Todas embarazadas



Mario tiene 48 años. Es empresario, exitoso, músico en sus tiempos libres, y un hombre insaciable en lo que al sexo se refiere. Es mi padrastro desde que tengo 6 años, y siempre tuvimos una relación más tirando a amistad. Mi padre biológico nos abandonó a mis hermanas, a mi madre y a mí cuando yo nací. Mi madre conoció a Mario en un juicio, ya que es abogada. Él era testigo de un caso laboral que por suerte salió favorable para la empresa en la que trabaja hasta hoy. Según Mario, ese mismo día intimaron, porque no pudo aguantar tamaña belleza, la vanidad de sus tetas imponentes, ni lo intenso de su mirada. Mi madre siempre se enorgullece cuando vuelve a contarlo.
Hoy tengo 19, y poco a poco me fui enterando de cómo eran las cosas. Mis dos hermanas, Luciana de 22 y Paola de 25 tienen un hijo cada una. ¡Y les juro que no supe si pegarme un tiro, si denunciarlas por retorcidas, si entregar al tipo a la justicia por hacerle eso a mi madre, o si irme de la casa cuando, una noche las dos me contaron una verdad irrefutable, cargada de perversión y arrestos de un crimen tras otro, ¡y con todos los detalles! ¡Mario era el padre legítimo de mis sobrinos!
Entonces, todo comenzaba a recobrar sentido en mi mente. Todos los recuerdos y situaciones que yo pasaba por alto, las que no era capaz de sostener como reales, aparecieron en mi memoria.
Reviví de repente la noche que bajé a tomar agua, y vi a Luciana con las gomas al aire, sentada en la mesita ratona, mientras que Mario simulaba hacerse el dormido en el sillón. También la noche en la que fui a buscar un alargue a la pieza de Paola, y Mario estaba en calzoncillo sentado en la cama de mi hermana, que se hacía la afligida, apenas  en calzones. Supuestamente hablaban de algo serio que no me incumbía por pendeja. Cosa que no era rara, porque Paola siempre andaba enredada en amores no correspondidos.
Otra vez descubrí a Mario manoseándole el culo a Pao, cuando ella horneaba un pastel de papas. No voy a negar que con todo eso me pajeaba como una cochina en la soledad de mis sábanas. En especial desde que vi a Luciana a upa de Mario desde la ventana de mi pieza. Estaban en el jardín, él en una reposera y ella echada sobre él, con el culo entangado para arriba y moviéndose suavecito. No había mucho por imaginar, por más que el sol me encandilara por completo. Esa tarde fue la primera vez que gemí, cogiéndome con un consolador que le afané a Luciana, y por alguna razón inexplicable, decidí no cambiarme la bombacha que traía, hasta el día siguiente.
Era habitual que las tres nos juntemos con Mario para ver una peli. Solo que, como yo iba al cole de tarde, me perdía muchos de esos momentos. Pero entonces, pasó que una de esas tardes salí antes porque no tuve geografía, y los encontré a los tres en el mismo sillón. ¡No supieron cómo explicarme que las dos estuviesen agitadas, en tetas y con sus manos en el pito durísimo de nuestro padrastro! Me echaron a la mierda mientras buscaban cubrirse con una mantita. Para ellos, yo era una pelotuda incapaz de comprenderlos.
A unos días de cumplir mis 18, Luciana y Paola fueron a dejar a sus bebés a la guardería, y de regreso me propusieron que salgamos al shopping, en una auténtica salida de hermanas. ¡La pasamos genial! Derrochamos guita comprando ropa, zapatos, discos, hamburguesas y helados. Generalmente hacíamos eso fin de semana por medio. A la noche, como Mario y mi mamá salieron a cenar afuera, decidimos comer unos panchos en la terraza. Ahí fue que me contaron todo. Me sentía una forastera, sucia y cada vez más confundida, preguntándome si realmente eran mis hermanas las que me hablaban de esas inmundicias.
¡Pero de esto ni una palabra a nadie pendeja, porque se arma la cagada! Mario nos coge hace rato, y las dos nos quedamos embarazadas de él!, dijo Pao con la boca llena. ¡Encima me miraba como si hubiese dicho cualquier cosa, algo sin importancia, o banal!
