Cierta vez estuve obsesionada con las
actividades lúdicas. Jugaba a todo tipo de juegos de PC, de casino, de calle.
Simplemente pensaba en cómo obtener cada vez más de ese exquisito éxito. Me
dejaba guiar por todo lo que ocurría en ese mundo, sin siquiera detenerme a
pensar en lo que sucedía a mi alrededor, en la vida real. Creo que hoy me doy
cuenta de que ni lo disfrutaba. Pero siempre volvía a inmiscuirme en esa
burbuja que me llamaba con una serie de cosas que hoy solo domino en un mundo
narco.
Así es, soy una diler moderna. Me manejo con
clientes muy específicos, solo recomendados por un cliente anterior, ya que
muchas veces en mis encuentros con ellos se incluye algo de sexo.
Hoy tengo 35 años y pude dejar atrás ese mundo
de juego sobornable, atrayente, inmejorable y hasta atontable, porque en cuanto
entraba a mi PC, lo único en lo que pensaba era en ver a esa gente virtual que
tan bien me caía. Por un lado existían porque yo lo permitía, y por otro porque
estaba sola.
No quería salir de mi casa, y era mucho más
fácil hacer eso que enfrentarse a un mundo verdadero lleno de conflictos, felicidad
neta y demencial.
A medida que fui creciendo y viendo que ese
mundo me traía aún más soledad, comencé a salir, aunque no del mejor modo,
porque estaba hecha bosta psicológica y físicamente. Había excedido mi peso a
puntos límites y me sentía más chiquita que la pulga del gato de mi vecino. Por
mi autoestima, claro, porque el espejo del comedor de casa me recordaba que
estaba hecha una vaca.
Empecé a llamar a gente con la que en algún
momento me había llevado bien, como para recobrar amistades. Algunos me
cortaron el teléfono, y otros ni se acordaban de mi voz.
Por suerte hubo personas que no me cortaron, y
hasta se extrañaron que aún los evocara. De a poco recuperé una media vida.
Mitad del culo quería seguir en la PC, y la otra arrastraba a la anterior
queriendo hacerle entender que si se movía podía lograr algo que hacía años que
no albergaba en mis sentimientos. Así que como nueva, dejé el pucho, el
alcohol, los chocolates y empecé a desintoxicarme de jueguitos.
Un día uno de los pibes del barrio me ofreció
que vendiéramos faso, ya que como yo fumaba conocía a unas gentes que
consumían. Le dije que sí. ¿Por qué no?, si al final no trabajaba y no
estudiaba.
Lo mejor que podía hacer era algo. Arranqué a
vender en un lugar medio cheto. Era como un centro comercial de un barrio con
guita. La impronta era un logo que llevaba cocido en la pierna, que era como un
arlequín. Así la gente sabría que vendía, algo pero vendía.
Algunos caretas se me acercaban preguntando si
traía de la buena, y yo decía que ese venía desde las 8 de la night. Así que me
compraban un fasito o dos para esperar locos la mercadería.
Mi compañero de ventas se llama Rodrigo y es
copado. Solo que de vez en cuando me quiere hacer tomar merca para tocarme las
tetas, porque lo caché un día mirándomelas como un baboso y no se me fue más la
idea de que cuando me termine drogando me va a coger.
Yo vendía los martes y jueves ahí. El resto de
los días paseaba por parques y plazas grandes de la ciudad en la que vivo. Son
piolas los lugares. Por lo menos nunca me agarró ningún cana. Como que no
entienden mi arlequín de la gamba y siempre me sueltan, ya que intento vender
todo lo que llevo en un lapso de dos horas como mucho.
Eso sí, los fines de semana soy la diler medio
sexual que les conté antes. Para dicho servicio me tienen que esperar en alguna
habitación de hotel o depto., porque no me voy a jugar el pellejo así nomás.
Una mañana recibo un whatsapp al cel.,
pidiéndome que le venda un 25 a un flaco que no conozco. Entonces le dije al
cliente que le diera mi número al tipo en cuestión así hablábamos directamente.
Ese martes me desayuné un pedido descomunal. No era que el chabón quería 25
gramos. ¡Quería dos kilos y medio! el otro había entendido mal.
