Nada hubiese sido posible sin la casualidad.
Esos inesperados infortunios, aquella floreciente sensación de que algo
insoportablemente impensado nos atraparía en el vientre de la lujuria y nos
conduciría por fin a las mieles del deseo prohibido.
Hace 5 años que Vanina y yo nos pusimos de
novios. Fue el mismo día en el que egresábamos del secundario. Yo tenía la
certeza de que siempre le gusté, y para mí no había nada como su misteriosa
sonrisa. Así que en medio de la entrega de diplomas, medallas, reconocimientos
y aplausos emocionados de padres y abuelos me la llevé al baño de profesores
que estaba fuera de servicio, con el pretexto de confirmar el rumor de un
posible embarazo de Romina, una compañera escandalosamente fea pero re
chupamedias de los profes y bastante facilita. Cuando ella estalló en una
carcajada llena de asombro le robé un beso, y pronto mis manos buscaban el roce
de sus pezones bajo su blusa.
Nos prendimos fuego en ese cuartucho,
franeleándonos ambos con los pantalones por las rodillas y nuestros pubis
apretados en la ansiedad de la calentura. Incluso yo no supe contener mi
acabada mojando su bombacha y mi slip cuando me endulzaba la oreja con su
saliva y mi boca roía su cuello terso, como pulido por el encanto de los
dioses.
Hoy la Vani está más tetona que antes, pero
mejor aún, es una mujer apacible, inteligente y con pocos vicios. Nada que ver
con su adolescencia, donde derrochó demasiado en cervezas, cigarrillos y
chucherías. Era una compradora compulsiva, y eso la llevó también a robarle
plata a su familia. Además es extremadamente fantasiosa y, en la cama es una
putita insaciable. De lo segundo me ocupo lo mejor que puedo. En cuanto a sus
fetiches, algunos los llevamos a cabo, y otros aún no los hemos consensuado.
Una tarde de un marzo espeso y ruidoso en
Buenos Aires, después de volver del estudio contable en el que oficio de
secretario, se me ocurrió ir a buscar a Vanina por el gimnasio. De paso la
acompañaba a comprarse un trajecito de policía con el que ella alucinaba
apoderarse de mi papel de sumiso y maltratarme un poco.
Llegué, esperé a que junte sus cosas del
locker, que pague la cuota y compre unas gaseosas para sorprenderla con una
remera en la cabeza, como si fuera un ladrón. Apenas se le pasó el susto nos re
tranzamos camino al auto, subimos y manejé por la ruta rumbo a casa, porque mi
pequeña estaba fundida, aunque por lo visto tenía ganas de un polvito. No dejó
de tocarme la verga durante unos kilómetros, de mostrarme cómo le quedaba el
top y de jurarme que apenas estacione deseaba mamármela como nunca.
Pero, cerca de una destilería abandonada vimos
unas señas y, enseguida frené al ver que un tipo intentaba reparar algo de su
coche, y la mujer de los gestos no sabía cómo abrir su paraguas, ya que la
tormenta era inminente.
Tenía un auto de cagarse, computarizado al
máximo y super sofisticado. Nada que se pueda atar con alambre. Daniel me dijo
que el servicio técnico no tardaría en llegar, y que por suerte no vivían tan
lejos. Mariela agregó que si los llevábamos a casa nos darían un buen regalo
para agradecer nuestra hospitalidad, y tanto Vani como yo nos reímos algo
inciertos.
Esperamos una hora hasta que al fin llegó la
grúa y los mecánicos. Menos mal, pensaba para mí, porque ya había notado que a
Daniel se le abultaba el pantalón de tanto relojearle las gomas a mi chica.
Además yo tampoco podía dejar de fotografiarle el culo a Mariela que tenía una
faldita rosa y una tanguita lista para ser arrancada con los dientes.
Ella tenía unos 30, el pelo por la cintura,
ojos negros, poco maquillaje, una naricita de modelo y mucho bronceado en la
piel.
Dani es morocho, alto, con aspecto de
maratonista o nadador, un poco más grande que ella y con una calvicie
importante.
En mi auto camino a su morada, no sé cómo fue
que llegamos a hacernos chistes sexuales entre todos, a reírnos de nuestras
fantasías, en especial de las de Vanina, que sueña con que un travesti se la
coja adelante mío. Todo estaba raro. Afuera llovía, y yo manejaba empalado al
pispearle las piernas abiertas a Mariela que se hidrataba a mi lado con las
gaseosas de Vanina.
Imaginé que Dani se dejaba tocar la chota por
mi amor con los ojos llenos de sus tetas y se me paró más todavía. No sabía qué
pasaba, pero noté que no era el único perverso cuando Vanina dijo en medio de
las publicidades de la radio que escuchábamos:
¡yo no sé a ustedes, pero a mí la lluvia me
pone calentita!
