Bombas sexuales

 

¿Cómo podía ser? Es cierto que los chicos y chicas, están cada día más difíciles, que la sociedad, la pandemia, la pobreza, las obligaciones, y un sinfín de excusas. Todo eso nos pone a los docentes en medio de pruebas complejas. Mucho más que las inspecciones del consejo escolar, o las del gobierno de turno. Yo soy profesora de artes plásticas, y en mis 30 años, jamás creí que algo me sorprendería en esa escuela. Nunca renegué, ni me quejé, ni maldije mi trabajo. Muchos colegas detestan dar clases en una escuela “urbano-marginal”. Algunos, ni por el sueldo ponen un poquito de voluntad. Nadie parece darse cuenta que el arte, es una de las aristas más importantes para el desarrollo intelectual de los pequeños.

Cuando mencioné que, nada me sorprendía en ese establecimiento, es porque, a diario lidiamos con temas que a la escuela no le incumben de forma directa, pero que repercuten en el normal desarrollo de la enseñanza. Desde casos de violencia doméstica, hasta chicos que a los 11 o 12 años, ya probaron la mariguana, el alcohol, el cigarrillo, y otros valores poco prácticos de supervivencia. Hay un par de chicos que siempre están involucrados en robos. Otros, a los que siempre hay que extraerles cuchillos, o elementos cortantes, o punzantes. Muchos repitientes que no tienen espacio en ningún otro colegio. Otros, con serios problemas de nutrición. Por supuesto que la higiene, los modales, la lectura de corrido, la ortografía, la puntualidad… todas esas son palabras vacías. La directora es un fraude que, se vio varias veces metida en asuntos sexuales con el profe de gimnasia, y con el de música. ¡Cogieron en la sala de profesores y todo! La seño de matemáticas, es la Maru Botana de la ciudad. Tiene 8 hijos, y demasiadas licencias. Por eso, ese cargo es sustituido con frecuencia. La portera, bueno, de ella se dice, y se comprobó, que por algún dinero extra, hace feliz a los chicos, quedándose con sus primeras eyaculaciones en la boca. Muchas veces tuvimos que frenar a chicos que se besan en el patio, o que hacen cositas en los baños. Pero, cierto día, en la dirección me desayuné con un tremendo pantallazo de realidad.

¡Che Ceci, no sabés la bomba que tengo para contarte! ¡Ayer, Natalia se descompuso! ¡Estaba en el patio, saltando con su hermano, y con otros chicos! ¡Parece que le faltó el aire, y se desmayó!, me decía Mabel, la profe de sociales.

¡El tema es que, cuando vino el servicio médico, le hicieron análisis de urgencia! ¡Primero, la enfermera se sorprendió por el estado de abandono y suciedad que tenía esa chiquita!, agregó Victoria, la seño de naturales.

¡La cosa es que, está embarazada, y de tres meses la guacha! ¡Doce años, y preñada la loca!, retomó Mabel, después de ponerle azúcar a su cafecito.

¡Chicas, pero, no puede ser! ¡Esa nena es un solcito! ¡Aunque, bueno, yo siempre noté que viene sucia a la escuela! ¡Lo que más percibí, es su olor a pichí! ¡Además del nido de caranchos que tiene en el pelo! ¡Les juro que cuando me acerco a su banco a corregirle, la nariz se me arruga sola!, les confesé, mientras Victoria me ponía agua caliente en la taza. Estábamos en la sala de profes, atravesando el recreo más largo de la mañana, y por suerte Daniel, el profe de gimnasia y Juanita, la seño de lengua, supervisaban a los nenes.

¡Sí boluda, a mí me pasa lo mismo! ¡Yo me cansé de mandarle notas a los padres! ¡Es más, les juro que me dan ganas de llevármela a casa para manguerearla, mientras le prendo fuego la ropa que tiene!, dijo Vicky, con su sarcasmo habitual.

¡Es obvio que no te van a responder Vicky! ¡Esa familia está re podrida! ¡Tienen 9 hijos! ¡El más grande, el turco, es flor de bando! ¿Se acuerdan que venía siempre medio borracho? ¡Hoy debe tener 17 años! ¡No me acuerdo quién fue que me dijo, que ya pasó por un par de comisarías y todo!, dijo Mabel, que jamás se olvidaba de sus alumnos. Se acordaba hasta de sus apellidos.

