"Otros ratones": Los mimos de papi por Amoelegante

 

 

 

 



Suelo tener un sueño tranquilo. Iba a decir pesado, pero en realidad es tranquilo, porque descanso bien. Sin embargo, puedo despertarme si percibo algo infrecuente. Eso me pasó aquella noche. Dormíamos todos en la casa. Reinaba el silencio y la obscuridad cuando, mi sexto sentido me hizo, sin mover un músculo, abrir los ojos. Me quedé expectante, mientras mis neuronas empezaban a conectarse nuevamente unas a otras, y salía del sopor del descanso para ir tomando cuentas que estaba acostado en mi cama con mi esposa al lado, y, hasta hace instantes, dormido. Estaba obscuro y en silencio. No obstante, algo había hecho que me despertara. Solo moviendo los ojos, alcancé a ver en el reloj digital las 3:44 de la mañana y, sin moverme agudicé mi oído para intentar descubrir si efectivamente algo había hecho ruido, o solo fue mi imaginación.

No logré percibir nada, por lo que asumí que eran cosas de mi mente, y volví a cerrar los ojos dispuesto a retomar el descanso cuando, un leve sonido volvió a alertarme. ¡¡Ya está!!me dije, no fue mí imaginación! Con cierto sigilo me destapé y levanté de la cama. Me puse la bata de seda, que me encantaba sentir resbalar sobre mi cuerpo desnudo, que es como siempre duermo, y salí en silencio del cuarto.

Recorrí los otros dos cuartos de la planta alta y, en la semi penumbra que cubría todo, pude confirmar que mis dos hijas dormían plácidamente en sus camas. Ambas habían salido esa noche, pero volvieron tarde, y ahora descansaban. Sin embargo, presentía que había algo diferente y no sabía qué era, aunque suponía de qué se trataba aquello que me había sobresaltado. Supuse que, a lo mejor, estaba sensible, y era el fruto de mi excitación, o algo por el estilo, lo que me habría despertado. Resultó ser que esa noche, había llegado a la cama muy caliente y con ganas de intentar una buena sesión de sexo, ya que no había nadie más en la casa. Mi esposa, a quien dejé acostándose, mientras yo tomaba una ducha, ¡seguro había tomado sus pastillas para conciliar el sueño y me esperaba ya entregada a los brazos… de Morfeo! y descansaba plácidamente sobre su almohada.

Yo, en cambio, estaba como aquel Emoji de Whatsapp, el de los dos ojos abiertos. Acariciaba mi pene totalmente erecto, descubriendo el glande que me palpitaba de la calentura y medio baboso ya por debajo de las sábanas mientras, con la otra mano, recorría despacito las medialunas de su culo, con la esperanza que tal vez se despertara y tuviéramos algo de acción. Cosa que no ocurrió y, como me negaba a terminar masturbándome, solo para desahogarme, di media vuelta y me dormí un rato después. Es por eso que asumí que, tal vez, sería aquella inquietud la que me despertó.

Ya que estaba levantado, me dirigí a la escalera para bajar a tomar algo, pero mientras pasaba lentamente de un escalón a otro, en dirección a la planta baja, me percaté que desde la cocina venía un leve resplandor. Pensé que mis hijas, al volver, habían olvidado alguna luz encendida.

En la cocina apenas iluminada por la tenue luz que caía sobre la mesada, desde debajo de la alacena, ¡¡¡me encuentro a Sofi!!! Esta pendeja, hija de padres separados y de buena posición (o como dirían los chicos “con mucho filo”), criada un rato con cada uno y con los descuidos de los dos, lo que solía dejarla bastante “suelta” y liberada para hacer mucho de lo que las otras amigas de 16 años seguramente ignoraban aún.  Compañeras de jockey de mi hija más chica, se hicieron muy amigas en los últimos meses, pero no era muy frecuente que viniera a casa y menos aún, que se quedara a dormir.