¡Sí amor, es posta lo que te contamos! ¡Y no sabés cómo coge el vieji! ¡Le encanta que se la muerda encima de los bóxers de licra que usa, que le tire el alientito a pija en la cara cuando se la mamo, y que le pida que me lama la concha, con los dedos en la boca!, dijo Luciana con los ojos desorbitados. Yo comenzaba a tiritar, aunque no entendía si era de bronca, de impotencia, o por cómo se me empezaba a revolver el estómago.
¡A mí me hace acabar re rico con esa lengua! ¡Incluso lo hacía cuando estaba embarazada! ¡Mario fue el primero en probar la leche de mis tetas!, confesó Paola. Ellas se miraban con una fascinación que a mí no me entraba en la cabeza, pero que me rondaba como si algo de ellas quisiera seducirme.
¡Sí boluda! ¿Te acordás cuando las dos se las pasábamos por la pija, y él nos apretaba las tetas para que se la enlechemos toda, y después nos hacía petearlo todo? ¡Encima quería que se la re chupemos! ¡Es re goloso el guacho!, recordó Luciana, haciendo esfuerzos para eructar después de mandarse un fondo blanco con gaseosa.
¡Sí bebé, y también me acuerdo que vos te hiciste pis apenas te dio toda la leche en la boquita mami! ¡Cómo me chupaste la conchita esa noche putita!, decía Paola, prendiendo un cigarrillo. Ahora sí que mis extremidades amenazaban con aflojarse de mi cuerpo. ¿Ellas, mis hermanas, se chupaban la concha? Poco a poco mi vagina era un pequeño volcán de flujos celosos, ansiosos y eufóricos a punto de erupcionar. Tampoco me entraba en la cabeza que mis hermanas hayan tenido sexo entre ellas, y delante de ese depravado!
Entonces me confesaron que él siempre fue considerado con ellas durante sus embarazos. Las cuidaba, les otorgaba algún que otro antojo, y les hacía el amor tomando todos los recaudos. Pao estaba feliz de que le haya estrenado la colita cuando estaba de seis meses.
Para mamá y para mí, todo aquello se debió a una casualidad. Como las dos tenían novio, no sospechamos de otros que de ellos como los encargados de fecundar a esos bebés. Solo había 6 meses entre el hijo de Luciana y el de Paola. Mi madre después preguntó por esos novios. Pero, el de Paola se fue a vivir a España, y el de Luciana, según ella la engañó con un tipo. Para colmo, las dos actuaban como si esos pibes realmente hubiesen existido en sus vidas.
Todo era una locura. Pero yo sentía que el corazón me doblaba las rodillas, y que necesitaba pajearme toda. Ya no podía soportarlo, por más que nada tuviese demasiada cordura para mí. En eso pensaba cuando, impulsiva y egoísta saludé a las chicas para correr a mi cuarto. Sentía que no podía seguir escuchándolas, mientras todo entre mis piernas me quemaba.
¿A dónde vas Flor? ¡Te contamos algo re groso loquita! ¿Y vos te las tomás? ¿Sabés lo que significa para nosotras, contarle a alguien de todo esto?, me dijo fastidiosa Luciana, apuntándome con la botella de coca vacía.
¡Dejala Lu! ¡Por ahí se va a toquetear como el otro día!, me expuso Paola.
¡Mmm, ¿Es verdad Flopy?! ¿Te vas a pajear sucia, cochina?, decía Luciana asfixiándome en sus brazos, apenas detuvo mis pasos efusivos con su cuerpo.
¡Mirá cómo te ponés loca! ¡Estás alzadita como nosotras! ¿O no? ¡Y querés la pija de Mario entre tus tetas! Y que te haga un nene! ¿No hermanita? ¡Además, no te la des de buenita… si el año pasado vi cómo le tomaste la lechita al primo! ¡Síii, al Nano! ¿No te cogió ese pendejo?, se agolpaban las voces de mis hermanas, ya rodeándome en su calor, tocándome las tetas y el culo, desatando las tiritas de mi remera y liberando mis pechos. Paola fue la que se atrevió a chuparlos diciendo: ¡Imaginátelos con lechita! ¡Uuuuuuf, qué ricoooo! ¡Vení Lu, probalos!
