Gordita chancha

Florencia y yo nos pusimos de novios en la facu, el primer año nomás. Los dos fuimos al secundario, donde no nos pasábamos ni bola. Estoy convencido que en la primer semana, tal vez aturdidos por la cantidad de compañeros de distintas edades, perspectivas y clases sociales, nos sentamos juntos para no sentirnos tan raros. Fue un flechazo tras otro, y no hubo forma de evadir al destino, que siempre intentó reunirnos. De hecho, la primera vez que cogimos fue en el baño de mujeres. Ella necesitaba que la acompañe porque se sentía descompuesta, o al menos ese fue el verso que me vendió.

Apenas entramos al individual donde yo pensaba en ayudarle con lo que me pida, la guacha me empezó a chapar, a morderme los labios y a tantearme el pedazo hasta sacarlo de la presión de mi vaquero para menearlo, apretar su tronco y agacharse más que decidida a darle unas lamiditas como bienvenida. Yo no lo soporté y le eché un polvo terrible contra la pared, sin bajarle la tanguita siquiera. No paré de bombearla hasta que cada gotita de semen se anide en el cerco de sus jugos ardientes, y ella me pedía la leche con unos gemidos apenas escalofriantes por su respiración agitada en su pecho. Teníamos 18, y las hormonas nos conducían a tocarnos, rozarnos, besarnos t decirnos cositas lindas al oído todo el tiempo, y sin analizar contextos ni compañías.

El año siguiente, un poco más calmados, nos hicimos amigos de Marina, una chica gordita híper inteligente, divertida, amena, fanática del rock nacional y bastante emprendedora. Con ella nos agrupamos para resolver prácticos, resúmenes, monografías y todo lo que la facu nos demandara. Tenía 23 años, vivía sola en un departamento en Tapiales, muy cerca de mi casa, y entonces allí nos juntábamos, incluso a ver películas.

Flopy se llevaba genial con ella. Por eso con nosotros Marina se liberaba en todas sus expresiones.

Una tarde que, finalmente se nos hizo de noche de tanto estudiar, de repente Marina nos dijo: ¡Uy chicos, yo no sé ustedes, pero yo estoy re alzada! Tengo la misma bombacha desde ayer, porque no pude pasar a buscar mi ropa por el lavadero, y la verdad, ayer y hoy en la siesta me re pajeé leyendo relatos eróticos! ¿Ustedes, no leen esas cosas?

No sé cuál habrá sido mi cara, ni menos cuando Flopy dijo: ¡Yo sí, y me encantan! ¡Pero, no sé nena, nunca me toqué leyendo, y menos me dejé la bombacha tanto tiempo !¡Vos sos una cochina!

Marina enrojeció sus mejillas, pero siguió adelante.

¡no sabés lo que te perdés Flor! ¡es más, no sé cuando fue que lo hice por primera vez, pero me encantó hacerme pipí después de pajearme!

Los ojos de Flopy fueron dos misiles al corazón de su sincericidio, y entonces Marina nos pidió que nos demos un piquito. Yo me levanté del puf, con la verga parada por las confesiones de Marina, y le comí la boca a mi novia, que se sonrojaba por el alboroto de los pedidos de Marina.

¡dale Flopy, dejalo que te toque las tetas, y comele la boca perra!, dijo sin filtros la gordita que, se ponía de pie para no perderse detalles de nuestro chape enamorado, sensual y turbulento. Florencia me sacaba las manos de sus gomas cuando se las acariciaba, hasta que Marina nos distrajo.

¡Miren chicos, acá tienen mis lolas! ¡Yo me animo a mostrarles todo de mí! ¡Así que sacate la remera loquita linda! ¡Dale, y te amaso las mejores pizzas de tu vida!, dijo Marina acertando al punto débil de su amiga con una mueca de triunfo en el rostro. Yo fui el que le quitó la remera y el corpiño a mi bombona, y me dediqué por un ratito a lamerle esos pezones inocultablemente erectos, rosados y sabrosos. Flopy suspiraba nerviosa, tensa y poco convencida de entregarse al placer. pero su manito buscaba hacer contacto con mi bulto a la vanguardia, y su boca se relamía con su aliento coloreando a la ansiedad de Marina, que entonces retrucó: ¡sacale la pija de ahí adentro! ¡dale Flopina, agachate y mamaselá!

