Pacto sexual




A veces las cosas simplemente suceden. Nadie puede preguntarnos, juzgarnos o cuestionar lo que el destino propone, consigna o destruye. Ni siquiera el más convencido de sí mismo.
Mi nombre es Irina, y nunca hubiese imaginado que, a mis 23 años estaría en pareja, y conviviendo con el hombre que me desvirgó a mis 16. En ese momento Marcos era mi profesor de vóley, y yo la fundadora de su club de fans. Estaba alzada con él, solo porque me hablaba con dulzura, me tocaba el culo cuando me daba la rutina de entrenamiento, o de pre calentamiento, y porque siempre me las ingeniaba para mirotearle el bulto. Supongo que, al estar rodeado de guachas excitadas por el juego, las hormonas y la adrenalina de sus cuerpos ejercitándose ante sus ojos, su verga vivía empalada todo el tiempo, apretada en esos pantalones ajustados que solía usar.
Una tarde no aguanté más, y lo encaré. Le dije que estaba caliente con él, y que no me importaba si tenía novia. Yo no iba a decírselo. Él me miró sorprendido, pero al fin, cuando le sinceré que solo quería coger con él, me agarró de la mano y me llevó a su auto. Ya se habían ido todas del club. Fuimos a un departamento bastante despelotado. No recuerdo muchos detalles del lugar. Solo sé que, de repente yo le estaba chupando la pija, arrodillada en el suelo, en tetas y descalza, mientras él fumaba, tomaba birra de una lata y me apretaba la cabeza para que mi boca se llene de su carne tiesa. Unos segundos antes que su semen comience a fluir por mi garganta, en el exacto segundo que encontré para tomar una bocanada de aire le dije: ¡Soy virgen profe, así que, vos fijate qué querés hacer con tu lechita!, él me arrancó la bombacha y me sentó sobre sus piernas, luego de acomodarse arriba de una mesa destartalada. Supongo que debió haberme dolido mucho más. Quizás, por lo mojada que estaba, o por su presemen abundante, o por todo eso más la calentura que me gobernaba, fue que cuando sentí su pija en la entrada de mi concha, no pude más que gritarle: ¡Dale guacho, metela toda si me vas a coger! ¿Te gusta cogerte a las nenas de la escuela? ¿A una nenita con la conchita virgen? ¿Te calienta desvirgar a una nena tontita, peterita y re putita?
Así fue mi primera vez con Marcos. Yo disfrutaba de su pija colmando mi vagina, totalmente abierta arriba de una mesa, (ya que después me acostó sobre ella sin ninguna muestra de cariño), sintiendo sus envestidas, el calor de su aliento, sus chupones desaforados por cualquier parte de mi cuello y mis tetas, y sus dedos enterrándose en mi espalda, o en mis nalgas. Ni siquiera tuve la lucidez de pedirle que no me acabe adentro, y la verdad, eso ni me importaba. Quería irme a casa con toda la lechita de mi profe en la concha. Naturalmente, ni bien terminamos de garcharnos, él se vistió con todo el apuro que pudo, invitándome a hacer lo mismo, mientras me prometía que nunca la había pasado tan bien. Entonces, reparé en que su pija no era nada del otro mundo. No llegaba a los 12 centímetros tal vez. Creí que cuando estaba penetrándome la concha era más grande, y al menos me ilusioné un poco.
Al otro día, Marcos me confesó que había cortado con su novia, que estuvo pensando toda la noche en mí, y que no soportaba la idea de no volver a verme. Ahí fue que empezamos a salir. Los primeros años fueron hermosos. Claro que, mis padres no se mostraban conformes con que su hija de 16 años ande noviando con un tipo de 22. Pero no tenían nada que reprocharme. Era buena en el colegio, aplicada en las tareas de la casa que me asignaba mi madre, obediente con mi padre, y la nieta preferida de mis abuelos. Así que, no me hicieron drama cuando a los 18 me fui a vivir con Marcos, al mismo departamento en el que me robó la virginidad. Claro que, para ese momento estaba mucho más lindo, decorado a nuestro gusto, confortable y acogedor.
Sin embargo, algo no terminaba de satisfacerme. Hoy Marcos tiene 29, y parece que el mundo se le vino encima. Su mente y sus predilecciones lo empujan a beber, fumar faso, vivir de las horas que tiene en un par de escuelas, mirar porno a escondidas y pasarse las noches mirando guachitas por facebook, o instagram. Hace dos años al menos que no tenemos sexo como solíamos tenerlo. Además, su pija nunca volvió a ser tan viril como lo fue en los primeros tiempos. De repente, empecé a sentir deseo por otros hombres, en especial por Gabriel, el mejor amigo de Marcos. Claro que buscaba provocarlo todas las veces que Marcos no estuviese cerca. Gabriel me miraba como yo quería, y eso me calentaba. Me gustaba volver a sentirme deseada, comida por esos ojos verdes que me desnudaban en silencio. Pero no quería serle infiel a Marcos. Lo amo, y nadie puede ser más bueno, paciente, amable y caballero que él. Conectamos en muchas cosas. Solo que, en cuestiones de sexo, casi nunca tenía ganas, y si lo hacíamos, todo era muy rutinario.
