Tengo 23 años, me llamo Laura y hace poco fui mamá por primera vez. Tuve una nena que, hoy por más que me desvele casi todas las noches, la amo con locura. Ahora estoy solita porque el pelotudo de mi ex se las tomó con la turra que nos alquilaba la casa en la que vivimos durante el tiempo que estuvimos de novios. Seguro hoy vive con ella entre esas paredes. Encima se dio el lujo de decirle a todos sus amigos que la beba no es de él, haciéndome quedar como una regalada, incluso delante de mis padres. Por eso me vine a vivir a lo de mis tíos por unos meses, hasta conseguir algún trabajo, ya que dejé la facu para dedicarme a mi embarazo. Además no podía amanecer bajo las caras de ojete de mi madre, la indiferencia de mi padre y los sermones de mi abuela.
Justamente allí, una tarde calurosa, llena de ruidos por una obra de una fábrica cercana, y yo que estaba de seis meses, por alguna razón me sentía demasiado caliente. Mi ex, durante ese período ni me tocaba, argumentando que cualquier movimiento brusco podía hacerle mal al bebé. ¡Para colmo, acababa de enterarme que era la reina de las cornudas!
Me encerré en mi habitación y me dispuse a ver una porno. Ese vicio lo heredé de un primo al que siempre le tuve un hambre terrible. El pibito se sabía hasta los nombres reales de las actrices! Con eso se había ganado mi respeto.
Más allá de que me costó entrar en clima, al rato me pajeaba como a mis 15. Cuando un calor interior insurrecto me sofocó, me quité el suéter, la blusa y el corpiño para despatarrarme en la cama a mis anchas y tocarme más intensamente, cuando la tele me mostraba a una colegiala sin calzones, con una pollerita divina, gateando en una colchoneta para comerle la pija a cuatro negros que la rodeaban como para hacerle un baño facial en pleno gimnasio. Hasta que percibí unos gemidos agudos, y seguido unos sollozos, como los de una nena. Creí que era la peli, o el maullido de algún gato en los techos. Pero al bajar el volumen oí los mismos quejidos junto a la pared, y recordé que la tía estaba en la peluquería, y el tío Carlos en el laburo. No sé por qué, pensé que algún degenerado pudo haber entrado a la pieza de mi prima Camila. Pero cuando corrí presa del pánico a mirar, la puerta permanecía entreabierta como un amanecer, y las persianas de las ventanas bajas.
Entré, y vi a mi primo Luis encima de ella, los dos boca abajo en la cama deshecha, bajo una luz tenue y sin advertir mi presencia. Todavía caliente por el lechazo de los morenos a la piba de la peli, y por los chupones que yo misma le había regalado a mis tetas, me acerqué a ellos sin medir consecuencias. Le corrí una pierna a Cami con toda la paciencia. Al hincarme un poquito observé cómo él le deslizaba la pija por la conchita, hasta que decidió correr presuroso a su boquita babeada para hacerle tragar su lechita tibia de una.
Ahora sí supieron que yo estaba allí. No los pude retar porque se me nubló la razón, porque él se me prendió de las tetas para amamantarlas, y porque el aroma de los 16 de Camila, que no paraba de tocarse con sus piernas cruzadas me hacía arder la sangre. Le saqué la tanguita sudada de los tobillos, la alcé en brazos mientras pajeaba a Luis, le lamí las orejas, le estiré los pezones y humedecí uno de mis dedos entre sus jugos, moviéndolo circularmente para que lo lama. Todo se daba con tal desparpajo y naturalidad, que ninguno creía que estaba haciendo algo fuera de lugar, o prohibido, o inmoral. Luis me sacó las ojotas, el pescador, y apenas me bajó un toque la bombacha me derretí por dentro, porque ambos comenzaron a lamerme sin ningún prejuicio las piernas, el culo y la chuchi como con toda la experiencia, mientras yo de pie hacía equilibrio entre jadeos y pequeños terremotos en mi cuerpo. ¡esos mocosos parecían olfatear a la perfección mis ganas de garchar cuanto antes!
Después él me sentó de un empujón en la cama para que engulla sus bolas en mi boca y le chupe esa pija venosa, rígida y cabezona, aún con restos de su estallido anterior. Ella incrustaba su lengua en mi semilla que acumulaba una fiebre feroz que me descontrolaba. Por momentos colaboraba con el glande de Luis, quien a sus 20 años, no cogía si no era con su hermanita. Jamás le conocimos una novia. Es más, una tarde me contó medio drogado que cuando tenía 18 se encerró en el auto del tío con mi hermano Rodrigo para pajearse el uno al otro. Luis le llenó las manos de semen, y a los 20 minutos Rodri lo sentó en sus piernas atléticas para colocar su lanza entre su pantaloncito y sus nalgas hermosas, donde luego de una fricción que los hizo transpirar como nunca, le empapó todo el calzoncillito. Mi hermano es gay y vive con su pareja hace años. ¡No saben lo que me calentaba escucharlo, tan desbocado, hablando de la pija de mi hermano haciéndolo su nenita!