Mariela reía descostillada abriéndose más aún
mientras le decía:
¡obvio nena, a quién no… y encima al lado
tenés a un terrible macho argentino!
Sentí que los celos me quemaban el estómago,
pero fue solo un instante.
Enseguida agregué:
¡bueno, pero ojo que yo tengo lo mío eh, o no
Mariela… no saben cómo me mira el paquete esta viciosa!
Supuse que el atlético y portentoso de Dani me
iba a dejar para un funeral apenas nos bajáramos del auto en la puerta de su
casa. Pero, por el contrario me palmeó el lomo y me dijo:
¡no sabés cómo chupa la pija esta mujer!
Mariela y Vanina fumaron un pucho en la vereda
mientras Dani guardaba mi auto en la cochera, y yo me atreví a sobarme la japi
sobre la ropa viendo como se le subía la falda a Mariela, y como la calza de
Vanina me revelaba que la muy chancha no traía ropa interior debajo.
¡bueno chicos, pasen que tomamos algo, y si
quieren vemos una peli, o lo que gusten!, dijo Dani abriendo la casa, y
entonces entramos. Mariela se descalzó, puso un sahumerio y dijo que luego de
un baño veloz volvía con nosotros. Vanina eligió un espumante cuando Dani nos
dio su menú de bebidas, y yo un cd de clásicos en inglés.
Bebimos, picamos unas rabas, y pronto supimos
que Dani es bancario, que tiene un hijo de un año con Mariela y que ambos se
conocieron en la facu de ciencias económicas. Luego surgió Mariela envuelta en
una bata roja y se sentó a compartir nuestra charla. Otra vez el sexo, el morbo
y las fantasías resonaban como los truenos en la calle. Pero ahora los vinos
eran trampolines desfachatados, y no había forma de evitar ninguna erección.
Mariela hablaba de cómo disfruta del sexo
anal, de todo de lo que sería capaz si mientras le hacen la cola una chica le
come los pezones, y de su paso por la zoofilia.
Dani avivaba los ratones de Vanina cuando
contó una anécdota con un trava un sábado por la noche en su auto, adelante de
su novia, la que incluso participó.
Yo no tenía mucho para confesar, pero hablé de
las pajas que me hacía en la pieza de un amigo mirándole el culo a su madre
cuando ambos no llegábamos a los 15 años. ¡qué culito dios!
Luego Vanina habló de los petes que le hacía a
escondidas al novio de una amiga, de su experiencia lésbica con una chica que
doblaba sus 17 años, de su perdición por andar desnuda por la casa y de las
varias mamadas que me obsequió corriendo el riesgo de ser descubiertos.
Al rato Dani dice como al pasar:
¡che, si quieren tengo unos fasitos!
Vanina sonrió. El flaco se fue al baño, y
cuando regresó con la yerba las chicas ya estaban en una nube confusa. Se
tocaban los muslos, se alagaban las tetas, e incluso Vanina se las meneaba, y
ambas abrían las piernas.
Cuando el faso empezó a girar también lo
hacían nuestras perversiones.
¿nunca hicieron intercambio de parejas?, dijo
Dani mientras ellas jugaban con unas salchichas. Vanina se la ponía en la boca
a Maru, entrando y saliendo como si fuera una pija, con su mejor carita de
ramera. Mariela se rozaba los pezones, se la pasaba por debajo de la bata y
después la lamía.
¡qué hija de puta, encima no tiene bombacha!,
dijo Vanina, y yo le respondí a Dani que nunca estuve muy de acuerdo con esas
modas.
¡Maru, tocale la pija al pibe, y si te pinta chupásela!,
dijo Dani sin oír mi respuesta.
¡amor, ¿y yo me puedo sacar la ropita para que
Dani me vea desnudita?!, agregó Vanina, cuando Maru ya me había sacado la
chomba y me mordía la pija sobre el short, gimiendo y babeándome el ombligo.
Le dije que sí, que se la mame y le haga la
paja con las tetas. Ella obedecía, aunque apenas la vi desnuda tuve ganas de
salir corriendo. Pero le saqué la bata a Maru, le comí la boca, junté sus
pezones hinchados entre mis labios para sorberlos con desatino mientras
presionaba su clítoris con mi pulgar, y me permití degustar los juguitos que
brotaban de su conchita.
Enseguida se arrodilló y me chupó la pija
contra la pared. Ella quería que le coja la boca sin despegar su cabeza de los
ladrillos, que no pare de amasarle las tetas, y que mire atento cómo Dani le
chupaba la conchita a Vanina, que estaba sentada en la mesa híper abierta de
piernas.
¡compañerito, me parece que tu mujercita
anduvo garchando recién nomás, ¿no pibita?, hay restos de semen en esta
concha!, decía Dani, tal vez para alimentar el juego de los celos agridulces
que tenían su alivio en la lengua felina de Maru. ¡cómo me chupaba los huevos
esa hembra!