Yo, antes de confirmar nada, hablé con mi
amigo del barrio, el Roto le decían, y corroboré que tuviera los ladrillos. Cuando
me dijo que sí me contacté con el chabón de la onda. Se llamaba Enlil. Bien
ambiguo el nombre. No sabía si me mensajeaba con un tipo o una mina, y como me
entró la duda le mandé un audio, corte para que me conteste de esa forma,
diciéndole más o menos cómo era la parte de la transacción, ya que sería
bastante guita. Y bueno, yo iba a llevar dos ladrillos y medio. ¡No era joda!
Nos fuimos conociendo durante toda la semana,
porque parece que al Enlil Este le había gustado mi voz. Yo jugaba y le enviaba
audios sin contenido sexual en las palabras, pero sí en los gestos vocales, y
como que entró de una que la tranza iba a ser con algo de lo que yo esperaba,
porque a mí también me había caído re bien. Me mandó una foto, y tenía barba,
lentes, ojos color miel, copado. Yo le mandé una mía, porque ya no me iban a
cagar como antes, y me dijo que tenía de donde agarrar. Yo me reía. ¡Ésta me
vas a agarrar!, pensé.
Un viernes me invitó a tomar algo, pero me
negué. Lamentablemente me gusta ver a los clientes en el arreglo y no antes. Lo
entendió un poco enojado. Así que me dijo que al otro día me prepare, que iba a
tener un regalo para mí.
El sábado me bañé, me arreglé y me pinté un
poco. Cosa que jamás hago por nadie. Pero ese día me sentía linda.
Fui a lo del Roto y busqué la mercancía. Me
comentó que no le pintaba dejarme sola en ésta, así que acepté que me acompañe
hasta la puerta del edificio de deptos que Enlil había alquilado. Allí toqué el
timbre del piso 8 depto. 9, que era donde me citó.
El Roto se quedó unos diez minutos. Me hizo
prometerle que si algo pasaba le hablaría por el portero, y él iba a pedir
entrar.
Como no pasó nada le dije que estaba todo bien
por SMS, y que se fuera.
El depto. estaba bueno. Tenía lo mínimo
indispensable, pero lo necesario. Un tele, una cama, una heladera, un baño y
una mesa con dos sillas.
Enlil ya me esperaba con un fernet. Le tuve
que decir que ya no tomaba mucho alcohol. Pero igual le acepté un vasito.
Miré por la ventana y los autos se veían
chiquitos. Observé a Enlil que armaba un fasito, aunque yo aún no le daba lo
suyo. Me dijo que era un faso que estaba re bueno y me quería convidar. Se lo
acepté con todo gusto. Lo prendí yo. Tenía buen aroma y sabor.
¿Dónde lo conseguiste?, le pregunté.
¡Por otra línea, en Luján!, dijo medio
tosiendo.
¡Che, esto te vuela la cabeza!, dije gustosa.
¡Sí, está mortal, tengo dos hace una semana, y
lo quería compartir con vos Piba! ¿Aaah, y, por qué te dicen así?!
¡Esas son historias viejas, vos decime así y
ya fue!, ¡¿Y cuánto tiempo tenemos acá?!
¡Pagué dos horas!, dijo contando un fajo de
billetes para luego guardarlos en una bolsa.
¡Buenísimo!, dije, y me callé.
Él se me acercó queriendo tomar el humo que
salía de mi boca. Yo ya me empezaba a poner nerviosa. Sentía su piel rozar con
la mía, y me latía más rápido y fuerte el corazón. ¡Y la concha ni te cuento,
porque cuando una se calienta de repente se siente un dolor dentro de la vagina
muy intenso, pero es también muy excitante, porque querés una pija adentro! ¡La
necesitás sí o sí!
Bueno, en fin, se me acercaba como pidiéndole
permiso a mi círculo íntimo, y yo se lo permití. Hasta que de tan cerca nos
tocábamos las narices, y con esa adrenalina me encajó un beso.
Yo tenía una sed agotadora por el faso, y eso
me encendió de nuevo. Con besos y caricias fue acercando un bolso hacia
nosotros.
De repente corta el beso y saca de su morral
color marrón con una calco de Alica un consolador rosado. Abrí los ojos enormes
y encompotados, sorprendidísima. Me hizo saludar al juguete y le prendió el
vibrador.
¡Uoooou! ¿Y vibra?, tartamudeé.
¡Sí, y vibra como loco… lo compré para vos
Piba, pero es mío… cuando volvamos a estar juntos te lo presento de nuevo!