Marcos: Yo no sabía cómo decirle a Irina que tenía miedo. Sentía que la pija no se me paraba como ella lo necesitaba, o que no cumplía con el tamaño para satisfacer a esa terrible hembra. Por algún motivo, me sentía inferior, y no lograba excitarme del todo con ella. Quise ir a terapia, pero tampoco reuní el valor para hacerlo. Entonces, fue que me envicié con las páginas porno de internet. Me sentía bien pajeándome la verga, llenando mis ojos con culitos y tetas de guachas en bikini, o de otras perreando en los boliches. Mi debilidad eran las adolescentes. Y lo que más me encendía era mirarles la bombacha a las pibitas del secundario cuando viajaba en bondi. A veces, llegaba a casa re empalado por todo lo que había visto en la calle, y me le tiraba encima a Irina. Pero ella, en esos momentos no quería coger. Parecía que cuando yo lo necesitaba, ella no estaba preparada, o no era oportuno. Cuando ella quería, yo me sentía intimidado, sofocado, con una presión en el pecho que me anulaba por completo. Y, si a eso le sumamos que, hace un mes que vive con nosotros mi sobrina Érica, bueno, las posibilidades de tener sexo eran aún más escasas.
Érica tiene 8 años, y es nuestra sobrina por parte de Irina. Su hermana lamentablemente es prostituta en un bulo de la ruta, además de una adicta en teórica recuperación. Según Irina, su hermana nunca será capaz de abandonar el modo de vida fácil que lleva. Plata dulce, excesos, tragos gratis en los bares, intercambio de favores. Todo eso le apetecía a mi cuñada, con quien por suerte solo crucé unas palabras. Por lo tanto, antes que un asistente social analice la situación de la nena, y decida junto a un juez arrancarla de nuestras vidas, preferimos alojarla por un tiempo en casa. De modo que, Irina y yo oficiamos de sus padres postizos por el momento. A mi cuñada le conviene, porque puede seguir troleando, y no tiene que ocuparse de su hija. Aunque no lo hacía mucho que digamos. Cuando la fuimos a visitar, la encontramos en un estado deplorable. Estaba sucia, con la ropa hecha un despojo de humanidad miserable, el pelo enredado, y la piel pegada a las costillas de hambre. Con nosotros, no solo recuperó su aspecto. También va al colegio con regularidad, se baña y come todos los días, y duerme en una cama confortable, aunque sea en nuestra habitación. Mi departamento solo tiene una cocina, una sala que usamos como estar y comedor, la pieza y un baño. Mi cuñada no puso la mínima resistencia cuando Irina le dijo que a partir de ese instante, la nena viviría con nosotros, al menos temporariamente.
Con estos elementos, el sexo con Irina fue cada vez menos frecuente. Supongo que por eso pasó lo que pasó, una noche de sábado. Gabriel había venido a comer unas pizzas. Todo era normal en apariencia. Yo no podía haberlo adivinado. ¿O sí? ¿Tan boludo fui que no me fijé en las intenciones de mi amigo, o en lo puta que se comportaba mi novia con él? Digamos, que, los tres estábamos acostumbrados al doble sentido en las charlas, a tocar temas sexuales, o a jugar de manos, entre otras cosas. Pero nunca pensé que aquello ocurriría alguna vez. Recuerdo que después de las pizzas, acompañé a Érica a la cama, y volví a la reunión. En ese momento encontré a Irina sentada en las piernas de Gabriel. Me hizo ruido, pero preferí no mal pegarme. Enseguida, cuando yo aparecí, ella se levantó como asustada, diciendo: ¡Mi amor, traigo más birra! ¿Dale?
Acto seguido vi una especie de incomodidad en el rostro de mi amigo, y luego, la cola de Irina apretada en una calza criminal cuando se agachaba para buscar latas de cerveza en la heladera. En ese momento sentí que la pija se me paraba como nunca, y deseé con todas mis fuerzas que Gabriel tenga ganas de irse a su casa. Sin embargo, nos pusimos a jugar a la play. Yo fumé porro, bebí cerveza sin control, y después le entré al fernet. Irina se reía cada vez más fuerte, y su escote iluminaba todo el departamento cuando se quitó el saquito negro que traía.