¡Chicas, igual no es la única que viene con olor a pis, o a concha! ¡Qué sé yo! ¡Pero… lo de Nati! ¿Ella sabía que estaba embarazada? ¿Y, ahora lo sabe?, pregunté, sintiéndome bastante rara.

¡No, ella no lo sabía! ¡Pero, agarrate boluda! ¡Ahora se viene lo mejor!, dijo Vicky, y las dos se miraron con una misteriosa fascinación.

¡Yo, al principio me puse verde de bronca! ¡Lo primero que pensé, “la violaron”! ¡Estuve a punto de llamar a la policía!, se explicó Mabel.

¡Pero, después, Sonia, la psicopedagoga y nosotras dos, cuando se fue el médico con las enfermeras, hablamos con Nati! ¡Le pedimos que nos cuente todo, que fuéramos a ayudarla con lo que necesite, y todo ese rollo! ¡Por suerte la pendeja se re soltó!, decía Victoria, mientras las tres escuchamos que una chica mandaba a la concha de su madre a otra.

¡Qué boquita que tienen las nenas che!, dijo Mabel, y eso reavivó otra anécdota de Victoria, que parecía una panelista de esos programas de chismes de la tele.

¡Sí chicas, eso me queda clarísimo! ¡Y se ve que usan muy bien esas boquitas! ¡El jueves pasado, Juanita pescó a Luciana y a Verónica, las mellis, en el baño, haciéndoles un pete a el gordito que participó del acto del día de la tradición, cantando una chacarera! ¿Se acuerdan? ¡Según la Juana, las chicas ni se mosquearon cuando entró, y les llamó la atención!, nos reveló al fin. Mabel se frotó las gomas, y yo, creo que instintivamente abrí y cerré varias veces las piernas debajo de la mesa. No entendía lo que me pasaba. Pero me excitaba escuchar esas historias. ¡Y más, sabiendo que eran tan reales como las facturas que teníamos en frente!

¿Te sentís bien Ceci? ¡De repente, te pusiste pálida!, me dijo Mabel, arrancándome de mis ensoñaciones. No sé por qué me imaginaba a las mellis lamiéndole el pene a ese gordito, y sentía un cosquilleo más que libidinoso en la punta de la lengua.

¡Sí negri, estoy bien! ¡Sólo que, me cuesta aceptar que los tiempos hayan cambiado tan de golpe! ¡Imaginate… yo tengo 30, y al lado de estas guachas… parece que no aprendimos nada!, dije, un poco apresurada, más para que no se me noten los pensamientos.

¡Y sí gordi! ¡Nosotras, no hablamos de orgasmos hasta que salimos de casa! ¡Eso del sexo oral, que ni se te ocurra mencionarlo en frente de tu madre, o tu hermana mayor, o tu tía! ¡Olvidate de la aberración del sexo anal! ¡Ni te digo acerca de todo lo que existe hoy, referido al intercambio de parejas!, se expresó Mabel con mucha sabiduría.

¡Es cierto chicas! ¡Antes, si te besuqueabas con un pibe en el colegio, mínimo eras la putita del grado! ¡Pero hoy, si no cogen en el baño, o se comen una verga, parece que no pueden integrar los grupos más populares de las chicas copadas del curso! ¡Y, esas mellis, son terribles! ¡Aunque, Paola Riberos, la gordita de séptimo C, tampoco se queda atrás! ¡A esa la pescaron en el turno tarde, directamente recibiendo pito por la chuchi, en el baño! ¡Y no era su novio el que se la estaba garchando!, nos contó Victoria, saboreando sus palabras, tal vez sabiendo que mis jugos empezaban a decir “presente” en el interior de mi vagina.

¡Aaaah, síiii! ¡La conozco a esa chica! ¡Es una burra en grado sumo! ¡Gracias a la Juanita y a mí es que cursa de tarde! ¿Así que anda revoleando la chancleta en los baños también? ¡Espero que haya firmado el acta de disciplina, por lo menos!, dijo Mabel, riéndose con ganas, al borde de derramarse el café en la blusa.

