Bajate la bombacha


 

¡Bueno Luciana, vamos a empezar por el principio! ¿Conmigo, sentite en total libertad de preguntarme lo que quieras! ¡Una ginecóloga, o sea yo, estoy para eso! ¡Contame! ¿Cuántos años tenés?, me preguntó con dulzura aquella mujer con un perfume llamativo, una larga melena rubia cubriéndole los hombros, y con la vista fija en un fajo de hojas. Tenía una lapicera en la mano, y un arito en una de sus cejas. Pero me miraba con ternura. Para mí no llegaba a los 40. Yo tardé en responderle. Sentía la boca seca.

¿Querés que entre tu mami? ¡Mirá que, si tenés vergüencita, lo puedo entender! La llamamos, ¡y listo!, dijo cuando me vio incapaz de hablarle.

¡No, no, está bien! ¡Tengo 14! ¡Perdón! Es que, nunca vine a una consulta con una doctora, que me va a hablar de… por eso es que, ¡me trabo un poco!, le dije, y sonreí. Ella me respondió con una sonrisa más luminosa, y me miró a los ojos.

¡Tranquila Lu, que estoy para eso! ¡Y eso, se llama sexo! ¡No tengas miedo de pronunciar esa palabra, que no es ningún trauma! ¡Vos hablame con confianza! ¡Yo acá tengo tus datos clínicos! ¡Aparte, eso no me importa demasiado! ¡Decime! ¡Ya tuviste relaciones sexuales?, me preguntó. Yo me sonrojé. Pero alcancé a balbucear algo parecido a “No”.

¿Y sabés a qué edad te vino por primera vez? ¿Más o menos? ¡No hace falta la fecha precisa!, me preguntó, ahora mordisqueando el capuchón de la lapicera.

¡Creo que, como a los 13 señorita! ¡Fue horrible, porque me pasó en la casa de mi abuelo! ¿Era navidad!, le sinceré, perdiendo poco a poco esa especie de temor inexplicable.

¿Y, cómo fue? ¿Estabas sola cuando te pasó? ¿Tu mami pudo explicarte algo de lo que significa, y cómo tenés que prevenir esas situaciones?, me dijo, anotando algo en sus papeles.

¡Estaba sola, en el baño, y, bueno… cuando, cuando me bajé la ropa… me re asusté! ¡Pensé que me había lastimado! ¡Pero no me dolía nada! ¡Quise gritar, o llamar a alguien! Y, entonces, apareció mi abuela, y me pidió que me bañe urgente, ¡y que no arme escándalo!, le dije, más o menos recordando cómo se habían dado los episodios.

¿Pero, no te explicó nada? ¿No se puso contenta, o te abrazó, o se quedó con vos para hablarte de lo que te había pasado?, me dijo, un poco sorprendida.

¡No, ella no! ¡Pero al día siguiente, mi mami me explicó todo eso de las toallitas, y más o menos eso! Por suerte, no me pasa lo que, a otras chicas, que les duele mucho la panza, ¡o se ponen más mañosas!, le dije, con mis manos sobre mis rodillas. Me dio gracia su risa cuando le dije que algunas, cuando les pasa eso, hasta faltan a la escuela.

¡Sí mi cielo, eso puede pasar! ¡Vos sos una afortunada me parece! ¡Me encanta que no tengas dolores! ¡Aunque, eso es lo más normal en las mujeres! ¡Cuando nos desarrollamos, nuestras hormonas actúan sobre nuestro humor, las emociones, las sensaciones sexuales, y un montón de cosas más! ¡Dale, levantate, y parate sobre la balanza, así te pesamos!, me decía mientras se ponía de pie, arreglando sus agendas, papeles y lapiceras. Yo me levanté de la sillita plástica que ella eligió para mí, y caminé hasta la balanza. Me subí con cuidado, y ella me siguió los pasos para controlar mi peso.

Guaaaau, tenés un lindo peso! ¿cuarenta y tres kilos clavados! ¡muy bien Lu! Aparte, tenés una linda contextura de espalda, y por lo que veo, ¡el desarrollo de tus pechos es normal! ¿Hacés algún tipo de deporte?, me decía, acariciándome los hombros con esas manos tibias y suaves. Yo podía sentir cómo me palpaba la piel desnuda, ya que solo llevaba una musculosa azul, y un corpiño pequeño.

