encantos! ¡Cómo se le paraba la pija a Matías! ¡Qué hermosas tetas tenía Natalia, y qué tentadora la cola de Karla!

Marina: El sábado a las 12 ya estábamos todos en el patio de mi casa. Pablo y Matías hicieron el fuego para unos choris. Natu y yo hicimos unas ensaladas, y los demás se metieron en la pileta. ¡Pablo y Matías no paraban de mirarle el orto a la profe, y a Karla! Me pareció que entre los dos se lo comentaban, y miraban cada vez con menos recato. Pero lo peor de todo es que, a la media hora, todos comíamos rodeando una larga mesa bajo la sombrilla. La profe tenía una bikini empapada, Gastón solo conservaba su maya apretadísima, y yo, un poco loquita por un porro que me fumé esperando a los chicos, dejaba que se me trasluzcan las tetas en mi remerita, y que Paula me pase bronceador por la espalda. No sé bien por qué sucedió. Pero de pronto, Paula me dijo haciéndose la sexy que estaba preciosa, y me pasó la lengua por los labios. Inmediatamente todos aplaudieron y festejaron ese detalle, mientras Paula se defendía diciendo que tenía yogurt en la boca. Es que Ámbar me había convidado un poco, antes de llevárselo a la pileta.
A mí no me importaba que se sepa que Paula me gustaba. Nunca habíamos garchado, pero nos franeleábamos, nos comíamos a chupones, y un par de veces nos devoramos las tetas pajeándonos en el baño del colegio. Todavía no estábamos preparadas para una relación, ni mucho menos. Pero yo me la quería coger. Solo que, no se había dado. Sin embargo, haberles mirado el bulto a Gastón y a Mati, en ese momento me hizo dudar de todo eso. ¡Seguro se re empalaron por lo que vieron! Por eso, una vez que Pablo y Ámbar se levantaron de la mesa, yo me hice la boluda para tocarle las piernas a Paula. Ella enseguida entendió mi jueguito, porque me agarró una mano y la posó sobre sus tetas. Los chicos nos silbaron, y Natalia tuvo que limpiarse la cara tras haberse ahogado con la gaseosa. Karla nos miraba como con asquito, y nos pidió que dejemos de calentar a los chicos.

Matías: ¡Menos mal que enseguida Pablo nos llamó para armar las carpas! Esas pendejas, o eran lesbianas posta, o nos querían calentar la verga. Así que Gastón, la Natu y yo nos pusimos a organizar los lugares para armar las carpas. Natalia parecía indignada con las chicas. En una de las carpas dormirían Pablo y Ámbar. De hecho, todos lo jodimos al profe con que esa noche se le iba a dar, que seguro Ámbar hasta se depiló para él, y con un montón de pavadas más. A Nati no le hizo mucha gracia cuando Gastón le dijo: ¡Mansa colita tiene la profe… no sé cómo va a ser para dormir cerquita de ella, sabiendo que la tiene ahí nomás!
Pablo le pidió que hable más bajo, y que no se desubique, que todavía era su profesor. Eso pareció calmar a Natalia.
En la otra carpa, a unos metros de la pileta, dormiríamos Gastón y yo. En la más grande, ubicada al fondo del patio, entre dos árboles inmensos, dormirían las chicas. Ninguno de nosotros, salvo Marina podía usar la casa para dormir. La madre le había dicho que no quería sorpresas. Por suerte había un baño en el patio, al lado de un galpón repleto de medicamentos, al que le seguía la parrilla.

Gastón: Al rato los 8 estábamos en la pileta. Jugamos al Marco Polo, a verdad consecuencia, a una especie de tuty fruty imaginario, y a corear los temas que reproducía el playlist del celu de Ámbar. Justamente, ella era la que nos perseguía para salvarnos del malvado tiburón, que era Pablo. El profe decía que si llegaba tocar a cualquiera de nosotros, ese debía salir de la pileta, y no podía beber cerveza por espacio de media hora. Cada uno de nosotros teníamos derecho a dos latas por hora. La profe nos protegía, y supongo que de paso aprovechaba a tirarse encima de nosotros y las chicas. En un momento Paula y Karla quedaron casi en tetas por los tirones de Ámbar que intentaba salvarlas de Pablo, que ya las había atrapado por las piernas.

Karla: Cuando Pablo me tocó las piernas, yo me puse a forcejear con Ámbar para que me suelte. ¡Quería que ese tipo me meta la mano en el orto, y me coja la chucha con los dedos! Pero Gastón también se puso a Ayudarla, y entonces el profe se abalanzó sobre la Natu.

Natalia: ¡Yo no voy a negar que me hice pis encima cuando sentí la cara del profe casi sobre mi pecho! ¡Además todavía no me los había llegado a cubrir del todo! Después supe que había sido Paula la que me pellizcó la cola, haciéndose la graciosita. Pero durante toda la tarde, hasta que salimos, soñaba despierta con que hubiese sido Pablo. ¡Qué hermoso que es hacerse pichí en la pileta, y más cuando estás re loquita de la chuchi!

Paula: después de dos horas de idas y venidas por el agua, Pablo salió porque recibió un llamado al celular, y Ámbar lo siguió, supuestamente para ir a buscar algo a la carpa de los profes. Vimos que Pablo entró al baño, que luego salió, y antes de irse a su carpa nos dijo que necesitaba unos datos para pasarle a quién sabe quién por teléfono. Nosotros nos quedamos tomando cerveza, hablando al pedo, sacándole el cuero a todos los forros que nos dijeron que vendrían y después arrugaron, (en especial a Milagros), y escuchando música. De vez en cuando Matías se tiraba un clavadito, y Gastón empezaba a perseguirnos, haciendo verdaderas olas en el agua. A mí me hacía cosquillas en los pies cuando estaba en las profundidades, y Marina se quejaba porque le tironeaba la maya. Después la Natu gritó: ¡Pará tarado, que me vas a terminar tocando la concha! Eso supongo que nos terminó de encender.
¡Dale nena, si te morís de ganas de que te la chupen!, le dijo Marina, solo para que la escuchemos nosotras dos. Natalia se puso roja de vergüenza, pero al rato se metió al agua para buscar a Gastón. Cuando al fin lo arrinconó, en el exacto momento que Matías nos empapaba con otro de sus clavados, le puso las manos en el cuello y le dijo sin limitarse: ¿Me querés tocar la concha salame? ¡Vení, tocame pendejo, que seguro va a ser la primera concha que toques en tu vida! ¡Sacando la de tu perrita Juana!
Entonces vimos que la Nati le agarró la mano y se la metió adentro de su bikini rosado. Evidentemente eso la terminó de calentar, porque, al mismo tiempo que Gastón le manoseaba la chucha, ella le comía la boca, le mordía los labios y le pasaba la lengua desde el mentón a la nariz. Después se soltaron, como si se aborrecieran. Nati le dio una cachetada, se le burló de lo parado que tenía el pito, y volvió con nosotras, que no podíamos parar de reírnos, sorprendidas de que haya reaccionado así..

Natalia: ¡Creo que tendría que haberme quedado con ese tarado, comiéndole la boca y sintiendo sus dedos torpes en mi vagina! Es que, cuando volví con las chicas, Paula le estaba acariciando las tetas a Marina, y ella se reía como una boba. Y encima, Karla era rescatada una y otra vez por Matías, que cada vez que podía le apoyaba el paquete en el orto. Gastón había salido al baño, y de paso nos traería un fernet con hielo, y cigarrillos para Paula.
¿Pero vos no tenés novio, cara dura?, le decía de repente Matías a Karla, ambos sentados en el borde de la pileta, jugando a la pulseada china.
¿Y qué tiene? ¡Yo digo, un polvito nomás nene… o sea, cogemos y ya! ¡No te podés negar! ¿Qué otro bombón como yo se te va a regalar así?, le respondió Karla, antes de gritar por lo fuerte que Matías le apretó el pulgar.
¡No sé boluda, no da… o sea, vos estás con alguien, y yo, bueno, más o menos estoy saliendo con la Luly!, dijo Matías, permitiendo que la trola se le suba en las piernas. Enseguida empezaron a mecerse, ella a fregarle el culo en la pija, y él a tocarle las tetas.
¡Piiiquiiiiito, piiiiquiiito!, empezaron a cantarle las otras taradas, cuando al fin tomaron contacto con la realidad. Yo también me sumé al cantito.
¿Con la Luly? ¡Esa es una turrita, que sale con todo el colegio! ¡Aparte, según el Rodri siempre tiene las remeras manchadas de leche! ¡Es una cerda, y no tiene estilo!, le decía Karla, movediza y luminosa arriba de las piernas de Matías, que por momentos miraba al cielo, como no pudiendo creer en su suerte.
¿Y por qué no se besan ustedes?, nos gritó Karla, que ya tenía la parte de arriba del bikini casi en la cintura. Paula se babeaba mirándole las tetas, y eso a Marina la ponía celosa. Pero, de repente, Karla se bajó de las piernas de Matías, le tironeó la maya hacia abajo y acercó lentamente sus tetas al terrible pedazo de poronga que tenía. Le tiró su alientito en el glande, haciéndolo suspirar, y antes que el pibe pudiera decir algo, empezó a restregarle las gomas por la panza, la pija y las piernas. Matías se reclinó un poco hacia atrás para disfrutarlo todo. Marina y Paula gritaban extasiadas, tapándose las caras como espantadas, pero llenas de morbo. Yo sentí una punzada de excitación en el clítoris tan fuerte, que no me importó meterme dos dedos en la vagina y frotármelo rapidito. Claro que en el agua no era tan placentero como en mi cama, donde solía masturbarme todas las siestas. Creo que ni siquiera supe si gemí. Pero, justo cuando Karla empezaba a colocar la pija de Matías entre sus tetas para pajearlo con ellas, los pasos apresurados de Gastón lo traen de nuevo con nosotros. Venía con el fernet y los cigarrillos en la mano. Pero lo acompañaba una cara de feliz cumpleaños que no podía controlar. ¡Y Marina lo evidenció sin importarle nada!

