Las peteras de la playa

 

Me llamo Laura, y no voy a decir que estoy riquísima porque soy humilde. O al menos, eso siempre me dice mi tía. Además las miradas perversitas de los hombres me lo confirman. Soy hija única, y todos los años mis padres premian mi esfuerzo escolar llevándome a vacacionar con ellos a Pinamar. Allí conocimos hace dos años a los Robles, una familia ricachona pero muy copada. Yo me hice amiga de macarena enseguida, y con su alegría, sumada a las travesuras de Bauti, su hermano menor, nos cansamos de divertirnos en la playa. ¡y menos mal, porque ya estaba podrida de armar castillos de arena sola como una pelotuda, usando esas mayitas ridículas con voladitos, y comiendo helado con cara de aburrimiento!

Nos la pasábamos corriendo bajo el sol, chapoteando o flotando entre las olas, riendo y cantando todo el día. Hasta que Maca y yo nos descubrimos viendo el mismo espectáculo, y con la misma cara de felicidad: los bultos creciendo en las mayas de los tipos. Al principio nos reíamos y listo. Pero luego, notamos que nos calentábamos mal y nos metíamos al agua para disimular que se nos mojaba la chuchi. Ella fue la primera que lo notó. Recuerdo que no sabía cómo explicarme lo que le pasaba. Hasta que, con la excusa de arreglarme la vincha que tenía puesta, me dijo al oído: ¡No entiendo mucho por qué me pasa, pero, parece que cuando miro los pitos de los chicos, es como si, me hiciera pis encima! ¿A vos no te pasa?

Yo había debutado en casa con un primo, una noche de verano en el patio cuando mis papis me dejaron a cargo de la casa por una reunión de negocios, dos días antes de mis 15. Pero ella era virgen, y estaba insoportablemente cargosa por querer coger. Sus 16 años, su cola radiante, su cuerpito delgado y sus tetas de pezones siempre erectos lo pedían a gritos. Por eso, hasta nos pusimos a hacer gimnasia en la playa para que los tipos nos miren y se baboseen. Así todo, generalmente yo tenía más éxito.

Yo soy morocha de ojos grandes y negros, pelo lacio, morenita de piel y muy flaquita, de tetas pequeñas y cola chiquita pero bien parada. Creo que a los vagos les gusta que use shortcitos de jeanes gastados y topcitos cortos y floreados. Les encanta ver cómo nos pegamos en la cola mientras bailamos en la arena, o cuando hacemos los ejercicios de rutina. Hasta que al fin, una tarde se me salió la cadena, y me arriesgué. Tal vez, gracias a que me sentía demasiado calentita. Bauti, que tenía 13 en ese momento, y yo nos quedamos en una carpita al resguardo del sol, mientras Maca iba en busca de gaseosas, y mis padres jugaban al tejo con los suyos. El nene tenía un short re apretado, y el pito re parado. Le mostré las tetas haciéndome la tonta con que me había picado un bicho, me le tiré encima, le comí la boca y enseguida le bajé el short. No le di tiempo ni a procesar nada. Se volvía loco cuando le mordía el mentón, o le pasaba la lengua llena de saliva por los labios. Tenía un pito gordito pero pequeño, el que se le colmaba de juguitos. Por eso no dudé en lamerle la cabecita, aunque acabó de una y me dio mucho asco. Pero pronto volví a chupárselo con algunos besitos a sus bolitas, gimiendo como me lo pedía y exagerando sonidos. Maca entró corriendo a la carpa con las gaseosas, y en vez de regañarme por lo que le hacía a su hermano, sacó su celu y empezó a filmarnos, tocándose las tetas y la conchita, abriendo cada vez más las piernas. No paraba de reírse, ni el pibe de decirme zorrita, ni yo de succionarlo todo, como si nunca hubiese chupado una pija. Hasta que el nene acabó de nuevo, casi al borde de lastimarse los labios de tanto mordérselos. Pero esta vez contra mis tetas. Ahí Maca me confesó que se muere por chupar una pija, que eso la vuelve loca, y me felicitó por sacarle la leche a Bauti de esa manera. Incluso, hasta empezó a flashearla con que yo debía sacarle la virginidad, antes que se lo coja cualquier turrita grasa de la escuela. Esa noche el nene se pajeó durante casi toda la madrugada. Yo lo supe porque, los tres compartíamos la misma carpa.