¡Sí, hago natación, y a veces, algo de Vóley!, le dije, aunque me moría de ganas de agradecerle por las cosas lindas que me había dicho. Pero, ella sacaba un centímetro del bolsillo de su uniforme y comenzaba a posarlo en mi cintura.

¡Bueno, bueno! Tenés una cinturita divina! ¡Y unas hermosas caderas! ¡Eso, como por ahí sabrás, es la clave para lucir una linda cola, en un futuro no muy lejano! ¿Qué te parece?, me soltó en medio de una carcajada sutil, mientras el perfume de su cuello, o tal vez de su ropa me confundía un poco.

¡Bueno, ahora no te asustes, que te voy a tomar la medida de los pechos! ¿A ver? ¡Vos, sosteneme esta puntita!, me dijo, ofreciéndome un extremo de la cinta para que me la coloque en el inicio de la teta derecha. Ella la llevó hasta el final de la izquierda, y anotó mis números en su planilla. Recién ahí me dijo que podía bajarme de la balanza.

Bueno Lucianita, me parece que, de los 43 kilitos que pesás, ¡10 son de tus tetas! ¿O no? ¡Estoy segura que los chicos, y a lo mejor algunas chicas, te las miran! ¿Te molesta eso?, me preguntó, mientras ahora ponía la punta de la cinta métrica sobre mi cabeza y la dejaba caer al suelo para conocer mi altura. Yo le sonreí a modo de respuesta.

Eeeeso es! ¡Me gusta cuando sonreís! ¡Te ves más natural! Bueno, un metro 59, con 90 de tetas, ¡y una cintura que promete una buena cola! Cuarenta y tres kilos, unos ojos hermosos, y una boca perfecta, ¡re bien pintada! ¡No te podés quejar Lu!, me decía, regresando con lentitud a su escritorio. Guardó la cinta métrica en un cajón, hizo otras anotaciones, y suspiró. No entendía qué me pasaba, pero no tenía ninguna gana de irme de su consultorio.

¿Lu, te gustan los chicos? ¿O te sentís mejor con las chicas? ¡Imagino que, algún besito en la boca te diste, con alguien!, me cuestionó de golpe, mientras yo flotaba en el aroma de su perfume. Dudé en si decirle la verdad. Pero al fin le confesé que me había besado con mi primo, y que, un par de veces nos dimos piquitos con Soledad, mi mejor amiga.

¡Entiendo! ¡Esta es la etapa de los juegos sexuales, los experimentos y, las cosquillitas! ¿Vos tenés cosquillas, por ejemplo, entre las piernas? ¿Te gusta, por ejemplo, la sensación de otros labios en tu boca?, me preguntó, mientras revisaba unos papeles. Aunque yo me di cuenta que se fijaba más en mis ojos celestes, o en el dibujo del gatito que reposaba en mi escote.

¡Sí, me encanta besar! ¿Pero, esas cosquillitas, que usted dice, son normales? ¡Es que, a veces no puedo controlarlas!, le largué, quizás exponiéndome demasiado.

¡Entiendo que las chicas a tu edad, tienen muchos pudores Lu! ¡Pero, imagino que sabés por qué tu mami te trajo!, me dijo, sin ponerse seria, aunque apagando un poco esa sonrisa que ya empezaba a convencerme de lo que quisiera.

¡Es que, ella me reta porque, cree que, a la noche… bueno, perdón, pero, ella piensa que yo me hago pichí en la cama! ¡No sé por qué me pasa! ¡Pero, es cuando tengo esas cosquillas, y, me pasa desde antes! ¡Yo le explico que, es algo que no puedo manejar, y que, no sé cómo decirle… pero, yo sé que no es pis!, le dije al fin, poniéndome colorada. Sentía que las mejillas se me incineraban de la vergüenza.

¡Bueno, calma cielo, que yo no te voy a cuestionar! ¡Pero, imagino que, esto te pasa desde que te besaste con tu primo, o con esa amiguita! ¿No?, me preguntó con más dulzura que antes, sonriéndome para darme valor.

