Era un sábado como cualquier otro. El calor
asesinaba a cada pequeño esfuerzo por hacer algo, y mi vieja rezongaba por la
casa, porque mi viejo no había vuelto desde la noche anterior.
¡Seguro que debe andar en pedo, y yo fregando
los pisos como una pelotuda!, se oían sus quejas desde mi pieza. La pobre no
tenía plata ni para comprar huevos, y la poca que había, mi viejo se la
patinaba en el casino y el escabio. Por eso, mi madre resolvió que lo mejor era
ir a lo de su hermana, mi tía Gabi. Al menos para despejarnos un poco. Ahí
siempre la pasábamos bien, a pesar que ella y su familia eran más pobres que
nosotros. Para llegar a su casa teníamos que tomar un colectivo, y soportar un
viaje de al menos hora y media, ensardinados porque, no es posible encontrar
asientos en esa línea. Pero todo era justificable con tal de pasar un lindo
día, fuera de los conflictos de nuestra familia. Ni nos importaba el calor, ni
la mala leche de los pasajeros con el chofer, ni lo apretado que estábamos.
Cuando llegamos, nos mandamos como panchos por
nuestra casa, cosa que siempre hacíamos. Allí nos encontramos a mi tía Gabi
sentada en las gambas de mi tío, a los besos, manoseos y mimitos. Se los veía
encendidos, al punto que ni escucharon que mi madre golpeó las palmas en la
puerta. Pero mi tío reaccionó de inmediato. Creo que le dio un pellizco a Gabi
para que se incorpore. Luego él se levantó y nos saludó algo avergonzado,
diciendo que se le hacía tarde para irse al laburo. Era posible que sea cierto,
ya que es taxista y tiene auto propio. Pero mi tía y mi madre no le creían
demasiado. Siempre las escuché discutir por lo mismo. Para mi madre, el nabo de
mi tío le metía los cuernos, pero mi tía lo defendía a capa y espada. Después
todo quedaba en paz, como una nube disuelta en el cielo, y listo.
En efecto, mi tía nos recibió alegre, y
enseguida se puso a organizar el almuerzo, mate de por medio con mi madre. Yo
me puse a jugar con mis primas más chicas en el patio. Cuando quisimos acordar,
estábamos comiendo como desaforados unas hamburguesas con ensalada. Se habían
hecho las 2 de la tarde cuando la tía abrió un vino para compartir con mi
madre. El calor era demoledor. Por eso le pedí permiso a la tía, una vez que
terminé de limpiar mi plato para tirarme debajo de la parra que tiene al final
del patio. Entonces, tendí una manta en el suelo, apagué mi celular para que
mis amigos no me manden boludeces al whatsapp, y busqué cerrar los ojos un
rato. Pero mi prima de 10 años, cada vez que me veía a punto de dormir, se me
tiraba encima, me pellizcaba o me tiraba agua con un vaso. Honestamente nunca
había sido tan cargosa conmigo, ni yo la había mirado bien. Tenía una remerita
apretada y mojada. Eso hacía que se le noten con perfecta fidelidad el
desarrollo de unas tetas prometedoras. Para su edad ya las tenía un poco
grandes. A lo mejor porque ya era media gordita. Entonces, como si no se puede
con el enemigo lo mejor es unírsele, me puse a jugar con ella. Solo nos correteábamos,
nos tirábamos agua o nos empujábamos para ver quién se caía primero. Cuando la
levantaba del suelo aprovechaba a tocarle las gomitas, le apoyaba el pito en la
colita o la presionaba contra mi cuerpo. Mi tía y mi madre me miraban mientras
le daban al vino con soda, pero no imaginaban los primeros calores que ya
empezaban a calentarme el pito.
