Loquitas por mí


Voy a contarles una historia subida de tono. Pero necesito compartirles lo que forzosamente viví. Me llamo Lucas y tengo 3 hermanas mayores. Yo tengo 16 años y ellas, Mily 19, Analía 21 y Pilar de 25. Son chicas medianamente lindas, aunque, como son mis hermanas jamás me había puesto a mirarlas con otros ojos. Pero puedo decir que sí tienen lo suyo.

Mily es la más llamativa. Tiene buenos pechos y mejor cola. Ella fue la que empezó todo, y sin un remordimiento.

Yo soy morocho, tengo ojos claros, mido 1,75 y hago natación. Nunca fui de acercarme mucho a las chicas, o al menos como los babosos de mis compañeros. Pero él verano anterior a que cumpliera los 15, todo cambió. Pegué un estirón y me creció un poco más la verga. Yo andaba más que contento. Creía que me iba a quedar pijicorto y sin minas por la vida. Alguien en mi familia se dio cuenta de este cambio el día que iba a darme un baño.

En casa tenemos una mampara de vidrio todo borroso, por lo que no se ve con claridad hacia adentro de la ducha. La cosa es que no se cierra completamente, y como aún no había encendido los grifos nadie se percató de mi presencia allí. Mi hermana Mily entró al baño como pancha por su casa, sin golpear ni nada, y me vio el amigo colgando. Se quedó paralizada, hasta que le grité: ¡Eu nena, salí que estoy yo en el baño! no te das cuenta?

Se despabiló y me bardeó, como siempre gratuitamente: ¡Ay, bueno che, ya me voy idiota!

Desde ese día me molestaba cuando no había nadie cerca. Me hacía chistes de todo tipo, pero en particular de mi pito. Ya medio que me cansaba, pero decidí no discutir y directamente ignorarla.

Pasó un tiempo, hasta que una tarde tuve que ir a pedirle algo a Pilar. También cometí el error de no golpear. Mis hermanas duermen juntas, y yo solo en otra habitación más pequeña. ¡Y menos mal, porque sino todo sería un desastre!

En el cuarto había un olor a concha que mataba. Analía justo se estaba cambiando la bombacha, y Mily en corpiño jugaba despreocupada en la compu, re enviciada con un juego de época medieval. ¡Dios, qué pechitos! Ahora fui yo el que se quedó atónito con la escena. Analía me gritó y me sacó a la mierda de la pieza. Ni siquiera me dejó hablar, a la vez que Mily me fulminaba con su mirada pícara, aquella que solía tener cuando deseaba algo.

A la hora, Mily golpeó en mi habitación, que permanecía cerrada con llave porque quería hacerme una paja como nunca, y tranquilo. Yo miraba videos de peteras en la compu, y su llamada me re cortó el mambo.

¿Qué querés?!, le grité, y ella me respondió con su altanería habitual: ¡Abrí, dale nene!

Le contesté que ahora no podía.

¿Qué pasa, te estás tocando nene?!, la oí decir con la voz acaramelada.

¡Dale, dejame entrar!, insistió.

¡No Mily, después!, le aclaré con la pija en la mano, y dijo que necesitaba urgente no sé qué carajo de mi biblioteca, y tuve que abrirle. La tenía re empalmada. Hasta un ciego se habría dado cuenta de la simple agitación que me cargaba. Entró rapidísimo. Me miró de arriba abajo. Noté que venía con un short re apretado que le hacía unas gambas espectaculares. De pronto dijo: ¡Sí, te estabas tocando, inmundo depravado!

Creo que de impulsivo le contesté: ¡Que, me la querés tocar vos?!, y me reí nervioso. Ella dijo, como burlándose de mi situación: ¡Dale, me encantaría!, y se rió con cinismo. Pero la saqué a los empujones de mi pieza de una. Necesitaba terminar de pajearme en paz.

Cuando acabé me fui a bañar. Esta vez casi me desvestí adentro de la ducha. Tenía miedo de mi hermana, aunque esta vuelta no entró Mily, sino Analía, a quien hacía menos de una hora había visto ponerse la bombacha.

¡Uy Luqui, perdón, solo venía a lavarme un calzón y me voy!, dijo extrañada.