Irina: Ni bien Marcos se llevó a la nena al cuarto, no pude hacer otra cosa que sentarme en la pija de Gabriel. El turro se la había pasado toda la noche pellizcándome el culo, mirándome las tetas, o apoyándome en la cocina mientras preparaba la salsa para las pizzas. Siempre a escondidas de los ojos distraídos de Marcos. Por eso, al menos durante ese ratito, estuve frotándole el culo en esa verga que, ya se advertía mucho más interesante que la de mi novio. Creo que si no hubiese aparecido tan rápido, nos iba a encontrar culeando. Pero, eso no serenaba al fuego de mi conchita. De repente empezamos a brindar por cualquier cosa, ellos a recordar a gente que yo ni conocí, y yo a bailar sola los temas que sonaban en el canal de música dance que puso Gabi. No sé cómo fue que pasó. De repente, cuando miro al sillón que está junto a la ventana, Marcos estaba sumido en un sueño cada vez más profundo.
¡Seguro le pegó el bajón! ¡Es un boludo! ¡Sabe que no hay que fumar y tomar a la vez! ¡Se lo dije mil veces!, dijo Gabriel, con un pucho en los labios. Yo me terminé una lata de birra, bajé un poco el volumen de la música y me senté en las piernas de Gabriel.
¿Vos decís que, después se va a despertar, y va a querer vomitar?, le dije, mientras le soplaba el cigarrillo para apagárselo, jugando con su paciencia.
¿Qué pasa Iri? ¿Tenés miedo que se despierte, y descubra que me tirás onda?, me dijo cerquita de la nuca. Esas palabras me erizaron la piel. Yo lo chistaba para que se calle, acercándole un dedo a la boca. Él me lo atrapó y me lo lamió, sosteniéndolo entre sus labios, mientras con su otra mano inspeccionaba la parte de mi calza que le coincide a mi vulva.
¿Tanto te gustó mi pija contra tu colita nena? ¡Tenés toda la calcita mojada! ¿Sabías guacha?, me decía, cuando yo seguía chistándolo para silenciarlo. Cuando me fijé, descubrí que tenía razón. ¡Mis flujos habían transgredido mi bombacha! Aún así me sentía culpable.
¡Miralo cómo duerme al boludo, mientras su novia se moja la bombacha por otro tipo! ¿Qué onda Iri? ¿Tiene la pija chiquita? ¿O no se le para bien? ¡No me digas que es un eyaculador precoz! ¡Tenés carita de que mi amigo no te coge bien!, me decía, acercando cada vez más sus labios a los míos, todavía con mi dedo entre ellos. Yo estaba entregada, sintiendo cómo su carne se erectaba contra mi culo, su mano palpaba mi vagina y su otra mano me acariciaba las tetas por encima de la remera. Además, me hacía viajar el olor a tabaco en su boca cuando me hablaba en forma de susurro.
¡Hace mucho que no tenemos sexo!, le dije, poniéndole carita de perro mojado, como si le hiciera un pucherito.
¡Qué lindo suena la palabra sexo en tu boquita! ¡A ver, decí, quiero una pija en la boca!, me desafió, mientras me subía la remera y me sobaba la panza con las dos manos. Yo ni lo pensé.
¡Quiero tu pija en la boca!, le dije cerquita del oído. Él tampoco se anduvo con rodeos. Me agarró del pelo para girarme la cara y coincidirle a mi oído para decirme: ¡Arrodillate, y sacame toda la lechita nena! ¡Dale, ahora, mientras el cornudo de mi amigo duerme!
Ni bien le desprendí el pantalón, me puse a lamerle el calzoncillo como una perrita muerta de hambre. Metía mi lengua entre los elásticos para tocarle los huevos y el tronco, y con mi mano le apretaba el glande. Hasta que liberé toda esa pija dura y ancha para metérmela en la boca. No me importó que no me entrara como yo quería. Su presemen mezclado con mi saliva era delicioso. Mi cabeza saltaba contra su pubis, y sus manos me enredaban el pelo al revolvérmelo. De vez en cuando me sacaba la pija de la boca para pedirme que lo mire a los ojos, con los labios y el mentón repletos de saliva.
¡Mirame peterita, asíii, con toda la babita nena! ¿A él también se la chupás así perra?, me decía, antes de volver a llenarme la boca con su verga. Yo le decía que Marcos no me toca, que no me mete los dedos en el culo como tanto lo esperaba, que se la pasa viendo videos de nenas por internet, y que en el tiempo que llevábamos, solo me chupó la concha dos veces. Tal vez fuera el fragor de mis confesiones, o el ronquido amenazante de Marcos, o el trabajo de mis dientes contra el cuero de su verga. Pero de pronto, un chorro de leche espesa me atoró la garganta, me invadió cada milímetro de mis papilas gustativas, y hasta me brotó un poco de la nariz.