¡No, en realidad, empecé a, bueno, a tener cosquillitas como a los 12! ¡Algunos chicos me tocaban la cola en la escuela, y, no sé por qué, pero me gustaba! ¡Y, a la noche, cuando me acostaba, no entendía por qué, encontraba que, Bueno, ¡perdón… pero no sé si está bien lo que me pasa! ¡A veces, hasta siento un calor muy fuerte acá abajo!, intenté concluir, señalándome el vientre con un dedo, ahora más roja que antes.

¡Entiendo! ¡Seguro que, te encontrabas con la bombacha mojada, y no era pis! Tranquila chiquita, que nada de lo que te pasa es raro, o anormal, ¡o diferente! ¿Alguna vez escuchaste hablar de la masturbación?, me preguntó. Yo le dije que sí con la cabeza, y ella agregó: ¡Bueno, seguramente, por las noches, necesitás explorar tu cuerpo, a solas! Eso te debe dar satisfacción, como a cualquier chica, o varón! ¡Tocarte desnuda, tus partes íntimas, es muuuy saludable! ¡Nadie te lo puede prohibir! ¡Si lo necesitás, hacelo con confianza! ¡Y, quedate tranquila que, a tu mami, lo que le pasa es que está atada a viejos conceptos! ¡Antes, las mujeres no hablaban de estas cosas! ¡Ahora, te pregunto! ¿Vos sabés lo que es el clítoris? ¿O, un orgasmo?

Yo negué con la cabeza. Ella salió de su escritorio y rebuscó en un armario que tenía detrás. Tarareaba una canción que, por momentos me hacía olvidar que estaba súper nerviosa. Era como si me estuviese meciendo en una cuna invisible.

¡Bueno, mirá, esto, es una vagina de juguete! ¡Mirala bien, porque, obviamente no es como la tuya, pero, todas tienen lo mismo, en cuanto a lo biológico!, me decía mientras me acercaba un ejemplar hermoso de una vagina de látex, o de goma. Me explicó cuáles eran los labios menores y los mayores, y que en la parte de arriba se ocultaba una pequeña protuberancia. Me dijo que allí había más de ocho mil terminaciones nerviosas, que se pone duro si una chica se lo frota… que ciertas chicas lo tienen más grande, o más gordo, o más pequeño, y un montón de cosas que no recuerdo con precisión.

¡Yo no sé cómo es que te tocás! ¡Pero, si vos te frotás esto, con cuidado, pero con ganas, si lo hacés bien, podés llegar a lo que se llama orgasmo! ¡Un orgasmo es el punto máximo del placer, que puede alcanzar un hombre, o una mujer! ¡Claro que son distintos, porque nuestros genitales también lo son! ¡Posiblemente, vos ya lo hayas experimentado, y por eso, te pasa lo que dice tu mamá! ¡Hay una gran cantidad de flujos vaginales que, cuando alcanzás ese orgasmo, empiezan a estallar para todos lados! ¡Bueno, y si a eso le sumamos los flujos que te van lubricando cuando te tocás, o cuando te sentís excitada, eso, te empapa toda!, me dijo al fin, sin dejarme apartar la vista del puntito rojo que sobresalía de los labios de ese juguetito. En ese momento tuve un estremecimiento que me obligó a separar las piernas. Ella se percató de ese detalle.

¿Qué pasó corazón? ¿Ahora sí te gusta hablar de sexo? ¡Ya te dije que no tengas miedo! ¡Y, si ahora te sentís excitada, también es normal! ¡Hasta en los ojitos se te nota!, me dijo, acariciándome el pelo con una mano, mientras dejaba la vagina de juguete en su escritorio con la otra.

¡No, no tengo más vergüenza! O, eso creo! ¿Entonces, cuando yo me froto en la cama, tengo esas cosquillas, porque me estoy frotando el clítoris? ¿Es eso señorita?, le dije, juntando valor y curiosidades.

¡Aaaapaaaa, mirala vos a la nena! ¡Así que te frotás en la cama! ¡Sí, es probable que, te estés frotando esto, y por eso mismo te excitás, y después te mojás! ¡Supongo que, sabrás que eso, es muy parecido a eyacular! ¡Sólo que, los varones lo hacen de otra forma!, me decía, señalándome todo el tiempo el puntito rojo de la vulva que reposaba en la mesa. No sé qué expresión habrá manifestado mi cara. Pero yo por dentro estaba que ardía. Ella, se sentó a mi lado en otra de esas sillitas plásticas, y puso una de sus manos en mi pierna, mientras me corría el pelo de la cara.

