Yo no tuve ningún inconveniente en vivir con Mauro. Nos conocemos desde séptimo grado del primario, y somos amigos con todo lo que esa palabra representa para nosotros. Tenemos gustos en común, algunas bandas a las que fuimos a ver juntos, y nos fascina colgarnos horas con los videojuegos. ¡Creo que nada me excita tanto como competir con él en el FIFA! Yo siempre elijo a Boca Junior, o a la selección brasileña. Él prefiere a la Argentina, y como es hincha del rojo, sueña alguna vez con ganarme. Pero por ahora vengo invicta.
Me llamo Sasha, tengo 22 años, estudio ciencias económicas, y hasta que se declaró la pandemia, trabajaba en una veterinaria grande de San Justo, en la sección de atención al público. Es decir que hace cuatro meses y pico que no trabajo. Pero como estudio en capital, no me convenía irme a la casa de mis padres, que viven en Pergamino. Así que, como Mauro vive solo en su departamento, me sugirió quedarme con él. Mi relación con mis padres se volvió tóxica desde que elegí no llevarles el apunte con la carrera de abogacía. Además, nada me anclaba a Pergamino. Mi única amiga vive en Morón, y no tengo novio. Mis hermanos mayores se ocuparían de mis padres.
Entre nosotros, Mauro y yo, siempre hubo confianza para hablar de lo que fuese. Él sabía muchas cosas de mí, y tal vez yo igual. Sin embargo, a los dos meses del confinamiento, empecé a sentirme extraña. Por alguna razón me ponía de malhumor escucharlo hablar con su novia por teléfono. No lo podía evitar. ¡Tenés que calmarte boluda!, me repetía una y otra vez. Pero escucharlo tirarle besitos, decirle cosas empalagosas, o reírse como un bobo me sacaba de las casillas. No podía decírselo. Sabía que no tenía forma de encontrarse con Pamela porque, su situación era más que compleja. La chica Vive en Pilar, y sus padres son asmáticos y diabéticos, además de mayores de 60 años. Para colmo, la abuela vivía con ellos.
Mauro: Sasha es una guacha divina. ¡Todavía no entiendo por qué no le duran los pibes, o por qué nunca consolidó ninguna relación sentimental! Es cierto que es un poco exigente. Pero es simpática, preciosa, sexy, inteligente y de buen corazón. Es al menos unos 10 centímetros más bajita que yo, que mido 1,70, tiene el pelo castaño largo con algunos rulitos, unos ojos marrones muy intimidantes cuando se enoja, y usa un piercing en el labio inferior. Le gusta usar ropa ajustada, y últimamente, gracias al encierro que nos proporciona esta pandemia, la he visto usando ropa interior con encajes. Tiene unas tetas chiquitas comparadas con lo impactante de su cola, y cualquiera que le mire la boca, es una invitación a soñarla engullendo una buena pija con sabiduría. Ella siempre se jactaba de que nada le gustaba más que mamar una buena pija. Decía que podía estar horas lamiendo, babeando y chupando. Incluso me reconoció que jamás le dio asco tragarse el semen de ninguno. Para ella, todas las que no lo hacen son unas boludas. Solíamos tener esas charlas a menudo. Sólo que antes se daban en un bar, en algún pub, o en las reuniones con amigos en común. Pero ahora lo hablábamos entre nosotros, y eso, por momentos era muy excitante. Aunque yo jamás dejé de verla como a mi amiguita más copada del mundo.
Le propuse vivir conmigo hasta que todo esto del virus se termine. De paso nos hacíamos compañía. Además, yo tengo internet para que ambos podamos seguir cursando nuestras respectivas carreras. Yo estoy en tercer año de Arquitectura. Por la comida y los impuestos, a ella la ayudaba una tía, y tenía algunos ahorritos. Yo trabajaba por la mañana para un estudio contable, y con eso no las arreglamos bastante bien.
Ocurre que hace unos 15 días atrás, cuando estoy recalentando unos fideos para comer, Sasha no me hablaba. Le pregunté si se sentía bien. Me dijo que estaba perfecta. Sólo que no tenía ganas de hablarme. No la entendí, porque no creí haber hecho que le hubiese molestado. Seguí mirándola un rato más, sentada con un camisón desprendido, con sus tetas totalmente visibles, y le pegunté si iba a almorzar conmigo.
¡No, comé vos nene, que yo ya comí unas salchichas! ¡Me aburrí como la mierda esperándote! ¡Avisame cuando hables con tu chica, así organizo mi mediodía!, me largó sin ponerse colorada. Pero, ni bien terminó de cerrar la boca, los ojos se le humedecieron. Enseguida me acerqué a ella para abrazarla. Temblaba, sollozaba en silencio, y rechazaba mi contacto cuando quise abrazarla. Mi idea era pedirle disculpas.
¡Perdón Sasha, la re colgué! ¡Pero, no podés ponerte así! ¡Vos sabés cómo es la situación con Pamela! ¡Entiendo que estés enojada! ¡Dale, ponete bien pebeta, que ya pasó!, le decía masajeándole la espalda. Interpreté aquello como una escena de celos. Pero al mismo tiempo no me entraba en la cabeza. ¿Cómo Sasha iba a estar celosa de mi novia, si ella misma hizo mucho por nuestra relación? Sin embargo, preferí no hablar del tema, pensando que no se volvería a repetir.
Sasha: Después de ese mediodía, me dije que no podía ser tan estúpida. ¿Por qué había reaccionado así? Era cierto que Mauro se copó al menos una hora hablando por celu con su novia. Pero yo lo necesitaba, quería comer con él. Así que, empecé a moderar mis impulsos, aunque con los días se me tornó más difícil. Ese mismo día, a eso de las 11 de la noche, sin ir más lejos, cuando salí del baño me quedé petrificada en la puerta entreabierta de su pieza, escuchándolo susurrarle cosas a Pame por video llamada.
¡Sí mi chancha, te extraño mucho, y lo sabés! ¡Quiero cogerte otra vez en la mecedora de tus abuelos! ¡Manso polvo fue ese! ¡Cómo gemías putita, y cómo te movías!, le decía, con la respiración en el hueco de una emoción que yo no soportaba.