Es una cabeza más baja que yo de alto, de cabello ensortijado medio rubión. Sin ser gorda tiene todo en su lugar y uno tiene de “donde agarrarse”. Dueña de unos ojazos celeste tan grandes y llamativos como desarrolladas tiene las gomas. Musculosa, debido a lo mejor a la actividad física, un hermoso culo torneado y bien firme y formado…en suma, una pendejita que está muy fuerte. Para colmo de males, es muy simpática y extrovertida, que tutea a todo el mundo de una sin importar la edad, y al rato de tratarla te olvidás que tiene 16 años, aparentando tener mucho más.

Las pocas veces que la traté, o la escuché en el auto al llevarlas o buscarlas de algún lugar, me dio la impresión de que, a sus compañeras, las daba vuelta y media en experiencia y madurez. En alguna que otra ocasión, de las pocas que tuve, me pescó sin poder sacarle los ojos de encima y me quedó la impresión que entendía muy bien como venía la mano, aunque yo no la conocía lo suficiente, y era un terreno en que no me arriesgaría a mover un solo dedo estando, la familia de por medio. Por lo que siempre que pude, traté de ignorarla o borrarme. Me la hubiera llevado por delante mil veces de mil amores y me hubiera regalado comiéndome esas gomas hasta sacarle la leche que no tiene. (¡¡cómo me ratonea chupar un buen par de tetas que den leche!!)

Después del beso de rigor en la mejilla, que ella me dio como sujetándose de mi hombro, y de verificar como distraídamente si tenía la bata bien sujeta y cerrada, me contó que estaba “como” inquieta en la cama, y que bajó a tomar agua. Que se había encontrado con mis hijas en un bar y después de tomar algo, y como andaba “en banda” de padres, la invitaron a casa el finde. Llamó a su viejo, y se vino con lo puesto. Mañana iría a buscar algo de ropa adicional. Lo puesto, en este caso, era una remera largona apenas por debajo de la cola, y que estaba usando a modo de camisón. El contraluz de la mesada, cuando se ponía de costado, me dejaba ver a la perfección, el perfil de sus hermosas gomas y la marca que la apretada tanga, bombacha o lo que fuera, que se le marcaba sobre la cintura. ¡¡Que pendeja buena, por Dios!!

Me puso a mil la visión y la circunstancia de tenerla en frente, con ese medio hombro al descubierto que dejaba adivinar el nacimiento de uno de sus pechos, medio tapado por los rulos y el par de faroles que eran sus ojos, con los que me espiaba por sobre el borde del vaso de coca que le serví. Mi cabeza hervía tratando de no distraerme de la conversación, y razonando a mil sobre qué hacer y cómo luchar con el diablito rojo que, parado en mi hombro, me hacía barra para que me la trance allí no más.

La casa dormía. Mi mujer empastillada, yo que hervía y era muy temprano para que nadie más se levante. Así es que, con algo de tranquilidad (¡el irracional gusto por el límite y lo prohibido me provoca!) le sugerí ir a tomar, ella su coca y yo la mía, al living “iríamos viendo” como venía la mano. Nos sentamos en el sofá. Ella se sentó a mi lado, pero de costado, con una pierna debajo de la otra, como enfrentándome. No podía sacarle los ojos de las gomas que se dibujaban bajo la tela suelta. Por hablar cualquier pelotudez, le pregunté por qué había dicho aquello de que estaba “en banda de padres”? Bajó un poco la mirada y me contó, con algo que pareció la voz entrecortada, que ella se crió rebotando de una casa a la otra, aunque el único de los dos, que le dio más atención, era su viejo. ¡Pero... estaba de viaje con una “amiga” ese finde, y es por eso que “me quedé sin sus mimos!”. Largó esa última frase, otra vez mirándome por sobre el borde del vaso, casi como haciendo pucherito.