¡Primero, no me digas señorita! ¡Decime Sonia! ¡Segundo, relajate un poquito, que es natural, que sientas en este momento, que se te moja la bombacha! ¡Y, ya le vamos a explicar a tu mami, que vos no te meás en la cama! ¡Simplemente, acabás! ¡No creo que nunca hayas escuchado a una compañera decir esa frase!, me decía, aunque su voz y sus expresiones habían cambiado por completo. Sus dedos me sobaban la pierna, levantándome un poquito la pollera.

¡Basta, dejá de temblar que me enternecés! Vamos, levantate un poquito la musculosa! Tengo que palparte esas maravillas!, me dijo sonriendo, luego de darme un chirlito en la pierna, dirigiendo sus ojos negros a mis gomas. Volví a sentir vergüenza. Al punto que le pregunté si era necesario.

¡Si vos no querés, no corazón! ¡Aunque sería bueno para descartar problemas! ¡Pero, como quieras! ¡Podemos hacerlo en la próxima consulta!, me decía, sin dejar de acariciarme el pelo. Ahora, su perfume tan cerca de mi olfato, me hacía nadar en un mar cálido y repleto de espumas y vapores. Supongo que, por eso, involuntariamente me levanté la musculosa, y dejé que ella me desprenda la parte de atrás del corpiño. No dijo nada. Sólo tomó mis tetas en sus manos, una con cada una, y empezó a palparlas. Rozó mis pezones, y sentí que se me endurecían y calentaban.

¡Escuchame Lu! Cuando estás excitada, por las noches… ¿Te duelen las tetitas? ¿O los pezones?, me dijo de repente, y me pareció que su voz resonaba en el interior de mi cabeza. Hizo saltar mis tetas en sus manos, y se rió divertida, diciendo que las tenía re creciditas para una chica de 14.

¡No, no sé si me duelen, pero, siento cosquillas, más que nada en los pezones! ¡Y, me parece que se ponen calientes!, le dije, separando las piernas un poco más. Sentía que todo mi cuerpo se entregaba a sus manos, a su sabiduría, a su perfume, y a las cosas que me decía con esa voz acaramelada, tierna y siempre bondadosa. No sé por qué empecé a mirarle la boca con tanta urgencia. Se me escapó un gemidito cuando me apretó uno de los pezones, y ella volvió a sonreírme. Pero, lo que terminó por derrotarme, fue cuando acercó su nariz a una de ellas, y me olió inocentemente.

¡Mmm, huelen rico! ¡Pero, por las dudas, tratá de no ponerte perfume en las gomas! ¿Sabés? ¡Siempre es mejor el olor natural de la piel, y la tuya es re rica! ¡Tampoco uses cosas muy ajustadas, porque podés presionar demasiado a los pezones! ¿Y, qué tipo de bombachitas usás? ¡Aaah, ya sé, ya te la vi!, me dijo de repente, tras incorporarse. No me había dado cuenta que había separado tanto las piernas.

¡Ay, perdón Sonia! ¡Soy una tonta!, me disculpé, volviendo a juntar las piernas, sintiendo en ese preciso momento que la humedad de mi bombacha era distinta a la que conocía.

¡Basta de pedirme perdón! ¿Sabés la cantidad de bombachas que veo en este consultorio? ¡Te matarías de risa con todo lo que veo! ¡Aparte, ya tendría que examinar tu vulva! ¡Así que, vení, parate, y sentate acá, en la camilla! ¡Si fuera por mí, te reviso sentada en esa silla! ¡Pero, después me duele la cintura! ¡No soy una pendeja como vos! ¿Viste?, me indicó con amabilidad. Yo ni me atreví a dudar. Me levanté, y sentí que caminaba sobre algodones. Cuando llegué a la camilla, me quedé parada junto a ella, mientras Sonia respondía un llamado de su secretaria.

