Ivana estaba completamente desnuda, de pie, con las manos apoyadas en la mesada de la cocina. Fernando estaba detrás de ella, también sin ropa, penetrándola intensamente por el culo. Ella era delgada, tenía físico de adolescente (a pesar de sus 40), piel morena y suave, pelo negro corto. La fuerza con la que él la cogía, abalanzando su fornido cuerpo sobre la humanidad de la fémina, hacía que se golpeara contra el frío mármol. Ambos gemían. -“¡Ahí viene! ¡Tomá la leche, puta del orto, aaaaah!”, dijo él, mientras su rostro se transformaba de placer. Ivana sintió como el esperma caliente ganaba su recto.
Mientras se reponían, ambos encendieron un cigarrillo y tomaron un trago de cerveza, de tantos que habían compartido durante esa jornada. Se miraban fijamente. Hacía muchos años que eran amigos. Se habían conocido en una disco y tuvieron sexo esa misma noche. No sabían explicarlo, pero ninguno de los dos había querido ser más que lo que eran, pero su amistad era fuerte y cercana, tanto que Fer era el padrino del hijo de Ivana. Ambos estaban solos, sin pareja; habían pasado por algunas relaciones pero ninguna había funcionado.
Fernando vivía solo, había probado de todo. Era bisexual, condición que le había confesado a su amiga, aunque esta parecía no querer ahondar en ese tema, nunca le había preguntado ni había permitido que él le contara nada. Ivana era madre soltera, vivía con su hijo, su mamá y su hermana. Cada tanto ella lo visitaba y siempre terminaban cogiendo. Hacía rato que Fer no iba a ver a Agustín, su ahijado, siempre buscaba alguna excusa, le aburrían esas visitas “protocolares”; esta situación molestaba a Ivi y, cuando podía, se lo expresaba.
Seguían desnudos, de pie en la cocina, charlando de todo un poco.
Ivana. – “Antes de que me olvide, estuve pensando y te voy a extorsionar”.
Fer. – “¿Eh?”.
Ivana. –“Si. Si querés seguir cogiéndote este culo…” (dijo, mientras paraba la cola y se daba una fuerte palmada en la nalga derecha, risueña) “… vas a tener que hacer lo que yo te voy a decir”.
Fer. –“Si, no me digas nada, tengo que ir a ver a Agus”.
Ivana.–“No solo que lo vas a ver, sino que también lo vas a llevar a debutar”.
Fernando abrió grandes sus ojos.
Fer. –“¡¿Qué?!”
Ivana. –“Si, lo que oíste. El otro día abrí la puerta de su habitación y el muy cochino estaba totalmente desnudo, haciéndose la paja mirando un video porno”.
Fer. – “Bueno, es chico, está caliente. Eso lo hacemos todos, yo lo hago todavía a mis 44. ¿Cuántos cumplió?”.
Ivana. – “¡Guacho!, ¿ni siquiera sabes la edad de tu ahijado?; tiene 17, pronto va a ser mayor de edad”.
El padrino suspiró, como estupefacto de cómo habían volado los años.
Ivana. – “El detalle es que la porno era gay”.
Fer se quedó sin palabras. Por un lado era una sorpresa, pero, por el otro, era la confirmación de algo que se podía prever. El chico había crecido en un hogar de mujeres, compartiendo intimidad y sobreprotegido. En sus últimas visitas, ya había podido darse cuenta de que el chico mostraba algunas maneras algo feminoides, no le parecía nada raro ni mal.
Fer. – “No me gustan eso del macho que lleva a coger al pendejo, me parece de ignorantes. Dejalo que ya lo va a hacer con la persona que él elija”.
Ivana. –“¡No quiero que el nene me salga puto nada más que porque no prueba una concha! Vos sos el hombre más cercano que tiene, aunque seas medio puto y no te vea nunca”.
Fer. – “¿Y a dónde se te ocurre a vos que lo puedo llevar?”.
Ivana. – “¡Qué sé yo! A un cabaret, un puterío o a alguno de esos lugares que van los degenerados como vos, jajaja”.
Fernando sacudió la cabeza como demostrando su disconformidad, odiaba esos lugares. Entonces, Ivana se arrodilló frente a él, tomó su pene, se lo llevó a la boca y comenzó a succionarlo. Su compañero comenzó a gemir.
Ivana. – “¿No que vas a llevar al gordo a coger? ¿Lo vas a hacer por la putona de tu amiga que se deja culear y te chupa la poronga?”.
