Buenos Aires, monótona oficina cargada de papeles y envíos. Detrás de uno de los monitores de las computadoras se podía ver a Laura, haciendo la misma tarea día tras día. Soltera, apenas pasaba los treinta, sin hijos, había cortado hacía unos años con su primer y único novio, después de mucho tiempo, y no quería volver a experimentar en ese campo. Se teñía el pelo de negro, se lo planchaba regularmente y lo usaba con flequillo porque le tapaba la frente que odiaba tener a la vista, se pensaba no muy bonita. Era algo “rellenita” y no estaba nada mal, cien de tetas, caderas anchas y, según lo que permitía imaginar los jeans que solía usar, era de vagina amplia, por decirlo delicadamente.
Él pensaba que estaba “cogible”. Si,Dante, la veía todos los días laborables y algunos más también. Se consideraba su amigo y trabajaba con ella en esa oficina monótona. Lauri lo había recomendado al jefe por haber sido compañeros en otra empresa, le tenía toda la confianza. Se conocían desde hacía diez años, más o menos, Dante sabía que Laura le tenía ganas, se notaba, pero no entendía por qué nunca se había dado la oportunidad. En parte era que él no se moría por cogérsela, lo hubiese hecho de haber estado borrachos y solos en algún lugar, pero eso nunca había pasado. Además, a él todavía no le faltaba concha donde meterla y no quería pasar por el clásico “no quiero arruinar nuestra amistad” con el queimaginaba que ellapodía salir. Por otra parte, Laura no era de esas minas que te dan el pie para hablar de sexo, Dante sabía que le gustaba la verga por algunas mínimas cosas que ella le había contado sobre la relación con suex y demás, pero se la notaba algo tímida para tocar ciertos temas. Él, en cambio, se consideraba un gran pajero; aunque no lo demostraba, estaba todo el tiempo pensando en coger y tocarse, y élsí lo hablaba con otras amigas, por eso a algunas ya le conocía muy bien la concha.
Contrariamente a Laura, que podría pasarse la vida en el mismo trabajo si la dejaban, Dante odiaba la rutina. Cada cierta cantidad de años sentíauna tremenda necesidad de cambiar, de hacer cosas nuevas. Por eso, en ese momento, hacía ya casi tres años que estaba estudiando radiología, se encontraba a nada de tener su ansiado título, le quería pegar una patada en el orto a su manipulador jefe cuanto antes. Cuando podía, y sin que la patronal losupiera, se ponía a leer los apuntes en el patio de la oficina, pero no podía concentrarse demasiado, sería por el miedo a que el jefe lo viera, por las constantes interrupciones de los que salían a fumarse un puchito, o solamente porque siempre había tenido una atención muy dispersa. Una de las que salía a fumar era Laura, vicio que decía no poder dejar, por eso aprovechaban para charlar un rato. Uno de esos rutinarios días de coloquio de “brake” en los cuales hablaban de todo un poco, Danteterminó mencionando (sin saber realmente cómo había llegado al tema)que era asiduo consumidor de porno por internet. Conociéndola, pensó que Laura iba a dejar pasar el comentario, o solo se iba a quedar mirándolo, como juzgándolo por dentro, pero, para su absoluta sorpresa, ella dijo “¡Ah! ¿Vos también mirás porno?”. Dante se quedó sin saber que decir, pero a los pocos segundos de silencio pudo esbozar un “¿si, por?”. “A mí también me gusta; la verdad es que en algún momento tendríamos que hablar del tema”, dijo interesada. “¡Cuando quieras!”, le llegó a contestar él, entusiasmado, antes de que ella tirara la colilla y entrara.
Los días que siguieronDante no podía dejar de pensar en la charla con su amiga. Se la imaginaba desnuda, frente a la computadora, mirando una porno bien caliente, acariciándose la concha y gimiendo. Desde ya que le dedicó varias pajas, las cuales se multiplicaron por la ansiedad que le producía la inminente llegada del final de anatomía, uno de los últimos escollos a sortear para recibirse. No fallaba, cada vez que tenía que estudiar para un examen se la pasaba con la pija parada y se tenía que masturbar varias veces en el día.