¡Heeeeey, qué cerdito que sos mi vida! ¡Yo también quiero que me hagas el amor en toda la casa, y que me vuelvas a morder las tetas, como lo hiciste cuando fuimos al parque!, le contestaba ella, sin saber que Mauro la tenía en altavoz. Se me ocurrió gritarle: ¡Che nene, sacale el manos libres a esa chica, que se va a enojar!, sólo para que se peleen. Estaba actuando de una manera adolescente y caprichosa. Pero, la vocecita de tonta de Pamela me irritaba cada vez más. ¡Y para colmo, me imaginaba escenas sexuales entre ellos! Sin embargo no dije nada, ni me animé a gritarles nada. Yo no era quién para meterme en sus vidas.
La siesta del día siguiente, fui a llevarle el celu a Mauro a su pieza. El pobre se había quedado dormido para intentar que se le pase el dolor de cabeza. Pero, como se trataba de Pamela, no tuve más remedio que pasarle con ella. Él me dijo que sólo le alcance el celu si era ella. La vez que no se la pasé, porque él estaba terminando una maqueta, me puso cara de culo, y me dejó bien en claro que, Pamela es siempre su prioridad. Pero, en esa siesta lo vi relajado, con una remera de Ciro y los Persas, y un bóxer negro que no lograba ocultar del todo la extensión de su pija parada. ¡Mauro estaba soñando con sexo, evidentemente! Me quedé un rato mirándole la pija, y un estruendo inapropiado de flujo irrumpió en el calor de mi vagina. Le di el celular y me fui corriendo a la cocina, ya que tenía miedo que él lo notara. Es que, yo andaba en bombacha y corpiño. Claramente no teníamos historia con andar ligeros de ropa entre nosotros. ¡Somos amigos, se supone! ¿Entonces, qué me estaba pasando? ¿Por qué me había mojado viéndole el bulto a mi mejor amigo?
Al ratito, recordé que había dejado la puerta de Mauro abierta, por salir corriendo. Así que, empecé a percibir que Mauro se agitaba, y balbuceaba algunas palabras que desde la cocina no entendía.
¡Gordo, te cierro la puerta! ¿Sí? ¡Y, bueno, cuando quieras pongo la pava para unos mates!, le dije, hablándole desde el umbral de su cuarto. Entonces, él sacó rapidísimo la mano de los adentros de su bóxer, y la irritable voz de Pamela pronunció: ¡Aaaay, hola Sasha! ¿Cómo estás gordita?
¡Bien bien, re al palo con la facu, y con hambre! ¿Vos?, le dije por mera formalidad, con la mano en el picaporte. Mauro estaba re incómodo. ¡Lo había pescado, tal vez teniendo sexo virtual con ella, o quizás en el proceso del pre calentamiento!
¡Bien amor, pero re triste, porque extraño a tu amiguito! ¡Imagino que se porta bien! ¿No? ¡No andará llamando a otras pibitas supongo! ¡Mirá que yo re confío en vos!, me decía en medio de una risita boba, la que cada vez me mortificaba más. Yo no sabía cómo zafar de sus preguntas.
¡Se porta bien Pame! ¡Siempre habla de vos, de todo lo que te extraña! ¡Bueno chicos, los dejo, así me pongo a trabajar! ¡Te cierro Mauri!, dije con determinación, totalmente lejos de la cámara del celular, y acto seguido cerré la puerta, mientras ellos volvían a hablarse con ese pegoteo en la voz, típico de los enamorados. ¿Cómo pude ser tan inconsciente? ¡Si esa chica me veía en bombacha y corpiño, como mínimo salíamos los tres en la tele por crimen pasional! Así que, no me quedó tora que encerrarme en el baño, mirarme en el espejo y regalarme una rica paja, hasta regarme toda la bombacha con un squirt que me sacudió desde el ánimo hasta los recuerdos más preciados. Intentaba no gemir, pero se me antojaba que los dedos que me frotaban el clítoris, eran los de Mauro, que entretanto seguía agitándose en su pieza. Podía escucharlo porque las paredes del departamento eran finas y poco envolventes. Me imaginé su pija ensuciándole ese bóxer hermoso, y en ese momento angelado fue que me acabé toda, temblorosa, muerta de rabia y celos, despeinada y calentita. ¿Cómo podría mirar los deliciosos ojos verdes de mi amigo otra vez, sin sentir culpa por haberme masturbado por él?
Mauro: ¡Gordita… yo… bueno, creo que tenemos que hablar! ¡O, bueno, yo por ahí tengo que decirte algo!, empecé a decirle a Sasha mientras tomábamos unos mates, después de haber hablado con Pamela. Ella parecía indiferente, aunque el brillo de sus ojos cambió ni bien introduje el tema.
¡Bueno, digo, vos sabés cómo son las cosas! ¡No da que aparezcas en bombacha para alcanzarme el celu! ¡Era una video llamada boluda! ¡La Pame me dijo que, que le dijiste que recién salías de bañarte, y te lo re creyó! ¡Pero, después, cuando viniste a cerrar la puerta, pudiste haberte puesto algo de última!, le dije, mostrándole mi anillo de compromiso.
¡Tenés razón gordo, perdón! ¡No sé qué me pasó! ¡Igual, nada boludo, me parece que no es para que armes tanto lío! ¡Es una bombacha nada más, o unas tetas, y son las tetas de tu amiga! ¡Se supone que ella lo sabe!, me decía, elevando cada vez más la voz, como si aquello le lastimara la garganta al pronunciarlo. Me reí de su reacción, y eso la exacerbó aún más.
¿De qué te reís tarado? ¡Supongo que no se habrá creído cualquiera! ¡Todo bien, pero esta también se supone que es mi privacidad, y vos, bueno, eso!, resolvió, como si hubiese algo más por decir.
¡Tenés razón Sasha! ¡Por mí podés andar en bolas si querés! ¡Pero, al menos que Pame no te vea! ¡Aparte, ella no se creyó nada! ¡En ningún momento te mencionó! ¡Sólo para mandarte saludos!, le expliqué, logrando al menos que mantenga un silencio incómodo por un rato.
¡Me voy a la pieza!, me dijo de golpe, y se levantó de la silla con toda la decisión de dejarme con la charla inconclusa. No se la seguí, porque yo también creí que estaba todo bien. Sin embargo, no quiso venir a cenar cuando la llamé. Así que fui a hincharle las bolas a la pieza. Me echó un par de veces, pero de repente me le tiré encima, sabiendo que estaba como mínimo en calzones debajo de su sábana, y me puse a hacerle cosquillas. Ella empezó a reírse, en medio de unas lágrimas extrañas.