¡Dale bebota, bajate eso, y Sentate ahí! ¡Ahora yo quiero tu lechita de nena putona!, me decía, señalándome una banqueta estilo bar que tenemos. Generalmente la usamos para apoyar cosas, o para subir ropa en lo alto del ropero.
¡No, la bombacha, ni se te ocurra!, me dijo cuando yo me bajaba todo junto, luego de hincarme del suelo. El sabor de su lechita ardía en mi garganta, y en mi nariz resucitaba una y otra vez el olor de su pija hermosa, cuando él me sentó sobre la banqueta. Me dejó la calza en los tobillos, se arrodilló ante mis piernas separadas y empezó a tocarme la vagina sobre la bombacha.
¡Mirá cómo estás nena! ¡Si la estrujo, te juro que se hace un charquito en el piso de tanto flujo! ¡Qué cochina que sos bebé!, me decía, palmoteándome la concha, corriendo suavemente mi bombacha para deslizar un dedo y recorrer el orificio de mi vagina. Hasta que no pudo soportarlo más. Empezó a mordisquear, oler, lamer y chupar mi concha con bombacha y todo, haciendo unos ruidos demasiado relevantes como para que Marcos siga dormido.
¡Tenés olor a puta mi nena, a que querés verga todo el día, a que no podés más! ¡Quiero cogerme esta conchita!, me decía bajándome la bombacha para al fin comenzar a hundir su lengua entre los pliegues de mis labios vaginales. Uno de sus dedos buscaba mi clítoris, mientras su lengua hacía resonar los jugos que me colmaban. Cuando lo encontró, ni me importó gemir con mi volumen original. Y menos cuando otro de sus dedos me frotó el agujerito del orto.
¡Dale, meteme un dedo en el culo guacho, y sacame toda la leche de la conchita!, le pedí, sin exacerbarme nada. En ese momento Marcos emitió algo así como un gruñido. Los dos lo vimos moverse. Pero fue solo para acomodar un pie, y seguir soñando en paz. O al menos eso creímos. En el momento en que yo me levanté de la banqueta con la intención de cumplir lo que Gabriel quisiera hacer conmigo, Marcos se puso de pie. Le costaba hablar, enfocar su visión, y hasta mantenerse parado. Pero su voz no tembló cuando me gritó: ¿Qué mierda hacés putita?
Pensé que Gabriel defendería mi reputación, o al menos lo llamaría a disculparse conmigo por su exabrupto. Gabi me llevó al pedacito de pared que queda entre la heladera y un mueble repleto de libros.
¿Y vos hijo de puta? ¿Te vas a garchar a mi novia?, seguía cuestionando Marcos, moviendo las manos como si de ellas pudieran salir látigos invisibles.
¡Sí hermanito, como en los viejos tiempos! ¿Te acordás que en los 17 y 18 nos compartíamos las minas? ¡Seguro que ni te acordás de Nancy! ¡A mí me gustaba posta… pero cuando vos le echaste el ojo, te quise cagar a trompadas! ¡A vos no te importó un cuerno! ¡Así que ahora, me las voy a cobrar amigo! ¡Espero que no te joda! ¡Además, está re emputecida la flaquita!, le reveló Gabriel, empujándome contra la pared, hundiendo su cabeza entre mis tetas, después de revolearle mi remera y corpiño a Marcos. Le dio directamente en la cara. Gabriel me chupaba las tetas y la panza, me olía la concha y me nalgueaba el culo, mientras por una pequeña rendija de mi culpa hecha cenizas, veía que Marcos olía mi corpiño tocándose el bulto. Después se sentó, y lo escuchamos abrir otra latita.
Marcos: Mi sensación no podía ser menos angustiante y confusa. Veía que mi amigo le estiraba los pezones con la boca a mi novia, que sus dedos le pellizcaban el orto, que se lo palmeaba y le dejaba chupones marcados en el cuello, y no podía hacer nada. Un fuego repentino pareció inmovilizarme, al punto que mi pija se ponía como el mármol de tan dura. La saqué de adentro de mi pantalón, y mientras Irina decía: ¡Sí, tiene la pija chiquita, y no me alcanza con eso! ¡Yo quiero una pija gorda, que me llene de leche adentro de la concha, que se me rebalse de pija! , Gabriel le abría las piernas con las suyas, y entonces tuve que agacharme un poco para mirar mejor.
