La puta más puta de la ciudad

 

Me desperté a eso de las 3 de la tarde. Pensaba que estaba en mi cama, y que al estirar el brazo para prender la luz, me encontraría con el desorden habitual de mi habitación. Estábamos en navidad, y todos habíamos bebido mucho. O al menos, mi cuerpo me informaba que yo había perdido el control, como casi siempre. Recordaba que después de las 5, más o menos, mi tío nos llevó a casa. A mí, a mi madre y a mi hermano. ¿Y, entonces, Por qué me costaba tanto abrir los ojos? ¿Quién era el que estaba a mi lado en la cama? Apenas lo había rozado con un brazo. ¡Pero, esa cama, no era de una plaza, como la mía! ¿A dónde había ido a parar? ¿Por qué me costaba un triunfo respirar?

¡Hola Magui! ¿Te despertaste? ¡Uuuuuupa, y, parece que, media mareadita! ¿No? ¿Querés un poco de agua?, Dijo una voz, acercándose de a poco a la cama. Entonces, sentí que hacía un calor de perros, y que inmediatamente la luz me cegó por un momento. Pero cuando me acostumbré a la claridad, vi que estaba acostada en medio de mi primo Marcos, y de su mejor amigo, Elías. Los dos estaban en bóxer. ¡Y yo, apenas en corpiño y bombacha! Me dolía mucho la cabeza. Y entonces recordé que algo espeso había invadido mi boca. No tuvo que haber pasado mucho tiempo de eso, porque su sabor aún permanecía vívido en mi paladar. No era ningún trago especial, ni afrodisíaco, ni de alcohol berreta. No podía ser otra cosa. ¡Era semen! Y, además, cuando busqué al dueño de la voz que encendió la luz que caminaba con parsimonia hacia la cama, descubrí que se trataba de Santiago, el hermano mayor de Elías.

¿Qué hago acá? ¿Qué me hicieron? ¿Me violaron ustedes? ¿Por qué mi tío no me llevó a mi casa? ¿Qué carajo es esto? ¡Decime a dónde estoy! ¿Y mi ropa? ¿Por qué estoy casi en pelotas, en una cama, con mi primo, y este pibe?, empecé a escandalizarme, aunque hablaba en voz baja, sin reprimir la histeria que me embargaba. Santiago me acarició una pierna, silenciándome como a una niña que estuviese interrumpiendo la siesta de los mayores.

¡Tranquila Lurdes, que, no te hicimos nada que vos no quisieras! ¡Mejor, te pongo al tanto, porque, parece que con todo lo que te escabiaste, no te acordás de nada! ¡Ayer, te peleaste con tu novio! ¿Matías se llamaba? ¡Bueno, el muy idiota no te respondía el teléfono, y había quedado con vos en pasar Noche buena y Navidad en tu casa, con tu familia! ¡Elías y yo quisimos consolarte, porque estabas muy del orto! ¡Encima de eso, no sé cómo se te ocurrió entrar al Facebook, y te encontraste con que el flaco te caga con otra mina! ¡Te pusiste ansiosa, y no paraste hasta encontrar toda la tramoya que se mandó ese gil! ¡Te largaste a llorar! ¡Tus abuelos no entendían nada! ¡Tu mamá nos pidió que intentemos serenarte, porque tu abuela anda mal del corazón! ¡Vos gritabas como una loca! ¡Querías vengarte! ¡Amenazabas con tomar pastillas, o con cortarte las venas! ¡Imaginate! ¡Entonces, con tu primo, Elías y el Tincho, nos fuimos a la placita del barrio, después del brindis familiar! ¡Bueno, ahí, tomamos birra, jugamos a las cartas en el pastito, fumamos unos churros, insultamos a tu novio, pusimos una musiquita, seguimos insultando a ese tarado, y después, vos empezaste a decirnos que no soportabas más! ¡Algo así como que, tenías que hacer algo para sacarte la bronca! ¡De la nada, te tiraste encima de Elías, y le comiste la boca! ¡Ninguno cazó una en ese momento! ¡Tu primo, hasta te dijo que pares de escabiar porque te ibas a mandar cualquiera! ¡Pero vos, te levantaste de las piernas de Elías, y te subiste la pollera de a poquito, mientras dabas vueltitas entre nosotros, que estábamos sentados, jugando a las cartas! ¡Yo, te dije que ya estabas al horno! ¡Vos te cagaste de risa, y me pusiste el culo en la cara! ¿No te gusta mi cola nene? ¡Posta, me largaste esa! ¡Después Marcos te hizo una especie de Zancadilla para ver si todavía te mantenías en pie! ¡Vos te caíste arriba de él, y también le comiste la boca! ¡Entonces, así como estabas, medio en cuatro, empezaste a mover la burra, y la pollerita se te re subía, un poco por el vientito!

Santiago hablaba, y las lágrimas empezaban a calentarme las mejillas, aún más de lo que ya las tenía. Lo interrumpí solo para sentarme. Pero cuando vio que no le pregunté nada, siguió algo más animado, ahora acariciándome el pelo.