A la mañana siguiente, Maca y yo, después de refrescarnos un rato en el mar fuimos a una canchita playera en la que tres pibes jugaban al vóley, y decidimos sumarnos. Ella enseguida me dijo al oído: ¡Che, mirá cómo se les para, y cómo nos miran! ¡Tenemos que dejarnos ganar!

Era cierto, porque la piba estaba en bikini y con una pollerita corta, y yo con el top mojado por el calor. O sea, que se me re marcaban los pezones. Ellos, ninguno tenía más de 22 ni menos de 18. No sabíamos ni sus nombres, pero pronto estábamos meta pelotazos, riéndonos, delirándonos por lo malos que éramos jugando, y tarareando las canciones que sonaban en el celu de uno de ellos. Hasta que perdimos por goleada. Yo les dije que los recompensaríamos comprándoles helado del gusto que quisieran, mientras le tocaba el ganso al más alto, Y Maca al peladito, pero que debían esperarnos en el baño. Así que, sin dejarlos hablar ni pensar, para que no se arrepientan, salimos corriendo a buscar a mis padres para que nos den plata. En el baño los chicos nos esperaban sonrientes; incluso uno de ellos se pajeaba suavecito encima de la maya. Maca no aguantó la tentación, y a ese le refregó toda la carita en el paquete. Los otros pelaron dos pijas increíbles. En especial el más alto, y nosotras empezamos a comer helado para luego arrodillarnos, totalmente dispuestas a intercalar cucharitas de crema americana y dulce de leche con pijas. El pelado se estremecía cuando Maca le ponía helado en el glande y se lo lamía. Pronto los 3 nos rodeaban para que nuestras boquitas frías y pegoteadas de pasión se coman esas carnes duras, tensas y gruesas. Nos tiraban el pelo para profundizar sus estocadas. A Maca le hacían lamer sus huevos, y a mí me arrancaron el top para fregarlas en mis gomas llenas de helado, porque Maca me las enchastró todas. Los enloquecía nuestros gemiditos, y nos daban pijazos después de hacernos comer helado. Maca fue la primera en recibir la lechita del pajero, y creo que por el asco que ambas compartíamos, la escupió al suelo con gestos como de nauseas o algo así.

¡Chupen peteritas de mierda! ¡Qué rica que son las nenitas! ¡Cómo chupan la pija las perdedoras! ¡Fue re obvio que se dejaron ganar, para comer pitos! ¡Les encanta, porque son dos guachitas con la concha caliente!, decía el alto que gozaba como loco cuando las dos se la comíamos despacito, saboreando y lamiendo mucho. El pelado le subió la pollera a Maca y se agachó para olerla mientras se pajeaba rápido y agitado, y el alto nos obsequió su leche tras pajearse contra mi boquita abierta. El otro se puso de pie, y casi me atraganta al acabarme todo su semen dulzón en la boca, el que me pidió que le escupa con fuerza en la cola a Maca, y lo hice. Salimos re alzadas del bañito, y tristes porque los chicos volvían esa misma noche a la capital federal. Pero entramos en el vicio de chupapijas con toda la honra. No podíamos parar de mirar bultos, ni de fantasear con petear juntitas a los africanos que venden anteojos. Esa noche nos re tocamos viendo el videíto del baño, ya que ella siempre filmaba todo con su celu. De hecho, no sé por qué terminamos acariciándonos las gomas entre nosotras. Yo tuve toda la tentación de mordérselas, y por lo que adivinaba en sus ojos, ella también.

Al otro día interceptamos al vendedor de pirulines, ¡y no sé cómo no nos delató a nuestros padres! Esa tarde lo perseguimos para comprarle chupetines, y nos hicimos las boludas con la guita. Le dimos menos de lo que valían. Entonces él nos correteó, hasta que logramos meterlo en la carpa. Maca le bajó el jean de una, con la calentura en las manos, y el tipo miraba desorientado para todos lados, mientras yo me hincaba en el piso para mamarle ese tremendo pedazo, mucho más duro y grande que el de los porteños. No nos entraba en la boca, pero él hacía lo posible para que entre las dos abarquemos esa pijota sudada, caliente y deliciosa.

¡Son dos cochinas, dos putitas calentonas, sigan así y no les cobro nada! ¡Chupá vos morocha!, me decía tocándome las tetas y nalgueando a Maca que, lo pajeó contra su boca, y en cuanto yo comencé a saborear sus huevos calientes, el me metió un poco más de la mitad de su tronco en la boca, y empujó sabiamente pero con brutalidad, hasta que le gritó: ¡Te la vas a tragar toda mocosita!, y la guarra se hizo pichí encima mientras tosía por las burbujas de la lechita del hombre en su garganta, que poco a poco volvía a recobrar el aliento. Al verla así, yo tuve ganas de mearme encima, de bajarme la bombacha y de cogerme a ese tipo, para enseñarle a mi amiguita lo que tiene que hacer con un hombre.