A mí me sonaron todas las alarmas!!. Sería que ella y su viejo cogían? Será que, además de carita de turra, aprendió con su papi todo lo que sus movimientos parecen gritar? Sería que me estaba haciendo partícipe de aquello para insinuarse, o solo lo inventaba por hinchar las pelotas?... De cualquier manera, me sonó a la apertura de una puerta que, de resultar como me hubiera gustado, me la podría comer y disfrutarla, y decidí tirarme a la pileta. La situación me ponía más a mil de lo que ya estaba esa noche. Le pregunté, también pausadamente y haciéndome el complaciente, con la misma mirada provocadora, si yo podía ayudarla con esa falta que tenía? Le dije: “tengo muchas mujeres en mi casa y algo de experiencia en el tema tengo” y que entendiera lo que quisiera. Sin cambiar mucho la postura, se arrimó despacito un poco más, sin bajarme la mirada y hasta casi pegarse contra mi costado. Una de sus gomas, aquella del hombro descubierto, apoyada contra mi brazo se sentía como si me quemara, y su cara relativamente cerca de la mía. La pendeja era toda una hermosa trolita!! Siempre me la había imaginado así, aunque, no sé si era por su mirada o por mis fantasías. Habrán sido las ganas que tenía de poder voltearla, pero, jamás pensé siquiera que fuera posible, o que pudiera intentarlo!

Me responde que a ella le encantaría que hoy fuese su papi también, pero que no estaba muy segura de si yo sabría “qué y cómo” hacer para reemplazarlo, (cada vez más convencido que la pendeja cogía con su padre… y desde siempre). Nuevo incentivo para calentarme más porque, el incesto que nunca practiqué, es un tema que me recalienta. Dejé mi vaso sobre el apoyabrazos y de un golpe, le puse mi mano sobre la nuca y empecé a atraer su cara hacia la mía. Ella, como descuidadamente, se apoyó en una mano, y ésta a su vez sobre mi pierna, cubierta por la bata que, resbaladiza como es, algo se corrió dejando descubierta la piel de mi pierna al contacto de su mano. Esto electrizó a mi pene que, de morcillón que estaba, empezó a endurecerse amenazando salir por algún pliegue de la bata. No podía creer que ya la tenía, o ella a mí. Me estaba arrimando a cruzar una barrera que jamás pasé de verdad porque, en sueños mil veces. Con una pendeja menor de edad, amiga o compañera de mis hijas, en mi propia casa y con toda mi familia dentro.

Al ver que no me había equivocado hasta acá y que se prestaba al juego, le di un último empujón a su nuca, y nuestros labios se pegaron, uno sobre otros. Ella estaba más preparada que yo para el momento, y no me desilusionó, porque fue la primera en comerme la lengua, abriendo su boca babosa y tibia, chupándomela como una desenfrenada y haciendo que mi postergada erección volviera a notarse. Yo estaba sentado derecho, normalmente en el sofá, con ambas piernas sobre el suelo. Ella recostada a lo largo, de costado, casi de frente a mí, apoyada sobre mi regazo y con una mano cerca de mi entrepierna.

Yo no tenía noción del peligro que corría, y ya no me importaba en ese momento nada. Con el brazo izquierdo la sostenía por bajo su cuello, como dándole de mamar a un bebé, y con la otra amasaba su hermosa teta, ya prácticamente fuera de la remera mientras jugábamos a comernos la boca babeándonos y lamiéndonos la cara. No podía dejar de manosearla, como un desesperado. Disfrutaba cada segundo, cada milímetro que mi mano viajaba de sus gomas a su cola, la que acariciaba por sobre la vedetina que había quedado al descubierto. Ella me comía la boca como desaforada, y ronroneaba cuando sentía mis dedos apretar su pezón. Parecíamos dos enamorados desaforados y urgentes. Me volvía loco que no solo no se callaba, tampoco hacía ruido importante, excepto uno gemiditos de bebé en señal de disfrute de lo que hacíamos que me incitaban a seguir chupándola, apretándola, manoseándola! La piba no se hacía la loca. Estaba recaliente y desenfrenada.