Luciana también me lamió los pezones, mientras los hilos de flujos se deslizaban por mis piernas. Sus lenguas se chocaban y enlazaban mientras me saboreaban las gomas, y ya no quería separarme de ellas. Una especie de fuego invasor comenzaba en mis sienes y ardía en el orificio de mi culo, sin atreverme a cuestionarlo. De repente ya no sabía si estaba en el cielo o en la tierra. Las dos me tenían cautiva en una sillita. Paola me descalzó para chuparme los pies. Recorría mis deditos con su lengua cortita y me columpiaba en cada sensación que me regalaba. ¡Mis hermanas se aprovechaban de mi situación de desconcierto, como si todo aquello fuese una burda mentira que solo me prepararía para ellas! Al mismo tiempo Luciana fregaba sus tetas en las mías luego de escupírmelas, me tocaba la cara con sus dedos fríos, me los introducía en la boca para que se los lama, me besaba la nariz y lamía mis orejas. Me susurraba chanchadas, y no paraba de hablarme de la verga de Mario. ¡Olvidate! ¡Mi bombacha parecía toda meada por la abundancia de jugos que producían mis hormonas!
¡Escuchala cómo gime la Flopy! ¡No da más la pendeja! ¡Síiii, si le encanta que le chupe los piecitos a la nenita de los petes en el cole! ¿No bebé? ¿Cuántos pibitos de acabaron en esa boquita preciosa? ¡No sabés lo rico que me chupa los dedos, y cómo se le ponen de duritos los pezones!, decían las dos, mientras se acariciaban como podían, sin importarles que mi deseo pudiera privarme de respirar si no me hacían acabar ya.
Pero, en lo mejor de las chupadas de Lu a mis tetas, y justo cuando Pao me besaba los muslos encaminándose a mi vulva por debajo de mi vestidito, apareció la figura corpórea de Mario.
¡Eeepaaa! ¿Hay una fiestita y yo no me enteré?, dijo a media voz, en calma y frotándose el bulto sobre su pantalón de vestir. Parecía alegre por el fragor de algún espumante, que son sus vinos preferidos según las chicas.
¡Mamá se quedó a dormir en lo de una amiga, porque mañana viaja a Uruguay por unos documentos! ¡Pero, ¿Alguna de ustedes dos me puede explicar qué le pasa a la Flopy? ¡Anda con ganitas de jugar, por lo que veo!, agregó mientras las chicas lo recibían cada una con un beso en la boca.
Mis sobrinos ya dormían hacía rato, y en mi cabeza no había nada que tuviera precisiones cuando el hombre sugirió: ¡Chicas, ¿Por qué no bajamos?! ¡Se está poniendo fresquito, y encima Flor está con las gomas desnudas! ¡Las que, por cierto, son muy lindas! ¡Nunca te las había mirado bien Flopy! ¡Y, ustedes, nunca me dijeron que tenía unas gomas tan lindas! ¡Son re malas con su hermanita menor!
Todo lo que recuerdo es que, pronto, yo estaba en cuatro patas sobre la cama de Mario y mi madre, en bombacha y con la pija del hombre a centímetros de mi boca. Todo se había convertido en un desastre, y yo no tuve fuerzas de prohibirles nada. Las chicas me sujetaban, y él se pajeaba despacito diciéndome: ¡Mirala bien chiquita, tocala, olela, mirame los huevos y, cuando yo te diga arqueá un poquito la espalda, así mi verga entra en contacto con esas tetas divinas! ¿Nunca tuviste una buena verga entre las tetas?
Su buena pija resbaló en el hueco de mis tetas, que se la presionaron con fuerza, mientras él se movía jadeando y suspirando. ¡Me había vuelto loca con la forma en la que me las devoró su boca experta, antes de ponerlas en contacto con su poronga!
Luciana fue quien le advirtió a Mario que mi concha goteaba flujos en la cama, a pesar que todavía tenía la bombacha puesta. Paola me la sacó y la estrujó en la cara de Mario, cuando su pija ya era decorada por mi saliva, mis besitos, lamidas y chupadas a fondo. Me enloquecía el sabor de su piel madura, de sus juguitos suculentos, sus jadeos y las nalgadas que me propinaba Luciana. ¡No se parecía en nada a los pitos de los pibes de la escuela!