¡Ana, por favor, tomatelás de acá!, pude articular, y ella replicó: ¡Bueno, la dejo acá y después la lavo pendejín!

¡Hacé lo que quieras!, le dije mientras la oía irse, cerrando la puerta bruscamente. Cuando al fin me quedé solo me abalancé sobre esa bombacha lo más rápido que me dieron las piernas. La olía mientras la pija se me paraba en medio de un dolor lleno de cosquillitas. No podía parar de pajearme! Intenté robarle hasta la última gota de su aroma, y luego en la ducha me pajeé como un animal. Creo que no pasaron más de 3 minutos que ya estaba pegoteado con mi leche. Jamás había conocido tan de cerca ese olor tan enceguecedor. Era el olor a concha de mi hermanita, y era su bombacha la que me llenaba de placer. Aquella paja fue, y es todavía una de mis favoritas.

Pasó un tiempo en el que nada sucedía. Todo se daba con normalidad. Milagros había dejado de hacerme chistes, y Analía procuraba no interrumpirme. Hasta que una noche todos salieron de casa. Ana y Mily con unas amigas en común, mis viejos a cenar, y, por lo que yo sabía, Pili no venía hacía ya 2 días a casa, y nadie tenía idea por dónde andaba. Ella era medio misteriosa. Así que me puse a ver una peli de suspenso en el comedor. La dejé en el Dvd, y mientras pasaban las colillas me dediqué a cocinarme algo.

Cuando la peli llevaba 15 minutos, llegó Pilar, y me jodió para que la empiece de nuevo. La puse otra vez, y picoteó de mi comida. Venía media borracha, y creo que también algo fumada. Esa noche conocí en ella los efectos de la mariguana. Vimos hasta la mitad de la peli, porque luego le dio algo que ella llamó persecuta. Como la peli tenía algo de terror no quiso ir sola al baño. Tuve que detenerla, correr para acompañarla y prenderle la luz. Le dije: ¡Sos una boluda grandota ya nena!

Ella solo se rió, se bajó la bombacha, ya que tenía una falda, e hizo pis frente a mí. Quise cerrarle la puerta. Pero me gritó para que no lo hiciera, pues, estaba muy mareada y no quería quedarse sola. Entonces la miraba mientras hacía pis, y se tiraba algunos peditos muerta de risa. Yo no me contuve y me reí también. Jamás había visto a Pili así.

Cuando terminó se limpió a las apuradas, y tuve que ayudarla a levantarse, porque le costaba coordinar sus propios movimientos. Parece que el alcohol le pegó para atrás mal. Entonces la llevé a su habitación, le abrí la cama y la acosté con bastante dificultad. Ese día la pieza olía rico, por lo que no me dio tanto asco estar allí. Odiaba el olor a esmalte de uñas, a cremas y perfumes mezclados. Pero esa noche, la pieza olía a flores, a un perfume rico. O tal vez eran las hormonas de Pili. Cuando logré sacarle la ropa y acomodarla entre sus sábanas frías, decido bajar y terminar de ver la peli. Pero en cuanto nota mis intenciones me pide que no me vaya, y que de paso le traiga algo por si llegaba a vomitar, puesto que la cama le daba vueltas. La odié por unos minutos. Fui a buscar un balde y lo dejé en el lado izquierdo de su cama. Agarré la silla de la compu y me senté a su lado con la esperanza de que se duerma en breve. Pero me sacó charla, y no pude más que seguirle el juego.

Me dijo que había salido con un pibe que resultó ser un estúpido, ya que ni siquiera la trajo de vuelta a casa y la mandó en un taxi, como si fuese un paquete de mercado libre, o una pizza especial. Así textual lo dijo ella. Yo me reía por dentro, pero más de sus resbaladas al hablar. Tenía la boca pastosa y los labios morados. Parecía un monólogo entre histérico, ebrio y desanimado. De repente quiso saber cómo me sentía yo, y si salía con alguien. Le sinceré que por ahora prefería estar solo. Necesitaba saber si era virgen, y con todo el valor que pude juntar le asumí que sí. Ella estalló en risas diciendo que Mily tenía razón. Sorprendido decido averiguar con furia: ¿qué te dijo Mily?