¡A ver chiquita, ¿A ver cómo abre las piernas la nena?!, le decía el muy cretino de mi amigo, una vez que tocaba la entrada de su concha con su glande. Hasta que al fin se lo empujó en un arrebato de furia, y se la metió todo lo que pudo. Irina se expresó con un alarido cuando mis manos tuvieron que liberar a mi pija de la prisión de mi ropa. Ni siquiera supe cómo llegué a pajearme, mientras la cola de Irina revotaba contra la pared, la pija de mi amigo le perforaba la chucha, y ambos se comían la boca como un par de adolescentes pervertidos. Me excitaba ver a mi novia en los brazos de Gabriel, y no lo podía evitar.
De golpe, los dos se despegaron, como si una mano invisible les hubiese tirado agua caliente. Pero solo para volverse a unir como una abeja a la miel. Irina se arrodilló encima de un almohadón, y colocó las manos sobre la mesita ratona. Gabriel se acomodó tras ella para ensartarle la concha nuevamente, ahora con una velocidad que le iluminaba cada peca de la carita a Irina. Ella gemía, escupía el suelo, le mordía los labios a Gabriel y le pedía que la bombee más duro.
¡Así, bombeame la concha perro, dame pija, toda la pija, dame mucha lechita, y pija por todos lados!, le decía la puerca insolente, mientras mis manos me calentaban los huevos y el pito en una paja cada vez más violenta.
¡Dale amigo, sumate gil, si la Irina tiene lugar para los dos! ¿No cierto chiquita? ¿No tenés ganas de tomarle la lechita a tu novio? ¿Hace cuánto que no se la chupás?, le decía Gabriel levantándome la cabeza del pelo, abriéndome la boca con sus dedos, sin dejar de penetrarle la chuchi. Con otros de sus dedos me señalaba para que me acerque. No me lo iba a pensar demasiado. Me paré como pude, le di una cachetada con la verga en la cara a Irina, y le pedí que me chupe el culo, mientras sus manitos me pajeaban la chota. Gabriel seguía rítmico, perseverante y astuto, llenándole la concha de pija a mi amorcito, mientras ella jugaba con su lengua. Pero mi estado de incredulidad, la leche de mis testículos y mi sueño hecho realidad de ver a mi mujer con otro tipo, me hicieron  darle la leche mucho antes de lo que me hubiese gustado. Ella abrió la boca y se la tragó toda, mientras me pedía que le apriete las tetas. Al ratito, mientras yo me alejaba para que Gabriel adopte la nueva posición que tenía en mente, vi que su impunidad terminó por desatar una tormenta de semen en la vagina de mi novia. Irina aullaba de lujuria, mientras él le mordía el mentón y le olía la boca, todavía pegoteada con mi semen.
Irina: No recuerdo mucho más de esa noche deliciosa. Solo que, cuando quisimos acordar, Marcos y yo estábamos en la cama. Él, aturdido por todo lo que vivió, sin hablarme y con muchas preguntas por hacerme. Yo lo conocía, y sabía que no tenía el valor para soltarse. Además, disfrutaba de tener las marcas de su mejor amigo en mi piel, su leche borboteando en mi sexo, y el sabor de sus labios en los míos.
Al otro día hablamos. Él me expresó sus miedos. No queríamos perdernos. Nos amamos mucho como para dejarnos ir, solo porque el sexo no nos conectaba como lo necesitábamos. Sin embargo, yo me sentía una infiel, y le pedí un tiempo por eso. Él no lo aceptó, y me juró que no tenía nada que perdonarme. Entonces, acordamos que él podía coger con una mujer, la que él eligiese, pero solo con ella. Yo, por mi parte, quería seguir cogiendo con Gabriel. ¡Ese macho tenía una pija preciosa, la que mi concha precisaba para vivir! Eso sí. Ninguno de los dos podíamos estar mientras el otro cogía con su amante. De modo que así nos dimos un nuevo comienzo en la pareja. Ninguno de los dos se sentiría en falta con el otro. De hecho, nuestra idea funcionó tanto que, de a poco volvimos a tener sexo.
Una noche sucedió lo que tal vez terminó por devolvernos a la cama como antes. Gabi llegó a las 8 de la noche. Comimos unas pizzas, y después de jugar al truco, incluyendo a mi sobrina, Marcos decidió llevarla a la cama. Ya eran las 2 de la madrugada. Cuando regresó con nosotros, se dio cuenta que el juego de miradas entre Gabriel y yo se había vuelto demasiado sugerente.
¡Amor, ¿No querés ir a cuidar a Érica?! ¡Yo, yo me quedo con Gabriel!, le dije, manoteándole el bulto por debajo de la mesa. Él frunció el seño con disgusto, pero recordaba nuestro pacto, y no nos iba a traicionar. Por lo tanto, se levantó de la mesa, acomodó todo lo que había que lavar en la mesada, y desapareció.
