Chica Fálica




Después de lo que consideré una cena miserable, tratándose de un café y un bollo de pan, me fui a la cama. Estaba estresada, y no quería pensar en otra cosa que en dormir. Revoleé mis zapatos, me quité el jean y lo colgué en una silla, junté las cortinas de la ventana que da a la calle y abrí mi cama. No estaba muy arreglada que digamos. Casi nunca tenía tiempo de tenderla. Así que, luego de arreglarla un poco, me metí entre las sábanas, y me quedé en tetas y bombacha para inmediatamente arrepentirme de haberme desnudado tanto. ¡Las sábanas estaban heladas! De repente, me di cuenta que babeaba la almohada, con los ojos ingrávidos, la mente un poco aturdida de colores y sonidos lejanos, los que provenían de los autos en la calle, y decidí apagar la luz de mi mesita de noche. Ni siquiera corroboré si había puesto la alarma para levantarme al día siguiente.
Caminaba por la cocina de mi casa, más o menos con 9 años, y le preguntaba a mi madre si faltaba mucho para comer. Ella me mandó a barrer el patio, y siguió pelando papas para el estofado. Entonces, yo fui con la escoba en la mano hacia allí. Ya había empezado a juntar las hojas secas en un rinconcito, cuando siento unas ganas tremendas de hacer pis. Así que, como si fuese lo más normal del mundo, me bajé el pantalón y apenas la bombacha para sacar un pito de nene, y hacer pis al lado de un árbol que teníamos al final del patio. ¿Yo, tenía pito? Me pareció extraño, y un sonido que quebró a la noche por un instante logró distraerme.
Mi padre me había mandado a dormir la siesta. Yo, estaba inquieta en la cama. Me metía la mano adentro de la bombacha, y sentía cómo se me paraba el pito. ¡No sabía qué hacer! Mi mano lo acariciaba, mis dedos buscaban estirarlo, y algo conseguía que sintiera pequeños espasmos en la puntita. Quería apretármelo, hasta que un chorro de semen me pegoteara las manos. ¡Quería que mi mami me rete como a mi hermano mayor!
¡Mateo, te lo digo por última vez! ¡Dejá de ensuciar las sábanas! ¡No seas tan cochino!, le decía mi madre a menudo cuando arreglaba su cuarto. Yo no sabía cómo es que mi hermano se pajeaba.
Ahora tenía 16 años, y viajaba en un subte, apretujada entre cuerpos que destilaban tantas emociones como identidades prohibidas para mí. De repente un hombre calvo y de bigote poblado me manosea el culo. Ciento un escalofrío delicioso, y reconozco las ganas de mis nalgas por exhibirse y abrirse a su pene, que luego se restriega contra mí. Pero, inmediatamente, algo comienza a crecer entre mis piernas. Unos latidos, unas contorciones feroces y una dureza impropia en una adolescente, empieza a estirar mi bombacha, y a frotarse sabiamente en el culo de otro tipo. Este, es un moreno sin rostro para mí, ya que ambos viajamos colgados de las argollas que se bambolean en lo alto del subte. Pero mi pija se frota contra ese culo firme y carnoso, aumenta su tamaño y lucha por salir de sus ropas, con un vigor que a mi cuerpo no le parecía ajeno.
Después, un torbellino de luces y sombras me condujo al baño de la escuela. Tenía 12 años, y estaba rodeada. Alexis, Diego y el Chapu me manoseaban la cola y las tetas, maravillados por el desarrollo temprano de mi cuerpo. Hasta que Diego me bajó el pantalón, y se asustó cuando notó que mi bombacha se abultaba por la erección de un pene tan tieso, como los azulejos de las sucias paredes del baño. Aunque nada impresionable. Era el pito de un nene.
¿Cómo puede ser nena? ¿Tenés unas tetas tremendas, y una cola de putita hermosa, y tenés pito?, me decía Alexis, mientras yo le comía la boca al Chapu.