Llegó el lunes, el jueves era el final y Dante no había estudiado nada, se veía mal. Para colmo, viviendo con sus padres, se le complicaba encontrar la tranquilidad suficiente en la casa como para ponerse con los apuntes. Se le ocurrió contarle el problema a Lauri, quién enseguida le dio una solución: “¿Y no querés ir a estudiar a mi departamento, amigo?”. Ella alquilaba un ambiente a estrenar, muy coqueto, en Villa Urquiza, él pensó que podía pedirse los siguientes dos días libres por estudio y encerrarse ahí a comerse los apuntes mientras ella trabajaba, solo, sin ninguna distracción. Al pibe no le quedaban muchas opciones, así que aceptó. Se dirigió presurosamente al escritorio del agreta de su jefe y le dijo que se tomaba dos días por estudio; este lo miró mal, pero a Dante ya no le importaba nada, faltaba poco para no tener que verle más la cara al “viejo”, como sus empleados lo llamaban a sus espaldas. Acordaron encontrarse con Laura a las ocho de la mañana en la puerta de su edificio, donde ella le iba a dar una copia de sus llaves, para que él pudiera entrar y salir a gusto durante los siguientes dos días.
Allí estaban, a la hora acordada, el estudiante y su amiguita salvadora. Ella le dio las llaves, un beso y partió hacia la oficina. Dante subió los cuatro pisos por el moderno y espejado ascensor, abrióla puerta del departamento “C” y entró. Era “el lugar”, pequeño, minimalista, silencioso, ordenado. Caminó un poco, fue hasta la puerta del balcón, miró hacia afuera, entró al baño, abrió la cortina de la ducha en busca de alguna bombachita secándose colgada de la canilla, no había, echó un vistazo a la cocina que formaba parte del único ambiente, todo muy lindo. En la heladera había una lata de cerveza de 750 ml. que le despertó unas ganas locas de tomar alcohol, pero era imposible, tenía que empezar rápido a leer. Fue a la mochila, sacó los apuntes, los apoyó en el desayunador y los abrió en la página marcada con un señalador, “Anatomía 3”. Pensó, “seguro que a Lauri no le va a molestar que use su compu,voy a tener que reforzar con Google”, de paso hacía tiempo y se relajaba un poco. Tocó el botón de “power” y volvióal cuadernillo.
No había llegado al final de la carilla cuando se dio cuenta de que no sabía ni lo que había leído, algo le daba vueltas en la cabeza, estaba tratando de reprimirlo desde su entrada al departamento, pero ese algo no lo iba a dejar concentrarse, no podía dejar de pensar en el comentario de Laura sobre la pornografía. Estaba en el lugar más íntimo de su amiguita, donde comía, donde dormía, donde se desnudaba para bañarse, donde miraba esos videos sucios, la muy cochina, ¡donde se pajeaba! Tenía que hacer algo para sacarse esas ideas de la cabeza, abrió nervioso las alacenas de la cocina, no encontraba un puto saquito de té, ni el mate. Volvió a abrir la heladera y sin meditarlo sacó la lata de birra, no importaba la hora, necesitaba algo que le bajara la ansiedad. ¿Realmente creía que eso podía terminar bien, que la cerveza lo iba a ayudar a concentrarse? Continuó con su “autoengaño”, abrió el recipiente, dio el primer sorbo y se dispuso a continuar leyendo, aunque decidió empezar desde el principio.
Así fue, antes de terminar la primera página ya se había tomado la mitad de la lata, estaba más relajado, pero no precisamente para leer sino porque ya no le importara que podía pasar si dejaba los apuntes por un rato. Fue cuando se le ocurrió algo que, aunque no lo sabía aún, lo iba a distraer definitivamente: podía revisar el historial de navegación de Laura en internet para saber si realmente miraba pornografía. Siempre con la idea de volver a Anatomía en breve (aunque en el fondo sabía que eso ya no iba a ocurrir) se zambulló en la “ciber-intimidad” de su amiga. No tuvo que escarbar demasiado, parecía que el pecado estaba todavía caliente, no más de cinco links hacia abajo en la lista empezaba la evidencia que él estaba buscando, y eran de la noche anterior. Leyendo muy por arriba, pudo ver lo cochina que había resultado su amiguita: “sucking cock”, “anal sex”, “gangbang”, “shemales fucks girls”, “gay”, “lesbian”, “pregnant pussy” y hasta “pissing” (a élle encantaba la lluvia dorada) eran sus preferidos. Dante no daba crédito a lo que leía, estaba demasiado al palo con lo que había descubierto. Casi sin darse cuenta, ya se había tomado toda la lata. Tampoco se había percatado del tiempo que se le había ido, ¡eran las diez de la mañana! “Bueno, aprovecho que ya abrió el chino, repongo la lata que me tomé y de paso me compro otra, por las dudas”, seguía hundiéndose lentamente. Claro está que, no solo compró la lata para reponer, sino que metió tres más en la bolsa.