Gabriel no se detuvo a esperar. Ni bien oyó cerrarse la puerta de nuestra habitación, me empezó a comer a besos. Esa noche me rompió la bombacha y el corpiño para cogerme arriba del sillón, en cuatro patas. Lo dejé que me chupe el culo, y yo se lo chupé a él. Le comí la pija, y se la pajeé con las tetas. ¡Tenía todas las intenciones de acostarme con Marcos repleta del olor de Gabriel!
Marcos: No sé qué me pasó. Escuchaba que Irina gemía, que le pedía más, que le reconocía ser una putita barata, y que corrían el sillón, o la mesa. También escuchaba sonidos como cachetazos. Imaginaba que Gabriel le nalgueaba la cola, o que ella se lo hacía a él. La veía apoyando las manos en el suelo, con el culo para arriba, y a Gabi teniéndola de las piernas para encastrarle la verga en la concha, hamacándola con sus envestidas. Ni bien me saqué el pantalón y la camiseta me senté en la cama, con unas ganas de tocarme la verga que no podía posponerlo más. Ahí fue que, de pronto mis ojos se perdieron en la cama de Érica por primera vez. La nena dormía tan solo con una bombacha blanca repleta de puntillitas en los laterales, culo para arriba. ¡Nunca pensé que una nena de 8 años podía tener esa cola! Era bastante pulposa, de apariencia suave al tacto, con una línea perfecta dividiendo sus montañitas de carne, y con esa bombachita de nena cubriendo su sexo invisible para mis ojos. Me imaginaba su aroma a inocencia, y en menos de lo que mis hormonas lo resolvieron, mis pies me llevaron a la cama de la nena. Acerqué mi nariz a su culito, y un aroma a jabón para la ropa se mezcló con el calor que emergía de sus piernas levemente cerradas. Le rocé la espalda con la mano con la que no me pajeaba la verga al descubierto, y tuve ganas de morderle una oreja. Su cara amenazaba con despertarse, y sus ojos verdes con entregarme a los infiernos más absolutos, si me veía  con el pito duro, a poquita distancia de su cara. Me animé a tocarle la mejilla con un dedo, y a deslizarlo lentamente hasta sus labios cerrados. Érica no se despertó, ni dio señales de hacerlo. Entonces, me acerqué a su templo de Sodoma, y se lo sobé muy despacio con ambas manos. Luego le toqué ambas nalgas con la punta de mi pija, hasta que escondí mi glande bajo la presión del elástico de su bombacha, entre ella y la parte inicial de aquella línea sublime. Me moví un par de veces, y esa electricidad, la sensación de que en cualquier instante podía largarle la leche allí, todo aquello me hizo jadear de excitación. Ya no escuchaba los gemidos de Irina, ni las expresiones de mi amigo. Pero nunca imaginé que hubieran terminado de coger tan pronto. Por eso, cuando Irina entró desnuda, con el pelo mojado y un corpiño en la mano, casi me da un infarto.
¡Aaaah, miralo vos al chancho! ¿Así que te gusta jugar con la cola de mi sobrinita? ¿Te gusta verla en bombacha?, me decía luego mientras me chuponeaba el cuello, con la voz agitada, esforzándose por convertirla en un murmullo.
¡Dale, dale la lechita, acabale ahí, ensuciale la bombacha a esa nena! ¡Hacela una putita, como su madre! ¡Enseñale que, desde ahora, tiene que andar con la bombacha sucia de leche, y no de pichí! ¡Dale amor, acabale todo!, me susurraba al oído, mordiéndome las orejas, acariciándome el culo y apoyándome sus tetas en la espalda. Con tantos estímulos, y aún sintiendo el rigor de esa bombacha calentita contra mi pija, y la piel de la nena pegadita a mi glande, no supe otra cosa que irme en leche, en el exacto momento en que Irina me decía: ¡Tu amiguito me dio su lechita en las tetas! ¡Y vos, acá, divirtiéndote con una nena! ¿Viste el culo que tiene la perrita?
Enseguida, ni bien las pulsaciones nos serenaron un poco, Irina me dijo, recobrando algo de sus celos hacia mí: ¡Quiero que le saques la bombacha a esa putona, bien despacito, para que no se despierte! ¿Querés mirarle la vagina?
No estaba seguro en hacerle caso. Pero, en definitiva, lo logré. Una vez que tuve su bombacha sucia con mi acabada en las manos, Irina me pidió que me acueste en nuestra cama, y acto seguido despertó a Érica.
¡Mi amor, heeey, despertate cielo! ¿Qué pasó que te dormiste desnuda?, le decía, mientras Érica bostezaba desperezándose. Se sorprendió al encontrarse desnuda.
