Sos nuestra pussy

 

Me había quedado a dormir en lo de mi prima Noelia, como casi todos los fines de semanas de verano. Pero ahora estábamos en otoño, en medio de una pandemia horrible, que nos tenía cada vez más deprimidos a todos. especialmente a mis viejos. Por eso me escapaba a lo de mis tíos, que jamás se hicieron problemas por alojarme unos días. Además, ahora que tenía 20 años, evidentemente era más interesante para mi tía. Siempre tuvo un aire de superioridad para con sus sobrinas menores. Con Noelia se llevaba como suele llevarse una madre con una hija despelotada, durazna para la escuela, vaga y contestadora. Digamos que, si no fuera mi prima, podría decir que es mi tipo de chica. ¡Me encantan las nenas malas, atrevidas, sucias y valientes! Además, amo sus tetas cada vez que la veo dormida, o tomando solcito a la orilla de su pileta impresionante! No sé si ella podía intuirlo, o si se hacía la boluda. También me calientan sus labios. Siempre me los imaginaba rodando por mis piernas, deshojando mi bombacha, lamiendo las hormonas encendidas de mi piel, y restregándose en los míos. Pero, ella jamás se fijaría en una gordita tragalibros como yo. Además, a ella le gustaban los pibes. ¿Sería cierto que, un par de veces la vieron en un boliche tranzándose a la Maribel? ¡Naaah, eso no podía ser! ¡Me lo había contado Yamila, nuestra ex compañera de la escuela! Era cierto que ni se bancaban. ¿Pero, qué ganaba inventándome semejante mentira?

Lo claro es que, ese fin de semana, ambas estábamos tiradas, cada una en su reposera, al borde de la pile, disfrutando que el tío se había ido a pescar, y lamentando, en parte que la tía tuvo que aislarse en lo de su madre, o sea nuestra abuela, culpa del covid. Nos compartíamos un fasito, y hablábamos de pibes, de tragos y de unas extensiones para el pelo. Nos reíamos de cualquier cosa, y a cada rato subíamos o bajábamos la música. El viaje nos hacía juntarnos cada vez más, aunque solo era para pegarnos, o tirarnos agüita, o para tratar de calmarnos por si los vecinos llegaban a escucharnos. Ella tenía toda la parte del bikini mojado, y eso hacía que sus pezones formaran dos almendras deliciosas, tentándome a morderle las tetas. Yo, como no sabía que iba a hacer calorcito, tenía un short que ella me había prestado, y una musculosa que era de su madre. Ambas cosas me apretaban.

¡Boluda, posta que, con esta pandemia, apenas se abra todo, te juro que me cojo al primero que me cruce! ¡No doy más chabona! ¡Y no me vengas con esa gilada de la paja, porque no me va! ¿Vos cómo hacés para bancar?, me dijo, sin prevenirme, mientras se metía los hielitos que quedaban en el fondo del vaso de fernet en la boca, y los mordisqueaba.

¡Y, me re pajeo mal boluda! ¡Te juro que te podría dar un curso de todas las formas que aprendí! ¡Ta bueno nena! ¡No siempre necesitás un pito!, le dije, y ella se me empezó a cagar de risa, hiriendo mi orgullo de pajera diplomada.

¡Naaaah, estás perdida guacha! ¿En serio pensás eso? ¡Aguante la verga nena! ¡Yo, te juro que hasta sueño que me cojo al perro boluda! ¡No puedo parar de pensar en una pija! ¡No sabés cómo extraño salir, que me apoyen en el boliche o en el bondi, que me digan guarangadas, que me miren las tetas, agarrarme un pedo terrible, o mamar pijas en el baño de la escuela!, se reveló, dejándome bien en claro que, a pesar de sus 18 años, tenía más experiencia que yo en casi todo. Entonces, en un momento me tiró el último hielito que quedaba en el vaso, dándome de lleno en las tetas. Ella se rió de mi susto, y entonces me pidió que vaya a la cocina a preparar más fernet. Ya había logrado separar el culo de la reposera, cuando un “¡Plaf!” de agua helada me empapó el short por completo. Noelia me agarró desprevenida una vez más cuando metió sus pies en la pileta para sacudir el agua, y de esa forma bañarme toda.

¡Dale nena, no te ortibes, que ahora vas a estar más fresquita! ¡Eso para que se te baje un poco la calentura! ¿Digo, por si pensabas en esconderte en la cocina, para pajearte!, se me burló, sabiendo que yo no podía con su genio. Entonces, se me ocurrió tirar el vaso a la pileta, mientras le decía: ¡Ahora, andá vos a prepararte el traguito tarada!, al mismo tiempo que me paseaba la lengua por los labios.