Finalmente mi tía me sugirió descansar en la
pieza de Miriam, la mayor de las hermanas que ya no vive en la casa. La guacha
quedó embarazada de un vago sin identidad, pero al menos logró casarse con un
policía que no le hace pasar necesidades, y al parecer le dio su apellido al
nene. Pero enseguida recordó que seguro estaría hecha un desastre, con olor a
encierro y con la cama sin colchón. Para no hacerla sentir mal, le dije que no
se preocupe, que dormiría una siesta en una de las reposeras. Cualquier cosa es
mejor que dormir en casa. Entonces, mi madre y mi tía resolvieron llevarse a mi
hermanito y a mis primitas a la casa de mis abuelos. De paso les regalarían una
linda visita. ¡Por fin pude dormir, después de una noche con mis amigos y una
terrible maratón de video juegos!
Cuando todo era un silencio de cementerio, a
eso de las 5 y pico me despierto híper molesto porque a los drogones de los
vecinos se les ocurre poner música al palo, además de mandarse algunos tiros.
Es que, jugaba Godoy Cruz y Lanús, y los barras no podían ir a la cancha. Qué
suerte la mía, tener la casa de mi tía al lado de uno de los jefes del fútbol,
pensaba. No me queda otra que meterme adentro de la casa y recostarme en la
cama de mi tía. Me duermo casi sin esfuerzos porque la casa es pequeña. Solo 2
piezas habitables, la cocina comedor y el baño. Además no había nadie.
Creo que llego a soñar por espacio de media
hora. Es que, de pronto escucho música en la cocina, lo suficientemente fuerte
como para despertarme. Me levanto sacado, y descubro con cierto estupor a mi
prima Belén sentada en la cocina bajo el ventilador, en ropa interior y toda
mojada. No había manera de no quedarse pasmado mirándola con regocijo. Es
bonita de cara, mide 1,65 más o menos y no tiene ni mucho ni poco. Podría
decirse que lo justo y necesario como para que los pibes se agarren una buena
calentura, como la mía. ¡Y más así como estaba la turrita, con las tetitas frescas,
paraditas, y esa cola redondita atrapada en una bombacha no muy limpita que
digamos!
Belén se me queda mirando desafiante, mientras
se tapa con el mantel, hasta que pronuncia: ¡Eeee, guacho culeado, ¿Qué hacés
acá?! ¿No te habías ido?
¿Y yo por qué me tengo que ir? ¡Yo estaba
durmiendo como un bebé, y vos pusiste música, desubicada!, le dije fastidioso.
¡Bueno, pero date vuelta y dejá de mirarme las
tetas!, dijo divertida por mi respuesta.
¡Hace rato que te las vi, y no son gran cosa,
así que no te agrandes pendeja!, se me escapó, mientras sentía que la verga
latía bajo la presión de mi bermuda. Lo malo es que tenía cierre, y yo no traía
calzoncillo.
¡Bueeenaaa! ¡Seguro que la gorda que te comés
tiene más panza que culo y tetas!, dijo casi escandalizada, intuyo que molesta
por mi observación.
¡Sí, puede ser, pero también una concha que se
la come toda, bien apretadita!, le informé orgulloso. Ella no me siguió la
perorata, pero, tras un chasquido de su lengua se levantó como con carita de
celosa y se metió en su pieza. Yo opté por salir al patio y retomar la reposera
para echarme otro rato, después de lavarme la cara.
Belén no tardó en aparecer, ahora con un short
y una remera que apenas le cubría los pechos. Sabía que no tenía que dirigirle
ni la mirada. Conocía a Belén cuando andaba cruzada, y más cuando alguien la
comparaba con otra chica. Cuando la veo agarrar la manguera para regar el
jardín, yo le sigo los pasos y me siento al costado de la calle, bien cerquita
de sus movimientos para hablarle.
¡Che nena, ¿Qué pasó con el guacho que te
cogía?!, comencé.
¿Qué? ¿Qué mierda hablás tarado? ¡No sabés
nada de mí!, dijo salpicándome agua como para disuadir mi pensamiento.