Flopy no estuvo muy de acuerdo en hacerle caso. De hecho le largó: ¡pará Nena, me parece que te estás zarpando! ¿querés que te hagamos una peli porno, acá en tu casa, y en vivo, boluda?

Sin embargo, sus dedos largos desabrocharon el botón y la bragueta de mi pantalón, y expuso ante los ojos de su amiga mi pene hinchado. Me hizo doler un poco cuando corrió mi bóxer porque me clavó las uñas, y eso las motivó a reírse, tratándome de maricón.

Marina se sentó en el piso a pegarle en el culo a Flopy, como si se tratase de un bongó, y se impacientaba porque, mi chica solo me pajeaba.

¡dale Flor, chupaselá ahora nena, pobrecito, mirá cómo la tiene!, decía mientras se descalzaba. Mi novia también estaba calentita, y se evidenció en las primeras chupadas, con las que me envolvió el glande con esos labios carnosos. Su saliva inauguraba ríos en el tronco de mi verga, su lengua me recorría hasta los huevos, su respiración se entrecortaba cuando su garganta era el tope para mis líquidos, y sus pómulos se ponían más rosados cuando Marina la motivaba con sus palabras y sus nalgaditas. Además nuestra compañerita se escupía las tetas y se estiraba los pezones, frotando su cola en el piso.

De repente, supongo que enfermo por los gemidos de Flopy, sus arcadas y atracones al convertirse en una devota de los sabores de mi pija, y sumado a que me lamía el puente que une al culo con las bolas, un sismo hormonal condujo a mi semen directo a la boca de mi amorcito, en medio de jadeos y de mis dedos torpes enredados en su pelo. Yo transpiraba con el pulso desordenado, y no podía entender las señas que le hacía Marina a Flopy. Hasta que la gordi se levantó y dijo  como presa de un terror insufrible: ¡nooo nenaaa, no te la tragues! ¡mostrame la lechita en tu boca, dale, porfiii!

Florencia la miró a los ojos con un poco de mi semen chorreándole del mentón y otro tanto en el cuenco de su paladar.

¡qué rico Flopy! ¿Te gusta la lechita esa no? ¡ahora quiero que se coman la boca, y que él la pruebe también!, impuso mientras le acariciaba las piernas.

Mi novia se decidió a ser su marioneta, y agregado a que estaba caliente por el pete que me regaló, se me tiró encima y encalló con prepotencia su lengua con mi acabada adentro de mi boca. La batalla de lenguas que se desató en medio de tanta saliva, mordidas y jadeos animales parecía encender aún más a nuestra amiga, que no sabía qué hacer con su mano izquierda. Quería tocarnos, pegarle en la cola a Flopy, meter sus dedos en el medio del fragor de nuestro besuqueo, o apretarse las tetas. La otra mano andaba en los adentros de su pantalón, y por cómo se contraían sus ojos, se colaba dedos de lo lindo. Pero de repente Marina nos detuvo.

¡paren chicos, que me hice pis! ¡no doy más! ¡quiero pija y conchita! ¡perdón, ya vengo sí? Me voy a cambiar!

Flopy se incorporó de inmediato para detenerle los pasos, y le dijo: ¡Basta Marina! ¡vos de acá no te vas! ¡nosotros tenemos hambre, así que te toca cumplir! Sacate el pantalón y ponete a amasar las pizzas, que nosotros te ayudamos! ¿no cierto gordo?!, me dijo confundiéndome del todo. Florencia me había contado que Marina era media perversita. Sabía que tuvo sexo con perros, que se la mamó a varios viejos, que se vistió de prostituta para acostarse con un profesor de la facu, que es fanática de las lluvias doradas, que estuvo en un cine porno oficiando de peterita para unos milicos, y que por supuesto, estuvo con mujeres. No entendía por qué mi novia ahora le seguía el juego, teniendo en cuenta que ella no estaba tan de acuerdo con los morbos de la gordita.

Finalmente, los tres nos pusimos a estirar la masa en la mesada, mi novia en corpiño y shortcito, Marina solo con un culote rojo y empapado, y yo en bóxer y remera por caprichos de Flor. Hablábamos de boludeces mientras amasábamos, bebíamos cerveza, yo de vez en cuando prendía un pucho para compartir, tarareábamos los temas copados que pasaban en la radio, y nos mirábamos con cierta extrañeza.