¡Mmmm, uuuuf, así mamita, hacete la sexy para mí, que me encanta!, me gimió, mordiéndose el labio inferior, dejando que se le escape saliva por el costadito de la boca. Después se metió un dedo, abrió las piernas y se palmeó la conchita. la guacha, solo tenía una tanguita roja, porque no había querido ponerse la parte de abajo del bikini. Yo, instintivamente, me subí la remerita, y ella empezó a reírse, jurándome que me veía más flaca que el año pasado.

¡Sos una tarada pendeja! ¡Me estás re mintiendo!, le dije con un dejo de tristeza. Y ella debió haberlo notado, porque enseguida se levantó de la reposera y me abrazó, diciéndome: ¡En serio bebé, tranqui, que estás hermosa, y apenas esto se abra, te voy a llevar a coger conmigo! ¡Nos vamos a cansar de meternos pijas en la boca, y en la concha! ¡Te lo prometo!

Lo que ni en pedo me esperaba, era que mi prima, en medio de ese abrazo frío por el agua, y totalmente espeso por los dos fasitos que nos habíamos fumado, hubiese buscado mi boca para besarme. ¡Dios! ¿Por qué lo hizo? Cuando su lengua entró de lleno en mi boca, tuve la sensación que mi cerebro se desconectaba de mi cuerpo, y mis manos fueron derecho a tocarle el culo. Ella me apretó un poco más, y entonces sentí la fricción de sus tetas contra las mías. Tenía la remera levantada, y eso permitió que Noe me acaricie la panza, y que poco a poco sus manos desarrollen un camino directo hacia mis gomas, ya que no llevaba corpiño bajo la remera.

¿Te gusta? ¡Me encanta el sabor de la marimba en tu boca primita! ¿Y ahora, vas a ir corriendo a tocarte? ¡Estamos re alzadas nena, culpa de esta pandemia del orto! ¡Y de estas florcitas que pegan re rico!, me decía, sin interrumpir al besuqueo que de pronto nos envolvió, haciéndose eco en todo el patio. Nuestra saliva nos humedecía los labios y las mejillas, porque la chancha empezó a lamerme la cara, y de golpe, ella misma abrazó una de mis piernas con las suyas para intentar frotarse la chochi. De inmediato sentí el calor de su sexo. Acaso aquella era la única parte caliente de su cuerpo. En eso estábamos. Yo, entre enamorada, pelotuda y caliente, dejando que mi prima me toque las tetas y se frote en mis piernas. Ella, gimiendo suavecito, o tal vez más fuerte de lo que creía, prácticamente ya en tetas, con la bikini desprendida, mis manos abriéndole el culo para que se frote más, y un montón de palabritas sucias en los labios.

¡Eeeeey! ¿Qué hacés ahí escondido, pelotudo? ¿Te calienta ver a tus primitas drogadas, comiéndose las bocas?, me sorprendió de pronto Noelia, separándose de mí abruptamente, mirando hacia el alero del galpón, donde estaba mi primo Enzo, petrificado, de pie contra la pared, con una mano en el pito, aunque por encima de su ropa. ¡Cagamos! ¡Ahora, el hermano de Noelia nos acusaría con sus padres, y se nos armaba flor de bardo! ¿Pero, cómo podía ser que Noelia le hablara de esa forma? Era cierto que Enzo últimamente se había convertido en un pajero full time. Se la pasaba viendo porno, y al parecer, de lo único que hablaba era de salir a debutar con sus amigos. En el fondo, me daba un poco de cosa, porque a sus 16 años, el pendejo todavía era virgen. O, al menos de eso me convenció Noelia. Yo trataba de callarla apretándole las muñecas, o dándole codazos. Ella parecía no controlar el tenor de sus actos, ni el tono de su voz.

¡Dale nenito, contale a mami, y yo, te juro que me voy a vengar!, lo amenazó Noelia, luego de arrojarle una ojota, la que le dio de lleno en el pecho, justo cuando el pendejo caminaba hacia adentro de la casa.

¡Son un asco las dos! ¡Me sorprende de vos Contu, que sos una chica ejemplar! ¡Mirá vos, la chica diez, besuqueándose con mi hermana! ¡Obvio que ahora voy a llamar a la tía para contarle!, decía el muy tramposo, regodeándose de un éxito que no le pertenecía, disfrutando de la ira de Noelia, y de mi desconcierto. Al punto que, casi me largo a llorar de la vergüenza. Pero de Nuevo Noe lo notó, y volvió a abrazarme.