¡No sé qué me pasa Mauri! ¡Por ahí la mierda del virus este, o el encierro, o qué sé yo! ¡Perdoname amigo! ¡Te traté re mal! ¡Soy una desubicada!, me decía entre hipidos, sollozos y risas intermitentes, porque mis cosquillas eran cada vez más suaves.
¡Tranqui nena, que a todos nos pega como el orto la cuarentena! ¡Olvidate, lo que ya pasó, ya fue! ¡Dale, vamos a comer, que preparé unos panchos!, le dije, y luego, me levanté poco a poco del calor de su cuerpo, ni bien noté que se me había parado la pija. Me odié por eso, porque Sasha no era la responsable de mi abstinencia. Entonces, después de verla salir de las sábanas con una bombacha celeste de encajes, me fui a poner la mesa.
Sasha: Aquel abrazo juguetón de Mauro me había puesto a mil. ¿Me lo había imaginado, o realmente sentí su pito duro contra mis piernas? Todavía zumbaba en mis oídos la voz de nenita inocente de Pamela, y ya empezaba a aborrecerla. Pero la pobre no era culpable de nada. Al ratito Mauro y yo librábamos un torneo de fútbol en la play, y le volví a ganar. Por eso le tocó lavar los platos. Mientras lo hacía, yo preparé una jarra de fernet, y a la media hora ya hablábamos pavadas, nos reíamos fuerte y canturreábamos los temas de un canal de música. Al punto que el vecino nos golpeó la pared para que bajemos la voz.
¡Che boludo, te juro que, yo, mañana mismo, si a vos no te jode, me compro un consolador por mercado libre! ¡No puedo más!, le dije, re tentada de risa, en especial por la cara de inocencia que puso mi amigo.
¡Eeeeesaaaaa! ¡Por mí no hay problema! ¿Pero, tan desesperada estás como para comprarte eso?, me preguntó, intentando encender un cigarrillo. Yo lo veía con ese tatuaje divino que tiene el brazo, el piercing que brillaba en su ceja derecha, y esa boca que seguro sabe cómo mamar unos buenos pezones, y soñaba despierta.
¡Obvio nene! ¡Es más, te cuento algo posta! ¡Hoy, en un momento no aguanté más, y me tuve que pajear boludo! ¡En el baño!, le confesé, sin razonarlo ni filtrar detalles de mi intimidad.
¡Ta’ bien boluda! ¡Hacelo cuando quieras! ¡Sólo que, me parece gracioso que ustedes, o sea, que vos, que nunca fuiste muy de la paja, te hayas hecho una!, me largó, intentando controlar su risa estridente y contagiosa.
¡Hace más de tres meses que nadie me la pone Maurito! ¡Acordate que yo estoy solita!, le dije, escuchándome tan babosa como su novia.
¡Para ustedes es más fácil, porque se toquetean un ratito el pito, les salta la lechita, y listo! ¡En cambio, para nosotras, bueno, es un poquito más trabajoso!, agregué entonces, buscando sonarle seria, o convincente. Pero él no paraba de reírse, chorreándose fernet por los labios al tratar de beber.
¡Comprate ese pito nena, y hacete feliz! ¡Date el gusto de darte placer! ¡Es más, yo te lo regalo!, me dijo, y me enternecí al punto tal que otro hilo de jugos vaginales comenzó a formar una gotita en mi bombacha. ¡Quería con todas mis ganas que Mauro la vea correr, y me la limpie con la lengua!
La madrugada siguiente, me desperté muerta de sed, y decidí ir a la cocina en busca de un vaso de jugo. Para colmo, soñaba que ya tenía un consolador que vibraba en las manos, y que se lo mostraba a Pamela. ¡Por momentos sentía que si no detenía o controlaba mis sueños, me iba a enloquecer! Entonces, escuché la voz de Mauro, segundos antes de abrir la puerta de mi pieza.
¡Sí bebé, obvio que te extraño, y que te la quiero meter toda putita! ¿Vos no querés eso? ¿No extrañás que te pegue en la cara con la pija?, decía mi amigo, mientras otros gemiditos se le interponían. ¡El chancho estaba teniendo sexo virtual con Pamela en la cocina! De igual forma, yo no me amilané, y opté por ir hacia allí lo más silenciosa posible. De modo que, de pronto pude escuchar cómo Mauro se sacudía el pito, cómo se le agitaba el aire que respiraba y las palabras se le trababan, y cómo su novia le decía cosas como: ¡Dale amor, mostrame esa verga, mostrame cómo te tocás para tu cielito, dale amor, que yo también me muero de calentura, y de ganas de hacer el amor con vos!
No tuve que esforzarme mucho para admirar su pija al desnudo en vivo y en directo, cuando él se bajó el bóxer de un solo movimiento, y apuntó la cámara de su celular a su erección para que la tarada esa delire en un gemidito más que hilarante.
¡Mirala putita, así, mirala, imaginala entre tus tetas, asíii, imaginate que te la vas a tragar toda!, le decía Mauro, apretándose el glande con mucho cuidado, como si todavía no quisiera derramar su lechita. Pero entonces, el reflejo de la ventana me descubrió, y Mauro se paralizó de golpe.
¡Sashaaaa, ¿Qué onda nena?! ¿Necesitás algo?, me dijo Mauro, desencajado. Enseguida Pamela abandonó sus jadeos fingidos, y empezó a disculparse.
¡Uuuy, Sasha, qué vergüenza! ¡Disculpame gordi! ¡Pasa que, bueno, Mauro quería que, bueno! ¡Vos entendés!, decía más incómoda que la expresión violenta en los ojos de Mauro, que enseguida se puso el calzoncillo.
¡Tranqui chicos, que yo, solo venía a buscar agua!, les dije. Pamela estalló de bronca.
¿Pero, Cómo? ¿No estabas en tu pieza gordo? ¿Cómo vas a estar haciendo esas chanchadas en la cocina? ¡Me dijiste que Sasha dormía! ¡Qué pelotuda que soy! ¡Por qué carajo te habré creído!, decía Pamela al otro lado del teléfono, mientras Mauro buscaba explicarle que yo solo había ido a tomar un vaso de jugo.
¿Y qué hace tu amiga en bombacha? ¡Yo, al menos no ando en calzones ni en la casa de mis amigas!, escuché que le dijo de repente, cuando yo casi entraba a mi pieza. Mauro se fue encolerizando cada vez más, al punto que lo oí gritarle cosas, defenderme por momentos, y al fin cortar la comunicación, diciéndole: ¡Bueno nena, mañana, cuando estés más tranquila, un poco menos paranoica, por ahí hablamos! ¡Me voy a dormir! ¡Yo tengo que trabajar, y preparar materias! ¡Chau, y recapacitá un poquito!