¡Ya está Lu! ¡Soy toda tuya de nuevo! ¡Mi secretaria no entiende que los turnos son de 40 minutos! ¡Bueno, ahora vamos, sentate ahí, y andá bajándote la bombachita! ¡Solo, voy a mirarte el orificio de la vagina con un espejito, a hacer unas observaciones, y nada más!, me dijo, al mismo tiempo que mi cuerpo comenzaba a temblar con mayor soltura. Entonces, como pude me subí a la camilla. Pero no fui capaz de bajarme la bombacha. Así que ella se me acercó, y mientras me acariciaba las manos me decía: ¡Dale solcito, que es solo un espejito, y listo! ¡Tenemos que evitar que haya cositas raras ahí! Dale, bajate la bombacha, ¡y yo hago el resto! ¡No te va a doler!

¡Es que, pasa que… bueno, usted, es una doctora, y, bueno, me da vergüenza!, tartamudeé.

¡Ya sé que la tenés re mojada Lu! ¡Pero eso no me preocupa, porque no es importante!, me dijo, y esa vez no fue tan cariñosa con sus gestos. De modo que, lentamente fui llevando mi bombacha hasta las rodillas, y ella se agachó. Sentí su pelo como una cascada fresca sobre mis piernas, ya que ella apartó un poco la tela de mi pollera. Luego noté sus dedos temblorosos buscando entre mis piernas, y al fin el contacto de ese espejito contra mis labios vaginales.

¡Abrite un poquito más mi amor!, me dijo, en medio de un jadeo extraño. De inmediato sentí que una gotita de algo líquido cayó sobre mi pierna. Y, tan rápido como me percaté de ello, Sonia la limpió con un pedacito de algodón, mientras me decía: ¡Perdón Lu, fue una gotita de saliva!

¡Eso me volvió loca! ¡Quería más de sus gotitas en mi pierna! Además, su aliento era fresco, casi tanto como el roce de su pelo contra mi piel.

¡Bueno, parece que el color del flujo está bien! ¡A ver, te voy a abrir un poquito los labios! ¡Guau, Lu, estás empapada mi reina!, me dijo, aunque ya no me avergonzaba. Sentí que dos dedos me abrían los labios, y oí el chapoteo de uno de ellos cuando entró en la superficie, ya que mis flujos estaban al borde de colapsarme.

¡Y, por lo que parece, tenés el clítoris un poquito más grande que las chicas de tu edad!, me dijo, mientras lo rozaba. Entonces, no pude más.

¡Tocame toda Sonia, porfi, que no doy más!, llegué a decirle, apretándome una teta y abriéndole bien las piernas.

¿Cómo? ¿En serio, querés que te saque, toda esa calentura chiquita? ¿Me dejás?, me decía mientras entraba y salía muuuy de a poquito con su dedo de mi conchita. Eso me desesperaba.

¡Síiii, quiero eso, porfi! ¡Ahora, me duelen las tetas!, le dije. Ella se levantó de la sillita que se había acercado para examinarme, y me miró a los ojos. Dejó el espejito sobre el escritorio, y me pareció que le dio una vuelta de llave a la puerta. Cuando volvió a mí, me puso una mano en el hombro, y juntó su boca a mi pezón derecho.

¡Me parece que esta nena quiere mearse en mi camilla! ¿No cierto? ¡Igual, tenés suerte, porque a mí me gusta el olor a pis de las nenas! ¡Subite bien la bombacha!, me dijo, y luego de eso comenzó a succionar mi pezón con calma primero. Después jugando con su lengua, y frotando mi otro pezón. Y enseguida, juntando ambos pezones en su boca, mientras me separaba las piernas con una de las suyas para tratar de juntarla a mi vulva. Para eso me pedía que corra el culito hacia el borde de la camilla.

¿Ahora no estás más nerviosa, bombona? ¿Te gusta esto? ¿Querés que te frote más? ¿Eeeh? ¿Así? ¿Te duelen mucho las tetitas? ¿Te gusta cómo te las chupo, y te las lamo? ¿Me dejás que te las muerda un poquito?, me decía, frotándose cada vez más contra mi vulva. Yo notaba que mis propias piernas abrazaban la suya, y que sus dientes rozaban los costaditos de mis tetas, las puntitas de mis pezones y la parte de debajo de mis gomas, donde, según ella tengo unas pequitas hermosas.