¡Tomá, tu bombacha estaba tirada en el suelo! ¡No sé bien qué fue lo que pasó! ¡Pero, está pegoteada! ¡Así que, ahora ponete esta otra!, le decía, mostrándole la bombachita blanca repleta de semen, y ofreciéndole una nueva, limpita y tan roja como la obsesión que me erectaba la pija. Pero, como Érica estaba algo confundida, o dormida para reaccionar, Irina le separó las piernas y le puso la bombacha, al menos hasta un poquito antes de sus rodillas. Por más que me esforzase, no llegaba a mirar desde la cama el centro de su sexo virginal.
¡Eri, bueno, no sé si te diste cuenta, o si lo sabés, pero a tu tío le gusta tu cola! ¡Así que, si querés, podés dormir en bombacha todos los días!, le decía Irina desde nuestra cama, una vez que se acostó a mi lado. La nena ni la escuchaba porque ya dormía nuevamente. Pero Irina empezó a chuparme la pija mientras me decía: ¿Te imaginás a esa nena rodeada de pitos? ¿Eeee? ¿Te gustaría verla con la carita bañada en leche? ¿O, a upita de Gabriel? ¿Te imaginás la cantidad de pijas que podría comerse con esa colita?
No sé cuánto fui capaz de durar en medio de la jungla de su saliva y sus chupones. Solo sé que, ni bien le acabé en la boca, la muy zorra se levantó, y le escupió toda mi leche en la pancita a Érica, que dormía boca arriba.
Irina: Desde ese día, además de coger con Gabriel, lo que más me calentaba era encontrarme a Marcos haciéndole chanchadas a Érica. La nena, o se hacía la boluda, o realmente tenía el sueño tan pesado que no se daba cuenta de nada. Una noche, después que Gabi me rompió el culo, al entrar a la habitación, me encontré a Marcos pajeándose sentado en el suelo, dándole besitos en la cola. ¡Esta vez le había bajado un poquito la bombacha!
¿Te falta poquito para acabar cerdo? ¡Dale, parate, que yo te ayudo! ¡Quiero que se la ensucies toda!, le dije, apoyándole uno de mis pies en la espalda. Marcos se levantó con el último aliento, y mientras empezaba a pajearse, yo le hacía oler las medias de Érica, y una bombachita que se había sacado por la tarde.
¡Dale, tocale el culo, y tratá de largarle toda la lechita en la bombacha! ¡Quiero que mañana la nena ande por la casa con la bombachita sucia, con tu leche! ¡Dale gordi, acabale todo a esa nenita con carita de puta! ¡No sabés cómo me cogió el orto tu amiguito hace un rato!, le decía besuqueándole el cuello. Hasta que, tal vez por lo inhibido que lo hice sentir, empecé a notar que le costaba eyacular. Así que, yo misma le agarré la pija y se la empecé a pajear con todas mis ganas, después de ensalivarme toda la mano. Lo hice acabar como pocas veces lo había visto. Le ensució las piernas y la bombacha a mi sobri, además de la sábana de abajo, y de paso, le pedí que le escupa la cola. Luego, con todo el cuidado posible, para no despertarla, tuvo que subirle la bombachita.
Otra noche, luego que Gabi, Marcos y yo vimos una peli de terror, yo decidí que necesitaba bañarme, y Gabi se propuso para tener sexo conmigo en la ducha. Marcos conocía muy bien nuestras reglas. Acaso le jodió que Gabi le diga: ¡Andá a enseñarle a tomar la leche a la nenita, que yo me ocupo de tu mujer! Pero aún así aceptó recluirse en nuestro cuarto, soportando los gemidos que me arrancaba Gabriel con su pija intimidante, sabiendo que mi cuerpo se colmaría de su sudor, del tacto de sus dedos y de su semen. Esa noche Gabi me acabó tres veces en las tetas.
Cuando regresé con Marcos, estaba rozándole la carita a Érica con su verga. Tuvo que contarme que le había pasado la lengua por la boca, que tuvo tiempo para dejarle una ofrenda seminal en la bombachita verde que traía, y que también aprovechó a escupirle las nalguitas.
¡Dale, pasale el pito por la boca, bien pegadito a la boquita nene!, le dije, y Marcos intentó abrirle los labios con un dedo. De hecho, hasta logró separárselos. Érica movió las piernas, y durante ese pequeño instante los dos nos quedamos inmóviles. ¡No queríamos que se despierte! Pero al fin, cuando la serenidad volvió a arroparla en sus sueños, Marcos empezó a pajearse contra su boquita, después de sacarle la bombacha completamente.