¡Sí que sé, y no te hagas la boluda! ¡Me lo
contó la Daiana! ¡A tu hermana le das un alfajor y te cuenta todo!, le dije
mientras me fajaba con los mosquitos que amenazaban con agujerearme. (Daiana es
su hermana mayor)
¡Puta, la culeada esa no se sabe callar el
orto! ¡Ya la voy a buchonear con el marido, que cuando él se va ella tiene
visitas!, me confesó al mejor estilo manotazo de ahogado.
¿Ah sí? ¿Mirá vos? ¡No lo sabía! ¡Pero bueno,
¿Qué pasó con tu chongo nena?!, insistí.
¡Nada, cogíamos y todo bien! ¡Pero el flaco
tenía novia! ¡Y el otro día en la escuela la tilinga me vio cuando le chupaba
la pija en el baño de mujeres, justo cuando entró a fumar un pucho!, se
despachó con creces.
¡Eeepaaaa, qué atrevidita que sos pendeja! ¡Y
encima en la escuela!, la expuse, mientras me acomodaba el pito que ya me
reclamaba libertad, o al menos una sobadita.
¡Y bueno, vos al menos tenés para pagar el
telo nene! ¡Porque sos re platudo ahora! ¿No? ¡Nooo, ni creo que tengas
tarado!, me atacó sin atenuantes, mojándose la cola con la manguera.
Hubo un rato de silencio mientras ella regaba
y yo la veía actuar. De repente se mojó el pelo, y luego la remera para que se
le marquen bien las tetas. Hasta que empezó a decirme: ¿Y vos no tenés calor
nene?! Y me empezó a correr con su arma de agua letal por toda la vereda. Ni
nos importaba que nos vieran los vecinos. Yo le miraba de reojo las tetas que
se le bamboleaban con la misma determinación con la que ella se fijaba en mi
bulto en llamas.
Hasta que en un momento consigo quitársela,
justo cuando se tropieza con un ladrillo por andar descalza. Ahora yo la mojaba
a mi antojo, y así fui conduciéndola hasta adentro del patio nuevamente. Allí
nos sentamos en el pastito, agitados, empapados y muertos de risa. Ella estaba
segura de que cuando se cayó en la vereda, los vecinos que pasaron por el
frente le re miraron la cola, porque se le bajó todo hasta la mitad de sus
nalgas.
Entonces, ella recuerda que hay una cerveza en
la heladera. Yo me ofrezco a traerla, y pronto ya estábamos charlando otra vez.
¿Es verdad lo que me dijo la Lucía?!, me
preguntó, dudando de la palabra de su mejor amiga.
¿Con qué cuento te fue la tarada esa?!, le
dije, para que no le queden dudas de que me caía como el culo.
¡Me dijo que viste a los hermanos Rodríguez
cogiéndose!, se animó a decir luego de pensarlo un poco.
¡Aaah, es eso! ¡Sí, los vimos con el Fernando
cuando los fuimos a buscar para jugar a la pelota!, le confié, viendo cómo se
decepcionaba.
¡Jaja! ¡Me salieron putitos los dos! ¡Qué
mierda! ¡Y yo que les tenía ganas! ¡No sabés cómo me calientan esos giles! ¡Hasta
me hice una paja pensando en que los dos me chupaban las tetas en el baño de la
escuela!, me dijo, recordando que además de ser su primo siempre fui su mejor
confidente. Es bueno destacar que Lucía, Fernando, los hermanos Rodríguez, la
gorda Nati, Belén y yo vamos al mismo colegio. Por eso nos conocemos todos.
¡Y bueno, yo que vos un día les caigo a mirar!
¡Por ahí te invitan, y te comen las tetas, mientras se acogotan la gallina!, le
dije como para distender el momento, después de pasarle la botella para que
tome del pico. Me encantaba ver las gotitas de cerveza que no podía controlar
deslizándose por su mentón hasta perfumarle la remerita.
¡Callate bobo, y terminemos esto que se
calienta, como vos!, dijo sorprendiéndome.
¿Qué dijiste nena? Escuché bien?!, pregunté
por pura burocracia.