Pilar me pide calma, y me confiesa que Milagros le había contado de mi vergüenza aquel día que las vi en ropa interior. Le pregunto qué tenía que ver eso con mi virginidad, y se rió más aún diciendo: ¡Y sí nene, los vírgenes se huelen! ¡Así que nuestro hermanito todavía no anduvo jugando con su pito adentro de la chochita de una nena!

Me jodió valiéndose de los dichos de Mily, que juraba que yo tenía un buen pedazo.

¡Qué desperdicio! ¡el pelotudo con el que salí ni para eso servía!, dijo luego, haciendo enrojecer mis mejillas a límites insospechados.

¿Viste? Esa es la reacción de un virgen como vos!, agregó viendo mi incomodidad, y le pegué con una almohada.

¿Qué me pegás boludo? ¡Si el novicio sos vos! ¡Hacete cargo y cogete a una minita de una vez!, me gritó. Le pedí que no me cargosee más, y que no quería saber nada con el sexo, al menos de esa forma.

¡Si querés te podemos enseñar!, pronunció tocándome la pierna. Yo atiné a irme, rojo de nervios y lleno de temblores. En realidad estaba cagado en las patas porque, salvo por lo que veía en internet, me reconocía un ignorante en esos menesteres. Pero me imploró para que me quede luego de prometerme que no volvería a molestarme. Le di otra oportunidad, y hasta me dio algunas fórmulas de cómo tener éxito con una chica, de cómo calentarla y ponerla loquita. Fue divertido! Le agradecí la charla, y a eso de las 4 me fui a dormir, dejándole la puerta abierta por las dudas. Lo necesitaba porque, al parecer le faltaba un poco el aire.

Híper ansioso esperé unos minutos. Fui al baño, de vuelta miré por el pasillo y luego hacia adentro de su pieza. Pili se estaba masturbando con uno de mis bóxers que había perdido hacía unos meses atrás, a sus anchas y gimiendo bajito! No me veía. Así que disfruté como nadie de su momento más íntimo. No pude evitarlo. Empecé a tocarme por encima del pantalón muy suavemente, hasta que me la reconocí bien dura y parada. Me presioné la cabecita, me la mojé con mi propia saliva impaciente y comencé un sube y baja frenético pero silencioso, mientras veía a Pilar refregarse el bóxer por las tetas, las piernas y por su pubis.

Sinceramente Pili era la menos vistosa de las tres. Pero tiene ese no sé qué, algo que calienta a todos los tipos. De las 3 es a la que más flacos venían a buscar. Cuando sentí que no me faltaba mucho para acabar me fui a mi cuarto, feliz de estar descalzo, y ya adentro de mi cama me re toqué la pija, alzado como nunca, pensando en los consejos de Pili.

¡A las chicas les gusta que les apoyes el pito en la cola! ¡También que les mires las tetas, pero no como un baboso! ¡Si sabés besarlas, y aprendés a jugar con la lengua, vas a ser un ganador pendejo! ¡El clítoris de una mujer es muy sensible y delicado! ¡Pero si se lo sabés chupar bien, las guachitas se te van a arrodillar pidiéndote la pija nene! ¡Usá palabritas sucias con ellas, pero no seas guarango! ¡A todas les gusta que le chupen las orejas, o que le pasen la lengua por la puntita de los pezones!, resonaba su voz en mi pensamiento. Hasta que, a los 5 minutos de mi soledad masturbatoria, Pilar se abalanzó sobre mí, sin un previo anuncio, susurrando en mi oído: ¿no era que ibas a terminar de ver la peli?

Yo estaba con la verga hasta la garganta de dura. No sabía qué decirle, ni qué hacer. Se me ocurrió inventarle que me había dado frío y que preferí acostarme.

¡Esa es una respuesta totalmente ilógica nene! ¿Qué estabas haciendo? ¡Dale, decime tonto, o te saco la frazada! ¡Lucas, respondéeee!, me decía eufórica, hipando y agitándose, y de tramposa nomás me arrancó de un tirón el acolchado que me cubría, y me encontró con las manos pegoteadas en la banana. Me hizo cosquillas para que yo intente sacármela de encima y así poder verme desnudo, y la guacha lo logró.