Por un segundo me imaginé en los brazos de Mauro, dejándolo que me muerda las tetas, que me apoye la verga en el orto, o que me arranque la bombacha para servirse de todo el jugo que mi vagina comenzó a acumular desde que le vi el pito en la cocina. Pero, pronto, la furia de la discusión que se consumía, la madrugada alterada por mi imprudencia evitable, y seguro la calentura que mi amigo tenía por no haber podido acabar, lo condujeron a golpearme la puerta y gritarme desde afuera: ¿Estás conforme ahora tarada?
Mauro: ¡Basta Sasha! ¡Ya me pediste disculpas! ¡No quiero hablar del tema, ni quiero que hables con Pamela para explicarle nada! ¡Son cosas mías, y de ella! ¡Así que, te pido que estemos en paz, y hablemos de cualquier otra cosa!, le dejé en claro en el desayuno cuando me compartió su preocupación por lo de la noche anterior. De modo que, todo el día transcurrió como si nada hubiese pasado. Nos reímos, fumamos, escuchamos un disco, y luego cada uno se puso a estudiar lo suyo. Hasta incluso brindamos porque, a eso de las tres de la tarde, llegó el juguetito que ella había pedido por mercado libre. Ella se emocionó cuando se lo di, y me pidió al menos pagarme la mitad. Pero yo se lo prohibí.
¡Esto es tuyo, para que juegues en tu camita! ¡Es más, hay muchas salas de sexo virtual! ¡Por ahí, tendrías que probar!, le sugerí, poniéndola al tanto de las nuevas tendencias. Ella se rió con ganas, y me abrazó. Tal vez fuera porque yo estaba en short, y ella en bombacha y corpiño. Pero todas las alarmas de mi cuerpo se encendieron como un volcán. Incluso se me paró el pito. Deseaba que Sasha no lo hubiese notado.
Entonces, a eso de las 7 de la tarde se me ocurrió ir a la pieza de Sasha. Ella, tanto como yo necesitábamos una tregua en el estudio, y tomar un café con algo rico. De hecho, yo mismo bajé al mini mercadito a comprar unas facturitas. Pero cuando entré y encendí la luz, no supe dónde meterme. ¡L muy chancha estaba lamiendo el juguetito que yo le había regalado, apretándose una goma con la otra mano, y totalmente desnuda! ¡Incluso tenía su propia bombacha colgada del cuello!
¡Perdón amiga! ¡Sólo, venía a preguntarte si querés tomar un café! ¡Pensé que estudiabas!, le dije, supongo que riéndome de los nervios. No pude seguir mirándola, y cerré la puerta de su pieza.
¿Por qué no golpeaste chancho?, la escuché que me gritó.
¡Síiii, quiero un cafecito, con dos de azúcar!, dijo luego, mientras yo preparaba las facturas en un platito. Al rato los dos disfrutábamos de un café en la cocina. Se nos hacía difícil hablarnos. Ella, ahora tenía un vestido, sin corpiño, y yo no podía dejar de mirarla.
¡Che nena! ¿Puedo preguntarte algo?, le largué de una, mientras ella revolvía su café.
¡Obvio nene! ¡Pero antes yo! ¿Hablaste con Pame?, me dijo.
¡No, no hablé, y ya te dije que por hoy no toquemos el tema! ¡Pero, vos, o sea, ¿Pudiste acabar?!, le pregunté, yendo directamente al grano. Ella estalló en una carcajada con la que por poco se derrama el café encima.
¡Claro que sí nene! ¡Y, bueno, te tengo que confesar que, acabé cuando apareciste! ¡Pará, no me pongas caras! ¡Creo que, fue por el riesgo, el peligro que me encontraras haciendo eso! ¿Me entendés?, me dijo, con la sonrisa más amplia que le vi en meses. Yo no podía creer lo que me estaba diciendo.
¡Pero Sasha, nosotros, somos amigos loca!, le aseguré, confundido y acalorado.
¿Y qué tiene? ¡Boludo, yo cuando te vi el otro día, me re mojé! ¡Pero, no porque me gustás, o me calentás! ¡Somos amigos, pero también somos humanos! ¡Vos tenés pito, y yo tengo concha! ¡Estamos encerrados, sin sexo, sin ver a nadie! ¡Supongo que eso, por ahí, bueno, tendremos que aprender a manejarlo! ¡Pero solo eso!, se explayó, dejando que varias gotas de café le resbalen de la boca directamente al vestido.
¡A ver gordo! ¡El otro día entraste a lavarte los dientes, cuando yo estaba haciendo pis! ¡Eso, no lo hacen personas que no se conocen! ¡Nosotros tenemos la confianza! ¡Pero, por más que nos miremos desnudos, no nos vamos a atraer!, me decía levantándose de la silla. No entendía a qué quería llegar, y menos cuando de pronto se sentó sobre mis piernas.
¡Mir´á, ahora me siento arriba tuyo! ¿Vos sentís algo? ¡Lo único que tengo es el vestido, y la bombacha!, me decía, mientras rebuscaba algo adentro de su vestido. Hasta que la vi quitarse una bombacha blanca, y girarla entre sus dedos.
¡Ahora no tengo más la bombacha! ¿Sentís algo?, me seguía preguntando, sin dejar de reírse.
¡No entiendo a qué querés llegar!, le dije, sabiendo que Sasha no me gustaba como mujer, pero que en ese momento, si seguía un segundo más sobre mí, podría cogérmela toda la noche.
¡Me refiero a que, por más que seamos humanos, somos amigos, y además de ser amigos, sentimos cosas! ¡Pero eso no significa que nos gustemos, ni nada de eso! ¿Alguna vez, en todo este tiempo que vivimos juntos, se te dio por oler alguna de mis bombachas?, me preguntó de golpe, dejándome sin capacidades de análisis.
¡No nena, nunca lo hice!, le mentí, recordando que me había hecho tres pajas oliendo esa misma bombacha blanca que ahora giraba en sus dedos, otra color chocolate, y una rosadita con encajes. Entonces Sasha se levantó de mis piernas, y me dijo que no me creía, acercándome su bombacha a la nariz. No me quedó otra que olerla. Los dos nos echamos a reír enseguida, diciéndonos que éramos unos tarados, unos giles intentando demostrar cosas que no entendíamos. Lo claro es que el olor de la vagina de Sasha impregnada en esa bombacha me aturdió por un momento, y que el brillo de sus ojos parecía entristecerse cuando se bajó de mis piernas.