¿Sí nene, lo que dije! ¡Si ya vi que se te re
paró pendejito!, dijo lamiéndose el labio inferior.
¿Qué decís tarada? ¡No sabés nada!, le dije
como un nene avergonzado.
¡Sí que sé! ¡Cuando me quitaste la manguera,
me di cuenta, porque yo te apoyé la cola! ¡Un poco más y me atravesás la ropa
tarado! ¿Me querías agujerear la calza?, se esforzó por hacerme notar lo dura
que tenía la pija.
¡Bueno, es que hace calor, y el calor hace que
se te pare! ¡Vos no lo entendés porque sos mujer!, dije ridículamente.
¡Jaa, sí dale, el calor! ¡No me chamuyes
tarado!, murmuró por lo bajo.
Apenas nos terminamos la cerveza nos metimos a
la casa, un poco apabullados por los mosquitos. Además, la charla había llegado
al menos a incomodarnos. Como yo tenía terrible pachorra volví a tirarme en la
cama de la tía. Pero ella interrumpió mi tranquilidad con sus gritos.
¡No seas boludo neneeee, poné aunque sea un
toallón, que estás todo empapado! ¡Le vas a mojar toda la cama a mi vieja
inútil!
Ella misma lo puso mientras yo prendía un
espiral, y luego me acosté mirando a la pared, disfrutando de su ausencia
repentina. Es que, no demoró en regresar comiendo unas galletitas. La veo que
deja el paquete en el piso, y que se acuesta en la cama dándome la espalda,
imaginando que tal vez estaría agotada del calor. Algo adentro de mi espíritu
de curiosidades me obliga a darme vuelta. Entonces le descubro la espalda al
descubierto, y al bajar la mirada a su cintura, me pongo loco con su shortcito
corrido, ya que no tenía la tanga puesta. No sé cómo fue que, como si mi mente
necesitara armar el rompecabezas, descubro que su tanguita reposaba en la
mesita de luz.
¿Y tu bombacha?!, le dije casi al oído.
¡Acá está cochino!, me dice mientras me la
tira en la cara, paseándose la lengua por los labios. Yo me dispongo a olerla
como si nada, sin pensar en el resultado de mis actos. Estaba impregnada del
penetrante y dulce olor de su conchita con ganas de sexo, y un sutil resabio de
olor a pis que me enloquecía. Yo conocía su aroma porque la vida me dejó un par
de veces algunas bombachitas usadas por mi prima en el baño. Mis 16 años
estaban muertos de asombro por lo brillante que estaba en la parte de adelante.
Todavía se conservaba húmeda.
Ella se da vuelta con cara de circunstancia y
me mira a través de una sonrisa perversa.
¿Me la vas a devolver o no pajerito?!, murmura
con voz de gata.
¡Sí, tomá nena, está sucia, igual que vos!, le
dije para ver sus ojos enojados. Ella me la quitó, se la enredó en los dedos y
la tiró al suelo.
¿Vas a querer galletas? ¡Levantate y agarrá!,
me largó impaciente y de la nada.
¡Sí quiero, pero están en el suelo! ¡Alcanzame
un par!, le solicité.
¡No, dale, no seas pajero y mové la pija si
querés comer!, me gritoneó, sabiendo que tenía que encimarme a su cuerpo para
alcanzar el paquete. Pero seguro ella estaba deseándolo. Por lo tanto, me subí
sobre ella, y hasta que llegué a las galletas estuve un rato con mi pija bien
apretada contra su colita. Ella se levantaba un poquito para mejorar los roces
y las fricciones, hasta que agarré un par de galletas y volví a recostarme. Ese
procedimiento lo repetimos por lo menos 3 o 4 veces. Yo no podía disimular mi
erección, ni el frío por estar tan mojado como ella. No hubo palabras. De
repente, los dos hacíamos cucharita bajo la sábana. Durante unos minutos
estuvimos así, apretándonos, frotándonos con mi brazo bajo su cabeza.
