Idilio desaforado de los sedientos,
Preciada joya de la creación,
Centellante libertad que afina a dúo con el deseo,
Indómita consciencia,
Profética vanidad de espesura y pureza.
Nútreme con tu blanca luminosidad,
Condéname a servirte, a ser tu esclava, tu sierva y amante.
Libérame de estructuras y religiones absurdas,
Y enséñame todos los caminos que me lleven a tu magnificencia.
Hazme tu mejor recipiente,
Arráncame suspiros con tu sabor a hombre animal,
Conviérteme en una salvaje fémina,
En una cazadora insaciable,
En una sucia y desnuda estrella de la divinidad.
Susúrrame las obscenidades que se ocultan en tu tibieza,
Desordéname la memoria y la razón,
Coloréame las sonrisas y tristezas que me atraviesan,
Acelera mis latidos con tu generosidad.
Semilla de la realidad y la fantasía,
Espléndida vertiente que mana de grandiosos penes laboriosos,
Baña las costas de mi vulva,
Empapa mis senos ansiosos y fragantes,
En celo y con fiebre,
Desata tus tormentas sobre mi rostro,
Asfíxiame con tu sabiduría,
Y hazme feliz, libertina, peligrosa y vulgar,
Infiel, encendida y vulnerable, solo para tu voluntad.
Lléname de tu aroma y caricias de llovizna,
Salpícame desde el pelo a las plantas de los pies,
Revélame tus secretos,
Préñame despierta y descalza,
Haz que mi lengua y labios te abracen,
Que mi piel te reciba como las rocas a las olas del mar.
Hazme tu desconocida ramera,
O tu inocente niña ensombreciendo entre fotografías inconclusas,
O tu mujercita perfumada de virginidades ajenas,
O la mejor catadora de tu abundancia.
Quiero ser tuya para siempre,
Tenerte adentro, en la piel y los labios,
En la ropa, en el pelo y el aire,
En mis futuros hijos, o en los hijos de otras hembras,
En mis sábanas, en mis noches y días,
En mi alimento cotidiano,
En mis reuniones clandestinas o formales,
En mis nalgas, en mi cuello, en mi vida.
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