Marina: Posta que la manoseada con Paula me estaba calentando demasiado. ¡Pero ver que Gastón tenía la pija parada bajo su maya, me sacó de todo ese trance!
¡Hey chicos, parece que a Gastón se le despertó el amiguito!, dije muerta de risa, con cierto pudor, pero segura de que todos se reirían conmigo. Inmediatamente todos lo miraron, y Natalia se levantó decidida a tirarlo a la pileta. Pero Gastón tenía algo que contarnos. Por eso Natalia retrocedió, y los cinco nos acercamos a él para que nos cuente, medio por lo bajo.

Paula: ¡Les juro que escuché todo! ¡No pude ver nada, pero por los ruiditos, primero la profe le chupó la pija a Pablo, y después, bueno, no sé por dónde se la metió, pero Ámbar empezó a gemir re zarpado! ¡Para mí, se echaron tremendo polvo!, nos confió Gastón, mientras Karla y Matías seguían a los manotazos. Ella todavía con las gomas al aire, y él tratando de subirse bien la maya.
¡Noooo boluuudooo! ¿Pero no pudiste ver nada de nada de nada? ¡Miralos a los profes, haciéndose los santitos, y enfiestándose! ¿Che, pero ni siquiera le viste las tetas a la perra esa? ¡Capaz que el profe le hizo la cola! ¿Le habrá acabado en la boca?, decíamos entre todos, para sacarle algo más a un cada vez más avergonzado Gastón, por no poder darnos más información.
¡Igual, ustedes están re alzados con la profe!, me descargué, mirando a los pibes como para masacrarlos. Gastón no lo negó, pero Matías me dijo que era una pelotuda. Karla le dio una cachetada por mí, y él le mordió un dedo.

Marina: ¡Vos, callate, que no podés evitar mirarle el orto a la profe!, le dije a Paula, acariciándole una pierna. La tarada me empujó y me hizo caer al agua. Entonces, todos nos sumergimos para empezar a toquetearnos. Era como jugar al gallito ciego bajo el agua. Era una locura. Los chicos aprovecharon a manosearnos a todas, y Paula me arrinconó en un momento para pellizcarme el culo, y para encajarme tremendo chupón. Sentí su lengua adentro de mi boca, y le tuve que pedir que pare.
¿Qué pasa nenita? ¿Me querés coger? ¿O querés que te coja?, me decía lamiéndome la oreja, mientras me sobaba las gomas y me frotaba la chucha con una de sus rodillas. No sabía cómo hacer para sacármela de encima. Era cierto que quería coger con ella, pero no delante de todos. Entonces, le pedí que me suelte, que me estaba meando, y que si me seguía apretando así, no podría seguir aguantando más.
¡Por mí, meate toda nena, total estamos en el agua! ¡De paso, después nos vamos a la carpa, y yo te saco la ropita mami!, me decía la guacha, con el lóbulo de mi oreja entre sus labios, y cruzando uno de sus dedos en los míos para que no le hable.

Ámbar: yo estaba segura que alguno de los pibes nos escuchó. Pero ya no me daba para advertirle a Pablo de nada. Estábamos demasiado calientes como para cortarnos el mambo. Yo había ido a buscar cigarrillos, y el pote de protector solar. Y de paso, pensaba en cambiarme. Ni siquiera lo escuché entrar a la carpa. Incluso me sorprendió en tanga.
¡Eeeeeepa profe… no sabía que andaba por acá… y vestidita así! ¿No tiene frío?, me dijo el muy estúpido, escaneando todo mi cuerpo con sus ojos libidinosos. Lo eché, y le pedí que me avise cuando necesitara entrar, para darme tiempo a cubrirme. Era necesario que cada uno conserve algo de privacidad, pensaba absurdamente. Pero él se reía impertinente, petrificado, aunque con todas las luces. Y, la verdad es que, cuando le eché un vistazo a su entrepierna, no me pude resistir.
¿Y a usted, qué le pasa profe? ¡Parece que las tetas y las colas de las nenas le hicieron efecto!, le dije, acentuando aún más mi mirada en su paquete inevitablemente al palo.
¡Bueno, digamos que por acá hay muchos estímulos! ¡Pero, a mí me parece que esas guachas no saben nada! ¡Creo que son unas calentonas, y solo eso!, me decía, acercándose de a poco a mi cuerpo.
¡Andate pablo, que me ponés nerviosa!, me salió decirle cuando el calor de su piel fue absolutamente palpable por mis hormonas disparatadas. Pero él me hizo caer al colchón con una zancadilla, se bajó la bermuda y el bóxer, se sacudió la pija un par de veces y se arrodilló con la esperanza que mi boca la atrape, para recordar aquellos tiempos de la jornada de perfeccionamiento docente.

Pablo: La tenía acorralada, nerviosa y lista para atacar como una fiera salvaje. No sabía que me la iba a encontrar tan vulnerable. Una vez que cayó al colchón inflable, parecía incapaz de negarme cualquier cosa. Por eso empecé a darle unos chotazos en la boca mientras me hablaba, a pajearme con el glande bien pegado a su carita ruborizada, y a manosearle esas tetas desnudas. Los pezones se le calentaban como si los tuviera al rayo del sol, y la tanguita se le enterraba entre sus labios vaginales, evidenciando que sus jugos se desbordaban en su conchita depilada. Entonces, la zorra sacó la lengua, lamió mi escroto, después atrapó mi cabecita con sus labios y lo succionó algunas veces. Pero yo estaba tan al palo que, si empezaba a bombear en su boquita, sabía que me iría en leche enseguida, y ninguno de los dos disfrutaría del momento como nos lo merecíamos. Entonces, después de mamarle las tetas, al mismo tiempo que le frotaba la chocha, me la jugué, y me acomodé en el medio de sus piernas. Ni siquiera tuve la precaución de ponerme un forro, y ella tampoco me lo recordó. No tuve tiempo de sacarle la tanga. Ni bien mi cuerpo se fundió en su piel que olía a hembra fértil, dejé que mi pija buscara solita la entrada de su conchita, y en cuando dio con ella, empujé para comenzar a percutir como me lo pedían sus ojos y su histeriqueo infernal.
¡Salí Pablo, basta nene, andate, dejame tranquila boludo! ¿Qué pasa? ¿Te tienen muy mal las nenitas? ¡Claro, y como no te las podés coger, me querés garchar a mí! ¡Sos un desubicado!, me decía entre otras falsedades impropias, cuando mi verga entraba y salía, aumentaba su tamaño y el ritmo de las envestidas, cada vez más empapada de sus jugos, mientras mis labios se llenaban de sus tetas, y la guacha me arañaba la espalda. Sus gemidos no podían desvanecerse en la tarde. A lo lejos escuchábamos a los pibes jodiendo en la pile, y eso nos tranquilizaba. Aunque, en un momento me pareció que alguien rondaba por la zona de las carpas. Pero no iba a ponerme a investigar con la pija cada vez más adentro de la conchita de Ámbar, que a esa altura me mordisqueaba el cuello, pidiéndome que le largue toda la lechita adentro.

Ámbar: ¡Estaba gozando como una perra! Cada vez que me decía putita al oído, o que me mordía los pezones, sentía que su pija le pertenecía a mi concha, tanto como mi sangre a mis venas, y solo esperaba el segundo letal en que su leche reviente adentro mío. Por eso, supongo que en un momento rodeé mis piernas a su cintura, para que su verga se clave en el fondo de mi sexo, y entonces su glande se roce una y otra vez con el tope, a la vez que su pubis frotaba mi clítoris. Ahí empecé a gemirle como más o menos imaginaba que podía hacerlo cualquiera de las pendejas que ahora boludeaba en la pileta, y él se ponía loco. Ni se dio cuenta que me dejó los dientes marcados en una teta cuando le decía: ¿Viste el pedazo de orto que tiene la Nati? ¿Te la imaginás saltando arriba de tu pija? ¿Llenándoselo de lechita? ¿Mientras alguna de las otras le muerde las tetas? ¡Yo quiero las pijas de los otros dos nenes en mi concha, las dos juntitas, mientras vos me rompés el culo!
Definitivamente el impulso de mis palabras, más el fuego que nos condenaba a arder sobre nuestros propios huesos, nos condujo a una explosión mutua, a una ola de jadeos y movimientos torpes, y a un besuqueo desenfrenado que terminó por desbordarnos. Mi orgasmo llegó en el mismo instante que su leche salía de su pija como un diluvio, y me mojaba hasta las nalgas una vez que la retiró de mi sexo para que se la limpie con la boca. Pero, inmediatamente, los dos recordamos que teníamos a cargo a los pendejos, y entonces, tanto él como yo empezamos a vestirnos. Salimos de la carpa muertos de sed, después de jurarle que había tomado las anticonceptivas, y de prometerle que si se portaba bien, le regalaría la tanguita que tenía puesta.

Matías: Entonces, de repente, apareció la profe, justo cuando Marina y Paula se besuqueaban sentadas en el borde de la pileta, y Natu le mostraba las tetas a Gastón. No sé bien a qué jugaban, pero ella había perdido. Pensamos que Ámbar nos iba a bardear por tanto quilombo. Pero enseguida llegó el profe con una jarra de fernet para convidarnos a todos, y con un parlante para poner música, porque el celu de la profe ya no tenía batería. Además, al menos yo ya estaba medio podrido de la bachata.
¿Tienen sed chicos?, dijo el profe, acercándose a las chicas, que se separaron al toque, y las dos tomaron unos tragos.
¡Hey, Pablo, no seas corta mambo, que las chicas se estaban haciendo unos mimitos!, dijo la profe, sorprendiéndonos por completo. Nati se había cubierto las gomas, y Karla y yo nos reíamos saltando en el agua. Gastón se había puesto colorado.
¡Bueno Ámbar, tampoco las expongas de esa forma! ¡Solo están jugando!, dijo el profe, ahora ofreciéndole fernet a Karla.
¡Y vos nena, tené cuidado con esa bikini, que por ahí se te sueltan los globos!, agregó Ámbar, acomodándose en una reposera, luego de cubrirla con una toalla. Gastón y yo no podíamos dejar de mirarla. Sus tetas amenazaban con rajarle el top deportivo que se había puesto, y el shortcito azul le apretaba el culito como nunca se lo habíamos visto. ¡Yo tenía unas ganas bárbaras de pajearme! ¡La pija se me paraba sola, y para colmo Karla se re contra dio cuenta!