¡Basta chiquita, no llores por ese idiota! ¡vení, vamos adentro, a demostrarle quién es la que manda acá! ¡Nosotras somos dos, y él es un pendejo pajero, que todavía no le conoce la cara a Dios! ¡Dale bebé, y no tengas miedo, que todo va a salir bien!, me decía mientras me empujaba sin demasiado esfuerzo hacia adentro del living.

¡Enzoooo, vení acá pendejo!, le gritó Noelia. Pero ni rastros de mi primo.

¡Dale salame! ¡Vení ya, o se te pudre todo! ¿O te olvidás que sé en qué te gastaste la guita que te dio papi? ¿No ibas a pagar un curso de inglés con eso? ¡Aaaah, noooo! ¡Pero el señorito se la gastó en un par de putitas! ¿No? ¡Dale, vení acá, o vamos a tu pieza!, seguía gritándole implacable, con los ojos de una asesina, pero con el cuerpo relajado.

¡Vos tranqui bebé, que esto, lo manejamos nosotras! ¡Quedate acá, que ya vengo! ¡Aaah, y sacate la remera! ¡Cuando vuelvas, te quiero con las gomas al aire! ¡Y nada de chistar!, me dijo Noe, y luego subió las escaleras hasta su pieza. Supe que fue hasta allí por el ruido característico de la puerta. Por un momento pensé en pedirme un taxi, y rajar a mi casa. pero, ya me había quitado la remera húmeda, justo cuando Noelia bajaba las escaleras con prisa, y un bolsito en una de sus manos.

¡Vamos diosa, seguime!, me dijo de repente, tomándome de la mano.

¿Qué hacés loa? ¿A dónde vamos?, alcancé a decirle, mientras tropezaba con algunas cosas que no veía, porque ella me llevaba casi que a los tirones.

¡Vamos a hacer justicia nena!, dijo al fin, y nos detuvimos frente a la puerta de la pieza de Enzo. Ella misma golpeó como si fuese un policía desalmado. Como nada ocurrió. Le dio una patada, y el picaporte se desarmó para estrellarse en el suelo. Esto hizo que la puerta se abra por completa, y nos revelara al puerco de su hermano tirado en la cama, con la pija en la mano.

¡Aaaah, así te queríamos agarrar nenito! ¿No Contu? ¡vení, ayudame nena!, me dijo, y yo advertí que su expresión había cambiado. Abrió rapidísimo su bolsito mientras que le apretaba el pecho a su hermano, y enseguida me arrojó unas cuerdas color carne.

¡Atale las muñecas, con las manos arriba de la cabeza nena! ¡Rápido, vení! ¡Y vos, calladito nene!, sentenció Noelia, quitándole las zapatillas y el short. Ella al fin lo hizo más rápido. Le vendó los ojos con un pañuelo, el que le pegó con varias vueltas de cinta adhesiva alrededor de la cabeza, y le dio dos picanazos en los pies. ¡Ni siquiera vi cómo sacó todo eso mientras yo le ataba las muñecas! Mi primo gimió, y me trató de gorda puta. Eso le valió una cachetada de Noelia.

¡A ver si, aprendés a tratar bien a una mujer, pedazo de forro! ¡Así, lo único que te vas a coger, va a ser a una travesti con cara de payaso!, le dijo, y acto seguido le escupió el pecho.

¡Tiene razón pajero!, le dije yo, envalentonada, y le escupí la cara.

¡Bien primiiitaaa, así se haaaceeee!, me festejó Noe, y nuestras cabezas se estiraron a lo ancho de la cama, porque cada una estaba de un lado distinto, para comernos la boca en un beso ruidoso, largo y repleto de saliva. Empezaba a comprender el juego que proponía mi prima, y me calentaba. A punto que, al ratito, yo la ayudé a quitarle el bóxer, y luego yo misma me ofrecí a refregárselo por la cara.

¡Ahora, te vamos a hacer nuestra nenita hermanito! ¡Sabés? ¡Tanto que te gusta ver a las chicas besándose, ahora, vos vas a ser una nena!, le decía Noelia, buscando cosas en su bolsito mientras yo le impedía a Enzo cualquier movimiento. Lo amenazaba con la picana, le mordía la pierna al mínimo quejido, o le escupía el pecho.

¡Y vos gordi, si se hace el vivo, electrocutale el pito! ¡O los huevitos! ¡Tenés mi permiso!, determinó mi prima, mientras se quitaba el bikini por completo, se descalzaba y abría una caja de maquillaje bastante berreta. Se acercó a su rostro, juntó sus tetas con sus manos y se las escupió para luego frotárselas en la cara a su hermano, que empezaba a gemir. Yo, obedecí la orden de Noelia. Él no debía gozar. Así que le di un nuevo picanazo en el dedo gordo del pie. Mientras tanto, su pija yacía bien paradita en el centro de su vientre, tentándome. La tenía gruesa y cubierta de hilos de líquidos seminales. ¿El guacho se estaba pajeando, pensando en nosotras? Lo cierto es que yo quería sentirla toda adentro de mi conchita.

