"Otros ratones": Chocolate caribeño por Amoelegante


 

 

 

 

 

 

 Al menos una vez al mes, durante mi asignación fuera del país, viajaba a aquella ciudad costera de hermosas y calidad playas caribeñas, para pasarme 2 o 3 días, claro está, de saco y corbata, dentro de una oficina, revisando la evolución del proyecto en las oficinas del cliente. Eso sí, con aire acondicionado y muy buenas secretarias.

Esos días viajes, además de cansadores eran terriblemente aburridos. Arrancaba la jornada con desayuno en el hotel, taxi al centro, oficina y reuniones hasta el mediodía, almuerzo ligero y café para retomar las reuniones hasta las 5 de la tarde. Taxi, vuelta al hotel, un rato de descanso y a partir de ahí, dos opciones, y no más: la primera baño y cama con alguna peli. La segunda, baño y cambio de ropa, ir de nuevo hasta el centro con algún ocasional compañero de viaje, ya que por la zona no había un carajo, y comer algo en alguno de los 2 restaurants del pueblo para, whisky mediante, volver a dormir. No mucho más que eso.

Aquella vez, iba también por 2 días. Tenía por compañero al encargado de reclutamiento de RRHH que traía una serie de entrevistas para la incorporación de personal.

Su trabajo era más relajado que el mío, ya que, como no teníamos oficinas en esa localidad, las entrevistas las hacía en el hotel.

Sucedió que, al segundo día, me pide un favor muy especial: por la mañana le habían puesto en agenda una conferencia con casa matriz, y por la diferencia horaria, debía ser por la mañana, justo en el horario que tenía citado a dos postulantes. “¿Si te tiro un par de tips y el formulario de consultas, me harías la gamba de atenderlos vos?, me consultó. (era tan argentino como yo para hablar)”. “¡Es fácil, solo un rato… y al mediodía quedás libre!”

La verdad es que como había adelantado mi trabajo, podía organizarme para darle una mano, y de paso, hacer algo diferente. Me tiró los 2 curriculums, me pasó un par de consejos, la cámara de video con que registraba las entrevistas para su gerente, y un par de tips adicionales de cómo hacer la toma fija, qué consultar, y que, si no me cerraba estéticamente el prospecto, ahí nomás, después de la entrevista le dijera que no y listo.

Por la mañana me vestí de ropas ligeras por el calor, con una bermuda y una remera, y después del desayuno subí a la pieza a acomodarme para las entrevistas. Hasta era probable que vinieran a hacerme el cuarto en medio de ellas, pensé.

El cargo que cubrir era para asistente del secretario general de presidencia. Por lo que, además de las capacidades intelectuales y prácticas (modales, idiomas, manejo de office automation, etc.) la presencia era un aspecto excluyente.

El primero de los citados era un flaco que laburaba en una multinacional. Hablaba 4 idiomas a la perfección. Así que le tomé la entrevista en inglés. No tenía cargas de familia. Tenía 31 años, formado en una highschool en Miami, y sus modos y educación eran excelentes. Disponibilidad casi inmediata, y no tenía problemas para viajar. Apagué la cámara, cerré la carpeta, me despedí de él diciéndole que estaba en carrera y que ya se comunicarían con él para seguir con el proceso.

La segunda era una mujer. Con sólo verla entrar supe que estaba descartada. Al punto que, en primera instancia, la confundí con una asistenta del hotel. De piel bien negra y pelo ensortijado apretado en la nuca por una hebilla, no muy esbelta, según lo que su vestimenta dejaba entrever: pollera tubo gris lisa hasta debajo de la rodilla, camisa blanca mangas cortas y zapatos que parecían de monja, con carterita y taco grueso. Claramente, empecé la entrevista encendiendo y apuntándola con la cámara, lo que le hizo fruncir la frente. Ella preguntó si era necesario. Le dije que por norma se grababan todas las entrevistas y empecé, sin mucho convencimiento, dado que, según mis instrucciones, su aspecto no cerraba con los requerimientos y la iba a tener que despachar. Comencé haciéndole las preguntas de rigor, y en inglés. Para mi sorpresa, y tímidamente, fue respondiendo uno a uno a todos los interrogantes a la perfección. Cuando le consulté si además del inglés y el español manejaba otro idioma, la primera frase me la respondió en portugués, y la segunda en francés. ¡¡Tomá pa vos con la monjita negra!!