Natalia: ¡Posta que, no pude evitar babosearme como una negra villera cuando Pablo me dio la jarra de fernet! El short que tenía le apretaba el bulto que mostraba en su entrepierna, y ni me preocupé en si se daba cuenta o no que se lo re miraba. Incluso, cuando le devolví la jarra, me hice la boluda para agarrarle la pierna, fingiendo que me resbalaba en la pileta, y Karla me re vendió.
¡Eeepaa nena, dejanos un poquito de profe para nosotras!, dijo como un amplificador al aire, nalgueándome el culo, y todos se rieron. Incluso Ámbar.

Paula: al final Marina se hizo pichí sobre mi rodilla, mientras el profe le ponía el sorbete de la jarra en la boca, porque tenía las manos sucias con una banana que se había comido. Nunca me había pasado eso, pero me re calenté. Por eso, ni bien el profe entró a la pile para boludear con los pibes, le comí la boca, y le encajé la mano en las tetas, al tiempo que le decía: ¿Vamos a la carpita nena, y nos sacamos la calentura?
Pero Marina se me separó para meterse al agua. Después de eso, todo estuvo tranquilo, sin insinuaciones, ni chistes con doble sentido. Al menos que yo me percatara. Pero tenía la concha caliente con esa pendeja, y con las tetas de la profe. Supongo que por eso, cada vez que podía, una vez sumergida en el agua, aproveché a frotar mi entrepierna con cualquier cuerpo que me encontrara por casualidad.

Karla: cuando Pablo me apoyó sin querer su pija en el culo, estuve a punto de ponerme boca arriba y entregarle la concha. Ni siquiera me hubiese importado quedar embarazada. ¡No podía ser que ese bombonazo la tuviese tan dura!

Gastón: la perra de la Nati me estaba volviendo loco. Cada vez que pasaba por al lado mío me apoyaba las tetas en la espalda, o me daba culazos para que pierda el equilibrio. Una vez me manoteó el ganso, y se burló por el palo que me cargaba. En un momento, cuando todos tarareaban un tema de La 25, me dijo: ¿Che nene, hace mucho que no la ponés?

Ámbar: yo estuve tomando sol, intentando no pensar en la pija de Pablo, ni en el bulto que se le notaba con toda claridad a Matías. Las tetas de las nenas estaban cada vez más desnudas, y las piernas de la Natu me hacían soñar. Entonces, hicimos un concurso de canciones, como para ponerle un poco de paños fríos a la situación. Yo armé los grupos. Nati, Karla y Gastón fueron mis seleccionados, y los de Pablo el resto de los chicos. El equipo que mayor cantidad de canciones acertaba de los que el grupo contrario proponía, sería el encargado de preparar las hamburguesas para todos. Todavía tenía en mi clítoris las descargas eléctricas que Pablo me había dejado, y quería ganarle a toda costa.

Pablo: ¡Y perdimos con todo éxito! Es que Marina y Matías no sabían nada de bachatas, reggaetón y cuarteto. Y la zorra de Ámbar reparó en ese detalle. Pero lo bueno es que se nos hicieron las 8 de la noche, sin que nos diésemos cuenta. Como ya estaba medio fresquito uno a uno los chicos fueron saliendo, y yo aparté a mi grupo para que vayamos a la parrilla. Claro que primero tendrían que ir a cambiarse.

Ámbar: de pronto Gastón estaba totalmente seco, fumando un cigarrillo y abriendo una cerveza en el quincho, donde yo me había sentado a responder unos SMS. Nati y Karla, todavía mojadas, tiritando pero haciéndose las valientes, fumaban y hablaban del profe.
¡Chicas, igual, no se hagan ilusiones, porque el profe es mayor, y, al menos hasta que ustedes no cumplan la mayoría de edad, y que ya no pertenezcan al colegio, no les va a dar bola!, les dije, para ahondar un poco nomás en sus pensamientos.
¡Sí profe, pero usted dice eso porque no lo vio en el boliche, mironeando a las pibitas de 15 o 16! ¡Esas son unas bebitas al lado de estos cuerpos!, decían las chicas, señalando sus pechos y sus colas preciosas, mientras bailaban el tema de Maluma que sonaba en el celu de Gastón, que tenía una cara que se la pateaba. Si fuera por él, nunca hubiese puesto eso en su celular.
¿Ah, sí? ¡Pero qué bárbaro! ¡Pero igual chicas, yo les sugiero que, bueno, si tienen ganas de hacer cositas chanchas, aprovechen a sus compañeros! ¿Vos qué decís Gastón?, dije paseando una mirada perspicaz sobre sus cabezas, mientras Karla se frotaba las piernas, y Natalia se acurrucaba cada vez más en una reposerita.
¡Chicas, vayan a cambiarse, o se van a pescar terrible resfrío, y después sus padres se van a preocupar!, agregué, para no quedar como una desubicada.
¡Nooo, ahora ni en pedo entramos a la carpa! ¡Están Mari y Pauli!, dijo la Natu
¡Síi, ni hablar, por ahí, hoy se les da! ¡Hace rato que, bueno, yo creo que a Mari le gusta la Pauli!, especuló Karla, metiéndose una galletita en la boca.
¡Pasa que ninguna de las dos se anima a dar el primer paso! ¡Bueno, creo que Paula es bisexual!, sugirió Natalia, que tenía problemas para prender otro cigarrillo, por cómo le tiritaban las manos.
¡Y con éste, ni locas profe! ¡Es re pajero!, dijo Karla, señalando a Gastón, que de inmediato cambió a Maluma por una banda yanqui, molesto por el comentario.
¡Bueno chicas, no sean así, que, dentro de todo, es un lindo chico!, dije, apoyándole una mano en la pierna a Gastón, a quien se le olían los nervios a mil años luz de distancia.

Gastón: ¡No lo podía creer! ¿Qué carajo me importaba lo que me dijeran esas taradas? ¡A Ámbar le parecía lindo! Supongo que ella se dio cuenta que se me paró la pija al toque. Imaginé que fue porque me la vio que se mordió el labio inferior. Además me miró a los ojos, y por un momento me pareció que, si me distraía, me iba a comer la boca.

Marina: Ni bien entramos a la carpa, Paula me empezó a chuponear el cuello, y yo a tocarle las tetas. Estábamos empapadas, cagadas de frío, y al menos yo, re confundida. Entonces, la dejé que me desvista, que se ría de mí con una mezcla de inocencia y morbo por haberme hecho pis en la pileta, y que después me frote sus tetas contra las mías.
¡Boluda, me calentás posta! ¡Quiero coger con vos! ¡No sé cómo vamos a hacer con la Natu y Karla con nosotras! ¡Pero, al menos, no sé, chupémosno las conchas! ¿Querés? ¿Alguna vez lo hiciste? ¿Te gusta que te la chupen?. , me decía, entre gemidos, un vaivén de respiraciones que nos obligaba a apretujarnos más y más por el frío de nuestro pelo mojado, y un brillo sagaz en la mirada. Cuando me puso las tetas en la cara, se las empecé a besar, lamer y acariciar con mis labios. Su olor era delicioso. Estuvimos así un largo rato. Yo chupándole las tetas, y ella acariciándome como si quisiera tatuarme sus dedos en las piernas, la cola y la vagina, aunque no me la penetraba. Hasta que se me ocurrió decirle: ¡Pauli, creo que, por ahí, sería bueno volver con el profe! ¡Digo, tenemos que ayudarlos! ¡Después de todo, perdimos! ¿No?
Ella pareció transformarse en una furia descortés, incomprensible y caprichosa. Enseguida me soltó, y empezó a secarse con mi toallón, mientras me decía: ¡Aaaah, ta bien… ya entiendo todo! ¿Te calienta Pablo, no? ¿Por eso te measte? ¿Por qué le viste la pija parada? ¿O, te calientan las tetas se Ámbar? ¡Sos una puta nena! ¡Pensé que yo te calentaba, o que mínimamente la pasabas bien conmigo! ¡Listo! ¡Termino de vestirme y me voy! ¡Aaah, y si tenés que comprarte pañales para la noche, hasta las 9 está abierto el kiosko de acá a la vuelta! ¡Así que, apurate a vestirte!
Ni siquiera pude convencerla de que estaba diciendo puras boludeces. No me gustó que me haya delirado, y se vaya pensando cualquier cosa. Pero, por otro lado, era obvio que estaba celosa. ¡Qué pendeja tonta! Al final, tuve que vestirme sola. Aunque no pude evitar masturbarme un poquito, haciendo algo que jamás había hecho. Mientras me frotaba el clítoris, sentada arriba de mi bolso, me puse a oler el corpiño de Pauli, y una bombacha de Natu. Sabía que era de ella por los colores de River Play. Ese, será un secreto que me llevaré a la tumba.

Matías: El profe y yo hicimos el fuego, y apenas llegaron las chicas, cortamos el pan, el tomate lavado, la lechuga, y yo me encargué de picar cebolla. A lo lejos veíamos que Ámbar y Gastón hablaban, y que en otra parte del patio, cerca de la pile, Paula fumaba sola, con una cara media perdida. Marina apareció al rato, y cuando se le acercó, pensé que se iban a comer a chupones, como en la pile. Pero las dos se distanciaron.