Ella siguió chupando el miembro de su amante y repetía las preguntas una y otra vez con un tono cada vez más sensual. La calentura sobrepasó a Fernando, quién soltó un ahogado “¡¡¡Ah, aaah, siiiiiiiihhh mi puta!!!”, mientras acababa en la boca de su amiga.
Habían pasado tres días y a Fer le rondaba el tema por la cabeza. Ivana ya había concretado la visita de Agustín para esa misma noche, viernes. El padrino lo pensó mucho y concluyó en que no iba a llevar al chico a ninguna parte, solo iba a charlar con él sobre el tema e intentar guiarlo para que viva su sexualidad con libertad, eso iba a hacer.Ivana no tenía por qué enterarse.
A las ocho de la noche aproximadamente sonó el timbre. Fer abrió la puerta y ahí estaba Agustín. No lo reconocía, el niñito que él había tenido enbrazos se había transformado en un hermoso muchacho, alto, delgado, de pelo negro y lacio (similar al de su madre), algo crecido y con un jopo que invadía su cara, cubriendo parcialmente sus ojos.
Agus. – “Hola padrino” (dijo con su vos aguda y algo amanerada).
Fer. – “¡Hola Agus! Tanto tiempo. Estás enorme”. El padrino hizo pasar a su ahijado y le mostró su departamento. Le ofreció algo de beber. Como ya casi cumplía los 18, le invitó una cerveza, a lo que el chico aceptó. Se sentaron en la sala de estar y comenzaron a contarse un poco sobre sus respectivas vidas. Mientras platicaban, Fer se percató de que, confirmada la tendencia sexual del adolescente, lo estaba apreciando de otra manera. Por dentro pensaba en lo atractivo que era ese jovencito, tenía una hermosa y afeminada carita y un cuerpo menudo, pero más que deseable.
Fer. – “Tu mamá me dijo que te iba a pedir que vinieras a verme, así tomábamos algo y charlábamos un rato. La verdad es que tenía razón, me perdí muchos años de tu vida y me interesa saber cómo van tus cosas”.
Agus. –“A mí, mamá me dijo otra cosa”.
Fernando se intranquilizó.
Agus. – “Hace unos días me pescó en mi habitación, desnudo y haciéndome una paja con una porno gay. Se enojó y me dijo de todo, entre otras cosas que iba a hacer lo posible para que cogiera con una mina. Supongo que por eso estoy acá, te habrá pedido que me lleves con una puta”.
El chico no tenía pelos en la lengua. Fer tragó saliva.
Fer. – “En realidad, ella insinuó algo así, pero no era nada serio. Por todo lo que me decís, yo quería hablarte y, de paso, contarte una experiencia personal”.
Fernando comenzó a relatar una vivencia de adolescente que lo marcó a fuego. Cuando contaba con solo 15 años, un día, estando en la placita del barrio jugando a la pelota, sus amigos le dijeron: “Esta noche vamos a coger, ¿venís, no?”. Nunca se le había pasado por la cabeza una idea semejante, pero el temor a ser el blanco de la burla de sus semejantes hizo que terminara aceptando. Así fue, esa misma noche fueron todos a un departamento privado en el centro, eligieron a la meretriz que se encontraba libre y fueron pasando de a uno. Fer, aterrado, espero el último turno. Sus amigos salían sonrientes y relatando sus proezas. Cuando entró al cuarto, vio a la mujer, madura y no muy agraciada, tumbada en la cama. Tenía toda la ropa puesta, estaba con las piernas abiertas, sosteníaen una mano un cigarrillo y con dos dedos de la otra su bombacha para retirarla hacia un lado. “Dale, metela por acá”, dijo ella fríamente. Fer se bajó el pantalón y el calzoncillo, pero nunca tuvo una erección, los nervios hacían mella en su miembro. Intentó penetrar. “A ver si aprendés a coger de una vez, nene”, dijo la prostituta. Fue imposible. El niño le pidió a la veterana profesional que desistieran. Cuando salió, en el viaje de vuelta a casa, en la cama esa noche y durante los siguientes años, él autodecretó su impotencia sexual, pensaba que nunca en su vida iba a poder tener relaciones sexuales con una mujer, esa idea lo atormentaba a cada paso. El padrino, amorosamente y con voz calmada, continuó con su exposición. Agustín lo escuchaba atentamente.
