La realidad del añoro


Me fui a bañar con cierta prisa. Eran como las 17hs del domingo. Estaba llegando a tarde a lo de unas amigas, pero pensar en ellas, como mujeres, evocó un recuerdo que tenía bastante olvidado.

Lo que les voy a contar podría decirse que es el recuerdo más hermoso, de mi adolescencia, en la búsqueda de mi sexualidad.

Tengo 31 años, y soy heterosexualmente definida, pero creo que en algún momento de la vida todos tenemos una situación en la que la curiosidad, o un simple roce pueden volvernos la vista hacia el costado y encontrarnos allí parados con alguien de nuestro propio sexo.

Mi momento fue cuando tenía 16 años… ella tenía mí misma edad. Y mientras me bañaba empecé a recordar, creo que porque afuera llovía y la lluvia siempre me pone nostálgica.

Lima era, en esencia, una persona risueña, agradable, inteligente, divertida y muy hermosa. Su pelo, una cortina negra que le caía por la espalda. Su piel, trigueña, suave y lisa. Su cuerpo, de 1.70 más o menos, buenas piernas, lindos pechos y poca cola. Su cara, de ojos verdes, labios carnosos y pómulos altos. Su voz, de un tono medio, tranquilo, sin histeria. Y recuerdo que a veces cuando sonreía se podía escuchar un chancho. Jajaja. Muy humana y espontánea.

En mi memoria, ella, quedó grabada a fuego.

Lima no era enteramente mi amiga. La conocí a través de una amiga en común. Azul cayó un día a casa con ella y me la presentó. No sé si desde allí comenzó a gustarme, pero su sonrisa me impactó. Sus dientes blancos me encandilaban, en serio.

Digamos que… con ella me permití sentir algo más, algo más profundo. Yo ya tenía noción de lo que era el tacto de una mujer. A los 15 había tenido una especie de “relación” muy corta con una chica de 17 años. Esa experiencia fue no sólo fugaz, sino muy superficial, pero me permitió conocer y aceptar la homosexualidad como opción. Me enseñó y me hizo sentir mi primer sexo oral, ya que ningún chico antes me lo había hecho. Fue increíble percibir el calor de la boca de otra persona en mi clítoris, estaba acostumbrada a sólo saborearlo cerca de mis labios. También me chupo los pechos con mucha sensibilidad y de forma pausada. Me trató muy bien, pero hiciera lo que hiciera no logré tener sentimientos por ella.

Tiempo después, con la puerta abierta a estas sensaciones, comenzó a gustarme una compañera del colegio. Lamentablemente soy estúpidamente sincera y le dije lo que sentía por ella. Muy mal, pero que muy mal. Se enteró todo el curso. Ella y sus amigas nunca más me miraron igual, asco de por medio. Es por esto que cuando empecé a tener sentimientos por Lima me callé absolutamente todo. Mis sensaciones empezaron a aumentar, si bien no las reprimí, la miraba cuando ella no se daba cuenta, la rozaba sin querer, pasaba muy cerca de ella, por ejemplo, cuando se quedaba a comer en casa ponía la mesa y apoya mi cuerpo en su cabeza y espalda, mientras ella estaba sentada. Imagino que, si lo hubiese pensado mejor, ese de muchos otros ejemplos no lo habría hecho porque mi corazón latía muy rápido y si hubiese tardado unos segundos más en su dorso corporal habría sentido mi agitación. Tenía mucho miedo de que se diera cuenta. Hasta ese día…

Fue muy loco recordar ese día en el baño. De hecho, comencé a repasarlo en voz alta mientras el agua caliente descendía sobre mi cuerpo. Me decía a mí misma que Lima había sido el recuerdo más hermoso y más lésbico de mi memoria.

Ese día, Lima vino sola a visitarme. Lo cual complicó las cosas, porque no iba a poder mirarla de soslayo, es decir con carpa. Tenía toda su atención sobre mí, me hacía bajar la mirada, actuar torpemente, reírme nerviosa. ¡Y vaya que lo estaba! Cenamos y nos pusimos a ver una peli de suspenso. La misma terminó un poco tarde, como a las 2 am y como teníamos una buena relación le ofrecí quedarse, ella de buen agrado aceptó.