Ámbar: Entonces, mientras los perdedores trabajaban, decidí pedirle a Gastón que me ayude a buscar unos banquitos que yo tenía en el auto. Es que las reposeras eran muy enanas para la mesa en la que íbamos a comer. El nene no tuvo ni un problema, aunque casi se cae cuando se puso en pie. Una vez que llegamos al auto, ni siquiera sé cómo fue que llegué a hacerlo, le acaricié el culo, mientras él buscaba adentro del baúl los banquitos plegables.  Le pedí disculpas, y él no supo cómo mirarme a la cara.
¡Perdoname, posta, yo no quise, o sea, no quiero que pienses mal de mí!, le dije luego, abrazándolo un poquito, para que sienta el tacto de mis tetas en su piel, ya que apenas traía una musculosa.
¡Igual, nada… creo que es importante, que sepas… vos sos un lindo chico de verdad! ¡Te vi medio preocupado cuando las chicas te descartaron! ¡Pero, estoy segura, que a más de una se le moja la bombacha cuando te ve! ¡Tenés una linda espalda, y bueno, al parecer, venís bien, en todo sentido!, le dije, sabiendo que había ido demasiado lejos.
¿Y a usted, también se le moja profe?, me dijo, apoyándome una mano en el culo.
¡No te desubiques conmigo Gastón Cabrera! ¡Que yo te haya dicho lo que me parece de vos, no te da derecho a… o sea, creo que esa pregunta no corresponde!, le dije, dándole un pequeño empujón para apartarlo, agravando un poco la voz para que entienda que eso me había ofendido.
¡Bueno profe… tiene razón, perdón… pero, bueno, usted también es linda, y tiene una cola terrible! ¡Todos en el colegio se lo miran, como a sus pechos!, dijo con una ternura, que me fue imposible no resistirme. Enseguida volví a pegarme a él, aunque ahora consciente que mi entrepierna se frotaba en su muslo atlético, y le dije: ¿De verdad, te parezco linda? ¿Y es cierto que los chicos me miran? ¡Dale, tocame el culo pendejo, y pegame, así, dale, pegame en la cola!
Gastón me obedecía con desconfianza, pero eso era lo que más me excitaba. El olor a miedo de sus hormonas, su inexperiencia, los temblores de su respiración, y las frotadas de mi sexo, mientras sus dedos me pellizcaban, por momentos tironeándome el jean que me había puesto.
¿Ustedes creen que las profesoras no se mojan mirándolos? ¡Te vi el pito parado nene, en la pile, a vos, y a tu amigo!, le confié, a punto de encajarle un chupón. Pero no me atreví.
¡Ahora, meteme la mano por adentro del jean, y la bombacha, y pellizcame la cola, pero solo una vez, y basta! ¿Dale?, le pedí, justo cuando ambos oímos la voz de Pablo llamándome. El boludo se había quedado sin cigarrillos. De modo que, ni bien ese pendejo pijón me hizo arder la nalga con su pellizco más certero que todos los anteriores, aterrizamos en la realidad, llevando de a poco los banquitos al quincho. Lo miré como para que entienda que de esto, ni una palabra a nadie. Pero entonces, me sentí atrapada por primera vez en todo el día.

Pablo: al rato, como a las 10 de la noche, todos hablábamos con la boca llena, las manos enchastradas con mayonesa o salsa de tomate, alegres por las cervezas y amontonando experiencias. Claro que, eso fue luego que el grupo comandado por Ámbar nos delire con un irónico aplauso a los perdedores de la tarde. Justamente, a ella la noté rara. Por alguna razón evitaba la mirada de Gastón. Pero, por suerte, el fragor de las hamburguesas les borró las caras de culo a Marina y a Paula. Matías me rumoreó que seguro habían discutido por una pavada. Natalia estaba terrible con su vestidito turquesa suelto, y sin corpiño. Ámbar tuvo que darme un codazo para que deje de mirarle las gomas. Pero, sin embargo, el perfume afrodisíaco de Karla, y el erotismo con que despegaba los labios para hablar, o cuando los curvaba al reírse, creo que llamaban más mi atención, y la de Matías. Entonces, brindamos, abrimos más latas de birra, seguimos comiendo, y cada dos por tres, Ámbar o Natalia nos tiraban migas de pan, o las tapitas de gaseosa que encontraban por haber perdido. Pero Matías se puso el equipo al hombro cuando dijo con orgullo: ¡Hey hey, que todos están morfando como cerdos, gracias a los perdedores! ¡Y eso que las chicas, mucho que digamos, no nos ayudaron!
Inmediatamente Paula y Marina se pusieron rojas de vergüenza. Pero enseguida Ámbar les hizo un chiste, y todo se suavizó. En el medio, tuve que pedirle a Karla que pare de comer, porque ya iba rumbo a clavarse la quinta hamburguesa. Todos empezaron a gritarle desde comilona, hasta cosas que tenían que ver con su sexualidad. Por eso, de nuevo Ámbar puso fin al gracioso bulling, al que hasta ella misma se había sumado. Así que, de golpe, de un solo periquete limpiamos la mesa, y Gastón se puso a preparar un licor con frutas. Marina dudó en si prestarle la licuadora. Pero en cuanto entendió que también sería beneficiada con los daiquiris, se la trajo.

Natalia: Ya no sabía cómo ponerme para que los chicos no me miren las tetas. Pero, por otro lado, lo deseaba con todas mis ganas. Y más desde que Gastón se puso media pila y trajo su guitarra para hacernos cantar las clásicas canciones de rock nacional. También pintaron algunas cumbias. Entretanto, Matías, la profe,  Paula y Karla se pusieron a jugar a las cartas, y el profe preparó una jarra de fernet, que a la media hora tuvo que volver a rellenar. La verdad es que, no sé cómo se dio todo. Pero de repente, nos dimos cuenta que Mati y Marina no estaban. Él había quedado calentito porque perdió mal al truco, pero supusimos que andaba fumándose algún pucho por ahí. En cuanto a Marina, todavía no se hablaba mucho con Paula. Pero yo al menos estaba segura que no se había ido a dormir.

Ámbar: Yo fui la afortunada. Los encontré en una de las reposeras que había junto a la pileta. La pendeja tenía las gomas al aire, y mientras Matías se las manoseaba, ella le pajeaba la verga al descubierto, sin ningún tapujo. Ella le miraba los labios todo el tiempo, y él no paraba de pedirle que se baje el pantaloncito que traía. Cuando me vieron, se quedaron petrificados por un momento. Pero Matías enseguida me dijo: ¡Profe, no sea mala onda! ¡Pasa que, bueno, nos pintó, y, nada… ella quería, y yo también!
¡La verdad, yo no soy quién para prohibirles nada! ¡Siempre y cuando se cuiden! ¡Pero, me parece que este no es el propósito de este campamento!, les dije, sin demasiadas certezas. No podía sacarle los ojos a las tetas de Marina, ni a la pija de Matías. Lejos, era inferior a la de Gastón. Pero eso no evitó que un manantial de flujos me empapara la bombacha.

Pablo: Cuando Ámbar me contó lo que les vio haciendo a los guachos, no pude más que rozarle las gomas, sin importarme si alguno de los chicos me veía. Estábamos en el quincho, bajo las canciones que rascaba Gastón en su guitarra, y los mencionados actores del hecho ya andaban entre nosotros, bebiendo, fumando porro y comiendo lo que quedaba del tomate de las hamburguesas. Entonces noté que Natalia tenía un cierto mareo mientras bailoteaba y se reía. No paraba de tomar fernet, ni de toquetear a Gastón. El vestidito le flameaba insolente, y se le veía claramente el rojo furioso de su bombachita. De hecho, sus tetas también despuntaban cada vez más en su escote, porque encima todo el tiempo se chorreaba con algo. Entonces, me acerqué para preguntarle si se sentía bien. Y la desfachatada, además de aflojar su cuerpo peligrosamente contra el mío, me dijo con una vocecita de nena: ¡Sí profe, estoy bien… solo, un poco mareadita, y, con las orejas ardiendo! ¡Encima, ningún chico quiere ser mi novio, ni gusta de mí, ni me quiere, aunque sea para acostarse conmigo! ¡Ta bien que yo no soy linda! ¡Pero tampoco soy muy exigente! ¡No tengo plata, ni soy tan divertida! ¡Pero bueno, creo que tengo unas lindas tetas! ¿Cómo puede ser que nadie me mire?
En ese instante sentí que mi pija punzaba su pierna. Ella también debió haberlo notado. Pero se hacía la boluda, para no interrumpir por nada el contacto con mi cuerpo. Le dije que estaba equivocada, que solo faltaba que diera con el chico indicado, que el dinero no tiene nada que ver en estas cuestiones, y un sinfín de consuelos más. Ella me extendió las manos para bailar un tema de Maramá, mientras me decía: ¡Usted es re bueno profe, y seguro que su mujer lo debe celar de las chicas del colegio!
Bailamos al menos medio tema, el que Gastón tocaba arriba del que sonaba en el equipo de música de Marina, hasta que Nati se resbaló, se soltó de mi mano y se cayó. Todos, incluso Ámbar se rieron como locos por el porrazo que se dio. Entonces, yo la ayudé a incorporarse, y fuimos caminando al baño, para que se lave un poco la cara, y el raspón que se hizo en la rodilla. Yo la esperé afuera. Y, como si eso no fuese demasiado, antes de entrar al baño me confesó que se había meado encima en el momento de la caída. Yo lo sospeché ni bien se levantó, tambaleándose en esas panchitas imposibles de dominar con un poco de alcohol. Pero tenía la esperanza que se hubiera mojado con el agua del deshielo de las conservadoras. No aceptó mi propuesta de pedirle a cualquiera de las chicas que le traiga alguna ropa seca para cambiarse. Por lo que, después de un rato de espera, me llamó desde el baño, cuando todavía se oía un grifo abierto. Dudé en si obedecerle. Pero al fin entré, y la vi parada contra el espejo.
¡Mire lo que me hice profe… me re pelé la rodilla, y un poquito acá, en el costado! ¡Encima me doblé la muñeca, y me torcí el tobillo!, me dijo entre una especie de sollozo. Seguro que le dolía más de lo que su cuerpo y su voz expresaban. Tenía sangre en la rodilla. Por lo que enseguida busqué una gasita en el botiquín, y tras embeberla con agua oxigenada, le limpié la herida, y después le improvisé un vendaje con más gasa y cinta adhesiva. Entonces vislumbré que tenía su bombacha en la mano, y el vestidito sucio todavía puesto, aunque con lo cortito que era, sus nalgas podían apreciarse con toda facilidad. Entonces, Nati me abrazó para agradecerme por mis curaciones, y me pidió perdón por comportarse como una tonta.
¡Dale Nati, no pasa nada… cualquiera se pasa un poco de mambo con la birra! ¡Ahora, andá a la carpa, y cambiate! ¿Dale?, le dije, empezando a percibir su sensibilidad. No quería que las cosas pasen a mayores. Sin embargo, llegué a tocarle las tetas. Fue justo cuando abrió la puerta para irse, y casi se tropieza con el escaloncito del baño. Entonces yo la sostuve con la palma abierta de mi mano, y aproveché a manosearla. Ella se puso colorada, pero me miró desafiante, diciéndome: ¡Le gustan mis tetas profe, se nota que le re gustan!, y, en lugar de ir a buscar ropa a la carpa, revoleó su bombacha adentro de la pileta, y se mezcló con los demás en el quincho.

