Mi más preciado trofeo,
Uno que se compra con lo más mundano de la tierra
Y se atesora con lo más íntimo del ser.
Fragante y sedosa,
Repleta de los colores de mis sueños,
Del día a día que me atraviesa,
De la tarde a tarde que me sorprende.
Es solo mía, de mi sexo y mis placeres,
De mis roces más secretos,
Y de mi infinita libertad,
A veces resumida en un cántaro de ilusiones,
Las que no siempre llego a reconocer.
Es mi caricia más íntima,
la mariposa que se aroma de mí, de mi semilla, de mis poros,
o la princesa del reino que habita entre mis piernas.
Nadie como ella sabe lo que me gusta,
Cuánto quema el fuego de mis entrañas,
Cuáles son los anhelos de mi vulva,
Las prohibiciones de mis deslices por mi cama,
Y las aventuras de mis propios dedos como avecitas migratorias
En esos tiempos de pocas lluvias y vientos.
La amo, y aún así la exhibo,
La dejo solita algunas veces bajo mi almohada,
La lleno de besos cuando me la saco en esas noches de cruel insomnio,
O me acaricio los pezones con ella,
O los labios,
O jugueteo con sus elásticos entre mis dedos,
Y me rescato de la niñez que hace unos pocos años guardé en un cajón.
Allí dentro, también hay otras como ella,
Algunas más chiquitas, con estampados o colorcitos,
Y casi todas conservan lo que nadie conoce de mí hasta ahora.
El perfume de mi virginidad,
Extractos de mi inocencia,
Gotitas de mis descuidos al reírme en el parque,
La impaciencia de las cosas que ansiaba con locura,
O el calor más perverso de mis siestas a solas,
Acurrucadita entre mis sábanas,
Frotándome como una babosa húmeda y caliente.
Pero la mejor de todas,
Mi confidente más amable y dulce,
Mi nubecita de algodón entre mis glúteos,
Es la que ahora tengo puesta.
La misma que se ajusta a mis formas como nadie,
Que me ama como yo quiero,
Y me espera una vez más para volver a tiritar por los besos de mis labios,
Y los dibujitos de mi lengua.
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