¡Bueno, después, empezaste a hablar de la pija de tu novio! ¡Lo re descansaste con que la tiene chiquita y todo eso! ¡Y, empezaste a preguntarnos cómo eran las nuestras! ¡Te reías de cualquier cosa! ¡Nunca, o al menos yo, nunca te vi así de sacada! ¡Y, de repente, le manoteaste la pija al Tincho! ¡Le preguntaste si le pintaba un pete! ¡Después, nos hiciste la misma pregunta a todos! ¡Nadie te decía nada, y eso te ponía de los pelos! ¡Hasta que, te sacaste la remera, y te acostaste en las piernas del Tincho y las mías! ¡Te tocabas las tetas por adentro del corpiño, y decías que tenías los pezones paraditos! ¡Estabas en llamas nena! ¡Y, bueno, nosotros, creo que hasta ahí pudimos soportarlo! ¡Elías y Marcos, empezaron a tocarte las tetas! ¡Vos abrías las piernas y te sobabas la concha, por arriba de la pollera! ¡Dale primo, vení a chuparme las tetas, y dale un poquito a tu amiguito! ¡Hoy, quiero ser la puta más puta de la ciudad! ¡Eso fue lo que le dijiste a Marcos! ¡Bueno, por obvio, tu primo te comió las gomas, y Elías también! ¡Pero eso, te puso más loca todavía!

Ahora ya no lloraba. La indignación, la bronca que volvía a mi cerebro como una pesadilla, la fascinación por todo lo que había hecho y no podía recordar, y el morbo de estar en ropa interior entre tantos machos, parecía haber explotado en mis sienes. Santiago había empezado a deslizar sus dedos por mi espalda, mientras Marcos bostezaba, murmurando: ¡Hola Primi! ¿Santi te está contando todo lo que pasó? ¡Al final, sos una genia con un pito en la boca!

Instintivamente alargué un brazo para pegarle en la parte del cuerpo que pudiera. Pero, di con el bulto que le estiraba el bóxer, y mi mano se quedó inmóvil, derrotada, solemne y expectante sobre esa pija gorda, aunque tal vez no del todo dura.

¡Ahí la tenés Santi! ¡Mirá cómo manotea! ¡Le encanta manotear pitos, como anoche!, dijo Marcos, moviéndose un poco pero sin abrir los ojos.

¡Y sí amigo! ¡Y, si encima el quía tiene el pito como un chizito, imaginate si no le va a gustar todo lo que tocó, y mamó ayer!, dijo Santiago, revolviéndome el pelo, mirándome las tetas con lujuria. Entonces, en un impulso que no me reconocí, pero cargada de la angustia de lo que recordaba y de lo que no, presa de un calor vaginal que enmudecía mis acciones, me puse en cuatro patas sobre la cama, dirigiendo mi cara al bulto de mi primo, arrancándole un suspiro a Santiago, tal vez de admiración. No sabía lo que iba a hacer. Pero, apenas olí la tela de ese bóxer húmedo, y le toqué el glande con dos dedos, se lo corrí con la otra mano y me puse a darle chuponcitos, lengüetazos y pequeñas escupidas a su pija, la que de pronto se mostró más tensa, bondadosa, dura y rígida que unos segundos atrás.

¡Uuuuy, qué bueno, qué lindo regalo nena! ¡La próxima, ya sé lo que le voy a pedir a los reyes! ¡Tenés una burrita hermosa!, dijo Santiago, que parecía no haberse movido del lugar.

¡Parece que se viene un nuevo round amigo!, le dijo Marcos a Santiago, luego de suspirar cuando atrapé su glande con mis labios, solo para pajeárselo con ellos unos largos segundos.

¡Che, pero, todavía no terminé de contarte Magui! ¿No querés saber qué más pasó?, replicó Santiago, acariciándome una nalga.

¡No Santi, basta! ¡No quiero saber si me cogieron, si me hicieron el orto, o si me atragantaron de leche! ¡De eso, no me acuerdo nada! ¡Pero, lo que sí sé, es que todavía quiero vengarme de esa mierda! ¡Y de paso, ustedes me hacen acordar un poquito lo de ayer! ¿No te parece?, le dije, mientras me golpeteaba la boca entreabierta con la pija de mi primo. Marcos me manoteó del pelo y me obligó a saltar con mi garganta sobre su pija cada vez más repleta de líquidos. Entretanto, los dientes de Santiago me marcaban la nalga derecha, consciente de que me olía y suspiraba. Pero, de repente, Elías también se despertó, medio malhumorado. Al parecer, a causa de un rodillazo o codazo de Santi, en su afán de seguir tocándome el culo.

¿Che, qué onda loco? ¿Se despertó la Magui?, alcanzó a preguntar, más al aire que a alguien en particular. Pero solito cayó en la cuenta.

¡Dale gato, levantate, así me dejás lugar! ¡Por ahí, le echo un polvito!, le dijo Santiago a Elías luego de pedirle disculpas, tan entusiasta como la pija de Marcos, que ya me confería unas arcadas tremendas. De pronto, Elías se levantó, y entonces fueron cuatro manos las que me toqueteaban toda. Uno de ellos me sacó el corpiño, y Elías se acomodó en la punta de la cama para chuparme las tetas, más o menos como podía. Santi, entretanto comenzaba a hacer contacto con su pija y mi culo, o mi concha. Parecía no decidir qué se serviría primero.

¡Che Magui, te voy a tener que sacar la bombacha! ¡Seguro no te vas a acordar! ¡Pero, en la placita, te measte como tres veces, sin bajarte la bombacha bebé! ¡Qué cochina! ¿No chicos? ¿Se acuerdan que se re meó?, me exponía Santiago, y los tres se rieron. No hacía falta que yo colabore. Santi se ocupó de levantar mis piernas para quitármela, y entonces me sentí desnuda totalmente, violable, cogible, vulnerable y muy putona.