Matías: cuando Nati volvió, ya estábamos empezando a jugar a verdad consecuencia, que es su juego favorito. El profe cayó un rato más tarde, y se acopló a nuestro grupo. Nati se unió al de Ámbar. Claro que este juego tenía algunas reglas inventadas por nosotros, para hacerlo más picantito. En ese momento, Gastón le preguntaba a Paula, que jugaba para nosotros, si alguna vez se había tirado un pedo en las clases de historia. No se podía mentir. El que lo hacía debía sacarse alguna prenda, o cumplir con lo que el grupo que formulaba la pregunta decidiera.

Marina: Cuando Matías supo que era mentira que nunca había pegado un moco en la pared de mi pieza cuando era chiquita, tuve que bailar con una banana en la boca. Y la profe, tuvo que volcarse un vaso de agua fría en la espalda cuando no supo ocultar que nunca engañó a su novio. Gastón, sin embargo, logró que Karla le pase la lengua a los dedos de Matías, uno por uno, cuando nos mintió acerca de su primer beso. Más tarde, y gracias a mí, como yo conozco casi todos los secretos de Paula, la obligué a decir todos los sinónimos de concha que se le ocurriera, durante  un minuto. La tarada dijo que era mentira que usó pañales y chupete hasta los 5 años. ¿Cómo se atrevía a mentirme así? ¡Cada segundo que pasaba, sentía que la odiaba más! Por otro lado, me moría por comerle la boca.

Ámbar: pero poco a poco, las propuestas eran más peligrosas, calientes y osadas. Cuando Pablo dijo: ¡Yo apuesto a que Paula y Marina se gustan!, Marina entró en pánico. Entonces, Karla, cada vez más eufórica por el fernet, la desafió a que, si era verdad que no le gustaba, no tendría problemas en darle un beso en la boca a Paula. Por supuesto, Marina quiso demostrarnos que era valiente, y terminó enrojeciéndose hasta la punta del pelo cuando sus labios y los de Paula se rozaron. ¡No podía ser que se desearan tanto! ¡Hasta las vimos tocarse las lenguas, y morderse los labios! Creo que eso debió pararles bien las vergas a los pibes, y, al menos a mí, me regaló un frenesí que volvió a humedecerme la vagina.

Gastón: La verdad, quería que me trague la tierra, cuando el forro de Matías dijo: ¡Bueno bueno, al final, la bomba que tengo para tirar es que, Gastoncito está obsesionado con las tetas de la profe!
Todos se pusieron como locos, entre gritos, silbidos, y los cubitos de hielo que me arrojaba Karla. Y, para colmo, la muy zorra agregó: ¡Es más, yo estoy segura que a la profe también le gusta Gastón! ¡Yo vi cómo se miraban!
Enseguida busqué las expresiones de Ámbar. Pero ella se hacía la desentendida, hablando con Natalia. Así que, como no pude defenderme, me saqué la remera, y dejé que la profe me llene el pecho de mostaza. La idea era que ella luego tenía que limpiármelo con la boca. Pero ella misma se reusó, diciendo que su rol de adulto no le permitía hacer semejante cosa. De modo que Marina tuvo que oficiar de Ámbar, y lamerme todo el tórax, hasta que no quede ni un rastro de mostaza en mi piel. El contacto de la lengua de Marina me empaló la verga al toque, y eso fue muy evidente para el grupo que, encima nos venía ganando por goleada.

Pablo: entonces, Ámbar descubrió que a Karla le gustaba Matías. Eso fue un buen punto para ellos. Karla lo negó con todo su empeño, pero sus ojos no decían lo mismo. Por lo tanto, terminó sacándose la camisita. El corpiño con encajes que traía le paraba bien las tetas, y Matías no era el único que se las miraba. Y de repente, otro punto para ellos. Marina dio en el blanco cuando retó a Karla a negar que mira películas porno de gais. Evidentemente le molestó que la haya expuesto. Pero a esa altura valía todo. Así que, Karla tuvo que optar entre quitarse el jean, comerle la boca a Matías, o demostrar que podía tomarse un vaso de cerveza sin respirar. Optó por lo segundo, para sorpresa de todos. Y de nuevo, otro punto para el grupo de Ámbar. Gastón mandó al frente a Matías.
¡Dale gil, contanos cómo fue el día que fuiste al colegio con una bombacha, porque tu vieja no te había lavado los calzoncillos! ¿Te acordás? ¡Teníamos 13 años, y ese día jugamos un picadito con los muertos de la escuela agraria! ¡Cuando te bajaron de una patada, porque te encantaba gambetear a todo el mundo, uno de los boludos esos te bajó el pantalón, y todavía no puedo parar de cagarme de risa de la cara de todos, cuando te vieron la bombacha azul puesta!, se expresó Gastón, dando todos los detalles que le vinieron a la memoria.

Paula: ¡Las cosas estaban cada vez más calentitas! Cuando a Matías no le quedó otra que reconocerle todo a Gastón, tuvo que bajarse el pantalón delante de todos, para mostrarnos que esta vez no se había puesto ninguna bombacha. Yo creo que Karla hubiera dado cualquier cosa por verlo entangado. Entonces vimos que la profe se mordía los labios, hablando como en secreto con Gastón, y Karla fue la que los delató. Los dos se pusieron colorados, y supongo que por eso la profe se fue a sentar al otro lado de Nati, que todavía verdugueaba a Matías.
¿Qué onda profe? ¿Gastón le está contando de las 15 minitas que se tranzó la semana pasada en el boliche?, le dijo Karla, totalmente tentada, mientras se recuperaba por haberse ahogado con el fernet. Por alguna razón, para todos en el curso, Gastón era el único virgo. Pero yo sabía que se chapaba a la prima, aunque no estaba segura si se la garchaba.
¡No boluda, a lo mejor la profe le está pidiendo consejos amorosos! ¡No le crea profe, que el pibe, todavía no le vio la cara a dios!, dijo Matías, intentando herirlo por sentirse tan expuesto. Pero entonces, Matías se bajó el pantalón, y las 5 mujeres aullamos a la vez, porque el estúpido tenía la pija parada. Pablo le guiñó un ojo, y Gastón no paraba de reírse.

Karla: Pero de repente, el profe nos silenció a todas cuando se puso de pie, y dijo con su voz potente: ¡Yo sé, de buena fuente, que una chica del grupo de Ámbar no tiene bombacha! ¡Así que, punto para nosotros! ¡Recuerden que no se puede mentir! ¡Por lo tanto, la aludida, que dé la cara, y nos muestre!
En ese momento, Marina y Natalia se miraron, y las dos dijeron al unísono: ¿Cómo lo sabe profe? Era evidente que Pablo sabía algo, pero no todo. Supongo que, lo desconcertó que las dos reconocieran su desnudez íntima. De modo que, no sabía a cuál de las dos nombrar para que se suba el vestidito, al frente de todos. Ninguno de los dos grupos podía debatir entre sí. Cuando alguno tenía una corazonada, o una verdad para restregarle al otro, tenía que hacerse cargo. Pero entonces, Karla, pasando por encima del profe, dijo: ¡dale Marina, mostranos la cola perrita, que seguro sos vos la que anda mostrando todo, como en la escuela! ¡Qué atrevidita nena! ¡No cambiás más!
Marina no se hizo mucho problema. Apenas se levantó de la silla, se alejó un poco de la mesa, y se subió el vestidito. Sus nalgas estuvieron a la vista de todos. ¡No se había puesto nada la cochina! No sabíamos cómo el profe tenía ese dato. Aún así, no parecía tan contento. Paula le comía la cola con la mirada a su chica, al punto que parecía decidida a mirarle la chucha. Pero Marina se cubría para que eso no suceda. Ámbar se atrevió a darle un chirlo en la nalga derecha que sonó como un latigazo, en cuanto pasó por su lado. Es que, Matías la retó a caminar alrededor de la mesa, pasando por atrás de todos nosotros. Cuando me tocó el hombro, la miré, y me señaló a Natalia. Entonces, llegó a decirme al oído: ¡No sé qué le pasó a la Nati, pero tiene olor a pichí boluda, mal! ¡No sé cómo la profe no se dio cuenta!

Pablo: llegó un punto en que nadie sabía las puntuaciones, ni era importante quién ganaba o perdía. De repente, Karla se estaba chapando a Matías, sentada en sus piernas, y ambos bebían fernet de la misma jarra, el que se les chorreaba por todos lados. Como yo los tenía al lado, escuché con amplificada precisión cuando la guacha le dijo: ¡Boludo, ya se te re paró la verga, la siento en la cola, posta que la tenés re dura nene!
Al otro lado de la mesa, Marina bailaba con Karla, y Paula fumaba un porrito hablando con Gastón. En la punta, Natalia era consolada por Ámbar, vaya a saber por qué misterioso efecto del alcohol. Me pareció que en un momento la profe se aprovechó de su estado, y le acarició las tetitas. Entonces, me acerqué a charlar con Gastón cuando Paula se fue al baño. Nos pusimos a filosofar si eran mejores los Beatles o los Rollings, y él me explicó todo el mambo de lo que le produce la mariguana. Hasta que llegué al tema que más me interesaba abordar.
¿A vos te gusta la profe?, le pregunté sin preámbulos, después de animarlo un poco cuando decía que los chicos tenían razón en cargarlo y todo eso. No respondió enseguida, pero terminó diciendo que sí.
¿Y te gustaría, no sé, por ejemplo, que te muestre las gomas?, le dije, intuyendo que algo pasó entre ellos esa noche. Desde que me puse a hablar con él, Ámbar no nos sacaba los ojos de encima.
¡Me gustaría que me haga un pete! ¿Vio la boca que tiene?, se arriesgó a decir, totalmente desinhibido.
¡Bueno che, no te pases, que sigue siendo tu profe loco!, le dije, en el preciso momento que Natalia se hacía la boluda, y me tocaba el culo por tercera vez. Naturalmente, fue inevitable no darme vuelta y decirle: ¡Hey che, ¿Qué pasa contigo?!
¡Nada profe, es que, por ahí, quería bailar u  ratito!, me dijo moviendo sus caderas, empinándose una botella de cerveza.
¡No le haga caso profe, que está borracha! ¡Y no la toque, que tiene olor a pichí!, la deschabó Marina, que bailaba con Ámbar. Matías y Karla habían desaparecido. Pero entonces Paula llegó enseguida para alertarnos de su paradero.