¡Vamos che, quiero que me chupen la pija!, les decía con mi voz de nena, dejando que me succionen los pezones. Pero en el exacto momento en que Alexis me agarró el pito, me lo sacudió y se lo metió en la boca. El maldito destino, lo inmanejable de los sueños que nos traen y nos llevan caprichosamente hacia donde ellos quieren, me privaron de esa experiencia.
Ahora estaba en mi habitación, con Florencia y Daniela, mis dos mejores amigas. Las tres nos reíamos de algo que no puedo recordar, mientras pensábamos en cómo vestirnos para salir. Pero, de repente, la música se apagó de mis oídos, y me detuve en las tetas de Dani, que ya tenía la mitad del culo afuera del pantalón. No sé por qué, ni cómo llegué a tener el valor de hacerlo. Salté de la cama en la que estaba sentada como si el aire pudiera ayudarme a flotar, y le rodeé uno de sus pezones hermosos con mi boca. Dani se sorprendió, y se puso en guardia armando dos puños con sus manos.
¡Tranqui guacha, que ahora tu amiguita te va a dar masita! ¿No querés que te coja toda, acá nomás, al frente de Flopy? ¡Seguro que ella se muere por mirarte el culo!, le decía, como si un ataque de celos nublara mi capacidad de razonar. Pero, lo extraño, es que ni bien me bajé la calza y la bombacha, extraje de mi entrepierna una pija tan parada, real, cabezona y repleta de fluidos que, tanto Daniela como Florencia se quedaron atónitas, aunque no tanto como yo. De modo que, en el exacto momento en que empecé a empujar con mi pija la fina costura de la bombachita de Daniela para penetrarle la conchita, los perros del vecino comenzaron a ladrar, y no pude declararle la guerra a mi amor imposible. ¡Sí, éramos amigas, pero yo me la quería coger! Siempre le decía que si algún día decidiera volverse lesbiana, yo estaría con las piernas abiertas para ella. Ahora tenía una bronca indescriptible. ¡Estaba por cogerme a mi amiguita, y con un pito de verdad!
Me costó volver a dormirme. Tenía que hacer algo. Sentía que tenía la bombacha empapada, y por un lado, aunque fuese absolutamente impropio de mi realidad, deseaba meter la mano entre mis piernas, y encontrar una pija parada, un colchón de pelo púbico conteniendo todo el calor de mi sexualidad, dos huevos gordos y cargados de semen listo para salir a conquistar al tacto de mis dedos. Pero todo lo que hallé fue mi vagina al borde de explotar de tantos jugos, y la parte de atrás de mi bombacha toda metida adentro de mi culo. Quise pajearme, pero, de a poco el sueño me vencía con todo el peso de mi cansancio acumulado.
Ahora me hamacaba en la plaza que había al frente de la iglesia, cerca de mi casa. Daniela se columpiaba a mi lado, y Natalia, otra de mis amigas tomaba un helado, mirando cómo nosotras dos íbamos y veníamos por el aire. Hasta que sin más, algo aburrida me bajé de la hamaca, y le di una chupadita al helado de Nati, que enseguida me puso cara de culo. Las tres no teníamos más de 15 años. No sé por qué razón la empujé, y cuando cayó a la arena, yo me le subí encima, le corrí la pollera, le bajé la bombacha y empecé a fregarle mi verga erecta contra su colita pulposa.
¿Cómo puede ser que tengas una pija nena? ¡Se supone que sos una piba, como nosotras!, me decía Daniela, que todavía se agitaba en el viento, mientras yo le mordía el cuello a Nati, le amasaba las tetitas y forcejeaba para ensartarle mi pito de nena en la vulva. Entonces, un nuevo ruido me despertó. Pero esta vez me reconocí boca abajo, con una mano estrujándome una teta y la otra estirándome la bombacha hacia arriba. Mi concha se fregaba contra el colchón, y mi bombacha estaba más mojada que unos minutos atrás. Entonces, tomé mi consolador de mi mesita de luz, le puse un preservativo con la boca, me levanté a buscar un calzoncillo de mi hermano, ya que en mi habitación conservaba una cajonera con su ropa por si venía algunos días a casa, y me lo puse. Volví a la cama, coloqué un almohadón en el centro, y me dediqué durante un rato a lamer y escupir el consolador. Le dejé todos los dientes marcados al forro. Cuando ya mis gemiditos empezaron a hacerse eco en mi paladar, acomodé el juguetito sobre la almohada y me empecé a coger yo misma, mientras me clavaba algunos dedos en el culo.