Sasha: Ya no me importaba nada. Decididamente estaba caliente con mi amigo. Pero no debía regalarme tanto, ni confundirlo, o generarle más problemas con su novia. Odiaba ver su anillo de compromiso, y que cada tanto intentase llamarla para hacerla entrar en razones. Hasta que a dos días del cumple de Pamela, las cosas entre ellos se reconciliaron. Aún así, yo germinaba pequeñas cosas en la mente de Mauro, aunque no estaba segura si él las notaba.
¡Mauro, voy a hacer pichí, porque me meo! ¡Además, me voy a sacar la bombacha, porque ya que estoy me voy a bañar!, le dije la tarde que él se afeitaba un poco en el baño. No me echó, ni le molestó. Más tarde, me llevé el juguetito para la cocina, ya bañada y con el pelo mojado, mientras él estudiaba en su pieza. Sabía que cada cuarenta minutos él venía a la heladera por una fruta, o por un poco de jugo. Así que, en un momento fingí que no lo había escuchado caminar hasta allí, y le permití que me vea sentada con el chiche sobre las piernas, y una de mis manos adentro de mi bombacha negra de encajes.
¡Hey Sashita, creo que, eso te va a poner más loquita si lo metés adentro de tu concha! ¡Perdón por interrumpir! ¿Querés un poco de jugo?, me dijo sin más, mientras yo fingía que me asustaba. Entonces me levanté de golpe, diciéndole que no con la cabeza, dejando que se me caiga la bombacha y el chiche de la mano. Lo vi llenarse los ojos con mi culo. pero no dijo nada.
A la hora de la cena, cuando lo llamé a comer unas pizzas, dejé mi bombacha y el chiche en la silla que suele usar para sentarse. Cuando los vio, yo misma le dije: ¡Dale, sacalos, y dejalos en la otra silla! ¡Total, el juguete solo tiene un poquito de mi saliva! ¡Y la bombacha está limpia! ¡Hoy no logré acabar!
Su cara se trastornó en una cómica sonrisa, y hasta vi que un trocito de la lengua se le escapó de los labios.
¡Nena, no podés ser tan cochina!, me dijo, y yo me senté a su lado para quitarle mis objetos, con la idea de ponerme la bombacha ante sus ojos. En ese momento solo llevaba un vestidito re apretado.
¡Pasa que, no sé, no es como un pito de verdad! ¡Cuando lo chupo, quiero que crezca más, que se pare, que le salga juguito de la puntita, que vibre como un pito de verdad, una pija posta! ¿Entendés?, le decía mientras me ponía la bombacha. Después comimos las pizzas, yo arriba de sus piernas. Sentí que su paquete se abultaba, y se lo dije.
¿Viste Mauro? ¡Ahora se te está parando el pito! ¡Y eso que somos amigos!, le expresé para desorientarlo. Pero él pareció hartarse de mí, porque me pidió que me baje de sus piernas, y después de decirme que soy una loca de mierda, se fue a su pieza. Esa noche lloré por primera vez. Muchos pibes me cortaron el rostro. Pero nunca nada me había dolido tanto como sus palabras. Al rato me pidió disculpas por SMS, y me dijo que mañana sin falta hablaríamos de su reacción.
Mauro: Entonces, llegó el gran día. Mi novia cumplía 23 años. yo me levanté a las 8 de la mañana, dispuesto a regalarle una video llamada. Pero había problemas con internet. Estuve como 10 minutos probando, llamando y puteando. Hasta que al fin decidí llamarla de la forma convencional. Para eso, tuve que regresar a mi pieza, que era el punto del departamento en que mejor señal había. Pamela estaba feliz por el regalo que ya le había llegado a su casa, por el desayuno que le envié, y por las publicaciones que hice en facebook para ella. estuvimos hablando un rato largo. Hasta que de pronto veo a Sasha parada en el umbral de la puerta. No le dije nada. Solo la miraba luciendo una bombacha roja y un corpiño haciendo juego, y con aquel pito de mentira en la mano, al que su boca de vez en cuando le daba algún chuponcito, o su lengua una lamida. Yo estaba recostado en la cama, por lo que no le sería difícil observar la dureza de mi pija bajo mi bóxer. Por eso me puse la sábana encima, y empecé a hacerle señas para que se vaya, mientras Pamela comenzaba a gemirme en el oído, ya que quería hacer el amor por teléfono. Entonces, Sasha se quitó el corpiño, y me lo arrojó en la cara. Pude leerle los labios cuando articuló: ¡Olelo, olé mi corpiño chancho!
Volví a pedirle que se vaya con más señas. Pero ella me tenía agarrado de los huevos. Sabía que no podía gritarle, porque acabábamos de arreglar las cosas con Pamela, y cualquier indicio que ella advirtiese de Sasha, la historia se complicaría tal vez para siempre.
¡Aguantá Pame, que yo todavía ni desayuné amor!, le decía mientras olía el corpiño de Sasha, quizás así lograría contentarla, y en una de esas se mandaba a mudar. Pero entonces tuve que leerle los labios otra vez.
¡Lamelo todo, pasale la lengua, dale chanchito!, dijo, antes de ponerse a lamer el chiche nuevamente. Entonces, comenzó a dar pequeños pasos, hasta quedar al lado de mi cama. ahí aprovechó a decirme el otro oído: ¡Hacé de cuenta que soy Pamela, o que ella está acá, y que ese es su corpiño!, y volvió a alejarse. Pamela seguía pidiéndome que le diga cosas sucias, y me preguntaba si tenía la pija parada. Sasha, ahora había empezado a bajarse y subirse la bombacha, moviendo las caderas. Hasta que se la quitó, y repitió lo mismo que había hecho con su corpiño.
¡Olela, dale, olela toda, y ponete ese corpiño encima de la pija!, dijo esta vez moviendo mejor los labios. La verdad es que, estaba cada vez más empalado. Por eso, no tuve formas de negar todo lo que pasó luego.