Al rato Luis me lamía entera, al tiempo que yo hacía lo mismo con la concha de Cami que olía a pichí de pañales secos, pero sabía a proyecto de lobita culeadora. Eso me enfermaba, lejos de comprender por qué, pues, yo nunca había tenido relaciones lésbicas, como ella, que salía a bailar con Mara, una morocha bastante machona y ordinaria del barrio. Cami se quedaba a dormir en su casa con frecuencia, y las vecinas hablaban porque en más de una ocasión las vieron a los besos y manoseos por la plaza del pueblo.
Inmediatamente fui a buscar en sus cajones del placar, y saqué maravillada una gran verga rosa. Su cara de inminente sorpresa me dio confianza, y ni bien se puso en cuatro patitas, tras permitirme besuquearla toda, como alcanzaba para las dos, nos metimos esa zanahoria gigante en la argolla con los culitos enfrentados, y así movernos como inspiradas por un deseo sexual cegador, yo con los pies en el suelo pegada al colchón, y ella sobre la cama. Nos las ingeniábamos lo más bien para mamarle el pito a Luis un rato cada una, y él se motivaba más cuando ella le rozaba el culito.
Estuvimos un largo tiempo así, hasta que me tiré en la cama para que él me coja como a una puta, desbocado y cebado, mientras ella se ponía mi calzón y se hacía pis lamiéndome las tetas, diciéndole chanchadas a su hermano para que me haga estremecer el clítoris cuando se movía de un lado al otro, o la sacaba para frotar su cabecita púrpura contra mi botoncito hinchado.
Apenas aquellas frotadas de su pene colmaron mi paciencia cuando me lo esparcía por cualquier parte de mí, me levanté para escoger del mismo cajón entreabierto una bombachita con un pito rojo. Me la calcé con toda la rapidez que encontré, entretanto él intentaba culearse a Cami, aunque solo conseguía rozarle el agujerito con la punta. Entonces la senté en mi regazo de frente para invadirle la vagina con mis pequeños ensartes que lentamente subían su velocidad ganando profundidad, mientras él le puerteaba la cola, le comía la boquita y le juraba al oído que es una trolita lechera.
Pronto nos hacía succionarle la pija juntitas, nos amasaba las gomas y fregaba endemoniado su nariz en la conchita mojada de Cami, de quien me aproveché ni bien se acostó. Le metía y sacaba con precisión y vulgaridad el chiche del orto y la almejita para que lo saboree como a mis dedos, a la vez que Luis le pedía que lo pajee y lama sus huevos grandes. En cuanto vi que comenzaba a darle chotazos en la cara me atreví a pajearlo con mi lengua hurgando en su culo todavía virgen, después de ponerle la tanga sucia de Cami, quien nos miraba con asombro cogiéndose la cola con el juguetito y haciendo víctima del fuego de su ser a un almohadón de peluche al frotarlo en su vagina.
Luis le ofrendó toda su leche a su garganta popular tras instalarla allí durante largos segundos, sin permitirle respirar normalmente. ¡y la borrega parecía mearse de tanto flujo con el consolador en el orto y mi cuerpo desplomado sobre el suyo, con mi lengua desatada entre las pelotas de Luis y sus tetas radiantes!
Por último un buen chorro de esperma del pibe que se mostraba extenuado se acunó en el pelo de mi prima que acababa como una perra con mis 3 dedos en su magnífico culo y uno más rozando su volcán sagrado, y él le olía la boca y se la tranzaba con pasión. Nosotras nos escupíamos la cara, nos decíamos cosas asquerosas, gemíamos borrachas de placer, y hasta me hice pipí como ella lo quiso mientras me masturbaba con una mano y me enrojecía los glúteos con la otra. Yo le inundé el paladar con mi sabia agridulce apenas me olió vigorosa, posando su lengua entre los labios de mi conchita caliente.
Luis había mencionado que escuchó el timbre. Al rato se oyeron pasos por las escaleras, y en cuanto hicimos silencio, ya que estábamos agitados y transpirados, la tía golpeó la puerta. Luis y Cami se acostaron en la cama, y les pedí que empiecen a cogerse mientras yo salía del cuarto y hablaba con la tía del peinado juvenil que le hicieron en la pelu. Yo estaba en corpiño y pantalón, o sea, con lo más rápido que pude ponerme, y detrás de mí la puerta estaba apenas abierta. Se oía con claridad el movimiento de la cama, los gemiditos de Cami y el dulce “tomáa putita” de Luis. Pero la tía quedó tan impresionada con su nuevo aspecto que, ni notó el olor a pis y a sexo reciente del cuarto de sus hijos.
Sucede que hoy hace 2 años que vivo en lo de mis tíos, y aunque no logré retomar la facu, trabajo por horas en casas de familia, cuidando niños o limpiando. Mi ex no me pasa un mango ni para los remedios de su hija. Los perversos de mis primos no solo me ayudan con los pañales, la mamadera y las cancioncitas para hacer dormir a la beba. Cuando saben que no doy más de la calentura, primero él me deja bien cogidita para que después ella le dé todas sus mieles de putita a mi boca. ¡Cómo me cogen esos pendejos! Fin
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