¡Cómo se te calienta la vagina Luciana! ¡Te estás mojando un montón! ¡A ver, mostrame esa boquita, y sacá la lengua para mí!, me susurró al oído cuando dejó de chuparme las tetas. Sentí la frescura de su saliva colgando de mis pezones, y una emoción inmensa se apoderó de mi mirada. Creo que se me escaparon algunas lágrimas. Entonces, ni bien saqué la lengua, ella la atrapó en el anillito perfecto de sus labios con forma de corazón, o de frutillita, y empezó a succionarla, a moverla con su propia lengua y a mordisquearla con delicadeza, mientras suspiraba. Al mismo tiempo, presionaba mi vulva contra su pierna, ya sin frotarse, y buscaba con una de sus manos el orificio de mi culito. Cuando lo encontró, comenzó a punzar con su dedo, a moverlo de arriba hacia abajo, y hacia los costados. Dos veces lo hizo sobre la tela de mi bombacha. Luego, la apartó para pedirme que le chupe el dedo, y entonces regresó a mi culo para seguir friccionando mi culo. Sus besos me volvían loca. La humedad de mi concha sobre su pierna amenazaba con incendiarme las neuronas, y su dedito abriéndome el culo me hacía gemir como nunca me había escuchado.

¿Nunca te tocás la cola vos? ¿Jugás con tus deditos en tu cola? ¿O solo te los metés en la conchita? ¡Vamos, besame así nena, comeme la boca! ¡Hacé de cuenta que soy el chico que te gusta! ¿La estás pasando bien bebé?, insistía, ahora sumándole alguna que otra nalgada a mis inocentes cachetitos. Yo le repetía que sí, saboreando su saliva, oliendo el frenesí de su aliento, y tomando la iniciativa de frotarme contra su pierna, sin que me lo pidiese. Y de pronto, cuando mi alma y cerebro se consumían en el calor de nuestro propio incendio, se separó de mi ser, como si no le importara que casi me caía de lo atolondrada que estaba.

¡Dale, acostate ahí, que yo me encargo!, me susurró con impaciencia, señalándome la camilla.

¡Creo que, me queda claro que las chicas te pueden un poquito más! ¡Pero, si venís la próxima consulta, por ahí, podemos jugar con un pene de juguete! ¡Tengo varios guardados, y de distintos tamaños! ¿Querés? ¡Total, estas visitas son privadas, si vos querés!, me decía, mientras me subía la bombacha todo lo que podía, y me sobaba las tetas. Yo gemí, y ella prosiguió dominándome, porque yo no tenía elementos para otra cosa que gozar.

¡No Sonia, es que, yo no quiero jugar con un pito! ¡perdón, no sé qué me está pasando, pero, posta, no aguanto más!, me oí recriminarle como una nena tonta. Entonces, en ese preciso momento, ella emitió una especie de ladrido, o un gruñido feroz, y pegó su cara a mi pubis. Mientras estiraba una mano para seguir amasándome los pechos, su mentón y nariz empezaban a frotarse con fuerza contra mi vagina. Su otra mano me subía la bombacha todo lo que le permitiese mi anatomía, y su olfato me olía con una desesperación que me hacía gemir.

¡Así que no querés pito! ¿Te gusta más esto? ¿Te calienta que te estire la bombachita con la boca? ¿O con los dientes? ¿Eeeh? ¿Te gusta esto bebé? ¡No sé cómo tu mami puede decir que te hacés pis en la cama! ¡Vos, te mojás porque andás calentita mi cielo!, alcancé a entenderle de todas las cosas que me decía mientras me olía, me besuqueaba las piernas, me apretaba las tetas, agarraba el elástico de mi bombacha con sus labios, (y a veces con sus dientes), o atrapaba toda mi vulva con su mano para sobármela. Yo le repetía que sí, que estaba feliz, que me mojaba de calentona nomás, y le abría más las piernas. Ella, de pronto comenzó a darme golpecitos con sus dedos en la concha, y se reía, jurándome que mis jugos eran demasiado abundantes para que mi bombachita los contenga. Me besó la panza, estiró su cuello para olerme las tetas y para lamerme un pezón, y luego volvió a privarme de su calor al ponerse de pie.