Ámbar: le pedí a Pablo que me acompañe enseguida, ni bien la chiquita dijo: ¡Profes, el Mati y Karlita están adentro de la carpa, y no me dejan entrar! ¡Para mí, bueno, están haciendo chanchadas!
Los chicos empezaron a murmurar. Pero les pedimos que nos esperen. Yo les dije, que a lo mejor alguno de los dos estaban descompuestos, alegando que se había bebido demasiado alcohol. Pablo me siguió, justo cuando la cochina de Natalia se le colgaba de los hombros, porque ya no podía dominar sus pies al bailar. No hablamos de nada en el camino. Pero la tensión era mucha.
¡Quedate afuera, no nos apresuremos, por las dudas!, me dijo pablo, apenas estuvimos a un metro de la carpa. No se oía nada. Pero de pronto, cuando el viento cruzaba todo el patio para perderse en el horizonte, escuchamos con toda claridad la voz de Karla, tan rebelde como auténtica: ¡Dale nene, cojamos ahora, que no aguanto más! ¡Mirá cómo tenés la verga! ¡Vos también querés conchita pendejo! ¡Aparte, los profes no están! ¿Quién te va a salvar ahora?
¡Vamos, no pasa nada Ámbar! ¡Son solo dos adolescentes, enamorados, y calientes! ¡A ver si Matías se hace hombre con esa chica, que, parece que la tiene clara! ¡No tenemos nada que hacer!, dijo pablo de repente, enfilando para el quincho.
¿Y si el boludo la deja embarazada? ¡Por FAVOR Pablo! ¡Nosotros somos responsables de lo que les pase a los chicos!, le dije, intentando recobrar un poco de cordura.
¿¿Ah sí? ¿Tan responsables, como vos con Gastón?, me largó, sabiendo que ahora no estábamos jugando con los chicos. No sé cómo lo supo, ni siquiera si lo sabía en realidad.
¡Bueno, pero por lo visto, usted tiene la habilidad de saber qué nena anda sin bombachita! ¡Qué rara virtud esa! ¿No le parece? ¡Lo felicito profe!, le dije, y ahora el desconcierto le ensombreció el rostro. Menos mal que ya llegábamos al quincho.

Pablo: cuando regresamos, Gastón era víctima de un juego peligroso que no entendimos. Pero Paula, Marina y Natalia lo rodeaban para bajarle el pantalón. El pibe ya estaba en cueros, con los ojos inyectados de adrenalina, y manoseándole el culo todo el tiempo a Natalia, que, o no se daba cuenta, o le daba lo mismo. Pero cuando nuestros rostros fueron visibles para ellos, se quedaron inmóviles.
¿Y profe, se estaban cogiendo? ¿A dónde están esos giles? ¡Le juro que yo los escuché gimiendo profe! ¡Seguro que los van a castigar! ¡Y sí, los dos deberían llevarse educación física a marzo!, decían los pibes, amontonando sus pareceres, mientras Ámbar les pedía silencio. Entonces, vi claramente que Gastón le tocaba las gomas a Natalia. Quise retarlo, pero no tuve la valentía.
¿Qué pasa profe? ¿Usted también me las quiere tocar?, dijo la perra, sacando la lengua, con el culo apoyado en la mesa. Ámbar despedía chispas por los ojos. De hecho Paula la mandó al frente.
¡Profe, no se ponga celosa, que la Nati no tiene sus gomas, y encima vaya a saber qué le pasó que anda con olor a pis!, le dijo, mientras Marina la cargoseaba para seguir bailando.
¡Bueno bueno chicos, me parece que el alcohol, el faso, la pile… en fin... Creo que todos andamos medios calentitos! ¡Deberíamos salir un poco al patio, así nos refrescamos un poco, y bueno, en un ratito, ya nos vamos a dormir! ¿Qué les parece?, dije, con la intención de dispersarlos un poco. Obviamente se quejaron, y me dijeron desde viejo choto hasta cosas indescifrables, por lo pesadas de sus lenguas ebrias de excesos. Pero al fin, uno a uno fuimos desfilando al patio, donde nos pusimos a fumar, y a charlar de distintas cosas.

Marina: de repente, cuando nos dimos cuenta, solo estábamos la Nati, media dormida arriba mío, Ámbar y el profe. Nos habíamos sentado alrededor de la pileta, donde estaba más fresco. Pensé que Paula tendría sueño. Pero como todavía seguía un poco molesta con ella, no me importó que se fuera a dormir. Sin embargo, también faltaba Gastón. Y entonces, pensé que Matías y Karla aún no habían vuelto. Así que se me ocurrió investigar. Les dije a los profes que iba al baño, y una vez que logré sacarme de encima a Nati, me fui. Creo que la guacha terminó con la cabeza apoyada en las piernas del profe.
Lo cierto es que, ni bien entré a nuestra carpa, primero casi reviento a Paula a trompadas. ¡Y segundo, casi los buchoneo a todos con los profes! Paula estaba chupándole la pija a Matías, y Karla estaba muy sentadita arriba de Gastón, comiéndole la pija con la concha. Paula solo conservaba su bombacha violeta. Pero, en el momento que mis pies se acomodaron para salir corriendo con el chisme de la carpa, Matías me agarró de los pelos y me obligó a arrodillarme.
¡Callate tarada, y ayudala a tu amiguita, que ya me salta la leche nena! ¡Dale, y de paso se comen a besos, mientras me chupan la pija! ¿Te pinta?, me dijo, mientras él y Paula me dejaban en pelotas.
¿Cómo se te ocurre andar sin bombacha, putita?, me dijo Paula, a la vez que me nalgueaba el culo, y mi boca entraba en contacto directo con la pija ensalivada de Matías. Al mismo tiempo, Karla gemía más con la nariz que con la garganta, saltando sexy y re contra feliz, sintiendo la pija de Gastón cada vez más adentro de su concha. El cerdo le re escupía las tetas.

Pablo: Ámbar me negaba que Gastón le gustaba, que le había sido infiel a su novio, que tuvo una relación lésbica con una profesora colega, muy amiga mía, que odiaba la comida vegetariana, y cada cosa que se me ocurría preguntarle. Entretanto, Natalia se despertaba y se dormía con la cabeza sobre mis piernas.
¿Y a vos te gustaría que esa nena abra la boquita, y empiece a lamerte la pija, no?, me dijo al oído de repente, con su aliento a cerveza mezclado con la menta del chicle que se había metido en la boca. La hice callar. Pero ella empezó a sobarme la chota, y de paso a acariciarle la cara a Nati, quien ya tenía las tetas casi afuera del vestidito.
¡Che, posta que tiene olor a pis la borrega! ¡Para mí que está tan alzada con esta verga, que se re meó la pobre!, me decía Ámbar, una vez que liberó mi pija de mi bermuda para abrazarla con su mano, simulando tocarle la cara a la nena con la puntita.
¡No boluda, se hizo pis cuando se resbaló, bailando!, le decía, intentando sacarle las manos de mi pija, sin el más mínimo éxito.
¡Mmm, pobrecita! ¿Y usted profe, le comería la conchita a una nenita meada como esta? ¿O prefiere la conchita de una hembra un poquito más experimentada?, me susurró al oído, metiéndose mis dedos en su boca. Casi pierdo los estribos cuando colocó mis manos en las gomas de Natalia, por adentro del vestido.
¡Tocalas, dale, manoseala toda que está borracha, meada, y caliente!, me había dicho en un momento. Pero de repente, justo cuando   al borde de agarrar a Ámbar de los pelos para conducir su boca grosera a mi pija, sin importarme que Natalia estuviese dormida sobre mis piernas, oímos gemidos. Es más, creo que ella los descubrió primero, y me invitó a escucharlos.
¡Vamos a ver qué andan haciendo esos nenitos!, dijo levantándose de la reposera, y luego de ayudarme a despertar a Natalia nos dirigimos a la carpa.

Ámbar: Cuando llegamos, nos quedamos un ratito escuchando afuera. Pero como Nati no era capaz de conservarse en pie, decidimos entrar. ¡Fue impresionante encontrarnos con ese panorama! Paula y Marina estaban lamiéndole los huevos a Matías, tocándose las tetas y pegándose en el culo. Los tres en el suelo. Y, en el colchón, Gastón frotaba su pija re parada contra las tetas de Karla, que estaba arrodillada, escupiéndole el glande, el pecho y la panza. Claramente, cuando los tres entramos, casi les da un infarto imposible de recuperar. Pero Pablo fue el que tomó la palabra.
¡Chicos, chicos, por favor, no se asusten, que venimos a enseñarles un poco de nuestras experiencias! ¡Ámbar es muy buena con un pito en la boca, por ejemplo! ¡Y, en cuanto a mí, todavía no puedo decir en qué soy bueno!, dijo el muy atrevido, poniéndome en el centro de los escalofríos. Todos lo vitorearon, aplaudieron y exclamaron cosas como: ¡Eeesaa, grosooo proofeee, usted es un capooo!
Y de pronto, todo se dio de forma inesperada, sin guiones, ni libretos, ni limitaciones.
¡A ver, correte nenita!, le dije a KARLA; Y ME PUSE A MAMARLE LA PIJA A Gastón, como si fuera la última pija que existiera en la vida para mí. La tenía dulce, gruesa y empapada de presemen, y de la saliva de Karla.
¿Te vas a quedar ahí, como una tonta, con la concha caliente mami?, le decía, con la pija del nene en la boca, mientras la traía hacia mi cuerpo para sobarle la vagina. La tenía peludita, pero totalmente húmeda.
¡Para que sepa, ya estuvimos garchando profe!, me dijo la chancha. Entonces, la invité a que me ayude a mamar al nenito. ¡Dios mío! ¡Cuando la lengua de esa nena entró en mi boca, mientras saboreábamos esa pija hermosa, tuve un deseo impostergable de sentir una pija en la concha.