Dejó el apoyo de aquella mano sobre mí, y de un manotazo, sin dejar de comerme la lengua, la metió dentro de mi bata, agarrándome la verga con todas sus fuerzas como diciendo: esto es lo que quería!!! Esto es lo que me gusta!!!

Por un instante se separó de mi boca y, sin dejar de mirarme, con aquella mirada de gata en celo digna de la mejor trola, dejó caer su cabeza y comenzó a mamármela mientras se retorcía en el sofá debajo de mi mano, que no paraba de manosearla, apretarle la cola, subir hasta sus tetas hermosas, gorditas, duritas y de pezones erectos y calientes!! Tan pronto se la comía entera como la sacaba entera, la escupía, y la volvía a lamerla después de descubrir y volver a cubrir el glande con la piel. Realmente la pendeja disfrutaba, tanto como yo de lo que me hacía y sabía muy bien cómo hacerlo.

Me había terminado de poner a mil. Que hermosa sensación de su lengua sobre mi glande. La chupaba como una experta. Sabía muy bien que la parte más sensible está en el reverso del glande, y ahí dedicaba a raspar con la punta de su lengua…siempre sin dejar de mirarme a los ojos como diciendo…”viste lo que te hago? Te gusta como a mí?”

Esta pendeja, al igual que otras, inconscientemente siempre me había calentado, y ahora me la estaba chupando como una condenada mientras su mano subía y bajaba haciéndome una paja descomunal y descontrolada.

Solo vi a alguna ninfómana en películas, o escuché historias sobre ellas, pero si tuviera que describir a una mina descontrolada por gozar, con el sexo a flor de piel, desbocada y hambrienta, esa parecía esto que estaba gozando y yo, a punto de estallar después de calentura con atraso, 10 minutos de paja intensa y lengua desbocada. Estaba en ese hilo delgado entre el querer explotar y el no querer que se termine nunca

Un rayo de cordura, la puta madre!, cruzo por mi cabeza en ese preciso instante y caí en la cuenta del cuadro en el que estaba: en el living de mi casa, con toda mi familia durmiendo, manoseando a una pendeja caliente que, con medias gomas al aire, me la estaba chupando como los dioses !!!! Y entonces, pasó todo junto, en el mismo instante.… El pensar en aquello, el sentir esto y, se cayeron todas mis barreras y mi caballerosidad, de pretender avisarle antes y exploté en su boca sin aviso, inundándosela de mi postergada leche que brotó explosivamente, como en andanadas. Yo sentía una descarga descontrolada que la putita se tragaba toda como si fuera un helado de crema. Me dejó temblando de pies a cabeza, mientras se relamía pasando la punta de su lengua levantando los restos de mi leche que quedaban en la cabeza de mi verga y lamiéndose los labios, limpiando vestigios de esta tragada. De golpe, en ese preciso instante en que uno ya no tiene voluntad para nada…se sintió un ruido en la planta alta!!

Ambos pegamos juntos un salto del sillón. Yo, acomodándome la bata, y ella, sin sacarme los ojos de encima como con intriga más que pavor, “esperando instrucciones” sentí yo, se limpiaba la comisura de los labios con el reverso de la mano, caminando rápido hacia la cocina.

“Dejame que subo primero, después apagá la luz y subí vos”, le dije.

Subí como “si no pasara nada” pero sin hacer ruido. Lo que habíamos escuchado fue el ruido que hizo mi hija mayor, que había entrado al baño, momento en el que aproveché para meterme en mi cuarto y deslizarme en la cama lo más suavemente posible, tratando de disimular el temblor que la situación me dejó durante un rato en el cuerpo.

Me quedé, no sé cuánto tiempo, boca arriba en la cama tratando de “procesar” lo que había vivido en esos últimos no más de 20 minutos. Agradeciendo a Zeus que se me hubiera dado y lamentando tener tanta gente en mi casa como para aprovechar más la situación y seguir disfrutando de esa pendejita tan caliente.