¡Más que la chancleta, anda revoleando la bombachita su alumna seño! ¡Creo que tiene una prima en el secundario, que no le debe llevar más de dos años! ¡Por lo que sé, ya está embarazada!, dijo Victoria, recargando su tasa con agua caliente para prepararse más café.

¡Y, hablando de eso! ¿Qué pasó con Natalia? ¡Quedaron en que tuvieron una charla con ella! ¿Les soltó algo más?, pregunté, sin poderme contener.

¡Ah! ¡Eso! ¡Bueno, una vez que la chiquita se calmó, nos confesó todo! ¿A vos, nunca te pareció rara la forma en la que se tratan con Iván?, me anticipó Victoria, levantándose para cerrar la ventana que daba al patio, y correr las cortinas. De modo que, en breve los rayos de sol ya          no penetraban la sala, y todo se volvió más íntimo. Parecíamos viejas amigas hablando de nuestras antiguas aventuras.

¿Con Iván? ¿Vos decís, con su hermano gemelo? ¡Naaaaah! ¡No me vas a decir que… pero… imposible!, tartamudeé como sin importancia, advirtiendo que Vicky me miraba las tetas.

¡Ceci, te lo juro que yo tampoco lo podía creer! ¡Ella nos contó, muuuy resuelta que, ella y su hermano son novios, que se gustan, y que él la protege como nadie! ¡Según ella, no sabe cómo pasó, pero que, desde que se besaron una noche, en el verano, no pudieron separarse! ¡Es raro, pero yo la noté enamorada!, me dijo Mabel, con una expresión insondable en la mirada y el rostro. Victoria se reía como atontada.

¿Enamorada? ¡No Mabelita, te juro que esa nena está caliente, y él también! ¡Fijate que puso mucho énfasis en las relaciones sexuales! ¡Ella dice que, como era de suponer, ellos dos comparten la pieza con otros tres hermanos, los más grandes! ¡Entre ellos está el turco! ¡Hay dos camas! ¡Es obvio que se ven en bolas desde que son chiquitos!, decía Vicky, sin dejar de mirarme las gomas. Hasta Mabel se dio cuenta. Al punto que no pudo evitar decirle: ¡Che Vicky, le vas a ojear las tetas a Cecilia! ¡Acordate que tienen dueño!

Las tres nos reímos, tal vez como para descomprimir un poco la tención sexual que había en el ambiente. Al menos yo me sentía cada vez más en llamas con lo que escuchaba. Todos sabíamos que Victoria es lesbiana, y que tiene una fascinación especial por las tetas. Pero que solo se abría con Mabel, y conmigo. Siempre hablaba de las tetas de las chicas que se iban desarrollando con un brillo en la mirada que nos enternecía.

¡Tranqui Ceci, que ya sé que esas tetas son de Marian! ¿Ya se reconciliaron ustedes?, me preguntó Vicky, devolviéndome a la realidad. Mi novio y yo nos habíamos tomado un tiempo. Entre nosotros estaba todo más que bien. Pero, mis suegros son demasiado absorbentes, calculadores y metidos. No estábamos listos para casarnos, y ellos insistían con que ya era hora, que éramos grandes hasta para tener hijos, y que el futuro no nos daría tregua de acuerdo a como están las cosas en el país. Pero nosotros no pensábamos en bebés, ni en casamiento, ni en comprarnos propiedades por doquier.

¡Estamos en eso! ¡No es tan fácil! ¡Saben que él es muy apegado a sus padres!, dije como a las apuradas. Se ve que se me ensombreció la mirada, o que se me notó cierta tristeza, porque enseguida Vicky cambió de tema, cosa que le agradecí en el fondo.

¡Bueno, y, te sigo contando! ¡La Nati dice que tienen sexo más o menos desde que empezaron las clases! ¡Sonia le preguntó si se cuidan! ¡Ella dijo que un par de veces él usó forros! ¡Pero que, en general, le acaba en la boca, o en la chuchi! ¿Podés creer? ¡Y que, además, Yamila, su hermana de 14, también tiene sexo con el Turco! ¡En ningún momento vi señales de abuso, o que él estuviese forzándola, o que nos estuviese mintiendo! ¡Su mirada era híper sincera, y según Sonia, las expresiones de su cuerpo, coincidían con sus palabras!, decía Victoria bajo el asentimiento de Mabel, que por momentos se tapaba la boca con las manos.