Matías: El profe estaba irreconocible. De repente le bajó la bombacha a Paula, y le empezó a besuquear la cola, mientras ella me comía la pija, todavía en cuatro patas. Natalia, que era la más perdida, quería tocarle las tetas a Marina, que la rechazaba todo el tiempo.
¡Cheeee, no seamos malos con la Natu, que está calentita! ¡Vamos Mati, aprovechá, y, si ya estás como para darle masita a una concha, dale a la Nati primero!, me sugirió el profe. Pero, entonces Marina se me tiró encima, y después de refregarme sus tetas en todo el cuerpo, se acomodó sobre mis piernas, dándome la espalda, y colocó con una facilidad tremenda mi pija adentro de su concha. Paula la miró re mal. Pero Marina empezó a cabalgarme con todo, mientras la Nati le chupaba las tetas. En eso vi que el profe le metía todo el tiempo la mano entre las piernas a Paula, mientras le pedía insistentemente que huela su bombacha.

Marina: ¿Así que fuiste al baño, y te metiste a ver lo que hacían los nenes? ¡Sos una mentirosa! ¡Vos viniste acá, porque estás calentita con tu amiga!, le decía el profe a Paula, sobándole la vulva, asfixiándola un poquito con su bombacha. Yo entretanto sentía que la pija de Mati me iba a partir en dos por lo profundo que me penetraba. Quería más. Quería mamarle la pija al profe, y las tetas a Paula. Y encima, a poquita distancia de nosotros, Ámbar repetía una y otra vez: ¡Dale nenito, dame la leche, quiero lechee, dame lechitaaa, quiero la leche de esta pija rica, muuucha lecheee!
Entonces, vi que el tarado de Gastón empezaba a enchastrarle toda la cara a la profe, mientras jadeaba como si se fuera a desarmar una vez que todo su semen lo abandonara por completo. Karla, dejaba que la profe le toque la chuchi, y gemía pidiéndole más deditos.

Matías: La conchita de Marina estaba tan apretadita, que a veces la pija me dolía de tanto esfuerzo. Pero me encantaba cogerla toda, abriéndole los cachetes del culo para aferrarla más a mis envestidas. ¡Le tenía unas ganas tremendas a esa cola!

Gastón: La boquita de Ámbar era una delicia. Me la chupó con unas ganas que, ni siquiera me animaba a tocármela. Para colmo, después se dedicó a besuquearle las tetas a Karla, y cuando quise acordar se puso a lamerle la concha. Karla lo re gozaba, abierta de piernas arriba del colchón. Entonces, vi que la Nati estaba tocándose las tetas, sentada en el suelo, como si estuviese a punto de llorar. Y me le acerqué para hablar con ella. Pero entonces Matías empezó a darle toda la leche en la concha a Marina, y los gritos de esa guacha no nos dejaba comunicarnos. Es más, Nati tampoco quería hablar conmigo. De repente se me prendió a la pija, y me la empezó a chupar con las mismas ganas que la profe, aunque usando demasiado sus dientes. De todas formas eso me excitaba una bocha. Hasta que apareció de nuevo la profe, que ya se había quedado en bombacha y corpiño, y me la quitó.
¡Vení para acá vos, vamos que el profe te va a enseñar algunas cositas!, le dijo a Nati, quitándole el vestido.
¡Además, esa mamadera para vos es muy poquita!, le dijo al final, mientras Marina dejaba que Paula le chupe la concha, diciéndole todo el tiempo: ¡Dale perra, tomate toda la lechita del Mati! ¿Te gusta la lechita nena? ¿Querés mucha pija vos, perrita sucia?

Matías: Entonces, el profe acostó a Natalia en el colchón, donde Karla empezaba a fastidiarse porque la profe la había dejado re caliente, y empezó a besuquearle la panza, las piernas, las tetas, el cuello, y los pies. Al mismo tiempo la profe le sobaba la conchita, y le metía sus propios dedos y los suyos en la boca. Nati no cabía dentro de sí por la calentura que tenía. Y menos cuando Ámbar empezó a lamerle los pies, y a metérselos en la boca.

Karla: Y encima de todo lo que tenía que soportar, Marina empezó a decirle a Paula que quería una pija en el culo. Empecé a masturbarme, mientras Natalia le mordía los dedos a la profe, se ahogaba y tosía. Entonces, el profe de repente se dio cuenta que existía, y me sentó en el colchón de una zamarreaba.
¡Abrí la boquita nena, y mordeme la punta de la pija  pero por arribita del bóxer!, me dijo. ¿Lo tenía duro, caliente, húmedo y tan ancho, que no sé por qué no se lo bajé y me lo introduje en la boca. ¿Juro que no me hice pis como la Nati, porque me faltó un vaso más de birra en la sangre! Aún así, se lo mordí, y se lo apretujé con mis manos, haciendo que Pablo me regale unos jadeos hermosos. Pero, cuando empezaba a disfrutarlo, el profe me abandonó, para dejar que Matías ME LLEVE CON ËL AL SUELO: ¿Ahora estaba más que decidido a cogerme el guacho!

Paula: ¡Dale Pablo, dale la mamadera a esta bebota, que me parece que hoy se olvidó los pañalines en casa! Qué te pasó nena? ¿Te calentaste mucho mirándole la pija al profe?, le decía Ámbar a la Natu, estirándole los pezones, haciéndole doler al punto del placer, todavía lamiéndole los pies, mientras el profe se quitaba el pantalón. Todavía no terminaba de aceptar que Marina le entregue el culo a Gastón, que ya se había ofrecido a hacérselo. Así que, en un momento me senté sobre sus tetas, y le intercambié una inmejorable propuesta.
¡Chupame la concha pendeja, y te dejo que ese tarado te haga la cola!, le dije, refregándole el culo contra las tetas, palmoteándome la concha muy cerquita de su cara para que mis flujos comiencen a tentarla. Marina no se hizo mucho drama. Enseguida su lengua empezó a recorrer el orificio de mi vagina, su nariz a olerme desenfrenada, y sus dedos a introducirse uno a uno en el fuego de mi sexo. Cuando tocó mi clítoris, sentí que un torrente de líquidos desobedecía a mis intenciones de esperar un poco. Pero entonces recordé que tenía muchas facilidades para tener squirts, y me dejé llevar, sabiendo que, para cuando alcance mi orgasmo, la carita de Marina se convertiría en un río de lava vaginal.

Natalia: La verdad es que no me acuerdo demasiado de cómo pasó todo. Solo sé que, sentía que nunca había gozado como con esa lengua en mis pies. Y menos cuando la profe se los metía en la boca, me los escupía y masajeaba todos babeados. ¡Y, para colmo, de repente siento unos pijazos contra mi cara!

Pablo: ¡Dale profe, bajate un poco el bóxer, y dale un poquito de pito a la nena, que se hace pichí por vos!, dijo Ámbar, totalmente superada, dispuesta a tomar las riendas de la noche. Entonces, me arrodillé un ratito junto a su cara, y mientras Karla comenzaba a gemir con la pija de Matías por alguno de sus agujeros, le di varios chotazos a la cara extraviada de Natalia. Hasta que le abrí la boca, y le pedí que me la huela, la escupa y le dé algunas lamiditas. Entonces, se la pasé por toda la cara, por las tetas y la pancita, mientras Ámbar le chupaba la concha, como extasiada por su aroma. Al parecer la nena se re mojaba.

Karla: La verga de Matías en mi concha, así como estábamos, como perritos en el suelo, era un trozo de carbón que me incendiaba toda. ¡Quería que me reviente la concha de leche, que me mee toda adentro si me lo proponía!

Ámbar: el olor de esa nena me excitaba demasiado. Por eso, supongo que un poco harta del jugueteo, me separé de su vagina calentita, y luego de aplaudir para llamarles la atención a todos, les dije: ¡Bueno chicos, les propongo algo! ¿Quieren ver a sus profes cogiendo para ustedes?
Todos dijeron que sí, en una mezcla de júbilo, torpeza y algarabía. Pablo me miró asombrado, pero de inmediato bajó del colchón. Matías soltó a Karla, aunque se la sentó en las piernas, para seguir dándole pija por la concha, y Marina empezó a retorcerse, intuyo que regalándole una flor de acabada a la boquita de Paula. Entonces, ni bien me encontré con Pablo, empezamos a desvestirnos como animales.

Pablo: La forra me dejó en bóxer con una velocidad admirable, y entonces me empezó a escupir la cara, a morderme las tetillas y a besarme el cuello. Yo solo le pellizcaba el culo, se lo nalgueaba y le enterraba los dedos entre los glúteos. No me dejaba sacarle la bombacha. Entonces, empezamos a propiciar una especie de lucha libre. Nos olíamos y mordíamos. Ella lo había propuesto así. En cuestión de segundos, Ámbar me había escupido todo el bóxer. Los chicos deliraban, aplaudían, silbaban, se ponían de parte mía, o de ella, según las circunstancias, y especialmente Karla seguía gimiendo, porque Mati le daba verga por la conchita, pero bien despacito.
¿Quién quiere el calzoncillito del profe Pablo?, preguntó Ámbar, mientras me besuqueaba las piernas, haciéndome arder las nalgas con sus arañazos. Las chicas dieron sus mejores alaridos, y sorpresivamente los chicos las acompañaron. En medio de eso, escuchamos a Marina decir con toda nitidez: ¡Quiero pito en la cola, y de esta noche no tiene que pasar!

Gastón: ¿La perra de la profe le fue bajando el calzoncillo con la boca, mientras le sacudía la pija, se la escupía, y sobaba, y cuando lo logró, lo arrojó al aire! Lo manoteó Karla, que seguía pidiéndole la leche a Mati.