No salía de mi asombro de lo hermosa y maravillosamente puta que era Sofi!! Las pocas veces que la había visto, siempre me gustó, y también me pareció que “estaba de vuelta” de muchas cosas, respecto de sus compañeras. ¡No me había equivocado! ¿Habrá sido real que cogía con su viejo? Ahora estaba convencido que sí. De cualquier manera, la seguridad y madurez con que me avanzó, con que se movía, lo excelente que fue la paja, la chupada que me dio y como presentí que disfrutó tragándose mi leche, denotaban experiencia en el sexo, y no era de ahora, sino de cierto tiempo ya.

Finalmente, con estas cosas rondando en mi cabeza, más desahogado de mi calentura y con el temblor de mi cuerpo calmándose, me quedé dormido.

Siento la cama moverse. Mi mujer, a quien doy la espalda, se debe estar por levantar. ¿O soñando algo tal vez? Vuelvo a dormitarme. Su brazo pasa, despacito, por encima de mí, y sus dedos rozan casi imperceptiblemente mi tetilla, erizándome los pezones. Con los ojos apenas entreabiertos distingo que, desde afuera, entra algo de resplandor claro. Debe ser de día ya. ¡Qué extraño que juegue así! ¿Desde cuándo le gusta el sexo por la mañana? Hace rato ya que no sé qué es el desayuno de los campeones!

Sigo haciéndome el dormido y disfruto. Siento su mano bajar buscando mi entrepierna. Instintivamente las muevo un milímetro para facilitarle la tarea. Me acaricia las bolas, como si quisiera jugar sin despertarme. Ya no soy un pibe, y mi sexo no responde como hace 20 años atrás. Anoche tuve intensa acción a la madrugada. Así es que no creo que pase nada muy raídamente. La dejo hacer y disfruto el momento.

Contrariamente a lo que pensaba, mi virilidad hace algo de aparición y se nota que empiezo a ganar en volumen. Noto que se entusiasma porque me agarra la pija por el tronco. Empieza suave y lentamente a correr la piel de abajo arriba, lento, una y otra vez. Mi calentura aumenta como la dureza de mi pene.

Ella se mueve acercándose a mi espalda, como si medio se incorporara. Noto su aliento en mi cuello, y que con su lengua roza el lóbulo de mi oreja…Me acelera el pulso y me susurra al oído: “papito, vengo a buscar mis mimos”!!! ¡Era Sofía!!!

Pegué un salto en la cama, y sorprendido, como sin saber qué estaba pasando, me cubro con la sábana!!!

Qué hacés acá loca de mierda!!! Le digo como susurrando un grito en secreto, para que no se escuche.

Tranqui papi que Celeste (mi hija menor) me despertó hace un rato porque había prometido acompañar a mami a la peluquería, y Carla (la mayor) me dejó desayunando sola en la cocina, y se acaba de despedir yéndose a hacer tesis todo el día, a la casa de no sé quién. “estamos solitos”!!Te tengo todo para mí, y quiero los mimitos que me ofreciste anoche!

Medio dormido, medio despierto, no me entraba tanta información todas juntas y de una en la cabeza. Me envolví en la bata y salí de la habitación a verificar si era cierto lo que me decía.

Dos minutos después, regresé y… ahí estaba. Como tirada sobre mi cama, boca arriba con las piernas juntas y a un lado, dejando asomar sus nalgas por entre las sábanas, y con la misma remera de anoche.

Está más cogible que a la madrugada la pendeja. El resplandor vago que entraba me permitía mejor visual que anoche. Sus pezones se marcan erectos bajo la remera. La guacha me extiende los brazos, como invitándome. Me subo a la cama por los pies y en 4 me voy hasta casi encima de ella. Dejo que se me cuelgue del cuello, con los brazos en jarra, mientras busco ubicar mis rodillas entre sus piernas. Dejo caer mi boca en su cuello y se lo muerdo, se lo chupo y se lo baboseo….