¡Ceci, vos, tenés que haber notado algo! ¡Yo, muchas veces los vi tomados de las manos, o mirándose de una forma extraña! ¡Pensé que estaba chiflada, o, no sé… que por ahí, los antecedentes de esa familia me hacían ver fantasmas! ¡Pero, una vez, descubrí que ella le estaba tocando el pitulín, porque, tenía la mano totalmente adentro de su pantalón!, dijo al fin Mabel, sonrojada pero decidida a escupirlo todo.

¿Cómo? ¿Lo estaba masturbando?, pregunté, al tiempo que sentía algo así como una puntada en la vagina.

¡No lo sé! ¡Pero, él tenía los ojos cerrados! ¡Fue justo cuando corrí el banco, porque no estaban prestando atención! ¡Les había dicho a todos que tenían que juntar las mesas para hacer un práctico en grupo, y ellos ni se movieron!, dijo Mabel, indiferente a una de mis manos que, involuntariamente tuvo que sobar mi vulva, como si así consiguiese calmar los latidos de mi clítoris.

¡Yo tuve que retarlos varias veces! ¡Juegan de manos, como a pegarse, o se hacen cosquillas! ¡Una vez, ella le mordía los dedos, y él se dejaba! ¡También, una vuelta cuando se levantaron para ir al recreo, vi clarito que él le pellizcó el culo, y que ella se dio vuelta para comérselo con la mirada! ¡Pero no estaba enojada ni ahí! ¡Aaah, y otra vez, cuando entré al salón, Iván la tenía sentada a upa, y le re tocaba las tetas!, nos contó Victoria, que, al parecer ya había compartido esos detalles con Mabel, porque en un momento le hizo acordar lo de los dedos, mordiéndose uno propio.

¡Naaaah, ustedes me están cargando! ¿Cómo puede ser? ¿Y alguno de las otras seños, habrá visto algo?, dije, sintiendo que ya me ardían las mejillas.

¡Te lo juro que todo es tan verídico que, la escuela no sabe qué medidas tomar! ¡Y, yo, también vi algo parecido a lo de Vicky! ¡Me hice la tonta cuando todos se fueron al recreo, y los vi que ellos se quedaban! ¡Iván estaba sentado, y ella guardaba sus cosas en la cartuchera, parada contra la mesa! ¡Le insistía para que se levante y la acompañe al comedor, porque ya les iban a dar la leche! ¡Y él, estiró la mano, le acarició toda la colita, se la pellizcó y le bajó un poquito el pantalón! ¡Hasta llegué a verle la bombacha! ¡Ella paraba más la cola! ¡Hasta que le agarró la mano, le dijo algo así como, “Dale boludo; que tengo hambre”, y se le tiró encima! ¡Y, aparte, una de las nenas, Tamara, le dijo al profe de gimnasia que Iván y Natalia  se estaban besando en la boca, en el salón, otra vez mientras todos estaban en el patio!, nos confió Mabel, a quien algunas gotas de sudor le perlaban la frente.

¿Pero aparte, ustedes vieron el culazo que tiene esa pendeja? ¡Creo que ni la Tana lo tenía tan paradito!, estalló Vicky, recordando a una de sus ex, riéndose híper agudito.

¡Además, a mí me parece que, en cuestión de días, también nos vamos a percatar de sus tetas! ¡Hasta ahora, creo que se lleva todos los laureles Karen Mancilla, la nena que siempre se sienta atrás de ellos dos! ¿Vos qué decís Vicky? ¿Le viste las tetas a esa nena?, dijo Mabel, sonriéndole con picardía.