¡Che, eso no se te va a bajar nenito?!,
preguntó mientras yo navegaba en el perfume que aún le quedaba en el cuello.
¡No sé nena, creo que no! ¡Hay que esperar
nomás!, le dije como buscando su solidaridad. Entonces, empezó a moverse,
pegándome aún más su cola, mordiendo mi brazo y lamiendo los dedos de mi otra
mano. Ella misma colocó mi otra mano en su cintura, y ahora yo también la
aferraba más contra mí. Hasta que tomó mi mano y la puso sobre sus tetas para
que se las amase.
¡La Daiana me dijo que cuando eras más chico,
te vio oliendo una bombacha mía en el baño! ¡Sos un asqueroso! ¿Qué hacías? ¿Te
pajeabas primito? ¿Apretame las tetas maricón!, decía, sin detener el ritmo de
sus refregadas, ahora con una de sus manos sobándome el pedazo, que ya me dolía
de tanta tensión.
De repente no pude aguantar más semejante
jugueteo. Me levanté y la acomodé boca arriba dispuesto a besarla toda. La
recorrí entera. Le chupé hasta los pies. Le mordí las rodillas. Le dejé toda la
pancita y las tetas babeadas. Lo único que se me prohibía hasta el momento era
todo lo que su shortcito escondía.
¡Uuuuh, primitoooo! ¿Hace cuánto que no la
ponés? ¡Parece que un montón, porque la tenés reee dura! ¿Qué pasó? ¡La gorda
no te dio el pancito en el cole? ¡Creo que es mucho más cortita que la del
tarado que me garchaba, pero más gruesa! ¡Oooooh, síii, mirá lo que es! ¡Mirá
lo que se está perdiendo ahora la gorda papona esa! ¿Te la culeaste muchas
veces?, decía en medio de mi besuqueo por su piel, con mi pija al aire en su
mano, y un río de saliva juntándose entre sus labios. Entonces, mientras se entretenía
pajeándome, yo le subí la remerita para comerme como un lobo esas tetitas
rosadas, frías y turgentes. Le encantaba que le muerda los pezones, porque
golpeaba sus piernas una contra la otra! Así que, luego de chuponearle las
tetas como se lo merecía, fui descendiendo hasta su cintura entre mordidas,
cosquillas y besos ruidosos, hasta que arribé a su short húmedo, un poco por el
agua de la manguera, y otro por su propia calentura. Luego de marcarle mis
dientes y labios en las piernas, y de jurarle que me re pajeaba con sus bombachas
y con las de Daiana, le saqué el short con su ayuda más que útil. Ahí mismo me
volví re loco al mirarle la vagina desnudita, carnosa, suave y perfumada. Se me
hacía que era perfumito de bebé, o de nena mientras mi lengua comenzaba a saborearla,
y sus gemidos a ensordecerme. Ella me agarraba de los pelos para que no me
abstenga de penetrarla toda con la lengua, y me pedía algunos dedos en el
clítoris. Me encantaba no poder respirar por el tacto violento de su carne
sagrada en mi nariz, y que me apriete la cabeza con sus piernas, diciendo: ¿Esa
gorda cochina tiene la concha como la mía? O se mea encima cuando petea a tus
amigos? ¡La Lucía me dijo que es re sucia la papona esa!
En un momento retiré mi cara cubierta de sus
flujos, tal vez los originados por un orgasmo que la hizo retorcerse los
pezones y ponerse una almohada en la cara para gritar todo lo que quisiese.
Belén se bajó de la cama como pudo, y me instruyó sin ponerse colorada:
¡Sentate ahí guacho pijón, que me la quiero comer toda! ¡Quiero pija!
¡Dale, pero no lo digas, hacelo ya putita
sucia! ¡Seguro que te pondría más puta saber que tu mami te puede encontrar con
tu primito, no pendejita?!, le dije para enfurecerla aún más.
¡Si, obvio, que me vea chuparte la pija! ¡Hasta
la garganta la quiero, y no pares! ¡Llename la boquita, quiero leche!, decía
mientras se arrodillaba en el suelo, después de oler su propia tanga.
