Ahora estoy en la cama, con las manos adentro de mi bombacha blanca, frotándome la concha como una desesperada, reviviendo en mi mente todas las cagadas que me mandé hasta llegar a tener esta realidad en mi presente.
Estoy embarazada de seis meses, con 19 años, sin trabajo aunque intentando cursar administración de empresa, y sin demasiadas cosas claras. Todo lo que sé es que aquella noche mi hermano y yo estábamos algo picado por el whisky, que me cargaba una calentura que no me aguantaba ni yo, y que él sólo había estado con una chica. De eso hablábamos justamente, y él se ponía mal porque pensaba que ser ciego era un impedimento para tener relaciones sexuales. No sé si me compadecí, si fue porque le vi el pito creciendo bajo su bermuda playera mientras me hablaba, o si me motivó saber que en el colegio especial al que asistió, cierto día una maestra le hizo una pajita en el baño. Me pidió que no dijera nada de ese asunto. Le prometí que no, mientras me sentaba a su lado con las gomas al aire, y calentita por la noticia. Me daba mucho morbo saber que no podía verme.
¡Che Nico, ¿Y esa señorita, cómo fue que te hizo esa chanchada?!, le pregunté.
¡Fue raro! ¡Yo entré al baño y, creo que ella estaba esperando a alguien, o acompañándolo, o algo de eso! ¡Cuando me bajé el pantalón pensando en que se había ido, porque cerró la puerta y me saludó, de pronto la puerta de mi baño se abre! ¡Siento que me baja el calzoncillo rápido, que me agarra el pito y me dice que me quede quieto! ¡Era ella, porque le reconocí la voz al toque! ¡Ahí me lo hizo, y hasta me olió el pito!, me explicó avergonzado.
¿Y nada más? ¡Dale, contame todo nene!, lo increpé mientras me corría un poco la calza.
¡Nada nena, solo eso! ¡Bueno, eeemmm, me dio un beso en la puntita, y me la sacudió un poquito! ¡Ahí empezó a apretármela, a subir y bajar con su mano y, de repente se las tomó!, concluyó.
¡Es una boluda esa maestra! ¡Te dejó más caliente imagino!, le dije incomodándolo, ya con mi mano sobre su cara.
¿Qué pasa Martina? ¿Estás bien?, me preguntó cuando me hacía la que me caía sobre su hombro.
¡Sí Niquito, solo que tomé mucho, y tengo calor! ¿Vos no?, le tartamudeé en el oído.
¡Sí, creo que sí, pero, vos estás con las tetas desnudas!, dijo al tocarlas sin querer, retirando sus manos lo más rápido que pudo, supongo que más avergonzado, por la carita de tonto que puso.
¡Hey nene, no seas cagón! ¡Dale, tocalas! ¡Son solo tetas!, le dije agarrándole la mano para avivarlo. Hasta que no lo soporté y me le senté en las piernas, poniéndole las tetas en la cara.
¡Chupalas Niquito, dale pendejito, que ya vi que tenés esto re al palo!, le decía abrazando su bulto en mi mano, usando dos dedos para rozarlo, cuando él solo frotaba su carita en mis gomas, como no sabiendo si hacerme caso.
¡Dale, mordeme los pezones, si ya sé que te gusto! ¡No te olvides que te vi oliendo mi bombacha en el lavadero, cuando mami te mandó a llevar mi ropa para lavar! ¿Te acordás que te re asustaste?, le recordé, y entonces su saliva se adhería a mi piel, sus labios rodeaban mis timbrecitos, sus manos torpes por no saber cómo actuar se aferraban a mi cintura, y sus gemiditos empezaban a prepararlo para mí. Le saqué la pija de su calzoncillo, lo privé de mis tetas por un rato y se las fregué en ese mástil lubricado por su propio presemen, el que seguro le hacía doler los huevitos y lo condenaba a suspirar. Sólo tuve coraje para darle tres chupaditas a su verga para nada despreciable, porque nuestros padres podrían levantarse y encontrarnos en el sillón.
Lo levanté de un brazo, le comí la boca y me lo llevé a la pieza. Fueron unos besos chiquitos, en los que hasta me animé a introducirle mi lengua en la boca. Nicolás no fue capaz de resistirse, y menos cuando cerré la puerta con llave para que todo sea nuestro. Le pedí que me saque la calza, le concedí el honor de sacarme la bombacha, la que se me antojó que se pase por el pito. Yo ya lo había desnudado entre besitos por todo el cuerpo. Por lo que ahora su poronga estaba más que dura y rebelde. Al verlo paradito a pasos de mi cama, no le di tiempo a que piense nada. Me arrodillé a sus pies, le di unos chuponcitos en la panza y en las piernas, le mordí las tetillas y, en un solo segundo de inspiración me metí su pija en la boca para succionarla, besarla, lamer su escroto, darle mordisquitos en la puntita, olerla y gemir cuando la tenía enterita, cuando subía y bajaba enardecida de su pene.
¿Qué te gustaría hacerme Niquito? ¡Yo quiero todo con vos! ¡Quiero probar tu leche, que me acabes adentro, quiero sentirte! ¡Siempre quise cogerte nene!, le sinceré en medio de la mamada que se ganó por chanchito, y por comerme las tetas como tanto lo necesitaba.
¡No sé Marti, quiero chuparte la conchita! ¡Eso nunca lo hice!, dijo nervioso, y entonces, su lechita fue un disparo criminal en mi cara, mi boca y mi pelo. Acabó muchísimo, y yo sentí que me mojaba más aún. Me pidió disculpas por no avisarme, y sin dejarlo procesar, lo arrodillé en el medio de mis piernas abiertas.