¡Mirale el culito, vamos, calentate nene, con el culo de esa nenita! ¡Mirá cómo se hace la dormidita, para que te la cojas! ¡Esta nena quiere un pito en el culo!, le decía, mientras me pajeaba, mordiéndole los pezones a Marcos, jadeando lo más suave que pudiera, alentándolo a eliminar su leche donde quisiera. Cuando le acerqué la bombacha de Érica a la nariz, le dije: ¡Olela nene, ese es el olorcito de la vagina de una nena!, en ese segundo de mis palabras arremolinadas, su leche le empapó las facciones a mi sobrina, mojándole el pelo, tal vez las pestañas y las cejas. Estuvimos un largo rato mirándole la carita enlechada. Hasta que se me antojó saborear las gotitas que le caían de los pómulos, y luego de lamerle la carita, posé mis labios en los suyos, y me atreví a hundir mi lengua entre ellos.
¡Desde ahora, quiero que le hagas eso! ¡Metele la lengua entre los labios, y amasale la colita! ¡Lamele la carita, pasale el pito por la nariz, y por el pelito! ¡Alguna de estas noches, quiero encontrarla bañada en semen! ¡Desquitate con ella, hacela tu muñequita sexual! ¡No te pido que la penetres! ¡Solo, que la emputezcas!, le decía luego, una vez que cogíamos en nuestra cama. Esa madrugada, la pija de Marcos había recobrado una energía que no le recordaba, y tuve uno de mis mejores orgasmos.
La noche que me lo encontré en cuatro patas, con la nariz pegada a la vulva de mi sobrina, pensé que todo se le había ido de las manos. Érica tenía una manta en la cabeza, por lo que obviamente estaba despierta.
¡Sí, está despierta, pero, para ella todo esto es un juego!, me dijo Marcos ni bien entré, y se lo pregunté entre miradas susurrantes. Érica tenía una remera blanca y una bombacha negra de algodón. Cuando me acerqué bien, deduje que lo que le hacía una estela extraña en la pancita y los pechitos, era semen. Marcos le había acabado en la remera. No me contestó cuando le pregunté cómo había sido.
¡Olela perrito, calentate con su olor a conchita!, le dije, mientras ella murmuraba algo. Marcos salvó la situación con una rapidez inusual en él.
¡Es tu tía Eri, pero, no pasa nada! ¡Ella no te ve, porque está la luz apagada!, dijo, para no exponer que eran mis manos las que empezaban a bajarle la bombacha.
¡Dale, dale besitos ahí, besala, lamele la vagina, dale, quiero verte oler esa vagina de nenita calentona!, le dije, presionando su cabeza contra el pubis de mi sobrina, aprovechándome de su posición de cuatro patas para morderle el culo. Tenía muchas ganas de chuparle el culo a mi novio, mientras él se alimentaba de los olores y los flujitos de esa nenita. Al punto que, una vez que logré quitarle la bombacha a Érica, se la envolví en la pija, y mientras no lo dejaba despegar su nariz de la vagina de la guacha, y mi lengua seguía hurgando en su culo y sus bolas, lo pajeé, hasta que se la empapó completamente. Luego, se la di para que él mismo se la ponga. Érica se quejó al sentirla mojada, pero Marcos le explicó que así era el juego, y que si ella resistía dormir así, mañana tendría un premio. Yo no tenía idea de cuál era el juego que le propuso a la nena, pero no me importaba. Estaba muy caliente como para pensar en otra cosa que en el olor y el sabor de la vagina de mi sobrina en la cara de mi novio.
Así se fueron sucediendo las noches. Marcos no necesitó buscarse a otra ramera para coger. Además, algunas noches, Gabi y yo lo sumábamos a nuestras cogidas. Generalmente yo se la chupaba, o le ofrecía mi concha mientras Gabi me hacía el culo. Pero, adentro de nuestro cuarto, él tenía una muñeca sexual que cada día estaba más desarrollada, más culona, inocente y entregada. Tal es así, que una noche la encontré con semen en el pelo, la cara, la pancita y los pies, totalmente desnuda. Esa noche Marcos le había acabado 4 veces, y estaba preparando una más, para enlecharle la bombachita.
Seguimos juntos, con ganas, enamorados, presos de un pacto que no somos capaces de romper, y con todo el morbo de hacer realidad lo posible. ¡Y esa nenita, quizás pronto se convertirá en su putita! A mí, no me importa, con tal que pueda seguir gozando con la pija de Gabriel.     Fin

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Comentarios

  1. Respuestas
    1. ¡Hola Marce! Gracias por leer, y estar siempre!

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    2. GENIA, y los audio relatos?

      besos

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  2. Hola ámbar! Hoy hay relatos nuevos? Que tenga un lindo día!

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    1. ¡Hola July! Hoy, esta noche, habrá nuevos relatos para ti! ¡Espero que te gusten! ¡Besitos!

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  3. realmente muy excitante este relato. !grande ambar!, segui haciendo bolar mi mente cada vez que te leo.

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    1. ¡Gracias por tus palabras siempre bien intencionadas! ¡Besote!

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