¡Tomá mi verga Dani, sos mi puta nena, y a vos te encanta mi pija, toda en la concha te la doy guachita!, decía, como si Daniela estuviese bajo mi cuerpo. Como el chiche era doble, en un momento de locura hasta terminé haciéndole un agujero al almohadón para penetrarlo, mientras la otra punta, la que conservaba el preservativo seguía encallada en mi interior. Me nalgueé el culo hasta que lo sentí arder de emoción, me escupía las manos para tocarme, y me estiraba el calzoncillo para que me roce el agujerito del ano. Me apretaba las etas, y olía mi bombacha, haciendo de cuentas que era de Daniela.
¡Cómo te mojás la bombacha putita, por calentona, porque te gusta mi verga, te calienta que una mujer te coja con su verga lechera!, decía, repleta de fantasías, todo el tiempo en las puertas de mi orgasmo, y cada vez más transpirada.
¡Abrí la boca turrita, y dejá de provocarme con ese orto de perra que tenés! ¡Te gusta bailar, y calentarme la pija guacha!, le decía a la imagen de mi amiga cuando se me aparecía en la oscuridad, imaginándola moviendo el culo en el boliche. Entonces, se me antojó tenerla arrodilladita frente a mí, chupándome el chiche, desnuda, tal vez con la pija de otro tipo bombeándole la concha. Así que me levanté, me bajé el calzoncillo inundado de mis propios flujos, y empecé a presionar la punta del chiche que simulaba ser mi pija contra la silla, donde estaba mi jean colgado, y empecé a repetir como una loca: ¡Tragate mi leche putaaa, asíiii, comete todoooo, abrí esa boquita de nena petera que tenés guachaaaa!
Inmediatamente un sacudón eléctrico me hizo temblar cada partícula de mi equilibrio. Largué un chorro violento de jugos vaginales al frotarme el clítoris, hundirme tres dedos en el orto y presionar bien fuerte aquel trozo de goma contra la silla. Todo al mismo tiempo. Sentía que una pija deliciosamente dura me colmaba la concha, y que esa misma pija le rebalsaba la boquita de leche a mi amiguita. Enseguida un mareo conocido me nubló la vista, y unos tiritones me regalaron un escalofrío intenso. Me sentí absurda, ridícula y sucia. Pero, ¿Qué habría sido de mí si en lugar de una vagina, entre mis piernas habría un pito parado todo el tiempo, clamando por la vagina de Daniela, de Florencia, Natalia, o la chica que yo quisiera? Otra vez, en la cama, ahora en calzoncillos, y con las tetas doloridas por los machucones que me hice, intenté volver a dormirme. Tal vez, en mis sueños volvería a convertirme en la chica fálica que siempre quise ser. ¡Síii, una chica con tetas, con una tremenda cola, y con un pito capaz de hacerles bebitos a las chicas!   Fin

Recordá que este, o cualquier otro relato del blog, podés pedírmelo en audiorelato, a un costo más que interesante. Consultame precios y modalidades por mail.

Este es mi correo ambarzul28@gmail.com si quisieras sugerirme o contarme tus fantasías te leeré! gracias!

Acompañame con tu colaboración!! así podré seguir haciendo lo que más amo hacer!! 

Cafecito nacional de Ambarzul para mis lectores nacionales 😉

Ko-fi mundial de Ambarzul para mis lectores mundiales 😊

Comentarios

  1. !cuy buen relato ambar!, muy !rico! imaginate a esa nenita con un juguetito de carne de verdad.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hooolaaa! Sin dudas, me la imagino. debe ser la fantasía de muchos y muchas. Jejeje! ¡Un beso!

      Eliminar

Publicar un comentario