Apenas él se esfumó, y ella corrió a cambiarse la ropita mojada, entró Bauti a la carpa, y no me contuve. Otra vez se la chupé y lo hice acabar dos veces. Desde entonces, me di cuenta que necesitaba más y más el sabor de la leche de los machos en mi boca. Obvio, lo filmé todo y se lo mostré a Maca, quien me confió que ella se lo quiere coger todo, y que se excita cuando le ve el pito parado. Pero que va contra sus principios morales.

Al día siguiente, mientras yo tomaba sol, vi que un flaquito con auriculares iba y venía sin disimular sus misiles visuales a mi cola. Cuando no pude más le mostré un pote de bronceador para pedirle si de buena onda me ponía un poquito en la espalda. Pero cuando se me acercó, con una mano le agarré la pija encima de su maya húmeda, mientras que con la otra metía y sacaba un dedo de mi boca. El flaco notó mi sed seminal, y no dudó en seguirme a la carpita donde me dejó en tetas, me las chupó y luego fregó su morcilla totalmente desnuda en el hueco de la fiebre de mis pezones. Pero le demostré que yo tomo las riendas al voltearlo sobre la manta, sentarme sobre su pecho y llenarme la boca de pija, con esa pija creciente, venosa y resbaladiza por mi saliva y su juguito. La primera vez me tomé su lechita, y la segunda acabada se la compartí mientras nos tranzábamos prendidos fuego en el suelo. Al chancho le encantaba que le frote el culo en la cara!

Cuando el flaco se las tomó, corrí a buscar a Maca para mostrarle el video de lo que terminaba de hacer. Pero eso quedó para más tarde. La encontré en cuclillas rodeada de 4 pijas mucho más grandes que las anteriores. Eran 4 tipos que jugaban al tenis en la playa, a los que ella le había echado el ojo a sus erecciones.

¡Dale Lauri, sumate nena, que estas pijas están re ricas!, me dijo, y me mandé. Los cochinos quisieron que nos besemos en la boca, pero no le dimos bola porque no somos lesbianas. Me metí una en la boca, la que Maca había babeado entera y lo hice gemir a ese gordito con mi lengua juguetona, y con mis mordiditas. Ella intentaba devorarse de a dos, pero no podía. Pajeaba y chupaba con una desesperación que me animaba a petear con mayor locura. Estábamos a la orilla del mar, y ahora todos nos veían actuar. No quisimos llevarlos a la carpa. Seguimos intercambiándonos las vergas, haciendo jadear a esos tipos que se mordían los labios, nos decían cochinadas y nos manoseaban las tetas a su antojo. Cuando escuché a Maca hacer gárgaras con la leche del más feo de los 4, apuré la acabada de los dos que estaban a mi cargo, pajeándolos entre mis lolas y chupando como una pordiosera, y los dos me ensuciaron casi a la misma vez. El otro fue generoso con las dos y nos dio un poquito a cada una. Cuando los dejamos sequitos Maca se percató de que Bauti nos estaba filmando, además de pajearse embobado, y nos extorsionaba siempre con contarle a nuestros padres de nuestras aventuras si yo no cogía con él. Por lo tanto, no tuve otra alternativa que garcharme a ese flacucho lleno de granos, sudado, mal peinado y sin ningún encanto más que el de su pene estremeciéndose en los jugos de mi sexo en la carpita, mientras Maca se la mamaba a su nueva víctima. Era un músico que cantaba temas de Arjona en la peatonal y pasaba la gorra.

La mañana siguiente Maca se encargó de sacarle la leche a dos pibes que jugaban al fútbol, y yo a dos nenes en apariencia vírgenes que elegí al azar. Desde entonces las dos chupamos pijas y competimos para ver quién es capaz de tragarse más lechazos por día. Todavía Maca sigue siendo una chica pura, pero con la boquita tan sucia como la mía. No volví a verla después de que sus padres nos encontraron desnuditas peteando a un bañero a orillas del mar. Creo que al fin su madre debió admirar lo que es un buen pete después de todo, porque su papá tenía mucha cara de mal atendido.       Fin

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