¡Oooobvio! ¡La tengo re fichada a esa chiquita! ¡Esos nenes, deben matarse a pajas pensando en esas tetas!, dijo Vicky, soltándose el pelo, como hace siempre que empieza a tener calor. ¿Estaría tan mojada como yo? ¿Y Mabel? ¿A pesar de sus años y su intachable moral, tendría las mismas cosquillitas en la vagina que yo? ¿Era posible que estuviésemos hablando de eso, y sin que nuestros cuerpos reaccionen?

¡Bueno, a mí me pareció que, una vez, él le daba besos en las manos! ¡Y, un par de veces los reté, porque él le metía caramelos en la boca! ¡Y yo, retándolos porque no se puede comer en clases! ¡Y, ahora que lo dicen… también me acuerdo que, la vez que le dije a Nati que debía cuidar su higiene, porque los olores corporales de los adolescentes es muy fuerte, y todo eso, Iván dijo algo! ¡Algo así como, “Yo siempre le digo que tiene que comprarse bombachas”, o algo por el estilo!, les dije, sintiendo que no podría seguir sentada un segundo más sin colarme un dedo en la concha.

¿Los chicos ya saben que Nati está embarazada?, pregunté.

¡No, por el momento no… y no sabemos cómo decírselos! ¡Pero, creo que Sonia se va a encargar!, zanjó la historia Mabel, mientras se escuchaban corridas en la galería.

¿Y, se sabe si alguno de los chicos, está al corriente de la relación de los nenes?, preguntó Vicky, mirando hacia el reloj de pared con desagrado. Es que, no tardaría en sonar el timbre, y entonces, cada una de nosotras a cumplir con la hora que nos quedaba.

¡Yo creería que no! ¡Salvo que Natalia se lo haya contado a la tetona! ¡Bueno, ella es su mejor amiga! ¡Pero, por lo que nos dijo, no lo habló con nadie! ¡Es más, Iván se anda haciendo el vivo con otra chica! ¡Por ahí lo hace para desconcertarnos! ¡Olvidémonos que son nenes! ¡Esos chicos, están muy adelantados en ciertos temas, aunque la pendeja no sea capaz de cambiarse la bombacha!, dijo Mabel, cerrando el registro de asistencias. Entonces, el timbre sonó, y Mabel fue la primera en pararse.

¡La puta madre! ¡Ahora me toca sexto C! ¿A vos te toca el séptimo de los hermanitos Ceci? ¡Creo que Iván no vino!, me dijo Vicky.

¡Las veo mañana chicas! ¡Hoy me viene a buscar mi marido! ¡Y, Ceci, por las dudas, no le digas a Nati que sabés todo!, Dijo Mabel plantada en la puerta, a punto de marcharse de la sala. Yo le aseguré que no abriría la boca.

¡Bueno reina me voy a darles clases a esos indios! ¿Vos, estás bien?, me preguntó Victoria en cuanto nos quedamos solas.

¡Sí, sí Vicky, estoy bien! ¡Solo que, me impactó todo esto! ¡Es fuerte!, le dije, al fin reunido fuerzas para levantarme.

¡Sí, es fuertísimo nena! ¡Pero, a vos, además de impactarte, me parece que te calentó un poquito! ¡A mí no me podés mentir! ¡Me doy cuenta cuando una chica está calentita amiga!, me expuso la muy atrevida, acariciándome el brazo cariñosamente.

¡Salí nena! ¿Qué decís? ¡Nada que ver! ¡Es muy grave lo que pasa entre esos chicos!, le dije. Pero ella me sonrió amistosamente, y me dijo: ¡No te culpes Ceci! ¡Si te calentaste escuchando todo eso, no está mal, ni nadie tiene por qué juzgarte! ¿O vos pensás que yo no me puse como loca compartiéndote todo esto? ¡Bueno, por ahí, a la salida nos encontramos! ¿O viniste en auto? ¡Yo, sí me tomo el micro, porque voy a lo de mis viejos!

En menos de lo que creí, ya estaba en el salón de séptimo grado. Nati se había sentado con Tamara, y afortunadamente no había tantos alumnos. Suele ser insoportable darles clases con ese calor, en medio de todos los olores que emanan sus hormonas. Sé que me costaba no mirar a Natalia con una mezcla de pena, calentura y vergüenza. De hecho, tuve que retarlas porque no paraban de hablar.