Saco mi lengua, cuan largo puedo, y le lamo el cuello, el mentón, los labios…dejándole un mar de baba. Ella responde ronroneando como un gato satisfecho y apretándome contra ella.

Miro de reojo la hora, sin distraerme de mis lamidas y besuqueos, y rápidamente saco la cuenta que tengo tiempo de sobra.

Mi boca baja por su cuello y le mordisqueo los pezones. Primero uno, después el otro, por sobre la remera. Hace ademán de sacársela, pero no la dejo. “Te quiero así”, le dije. Ahora empiezo a manejar yo el encuentro.

Voy bajando por su pancita, le levanto un poco la remera descubriéndosela, y me dedico a llenarle el ombligo con mi lengua y mi baba. La siento moverse sugestivamente, entregada a disfrutar mientras empieza a moverse acompasadamente.

La misma vedetina de anoche cubre lo que adivino es un depilado pubis, porque no se ven bulto de bellos. En cambio, se nota la tenue tela dibujar el surco de su conchita. Nunca estuve con una pendeja, ¡pero esa zanja en su pubis, que parece comerse la bombacha y dibuja una vulva gordita, me puede! No aguanto más y me tiro de cabeza a olfatearla. El aroma a pis y sexo adolescente me enloquece, me pierde. No puedo dejar de mordisquear su vulva por sobre la prenda, mientras con ambas manos le amaso sus divinas gomas de pezones erectos. Ella ya se retuerce de calentura, mientras me pasa una pierna por sobre el hombro. Noto húmeda ya la vedetina sobre su concha y no es mi baba. La putita se está calentando!!! y me enloquece cómo se retuerce, gimiendo casi imperceptiblemente.

Le suelto las gomas y le empiezo a bajar la vedetina. Levanta su cola para ayudarme a sacársela y me quedo con sus piernas sobre mi espalda y la cara hundida en su argolla empapada!!Cuanto placer!! Imagino una conchita con poco uso (o al menos me lo imagino), peladita, gordita y toda empapada ya.

Con la punta de la lengua separo sus labios, y subo buscando ese botoncito que late escondido. Ella quiere apartarme, pero no la dejo. Termina agarrándome de los pelos y acompañando el movimiento de su cadera, de arriba abajo mientras presiono su clítoris entre mis labios. Lo succiono como a un pezón erguido y, en cada chupada, la siento estremecerse, como si le diera electricidad! Lo suelto y me dedico a recorrer con mi lengua, desde ese espacio que separa el anillo de la cola del inicio de sus labios y noto que se enloquece aún más. Sé que las mujeres son especialmente sensibles ahí. Me muero de ganas de lamerle el culo, pero no me puedo distraer tanto. Persisto en la zona porque la quiero volver loca y noto como hace fuerzas para levantar la cola de la cama y facilitarme la tarea. Me como con toda la boca abierta sus labios y se los chupo como sediento, llenándome la boca secándolos de sus jugos. Vuelvo a su clítoris que es muy especial por su tamaño particular, como si fuera una pequeña pijita, y se enloquece aún más. Lo tiene bien marcado y erguido, lo que me facilita presionarlo entre mis labios y moverme como haciéndole una paja… enloquece porque empieza a temblar entera, como convulsionando, y la noto tiritar y sacudirse empujando mi cara hacia su concha con fuerza y bronca, como si quisiera que la tragara entera. Me termina de regalar su primer y exquisito orgasmo que llevo en jugos desparramado sobre toda mi cara. No quisiera dejarla descansar y tengo miedo de acelerarla demasiado. Después de todo es una pendejita.