¡Vamos Lu, terminá de bajarte la bombacha! ¡Dale, que, si yo te lo hago, no voy a poder seguir!, me dijo entre nerviosa, asustada y agitada. No entendí qué me quería decir con eso, pero le obedecí. Ahí aprecié lo brillante y empapada que tenía la concha, y percibí en mis manos que había mojado hasta la tela de la camilla. Pero, ni bien la dejé a la altura de mis rodillas, Sonia me puso la mano en el pecho para recostarme nuevamente. Allí fue más directa. Sentí que sus dedos primero me acariciaron toda la conchita, y que luego, con dos de ellos abrió mis labios vaginales para introducirlos suavemente. Pero, una vez que estuvieron adentro, empezó a moverlos, a meterlos y sacarlos, aunque sin salir de la superficie de mi sexo, y a buscar con urgencia mi clítoris. Además, me golpeaba la parte superior de la concha con su lengua, y me regaló algunas escupiditas.

¡Qué rica estás por favor, nenita! ¡Tenés una vagina deliciosa, con un rico aroma, y un calor tremendo! ¡No sabés cómo se me calientan los dedos, acá adentro!, me decía cuando yo advertía que su saliva empezaba a mezclarse con mis flujos. Ella me olía intensamente, me tocaba las piernas con los dedos que retiraba de mi vulva, lamía mis labios, y buscaba con su lengua por todas partes. Hasta que al fin dio con el tesoro de sus ansias. Ni bien me rozó el clítoris con la punta de su lengua, mientras hacía resonar mi humedad metiendo y sacando su dedo de mi concha con mayor determinación, me estremecí. Pensé que me iba a caer de la camilla. Ella me sostuvo las piernas, me chistó, y murmuró: ¡Acá ta, el botoncito de la nena! ¿Querés que te lo chupe? ¡Cómo te ponés bebé!

Seguro que le imploré que lo haga, que no me mate de deseo. Ella, después de acercarse a mi boca para mirarme a los ojos, posando sus labios sobre los míos, aunque sin la intención de besarme, regresó a mi vulva, y esta vez se apropió de mi clítoris. Sus labios me lo succionaban cada vez más rápido, y su lengua me golpeteaba, lamía cada trocito de mi semillita, como ella lo había llamado, y se adueñaba de los jugos que me bañaban a esa altura. Y entonces, mientras ella aceleraba, me agarraba de las nalgas para pegar su boca bien contra mi vagina, soportaba los estremecimientos de mis piernas y me chistaba para que no gima demasiado fuerte, empecé a notar que unos chorritos surgían de mi sexo, y tuve miedo. ¡No quería hacerle pis en la cara!

¡Síiii bebé, dejate fluir, asíiii, largalo todo, todo en la boquita de tu ginecóloga! ¡Dale Lu, dejate llevar, hacete mujercita, asíii, animate, dame todo, quiero todo ese juguito delicioso que tenés! ¡Síiii, así, meate si querés, que no hay problema!, recuerdo que me decía, entre tantas otras cosas que no pude procesar. Recuerdo que los dedos de los pies se me retorcían solos, que la vista se me nublaba, que la espalda se me contraía, y que un hormigueo súper intenso me recorría desde la nuca hasta el agujero del culo, desde las tetas a la concha, y que no podía pronunciar palabras. Solo gemir, pedirle más, abrirme más, pegarme más a su boca, y sentir que la camilla me quemaba la piel, más que el propio sudor de mis manos. Sé que en un momento olió mi bombacha, y que retornó a beberse los jugos que seguían brotando de mi conchita. Pero, de pronto sentí que el clítoris me dolía un poquito, y que el corazón me retumbaba en los oídos. Sonia me habló, pero no podía descifrar sus palabras. La vi apretarse las tetas por encima de su uniforme, y quise saltar de la camilla para comerle la boca. Estaba de pie a mi lado, mirándome con felicidad. ¿A qué sabría la conchita de esa mujer? ¿Por qué no me puso sus tetas en la boca para que se las chupe y muerda, como ella me lo hizo a mí? ¿Me había meado en la camilla de la doctora? ¿Por eso ella volvía a bajarme la pollera? ¿Y, por qué me sacó la bombacha del todo? ¡No entendía nada! ¡Necesitaba el contacto de sus dedos, su lengua y sus besos rodando por la parte de mi cuerpo que a ella se le antoje!