¡Quiero una verga en la concha Santi!, dije, un poco atragantada por los líquidos de la pija de Marcos y mi propia saliva. Pero, de inmediato, Elías abandonó mis tetas para ganarle de mano a Santi, que le dijo algo que no entendí, pero una vez más los tres se reían. Y sin más, sentí que unas manos se aferraban a mi cintura, y que una pija comenzaba a resbalar por los flujos de mi vagina. Al segundo empujón, Elías logró clavarla toda, y sus movimientos se convirtieron en fuertes ráfagas de fuego. Percutía con todo, jadeando y cambiando el aire, mientras la pija de Marcos daba un espasmo tras otro, muy cerquita de mi garganta. Parecía que en cualquier momento acabaría todo en mi boca. Santi me manoseaba las tetas, y se pajeaba la pija sin quitarse el calzoncillo.

¿Te coge bien mi hermanito Magui? ¿Te coge mejor que ese idiota?, me decía Santi, mientras Marcos me prometía la leche si me la tragaba un poquito más. Y entonces, justo cuando pensaba en responderle, Marcos soltó un torbellino de semen que me salió hasta por la nariz. Traté de tragarme todo lo que pude, resistiendo el bombeo incesante de Elías en mi concha, y creo que lo logré. Me costó recuperar la voz a causa de las arcadas, de lo ácido del semen que había ingerido, y de la pija que seguía perforándome la chochi. Sin embargo, lo primero que se me ocurrió decir fue: ¡Seguro que fue mentira que me hice pis! ¡Eso, no te lo creo Santi!

Él se acercó con urgencia, y me puso el bulto en la cara, mientras Marcos se levantaba de la cama, y me dijo: ¡Sí mi amor, te hiciste pichí! ¡Así que ahora, calladita la boca, y tomate esta mamadera que tengo para vos! ¡Y, si te volvés a hacer pis, te ponemos pañales! ¡O peor todavía! ¡Te hacemos oler tu bombacha! ¡O te la hacemos lamer! ¿Querés?

No pude replicarle, porque, apenas abrí la boca para defenderme, su pija salió disparada de su bóxer, y me dio un latigazo en la cara. Además, la zamarreada que me pegaba Elías me impulsaba hacia adelante con todo. Así que, de una, mi boca se llenó de su carne dura, de su glande hinchado y baboso, y de sus súplicas.

¡Así bebéeee, qué rico me la chupás pendeja! ¡Dale, sé buenita, y comela toda, toda, así, hasta la garganta nena!, me decía Santi, cuando Elías me hacía sudar las nalgas resbalándose contra ellas en sus intentos de ensartarme más. Mi cabeza le golpeaba el pubis a Santi, y por momentos se me hacía difícil escupírsela como me lo pedía. Pero el olor de esa pija, su sabor y grosor me maravillaba por dentro.

¡Ahí te va putitaaaaa, te la largo todaaaa, Uuuuuf, ahí te va la lechitaaaa, te la escupo toda adentrooooo de la conchaaaaaa!, empezó a aullar Elías, presionándome la cintura, golpeándome con sus muslos y abriéndome la concha con todo. Era inevitable, pensé. Ni bien termine de agrandarse esa pija, me acaba adentro… y así lo hizo. Siguió boqueando, jadeando y diciéndome cosas que me excitaban todavía más que la forma en la que me penetraba, mientras mi garganta se comprimía en las arcadas a las que me conducía la pija de Santi, que casi no hablaba, pero gimoteaba y me acariciaba la cara.

¡Hey boludita! ¿Por qué pensaste que estabas acostada en bombacha y corpiño? ¡Eso, es porque te measte la ropa! ¡Y encima, hija de puta, borracha perdida, me vomitaste toda, pero toda la alfombra del auto! ¡Esa, me la vas a pagar!, empezó a decirme Marcos, separando cada frase o palabra para acompañarla con un chirlo en mi culo, aprovechando que Elías me había soltado.

¿Cómo? ¿Cómo que te vomité el auto? ¡Creí que había sido el tío el que me llevó! ¡Bueno, ya fue igual!, dije, justo cuando Santi me dio una tregua para abrirse una lata de Coca de una conservadora que ocupaba el sitio de una mesa de luz. Pero en cuanto la abrió y se la liquidó de un trago me dijo: ¡Shhh, no le des bola bebé! ¡Vos, seguí ordeñándome la pija, que ya te voy a dar la lechita!, y volvió a enmudecerme con ese músculo en llamas. Marcos empezó a pegarme con algo más sólido que sus manos en la cola. Tal vez era una ojota, o una alpargata. Lo cierto es que, eso me hacía gritar, aunque con la boca ocupada. Algunas lágrimas acudían a mi desolación, pero él no me veía, y Santi no se lo comunicaba. Y de golpe, Marcos se hizo visible para mis ojos. Me levantó de los hombros y me arrodilló en la cama, haciendo que Santi me prive por un ratito de mi deleite más sublime en ese momento.

¡No sabés las ganas que tenía de pajearme con estas gomas, guachita!, dijo Marcos, y acto seguido me pidió que le escupa la pija para luego empezar a frotarla contra mis tetas. Santi había apoyado un pie en la cama para llegar a mi boca con su pija hinchadísima, mientras Marcos apretujaba mis tetas contra la suya, subiendo y bajando, pidiéndome que le pellizque y le pegue en el culo. Santi me hacía doler el cuero cabelludo cuando me sostenía del pelo para que no me olvide de su pija. Pero, Marcos también se disputaba mi boca. Es decir que, en algunos minutos, mi lengua lamía una pija y luego la otra. Se servía de los juguitos de mi primo, y luego de los de Santi. Marcos no renunciaba a su petición más absoluta.

¡Dale forrita, escupime bien la chota! ¡Así nenita, babeame bien la poronga!, me gritaba, cuando yo sentía que se me secaba la boca, que la concha me goteaba la ración de leche que Elías le había obsequiado, y que las rodillas me ardían contra la sábana. Entonces, Santi me bañó la cara y el pelo con un lechazo terrible, que sonó como una estampida. No me gustó que no me lo anunciara. Pero, sí me excitó el doble.