¿Por qué no vino tu hermano Nati? ¡Hoy, tenía que entregarme el trabajo de las escalas de puntos!, le dije, mientras iba banco por banco, recogiendo las láminas de los chicos. Ella ya me la había entregado.

¡No sé seño! ¡Creo que le dolía la panza!, dijo simplemente, y reanudó la charla con Tamara. Entonces, me acerqué para advertirles.

¡Chicas, si no dejan de hablar, las voy a separar!, les dije en voz baja, mientras notaba que ese olorcito a pis ensordecedor no había abandonado a Natalia. Y, cuando incliné la cabeza para ver lo que estaba dibujando, casi me da un infarto en la chuchi. ¡Había una perfecta representación de un pene parado, con dos testículos gorditos y ovalados, apretándose contra dos tetas gigantes! Al margen del dibujo, decía en letra clara: ¿Y anoche te lo hizo?

¿Qué significa esto Señorita?, le dije, señalándole la hoja con un dedo. Tamara agarró el papel, lo dobló en dos, y mientras se lo guardaba en la mochila decía: ¡Es mío seño! ¡Perdón, no lo vuelvo a hacer! ¡Es u dibujo que hice, para, para el taller de educación sexual!

Ninguno de sus compañeros nos prestó la mínima atención. Lo que ayudó a disolver la situación ahí nomás. Pero, tal vez, gracias a la carga que experimentaba mi cuerpo, no pude evitar acercarme al oído de Natalia, y susurrarle: ¡Por favor Natalia, es importante que te bañes bien, y te cambies la bombachita más seguido! ¡Hace mucho que noto que venís con olor a pichí, y eso no es bueno para una nena!

Al fin sonó el timbre, y los chicos salieron del aula como disparados por un huracán. Ninguno me saludó, ni se mostró empático para ayudarme a guardar los atriles con los que estuvieron trabajando. Ni siquiera Natalia. Pero, mejor para mí. Necesitaba subirme al auto y llegar a mi casa. Y fue mientras guardaba cosas en el armario que percibí una humedad imposible de silenciar en mi vulva. Así que, sabiendo que estaba sola, metí mi mano adentro de mi calza, y palpé mi vedetina. No recordaba haberme mojado tanto, sin que un hombre estuviese devorándome las tetas, o comiéndose mi cuello a chupones. Exhalé un suspiro, salí del aula con mis cosas, saludé a la portera, y aceleré el paso hasta la puerta. Vi a Mabel esperando a su marido. Me acerqué y la saludé con un beso.

¿Todo bien con la Nati?, me había preguntado en un momento.

¡Y sí hija, a esa nena no la cuida nadie! ¡Olor a pichí, debe ser lo menos peligroso que tenga!, me dijo cuando le conté todo lo que pasó. Y de repente, ya manejaba por la ruta hasta mi casa. Ni siquiera reconocía el tema que sonaba en la radio. Los pensamientos y recuerdos de todo lo que me había enterado me superaban. ¡No podía esperar a llegar a casa! ¡Sentía que los pezones me dolían bajo el corpiño, y que todavía respiraba el olor de la bombacha de esa nena! ¿Qué me estaba pasando? Supongo que, el bocinazo que me comí de un colectivero me devolvió a la realidad. No me sentía atenta, ni responsable de poder seguir manejando. ¡Casi chocaba a un peatón, y más tarde a una camioneta! Por eso opté por tirarme a la banquina, y manejar hasta un campito abandonado, cerca de un barrio privado. ¡No sabía qué hacer! Pero de pronto empecé a sobarme las tetas, por afuera, y luego por adentro del corpiño. Me desprendí la blusa, y empecé a pensar en que estaba sola, en un auto, totalmente regalada. Eso me excitó aún más. Me llevé los dedos a la boca, me los lamí, chupé y mordí, y así como estaban, repletos de saliva, los conduje a mis tetas. Ahora me apretaba y estiraba los pezones con los dedos babeados. ¿Cómo podía ser que esa nena coja con ese nene? ¿Lo harían todos los días? ¿Cómo lo harían? ¿Quizás en la siesta, cuando no hay mucha gente en la casa? ¿O de noche, rodeado del resto de sus hermanos? ¿Ella sería romántica con él? ¿Lo buscaría con besos y caricias? ¿O le pondría las tetas en la cara? ¿O sería capaz de refregarle ese terrible culito en el pito? ¿Cómo tendría la pija ese nene? ¡Tal vez, a él le seduzca el olor a pichí de su hermana! ¡Quizás, cogen como animalitos! ¡Por ahí, están juntos en la cama… empiezan a rozarse… se huelen las bocas… él las tetas a ella, y ahí, él se le tira encima, y la penetra con todo! ¿Sus padres pueden ignorarlo todo? ¿Gemirá la muy cochina con el pito de su hermano en la concha?