Me estaba meando porque no había podido ir al baño, pero le di un poco más de charla para que la cosa no sea tan abrupta, y, después de unos minutos, poniéndome de pie, cosa que ella imitó a la vez que se colgaba la cartera del hombro, le comuniqué que terminábamos la entrevista, y que lamentablemente quedaba fuera de la selección, dado que había ciertos requerimientos estéticos que ella no cumplía. Estábamos parados enfrentados, y pude notar su sorpresa. Me preguntó suavemente, y como mirando el piso, si podía ser un poco más específico. La realidad es que la situación me estaba incomodando, pero se lo dije de una:

-Que su aspecto general, tal vez ayudado por la vestimenta, daban un parecer que no se alineaba con lo que se necesitaba para el puesto y el lugar de trabajo. ¡Aunque tus conocimientos y antecedentes son muy buenos! Y bla, bla, bla.

Dio un paso adelante diciéndome, siempre suavecito como entre tímida y seductora, que yo no podía dejarme llevar por la primera impresión. De pronto, ya casi pegada a mí, se inclinó y, habiendo alcanzado la cámara sobre el trípode, presionó el botón off mientras me pedía permiso, mirándome desde abajo con los ojos semi cerrados.

¡A-LA-MIERDA!   Me dije. De que viene esto?

Siempre parada frente a mí, a centímetros de mi cara, levantó sus brazos hacia la nuca, y, mientras se descalzaba lentamente, se desprendió la hebilla que le sujetaba el pelo, y explotó una maraña de mota renegrida sobre su cabeza, que le daba un aspecto como salvaje que me sorprendió y encantó. Sin dejar de sacarme los ojos de encima, mientras con una mano se desabrochaba un par de botones de su camisa, dejando entre ver o sospechar que ahí abajo había un buen par de gomas, con la otra bajando lentamente me acarició el paquete que ya comenzaba a cobrar vida.

¡¡Su aspecto y su proyección!! empezaban a cambiar rápidamente. Acercó su boca a la mía y me lamió los labios con la punta de su lengua humedeciéndolos hasta brillar. Quise ver que más había para mí. así que, queriendo mostrarle que recuperaba el dominio de la situación, me aparté un paso para atrás y le dije: “veamos el paquete completo para decidir como seguimos” y me apoyé con la cola en la mesa, aportándome a un metro de ella.

Terminó de desabotonarse la camisa y apareció un esplendoroso par de gomas de un color chocolate perfecto, gordas, que parecían duras y calientes, apretadas dentro de un corpiño de encaje inmaculadamente blanco, generando un contraste maravilloso. Mi verga ya estaba dura, tanto que tuve que acomodarla, cosa que la hizo sonreír.

Se desprendió el cierre del costado de la pollera y se completó la visión. Debajo de esa pollera indolente apareció una cintura y caderas hermosamente proporcionadas, cubiertas por una tanga del mismo color y encaje que el corpiño. Como disimuladamente, se dio vueltas de ¾ y la visión del hermoso culo color ébano con la tanga perdida entre los cachetes me terminó de enloquecer.

Su metamorfosis fue espectacular. Había pasado del gusanito acurrucado que entró en mi pieza a una mariposa que despegaba todos sus encantos. Cosa que hizo arrodillándose frente a mí, y metiendo la mano dentro de mi bragueta, sacó mi pija dura y ya húmeda, la que tomó por el tronco con una mano. Siempre mirándome a los ojos acercó sus labios al glande y, cuando esperaba que se la coma entera, solo le apoyó los labios en el glande y los separó dejando colgando un hilo, entre ellos, no sé si de baba o de mis humedades pre-seminales que ya mojaban mi pene.

Volvió a acercarse la pija a la boca. Aunque esta vez entreabrió un poco los labios para meterla solo adentro un cachito, tanto como para lamer el agujerito con la punta de la lengua y volver a sacarla, observándome con una mirada cómplice como preguntando: “sigo?”.

No podía dejar de mirar es espectáculo de su cuerpo y su piel negra, perfecta, tersa, sin un cambio de color en toda su extensión. Sus gomas apretaditas dentro del corpiño y, mirando por sobre su hombro allí abajo, el corazón que dibujaban sus nalgas con el hilito de la tanga blanca perdiéndose por el camino prohibido. Mi calentura no daba más, y ella parecía tener todo el temple y tiempo del mundo.