¡Dale primita, que yo también tengo el pito chiquito! ¡Llenalo de babita perra! ¡Asíiii, pajeame con las tetas, con esas tetas de putona que tenés!, me seducía Marcos, mientras yo seguía tan guanaca como podía sobre esa pija, y lo pajeaba con todo. Al punto que, sentía que los pechos me quemaban, y los pezones perdían sensibilidad.

¡Ya vas a ver nena! ¡Te juro que, por vomitarme el auto, y por dejarme todo el asiento meado, te lo juro por mi vieja, que apenas te acabe, te meo las tetas! ¡Así que, más vale, que la próxima vez que te empedes, lo pienses muy bien, putita! ¡Y hablo en serio!, empezó a decirme, acelerando sus movimientos, sus fricciones contra mis tetas y el entrechoque de su cuerpo contra lo que quería de mí.

¡Dale guacho, haceme pis en las tetas si te la bancás! ¡Meame toda! ¡Me lo merezco por chancha! ¿O no? ¡Dale perrito, meame, a ver si sos tan machito! ¡Largame la leche, y meate en mis tetas!, empecé a decirle, primero con suavidad, pero luego, casi a grito pelado. Eso consiguió que Elías y Santiago se acerquen para hacerme callar. Elías con un chirlo tremendo en la cola, y Santi con una mordida en la oreja, murmurándome: ¡No grites pendeja, que mis viejos duermen! Eso, me subió las pulsaciones todavía más. Marcos se quedó helado por lo que le dije, pero su pija no estaba conectada con sus sensaciones, evidentemente, porque, después de varias escupidas de mi boca furiosa, y de unas arremetidas más que violentas, se fue en un alarido agudo, impreciso y largo, mientras su leche se derramaba un poco en mi boca, otro en mis tetas, y lo demás por cualquier lado de mi cara y cuerpo.

¡Guaaaau, qué rica lechita primiiiiiii! ¡Me encantóoooo! ¡Posta, que, hasta ahora, nunca me había gustado tanto el semen de nadie!, le dije relamiéndome, estirando la lengua al tope para llegar a los restos que había en mis comisuras. No tenía la necesidad de adularlo, pues, sinceramente me había gustado. Al punto que, quería más. Él me miró asombrado, y los chicos se le rieron. Por un segundo me dio la sensación que mis palabras lo emocionaron un toque.

¿Qué onda Marcuchi? ¿Comiste chocolate, que a la nena le gustó tanto? ¿O sos vegetariano? ¿O ahora tomás daiquiris para que se te endulce la leche? ¡Te falta hacer yoga y listo boludo!, le decían los pibes, mofándose de mi declaración. Pero él no les dio bola. Más bien me levantó la cara con las manos y me dijo: ¡Sí, todo muy lindo mi amor! ¡Pero, ahora, lo que te merecés! ¡Así que, espero que esto te guste un poquito menos!

Me puso la pija en la boca para que se la limpie bien con la lengua, luego juntó mis dos pechos para admirar los hilos de semen que los decoraba, y entonces se dirigió a los chicos para decirles con determinación: ¡Che, miren lo que le voy a hacer!

Elías no llegó a tomar posición de nada porque le sonó el celular y salió de la pieza. Pero Santi vio asombrado cómo mi primo apuntaba su pija a mis tetas y empezaba a meármelas, sintiendo un alivio entendible. Nunca nadie me había meado las tetas, y estaba segura que no podía sentirme menos que humillada. Pero, en lugar de eso, no paraba de sonreír, sintiendo el calor de esa orina espumosa, suave y reconfortante. ¡Sí, no lo entendía del todo, pero era como si se me calentara el corazón!

¡Ahí la tenés Tincho! ¡Toda meada, llena de leche, todavía media borracha, y desnudita, como te gustan a vos las guachiturras!, dijo entonces Elías, que volvía a entrar a la pieza con un ventilador de pie en las manos. Recién reparaban mis ojos en que, a unos centímetros de la puerta, otro pibe estaba echado en un colchón inflable, desnudo y con la pija re parada. El calor en ese cuarto apenas tenía significado para nosotros. el olor a sexo y a transpiración me sofocaba, y ahora, mi cuerpo mojado por la promesa de mi primo, mi pelo pegoteado por el semen copioso De Santi, y mi mente siniestra no me dejaban renunciar a lo que mis deseos de venganza necesitaban.

¡Hey! ¿Y vos, no te sumás? ¡La verdad, no sabía que te gustaban las minas así!, le dije a Tincho, que me miraba con cierta desconfianza. Pero enseguida se incorporó del suelo, y mientras caminaba hacia mí, me decía: ¿Viste qué malos son mis amigos? ¡NI siquiera me despertaron para que me sume a la fiestita! ¡Y encima, vos estás re perra nena!

¡Sí, son re malos! ¡Dale, mostrame esa pija bebé! ¡Todavía tengo hambre, y la leche de tus amigos no me alcanzó!, le dije, cuando ya su pija me rozaba los labios. Era evidente que se había pajeado, y que tal vez, oyéndonos, o mirándonos de forma anónima, hasta había logrado acabarse encima. Es que tenía la pija pegoteada de semen, al igual que sus huevos grandes y peludos.

¡Dale bebota, parámela bien con esa boquita, así después te la meto en el culo! ¿Querés? ¿Tu culito también quiere la lechona?, me decía mientras yo le presionaba el tronco y le pasaba la lengua por el glande, le besuqueaba los huevos o le mordisqueaba el escroto.