Entonces, le dio play a una mamada épica, con
un tema de los Pibes Chorros que sonaba en la cocina a todo volumen. Mi primita
se mostraba como toda una experta en la materia. Subía y bajaba con agresividad
por mi tronco todo ensalivado por las escupidas que me ofrendó, lamía desde la
base hasta la cabeza para detenerse en el orificio de mi glande, y volvía a empezar.
Me encantaba que me escupa como con asco, que se mande unas buenas gárgaras con
mi presemen y la saliva que le sobraba en la boca, y que me mordisquee los
huevos después de besuquearlos un poco. A ella le gustaba oírme suspirar,
pedirle que se la trague toda, que le diga que es una flor de putita, más que
la gorda Natalia. Era todo un espectáculo mirarla sonreírme con picardía,
mordiéndose los labios, o pajeándome la pija contra su carita, mientras decía:
¡obvio primito, nadie te la va a mamar así de rico! ¡Sino preguntale a tus
compañeros cuál es la boquita más lechera de la escuela!
Me volvía un demente que me pida la lechita
cada vez que se la sacaba de la boca, porque modulaba para mis oídos una
vocecita bien tierna, como la de una nena. Además, el riesgo de saber que mi
tía y mi madre estaban por regresar nos encendía aún más.
¡Dale primito! ¿No querías que te coma toda la
pija? ¡Dame toda la leche, toda en la boquita, dásela toda en la boca porfiii,
que tu primita tiene sed guachito, dale que soy tu putita!, me decía para
apurarme la leche y los jadeos más inauditos de mi corta existencia. Acabé con
una violencia que, alcanzó para repartir un poco en su boca, otros chorros para
su carita contracturada, los que juntaba con sus deditos para sorberlos, y otro
tantito en sus tetas coloradas de tanto que ella misma se las apretaba.
Realmente el frío de habernos manguereado
había desaparecido. En la pieza reinaba un vapor que nos hacía alucinar, un
olor a sexo que embriagaba, y una incertidumbre deliciosa. Yo me tiré boca
arriba en la cama con los ojos cerrados, para saborear el tremendo momento que
acababa de esfumarse, mientras ella decía que eran las 8, y que seguro todavía
la tropa no iba a llegar. Para asegurarse le mandó un sms a su madre, y ella le
escribió de inmediato que cenarían en lo de los abuelos. Aunque, sabíamos que
eso no era garantía de nada. De repente siento su boquita contra mi pija, y
algunos besitos por mi abdomen. Intento no darle bola, inmerso en mi mundo de
disfrute y relax. Luego siento que se sube a la cama, y que sin pedirme permiso
se me sienta sobre la pija para clavársela toda en la vulva. Recién ahí abro
los ojos para contemplarla mejor, justo cuando ella se sostiene en los agudos
de su propio grito: ¡aaay, síii, qué ricoooo! ¡La tenés re gruesa pendejo
putito, como me gusta! ¡Ahora dame pija de verdad, llename la conchita! ¡Tomá,
olé mi tanguita perro, dale que está sucia, como la concha de la gordita petera
esa, que no me llega ni a los talones! ¿Te gusta oler la bombacha de la gorda
Natalia?
Yo no tuve que hacer nada. Ella sola,
impulsada por la calentura que nos consumía comenzó a saltar para enterrársela
más a fondo, ofreciéndome su espalda y el panorama completo de su cola, la que
rápidamente me dispuse a enrojecerle a pura nalgada. Me fascinaba sentir y
mirar cómo mi pija entraba y salía de su conchita, y cómo las nalgas le
brillaban de sudor al chocarse con mi cuerpo. Pero de repente detuvo su galope
para permanecer sentadita, muda, agitada y toda clavadita.