Entonces, mientras el tipo seguía perforando mi garganta, casi dificultando mi respiración, Luciana y Paola le ponían sus tetas en la cara para que él se ponga más al palo. Entonces, las succiones de esa boca generosa en las tetas de mis hermanas comenzaron a oírse en el cuarto como gotas de lluvia, mientras Paola no paraba de oler mi bombacha con carita de morbosa. Luciana me acariciaba la espalda, y me sacaba la lengua.
¡Mario, ¿Nos vas a embarazar otra vez?!, sollozó Luciana ya desnudita, temblando de deseo, acostándose al lado mío con las piernas abiertas y los talones junto a sus glúteos. El hombre ni lo dudó. De pronto, quizás cuando menos lo necesitaba, me quitó su pija de la boca y se derrumbó encima de Luciana para darle unos bombazos estridentes, profundos y rapiditos. Al punto que la cama amenazaba con dejarlos en ridículo al partirse por la mitad. ¡Al principio me re enojé con él, porque yo quería esa lechita!
Paola me hizo unas cosquillitas en cuanto vio mis pucheritos de decepción, me chupó las tetas y me empezó a masturbar diciéndome al oído: ¡Dale Flopy, acabame en la manito chancha, y tocame, fijate que tengo la bombacha mojada! ¡Te juro que casi me hago pichí, viéndote petear a Mario cochinita! ¡Te amo pendeja sucia!
Eso me puso más loquita, y entonces comprobé que Paola estaba mojadísima. Le saqué la bombacha como con toda la experiencia del mundo, y las dos nos masturbamos comiéndonos la boca, al lado de Luciana que, poco a poco recibía la descarga de leche de Mario en las profundidades de su conchita.
El hombre salió de su cuerpo agitado, sudado y con pinta de no poder mover un solo músculo. Pero entonces, me escogió para sentarme en la mesa de la compu. Abrió mis piernas, me recorrió desde el ombligo hasta el culo con besos delicados y suaves, abrió mis labios vaginales con sus dedos y empezó a hundir su lengua en mi vagina, a rozar mi clítoris, a olerme desencajado y a decirme: ¿Vos querés un bebito Flopy? ¿Querés saber lo que se siente tener un bebé adentro tuyo? ¿Querés mi lechita acá adentro pajerita? ¡Y no te pongas triste, que tus hermanas te van a enseñar a ser una buena mamita!
Le decía que sí a todo lo que me preguntaba, cuando sus brazos me llevaban a la cama, donde Paola nos esperaba en cuatro patas. Luciana ahora solo miraba, sentada en el suelo, tocándose las gomas.
Mario me acostó boca arriba con violencia, diciéndome: ¡Tocame la pija nenita, mirá cómo me la paraste putita!
En cuanto su cuerpo se dejó caer sobre el mío, y su pija se posó en la entrada de mi vulva, solo dijo con lo que le quedaba de aire: ¡Pao, dale conchita a tu hermana, no seas mala, mientras yo me la cojo toda!
Fue indescriptible todo lo que viví en esos minutos. Mario empezaba a cogerme despacio pero amasándome las gomas con una calentura que me obligaba a pedirme que me las apriete más y más, y mi boca, lengua y olfato eran prisioneros de la conchita de Paola, que tenía un olor a pipí ensordecedor, pero también una fragancia femenina que me instaba a penetrarla, chuparla y frotarla toda, y cada vez con mayor intensidad. Sentía esa pija creciendo en mi sexo, ensanchando mi canal y tocando el fondo de mi vagina, y cómo se friccionaba en mi  clítoris, y las cosas que me decían los dos.
¡Comeme pendeja, chupame la conchita! ¡Seguro que los pitos de los pendejos con los que cogés no son como éste! ¿No? ¡Ni los consoladores tampoco, ni esos deditos de chancha que tenés! ¡Dale putita, oleme, y tragate todoooo!, me decía Paola, friccionando todo lo que pudiera su pubis contra mi rostro.