¡A ver mi nenita! ¡Te vamos a pintar los labios! ¡Y más te vale que colabores, porque te va a ir mal! ¡Vos Contu, apretale la pija, y mantenela apretada en tu mano, cada vez más fuerte! ¡Si se resiste, yo te digo, y le clavás las uñas! ¿Sí?, me dijo, mientras que le hacía corazoncitos en la cara con rouge, y le pintaba los labios.

¡Vos todavía no sabés lo que te espera! ¿Te imaginaste alguna vez, chupando una pija? ¿Eee, cerdito? ¿Querés una pija en la boquita pajero? ¡Síiii, vas a ver que sí, y que después, me la vas a pedir en la colita bebé!, le decía Noe. Esa última frase se la susurró al oído, y entonces, noté que su pija dio un espasmo en la palma de mi mano que la mantenía presionada. Cuando él gimió, Noe le mordió una tetilla. Y cuando dijo algo así como: ¡Ya van a ver, enfermitas de mierda!, Noe me autorizó a darle una nueva descarga eléctrica en la rodilla, y a que sienta el filo de mis uñas en el pito. ¡Pobrecito, pensaba mi vagina! ¡Yo quiero todo eso para mí!

¡Tomá mi vida, ponele esto! ¡Y, ojito con que se niegue! ¡Bah, igual, el pobre no ve nada! ¡No cierto mi amor?, decía Noelia cargada de ironía, luego de darme una bombachita blanca estilo vedetina, con unas puntillitas rosas a los costados.

¿Qué mierda me están poniendo? ¡Voy a gritar si no me sueltan!, dijo Enzo, entre agitado, conmovido y aterrado tal vez. Yo le mordí otro dedo del pie, y Noe le escupió la cara.

¡Mirá lo que me hacés hacer tarado! ¡Se te va a correr todo el maquillaje! ¡Y relajate, que tu prima te está poniendo una bombachita preciosa! ¡Te dije que ibas a ser nuestra pussy! ¿Pensabas que te estaba jodiendo?, le dijo Noelia, sin detener el colorinche que le hacía en la cara, una vez que yo hube terminado de ponerle la bombacha. La pija no le entraba. Por lo tanto, el mismo elástico se la presionaba, porque, para colmo, se le seguía parando. ¡Y a mí, se me hacía agua la boca! Entre tantas emociones cruzadas, yo pensé que todo esto era una locura. Pero yo no era quién para detenerla.

¡Dale Contu, ayudame a ponerle esto!, me dijo Noe, sacándome de las ganas de atragantarme con la pija de mi primito que seguía luchando por zafarse de la bombachita. Entonces, la vi con una peluca rubia en la mano, y con un perfume de nena. Seguro le habría quedado de cuando era chiquita. Tenía una gatita en la tapa, y olía a cerezas. Así que, yo me ocupé de ponerle perfume en el cuello a Enzo, y de acomodarle la peluca, mientras él se quejaba porque se le acalambraban los brazos de tanto tenerlos en la misma posición.

¡Jodete nene! ¡Nosotras no te vamos a tener piedad!, le decía Noelia mientras me acariciaba el culo. Después me dio varios chirlos seguidos.

¡Adiviná lo que le estoy haciendo a tu primita! ¡Si te equivocás, pobre de vos guachín!, le dijo a Enzo, que apenas se esforzaba en respirar, con una terrible cara de orto.

¡No sé, ni me importa tarada! ¡Ya fue, listo, ya se cagaron de risa de mí! ¡Ahora, suéltenme, y yo les juro que no abro la boca!, nos prometió, aflojándose un poco. Pero Noelia le presionó la nariz mientras le decía: ¡No te creemos un pomo nene! ¡Y, sí que te importa! ¡Le estoy pegando en la cola a la Contu, porque seguro que se re calienta mirándote la verga!

Era cierto, pero de ahí a que ella me exponga de esa forma, me dio un poco de cosita. Creo que hasta me sonrojé y todo. Pero, enseguida, sin tiempo para análisis, Noelia me bajó el short, me dio otros chirlos y me pidió que me arrodille sobre la cama, a la derecha de Enzo, y a la altura de sus hombros. Ella lo hizo sobre la izquierda del colchón, y entonces, cuando ya estábamos seguras de no caernos, nos abrazamos como pudimos, con el guacho acostado entre nuestras piernas, y ella inició una batalla de lenguas que iban de su boca a la mía, que me hacían flotar de tanta fiebre sexual.