¡Jajaja, sí, claro, dámelo guacho!, le dije
emocionada. Lo empecé a mirar, a probar, y en eso nos damos cuenta que no hay
más fuego.
Enlil baja a comprar un encendedor, y yo me
quedo en el departamento.
Pispié el consolador a más no poder. Nunca me
había comprado ninguno por más que quisiera. Era demasiado pudorosa para eso. Lo
disfruté mientras Enlil tardaba. Me lo pasaba por la chucha encima de la ropa
con el vibrador encendido, y me ponía a mil.
Tuve calor, y me saqué la campera que llevaba.
Me quedé de indiecita sentada en el piso hasta que Enlil volvió. Apenas entró
me comió la boca otra vez desaforadamente. Me tocó las tetas, las piernas y la
cola con una fuerza que me hacía temerle, pero también me seducía. me mordía
los labios de vez en cuando. Me empezó a sacar la ropa gimiendo muy despacio y
ligero, pero la ropa me la sacaba que echaba putas. Yo me dejé sin emitir
reproche alguno.
En cuanto me sacó la bombacha me chupó la
concha como un lobo hambriento, metía y sacaba su lengua sin parar, y tuve que
detenerlo, porque no me gustaba que me la chupen así. Le pedí que fuera más
suave y delicado. Se rió un poco, pero lo hizo con más cuidado. Lentamente me
fue excitando de nuevo. Me tocaba las piernas y los costados de la cadera. Era
muy bueno acariciando y engañando, porque cuando menos me lo esperé sentí algo
adentro de mi concha que no era su pija, porque estaba frío. Me susurró que iba
a prender el vibrador, y le grité que lo hiciera ya.
Me encantaba el grosor del chiche que me
entraba y salía, y más cuando me doy cuenta que intercala el consolador con su
pija, que estaba súper erecta pero era muy pequeña. Ahí comprendí el por qué
del juguete. Era evidente que no tenía confianza en sí mismo. Pero no me puse a
pensar en nada que no fuese placer, sino me golpearía a mí misma.
Seguí gozando con ese intercalar, hasta que
exploté y le grité que iba a acabar. Entonces volvió a bajar con su boca y se
tragó toda mi acabada. ¡Fue genial! Cuando quise satisfacerlo, ya que no me
gusta dejar a ningún hombre, y menos a un cliente disconforme, me dijo que no
importaba, que él había disfrutado muchísimo sin haber acabado. Me abrazó y me
dijo que era una reina sexual, con lo cual me sonrojé un poco, y me besó las
mejillas.
Sentía cosas lindas por él, pero a la vez no
quería involucrarme sentimentalmente con ningún cliente. Yo también disfrutaba
a pleno de coger con tipos diferentes todos los sábados. Pero él me hacía
pensar y sentir otras cosas. Hasta que recordé lo pequeña que la tenía y me
calmé. Jajajaja!
Nos vestimos, salimos del lugar y cada uno
siguió con su vida.
Al cabo de unos días Enlil volvió a hablarme
al cel., aunque no literalmente. Me escribió y chateamos un par de veces, y nos
juntamos algunas tardes. Pero él se terminó enamorando de mí, y eso no pude
aceptarlo. Para bien de los dos y de mi trabajo le pedí que no habláramos más.
Hoy pienso que debí mandar todo a la mierda,
porque esa fue mi oportunidad para querer y que me quisieran. Cada vez que le
contaba al Roto de esa historia me quería golpear, ya que éramos un dúo
inseparable en ventas, y él no quería perderme como soldadita. No lo dejé
porque me había hecho siempre el re aguante.
Yo conservé mi puesto en el barrio cheto. Me
llevaron en cana un par de veces, pero nunca me encontraron nada. Los pacos
sabían que yo vendía. Si me habían venido a comprar y todo. Pero cuando les
apretaba el zapato de guita me llevaban para ver si me podían incautar algo los
muy hijos de puta.
Nunca me voy a olvidar de una vuelta, que
encima de fumados andaban con cocaína en la sangre, y querían coger por más que
no se les paraba la verga. Entonces los sucios andaban queriendo meterme dedos
por ahí. Me llevaron antes de que me fuera del puesto, que por lo general era
tipo 8 de la night, ya que siempre me reemplazaban a esas horas.