¡sí Dani, me re cogí al profe en el baño del
gimnasio… me re calienta que me manosee el orto cuando me da la rutina del
día!, agregó Vanina, ahora oliendo el bóxer de Dani, pajeándolo suavecito.
Pronto Mariela me dejó parado y expectante
cuando fue en busca de Vanina para tirarla en el sillón donde se besaron, se
olieron y lamieron como perritas enfermas de lujuria. En eso Dani me manotea la
pija babeada y majestuosa gracias a su novia, me da un cigarrillo y me dice:
¡dale, te pajeo macho, mirá cómo gozan las
putitas… además a Maru le encantan las guachitas tetonas como ella!
Una vez más se sobrepuso a mi decisión y me
pajeó con cinismo, algarabía y con alguna que otra escupida. Creí por un
momento que se la llevaría a la boca. Por suerte no pasó.
Entonces Vanina se hincó ante nuestras pijas y
nos las llenó de besos, mordiditas, chupadas profundas, lametazos, arcadas y
toses para que Mariela se entretenga lamiéndole el culo a su marido.
De repente sentí su lengua en mi ano, y sólo
bastó que Vanina diga ahogada en su propia saliva:
¡dame toda la lechita asqueroso!, para que su
boca chorree un espasmo de lava seminal que me mareó un poco. Dani acabó en las
tetas de Vanina mientras le pegaba allí con su pija, y Maru le mordía las
tetillas, lo nalgueaba y le hacía oler la calcita de mi novia.
Hubo un relax entre copas de vino, unas
cositas frías para comer que ni recuerdo, una charla sobre unos libros eróticos
y de tenis. Luego Vanina se fue al baño y nosotros tres, desnudos y encendidos
empezamos a hablar de unos juguetes sexuales nuevos, recién salidos al mercado.
De la nada Maru saltó de su silla y se prendió
de mi pija dura nuevamente, y no la soltó, incluso cuando Vanina apareció con
una bombacha con pito puesta.
No entendíamos nada, pero evidentemente las
chicas lo habían planeado mientras nosotros bebíamos. Se le trepó a Maru, que
seguía comiendo mi pene arrodillada, y se la ensartó en la concha de una. Se
movía ágil, desprejuiciada y no paraba
de beber, justo cuando Dani me pidió que lo pajee, y que si me animaba se la
podía chupar. Sólo tuve coraje para escupírsela y olerla.
Lo pajeé soportando los cuerpos enardecidos de
ellas, los gemidos apretados de mi nena golosa y el dolor de mis bolas por
querer reventar de leche.
En breve nos desunimos, y Vanina quiso que me
ponga de pie con el torso inclinado, apoyando los codos en la mesa.
¡ahora te voy a hacer la cola nene, y vos Dani
chupale la pija!, ordenó Vanina después de ensalivar mi agujero y pedirle a
Maru que le haga un pete a su chiche.
Enseguida Dani se mandó mi pedazo a la boca, y
Vani poco a poco empezaba a perforar mi esfínter. Me dolía, sufrí bastante, y
le pedí varias veces que no insista. Pero la mamada de Dani y los chupones de
Maru en todo mi cuerpo me poseían, y solo quería acabar.
Tras esos largos minutos de sacrificio anal,
Vanina se la metió en el culo a Maru en la misma posición que a mí, sólo que le
daba con mayor vértigo. Tanto que logró que se mee de puro placer, mientras su
marido le chupaba las tetas y yo me pajeaba como un animal.
Luego Dani se sentó a Vanina encima, le sacó
el arnés y se la enterró toda de lleno en el orto para moverla como a una
muñequita de papel, para que Maru le chupe las tetas después de volcarle vino
en el hueco que las une, para que la pajee obligándola a lamer el pito de látex,
y para que luego yo se la clave en la concha, mientras ahora Maru se dedicaba a
empaparme el culo con su baba borracha de gozo. Sentía la pija de Dani contra
la mía cuando los dos la bombeábamos muertos de calentura, y eso me excitaba
más.
¡Cójanme así guachos, rompeme el culo nene, y
vos llename de leche putito!, gemía, gritaba y pedía con enjundia mi Vanina,
cada vez más sudada, y Maru nos daba unos besos de lengua que nos volvía locos.
Dani no quiso acabar en el culo de mi novia, porque prefirió que Maru saboree
su semen con el gusto de su culito.
Yo le acabé en la cola a Maru mientras ella se
la ordeñaba a Daniel, arrodillada sobre una silla.
Apenas nuestras pijas mostraban una nueva
versión del deseo, Maru me tomó de la mano y me llevó a su cama matrimonial.
Daniel y Vanina entraron a otra habitación.
Supe entonces que era el momento del
intercambio.