Mi casa en ese momento, era de dos pisos. Yo tenía una habitación para mi sola, en la planta alta, con una cama de plaza y media y una cucheta, pero mi hermana que tenía una cama matrimonial me dijo que era mejor que Lima y yo durmiéramos juntas y a ella le encantó la idea. Yo sufría, no pude decir nada, quizá ella creyó que yo no quería porque se me acercó y me tironeo del brazo… ¡durmamos juntas, dale! El corazón me iba a explotar ¡okey está bien! Le dije y esa sonrisa que me derretía se hizo presente en su hermoso semblante.

Preparamos la cama, cambiamos las sábanas, mi hermana le prestó a lima un pijama con pantalones cortos (en mi cabeza se me caía la baba). Yo era de usar camisones al cuerpo, los míos eran todos rosas o blancos. Entré en la habitación de mi hermana, Kya, ya cambiada y tuve mucha suerte, lima recién estaba empezando a cambiarse.

Su forma de vestir era algo oscura. Siempre usaba jeans negros o grises chupines, zapatillas Converse o All Star negras y buzos con capucha y bolsillo canguro, debajo usaba remera blanca, negra o gris lisa. Esa noche vi como bajaba sus jeans negros y por primera vez vislumbré su ropa interior, algo totalmente desconocido para mí. Su vedetina era blanca y se formaba entre sus piernas y muslos una especie de abertura que me dejaba ver a través de ella. Su cavidad era acolchonada, me hacía sentir que con o sin ropa interior podías imaginarla de manera perfecta. Desde ese instante me quedé petrificada ¿estás bien? Me dijo… ¡sí, sí sí, dale apurate!... ¡pará que todavía me falta la parte de arriba! Y le puse cara de pocos amigos, ella se rió. Vi como salía por su cabeza uno de sus tantos buzos canguros, en este caso negro, y una remera crema lisa. Empecé a toser del nerviosismo, cuando vi su corpiño, tenía encaje. ¿qué? Le dije a mi cabeza, ¿Lima con ropa de encaje? La baba se había convertido en un mar… se dio vuelta para sacarse el corpiño y desee poder tocarle la espalda desnuda. El espectáculo duró poco porque rápidamente se puso la remera de manga larga del pijama. Debe haber sentido mis hormonas penetrantes.

Por fin nos acostamos… de la ansiedad le di la espalda y me hice la dormida rápidamente. Por supuesto ella no captó la situación, pensó que solo estaba jugando. Así que me dijo que me diera vuelta así charlábamos. Me pedía que le contara algo personal de mi vida, algo así como un secreto. En sus ojos se hacía presente el brillo notorio de la curiosidad. ¿Qué querés que te cuente? Le pregunté… mmm ¿estás saliendo con alguien? Nunca contas nada de vos misma, sos buena escuchando, pero no contando. (ahora estoy saliendo de forma unilateral con vos… no podía decirle eso pero me moría por hacerlo… digamos que tenía una ambivalencia sentimental por dentro) … emmm no, no estoy saliendo con nadie, pero me gusta alguien. ¿Para qué?, para que le dije eso?... ¿y cómo es la persona que gusta? Me preguntó, contesté con una evasiva… ¡no sé es, así!... ¿así cómo? ¡dale, amiga decime!... es… agradable, amable, en fin, es una buena persona, contesté. Pucha, ¡dame más detalles!, protestó y puso mueca de puchero… sentía como me mojaba con sus reacciones. Me divertía pensar que cosas tan simples me excitaran. Así que seguí jugando con ella.

La conversación se fue calentando de a poco. -¿Le dijiste que te gusta?- Me preguntó, lo sentí como un disparo. - No, no le he dicho nada, sé que no le voy a gustar, contesté-. ¡bah! ¿Porque decís eso? Si sos re linda. Su entusiasmo caló hondo en mi pecho, sentí cómo mi cuerpo se aproximó al suyo. Ella no retrocedió. Me sonreía cálidamente mientras nuestros ojos se correspondían, los míos con lujuria, los de ella con eterna amistad. Se me estaba haciendo difícil pensar en pasar una noche completa a su lado. Pero aguanté todo lo que pude hasta que finalmente se quedó dormida y a partir de allí la imaginación se apoderó de mí.

Esta realidad que añoré por tanto tiempo se hacía verdad con su simple presencia. Escuchaba su respiración calmada, frágil y desprovista de toda intención. Su existencia no tenía ni la menor idea de todo lo que yo guardaba en mi interior.