¡Pibitooo, tenés una pija re copada! ¡Mily tenía razón!, dijo re babosa, como juntándose la saliva de los labios, y con los ojitos brillosos. No me di cuenta hasta entonces que traía las tetas al aire, y mi bóxer puesto.

¡eeeey, y vos, qué hacés con mi bóxer?!, le pregunté iluso.

¡Uy, me lo encontré por ahí, como vos te encontrás nuestras bombachas!, dijo mordiéndose el labio inferior.

¡Sí, claro! ¿Y por qué te masturbabas con él?!, averigüé.

¡Aaaah, me estabas espiando mocoso?! ¡Como si vos nunca te hubieses masturbado con las bombachitas de Mily, o las de Ana, o las mías!, inquirió con gesto curioso.

¡Bueno bueno, sí! ¡Es que sentí que te ibas a tocar! ¡Estabas re calentita nena!, le respondí arrebatado.

¿Ves? ¡Vos no tenés ni un pelo de boludo por lo menos! ¡Y sí, acabé dos veces en tu bóxer! ¿Querés olerlo? ¿Y, cómo sabías que estaba calentita? ¡Además, cómo le vas a hablar así a tu hermana?, dijo con voz de gata. Balbuceé que sí mientras se lo quitaba. Le veía la conchita toda depiladita y me salía más juguito de la punta porque, ella fue directamente a mamármela. Yo me quedé helado, atónito. Me la chupaba y succionaba como jamás lo había sentido en mi vida. Le grité que iba a acabar. Pili se la sacó de la boca y dejó que le caiga toda mi leche en las tetas mientras me apretujaba el pito, pajeándome rapidito. Estaba tan caliente que no se me bajaba, y viendo a mi hermana tan perra no lograba ni en pedo desempalarme. Menos cuando dijo probando gotitas de mi semen con sus dedos: ¿Querés dejar de ser virgen bebote?

Sólo me dejé empujar sobre la cama para sentir cómo Pili se metía toda mi verga hasta el fondo de su concha. Sentí algo sumamente calentito, húmedo y ansioso por donde mi pija se hinchaba cada vez más, cuando empezó a cabalgarme como toda una yegua. Siendo mi primera vez ya quería acabar a los dos minutos. En cuanto se lo advertí se salió de mi cuerpo, se escupió la mano y se mandó la saliva a la cola.

¡Nenito, cogeme el culo y dejame la lechita ahí!, me pidió lamiendo mi cuello. Dos bombazos en ese ano híper abierto y no pude más. Me fui en leche mientras sentía cómo ella por adelante se re pajeaba el clítoris y también gritaba por su orgasmo. Se despegó de mí y me agradeció. Luego manoteó cualquier cosa para cubrir su desnudez y se fue corriendo. Curiosamente no se tropezó con nada. Parecía sentir vergüenza. Yo no podía creer lo que había pasado. Esa noche me hice tres pajas más con mi bóxer y el olor de su conchita impregnado en él.

Al otro día ni nos hablamos. Supe que teníamos que hacerlo. Pero pasó otro día y nada. Hasta que una mañana de la semana siguiente, la agarré desprevenida. Ella no había ido al trabajo, Ani y Mily estaban en la facu, los viejos en el laburo, y yo iba al colegio por la tarde. Le pregunté si estaba todo bien, a lo que me respondió que sí, aunque se sentía algo confundida. Le había encantado que nos revolquemos así, pero no quería que eso perjudique nuestra relación de hermanos. Le dije que fue mi única experiencia y, que me había encantado. Ella se puso a llorar en mis brazos. La consolé y le devolví el abrazo más fuerte que encontré. Cuando se calmó dijo que esto no podía ser, que somos hermanos y, yo alcancé a decirle que opinaba lo mismo. Pero que por ahora yo me iba a excitar con ella, después de lo que pasó irremediablemente. Aquello no era tan sencillo de olvidar como ella lo imaginaba. Y entonces, me confesó que siempre que se me perdía un bóxer, era ella la que me los secuestraba. Dijo también que le sacó con tirabuzón a Mily lo de la tarde aquella, porque necesitaba saber si yo aún era virgen, y que siempre soñó con desvirgarme. Volvió a llorar mientras yo me asombraba incrédulo. Volví a serenarla, y hablamos de cualquier cosa. De hecho preparé unos mates y vimos una peli tipo comedia.