Desde que tengo memoria, siempre me fijé en las chicas flacas, no muy altas, y de piernas largas. Mi novia es más o menos así, aunque con un culo tremendo, bien parado y suave. Pero, por alguna razón me calentaban los rollitos de Marina, sus tetas de pezones grandes, su risa exagerada, su olor a pis cada vez más agudo, y la forma aniñada con la que le hablaba a Flopy.

¡che Flopina, si querés me cambio la bombachita y vengo! ¡soy re chanchita viste?!, le dijo de pronto con un dedo en la boca. Eso fue lo que germinó la lujuria en mi novia, que sin dejar de amasar me pidió: ¡Fede, pegale en la cola a la cochina, pero bien fuerte!

Aún sin comprender, me dejé llevar, y le di un chirlo, al que le siguieron varios, y uno más sonoro que el anterior. Florencia me pedía que no pare mientras ponía las primeras dos pizzas en el horno.

¡seguí Fede, dale duro a esa cola sucia y gorda, que le arda por pajera! ¡esoooo, más fuerte, dejásela colorada!, decía Flopy mientras llenaba los vasos con cerveza.

Hasta que pronto le dijo: ¡Marina, vení corazón, que ahora te quiero conmigo!

Flopy se sentó a esperarla, y en cuanto Marina se puso a beber del vaso que ella le ponía en los labios, le dijo: ¡quiero que me saques el corpiño, y lo lamas todo cochina!

Marina no solo cumplió con su pedido. También se ganó una cachetada por escupirle las tetas desnudas. Pero lamía, besaba y mordisqueaba ese corpiño de encajes con tantas ganas que Flopy no dudó en solicitarle más fetiches.

¡quiero que te sientes en el suelo, que me descalces y me chupes los dedos de los pies, y uno por uno! ¡dale puerquita!, le expresó, mientras yo vertía salsa de tomate en un cuenco para condimentarla mejor.

Apenas las zapatillas y medias de mi novia se amontonaron bajo su silla, Marina empezó a saborearle los pies, desde sus tobillos al dedo gordo, con una tormenta de besos, lamidas y succiones que ponían en jaque a los gemidos de su amiga. Flor se tocaba las tetas, abría mucho las piernas para rozarse la tuna, y le pedía que no pare.

¡chupame bien nena, y dejame que te acaricie las gomas con los pies! ¡dale guacha, y comete mis deditos, mordeme los talones, dale pendeja!, decía mi Flor, ya con mi pija hinchada en una de sus manos. Me la pajeaba sumida en un éxtasis desconocido. Me pedía que le pase la lengua por toda la cara y que le haga tomar cerveza. Hasta que abrió las piernas, le sacó los pies de la boca a Marina, y gritoneó: ¡baaasta pibitaaa! ¡ahora desprendeme el short, oleme la conchita y la bombacha, todo pendeja, dale!

No hubo que repetir ni una sílaba. El olfato de Marina pronto era cautivo a los designios de mi novia, que le apretaba la cabeza para que no la separe de su mitad, y la manipulaba de los pelos para que se frote hacia los costados, y de izquierda a derecha.

¡así enana, lameme la bombachita, babeala toda, oleme, pajeame con tu carita, dale cerda, escupime, frotate toda en mi concha que te encanta!, la martirizaba Florencia, entretanto yo le comía las tetas y le hacía caminitos con mis uñas en la espalda para que se ponga más crazy, y le cubría la cara con su propio corpiño babeado por nuestra amiguita.

¡decí que no tengo ganas de hacer pis, porque te habría meado toda la carita putona!, dijo unos segundos antes de gemir agudito y sostenidamente en el altar de un orgasmo que la obligó a presionarle la cabeza a Marina con sus piernas. No hizo falta siquiera que le corra la bombacha, le toque el clítoris con la lengua o le entierre los dedos. Flopy tuvo una acabada gloriosa, singular y llena de sismos en la sangre, que la dejó mareada y temblando por un rato.

Pero, mientras recuperaba color, consciencia y claridad, dijo apenas ella estuvo de pie: ¡ahora quiero que le muerdas la pija encima del bóxer a mi novio putita!