¡Síiii mi amor, la quiero toda en el culo! ¡Mi culito no toma la lechita seguido! ¡Pero hoy quiere!, le dije, cegada de calentura, presa de un hormigueo que no se detenía en mi vientre. Cuando su pija empezaba a regalarme nuevas arcadas. El Tincho era de todos el mejor dotado, y eso me hacía resollar, eructar y babearme como nunca. Pero de pronto, no sé quiénes me acostaron en la cama, y un mar de manos empezó a tocarme absolutamente todo. Me nalgueaban con fuerza y me abrían la boca. Ahora la pija de  Tincho y la de Elías se alternaban para entrar y salir de mi boca. Tal vez Santiago fue el que se prendió de mis tetas para chupármelas, sin importarle que mi primo me las hubiese meado. NO podía ser otro que Marcos el que buscaba hundirme dedos en la concha, acaso tratando de dar con mi clítoris. Pero eso no duró mucho tiempo. De inmediato cuatro bocas empezaron a chuparme, morderme, sorber partes de mi cuerpo y bañarme con sus salivas calientes. El Tincho se prendió a mi oreja para lamérmela y morderme el lóbulo, mientras yo le apretujaba la pija con las uñas, porque así me lo había pedido, y él me decía: ¡Te encanta vengarte de ese idiota con nosotros! ¡Porque sos una putita, que le encanta garchar!

De repente estaba boca arriba, con las piernas sostenidas en las manos del Tincho, que empezaba a clavarme la pija en la concha. Al mismo tiempo, del otro lado de la cama, Elías y Marcos se alternaban mi boca y mis manos para que les pajee o les mame las vergas. Santi seguía chupándome las tetas.

¡Uuuuf, amiguito, mansa prima trola te echaste! ¡Posta, a mí también me encantaría mearle las gomas!, decía Santiago, mientras el Tincho fundía su carne en mi sexo con todo, y Elías me fregaba su pija en la nariz, pidiéndome que no deje de olerla. Y entonces, Elías me dio vuelta la cara de una forma tan brusca que, por un instante temí haberme roto el cuello. Sin embargo, calzó su pito delicioso en mi boca y empezó a cogerme la garganta, mientras me decía: ¡Cogé guacha, asíii, seguí cogiendo asíii, y tragate mi lecheeeeee!

Todo lo que podía oír entonces, era el fuerte impacto del pubis del Tincho en mi concha y sus bramidos, mi voz esforzándose por respirar y succionar a la vez, y los chupones de Santi a mis tetas. Y de golpe, sin previo aviso, tuve que toser luego de una arcada inmensa, eructar y rozarme varias veces la tráquea. Es que Elías descargó su semen embebido en alcohol prácticamente en mi garganta, sin dejarme respirar. De hecho, enseguida sentí un ardor insoportable en la nariz al derramar algunos pocos restos por allí. Pero el Tincho no se enteraba de nada. Al punto que me dio vuelta, me separó los cachetes de la cola, y mientras les repartía chirlos a uno y a otro, se dio a la tarea de escupirme el agujerito.

¡Mmm, me parece que tiene chiquito el asterisco esta nena!, dijo, más para sus amigos que para sí, y volvió a escupirme. Entretanto, Santiago suplantaba a Elías, y me encajaba la pija en la boca con una prisa que no lo dejaba pensar.

Ahora, boca abajo sobre la cama, con los pies tocando el suelo y mi cabeza colgando al otro lado, con la boca llena de la poronga de Santi, y gozando de las escupidas del Tincho, era consciente de las punzadas de mi vejiga al estar apretada en esa pose. ¿Por qué no lo hacía? ¿Por qué no tenía el valor de hacerme pichí ahí nomás? ¿Acaso a ellos les habría importado? Entonces, sentí que la punta de una pija comenzaba a rozarse con mi agujero resbaladizo. Tuve miedo, porque hacía por lo menos dos años que no entregaba el culo. ¡Ni siquiera Matías llegó a disfrutarlo! Recuerdo que le mordí el pito a Santi para que me lo saque de la boca un ratito, y entonces pude decir: ¡Paren che, que, me va a re contra doler! ¡No sé quién está a punto de cogerme el culo! ¡Pero aguanten, que, además, necesito hacer pis! ¡Y, si me la llegan a meter, me voy a mear entera!

Pero nadie me escuchó. Al contrario. Un coro de risas casi diabólicas me acariciaron los tímpanos, y la pija de Santi volvió a sumergirse en mi boca para que se la siga comiendo. Más nalgadas y pellizcos estallaron en mi cuerpo, y alguno de ellos me retorcía los pezones. ¡Eso me ponía más puta de lo que podía expresarles con mis gemidos!

¡Hey, che! ¿La escucharon? ¡La bebita quiere pis! ¿Qué hacemos?, dijo la pedante voz de mi primo desde algún lugar de la pieza. Después supe que fue él quien me arrojó un vaso de agua helada en la espalda, en el preciso momento en que Santi me hacía frotar toda la cara contra su pija y sus huevos. Me estremecí, pero, seguramente el agua empezó a evaporarse de mi piel por el fuego que esta destilaba por cada uno de sus poros. En breve, mientras sentía que alguna pija jugueteaba con mi ano, sin atreverse a penetrarlo, Santi me asestó unos pijazos en la cara sujetándome del pelo, hasta que no le quedó otra que descargar toda su leche espesa en mi boca, haciendo que esa descarga suene como un pomo de plasticola líquida, tan ferviente como el incendio que ardía en sus dedos al apretarme la nariz.