¡¿Y ahora pendejo? ¿Sabés lo que estamos haciendo? ¿Te gustaría vernos comernos a besos? ¡Seeee, te morís de ganas por volver a vernos! ¡Mirá cómo te reacciona la pija!, decía Noelia, agitándose contra mis labios. En un momento, le dio un par de cachetaditas en la pija, y me invitó a continuarlas después.

¡No nena! ¡Es tu hermano! ¿Cómo le voy a tocar ahí?, tartamudeé, mientras ella me chuponeaba el cuello y me sobaba las tetas.

¡No te hagas la gila nena, que vos también te ponés re putita cuando se la mirás! ¡Aparte, dentro de un ratito, esa pija no le va a servir para nada!, me decía Noelia, que no paraba de transpirar. Las tetas le brillaban cada vez más de sudor. Ya habíamos detenido nuestro besuqueo, y ahora ella se las ingeniaba para manotear su bolsito de la mesita de luz. entretanto, yo debía agarrar a mi primo de las mechas para acercar su olfato a mi vulva, y pedirle que me huela la bombacha y las piernas.

¡Ojo con abrir la boquita nene! ¡Solo, tenés que oler a tu primita! ¿Estamos? ¡Ya te voy a hacer abrir la boquita de otra forma! ¡Dale guachito, olela toda, y aprovechá, que por una vez en tu vida, vas a oler una concha! ¿Se te mojó mucho la bombacha Contu?, decía mi prima, mientras yo seguía sometiendo a Enzo a olerme. El contacto de su aire caliente contra mi sexo me hacía arder como nunca, y tener todas las ganas de meterme los dedos. De hecho, en un momento me froté el clítoris, y Noe me vio.

¡No seas boluda nena! ¡No te reprimas! ¡Pajeate si querés, y que ese tarado siga oliéndote la chuchi!, determinó con dulzura mi prima. Entonces, la vi sacándose la tanguita, y tan rápido como la tiró al suelo, se puso un cinturón azul con un pene hermoso. Una de las partes terminó incrustado en su conchita, y la otra, quedaba libre, expuesta y cada vez más cerca de la cara de Enzo. Él todavía no advertía el peligro que, en mi mente se había vuelto más que realizable.

¡Correte nena, y sacate la bombacha!, me dijo Noelia, mientras le ponía un forro a su poronga, se soltaba el pelo y volvía a escupirle el pecho a su hermano.

¡Holiii, enzitoooo! ¡A que no sabés, ni te imaginás lo que tiene tu hermanita para vos!, le dijo Noelia, empequeñeciendo su voz, chasqueando la lengua como si le hablase a un bebé, y acariciándole la panza como para tranquilizarlo.

¡Dale bebé, si me abrís la boquita, te vas a enterar! ¿Sí? ¿Me abrís la boquita putita? ¡Dale pendejita, dale, que te vas a consagrar con nosotras!, le decía luego, prácticamente rozándole los labios con esa pija de juguete. Enzo la insultaba. Pero ella lo silenciaba metiéndole dedos en la boca, o rasguñándole las tetillas.

¡Dale Contu, andá a buscar hielos a la heladera, y volvé rápido! ¡y pasame tu bombacha! ¡Dale, y no me pongas esa carita!, me ordenó mi prima, mientras le daba un picanazo en el codo a Enzo por intentar escaparse. A esa altura tenía los pies atados al respaldo de la cama, gracias a mi obediencia, y a que encontré unos cordones en uno de los cajones del ropero. Entonces, salí corriendo a la cocina, esperando que no hubiese llegado ningún adulto. Estaba desnuda, llena de cosquillitas, con la vulva goteando flujos de la calentura que tenía, y sin poder sacarme de la cabeza los últimos segundos que vi, antes de cerrar la puerta de la pieza. Noelia le fregaba mi bombacha en la cara a mi primo, diciéndole cosas como: ¡Así bebé, olé la bombachita de tu prima, así te preparás para comer lo que te voy a dar!

Apenas me hice de una cubetera, volví a la pieza. Solo que, antes de entrar me detuve en la puerta para escuchar si pasaba algo. Pero solo oí a Noelia decir: ¡Te calientan las tetitas gordas de Constanza perrito! ¡Te calientan las gorditas? ¿No? ¡Ya vas a ver lo que te va a hacer esa gordita! ¡Y no pares de comerte su bombachita! ¿Tiene mucho olorcito a concha? ¿O a pichí? ¿O a culito? ¿Transpira mucho la Contu?