Justo yo me lo había acomodado para echar un vistazo a las pizzas. Pero Marina me atrapó contra un aparador, se hincó ante mi bulto y, empezó a frotar sus tetas y su rostro, a olerlo, amasarlo y gemir cada vez que Flopy le preguntaba cómo la tenía de dura y parada.

Creo que lo peor que Florencia pudo haber dictaminado fue que, bajo ningún concepto yo debía acabarle en la boca como lo deseaba. Solo resistí un par de lamidas de Marina en mis huevos, unas escupidas y varios apretones a mi glande. Florencia le ponía el queso a las pizzas que estaban en el horno, cuando nos pidió que tomemos distancia. Y fue ni bien se puso de pie que nos condujo al sillón. Ahí los tres nos desplomamos uno sobre el otro, y no solo le lamíamos los dedos con queso a Flopy. También entre ellas se daban aceitunas descarozadas en la boca, se frotaban las gomas y me tocaban la pija. A esa altura Flopy ya estaba en bombacha, y se la metía bien entre las nalgas para que Marina y yo le peguemos en ellas.

Mientras poníamos la mesa, Flopy me pedía que le apoye la pija en la cola, a ella y a Marina alternadamente, que les manosee las tetas, y en especial a Marina que le dé besos en el cuello. Abrimos más cervezas, nos sentamos a comer y, ni siquiera lo exquisito de las pizzas parecía distraer a Flopy de su morbo insuficiente, ni a nosotros del suspenso que nos circundaba.

¡gordo, dale pizza en la boca a la cochina, y que te chupe los dedos!, me pidió Florencia con un beso en los labios y su mano inquieta en mi pija. Mientras yo alimentaba a Marina con una porción de tomate y albahaca, tenía además que chuparle las tetas y darle de beber cerveza de la botella. Flopy nos sacaba fotos, y a cada rato nos mostraba cómo se entangaba más la cola con su colaless roja.

Pero todo se fue a la mierda cuando Marina dijo, en medio de sus masticaciones: ¡quiero pija, y quiero que me chupen la conchita ahora!

Florencia pareció enfurecer de lujuria. Sus ojos disparaban chispas de un deseo invencible cuando por fin tomó la decisión de no retroceder.

¡dale amor, arrodillate y hacele lo que te pide, y comésela bien!

Ni le contradije. De hecho, me encantó que se acerque a chuparle las tetas al tiempo que yo ponía manos a la obra.

En cuanto mis rodillas tocaron el suelo, y mi olfato entró en contacto con el calor de su intimidad, empecé a frotarle la vulva, a enamorarme aún más de su olorcito a pichí seco, a separarle más las piernas, y a intentar penetrarle la vagina sobre la tela de su culote. Me enardecía oír los chupones de Flopy, los gemidos de Marina, y sus manos presionando mi cabeza, al tiempo que yo lograba despojarla del culote para abrirle toda la conchita con los dedos y la lengua con mayor simpleza. Marina también le comía las tetas a Flopy, que se dejaba castigar la cola por nuestra agasajada, le escupía la cara y le decía al oído: ¡gozá perrita, sos una gordita petera, chancha, y muy puta, que te encanta cogerte a los profes, lecherita sucia! ¡Querés pija! ¿No?

Pero de repente, luego de una especie de sollozo de Marina por intentar contenerse, negarse o lo que fuere, Flopy la obligó a hacerlo entre cachetadas, tirones de pelo y algunas mordiditas por los costados de sus pechos en cuanto la oyó decir: ¡quiero hacer piiiis, no puedo maaaaáas! ¡quiero ir al baño chicoooos!

Flopy se lo pidió casi como si se tratara de una necesidad impostergable, y Marina se hizo pis, mientras yo le comía la conchita y el culo.

¡meale la carita a mi novio putita, dale gordita suciaaa!, se inscribía en las paredes de la casa, mientras Marina llovía sobre mi cara, incluso algunas gotitas del anuncio de su orgasmo. Apenas el suelo se convirtió en un charco amarillo, Flopy se sacó la colaless, le pidió a Marina que la lama y saboree, y que dé a poquito se la meta enterita en la boca. Entretanto mi novia me besuqueaba la espalda manoteándome el pito. Yo no abandonaba mi lugar de privilegio sobre mis rodillas, entre las piernas de Marina. Me volaba el mate cuando me decía: ¿te gusta la meona esta no cerdo? Te calientan estas tetas gordas? Esa concha abierta y peluda? Y, cómo lame mi bombachita la nena de mamá?