Me preguntaba todo eso en voz alta, sabiendo que nadie podía oírme. Ya tenía la butaca reclinada hacia atrás, me había quitado los zapatos con los mismos pies, y me había desprendido el jean. Pero a ‘un no me animaba a tocarme la concha. La sentía ardiendo bajo mi bombacha, pero seguía apretándome las tetas. Ahora, también me escupía las manos para masajeármelas con todo, con la blusa toda desprendida. ¡Y Tamara lo sabía todo! ¡Le preguntó en ese dibujo si en la noche anterior, él se la había cogido! ¿Se sentirá más puta, sabiendo que está embarazada de su hermano? ¡Y, él le acababa en la boca! ¿Cómo podía estar tan seguro él que Nati no se la chupaba a sus otros hermanos? ¿Y, él, se cogería a las otras chicas de la familia? No podía parar de imaginármelos juntos, abrazados, a él mordiéndole las tetas, y a ella chupándole la pija. ¡Con 12 años, no es posible que sea tan dotado ese nene! ¡A lo mejor, también cogieron en la escuela! ¡Aaay, qué puta que soy, asíii, apretate más las tetas Ceci, dale mamiiii!, me alentaba, a esa altura pellizcándome las tetas y los muslos. ¡Seguro que dormían desnudos, aprovechándose todo el tiempo! ¿Y, si era él el que la despertaba, con el pito parado, y se lo metía en la boca? ¿O era ella la que no podía dormir, y se le sentaba en la cara, con ese olorcito a pis, para que él se la chupe un ratito? ¡Qué sucio debe estar ese cuartucho! ¡Tal vez Natalia todavía se mea encima! ¡Por ahí lo hace cuando está muy alzada, como las perras! ¡Noooo, él, seguro que todas las siestas le pasa el pito por la cara! No conciliaba la calma de ninguna forma. ¡Síiii, seguro que Nati se coge a otros chicos! ¿Y, todavía no le había hecho la cola su hermano? ¡Bueno, es mucha información para dos nenes de séptimo!, me decía, ya con el pantalón por las rodillas. Ahora sí una de mis manos me sobaba la vulva en forma circular, y la otra entraba y salía de mi boca jadeante, o me zarandeaba las tetas, totalmente fuera de control, y del gobierno tirano de mi corpiño. En un momento, empecé a darme golpecitos e la concha, y a estirarme el elástico de la bombacha para chicotearme la piel. Me volví loca cuando percibí que varias gotas de flujo me salpicaban.

¿Qué cosas se dirían mientras se cogen esos guachines? ¡Ella, a lo mejor es dulce con él! ¡Así hermanito, daleeee, haceme el amor, que estuve todo el día esperando esto! ¡O tal vez, es más guarra! ¡Así pendejo, dame masita, dale que estuve todo el día calentita en la escuela! ¡Él, seguro era un obsceno con ella, porque así era en clases! ¡Dale nena, vamo a culear, dale guachita, sacate la ropita, mostrame esa burrita que me vuelve loco! ¡Seee, seguro la trataba así! ¡Y, seguro la re apretaba para largarle la lechita en la concha! ¡Obvio que debe estar re alzado con ella! ¡Con una conchita apretadita, sin pelitos!, seguía diciendo, ahora clavándome los dedos en la concha por encima de la bombacha. Hasta que tomé una tijera del maletín de útiles escolares, y corté los dos lados de mi bombacha para luego, levantar un poco la cola y quitármela, sin la necesidad de sacarme el pantalón. Ya no tenía mucho tiempo. Así que, abrí bien las piernas, toqué mi clítoris con mi pulgar y empecé a frotarlo, mientras olía mi bombacha empapadísima.