Cuando abrí la puerta, vi que Noelia ya le metía la puntita de esa pija en la boca a Enzo, y que no paraba de restregarle mi calzón en la nariz.

¡Aaah, gordi, dale, agarrá dos cubitos, y ponele uno a cada lado de la pija, y uno más en los huevitos! ¡Y, vos seguí chupando zorrita! ¿Viste cómo me está chupando la pija esta nena?, me dijo Noe, arrodillada en la cama, agarrándole la peluca a Enzo para que su boca comience a devorarle el chiche. Escuchar a mi primo gemir, atragantarse, respirar entrecortado y, cada dos por tres escupirle el pito a Noe, me ponía más puta. Así que, le puse los hielitos que me pidió, y le di unos golpecitos en el tronco de esa pija más dura que antes. De hecho, la bombachita blanca ya estaba húmeda, antes que le coloque los hielitos. Pero pronto Noelia también gemía. Y es que, quizás sin darse cuenta, sus caderas empezaban a ganar velocidad. Eso hacía que la otra parte del pito le otorgara un placer insostenible, al penetrarse toda.

¡Así hermanito, abrime más la boquita, que te la estoy cogiendo toda! ¡mordeme la pija maricón, asíiii, chupáaaa, quiero que gimas, que me pidas por favor que te cojaaaa! ¿Te gusta la pija nene? ¿Y a vos pendeja, Te gusta cómo me chupa el pito tu primito?, decía Noelia, agitada y con gotas eufóricas de saliva escurriéndose de sus labios. Yo, en medio de tanta locura, agarré un hielo, me lo metí en la boca y me arrodillé a su lado para besarla, pasándole el hielito con la lengua. Eso hizo que la intensidad de su ritmo se enfurezca contra la cara de mi primo, y ahora lo escuchábamos ahogarse con su propia saliva, eructar y pedir por favor que lo dejemos en paz. Pero ese no era el plan de Noelia, y ahora yo la acompañaba más que nunca.

¡Dejá de chillar nenita, que todavía no te hicimos nada! ¡Dale Contu, andá y mordele el pito, o mejor, tocáselo con la puntita de la lengua, mientras le sigo dando pija por la boca!, me pidió Noe, y yo me dispuse a remover los hielitos que empezaban a derretirse en su piel. Le escupí toda la bombacha, le coloqué más hielos, y escuchaba cómo ella se agitaba al moverse y darle más de su juguetito. Para colmo, la conchita se le llenaba de sus jugos, y eso también se oía en el ambiente. ¡Al final era cierto! ¿A mi prima le gustaban las chicas! ¿Por qué tendría ese arnés guardado? ¿O acaso, le gustaba dominar a otros varones? ¿Ya lo había hecho alguna vez con su hermano? ¿Por qué él no terminaba de estallar, de revolearnos a la mierda y mandarse a mudar? ¿Por qué no se resistía? ¡Al fin y al cabo, él es más fuerte que nosotras!

¡Y Contu? ¿La tiene muy dura la mariquita esta? ¿Te la querés meter en la boca no? ¿O en la conchita? ¡Mmm, yo que vos, esperaría mi turno!, me decía la muy atrevida, cada vez más incoherente, aferrándose al respaldo de la cama para no caerse, mostrándome que su orgasmo estaba cada vez más cerca de sacudirle los huesos y la sangre.

¡Sí amor, la tiene re dura, pero seguí dándole verga!, le dije al fin, extasiada, frotándome la concha contra un almohadón que había en el suelo, mordisqueando pedacitos de hielo, los que envolvía en un trocito de la bombachita de mi primo, con la boca bien pegadita a su hermosa poronga. Hasta que Noelia empezó a gemir más agudo y sostenidamente, diciendo cosas que ni ella entendía, y nalgueándose el culo con ganas.

¡Dale guacha, vení a morderme las tetas, que acaboooooo!, me gritó, y yo me apresuré a meterme sus pezones en la boca. Ella me devolvía el favor al escupirme las mías, mientras me frotaba la concha. Y de repente, todo comenzó a serenarse, al mismo tiempo que Enzo recuperaba su respiración, su cara de culo y su frustración por verse en desventaja. Pero ese intervalo suspendido en un segundo minúsculo, se rompió apenas Noelia me dijo: ¡Che boluda, estás re mojada! ¡Es obvio que esa conchita quiere pito!

Yo no le respondí, pero me reí mientras le sacaba la lengua. Ella volvió a buscar en su bolsito, y me dio otro cinturón con un pito doble. Ella misma lo armó, y le puso los forros.

¿Y, ¿Qué esperás nena? ¡Quiero que te lo pongas!, me largó, mientras Enzo rezongaba para que lo desatemos.