¡Te toca lecherito, chupame la concha ahora!, le ordené, y en breve tenía que sostenerme del ropero, porque al estar parada con su lengua intentando profundizar en mis labios vaginales, me era difícil conservar la estabilidad.
Cuando tocó mi clítoris le pregunté: ¿No te gustaría hacerme un bebito? ¡Quiero que me llenes la conchita de leche, y me dejes embarazada Niquito!
Mi hermano estaba entusiasmado con sus dedos inspeccionando mi vagina, pero yo me moría de ganas por sentirla dura, penetrante y así de gruesa adentro mío. Corrimos a la cama, lo empujé y me le subí encima. No hubo mucho por enseñarle. Su pija entró solita, fácil y sin drama. Lo hice gemir de placer cuando saltaba, gemía, le daba tetazos en la cara, le pedía que me las escupa con fuerza, y me le hacía la chancha como las boludas de las pornos que escucha. Siempre decía que un amigo le contaba lo que pasaba en esas pelis.
¿Te imaginabas que tu hermanita era así de tetona? ¿Que tenía esta concha, o que cogía así? ¿Te gustó como te chupé la pija nene?!, le cuestionaba irracional y morbosa.
¡Síiii Martiii, y te voy a dejar preñada nenaaa, te voy a llenar de leche putona, vas a ver!, dijo un toque antes de explotar como un montón de pasiones en una hoguera. Derramó un lechazo tan abundante como el anterior, el que me encremó la cara, y entonces, no me acuerdo cómo fue que terminó esa noche. Solo que amanecimos desnudos, él sobre mí, y con las sábanas meadas. Nico me juró que fui yo la que me hice pichí durante la noche, y que eso lo calentó al punto que se re pajeó y me acabó en las tetas.
Esa mañana volvimos a garcharnos, con tanto fuego y tan enloquecidos que de pedo logramos escuchar que mamá golpeaba la puerta para decirnos que la comida ya estaba servida.
Al mes y medio supe que estaba embarazada, y cuando se lo conté a Nicolás, los dos nos abrazamos y nos comimos a besos en el lavadero. Recién esa tarde volvimos a tener sexo, y esa vez yo apoyé las manos en la pileta, me levanté la pollerita y le dije que me la meta en la concha. Nico me dio con todo, mientras me moreteaba las gomas con sus dedos y me besaba la nuca. Volver a sentir su leche en mi interior fue como respirar debajo del agua.
No sabía que le diría a mis padres. Para colmo no tenía novio, y conociéndolos, pensarían seriamente en un aborto, o en dar nuestro bebé en adopción. Con el tiempo se me ocurrió decirles que fui violada a la salida de un recital, y que por vergüenza no quise hablarlo con nadie. Eso funcionó, y en especial porque les hice prometer que no investigarían nada.
Desde entonces Nico y yo nos cogemos como locos. Una vez le hice un pete a él y a su amigo, el que le narraba con lujo de detalles las pelis porno.
Justo entré a su cuarto cuando ellos tocaban la guitarra, y de la nada les dije: ¡hola chicos, qué raro que no están viendo una peli chancha… che, y vos le contás todo lo que pasa, y no se pajean mientras las ven?!
El pibe enseguida me interrumpe para ponerlo al tanto a su amigo.
¡Hey Martina, ¿Y vos creés que podés entrar a la pieza de tu hermano en tetas, y con esa tanguita toda metida en la cola?!
La carita de Nico festejó aquello con una sonrisa, y yo entonces cerré la puerta y me puse a gatear hasta llegar a la cama donde estaban sentados. Se las mamé un ratito a cada uno, y solo el pibe acabó en mi boca. Ni bien eso pasó dije con mi mejor voz de atrevida: ¡Nico, a vos te espero en mi pieza, en bombachita como te gusta!
Mi hermano no se hizo rogar mucho que digamos. A los minutos ya estaba encima de mí, mordisqueando mis tetas y cogiéndome celoso por lo que le hice a su amigo, bien cebadito, al punto que me lastimó la cola con sus uñas al pellizcarla con intensísima lujuria.
¡Quiero que te salga lechita de esas tetas nena, no aguanto más! ¡Quiero escucharte amamantando al bebé, y que te pongas gordita pendeja, eso me calienta mucho! ¡Quiero que te dejes la misma bombacha por días, y te mees en la camita de calentona nomás, guachita!, me decía percutiendo con su pija intransigente en el tope de mi vagina. Ni bien me la rebalsó con su semen, quedamos de acuerdo en que no podíamos exponernos. Nunca supe si le contó algo a su amigo, pero no creo que él se haya quedado con la espina.
Nico y yo cogimos en la cama de los papis, en el baño, arriba de la mesa la tarde que internaron al abuelo, en su cama repleta de mis bombachitas usadas, en el lavadero y en el patio. Claro que la que toma la iniciativa, siempre soy yo para protegerlo, por si hay alguien en la casa, y creo que me calienta más aún que sea ciego, con poca experiencia, y que tenga esa pija tan sabrosa para mi sed de petera. ¡Además se vive pajeando!
Gracias a mí, él anda sin calzoncillo, y yo con la conchita al aire en la casa, cuando uso falditas.
A medida que mis kilos me convertían en una gordita pajera, con nauseas y mareos, él se calentaba más. Me gustaba que se pajee contra mis tetas cada vez más hinchadas. Juro que tengo todas las ganas de que me haga la cola. A lo mejor hoy mismo se lo pido. Estoy esperándolo a que termine un trabajo para la facu, con la bombacha toda acabadita mientras escribo, me toco y fantaseo con que los dos le cambiemos el pañal al bebé para después cantarle una canción de cuna, y entonces cogernos toda la noche.
¡Me encanta vivir así de alzada con mi hermanito precioso! Fin
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