Sasha: Ya no tenía la bombacha ni el corpiño. Y, ver cómo mi amigo se apretaba el corpiño en la verga, y mi bombachita en la cara me puso más trola que nunca. Por eso, sin hacer el mínimo ruido para no alertar a su chica, me arrodillé para ocultar mi rostro bajo su sábana, y busqué a ciegas dar con el bulto de su bóxer. Sentí una de sus manos en mi cabeza, como si quisiera arrancarme el pelo a través de la sábana. Pero en cuanto abrí la boca, y mis labios le rodearon la puntita de la pija sobre su bóxer, noté que todo su cuerpo experimentó un relax renovador. Yo, por mi parte, descubrir su olor a macho empalado, encontrarme con que su bóxer estaba tan húmedo como mi vulva, y al fin tener algo vivo a poquito trecho de mi boca, me hizo gemir, además de sobarle el tronco con mis dientitos. Luego, empecé a bajarle el bóxer de a poco, con la ayuda de sus caderas que se levantaron, y entonces todo su pito fue mío. Se lo toqué con las manos, se lo olí y me lo froté por toda la cara. Le acaricié los huevos, y mis yemas ardieron en las brazas de su calentura. Luego volví a su tronco para presionarlo con dos dedos, mientras le escupía la cabecita, le di unos chuponcitos, manoteé mi corpiño para frotarlo sobre todo lo ancho y largo de su pija, y entonces atrapé su glande en mi boca. ¡Creo que me faltó poquito para mearme encima del celo que ardía en mi chuchita! Le colmé los huevos de saliva, y se los empecé a besuquear, al tiempo que lo escuchaba decir: ¡Asíii nenita, comeme la pija, toda adentro de esa boquita hermosa, me encanta darte la lechita mi amor, abrí bien la boquita, y usá toda esa lengüita de nenita puta que tenés!
Sabía que me lo decía a mí, a pesar que estaba teniendo sexo con su novia. Yo alcanzaba a escuchar sus gemiditos al teléfono por lo fuerte que tenía el auricular. Así que, seguí chupando, procurando no hacer ni un sonido, aunque me atracara un poco con su carne, porque finalmente mi cabeza empezó a subir y bajar como por un tobogán, con casi toda esa pija adentro de la boca. Tenía prohibido toser, o escupir como me hubiese gustado. Por eso, para ensalivarlo todo solo abría la boca para que me caiga la baba, o la escurría de mis labios bien pegaditos a su pito. ¡Mi amigo tiene la verga más deliciosa que alguna vez pude saborear! ¡Y eso que hice muchísimos petes en mi vida!
¿Te gustaría que te chupe la conchita pendeja? ¡Asíiiii, así lecherita, pedime la lechita, y vos también abrí bien las piernas, y sacate la bombacha si querés que te saque la calentura con la lengua!, dijo de pronto Mauro, cuando mi cabello se confundía con el vapor que se acumulaba bajo su sábana por todo el ejercicio de mi boca sedienta. Eso me dio una idea. Con todo el cuidado del mundo, me subí a la cama, y dirigí mis piernas al pecho de Mauro, sin abandonar el contacto de mis labios con su poronga. Entonces le murmuré, cuando sabía que Pamela no podría escucharme porque estaba prendida fuego con sus jadeos: ¡No te pido que me la chupes! ¡Solo oleme la concha, y yo te la sigo chupando!
Apenas sentí las brisitas de la nariz de Mauro contra mi sexo, mi boca empezó a saborear aún más esos jugos preseminales, a engullirme sus huevos y a pegarme con su chota bien parada en la cara.
¡Me encanta tu olor a concha nena, tenés olor a putita, a que la querés toda adentroooo, querés toda mi verga nenita!, le decía Mauro a su novia, aunque yo me sintiera mucho más identificada que ella. por momentos, Mauro se frenaba en sus consideraciones, porque Pamela se quedaba en silencio, o le recriminaba cosas que yo no oía con nitidez, por más que el tono de su voz le masacrara los tímpanos al pobre de mi amigo.
¡Bueno Pame, ahora te digo estas cosas, porque estoy re caliente con vos nena! ¡O sea, no tiene nada de grave!, le dijo en un momento, acentuando que algún cuestionamiento le había hecho. Pero de pronto sentí un dedo de Mauro en la entrada de mi vagina. Supongo que hasta Pamela debió haber escuchado el chapoteo cuando me lo metió, apenas cruzando el umbral de mi conchita. Estaba tan jugosa que, todavía me costaba no encajársela en la cara para que me la devore enterita.
Mauro: De repente empecé a fingir que se iba la señal. Consciente de que Pamela me escuchaba perfectamente, le dije que de igual forma tenía que ir a trabajar, porque el jefe nos solicitó una reunión por zoom, y tenía carácter de urgente. Pamela empezó a suplicarme que me quede con ella, a decirme que era un desconsiderado con ella en el día de su cumpleaños, y que si yo quería, podría hacerme el enfermo para el jefe. Mientras tanto, el olor de la conchita depilada de Sasha me convertía en un depredador inútil, ya que aún no tenía forma de chupársela como se lo merecía. Ya había demasiado oler su bombachita húmeda, sentir su boquita lamiendo mi glande, el calor abrazador de su saliva empapándome los huevos, su pelo fundiéndose en la piel de mi abdomen y mi pubis, su respiración silenciosa surcando senderos en mi escroto, y el jugueteo de su lengua caliente en mi intimidad. Pamela volvió a pedirme que no cuelgue el llamado, mientras una de mis manos comenzaba a acariciarle el tremendo culo a Sasha, apenas consciente de lo que podría pasar luego. Hasta que al fin, harto de los reclamos de mi novia, y una vez que me gané su última puteada, apagué el celular.
¿Qué hiciste tarado? ¿Le cortaste?, me decía Sasha, agarrándome la pija para pegarse con ella en la cara, acercándome un poco más la humedad de su vulva a la boca.
¡Todo esto es culpa tuya turrita! ¡Así que ahora callate!, le dije de pronto, manoteándola de las piernas para atraerla más a mí, y entonces permitirle a mis labios entrar en contacto con su vagina deliciosa. Apenas se la toqué con la punta de mi lengua, su boca volvió a abrirse para que mi verga delire con el estilo que tenía al petearme. ¡Se la tragaba casi toda, y usaba sus dientes de una forma que, solo podía pedirle que me la siga mamando! Pero no quería ser un cerdo con ella. ¡Es mi amiga, y las cosas estaban bastante confusas como para que yo la considere una putita!