Nunca mi novia me había pajeado con tanta desmesura. Entonces, el orgasmo de Marina llegó justo cuando yo le frotaba el clítoris con uno de mis pulgares, le palmoteaba la vulva empapada, la olía enceguecido, le besuqueaba las piernas y le mordía la panza. Al mismo tiempo Florencia le comía la boca, y le pedía que le meta un dedo en el culo para luego chuparlo juntas. Acabó justamente cuando mi novia le susurró al oído: ¿nunca una chica te hizo caquita en la cara o en las tetas guachita?

Los gemidos de Marina hicieron que mi leche se derrame en el piso, sin la necesidad de tocarme la pija si quiera.

¡síiii, me hicieron caca y pis en las tetas Flopyyy, pibas y pibes! ¿y vos también me la vas a dar?!, decía confusa, excitada, presa de un fuego descomunal y al borde de atragantarse con la bombacha de Flopy, nuestra compañerita, cerca de las lágrimas y sonrisas.

La pija no se me bajaba ni pensando en cosas horribles, cuando de repente Flopy se puso en cuatro sobre el sillón, y llamó a Marina con cierta urgencia. La gordita no podía ponerse de pie de lo aturdida que había quedado por culpa de su acabada. La ayudé a levantarse, le comí la boca por órdenes de Flor, y le di unas nalgadas para que acuda a los requerimientos de su amiga.

Flopy le meneaba la cola, se babeaba y sacaba la lengua, cuando entonces Marina se acomodó detrás de ella, y yo bien pegado a su cara, me agarró el pito para embriagarme con sus ordeñadas de ensueño, pero antes le instruyó a Marina: ¡pegame en la cola perrita, oleme el culo, lamelo y chupame la concha si querés, pero meteme los dedos en el culo, y la lengüita!

Pronto se oyeron azotes, besos profundos, lamidas, escupidas, respiraciones, ensartes de dedos y chasquidos de lengua, humedad, olfateadas, jadeos y frotaditas. En el otro extremo del cuerpo de Flopy, mi ser completo entraba en estado de shock al disfrutar de su lengua desde mi culo a la punta de mi pija. Me lamía los huevos y me llevaba al cielo. Pero mayormente la tenía en la boca, para succionar y dar unos saltitos que me enloquecían. Yo sentía que tenía cada vez menos espacio en su boquita golosa. Pero ella la quería por poco atravesándole la garganta, y eso propiciado por lo que Marina le regalaba a sus orificios. Cuando Flopy quiso que le dé unos chotazos en la cara, Marina le previno: ¡si querés hacer caca, avisame Flopina!

Mi novia, que ya era una nube de saliva y presemen, le dijo mientras se ponía de pie: ¡vamos al baño taradita! ¡vos te quedás acá gordito! ¿Dale?

Las dos se miraron un largo rato, Flopy con mi pija en la mano y Marina acariciándose las tetas.

¿estás segura Flopy? ¿me la vas a dar acá, en las gomas?!, dijo Marina, a punto de desordenarme.

¡sí nena, cuál es el problema?!, dijo resuelta Florencia.

¡pero, primero agachate! ¡y vos gordo, fregale la pija en las tetas, y cuando yo te diga, hacele pis, si podés!

Nada tenía un lugar en los estantes de la razón para ninguno de los tres a esa altura. Quería mearle las tetas, pero la tenía tan dura y parada que no me fue fácil. Finalmente hice pis para arriba, y Marina ponía la carita sobre la dirección de mis disparos, sacando la lengua, saboreándose toda, gimiendo, apretándose las tetas con las manos salpicadas con mis chorros y extasiada por los tetazos que Flopy le esparcía en la espalda. Ni bien concluí, Marina se puso de pie, y Flopy le dijo mientras le comía la boca con una lengua tan desatada como mi desconcierto: ¡Vamos chiquita, que ahora me toca a mí! ¿Sí?

Se tomaron de las manos y entraron al baño tan rápido que, no supe ni donde acomodarme, si esperarlas, pajearme, limpiar el caos del suelo y la mesa, servir más birra o poner música. No oí nada por unos minutos.