Entonces, el Tincho empezó a mover mi cuerpo repleto de sensaciones, perdido en el calor y los escalofríos que no me dejaban abrir los ojos por momentos. Y, cuando quise acordar, estaba sentada sobre sus piernas, con su pija peligrosamente instalada entre mis nalgas. Elías aprovechó que mis tetas permanecían indefensas, y se prendió a chupármelas, mientras me sobaba la concha, y amenazaba con hundir algunos dedos en su interior. Marcos también se acercó para pedirme que le chupe los dedos, y que le muerda y escupa las tetillas.

¿Estás lista bebé? ¿La querés toda en el orto? ¡Dale, pedila guacha!, me decía el Tincho, haciendo que mi culito dé algunos saltitos contra su pija.

¡Eeeso, pedile la pija al Tincho Lula, que te va a encantar! ¡De paso, si te pinta, yo te la pongo toda en la concha! ¿Te copa?, me dijo Elías, todavía con una de mis tetas en su boca.

¡Y meate toda si querés, cuando el Tincho te la ponga en el culo primita! ¡Total, las sábanas ya están hechas un asco!, Me decía Marcos entre divertido y excitado por las succiones de mi boca a sus dedos. Además, me hacía pajearlo una vez que me escupía las manos, y después, debía lamerme los dedos con el olor de su pija tan dura como cuando se despertó, y se la obsequió a mi boca desesperada y confundida.

¡Vos callate, que sos un forro! ¿Cómo me vas a mojar así? ¡Estaba helada esa agua boludo!, le protesté, mientras Elías me abría las piernas para tratar de acomodar su pija en la entrada de mi concha.

¡Y sí nena, te hice lo que le hacen a los perros cuando están alzados! ¡Era para ver si se te bajaba un poco la calentura!, me dijo Marcos, apretándome la mano que lo pajeaba con todo, al mismo tiempo que el Tincho me levantaba apenas con un brazo para calzar con una impresionante precisión su glande en el inicio de mi culo. Su pija encontró resistencias, porque, a pesar que tenía el culo re lubricado, no estaba del todo acostumbrado a recibir visitantes tan corpulentos. Grité, y Marcos me tapó la boca. Ni le importó que le haya mordido la mano. Es más… creo que eso le calentó mucho. Grité otra vez cuando por el propio peso de mi cuerpo, sentí que esa pija me entraba un poquito más, a la vez que el Tincho me prometía que no faltaba casi nada para tenerla toda adentro.

¡Aaaay, forrooooo, me re dueleeeee! ¡Pero metela yaaaa, daleeee, metela toda, que ya no aguanto más! ¡Asíiii, metela asíii, y culeame todaaaa, dale que me pone re putita!, me escuché solicitarle como una vehemente, mientras poco a poco mis caderas comenzaban a subir y bajar, al principio muy despacito, sintiendo que esa pija gorda se ensanchaba todavía más. Pero de pronto no pude parar de someterme al sube y baja de sus movimientos y los míos, de pedirle más pija y de sentirla cada vez más contra el tope de mi culo, que se abría como si se fuera a desgarrar. Elías me pellizcaba los pezones, me los mordía y me balbuceaba que era una putita todo el tiempo, mientras me frotaba el clítoris con su pulgar y me revolvía la vagina con los demás. Marcos, a esa altura yacía parado sobre la cama para ofrecerle su pija a mi boca, apenas sosteniéndose un poco de la cabeza del Tincho, que era el más alto. La verdad, me costaba concentrarme en chupársela como hubiese querido. A cada rato se me escapaba de la boca, producto de la enculada del Tincho que requería de todos mis sentidos. Y entonces, se los advertí, aunque creo que ni me escucharon.

¡Asíiii, enculame toda forroooooo, dale que me meoooo, me hago pichíiii, síiii, más adentrooooo!, dije cuando Marcos me dio un segundo de libertad. Y sentí que mi vejiga empezaba a liberarme en un alivio estremecedor. Elías me cruzó las piernas a lo bruto, mientras acomodaba una de sus manos contra mi vagina. De modo que, al rato la retiró de allí, toda empapada de mis aguas menores. Recuerdo que se la limpió con mis tetas, y que luego de separarme las piernas, le pidió al Tincho que se mueva un poquito hacia atrás. Mi culo amenazaba con partirse a la mitad de tantos saltos que daba contra su pubis, comiéndose esa pija con deleite, cuando entonces, la verga de Elías se instaló de lleno en mi concha. Ahora los dos me perforaban, a ritmos distintos, con diferentes velocidades y palabras sucias que yo no podía registrar. Hasta que, como si pudieran convenirlo con miradas, el Tincho a veces detenía su bombeo en mi culo para que Elías pueda moverse, penetrarme y frotarme el clítoris con astucia. Claro que, sentir esa pija en la concha mientras tenía otra más gruesa ensartada en el culo, me arrancaba unos gemidos tan agudos y estridentes que, ni siquiera la pija de Marcos todavía en mi boca era capaz de silenciar. Para colmo, Santi se había sumado para comerme las tetas. En otros momentos, Elías me sostenía un poco contra su cuerpo, sin retirar su pito hermoso de mi concha para que el Tincho apure sus ensartes en mi culo. Esos eran los que más me emputecían, ya que eran rapiditos, profundos y acompañados de unos chirlos a mis nalgas transpiradas.

¡Y te saliste con la tuya nomás bebé! ¡Te measte con la pija del Tincho en el culo! ¡Y ahora, preparate, porque tu primito, te va a dar la lechitaaaaaa! ¿Querés cerdita? ¡Pedila! ¡Dale, dale guachita, pedile la leche a tu primito!, empezó a gritonearme Marcos, mientras su pubis impactaba contra mi rostro, tal vez inconsciente que me era imposible pedirle la lechita con su pija rozando mi garganta. De todos modos, cuando me la sacó, llegué a decirle: ¡Dame la lechita perro! ¡Dale, que ya sé lo que tengo que hacer la próxima para que me cojas! ¡Te voy a mear el auto!