Maru se puso la misma tanguita que me había
obsesionado en la calle, y mientras oíamos que los otros dos se correteaban
entre risas, ella me esposó las manos con una corbata, restregó sus tetas por
mi cuerpo y me hacía oler su vagina perfecta, pajeándome de a ratos, y diciendo
bajito:
¡cómo me mirabas el culo pendejo eh, te vi la
carita de feliz cumpleaños!
Pronto me la mamó con voracidad, y me instaba
a imaginar que Vanina estaba atada en la cama con la pija de Dani burbujeante
de semen en su boca. Me pegaba, arañaba mi pecho y espalda, y no me dejaba
acostarme.
Acabé sin tregua en su boca apenas le dio tres
chupaditas a mi glande y me lamió el escroto, y luego escupió toda mi leche en
la sábana.
Oímos que Vanina decía:
¡cogé así, que tu mujer se entere que te cogés
a esta putita, dame pija!, y Maru se ponía de los pelos.
¡¿así que a tu novia le gustan los maduritos!,
tuviste suerte porque a mí me enloquecen las pijas de los pendejos como vos!,
me decía mientras fregaba sus lolas en mi verga que no mostraba signos de
querer aflojar con su dureza. Enseguida me acostó en la cama y me puso la
concha en la cara para que mi lengua vaya y venga de sus adentros, mis dientes
le destrocen esa tanguita preciosa y mi olfato sea el rey de su fragancia
sexual que me erizaba el pensamiento.
Me devoré todos sus jugos lamiendo su
clítoris, aguantando la presión de esa cola en mi tórax, muriéndome de ganas
por cachetear esas nalgas, oyéndola gemir y delirar con lo que suponía que
pasaba al lado.
¡seguro Dani le está abriendo el culo a esa
zorra, o le está comiendo la conchita mientras ella lo pajea, o la debe tener
alzada para cogerle bien la almeja con la pija y el culo con los deditos!,
decía entretanto su orgasmo la hacía temblar, y al lado los jadeos de Dani
anunciaban su explosión seminal, la que imaginé en la carita de mi amada.
Maru volvió a mamármela hasta que me desató, y
quiso que cojamos entre las sábanas, por adelante y por atrás. Así que por
momentos ella me cabalgaba como la tormenta afuera a la luna, en otros yo
encima de ella sostenía el ritmo percusivo de mi verga en su sexo mientras le
devoraba los pechos. Por ahí le puerteaba la cola de costadito. Ella también se
metía debajo de la sábana para estrujarme la pija con su boca.
¡quiero que quede tu olor en mi cama, como
seguro va a quedar el de tu chiquita en la cama de al lado!, decía minutos
antes de lograr un nuevo éxodo de semen de mis placeres.
Esta vez me di el lujo de acabar en su vagina
delicada, a la vez que se oía desde el otro cuarto:
¡dale nena, chupame bien la pija, quiero ver tu carita de perra cuando te
tragues mi leche putita!
Eso acompañado de los gemidos de Vanina y de
algunos chirlos que se entrelazaban en la calma de la noche.
Maru se puso una bombacha negra de encajes
luciendo una infinita sonrisa de satisfacción, y después de compartirme un
trago de su copa de whisky se quedó completamente dormida a mi izquierda.
Al lado todavía la cama golpeaba la pared,
Vanina chillaba y Dani no dudaba en decirle puta cada vez que lo deseaba. Ya no
estaba celoso a pesar de la tremenda anaconda de Daniel.
A la mañana siguiente desayunamos temprano,
intentando disimular ojeras, olores, marcas y todo tipo de roces. Había una
incomodidad que nos atraía. Luego el sol nos condujo a nuestras actividades, y
solo dos veces más nos reunimos para coger. También conocimos a otras parejas,
pero no llegamos a intimar.
Hoy somos amigos, y aunque nada haya cambiado
entre Vanina y yo, he decidido hacer terapia, pues, no puedo negar que Mariela
me calienta demasiado. Ya no puedo sacarle los ojos de encima. En lugar de
celar a Vanina de otros tipos, lo hago con ella de su propio marido. Espero que
resulte. Fin
Recordá que este, o cualquier otro relato del blog, podés pedírmelo en audiorelato, a un costo más que interesante. Consultame precios y modalidades por mail.
Este es mi correo ambarzul28@gmail.com si quisieras sugerirme o contarme tus fantasías te leeré! gracias!
Acompañame con tu colaboración!! así podré seguir haciendo lo que más amo hacer!!
Cafecito nacional de Ambarzul para mis lectores nacionales 😉
!bueno ambar!, !que decir de este relato!. yo en lo personal he vivido algo parecido a lo que vivio el novio de vanina. estuvo muy rico al igual que todo lo que nos regalas cada vez que publicas algo nuevo o cuando se nos da por re leer algun relato que este alojado por este hermoso citio.
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