Entonces, se me ocurrió revisar el placar y los cajones de la pieza de Marina. Encontré de todo! Desde revistas pornográficas hasta látigos, disfraces, pañales, arneses, vibradores, collares, esposas, fasos, alcohol de todo tipo y, en uno de los cajones había varias bombachas usadas. No todas parecían ser de ella.

De inmediato salí de mi papel de investigador cuando escuché la voz de mi novia tan determinante como siempre.

¡dale, pedimeló puta, chupame bien el orto perra, y pedime lo que te gusta!

Acto seguido Marina acotó: ¡cagame las tetas conchuda, quiero que me cagues toda, dale putita!

No lo podía creer! Fui rapidísimo al baño, y por el resquicio que quedó porque, por algún motivo la puerta no cerraba del todo bien, vi a Marina tirada en el piso, y a mi novia sentada sobre sus tetas, haciendo fuerza y arqueando el cuerpo. Su vulva le enmudecía las palabras a Marina, mientras se abría los cachetes de la cola y gemía.

¡tomá putita, sos una asquerosa, sabelo, una inmunda, lecherita roñosa! ¡tomá mi caquita cochinitaaa!, gritó Florencia al tiempo que Marina la sacudía para que su cola se frote contra sus gomas. No fue mucha caca al parecer, porque Marina no se mostraba muy conforme. Pero en cuanto Flopy empezó a fregarle la vagina en la cara, un remolino de gemidos se entrelazó en la acústica del baño.

¡te meo toda putita, dale, tomate mi pichí pendeja, tomatelo todo!, gritó Flor, mientras acababa con un dedito en el clítoris, la lengua de Marina lamiéndole la vagina y haciéndole pis en la cara.

Se levantaron de golpe, empezaron a besarse frente al espejo y se reían, cada vez más serenas. Incluso hablaban del tema como de algo cotidiano.

¡ya sé que no te gusta, pero mataría porque me chupes las tetas con tu caca mi amor!, dijo Marina.

¡no mi amor, eso te gusta a vos nomás! ¡a mí me copa mearme toda y eso! ¡pero vos rompés todos los records! ¡aparte, también te gusta comerla?!, curioseó Flopy.

¡no, solo que, en ese momento me pone re loquita que me meen y me caguen las tetas! ¡che, soy un asco! ¡me doy una ducha y vuelvo, querés?!, dijo Marina, segundos antes de que Flopy salga del baño.

Se re dio cuenta de que la espié, pero no se lo comentó a Marina.

Enseguida oímos el agua de la ducha, y una musiquita que Marina seguro puso de su celular para que le haga compañía.

¿me viste gordi? ¡le hice pipí y caca en las gomas a la Marina! ¡es una chanchona tu novia, y tu amiguita una sucia!, me decía mientras colocaba mi pija en la entrada de sus labios pero sin succionarla.

Pronto fuimos al sillón, y mientras yo le contaba todo lo que le descubrí en sus armarios a Marina, la guacha se me subió para pegarme una cogida terrible.

¡cojamos fuerte gordo, que nos escuche la putita esa,  se pajee, dame pijaaa!, decía en voz alta la morbosita, dándome el sabor de sus pezones erectos y babeados por Marina.

¿te gustaría cagarle las tetitas a esa gordita sucia? Que las dos nos hagamos pichí en la boquita, y verla cómo se pajea toda cagada? ¿o más lindo, cogerla toda llena de mi cacona, y mearle el culo?!, me decía al oído para que solo lo disfrute yo, moviéndose como envuelta en una rabia sexual que hasta le robaba sus colores naturales.

Marina salió unos segundos antes de que mi leche sea una explosión irremediable en la conchita de mi novia. Estaba con el pelo mojado, en bombacha y con esas tetas limpitas, las que en breve me las imaginé con la caca de Flopy. Eso me hizo acabar con todo, al punto que los dos nos caímos al piso, y yo seguí bombeándola hasta que la inundé toda.

¡no me digas que ahora querés probar la lechita de mi novio de mi vagina chiquita?!, le dijo Flopy. Pero Marina no se animó a decir nada. Tal vez porque los celos de mi novia se reflejaron en sus ojos, y Marina advirtió que había ciertos límites.

Nos quedamos a dormir en su casa, luego de prometernos nuevas juntadas que no involucren al estudio. Después de todo, es bueno conocernos más y cultivar amistades peligrosas!     Fin

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