Sin embargo, una vez que mi lengua resbaló en su conchita, y reconocí que me encontré con su clítoris, empecé a succionárselo, al tiempo que ella, ahora libre de cualquier expresión, se atoraba con mi pija rozando algunas veces la faz de su garganta. Tosía, se la sacaba de la boca para respirar y luego volver a ordeñarla, hacía unos ruiditos como de arcadas deliciosos, y me pedía, cada vez que podía: ¡Chupame nene, chupame toda, comeme la chuchi amigo, asíiiii, lameme toda, imaginate que soy la Pame, que te estás comiendo su concha, y que es ella la que te está haciendo un pete!
en el momento en que un chorro de flujos golpeó mi mentón, que las paredes de su vagina latían en mi lengua, y que dos de mis dedos transgredían su orificio para hacerla gemir un poquito más, empecé a sudar, a tiritar sabiendo que ya no había forma de escaparle a mi destino. Entonces, apenas pudiendo articular palabras con su conchita salada en mi rostro, me sacudí en un espasmo furioso, mientras mi leche le colonizaba la boquita y la garganta. Ella me apretaba la cabeza con sus piernas mientras gemía en una especie de gárgara, tosiendo y oliendo, babeando y lamiendo hasta las sábanas. Supongo que no quería desperdiciar ni una sola gotita de mi semen. Me sentí en la gloria. No tenía manera de cambiar las cosas, y por otro lado, no quería hacerlo. Sasha seguía pidiéndome lengua y dedos para su conchita, y cada vez fregaba con mayor determinación su pubis en mi rostro. Ni siquiera sabía si lo aceptaría. Pero yo, mientras continuaba lamiendo su clítoris, le di unas cuantas nalgadas, y resultó que ella empezó a pedírmelas con la misma intensidad con la que frotaba sus tetas en mis piernas. Mi pene no abandonaba su erección, aunque yo lo sentía debilucho. Sin embargo, el olor de esa conchita repleta de jugos, el calor de su culito cuando empecé a deslizarle los dedos por entre sus nalgas, sus gemiditos, y el besuqueo que emprendieron sus labios por mis piernas, poco a poco lograron llevarme a un nuevo estado de apareamiento.
No sé cómo fue que Sasha se levantó sin un mareo evidente. En ese momento le vi la cara toda babeada, con los labios blancos de semen, el pelo hecho un remolino, y miles de líneas de sudor en la frente. ¡Encima la guacha, mientras se frotaba las tetas con mi celular apenas lo recogió del suelo, se puso a lamer el juguetito que yo le había regalado!
¡La verdad amigo, no quiero que me lo tomes a mal! ¡Pero tu pija es muuuuuucho más rica que esta cagada! ¡Y encima, acabás un montón hijo de puta!, me dijo después de escupir el chiche para frotarlo en su vagina.
Cuando se dejó caer en la cama, supe que no había retorno, para ninguno de los dos. Le ofreció sus tetas a mi boca, y me ronroneó: ¡Dale Mauri, mordeme las tetas, como se las mordías a esa putita!
Sasha: Se lo pedí en el nombre de mi calentura, y el muy estúpido empezó a hacerlo. Me mordió los costaditos de las tetas, mientras yo le fregaba la concha en la pija. ¡Quería que me entre así, de repente, en medio del franeleo!
¡Dale pendejo, haceme tu puta, dale que somos animalitos, y ya m oliste toda la conchita! ¿Te gustó mi olor a perra? ¿Ella huele como yo? ¿Tiene olor a putita cuando te la cogés? ¡Asíiii, chupame los pezones, pegame en el culo perrito!, le decía, sintiendo sus dientes en mis pezones hinchados, la humedad de nuestros genitales todavía sin consumirse en el fuego de mi vulva, y sus primeros chirlos a mi cola. Me ardía, y quería más. Necesitaba una descarga de leche en la concha urgente. ¿Y qué otra persona podía ser más confiable para mí, que mi mejor amigo?
De repente, cuando sus labios succionaron mis dos pezones al mismo tiempo, su verga aprovechó uno de sus movimientos, y al fin penetró la entrada de mi vagina. Desde ese entonces, comencé a saltarle encima, a querer sentirla lo más adentro que pudiera, a clavarle mis uñas en el pecho, a darle tetazos en la cara, y a pedirle que me las escupa. Gemíamos como enamorados, y más desde que, mientras mi vagina se abría sin miramientos al grosor de su carne, sus manos me enrojecían el culo de tanto nalguearme.
Mauro: ¿Te gusta cómo te cojo? ¿Querés mi conchita pendejo? ¿Te calentaba verme en bombacha nenito? ¡Asíiii, quiero pija, dame pija amiguitoooo, no podía más de tanto mirarte el pito parado nenito! ¡Cogeme asíiii, sentime nene, Calentame bien la conchitaaaaaa!, empezó a gritarme. A ella le sonaba el celular, y evidentemente alguien me esperaba afuera, porque el timbre del portero se oyó dos veces, al menos las que recuerdo. Pero Sasha estaba indomable, agitada, con sus tetas repletas de mi saliva, su conchita rabiosa galopando sobre mi virilidad, y sus gemidos imposibles de acallar.
¡Asíiii guachitooooo, dame vergaaa, quiero la lechitaaaa! ¿Te juro que, si me metés un dedo en el orto, te baño la pija con mi lechita! ¿Querés que te acabe todo en la pija guacho?, me dijo de repente. La verdad es que yo no podía aguantar un segundo más. Pensé que sería hermoso que los dos acabemos juntos, que sus flujos y mi semen se hagan el amor adentro de su conchita. Con mi novia jamás habíamos podido lograrlo. Ella prefiere el sexo breve, y generalmente no le da bola al jueguito previo. Siempre me dijo que esas son boludeces de los sexólogos. Que si uno está caliente, eso debería bastar. Imaginé a mi amiga embarazada de mí, luego con mi pija en la boca, y enseguida con su culo comiéndose toda mi pija en el ascensor del edificio. Así que, cuando menos se lo esperaba, después de darle tres nalgadas bien estruendosas, le hundí un dedo en el orto, mientras ella se sostenía con las piernas para que mi pubis haga el movimiento indicado. De ese modo, mi pija la bombeaba, al mismo tiempo que mi dedo danzaba en su agujerito afiebrado. Entonces, pasó todo junto. Empezamos a mordernos los labios, agitados y gimiendo cosas inteligibles, mientras mi pija eliminaba torrentes de semen en el interior de esa conchita caliente. ella también tenía un orgasmo que le lastimaba la garganta por momentos, a juzgar por sus grititos. Creí que se estaba meando sobre mí por la cantidad de jugos con la que su vulva bendijo a mi pija, que todavía seguía dando coletazos para seguir expulsando semen. Aún así, su vagina no soltaba mi pija, y su pubis continuaba haciendo unos movimientos circulares que me volvían loco. Quise pedirle que se detenga. Pero entonces, sentí su lengua lamiendo mi cuello, acompañando a sus palabras envueltas en agitaciones comprensibles: ¡Ya está amiguito, nos sacamos las ganas! ¡Vos también me tenías ganas, y necesitabas descargar esa lechita!