¡Eso nenita, abrí más las piernitas, dale que te voy a dejar un bebito en la pancita! ¡Vamos, comele la chucha a tu hermana, mordela, lamela toda, vamos pendejita, que tenés la conchita re apretadita, como me gusta!, gimoteaba Mario con una obsesión imperdonablemente seductora. En ese momento, la conchita de mi hermana era una constante descarga de jugos y temblores en la punta de mi lengua, y latía en los dedos que le introducía con ferocidad. Hasta que un sacudón la hizo agitarse, gemir y frotarse con todo sobre mi cara. Ahí sí que un verdadero mar de flujos me inundó la boca, y segundos más tarde Mario me soltó todo su semen adentro, totalmente decidido a germinarme entera. Las nalgadas que le daba entretanto a Paola, me hacían pedirle que le pegue más fuerte, y a mí que me coja más duro. ¡Ese tipo, y las retorcidas de mis hermanas me ponían re putita!
Me levanté con la leche de Mario adentro de mi conchita, y con la acabadita de Paola en mi cara, confundida, llena de vibraciones y de culpas, que en ese instante clandestino me chupaban un huevo. Entonces noté que Luciana no nos estaba mirando. Enseguida escuchamos que mis sobrinitos lloraban, y al fin dedujimos que ella acudió a darles una miradita.
Entonces, Paola aprovechó ese segundo de confusión para  arrodillarse y chuparle la pija a Mario, y estaba más que claro que llegó su turno.
¿Querés otro bebé pendeja? ¿Querés cambiar más pañales, otra vez andar con las tetas llenas de leche, y que te haga la cola cuando estés bien gordita?, le decía Mario cuando Paola se esmeraba por abarcarle toda la pija con su boquita babosa. Yo, poco a poco me acercaba a ellos, solo para acariciarle las tetas a mi hermana.
¡Sí hijo de puta, y después las tres re preñaditas te vamos a pedir pija todos los días, pija y más pija! ¿No cierto Flopy? ¿No putoncita?, dijo Pao dándole unos mordisquitos a sus huevos y pajeándolo con las manos que ella misma se escupía con fuerza, haciendo unos ruidos estremecedores.
¡Sí Pao, y yo voy a dejar que me tome la lechita de las tetas, y que me rompa el culo como a vos!, dije sin meditarlo demasiado, ya con tres dedos en la vagina. Tal vez, gracias a mis palabras cargadas de excitación, Mario tiró a mi hermana boca abajo en la cama, le escupió el culo, le metió un dedito sin advertírselo y se lo hizo chupar, y recién entonces se le subió para metérsela sin más, en un solo empellón. La guacha dio un gritito ahogado, pero al rato gemía mordiendo la almohada, cuando Mario le daba con todo, pellizcándole las tetas y diciéndole, como si un lobo surgiera de sus cuerdas vocales: ¡Las tres son unas putitas, y se van a llenar de mis guachos por sucias! ¡Y a la pendeja de tu hermana le voy a hacer el culo delante de su madre, para que sepa lo putita que es su hija!
En ese momento tuve ganas de que me lo haga. De hecho, mientras miraba la carita de placer de Paola y los embates de la pija de mi padrastro cada vez más adentro de ese culo precioso, me animé a ensalivar un dedito para hundirlo lentamente en mi cola, y me encantó!
Al ratito Mario se la cogía por la concha, y de parado contra la pared. Ahí fue que al grito de: ¡Tomáaaa tu bebé putitaaa, te acabo todo guachitaaa!, un disparo guerrero de semen se guardó por completo en su útero, y ambos se dejaron caer en la cama, rendidos y demacrados.
Hoy las tres estamos embarazadas de dos meses, y no podemos pasar ni una sola noche sin pajearnos juntitas, generalmente en mi pieza. Esta vez no sé qué le vamos a decir a mamá. Supongo que lo mejor será inventarnos un viaje de estudio, o algo así. ¡Claro que, cuando mami no está en la casa, la pija de Mario es nuestra mamadera preferida!
Pao se sigue haciendo pis cuando me ve re petera con él, y Luciana sigue delirando de calentura siempre que se lo cabalga en el piso. Y yo, todavía tengo cosquillitas en la cola, y no aguanto más. ¡Quiero que ese hijo de puta me rompa la cola, ahora que tengo su bebito adentro!    Fin

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Comentarios

  1. Muy excitante ambar! Magnífico relato!!

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    1. ¡Hola Car! gracias a ti por valorarlo. te espero por aquí, para que me sugieras lo que quieras leer. ¡Un besote!

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