¡Vos callate nenita, que te ves hermosa con todo ese maquillaje corrido, la peluca despeinada, y la bombachita mojada! ¿No te habrás meado encima nena? ¿O, fueron los hielitos que esta cochina te puso?, le decía Noelia envuelta en una irónica y perversa carcajada. Yo, no entendía para qué iba a ponerme esa cosa. ¿Terminaríamos cogiendo? ¿Nosotras? Pero, mis ilusiones se dispararon hacia otro horizonte desconocido, cuando me pidió: ¡Vení, ayudame a darla vuelta a esta putita! ¡No me digas que no se ve hermosa! ¡Toda una hembra con pija!

Entre las dos acomodamos a Enzo con el culo para arriba, y luego ella se encargó de exigirle a prueba de latigazos que se ponga en cuatro patas. Yo colaboré, dándole en las nalgas con una regla. El látigo de mi prima, no era otra cosa que mi bombacha toda babeada por él mismo. Finalmente, a duras penas, Enzo se acomodó como se le solicitaba, y entonces, yo empecé a ponerle hielitos entre las nalgas, en los huevitos y en todo sitio posible que esa bombachita blanca pudiese resguardar. Noelia volvía a ponerse su chiche, y luego de cambiarle el forro del pito que quedaba al aire, se me acercó para que se lo chupe. Ni siquiera fue considerada conmigo. De buenas a primeras, me manoteó del pelo y condujo mi cara a su pubis, diciéndome: ¡Chupame la pija, gordita petera!

Por lo tanto, durante unos minutos mi boca se llenó con ese pito de látex, mientras mis manos seguían poniéndole hielitos en el culo a Enzo, o dándole una nueva descarga eléctrica cuando buscaba escaparse de las ataduras que seguían prohibiéndole moverse, o le sobaban las tetas a Noelia. Entonces, cuando ya me había entusiasmado, y uno de mis dedos empezaba a hundirse en el culo de mi primita, ella me zamarreó de un brazo y me gritó: ¡Dale perrita, ahora te toca a vos! ¡Correle la bombacha, y hacele la cola, con todo lo que tengas! ¿No cierto bebé, que querés pija en la colita?

Cuando dijo esa última frase, le asestó un flor de azote en el culo, y se arrodilló en el otro extremo de la cama, para volver a llenarle la boca con su pija. Yo no sabía qué hacer. Ella me sacó la ficha enseguida, y tuvo que sacarme de dudas.

¡Dale Nena, cogele el culo a esta guachita sucia!, me gritó, y yo me subí a la cama para apretarle el pito con las manos, y para bajarle la bombachita por completo. Ahí me dispuse a escupirle el culo, mientras Enzo ahora sí forcejeaba para tomarse el palo. Pero Noelia manejaba la picana, y también sus uñas, y eso lo sodomizaba una vez más. Aparte, también vi que en un momento, tal vez para convencerlo que no era ninguna villana, lo premió haciéndole chupar sus tetas. Mientras le escupía el culo a mi primo, y me moría de ganas por atragantarme con la única pija verdadera que había en ese cuarto, yo misma movía el chiche incrustado adentro de mi conchita para frotarme el clítoris. Y entonces, cuando creí que jamás podría hacerle caso a Noelia con lo que me había pedido, me trepé a la cintura de mi primo, le rasguñé la nuca cuando me dijo que era una gorda puta, y empecé a orientar la punta de mi pija a la entrada de su culo. Me di cuenta, ni bien se la encontré, y por la forma en la que se deslizó unos centímetros, que no era la primera vez que se metía algo por ahí. ¡Y eso me llenó de un morbo que me hizo gemir! Supongo que por eso, apenas pujé un poquito más, empecé a moverme como una loba en celo, para penetrarlo con todo, mientras lo escuchaba dar un concierto de arcadas, gemidos ahogados en saliva y grititos que no llegaban a formarse en el aire, porque Noelia seguía convirtiéndolo en una petera ordinaria.

¡Qué pasa gordi? ¿No sabías que tu primito, en realidad quiere ser tu primita? ¿Y que le encanta que le den pito por la cola? ¡Parece que hay muchas cosas que no conocés de Enzo, ni de las bombachitas que tiene escondidas!, me decía Noelia, una vez que le pidió a Enzo que le muerda la concha, sin meterle la lengua, todavía con el chiche metido hasta las entrañas. En ese momento, mientras yo seguía impactando mi pubis contra ese culito carnoso, perforándolo más y más con mi poronga sensiblemente más gordita que la que usaba Noe, nosotras nos besábamos, y ella particularmente me escupía las tetas para que yo se las refriegue en la espalda a Enzo.