Al cabo de unos 3 años, continuó Fer, las hormonas juveniles empezaban a hervir dentro de él. A pesar de su desastrosa primera experiencia, estaba dispuesto a volver a intentarlo, no le bastaba con solo masturbarse. Hacía poco que había cumplido 18 años y su padre ya le prestaba su auto para salir cada tanto con unos amigos. Durante una de esas incursiones en la noche, tomaron un camino que los ubicó accidentalmente en una “zona roja” de la ciudad. Los inexpertos ojos de Fernando se salían de sus órbitas, las prostitutas se paseaban por la calle, ligeras de ropa y, algunas, hasta casi desprovistas de la misma. Los jóvenes bromearon y rieron sobre el tema, pero siguieron su camino. Durante esos días no había podido sacarse esas imágenes de la mente, su cabeza estallaba. No lo pensó demasiado, tomó unos pocos ahorros con los que contaba, le pidió el auto a su padre y se dirigió a la zona donde había presenciado ese ardiente espectáculo. Ya en el sitio, al doblar la primera esquina, vio una corpulenta figura femenina que meneaba su desproporcionado culo mientras caminaba a favor del tránsito. Dejando la vergüenza totalmente de lado, Fer se detuvo unos metros delante de ella. Abrió la ventanilla, indagó sobre la tarifa y asintió con la cabeza. Ella subió al coche y le indicó el camino más rápido al hotel alojamiento más cercano. Una vez allí, el joven abonó el turno y entraron a la habitación. Inconscientemente, y como “abriendo el paraguas” antes de cualquier tormenta, Fernando le contó a la “cortesana” lo que le había ocurrido en su primera experiencia. Ella emitió un suspiro piadoso y le dijo “conmigo no te va a pasar lo mismo”. Se desnudaron, aunque ella no se sacó la bombacha, él intentó bajársela, a lo que ella se resistió; “Todavía no”, dijo dulcemente, lo que le pareció un poco raro al jovencito, pero sus ganas no lo dejaban dar ni un paso atrás. La exuberante desconocida lo ubicó en la cama, boca arriba, y comenzó a masturbarlo. Una vez que logró una tibia pero útil erección, apartó la porción trasera de su tanga, se montó a la verga del adolescente y comenzó a moverse. El excitado púber estaba sintiendo el placer que no había percibido la primera vez. A los pocos minutos eyaculó, estaba feliz, al fin y al cabo no era el impotente que creía ser. “¿Viste que pudiste? Conmigo todos pueden”, dijo la profesional. Fer se dispuso a vestirse para partir raudamente de vuelta a casa, la libido ya se había desvanecido. De pronto (y todavía hoy él se pregunta con qué objeto), su acompañante se dirigió al baño y se despojó de su bombacha, la que tan celosamente había custodiado, dejando que el aturdido muchacho viera su enorme pene, flácido, que le colgaba hasta más allá del escroto. El apuro de Fernando se tornó casi en desesperación. No emitió palabra en el móvil hasta que dejó a su efímera pareja sexual en el lugar donde la había encontrado. Era otro golpe, ¡había cogido con un tipo!, ¡era maricón! Una vez más, los pensamientos atormentaban a Fer, aunque esta vez se disiparon con mayor rapidez, se convenció de que no importaba con quién lo había hecho, lo importante era que había podido tener sexo.
Agus. – “¡Woaw, qué historia padrino!”.
Fer. - ¿Viste? Y, ya que te conté todo esto, y dadas las circunstancias, me tengo que sincerar. En realidad, después del último episodio con la chica trans, nunca me pude sacar la imagen de su pija de mi cabeza. Pasados los años, me di cuenta de que tenía la necesidad de experimentar con personas de mi propio sexo y así lo hice. Yo soy bisexual Agus.
A Agustín se le dibujó una inmensa sonrisa. Su padrino lo entendía perfectamente y, no solo eso, era abierto sexualmente. Se sentía más que aliviado y cómodo.
Fer. – “Bueno, ahora que nos relajamos, me voy a dar una ducha y nos vamos a tomar una cerveza a un barcito que queda acá cerca, para festejar. Eso sí, a tu vieja le vas a tener que inventar alguna historia de cabarets o algo por el estilo, así no te jode más”.
Agus. – “Eso ni lo dudes”.