Tomándola suavemente de la nuca la empujé a que se la trague toda, muy de a poquito. Se paso un buen rato jugando con la cabeza entre sus labios y dentro de la boca. En un momento la sacó por completo para lamerla desde el tronco hacia arriba y volver a tragársela con controladas ganas.

Se desprendió el corpiño y dejó un par de esplendorosas tetas gordas, erguidas y negras sueltas a las que empezó a amasar mientras me la chupaba. Se sentó, apoyando a penas el culo sobre el borde del sillón, atrayéndome hacia ella con ambas manos en mi cintura para dedicarse parsimoniosamente a hacerme la cubana entre sus hermosas tetas. Mi cabeza daba vueltas de la calentura. No estaba haciendo nada que no hubiera ya hecho en mi vida. Más de una vez terminé cogiendo sin siquiera sospechar que lo haría, pero esta vez, ni se me había cruzado por la mente, hubiera apostado doble contra sencillo que esta negra no valía un cospel de segunda sección y, como si esto fuera poco, tenía un cuerpo para el infarto, y su piel negra me alucinaba. La veía jugar enviciada y más me calentaba. Más aún cuando noté que, mientras me la chupaba, con la otra mano se frotaba la concha metida dentro de la tanga.

Me separé, la hice poner en cuatro con las manos apoyadas en el respaldo y las rodillas sobre el sillón. Le pegué un par de chirlos, mas para saber si era de verdad y no estaba soñando con semejante hembra entregada. Le corrí a un costado la tanga, apunté mi pija entre sus nalgas y sus propios jugos hicieron el resto, porque entró de un saque resbalando hasta el fondo. La muy puta gemía en cada empujón, sacaba culito para atrás para que se la vuelva a empujar. Por ahí la dejaba llevar el ritmo, lo que enloquecía porque ondulaba sus caderas con la pija dentro, casi hasta sacarla, para volver a ensartársela de nuevo. Yo no sé, ni sabré si jamás, si fabulaba para conformarme, pero esos gemiditos mezclados con ronroneos que hacía cada vez que la pija le llegaba al fondo me ponían loco.

Se la saqué y la hice acostar a lo largo del sillón, movimiento que aprovechó para sacarse la tanga ofreciéndome su argolla mientras separaba sus piernas abiertas al aire. Me puse como de rodillas entre ellas intentando clavársela en esa posición, pero, como soy normalito de tamaño, no llegaba a meterle más que la cabeza en esa pose, que me proporcionaba cierta desventaja. Ella percatándose, se irguió tirando ambos brazos para atrás sujetándose y haciendo fuerza con su cadera para clavarse solita. Ahí empezó mi fin. Teniendo esas dos hermosas gomas negras a mi disposición, no pude menos que agarrarme de ellas mientras la negrita ondulaba sus caderas sobre mí, haciendo que mi pija entrara y saliera enferma de felicidad, dando vueltas. Le apretaba los pezones y parecía que la electrizaba, porque sus ondulaciones se volvían más frenéticas.

Yo sentía nuestros sexos unidos en un solo charco golpeteándose en cada embestida. La guacha drenaba flujos en cantidad asombrosa. Ella, dándose cuenta de que me estaba por hacer reventar, se salió y sentándose en el piso, se puso a mamármela con hambre. Era tan golosa, y lo hacía con tantas ganas que no terminó de chupar 3 o 4 veces que exploté en su cara a borbotones de leche, los que le chorreaban por la barbilla y le caían sobre la negra piel de sus tetas en un contraste alucinante. Se quedó unos minutos más limpiándose con el dedo la cara y lamiéndoselos, sin dejar una gota de semen desperdiciado para luego jugar con la lengua limpiándome la pija. Lo hacía con tantas ganas, y yo disfrutaba tanto que aguanté lo que pude. Pero no llegué a avisarle cuando mis tan contenidas ganas de mear vencieron mi resistencia. Al punto que empecé a largar borb0otones de meada sobre ella. Tomándome la pija no del todo flácida con una mano, y entrecerrando los ojos, la movió como si fuera un duchador manual sobre su cara y sobre sus tetas…. Jamás me había pasado. Nunca le había hecho una lluvia dorada a nadie, pero tengo que reconocer que es una hermosa sensación.

Después de bañarse y vestirse, le di un par de consejos sobre la vestimenta a usar, y me encerré para averiguar cómo hacer para borrar la parte de la entrevista en que nos ponemos de pie y le digo que no podrá seguir en el proceso.    Fin

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