Nuestros ojos comenzaron a encontrarse con la realidad, poco a poco, trazo a trazo. Su bombacha permanecía bajo mi cabeza, sus tetas y mi pecho tenían uñas y dientes marcados, y el sudor de nuestras pieles embriagadas contaminaban el aire de mi pieza. Apenas ella se levantó de la cama, esta vez sin poder ocultar su poco equilibrio, vi cómo descendían hilos de semen y flujos de su vagina, coloreándole las piernas y el suelo. Tenía la cola colorada, y yo, todavía conservaba una cierta rigidez en la verga, totalmente empapada. El olor a sexo nos enlazaba, pero mi cara era el claro reflejo de los aromas de mi amiga. Me sentí raro. Quería levantarme de la cama y comerle la boca. Tuve ganas hasta de cortar con Pamela, y de pedirle cualquier locura a Sasha. Estaba aturdido, movilizado, sensible y excitado. Pero, poco a poco, mientras veía que el sol en la ventana se burlaba de la cuarentena y de todos nosotros, cuando pensaba en darme un baño y en volver a las actividades, me di cuenta que todo había sido un error. ¿Había sido verdaderamente un error?
Sasha: ¿Mauro, tengo tres llamadas perdidas de Pamela! ¿Todavía no prendiste el celu?, le dije, después que salió del baño, envuelto en un toallón. Él reparó en ese detalle, y lo encendió de inmediato. Ahora nos mirábamos de otra forma. Él me deseaba, y no podía disimularlo. Yo también quería volver a cogérmelo. Me calentaba que tuviera novia, y que yo sea la dueña de su lechita, al menos hasta que la cuarentena se termine.
¡Tenés razón nena! ¡Somos animales, porque tenemos la necesidad de copular, de liberar tensiones sexuales! ¡Hace bocha que no cogía con la Pame! ¡O sea que, a los casi cuatro meses que llevamos de cuarentena, sumale, por lo menos, Cinco más!, me confesó al mediodía, mientras comíamos unas hamburguesas. Recién ahí abordamos el tema. Le veía el anillo de compromiso en la mano, y se lo quería arrancar con los dientes para escupirlo por la ventana. Durante esa mañana, yo había intentado estudiar, y él, tal vez concentrarse en su trabajo virtual.
¡Sí Mauro, es verdad! ¡Pero, yo no quiero confundirte! ¡Sé que estás enamorado de Pame, y que, bueno, lo que pasó, digo, si vos no querés, todo bien! ¡No vuelve a pasar, y ya! ¡Pero, si querés, es obvio que Pamela nunca se va a enterar!, le dije, sabiendo que en su mirada había un espejo que no podía mentirme.
¡Yo, yo pensaba en lo contrario! ¡Digo, nosotros somos amigos! ¡YO sé que vos no me vas a cagar, y yo tampoco lo haría con vos!, empezó a decir, con una especie de angustia en la garganta.
¡Uuuupaaaa, uuuuf, parece que a mi amiguito le gustó, cogerse a su amiguita!, le dije, riéndome con la naturalidad de siempre, abriéndole las piernas para que descubra el color de mi bombachita negra.
¡No sé Sasha, yo, yo tampoco quiero confundirte! ¡Pero, tenías razón! ¡Sos re buena petera guacha!, dijo, mientras se le ensuciaba el pantalón con un hilo de mostaza que le caía de la hamburguesa.
¡La verdad, yo no aguantaba más! ¡Te veía la pija, y, me decía: ¿Y por qué no?! ¡Tenemos confianza! ¡Además, como vos dijiste recién! ¡Somos animalitos, y tu olor a macho en la casa, bueno, imaginate!, me atreví a decirle, observando que me miraba las piernas.
¡Bueno, tu olor a hembra no se queda atrás! ¡Y, eso que, te lo juro que traté de no tocar tus bombachas! ¡Pero sí! ¡Me pajeé un par de veces con, una chocolate que tenés, y, bueno, con otras más!, me dijo, ahora un poco menos nervioso, tal vez aceptando las reglas del juego.
¡Ya fue nene! ¡No me voy a poner mal! ¿Somos grandes! ¡Me encanta que huelas mis bombachas! ¡Yo también olía tus bóxers! ¡Así que, ahora tenemos un pacto! ¡Cuando queramos, sabemos que podemos cogernos, sin censura! ¡Siempre y cuando, ninguno de los dos sienta remordimientos!, le dije, al mismo tiempo que me despegaba un poco de la silla, y mis manos agarraban los elásticos de mi bombacha para deslizarla de a poquito por mis piernas. Una vez que me la quité, la estiré en el aire, me la acerqué a la cara para sacarle la lengua a través de una de las piernas, y cuando vi el morbo reflejado en el rostro de mi amigo, se la arrojé en el pecho.
¡Quiero que la huelas, quiero verte oliendo mi bombacha!, le dije abriendo las piernas, y él no tuvo ni un reparo en levantarse y arrodillarse entre mis piernas para encender el juego, chupándome la concha como solo él me lo sabe hacer. Fin
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Este es mi correo ambarzul28@gmail.com si quisieras sugerirme o contarme tus fantasías te leeré! gracias!
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Cafecito nacional de Ambarzul para mis lectores nacionales 😉
!ambar!, yo quiero una amiguita como sasha!:. que bien se la tienen que haber pasado esos dos.
ResponderEliminarAmbar, a cada relato q leo tuyo mas me sorprendes, que belleza que,indo escucharte leer este.
ResponderEliminarte mande un mail el otro día, espero tus comentarios
beso
genia ya te que da corto, tendré que buscar algo mas fuerte
mas besos
¡Hola Marce! Qué raro! No me llegó ningún mail tuyo. recuerda que ya no uso el de hotmail. cualquier cosa, Reenviámelo al de Gmail que figura en los relatos. Y Gracias por tus comentarios! Me alegra que te gusten mis audiorelatos. Ya habrá otros nuevos! ¡Besooos!
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