Ámbar: ¡Olelo perrita, y pasáselo a tus amiguitas!, le dije a Karlita, mientras me prendía a chuparle la pija a Pablo, con todos esos ojitos mirándome. Cada vez que la conducía toda hasta mi garganta, los chicos suspiraban de emoción e incredulidad.


Marina: en ese momento, Paula y yo empezamos a frotarnos las conchas, tiradas en la cama, mientras Gastón se acercó con el calzoncillo del profe, para que le pasemos la lengua como ya lo había hecho Karla y Natalia.

Matías: De repente, el corpiño de la profe voló por los aires, y yo casi me olvido que tenía a Karla en mi pija. Aún así no logré atraparlo, porque la Nati me ganó de mano. No sabía cuánto tiempo más podría soportar los saltitos de Karla. Pero de todos modos, cada vez que creía que me iría en leche, esta parecía volver a mis testículos, para luego volver con mayor intensidad.

Marina: Entonces, el profe empezó a mamarle las tetas a la profe, como si se las quisiera arrancar. Ella gemía y le manoteaba el pedazo. Paula seguía comiéndome las tetas, frotándome la chucha y metiéndome un dedito en la cola, recordándome que no daba más de las ganas de que me la metan por ahí.

Ámbar: Entonces, empezamos a chuponearnos en el suelo, a mordernos como perros salvajes, y así fue que Pablo logró quitarme la bombacha. Se la tiró por la cara a Gastón ,mientras le decía: ¡Tomá guacho, pajeate con la bombacha de la profe, que te re calienta!
Entonces, empezamos a hacernos un 69 mortal. El guacho se esforzaba por llegar con su lengua hasta mi culo, y yo le comía la pija sintiendo el candor de sus huevos sudados. Mis tetas se incineraban contra su cuerpo, y mis uñas se le tatuaban en la piel en mi afán de que me saboree toda, sin condicionamientos. Pero de repente, le pedí al profe que se ponga de pie, y me puse a pajearle la pija mientras le prodigaba los mejores besos negros que encontrara en mi repertorio.
¿Así quieren que les saque la lechita a su profe? ¿Viven alzadas con él, pendejitas? ¿Alguna de ustedes hizo algo con algún otro profe? ¿Alguna de ustedes se hizo pichí, como la Nati, por el profe? ¡Vamos, vengan todas acá, así todas prueban un poquito de la mamadera del profe!, las invité. Las zorritas no se hicieron desear mucho que digamos. Al toque las 4 estaban mamándole la pija al profe, mientras yo seguía chupándole el culo. Paula y Marina seguían peleándose por ver quién la chupaba mejor, y Natalia, fiel a sus costumbres, volvió a mearse, y a morirse de vergüenza una vez más.

Pablo: Pero de repente, las 4 guachas volvieron a despegarse de mí, porque Ámbar se puso en cuatro, regalándonos a todos el panorama de su trasero perfecto, en el que yo empecé a marcar mis dedos al pellizcárselo, y mis manos a nalguearla con fuerza. Gastón y Matías me ayudaron. Entonces, sin más, me acomodé contra sus caderas, y le enterré la verga en la concha, mientras a mi lado, Marina estaba que se largaba a llorar de la calentura, con la pija de Gastón puerteándole la colita.
¡Dale puto, clavala toda, culeame toda guacho!, le pedía la descarada, mientras Ámbar arrancaba a gemir como todos esperaban escucharla. Fue hermoso cogerla así, a muy poca distancia de donde Natalia seguía sentada en el suelo, meada y con la pija de Matías en la boca. Además, Gastón ya le perforaba la cola a Marina, y Karla permitía que Paula le coma la concha. En un momento vi que la masturbaba con un desodorante.

Ámbar: Pero yo quería la pija de Pablo por todos lados. Por lo que, cuando supe que su leche estaba cerca de polinizarme, me separé de él, y se la pedí en el orto.

Matías: No estaba seguro si podría resistir tanto sexo ante mis narices. Pero, Pablo cumplió con la profe, y la enculó, también en cuatro, pero con los brazos de la profe arriba del colchón, donde Karla y Paula se mataban a paja. Yo le rompía la colita a Marina, que ya lo tenía estrenadito, y Gastón disfrutaba de la mamada que le hacía la Nati, que mientras lloriqueaba, todavía se daba el gusto de eructar y de pedirle la leche.

Pablo: No pude resistir a esa hembra despiadada mucho tiempo. Por eso, ni bien le grité que estaba por acabar, ella me pidió la leche en sus tetas, para luego poder compartirla con las chicas. De modo que, así se hizo. Ni bien se la saqué del culo, la profe volvió a engullir mi pija, a lamerme las bolas y a fregar sus tetas preciosas contra mi carne, hasta que al fin mi torrente seminal no tuvo más razones para quedarse a vivir en mis testículos. Fue una catarata de semen la que le hacía brillar los ojitos, y le mojó desde las tetas hasta las piernas. Entonces, una vez que liberé las últimas gotitas en su boca, llamó a las pendejas para que le chupen las tetas. Todas, a excepción de Marina la rodearon, y hasta terminaron comiéndole la boca. Paula se pasaba de la línea introduciendo su lengua en la boca de Ámbar, que aún así no tenía argumentos para limitarla. Marina seguía pidiéndole la leche a Matías, gritando y gimiendo.

Marina: Me arrepiento tanto de no haber podido probar la lechita del profe. Pero, en ese momento la fiebre de mi culo era más importante. Por eso, ni bien Matías empezó a gritarme: ¡Te acaboooo putitaaaa, te lleno el culo de lechitaaaa, tomala todaaa perritaaaa, lesbianita suciaaaa!, no me alcanzaron las fuerzas para gritar. Acabé como una perra, y recibí toda su lechita en mi culo, con una felicidad que me hacía flotar.

Ámbar: Todo había terminado. Yo no encontré jamás mi bombacha, ni Pablo su bóxer. Esos pendejos no se iban a dignar a devolvernos nuestras dignidades. Pero aún así, una vez que Pablo y yo estuvimos a solas, en nuestra carpa, no pudimos resistir la tentación de cogernos toda la madrugada. De hecho, por los gemiditos que escuchábamos en el silencio, los chicos tampoco.

Pablo: Fue una experiencia única, irrepetible, incuestionable para todos. Supimos luego que Natalia y Karla quedaron preñadas, de alguno de ellos dos. A Nati la vi con pancita en marzo del año siguiente, y me la imaginé con las tetas llenas de leche, y el vestidito meado, como en el campamento. No puedo dejar de soñar con esa pendeja, ni con la boquita o las tetas de Ámbar.

Marina: Paula y yo, finalmente somos novias, aunque ella todavía no me perdona que haya gozado tanto con la pija de Mati en el culo.

Gastón: Al otro día, la carpa era un descontrol. Todos volvimos a coger, ni bien se fueron los profes. Pero, dado un momento, ya nadie sabía con quién. De todas formas estuvo buenísimo. Lejos, la mejor petera era Karla. Pero la Nati, por lo menos a mí me cogió como los dioses.

Matías: Sé que nunca voy a poder estar con Karla. Sin embargo, al menos tengo la ilusión que yo sea el padre de su guacho, a pesar de todo lo que me dicen mis amigos. Bueno, al menos, hasta hoy no tengo noticias de ella. Solo me guardé su bombacha, y varias fotitos que le sacamos con los pibes.

Natalia: Creo que, nada me excita más en el mundo que las pijas de los profesores, y coger borracha, meada y drogada. ¿Y desde ese día, más todavía!

Paula: Soy muy feliz con Marina, aunque me siguen tirando algunos chicos. Pero, todavía no puedo decirle que tuve sexo con Angélica, su prima de 14 años.

Karla: quiero seguir siendo tan puta y sucia como Ámbar, tan petera como siempre lo fui. Pero, mis viejos no me van a dejar abortar ni en pedo. Supongo que tendré que acostumbrarme a ser madre, sin resignar el fuego de mi sexualidad. Lo cierto es que, jamás me voy a olvidar de Pablo, y de Ámbar. ¡Ojalá los vuelva a ver algún día! Fin

Recordá que este, o cualquier otro relato del blog, podés pedírmelo en audiorelato, a un costo más que interesante. Consultame precios y modalidades por mail.

Este es mi correo ambarzul28@gmail.com si quisieras sugerirme o contarme tus fantasías te leeré! gracias!

Acompañame con tu colaboración!! así podré seguir haciendo lo que más amo hacer!! 

Cafecito nacional de Ambarzul para mis lectores nacionales 😉

Ko-fi mundial de Ambarzul para mis lectores mundiales 😊

Comentarios

  1. ¡Realmente espeluznante este relato!, sin duda alguna merecés un premio por regalarnos tantos títulos en este magnífico blog, no puedo creer todo lo que he leido en este sitio tan hermoso que estoy seguro que a mas de uno leencanta visitar, Ambar sos la tocaya de la profe, seguí escribiendo así para hacer bolar nuestras mentes solo como vos sabés hacerlo. no me puedo seguir explyando por que no tengo mas palabras que intenten argumentar lo fantástico que es poder entrar a este blog y poder pasear por todos los escritos qe en él se alojan. ¡grosa Ambar!, no cambies nunca y porfavor qe este blog nunca muera.

    ResponderEliminar
  2. ¡Hoooolaaaa! Gracias por tan cáliaas palabras. es un gran alago tu compañía, tus valoraciones y buenas críticas. te espero siempre por aquí!

    ResponderEliminar
  3. IMPONENTE!!! como cada relato que escribís. Por supuesto este tiene un toque especial. Fascinante como esta relatado. Tu poder de imaginación es inmenso. Superó altamente mis fantasías. Es un relato de película. GRACIAS!!! INFINITAS GRACIAS! y coincido con martes32 NO CAMBIES NUNCA Y QUE NO SE MUERA ESTE BLOG!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. hola Pablo! ¡Graciaaaas por tus palabras! fue un gran desafío escribir este relato. me pone feliz que lo hayas disfrutado. por supuesto, podés seguir sugiriendo lo que gustes. un besoooo!

      Eliminar

Publicar un comentario