Mientras la miraba me imaginaba tocando sus ojos, ligeramente usando mi dedo índice, lo hacía recorrer por el puente de su nariz hasta llegar al arco de sus labios, donde muy suavemente los rozaba hacia un lado y el otro, sin perderme ni un ápice de ellos. Mi dedo seguía camino para encontrarse con su mentón, apenas sobresalido de su rostro. Una vez allí seguí bajando por su cuello, suave y con lunares, llegué al divisi de sus pechos sin tocarlos, y por fin arribé a su ombligo. Ese día lo conocí, mientras se cambiaba, descubrí que era de esos ombligos hacia dentro. Me imaginé metiéndome en la cama, subiendo su remera manga larga y oliendo su piel en el umbral del ombligo y el comienzo de la pelvis. Mis manos la abrazaban con adrenalina, pero con delicadeza. Bajé sus pantalones cortos para encontrarme con su vedetina blanca. En mi fantasía Lima no me rechazaba, pero tampoco se resistía. Dejaba que yo hiciera todo lo que quisiera. La ambición de que me correspondiera me impulsaba a besarla sin dejarle aliento, quería que correspondiera a mi lengua dentro de su boca, deseaba que disfrutara de mi saliva de la misma manera en que yo ansiaba la suya. Quería sacarle la vedetina, y comprobar que estaba tan mojada como yo. Me pulsaba la concha pensar en eso, me dolía resistirme. Me dolía pensar en todo eso mientras ella dormía plácidamente a mi lado. Me dolía luchar para no tocarla cuando era lo que más quería hacer.

Me desquité. Subí mi camisón y me saqué la bombacha de círculos rosas que llevaba puesta. Apenas acerqué un dedo a mi concha mi piel lo succionó. No hacía falta absolutamente nada para tocarme. De forma lenta y pausada, para no despertarla, me empecé a tocar mientras veía su cara pegada junto a mí. Retomé el hilo de mis pensamientos y sin cerrar los ojos visualicé la extracción de su pantalón corto y vedetina. A modo de ayuda me mojé los dedos que luego tocaron mi clítoris para recrear el sabor de su flujo. En mi mente estaba dentro de la cama le abría los labios de la concha y la devoraba con rapidez. Sin darme cuenta se sucedían ambas cosas, en mi mente me la comía de forma veloz y me tocaba muy rápido, tuve que frenar porque Lima fruncía el ceño. Debía ser cautelosa para no despertarla o perdería mi única oportunidad. Retome en un ritmo más estable. Acaricié sus piernas, les di besos a sus pies y volví a subir. Estaba encima de su cuerpo, quedamos pecho con pecho. Mi mano derecha pasó por detrás de su cabeza, y sin dejarla escapar la acerqué a mi rostro y la besé apasionadamente.

Los besos son lo que más me calienta, tuve que serenarme de nuevo porque estuve a punto de acabar. Me mordía los labios de la calentura mientras me concentraba en sus pechos. Tenía hermosos y grandes pezones rosados. Los lamía y mordía suavemente, su respiración se aceleró dejando entrever algún que otro gemido ahogado. Dejé mucha saliva en ellos y jugueteé hasta mi saliva se secó. Para dejarla descansar volví a abrirle las piernas y la masturbé con dos dedos que iban y venían desde su clítoris hacia su orificio. Despacito me pedía que le metiera los dedos, pero no lo hice, quería que sufriera como yo lo hacía. Hasta que finalmente no pude más y le enterré la lengua dentro de la concha y la escuché acabar con sus gemidos ardientes. En sincronía yo también terminé con mis dedos empujando mi clítoris lleno de electricidad.

Sé que hice ruidos porque en cuanto me levanté de la cama para limpiarme Lima se dio vuelta en la cama hacia el otro lado y siguió durmiendo.

Fue la única vez que se quedó a dormir en casa. Hoy 15 años después de ello me sigo acordando. Salí de la ducha y mientras me cambiaba no puede evitar buscar su Instagram para volver a verla. Fin

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Comentarios

  1. Daniel14/3/21

    Amo tus relatos. Cada semana entro a ver si hay material nuevo y extraño cuando no los hay. Realmente me inspiran mucho. Espero sigas así. Un beso

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    Respuestas
    1. Gracias por amar a mis relatos, y por estar pendiente de ellos. Siempre que haya un lector del otro lado de la pantalla, tendré motivaciones para seguir escribiendo. ¡Un beso Dani!

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