¡Bueno Lu, vamos que te ayudo a bajarte! ¡Estás exhausta bella! ¡Pero, por lo que parece, te gustó! ¡Realmente, tenés una salud sexual muy buena! ¿Vamos? ¡Dale, que te doy la mano!, me decía. Entonces fui consciente que, después de mí, debía haber otras pacientes. ¿Cuánto tiempo había pasado?

¡Tu mami me avisó que ya llegó! ¡Le dije que, lo más prudente era que te deje sola! ¡Ella me dijo que mejor, así aprovechaba a reunirse con tu tío en un café! ¡Parece que tenían unos temas pendientes que resolver! ¡Aaah, sí, Casi me olvido! ¡Tomá, te vas a tener que poner otra bombachita! ¡La tuya, creo que se mojó un poquito!, me decía ahora, luciendo la sonrisa con la que me había recibido, entregándome una bombacha blanca de algodón, una vez que me ayudó a ponerme de pie, y yo misma me puse el corpiño. Cuando me alcanzó la musculosa, se acercó a mi oído y me susurró: ¡Y no te hiciste pis! ¡Acabaste como una diosa! ¡Tuviste flor de squirt! ¡Esa, es la eyaculación de las mujeres! ¡Así que, si tu mami te vuelve a acusar de que te meás en la cama, le explicás lo que tuviste! ¡Y, si no lo entiende, decile que pida una consulta conmigo! ¿Dale?

Entonces, antes de darle la vuelta a la llave de la puerta, me abrazó contra sus pechos despampanantes, me pellizcó la cola, me olió el cuello y metió su mano adentro de mi pollera para buscar el orificio de mi vagina por sobre la bombacha que me había regalado, y la que hasta el día de hoy guardo entre mis cosas más preciadas.

¡Nunca me voy a olvidar de vos! ¡Tu vagina me volvió loquita, y ahora, gracias a vos, tengo que seguir atendiendo con la bombacha empapada! ¡Pero, por suerte, vas a volver! ¿No? ¡Aunque, por las dudas, me voy a quedar con tu bombacha! ¡Vamos, que tu mami te espera, y a mí, una paciente embarazada!, me dijo, y acto seguido me pasó la lengua por los labios, mientras hacía circulitos con su dedo en mi conchita. Luego, abrió la puerta. Yo me encontré con mi mami, y ella con una mujer gorda, un poco malhumorada y desalineada. Esa noche, ni siquiera me importó si me meaba en la cama, o tenía un squirt, o qué. Recuerdo que al otro día no fui a la escuela por la cantidad de veces que me masturbé, pensando en Sonia. No podía olvidarme de su voz murmurando en mi oído: ¡Dale Lu, bajate la bombacha para mí! ¡Tranqui, que no sos una meona! ¡Tocate, siempre que lo necesites! ¡Bajate vos la bombacha, que me gusta ver cómo lo hacés!

¿Por qué tuvo que mudarse del pueblo tan pronto?      Fin

Recordá que este, o cualquier otro relato del blog, podés pedírmelo en audiorelato, a un costo más que interesante. Consultame precios y modalidades por mail.

Este es mi correo ambarzul28@gmail.com si quisieras sugerirme o contarme tus fantasías te leeré! gracias!

Acompañame con tu colaboración!! así podré seguir haciendo lo que más amo hacer!! 

Cafecito nacional de Ambarzul para mis lectores nacionales 😉

Ko-fi mundial de Ambarzul para mis lectores mundiales 😊

 

 

Comentarios

  1. Me exito tanto este relato hace mucho no me pasaba por favor intenta todo lo posible para una segunda parte

    ResponderEliminar
  2. Ya no puedo decir mas nada, este relato es magnífico. Me ha dejado muy excitado por que cada vez que te leo no puedo parar de imaginar lo que va acontesiendo, me gusta mucho como escribís y no quisiera nunca que dejes de hacerlo. Sos la dueña de mis fantasías mas escondidas, no tenés idea todo lo que me gustan tus escritos y lo que puedo disfrutar conmigo mismo mientras los leo. Gracias por este espacio.

    ResponderEliminar
  3. POR DIOOOOOOOOOOOOOSSSSSSSSSSSSSS AMBARRRRR
    ME VOLVI LOCOOOOO
    QUE MAS PUEDO PEDIRRRRRRRRRRRR

    ResponderEliminar

Publicar un comentario