Pasó un tiempo, y nunca volvimos a hablar de lo sucedido. Pero el tema es que en una de esas noches de paja, recordando la bombacha de Analía volvió a mi memoria ese olor que no era como el de Pilar. El de Ana era mucho más penetrante. Justamente, en el canasto de la ropa sucia vislumbré esa bombacha, y la saqué, me la robé y comencé a atesorarla como un premio merecido. Todas las noches me hacía dos al menos, y acababa en ella. La lavaba, la colgaba en mi cuarto y volvía a dejarla sequita en el cesto. Así estuve como dos meses, hasta que cierto día Mily me descubrió. ¿Habría jurado que no había nadie! Pero ella entró sigilosa, y cuando me vio agachado de espaldas se me trepó para asustarme como solía hacer desde chiquita, y me pescó oliendo el calzón de Analía. Se re sorprendió porque, además yo la tenía al re palo y al aire en la mano. Pero enseguida denunció: ¿qué estás haciendo cochino?!

Entonces, tiré la tanga al piso, sin poder hablarle. Corrí del baño a mi habitación, y por supuesto, ella siguió mis pasos.

¿Qué onda, te calienta Ana? ¡Dale, decime puerquito!, me acusó. Yo no podía ni mirarla a los ojos. Sin lograr contener el bochorno en el que me había metido, le grité que hacía meses que me tocaba con la bombacha de Ana, porque se la vi puesta y sabía que era de ella, pero solo eso. Mily reaccionó inesperadamente al decirme ruborizada: ¿querés ver la mía? ¿Así después también la vas a buscar como un pajero desesperado a la ropa sucia?

De los nervios mezclados con calentura le balbuceé que no estaría mal.

¡Aaah, sos un chancho total, estás enfermito nene!, me condenó.

¡Mirala bien, es rosa y con una estrellita, pajerito! ¿Te gusta?!, agregó. Se la miré con cuidado, pero cada vez más al palo. De pronto dijo: ¡Y, qué te calienta de oler la bombacha de Ani?!, mientras la interrumpía sacándola de mi pieza como podía, con empujones y manotazos.

¡Andate Mily, andate nena, por favor!, le imploré. Pero no pude soportarlo más, y a los 5 minutos, seguro de que no iba a volver me vi unos cuantos videos de minas masturbándose y me pajeé dos veces seguidas. Luego me fui a bañar, leí algo para filosofía y me puse a jugar un rato en la compu.

A la noche bajé a cenar, y Mily del otro lado de la mesa me hacía gestos como si viese algo raro en mí. Me puse rojo como un tomate, aunque al parecer nadie lo notaba, y no paró de hacerlo en toda la cena, gozando de mi sufrimiento.

Cuando me fui a acostar entró a mi pieza y dejó su bombacha rosa en mi cama diciendo: ¡ahí la tenés, usada y todo, como te gusta!, y se fue como un rayo maléfico. Le grité que era una pelotuda y que se la lleve. Mientras se iba me decía que no, y que si se la llegaba a devolver le diría a Ani lo que hice con su bombacha. No tuve más que aceptar su soborno. Por dentro la deseaba más que a nada en el mundo, pero no debía demostrárselo. Además, vi cómo se la sacó, y cómo se la pasó por los labios antes de arrojarla en mi cama.

Cuando definitivamente estuve a solas en mi cuarto, cerré la puerta y me abalancé sobre esa tela delicada. El aroma de Milagros era aún más fascinante. Tenía tintes de olorcito a pis con flujito, y algunos pelitos rubios en la costura. Con la de Ana había aprendido a diferenciar los olores. Por eso la de Mily me enloquecía, me encendía al instante, y me instaba a tocarme como un perverso. Decía su nombre bajito, y le pedía que me asfixie con su bombachita, como si estuviese a mi lado. Le prometía comerle las tetas, llenarle la boca de leche y nalguearla bien fuerte, como una vez la escuché confiarle a una amiga, que eso es lo que más le excita que le hagan los pibes. Esa vez le acabé encima, en la parte de la vagina y escondí la bombacha.