Bueno, me llevaron y no fue precisamente a la
comisaría. Eran dos, y manejaron como chirricientos kilómetros, hasta que veo
un cartel que decía Cacheuta. Ahí me impacienté.
Hasta entonces fumábamos, tomábamos y ellos se
mandaban unas líneas. Me habían quedado dos fasitos y se los convidé, por pura
supervivencia, esperando que me soltaran. Nos empezamos a meter a uno de los
túneles de Cacheuta y detienen el auto junto a un lago. Hablan con el dueño de
un lugar y le dicen que es un monitoreo de rutina.
El viejo entendió a la perfección y les dio
unas llaves.
Uno de los milicos me agarra del pelo y me
dice: ¡vení putita, que vamos a darte pija!, Y me llevan a una cabaña que está
al lado del auto. Me tiraron entre los dos a la cama, riéndose de que era un
poco pesada. Yo me reía haciendo más chistes con mi sobrepeso y ellos se
prendieron en la joda. Me ataron a la cama, me chuparon las tetas y la concha, y
me quemaron con cigarrillo. Uno sacó una navaja y me hizo unos cortes en los
brazos. Estaban locos. Esto ya no era un divertimento, y me asusté de verdad. Quise
zafarme de las ataduras. Pero me hacía daño en las muñecas. Así que no tuve
otra que dejarme llevar. En algún momento me tocaría a mí hacerles algo.
Dicho y hecho. Me soltaron, me metieron en una
ducha, me bañaron con agua helada y me voltearon de nuevo en la cama. En ese
momento estaba totalmente desnuda. Uno de ellos me juntó a su lado y el otro se
acomodó detrás de mí, los tres en la cama. Me obligaron a que los desvistiera.
Me re calenté recién cuando los vi uniformados, porque me calientan después de
todo los milicos. ¡Debo reconocerlo!
Al mirarlos bien, noté que uno de ellos estaba
buenísimo. El otro era horrible, pero si quería salir viva de esto estaba
condenada a hacer lo que me pidieran.
Uno quiso que le franelee las tetas por el
pecho a la vez que decía: ¡Cacho, pasale la pija por la espalda!
El feo de Cacho se levantó, y me paseó las
bolas y la verga por la espalda, los hombros y el culo. Sentí un poco de asco,
porque tenía todo medio arrugado. Pero en fin, era sexo.
Se les empezó a parar como loco. ¡El lindo de
abajo mío tenía una verga rica rica! Me hizo chupársela, y como una putita se
la lamía y lo miraba. Nunca había juntado tanta saliva en un pete. El otro me
tocaba el orto y las piernas.
El lindo me la clavó primero en la concha. El
problema fue cuando le pidió a Cacho que me la mandara por atrás. Yo estaba
extasiada, y se me escapó un agitado: ¡síiii, metela nomás cerdo asquerosoooo,
culeaaameeee!
Pero no tuve en cuenta que lo tenía muy
cerradito.
De igual manera el feo me la metió de una. Me
dolió y grité. El lindo se motivó y dijo: ¡cacho, vení vos acá que yo ahora le
quiero hacer la cola!
Cacho se puso debajo de mí, y solo cerré los
ojos, porque el bonito me dio sin parar por atrás mientras Cacho me daba por la
concha. Sentí que me iban a acabar y procuré moverme un poco más rápido para
que les saltara la leche adentro mío como lo pedían y ya nos fuéramos, porque
no deseaba seguir estando allí.
Acabaron los dos casi a la vez, y me dijeron
que tenía dos agujeros hermosos. Cuando me incorporé me chorreaba semen del
culo como si me hubiesen regado. Me subieron a la patrulla desnuda y nos
fuimos. El bonito se quedó con mi bombacha, y juró que si volvía a cogerme él
se quedaría con la próxima. Cacho lo cargoseó diciendo que es un obsesivo del
olor a concha.
El problema fue que siempre que ellos estaban
de guardia me hacían lo mismo. Por eso hablé con el Roto porque, no quería
seguir en el barrio, y el hijo de puta me dijo que era mejor tener a la milicia
de nuestro lado, y que si me tocaba garchar con ellos tenía que agachar la
cabeza y darle para adelante. Me sentí mal, me enojé y lo mandé a la mierda.
Dejé de ser diler, un trabajo que amaba, o al menos de eso estaba convencida.
Desesperada busqué a Enlil por todos lados.