Regresó del supermercado algo mareado y moderadamente perturbado por la situación, sabía que estaba yendo por mal camino. Abrió la puerta, entró, apoyó la bolsa en el desayunador, se quedó de pie mirando el ambiente vacío, sacó la pija y se puso a pajearla, se había calentado demasiado, se desnudó completamente. “La culpa la tiene la puta de Laura, pajera de mierda, ¿quién va a poder estudiar en este antro con olor a sexo, puta y flujo vaginal?”, pensó. Desnudo, al palo y totalmente excitado,se volvió a sentar en la computadora con la intención de ver todos y cada uno de los videos que la cochina de su amiga había buscado y con los que seguro se había frotado bien el clítoris. La imaginó desnuda nuevamente, con ese terrible culo apoyado en la misma silla en la que estaba el suyo, tocándose, tal vez metiéndose algún chiche, un vibrador, ¿haría squirt?, si le gustaba la lluvia quizás hasta se había meado ahí mismo la cerda conchuda. Pasaron unos cuantos videos, no podía seguir, la muy puta se merecía su leche, pero ¿dónde? se apuró a llegar al baño, apenas se la acaricióy largó un par de borbotones de leche el lavatorio. “¡Aaaah, tomá putita, para vos!”, dijo mientras le temblaba todo el cuerpo. Ni se tomó el tiempo de limpiar la viscosa secreción, ¡tenía que bajar a la tierra urgente para estudiar!
Se calmó por un rato y hasta miró los apuntes, pero las cartas ya estaban echadas, se resignó a la idea de que ese día ya no iba a ingresar ningún conocimiento, probablemente leyera un poco, tal vez un rato antes de irse, no lo sabía. Siguió clickeando sobre los links uno tras otro, sacudiéndose la poronga, chorreando leche. La imagen que tenía de Laura sufrió un giro completo, pasó de la tímida reservada a la putamorbosa en pocas horas. A lo largo del día, eyaculó por segunda vez en la tabla del inodoro, donde ella apoya las nalgas para mear, en el piso por debajo de la computadora (mientras estaba sentado a la misma) y una última vez en la bañera, Dante sentía que Laura merecía que su leche profanara el templo masturbatorio de pendeja reprimida, repleto de flujo vaginal.
Se acercaban las cinco de la tarde, ahí seguía Dante, desnudo, erecto, totalmente borracho, ya casi sin semen para dar, pero todavía caliente por la puta de su amiga. Faltaba poco para que Laura saliera de la oficina y emprendiera el camino de regreso, en su casa todavía yacía toda la evidencia de los pecados de su amigo, este se dispuso a borrarla. Tomó la bolsa del supermercado, metió las latas vacías para tirar, por suerte había tenido la lucidez de reponer en la heladera la primera que había tomado. Buscó un trapo para limpiar el semen del baño y el piso, pero por algún motivo no lo hizo, se quedó tambaleando por unos segundos, pensó y volvió a sentarse en la computadora. Abrió el Word y comenzó a tipear, parecía que sus dedos estaban conectados con sus genitales…
“¡Hola Lauri! Espero que puedas leer esto. Bueno, antes que nada, gracias por prestarme tu departamento. En realidad, quería ser totalmente franco con vos, no estudié nada y me hice la paja todo el día. Si, como lo leés, pero literalmente, no te lo digo metafóricamente. El tema es que, desde que el otro día me dijiste que mirabas porno, mi verga se puso re dura de solo imaginarte haciéndolo y pajeándote. Ni bien nos despedimos a la mañana, subí y me empecé a calentar, no me podía concentrar, entonces me puse a revisar el historial de búsqueda en Google, ¡sos muy cochina! Perdoname, no quería invadir tu intimidad, pero sentí que lo necesitaba. También te quería contar que estuve todo el día desnudo. Me saqué leche cuatro veces, seguramente vas a poder ver restos de lo que hice en algunos lugares porque decidí no limpiarlo, quería mostrarte evidencias de lo que había hecho, que vieras la leche que me había salido de la pija imaginándote. Espero que no te enojes amiga, igual creo que sos un poco culpable de todo esto. Mañana voy a volver a tu casa a hacer el último y desesperado intento por estudiar, aunque sea una mínima parte del contenido, solo un milagro me puede salvar. ¡Te quiero amiguita! Me encanta que seas pajerita como yo. Besitos en donde vos quieras…