¿No vas a hacer nada con tu primita pendejo?!,
me desafió sin limitaciones. Así que tomé la decisión de ponerla boca abajo
sobre la cama, sin privarle mi carne a su conchita, dejándole las piernitas
medio colgando, y le grité al oído: ¿Toda la querés putona? ¿Tan zarpada en
trola estás que no podés más de la calentura?
¡Síi papi, toda la quiero!, gimió con cierta
disfonía, y mis dedos en su boca.
¿Segura que la querés toda guachita salvaje?!,
intenté reafirmar para que no haya sorpresas.
¡Síii, dale puto de mierda, cogemeeeee!, me
aseguró su chillido constante.
¡Bueno putita, ahora te vas a tragar la leche
por la conchita!, sentencié. Yo me desordenaba por completo cuando la oía
insultarme o decirme cosas por lo bajo. Ella se calentaba más cuando le decía
que la gorda Natalia tenía olor a pis en la bombacha, y terrible olor a leche
en la boca.
¡Eso porque nunca me encontraste saliendo del
baño de los varones pendejo! ¡Esta semana te la mamo en la escuela si querés, y
te apuesto lo que quieras a que voy sin bombacha! ¡Yo voy a la escuela con olor
a pichí en la concha! ¡Me la re banco nenito!, me prometía, cuando yo la
bombeaba una y otra vez, cada vez más sacado y libre. Le arrancaba el pelo como
me lo imploraba y le marcaba las manos en la cola con mis chirlos y pellizcones,
además de darle unas cachetadas en la cara y de rasguñarle la espalda. Ella me
lo pedía con insistencia. Me gustaba pegarle, por puta y regalada. Sentir que
el calor de su conchita me abrazaba la verga casi al punto de derretirla, y ver
cómo se le deformaba el rostro con las envestidas que le forjaba me llenaba de
motivaciones, y me hacía doler los testículos como nunca. No pude aguantar
mucho más después de oírla decirme: ¡Ale, mi amor, quiero que me cojas siempre
asíii, como a una putita! ¡Que me toques en la escuela, y que dejes a la gorda
sucia esa! ¡No te cojas a otra putita! ¡Yo quiero toda la lechita de mi primo
para mí sola!
En cuanto sus palabritas enaltecieron mi
orgullo de macho y endulzaron mi ego, no logré separarme de su cuerpo y me vine
en leche adentro de su conchita preciosa. Ella cerró los ojos y se dejó
desmembrar en la cama, abierta y agitadísima, como sintiendo cada gota de mi
leche invadir sus paredes, satisfecha y con carita de enamorada, aunque también
de quiero más verga. Parecía que se dejaba transportar a un mundo paralelo, en
el que solo vivíamos nosotros.
Me asusté cuando vi sangre en la sábana y en
sus piernas. La belén no podía ser virgen! Todos mis amigos se la habían
cogido, y yo tenía pruebas irrefutables de eso. Desde fotos, videos, audios y
los testimonios de ellos, que es lo más sagrado. Entonces, ella misma me serenó
diciéndome que posiblemente, aquel sea el primer día de su menstruación.
Me fui a bañar algo fastidioso porque ella no
me quiso acompañar. De paso, y de bronca, le apagué esa música de mierda.
Cuando regresé a cambiarme a la pieza, ella seguía en el mismo lugar, con la
calma en los ojos, pero con el mismo aroma de hembra guerrera en la piel. En
ese exacto momento, en el que se me ocurrió preguntarle si le había gustado
coger conmigo, oímos el timbre. Todos habían llegado, y eso que aún no eran ni
las 10 de la noche. No sé cómo hizo la Belén para pasar entre todos, derechito
al baño, toda babeada, enlechada, en bolas y con las marcas de mis dientes en
las tetas. Tenía que ducharse, antes que la tía Gabi la descubra. Ella tenía un
olfato especial para saber cuándo su hija andaba putoneando. Fin
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Este es mi correo ambarzul28@gmail.com si quisieras sugerirme o contarme tus fantasías te leeré! gracias!
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Cafecito nacional de Ambarzul para mis lectores nacionales 😉
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