Eso actuó como un estimulante irreversible para mi primo, que enseguida me cazó del pelo, me refregó sus huevos y su pija por toda la cara, y entonces me la encajó en la boca para cogérmela apenas unos segundos, hasta que su leche no pudo aguantarse más en esas venas de carne y músculo caliente. Lo escuché gemir, reiterarme que era una puta, y luego arengar a los otros dos mientras se bajaba de la cama. En ese momento, Elías sugirió que lo mejor sería acomodarme en cuatro patas sobre la cama. Pero el Tincho me ayudó a incorporarme lentamente, y enseguida me pidió que me arrodille en el suelo, en el mismo sitio en el que se había derramado mi pipí. Como no quise hacerlo, un poco enojada de que me hubiese sacado la pija del culo, le contesté para la mierda. Pero Elías me dio un terrible chirlo en la cola, y mi cuerpo, más que mi cerebro o mi alma, obedeció. En cuestión de segundos, el Tincho volvía a socavar las defensas de mi culo con su pija hinchada, mientras mi boca iba y venía de la pija de Elías y por la de Santi. Cuando, por obra de algún milagro que no supe explicarme, tuve ambas pijas en la boca, Santi dijo que no podía más, y me pidió que lo mire a los ojos, además de gritarle a Elías para que lo deje solo. Ahí fue que volvió a llenarme la boca con su leche espesa y caliente, aunque no tan abundante como la primera vez, mientras el Tincho se esforzaba por contenerse. Me la metía re suavecito, y buscaba todo el tiempo rozarme el clítoris. Santi, una vez que mi lengua le limpió toda la pija, quiso que levante las manos del suelo, para frotarme los huevos y su pija híper baboseada por las tetas, y entonces, sentí como que otro estallido de leche caliente comenzaba a bañármelas. ¡Yo no podía creerlo!

¿Me acabaste en las Tetas?, le pregunté, gimiendo por las contracciones de la pija de el Tincho enterrada en mi cola.

¡Sí bebé! ¡Como verás, puedo controlar la leche que largo, y hasta dividir la acabada!, me dijo, tan exhausto y falto de aire como todos ahí adentro, y entonces, el Tincho comenzó a intensificar sus bombazos en mi culo. Solo que ahora yo estaba con las rodillas contra el suelo, y con la boca en la pija de Elías, que se había sentado en la cama.

¡Dale, mamame la pija guachita! ¡Comete todo nena! ¡Cómo te gusta la pija en el culo! ¡Si vieras cómo te brillan los ojitos! ¡Hasta te meás con un pito en la cola mami! ¿TU novio no te hacía estas cositas? ¡Bueno, por ahí, se lo hace a la otra! ¡A lo mejor, la otra es más trola que vos Lula!, me provocaba Elías, obligándome a chuparle y lamerle los huevos, mientras me daba chotazos en la cara. Y entonces, en un estridente rugido parecido al de un animal salvaje, el Tincho se desató clavándome los dedos en la panza para aferrarme todo lo que pudiera a su cuerpo, mientras me dejaba la pija quieta en lo más profundo del culo.

¡Tomá perritaaaaa suciaaaaaa! ¡Te la largo toda en el culo mamiiiii! ¡Ahora síiii, andá a lo de tu novio, y decile que tenés el culo abiertito bebéeeee!, me gritaba en el oído, al tiempo que sentía cómo si ese turro se estuviese meando adentro de mi culo. Su lechazo parecía interminable, casi tanto como el río de jugos que brotaba de mi concha al devorarse casi todo lo que me quedaba de lucidez en un orgasmo bestial. Cuando me sacó la pija del culo con todo el cuidado que le fue posible, sentí que me había dejado un cráter, y que jamás podría volver a juntar mis nalgas como antes. Pero no tenía tiempo para ponerme a meditar en eso. Casi que de forma instintiva, me subí arriba de Elías, le empujé el pecho contra la cama y empecé a comerle la pija con mi concha. Subía y bajaba en una cabalgada que hacía vibrar el colchón. Los golpes y entrechoques de nuestros cuerpos debieron oírse por toda la casa, porque yo estaba re jugosa, desatada y enloquecida, y él tenía la pija toda babeada. Además, yo movía mi conchita de forma circular, y por momentos, amagaba con expulsarla del calor de mi interior, y volvía a devorarla con todo. ¡Eso lo volvía loco! De modo que, en menos de lo que esperé, y después de pedirle al oído: ¡Meteme un dedito en el culo, y te hago acabar guacho!, sentí que mi vagina se llenaba de un incendio seminal que parecía calmar mis revoluciones, mi sed de venganza y el calor que me invadía. Cuando sentí su dedo en mi culo, comprobé la magnitud de los destrozos que me había hecho el Tincho, y eso me hizo cabalgarlo con mayor decisión, bien rapidito, y gimiendo como una nena virgen. Él no pudo resistirse a la danza de mis caderas. Así que, apenas separé mis tetas de su pecho y le pedí que me las escupa, y mientras su dedo me escarbaba el culo con devoción, su semen bañó mis paredes vaginales con tanta emoción que, por un momento me pareció ver el típico brillo de los enamorados en sus ojos.