El joven se quedó tomando el resto de su vaso de cerveza en el balcón, mientras su padrino se dispuso a darse un baño. Acostumbrado a la vida en soledad, Fer entró al baño dejando la puerta entreabierta, se desnudó y se metió a la ducha. Agustín, un tanto alcoholizado y algo excitado por la historia que acababa de oír, notó el sonido de la ducha y empezó a imaginar a su padrino en ella, completamente desnudo. Sintió que su miembro se endurecía. Sabiendo que nadie lo vería, caminó lentamente hacia la puerta del baño, intentando no hacer ruido. Al llegar a la misma, y sorprendido de encontrarla entreabierta, se asomó levemente para intentar ver algo. Allí estaba Fer, no había corrido del todo la cortina de la ducha, Agus podía apreciar todo su cuerpo, un gran pene que se meneaba al movimiento y, mientras el hombre giraba con sus ojos cerrados por tener la cara mojada, unas pálidas y carnosas nalgas que serían la envidia de cualquier jovencita. Procurando no ser visto, el ahijado pegó su cuerpo a la pared lateral de la puerta del cuarto de aseo, se desabrochó el pantalón, sacó la pija y comenzó a masturbarse. Se le misturaban mil imágenes en la mente, imaginaba a su padrino protagonizando esas porno gay que él había disfrutado durante años, siendo penetrado, estaba en llamas. Comenzó a pensar en qué pasaría si se metía a esa ducha, si su padrino se enojaría con él, pero estaba demasiado caliente para reparar en las consecuencias.
Fer tenía su rostro bajo el agua de la lluvia, pensaba un poco en todo lo que le había contado a su ahijado, cuando sintió una presencia que raudamente ingresaba al cubículo de la ducha. Pasó la mano por su cara, miró y, para su sorpresa, ahí estaba Agustín, desnudo y con el pene completamente erecto. “¡Pero…!”, alcanzó a decir Fer, mientras intentaba darse cuenta de lo que pasaba. Sin mediar palabra, Agustín lo tomó de un brazo, lo dio vuelta y apoyó su verga entre las nalgas del sorprendido hombre. Este pensó en decir algo, pero la rigidez del miembro de su ahijado lo dejó hipnotizado, solo atinó a llevar su culo hacia atrás para ofrecerlo al atrevido muchacho. Se dejó apoyar unos minutos mientras gemía. Impulsivamente, Fer tomó a Agus de la mano, lo sacó de la ducha y lo condujo, a la habitación, totalmente mojados. Antes de salir del baño, el dueño de casa agarró un recipiente de vaselina líquida que utilizaba para sus sesiones de dildo. En su habitación, el entregado padrino lubricó su ano y, estando ambos de pie, se dio vuelta y condujo el duro pene del jovencito directamente hacia su culo. Agustín comenzó a cogerlo furiosamente, como intentando paliar la calentura de años de pajas. El maduro bisexual estaba dilatado como nunca, su pija se sacudía y había empezado a chorrear semen.
Fer. – “¡Eso bebé, debutá con el culo de tu padrino!”.
Agus. – “¿Te gusta, no? Padrino puto”.
Fernando fue llevando a su ahijado por cada habitación de su departamento, felándolo de a ratos y presentándole su cola en otros para que el joven lo penetrara con todas las ganas que había reprimido hasta ese día, siempre parados. Una vez en la cocina, el veterano hombre apoyó sus manos en la mesada. Agustín estaba detrás de él, penetrándolo intensamente. La fuerza con la que lo cogía, hacía que el cuerpo de Fer se golpeara contra el frío mármol. Ambos gemían. -“¡Ahí viene! ¡Tomá la leche, puta del orto, aaaaah!”, dijo Agus, mientras su rostro se transformaba de placer. Fernando sintió como el esperma caliente ganaba su recto.
Un rato después, Fer acompañó a su apadrinado hasta la parada del ómnibus. Antes de subir, el joven lo tomó de la cintura, lo besó en la comisura y dijo: “La próxima me cogés vos a mí, como hacés con mamá”, mientras le regalaba una hermosa y femenina sonrisa parecida a la de su madre. Fernando se ruborizó y no emitió palabra.
Fer abrió los ojos, estaba en su cama, no sabía cómo había podido conciliar el sueño, lo que había ocurrido lo perturbaba. ¡Se había dejado coger por su propio ahijado! Sentía un insoportable cargo de conciencia. ¿Qué iba a decir Ivana si se enteraba? Pocas horas después sonó el rington de whatsapp de su celular, se sobresaltó, sentía que su amiga le escribiría en cualquier momento para pedirle las lógicas explicaciones del caso. Miró la pantalla, ¡era ella! Resignado y con algo de miedo, abrió el mensaje.
“¡Hola hermoso! ¡Gracias por el gran favor que me hiciste! El gordo se levantó hoy con una sonrisa. Me animé y le pregunté si había debutado y me dijo que había cogido en el mejor lugar y con la mejor puta. En estos días te quiero ver, andá pensando en todas esas fantasías cochinas que me contaste, te las voy a cumplir todas como regalo. ¡Te quiero putito!”.
Fernando suspiró aliviado, por suerte Agustín no había revelado nada de lo que había pasado. Sin embargo, no pudo evitar hacerse una pregunta: “¿Y si madre e hijo habían preparado todo?” Fin
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