¡Así, seguro la tenés así de mojada putita! ¡Sos una nena muy chancha, y te encanta el pito de tu hermano! ¡Por eso venís con la bombacha caliente, meada y sucia! ¡Dale Nena, pedile la lechita a tu hermano! ¡Tocale el pito en la clase de la seño Mabel, y dejalo que te toque ese orto delante de la seño Vicky! ¡Mostrale las tetas a Vicky, que te las va a chupar bien chupaditas bebé! ¡Y dibujame esas chanchadas, que te salen hermosas!, decía cada vez más caliente, gimiendo gracias al mete y saque de mis dedos en mi concha. Después, recuerdo que me puse la bombacha entre los labios, y mientras seguía endureciéndome el clítoris, me sacudía para mover las tetas, y buscaba el agujero de mi culo para rozármelo con los dedos de la otra mano.

¡Mmm, qué rica bombacha tenés Natiiiii! ¡La seño Ceci te va a sacar la bombachita al frente de todos, si volvés a la clase con olor a pis! ¡Y, encima, pronto vas a tener lechita en las tetas! ¡Y la lechita de tu hermano en la boca, nena cochina! ¡Así, abrite las nalguitas, para que todos tus compañeros te vean el culo! ¡Y, decile a la tetona hermosa de Tami que se saque todo, y que te refriegue las tetas en la concha! ¡Haceme caso nena, o no te apruebo! ¡Y a tu hermanito tampoco! ¡Decile que se pare, que se baje el pantalón y que me deje comerle el pito! ¡Quiero ver cómo lo tieneeeee!, decía con mi bombacha inservible en la boca, al borde del colapso, porque ya me revolvía la concha con una sonora velocidad, frotándome en el asiento cada vez más húmedo, y gimiendo con una angustia desesperada. Entonces, consciente de que en cualquier momento alguien podría verme, me saqué la bombacha de la boca y empecé a golpearme con ella en la cara, las tetas y la panza, repitiendo: ¡Tomá putita, mirá cómo te pego con mi bombacha! ¡Por tu culpa estoy hecha una perra, una trola pajera! Y, de repente, un largo alarido, acompañado de una punzada prolongada en mi columna vertebral, unas palpitaciones violentas en el clítoris, y unas contracciones feroces en la vagina, solté un cálido y abundante océano de squirt, el que me obligaba a seguir gimiendo, y a golpetearme la chuchi para liberar todo lo que naciera de su interior. Realmente, parecía que me estuviese haciendo pis por lo incesante y cuantiosa que se declaraba mi tremenda acabada. No podía parar de temblar, ni de gemir, ni de apretarme las tetas. Entonces, las luces del mediodía volvieron a mis ojos con toda su tenacidad. Empecé a notar el ardor en mis pezones, las marcas de mi pantalón casi estrujándome las rodillas por la fuerza en la que abría las piernas, y los reproches de mis dedos, los que me mordí muchas veces mientras me pajeaba. Abrí la ventana y tiré mi bombacha rota al suelo. Pero, en vez de arrancar el auto, preferí quedarme un ratito así. No sé si fueron 10 minutos, o tres meses. Sólo sé que, poco a poco, el asiento empapado bajo mis nalgas desnudas, los labios de mi vagina totalmente expuestos, de no ser por los vidrios polarizados del auto, el olor a sexo que inundaba mi espacio, y mi cara de mujer satisfecha, empezaban a tentarme para cometer otra locura. Entonces, mi celular sonó desde algún lugar de mi cartera, o el maletín. No atendí. Seguro era mi vieja, preocupándose por mi tardanza, con la comida servida en la mesa. De modo que, recliné el asiento, me quité el pantalón, me abroché la blusa sin ponerme el corpiño, y manejé hasta mi casa, descalza y desnuda de la cintura para abajo, sentada sobre un mar de flujos, y sintiéndome tal vez tan salvaje como Natalia.  Fin

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