Apenas me levanté del cuerpo sudado de Elías, le limpié la pija con unos besitos que, a mí se me antojaron tiernos. Y de pronto fui más consciente del calor que hacía. Cuando me incorporé, un poco a lo bruto, un mareo me sofocó la mirada. Me recuperé al instante al notar las baldosas frías bajo mis pies. Me vi en el vidrio de la ventana, y me amé. Estaba toda despeinada, con restos de semen en la cara, con moretones, chupones y rasguños en las tetas y las piernas, toda transpirada, con unas ojeras tan grandes como el sol que ardía en los techos de las casas, y con la piel repleta de marcas de dedos. Santiago, Marcos y el Tincho empezaron a aplaudirme, los tres sentados en el colchón inflable que permanecía junto a la puerta. En breve se sumó Elías, que todavía seguía revoleado en la cama, tocándose la pija, como sin poder creer en la cogida que le regalé. ¿O tal vez, recreándolo todo en su cabecita de pajero? Me miraban con orgullo, felices y sonrientes. Admiraban el cuerpo que acababa de arrancarles tantos lechazos como jamás lo había hecho antes. Podía decirse que en mis 24 años, solo había tenido sexo de formas convencionales. ¡Y ni hablar de chupar una pija!

¡Bieeeen primita! ¡Te pasaste che! ¡Yo creo que, si el boludo ese se entera de todo lo que hiciste, va a querer volver con vos!, me dijo Marcos, todavía aplaudiendo.

¡Ni hablar Lula! ¡Si se entera que tenés el culito así de estrechito, y que ya te lo hicieron, por ahí, hasta vuelven y todo!, me dijo el Tincho, demasiado seguro de sí mismo, mientras yo recordaba que sí me habían hecho la cola. Pero que, las dos veces en que sucedió, estaba borracha, y no podía recordar si lo había disfrutado en verdad.

¡Lo único, no te hagas pichí nena! ¡Eso, no a todos los tipos les pinta! ¡Procurá que no te pase! ¡A mí me vuelve loco que te mees!, me largó Santi, al que le descubrí la pija parada, otra vez. Ninguno se había vestido, y el olor a sexo del cuarto amenazaba con volver a encendernos, si alguno de los cinco tiraba la mínima chispa al aire. Yo tenía olor a semen en el pelo, y a pichí en las piernas. Pero me amaba más que nunca.

¡Bueno chicos, paren de alagarme, que en el fondo, esto, solo se dio porque, bueno, me re mamé, y supongo que ayer estaba re despechada! ¡Sorry, pero ya no más! ¿OK? ¡No crean que me vaya a volver a enfiestar con ustedes! ¡Es más, tendría que volver a mi casa! ¡Hoy se juntaban todos ahí! ¡Si mi vieja se entera que no dormí en casa, se me arma! ¡Yo todavía tengo que explicarles a mis viejos si no vuelvo a casa! ¿Entienden?, les dije.

¡Igual, tranqui Lula, que tu mamá sabe que estás acá!, dijo Elías.

¡Uuuuh, la puta madre! ¡Son las 5 de la tarde! ¡Vamos que te llevo!, me dijo Marcos, percatándose de la hora. Recuerdo que, ni siquiera me arreglé el pelo, ni me maquillé, ni me lavé la cara. Me puse la pollera y la remera, las chatitas y las pulseras que tenía, recibí mi carterita y mi celular de manos de Elías, y acto seguido me subí al auto de Marcos. No me puse la bombacha porque no la encontré, y nadie me ayudó a buscarla. Me despedí de los amigos de mi primo con un beso en la boca, a cada uno, y les escupí las pijas, antes de salir de la apestosa habitación, apenas sintiendo mis pies, y los hilos de semen que me caían de la vagina y de la cola. A Santi llegué a ponerle un ratito las tetas en la cara.

¡Che Lula! ¡Igual, todo bien, pero, viste que yo te salvé las papas! ¿No me merezco aunque sea un cortito con vos? ¡Yo también te quiero comer la cola! ¡Y, esa conchita, debe ser un ensueño!, me dijo Marcos mientras manejaba con toda la paja del mundo, ya que no había nadie en las calles. Me miraba las tetas como para apropiarse de ellas en cuanto yo me descuidara. Podía sentir su aliento contra ellas. Sabía que viajar a su lado iba a ser peligroso.

¡Sí primito, no te lo voy a negar que, hoy, me salvaste! ¡Sos un tierni!, le dije, riéndome como una tonta, dándole a entender que no obtendría nada de eso.

¡Dale nena, es un cortito, y nada más! ¿Qué te cuesta? ¡A que vos, todavía seguís calentita! ¡Es más, si querés, te cojo así como estás! ¡Incluso con ese olor a pichí de pendeja mamada que tenés! ¡Me re calentás igual! ¡Es más, ya desde chiquita me la pasaba mirándote la cola!, me dijo, acercando sus labios a los míos.

¿Ah sí? ¿Me mirabas la cola, degenerado? ¿Y encima, decís que tengo olor a pichí de borrachita? ¿Y te parece lindo abusarte de una nena borracha? ¿Eeee? ¿Mirá si te denuncio?, le dije, comenzando un combate ruidoso y sublime con nuestras lenguas, que se enroscaban y devoraban con pasión, mientras su mano izquierda se aferraba al volante, y con la otra me tocaba una teta.

¡Solo porque, el sabor de tu lechita me volvió loca! ¡Por eso, y solo por eso, a lo mejor, si parás el auto en algún lado, podemos coger! ¡Aparte, vine sin bombachita! ¡Se te va a hacer más fácil primito!, le dije, sin despegar mi lengua de la suya, con mis tetas casi afuera de mi remera, y con una mano estimulándole la pija por adentro de su pantalón.        Fin

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Comentarios

  1. ¡Ambar! este relato es ¡formidable! me encanta!, que linda primita, que fiestita se hicieron, que bien que lo pasaron. Tenés magia a la hora de escribir, tenés todo lo que me gusta amí. Gracias otra vez por todo esto!, ¡no cambies nunca!.

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