Pero cuando lo encontré ya habían pasado dos años. Estaba de novio y esperaban
un bebé. Lloré de la emoción, alegría y buenos sentimientos. Aunque también de
angustia y decepción, ya que nunca había querido a nadie como a él, y se lo
sinceré con todas mis fuerzas.
Él dijo que quería mucho a la chica, pero que
jamás pudo olvidarse de mí. Me sentí peor al pensar que podía destruir su
familia, y le pedí que esperemos a que crezca el bebé, que si aún le quedaban
ganas de estar conmigo que me busque y, le di mi nuevo cel., ya que nunca tenía
el mismo.
Alguna que otra vez nos vimos y cogimos
maravillosamente. Aquel consolador seguía haciendo magia en sus manos, y el
sabor de su semen era para mí lo que más me reconfortaba en el mundo. Él venía
a donde sea que viviese y veíamos películas.
Nunca se decidió a dejar a esa mujer. Por lo
tanto, corté por lo sano esa relación que tan bien me hacía. No podía vivir
atormentada de pensamientos con su mujer y el hijo. No era justo para ellos
porque Enlil gastaba guita para salir conmigo, y de vez en cuando me pasaba
algo más para pagar las pensiones en las que me alojaba por momentos.
Muchas veces me masturbé imaginando cómo le
colaba los dedos, le chupaba las tetas, le mostraba el chiche o le comía la
vagina, seguramente depilada. Hubiese dado cualquier cosa por estar ahí, entre
ellos, como una sombra observando cómo le hacía el orto, que según él, era lo
más interesante de ella. Después una culpa ingrata me vaciaba de lujuria y me
hacía morder la realidad, que no era más que ausencia cuando necesitaba su
pija, pero también su cariño.
Justamente la última vez que cogimos me dio un
ataque de celos cuando metió el consolador en mi concha para penetrarme como le
encantaba, y enfurecí cuando se le escapó el nombre de su mujer. Ahí supe que
era el fin para nosotros.
Desaparecí de su vida y no dejé rastros.
Empecé a vivir en una pensión de Buenos Aires, y me banqué bastante tiempo
laburando de moza o de bachera. Con lo que fuera me las rebuscaba.
¡Así es la life para quienes lamentablemente
vivimos en el ámbito de la droga! Fin
Recordá que este, o cualquier otro relato del blog, podés pedírmelo en audiorelato, a un costo más que interesante. Consultame precios y modalidades por mail.
Este es mi correo ambarzul28@gmail.com si quisieras sugerirme o contarme tus fantasías te leeré! gracias!
Acompañame con tu colaboración!! así podré seguir haciendo lo que más amo hacer!!
Cafecito nacional de Ambarzul para mis lectores nacionales 😉
Que duro relato. Es muy bueno. Algunos la tenemos pequeña. Pero el corazón es enorme. Para hacer sentir, interesarnos. Y lo demás queda en los dedos, la lengua y cientos de juguetes. El placer de una mujer es sagrado para hombre, como su sonrisa. Magnifico relato Ambar querida.
ResponderEliminar¡Holaaa! Totalmente de acuerdo. no siempre el placer se relaciona con el tamaño del pene, o la profundidad, o lo exuberante. eso es simplemente el lado superficial del ser humano. aunque hay gustos para todas, y todos. ¡Gracias por valorar mi relato! Este es uno de los viejitos que escribí. al menos tiene 3 años. ¡Un besoooo!
EliminarUn increíble relato tus descripciónes son muy buenas
ResponderEliminarbueno ambar querida, como siempre digo leerte es para mi un plaser muy grande. eon este relato me sucedieron algunas cosas que quisiera que leas. la primera es la dureza y la soledad que tienen en sus vidas las personas que se encuentran sumerjidas en el mundo de las drogas y de mas detalles que ese mundo trae consigo. la segunda es que es muy cierto que el sexo es exquisito y muy plasentero y el experimentar hasta con juguetes es muy rico. y por ultimo deztacar la ealidad de tus relatos que no dejan de ser un deleite para mi, este fue distinto a todos y en verdad me ha gustado mucho. gracias por todo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario! para mi también es un placer, no sólo tus comentarios, sino que aún sigas leyendo mis relatos!! tenes mucha razón, la gente que vive en ese mundo de por sí es muy solitaria, eso provoca que se sumerjan aun más.
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