¡Bastaaaa, déjenme boluditas, que nada que ver! ¡Ustedes son las chifladas, enfermitas!, nos decía Enzo, confundido y excitado. De eso me di cuenta porque, apenas le toqué la verga, se la reconocí más dura y gorda que antes. También le colgaban hilos de presemen. sin embargo, ninguna de las dos le prestaba atención. Yo sabía que si seguía martillando, envistiéndolo y comiéndole la boca a Noelia, no tardaría en tener un squirt violento, feroz e incontrolable. Y, por suerte, a Noelia no le faltaba mucho. Así que, ella volvió a meterle el pito en la boca a Enzo, y yo aceleré mis ensartes en ese culo cada vez más caliente.

¡Tenés prohibido tocarle la pija! ¡Si te veo que lo volvés a tocar, te muerdo el labio putita!, me dijo Noe, mientras nos matábamos a lengüetazos. Ella me pedía que le escupa la cara, y que me meta los dedos en el culo para hacérselos oler a Enzo. Él, me sorprendió cuando se metió dos de mis dedos en la boca, con el pito de Noelia y todo. Pero, de repente, Noe empezó a gritar que se meaba encima, y yo casi me caigo de la ferocidad con la que arremetí, desenfrenada y ciega contra el culo de mi primo. Él gemía, ya sin el pañuelo en los ojos, transpirado como si recién hubiese salido de un horno de barro, y con el culito más abierto cada vez.

De pronto nos detuvimos, porque escuchamos ruidos en la casa. El fragor de la batalla se deshizo, y las dos nos bajamos de la cama como para pensar en vestirnos, por si acaso. Por las dudas, Noelia se cercioró que la puerta tuviese al menos una vuelta de llaves. Y, efectivamente, la tía Ester, que se estaba quedando por unos días en lo de mis tíos, había llegado de una juntada con su madrina y otras viejas. Noelia desató a Enzo, y luego entre las dos lo acostamos boca arriba. En ese momento, notamos que tenía la pija toda brillosa de semen.

¿Te acabaste encima putita? ¿Te re gustó que te culee así, con el chiche? ¿No pudiste aguantar, y en vez de darme la lechita en la boca, te acabaste en la camita?, le dije, indignada al oído, tratando de atrapar el lóbulo de su oreja para mordérselo. Noelia le acomodó la bombacha, haciéndome señas para que baje la voz, y sin más, me comió la boca ante la mirada perdida de Enzo. Después, ella le tomó unas fotos con su celular, con el rostro contorsionado de rabia, con la peluca, el maquillaje y sus expresiones de nenito malo hechos un desastre. Había lagrimitas en sus ojos.

¡Dale Gordi, limpiale la pija con la lengüita!, me pidió mi prima. Pero, en ese preciso instante, la tía Ester nos golpeó la puerta.

¿Chicos, están en casa? ¡Traje unas facturas!, dijo al otro lado, por suerte sin atreverse a abrir. Noe le contestó que ya bajábamos, que vaya poniendo el agua para unos mates. Y, apenas la escuchamos bajar las escaleras, las dos empezamos a besarnos, ahora metiéndonos el pito de Noelia en nuestras conchitas.

¡Dale nene, andate ahora si querés! ¡Total, ya te hicimos la colita, y te tomaste nuestra lechita!, le decía Noe a Enzo, que parecía haber perdido la capacidad de moverse por sí solo. Y estábamos en lo mejor de nuestra cogida, sobre la cama, ella sobre mí, cuando de pronto la escucho decir: ¡Noooooooooo pendejito! ¿Y encima te hacés pichí encima? ¡Naaaaah, te re pasaste nene!

Era cierto. Enzo se estaba meando encima, y no hizo nada por levantarse, ni por detenerse, o por remediar algo. Además, estaba llorando. Y nosotras, en sincronía con su humillación, nos empapábamos enteras mientras acabábamos al unísono, oliéndonos las tetas, y abriéndonos los culos para meternos los dedos hasta lo que se nos fuera posible.

Al rato, las dos nos pusimos encima unos vestiditos sueltos de entrecasa, le sacamos unas últimas fotitos a Enzo, y nos fuimos a tomar mates con la tía. Seguro que se dio cuenta que teníamos chupones por todos lados, que olíamos a sexo, y que las dos andábamos prácticamente en tetas. A ella todo eso le parecía un despropósito. Pero, en el fondo no le importaba nada, siempre y cuando le lleváramos el apunte a sus charlas inconexas, mientras las dos veíamos las fotitos del derrotado de Enzo, convertido en una nenita tirada en la cama, sin ganas de salir al mundo, y con esa bombachita blanca llena de indecisiones.        Fin

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