Como a las 12 de la noche Mily vino por ella, cosa que no me esperaba. Le dije que la llevé al cesto de la ropa sucia para que se fuera. Pero a los minutos volvió con la insistencia que la caracteriza, reclamándomela porque no la había encontrado. Le repetí que no podía ser porque yo mismo la dejé allí.

¡A menos que te hayas acabado en ella, y ahora tengas vergüencita!, dijo, y otra vez mi inexperiencia me delató. Se dio cuenta que acertó con su idea y empezó a gritar: ¡dámela, dame la bombacha, o grito más fuerte! ¡Dámela ahora pendejo, Lucaaaaas!

Oí a mis padres decir desde abajo: ¿Chicos, todo bien?

Ella se encargó de alejar el peligro.

¡Sí ma, todo bien, vine a buscar algo a la habitación de Lucas!, dijo mientras yo la miraba re mal, y mi padre pedía que no armemos lío. Saqué su tanga de mi escondite y se la di para que me acuse de pajero con justa causa.

¡Sí, lo soy nena! ¡Pero vos me estás cargando? Si me dejás una bombacha usada, es obvio que me voy a calentar! ¡Me voy en seco si hacés eso tarada!, le dije, y se me re cagó de risa al tiempo que se iba. Después de ese día nada volvió a ser igual. Había una guerrita permanente de tipo sexual entre Mily y yo, en la que, digamos quién podía calentar al otro primero, y de esa forma uno se regocijaba en la sensibilidad y la impotencia del otro. Muchas veces generaba que ella supiese que la espiaba mientras se bañaba, y solo le paseaba la lengua por mis labios mirándola fijamente con cara de puro sexo. Disfrutaba viendo cómo sus mejillas se acaloraban de excitación, y después de mirarla un ratito me iba del baño, dejándola calentita. Luego esperaba a que ella se encierre en su cuarto para cambiarse y tal vez tocarse, tanto como yo en el mío. Pero ninguno debía saberlo, porque el que se evidenciaba perdía el juego. A veces la tentaba dejándola ver la erección eventual de mi pija. Yo le tocaba el culo con alguna regla o lápiz, le tiraba migas de pan entre las tetas, y nunca me cansé de robarle sus bombachitas. Las cosas que ella me hacía eran más zarpadas por su experiencia. A veces se me desaparecía un calzoncillo, y después lo encontraba en mi cama con su olorcito a concha. A veces venía usado, y otras todo acabado. Sé que ella me escuchaba entrar al cuarto y me miraba sin que yo lo note, así que ni me mosqueaba por intentar algo. Pero a la noche me mataba a pajas. Cuando cenábamos, ella me acariciaba la entrepierna con su pie descalzo. Yo no llegaba ni loco a hacerle eso! Cuando terminábamos de comer tenía que irme tapándome al baño.

El tema era que mis viejos veían algunas actitudes, y creo que eso nos excitaba mucho más. Mi hermana, momento que podía incomodarme lo hacía. Una vez vino a casa una compañera a estudiar, una chica que me gustaba pero no había pasado nada. Mily esperó a que yo me vaya a buscar un libro para hablarle, y en un pequeño acto de lucidez vi que le dijo algo al oído. Casi me muero porque hasta hoy no sé que fue, pero mi compañera me mira con otros ojos. Es mejor para mí, pero aún tengo pudor.

En esas guerritas que manteníamos con Mily, Pili se metió algunas veces, pero como no sabía bien lo que pasaba prefería salir de inmediato del juego, y nosotros seguíamos por poco lanzándonos rayos de lujuria.

El día que todo se fue a la mierda yo había faltado al dentista. Mis viejos laburaban, Pili lo mismo, y Ana estaba en la facu. Mily estaba en la casa, y curiosamente ninguno fue a la pieza del otro en esa siesta. Pero de repente, cuando bajé a servirme un jugo y me senté en la mesa, ella apareció debajo del mantel como una ráfaga. Me bajó rapidísimo el pantalón y el bóxer, empezó a chuparme la verga de una manera desaforada y glotona. ¡Dioooos, me encantaba lo que sentía! No paraba de gemir y respirar agitado. A ella la situación la ponía loquita. Al punto que me pedía toda la leche y me juraba que se la iba a tragar toda, como una nenita buena. Se me antojaba que hasta podría hacerme pis en su boquita si me lo hubiese pedido. Se tragaba mi pija hasta el fondo, haciéndome sentir su garganta estrechita, y eso me hizo irme entero y abiertamente en su paladar repleto de saliva. Ella no dejaba de succionar a medida que me la mamaba desesperada y jugaba con mis bolas. Me paró de un sopetón diciendo: ¡Movete nene!