Cansado por la posición, me tiro de espaldas sobre la cama, a su lado. Es muy raro lo que me produce esta pendeja. Estoy extremadamente caliente y se nota en mi pene que se alza erecto por sobre mi vientre. “Ahora me toca a mí”, me dice y, pasando una pierna por sobre mi cuerpo, se sube como para cabalgarme, pero… no. No es su idea.

Acomoda, como acostándola, a mi verga sobre mi panza apuntándome a mi cara y apoya su concha mojada de forma que sus labios la abracen. Después de acomodársela, se quita finalmente la remera, dejándome, desde abajo, la visión espectacular de sus gloriosas gomas, brillosas de sudor, subiendo y bajando por lo agitada de su respiración y bañadas por una catarata de rulos. No puedo menos que extender mis brazos y prenderme de cada una de ellas. Que duritas y formadas las tiene!

Empieza un movimiento de vaivén despacio y suavecito. Mi pija recorre resbalando en cada movimiento, su concha desde abajo a arriba. Mordiéndose el labio inferior y con esa costumbre de no dejar de mirarme a los ojos con los suyos diciendo sin decirlo, que está gozando como una real puta… y lo mismo está logrando conmigo. El glande de mi pene desaparece y aparece embardunado y brilloso en cada subida y bajada…que pareciera hacer exasperadamente despacio, y me pone al palo.

Sigue con ese jueguito, y mis apretadas a sus gomas, unos minutos más hasta que se levanta unos centímetros, baja una de sus manos apoyadas en mi pecho y acomoda la punta de mi pija en la puerta de su vagina. Me estiro, para agarrarme de sus nalgas y empujarla toda hacia adentro, pero ofrece una resistencia que no me animo a combatir.

Empieza a bajar despaciiitooooo, me exaspera… me mata de las ganas… siento como le entra cada milímetro lentamente y me enloquece. Cuando su concha vuelve a dar contra mi pubis, la tiene toda adentro. Se separa con ambas manos los labios para que su clítoris se frote contra mí, y empieza a moverse de arriba abajo y en cada movimiento parece que la saca entera para volver a clavársela. Todo como en cámara lenta. Alterna los ojos cerrados con la clavada de esa mirada que me dice que la muy puta está disfrutándome a lo perro. El verla así y acordarme de su viejo, me la imagino haciéndole lo mismo, y más me caliento. Me siento él cogiendo a su propia hija.

Mis manos no saben a dónde ir…de pronto me prendo a sus gomas, agarrándolas con ambas manos y me levanto un poco para poder metérmelas enteras en la boca. Las lamo como desesperado mientras aprieto sus nalgas con rabia… ella me susurra gemidos en el oído, a la misma vez que me muerde el cuello, y yo ya estoy por reventar. ¡¡¡¡En momentos que intento contenerme para esperarla, su cuerpo empieza a tensarse, y yo me libero para explotarle todo adentro!!!!

hayyyyyyyyyy me susurra…. Papiiiiiiii lléname!!!!!! ¡¡¡Quiero sentir de nuevo tu leche adentro!!! mientras le tiembla el cuerpo empapado de sudor y empuja para clavarse hasta el fondo, como queriendo que me meta entero por su concha. Fueron unos segundos que parecieron años por la intensidad.  Me daba la impresión de que le había largado 15 litros de esperma caliente. Sin dejar de moverse, aunque más suavemente, con mi pene latiendo y ablandándose aún empapado en su interior, me rodea el cuello con sus brazos y me atrae hasta sí. Levanto la cara y nos juntamos en un beso laaargo y mojado, mientras apretamos nuestros cuerpos como intentando fundirnos el uno en el otro. Me acerca su boca al oído y me dice, como en secreto: “me gustó más que con mi papá”

No me la saqué de la cabeza por un buen tiempo. Sé que existe. Sé que camina, que respira, siente, y que seguro coge por allí. Durante algún tiempo, mi hija la mencionó en alguna que otra conversación. Nunca más la volví a ver, pero fue alimento de mis ratones por mucho tiempo.   Fin

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