Dante dejó la computadora encendida con ese archivo abierto, procedió a vestirse, guardó sus apuntes en la mochila y salió del departamento, olvidando la bolsa con latas de cerveza vacías sobre el desayunador. A la vez Laura dejaba la oficina; pensó en escribirle un mensaje a su amigo, pero decidió dejar que aprovechara su primer día de estudio hasta el final. Mientras ella viajaba, él llegaba a su casa; aturdido por la cerveza, entró y, sin saludar a nadie, se desplomó en la cama y se quedó dormido.
Laura abrió la puerta con la esperanza de ver a su amigo, pero no fue así. Ni bien entró vio la bolsa encima del desayunador, le pareció que estaba llena de latas de cerveza y lo confirmó al abrirla. Era un hallazgo confuso, dado que su amigo había ido a estudiar y no podía haber dejado tantos recipientes de alcohol en una bolsa. Inmediatamente abrió la heladera, ahí estaba su lata de todas las noches, sin abrir, esperándola para ser consumida a la hora del porno y la paja. Se encogió de hombros y siguió con su rutina de llegada a casa, tiró la campera sobre la cama y empezó a desnudarse, como era su costumbre desde que vivía sola. Ya en ropa interior y sin pensarlo, se dirigió al baño, acción común en ella y cualquier persona que llega a su casa después de un largo viaje. Se colocó de espaldas al inodoro, con el celular en mano, bajó su bombacha y se dispuso a liberar su esfínter urinario con la tranquilidad propia de estar en su lugar íntimo. Mientras lo hacía y miraba la pantalla de su teléfono móvil, notó una mancha seca y amarillenta en la tabla del inodoro, el mismo en el que descansaban sus muslos para orinar. “¿Qué es esto?”, se preguntó, pero no le dio suma importancia, procedió a secar su vagina, retirar del todo su bombacha y desprender su corpiño para así quedar desnuda y totalmente cómoda. Una vez que introdujo su ropa interior en el canasto destinado al lavadero, se dirigió a su ordenador para iniciar una nueva noche de placer, mirando pornografía, saboreando su cerveza y llegando a varios húmedos orgasmos con sus dedos. Cuando se disponía a sentarse en la silla frente a la máquina, se percató de que la misma estaba encendida, en pausa. Solo le bastó mover mínimamente el mousse para darse cuenta de que el aparato se encontraba en modo “sleep”, y que en pantalla había un documento de Word abierto. Se sorprendió, pero el “¡Hola Lauri!” con el que iniciaba el documento hizo que ella lo relacionara inmediatamente con su amigo Dante. Laura leyó las líneas, al principio se sintió en shock, no sabía qué pensar, una parte de su ser se sentía traicionada…Decidió escribirle: “Te pasaste querido!!! Yo te banco mi dpto para que estudies y a vos no se te ocurre mejor idea que escabiarte, mirar mis cosas y matarte a pajas???!!!”.
Laura abrió la heladera, decepcionada, pero un poco caliente a la vez. Sacó lacerveza, la abrió y le dio el primer sorbo. ¿Cómo su amigo podía haber sido tan pajero? ¡Tenía que estudiar y se dedicó a chupar y pajearse! A pesar de todo, íntimamente Laura se sentía excitada, desnuda, sentada frente al monitor de su computadora, de pronto percibía como el pajero de su amigo se había interesado en ella, en su sexualidad, en su desnudez, en sus tetas, en su concha, en su culo, en toda su intimidad, en sus ganas de poronga, de que se la cojan. ¿Alguien más lo había hecho? Nadie… Cayó en cuenta de que las manchas de la tabla del inodoro no eran más que el semen de Dante, el que decía haber dejado en varios sitios de la casa. ¿Dónde más podía haber acabado el cerdo de su amigo? Obviamente, podía haber eyaculado mientras miraba las porno del historial, fue allí mismo que violos rastros en el suelo. No le costó mucho encontrar los dos restantes.