Me llevó a la habitación de mis padres y me empujó con brutalidad en la cama. Así como estaba empezó a besarme el cuello y a decirme toda clase de chanchadas al oído, cosas como: ¡Pendejo de mierda, te cogiste a Pili y no me querés coger a mí? ¡Acaso no te gustan mis juguitos en tus bóxers, o mi olor a concha limpiecita, o mis tetas? ¡Quiero y necesito que me atravieses con esta pija dura y larga, quiero que me hagas sentir una perra, y más puta que a Pili!

Yo me dejaba hacer, sin atreverme a contradecirle. Agarró unos cordones de zapatillas y me ató las manos a la cama. Me chupó el cuerpo completamente y eso me hizo parar todo de nuevo. Me meneaba las tetas y el culo, pero no me permitía tocarla. No dejaba siquiera que intentase chuparle algo.

Pronto se sentó encima de mi pija y comenzó a moverse para adelante y atrás. Cuando notaba que gemía muy agudito se bajaba y volvía a acariciarme. Entonces se normalizaba de a poco. Me la chupaba otro ratito y se volvía a subir, pegándose más a mi cuerpo, friccionando sus tetotas en mi pecho. ¡Por dios, eso me hacía hervir los huevos de tanta leche acumulada!

Finalmente me desató y dejó que yo hiciera lo que me plazca con ella. Me abalancé sobre esos pechos increíbles y me los devoré a pedazos. Le mordí los pezoncitos oscuros que tenía mientras ella me pajeaba. Qué calentura nos cargábamos! Me agarró de la mano y me llevó al baño. Llenó la bañera de agua y me invitó a pasar, a la vez que me confesaba que desde que me vio el pito no pudo pensar en mí como en su hermano, y que hacía mucho que esperaba este momento. Así que me la subí encima con el agua calentita acolchonándonos, y me la empecé a coger con el deseo que me enseñó Pili. ¡Recién caía en la cuenta que Mily sabía que Pilar me había desvirgado! Es que, conducido por la lujuria se la clavé en el orto en lugar de penetrarla por la conchita, como lo tenía planeado. Con razón estaba tan tiradita sobre mí! Su agujero era tan estrecho, tanto que se lo colmé de semen en breve, porque ella contraía su esfínter y me la apretaba más. Enseguida me dijo que estaba muy alzada y que nada deseaba más que yo le coma la conchita.

Me puse sus piernas sobre los hombros, y apenas asomó su vagina en la superficie del agua se la empecé a comer. Me pidió que sea más dulce, y no tan bruto, que de a poco le chupe ese botoncito delicioso y, comencé a sentir cómo se relajaba y gemía suavemente, hasta que se volvió loquita tensionando todo el cuerpo. Le mordía los labios vaginales y le metía la lengua adentro. Me gritó que iba a acabar, y salió un chorro incesante de flujos, y solo le dejé mi boca abierta en la entrada de su vulva. Algo de sus jugos se mezcló con lo que había de agua en la ducha. Nos bañamos y salimos sin decirnos nada. Aunque nos re apoyábamos y comíamos a besos.

Ya en mi cuarto me di cuenta que no me sentía igual que con Pili. A Mily ya no la veía como hermana. Me re gustaba la guacha, y todo ese jueguito que tuvimos hizo que no deje de pensar en ella hasta que aquello sucedió. Por eso no me demoré en ir a buscarla para comérmela a besos, y ella no se resistió a mis desatinos. Estábamos enamorados y calientes. Qué más se podía pedir? Ahora cogemos a escondidas, y es hermoso. El tema es que también tengo que coger con Pilar, puesto que se enteró, y de alguna forma debo pagar su silencio ante nuestros padres. O sea que, sí o sí, una vez a la semana tenemos sexo con Pili, y con Mily cada vez que encontramos la ocasión. Espero que Analía pronto nos descubra, y también quiera sentir mi pija bien adentro de su sexo!      Fin

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