Casi sin querer, y sin haber visto nada de pornografía aún, Laura ya se estaba pasando dos dedos por el clítoris, su concha estaba húmeda. Ella acostumbraba a beber lentamente su cerveza, le podía durar horas, a la vez que se tocaba mirando los videos porno, para luego acabar y dormirse totalmente relajada. Esta vez era diferente, no podía dejar de pensar en cómo sería su amigo desnudo, su pija bien dura, gimiendo, largando leche en cada rincón de su departamento. Se sentó en el inodoro para frotar su vulva por la leche de Dante, desesperada. ¡Aaaaaaaah, aaaaay, tomá hijo de putaaa!, gritó mientras experimentaba el primer orgasmo. Se dirigió entonces a la computadora, buscó en su historial los videos que más la habían calentado y los inició todos a la vez, quería oír los gemidos mientras se masturbaba pensando en su amigo. Estaba como poseída, acabó frente al espejo del baño, pensando como lo habría hecho Dante para lechearle el lavamanos y después se sentó en la bañera, donde se estimuló mirando los restos amarillentos de semen para emanar casi su primer squirt y luego orinarse encima. Mientras se seguían oyendo los gemidos de las porno, Laura se tiró al piso, por debajo de su ordenador, para provocarse un nuevo orgasmo sobre el esperma seco. “¡Aaaaah, aaaaaaah! ¡Mirá lo que lograste hijo de mil puta! ¡¿Por qué no me diste un poquito de leche, puto de mierda!?”, reclamó casi sollozando y temblando como una hoja. La noche de Laurita terminó tarde, en su cama, completamente desnuda, boca abajo, con la cara pegada a la almohada y la cola parada como esperando que su amiguito apareciera para penetrarla por atrás, sus dedos se colaban por debajo de su cuerpo para estimular su clítoris una vez más. Su último grito orgásmico fue ahogado por la tela de la funda de la almohada, se durmió profundamente, exhausta.
Siete treinta de la mañana, Laura se despertó sobresaltada. “¡Puta, me quedé dormida!”. Su primer impulso fue saltar de la cama y correr al baño. Una vez que giró los grifos de la ducha rebobinó, se le pasó por la mente todo lo que había pasado, su amigo, las veces que se había masturbado la noche anterior. Lejos de sentirse mal o culpable, experimentó cierta tranquilidad, “no falté jamás, nunca llego tarde, ¡que espere el viejo!”, pensó. Se bañó tranquilamente y se masturbó hasta el orgasmo una vez más. Dante había logrado que sus pajas de una semana volaran en menos de 24 horas. Salió del baño, tomó el celular y se dispuso a escribirle a su jefe.
Ocho treinta, Dante subió los cuatro pisos por el moderno y espejado ascensor, abrió la puerta del departamento “C” y entró. Se sobresaltó al ver una cabellera larga y morena por encima del respaldo de la silla de la computadora. “¡¿Lau?!”, dijo algo intrigado y un poco asustado. La silla giró y ahí estaba ella, totalmente desnuda, sus cien de hermosas tetas al aire, las piernas cruzadas, su cuerpo se inclinaba hacia un lado en la silla para poder parar un poquito el culo. En la compu se reproducía una de las porno calientes que Dante había visto en el historial, se podía oír a los protagonistas gemir. “Ya le escribí al viejo, le dije que hoy no iba. Tenés todo el día para estudiar Anatomía, pero con Laurita”. Mientras decía esto, ella descruzó las piernas, dejando que su amigo apreciara su enorme y depilada concha. Dante se quedó de pie mirando a su amiga sin nada de ropa, sacó la pija y se puso a pajearla. En segundos ambos estaban desnudos, un ansiado e interminable beso de lengua encendió la primaveral mañana.
Anatomía quedó para marzo... Fin
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