Por más extraño, rocambolesco, inverosímil o descabellado que parezca, Lali volvió a visitarme en sueños. ¿O era yo la que no dejaba de pensar en ella? Ahora, Morena no estaba conmigo. Por suerte mi hermana resolvió sus asuntos, y yo recuperé mi libertad. Aunque, empezaba a extrañar sus risas, su compañía siempre enternecedora, sus berrinches para bañarse o para ponerse con sus deberes, y hasta ese olorcito a pichí que la acompañaba en las noches. Sin embargo, ahora yo me hacía la boluda, y buscaba en Spotify todas las listas creadas por usuarios en las que haya temas de Lali. En un impulso, una tarde cualquiera entré a una librería, y estuve a punto de comprarme un disco de ella. Me reté a muerte por solo pensar en eso, y opté por comprarme un libro de vampiros. Todavía no lo leo, y me da bronca, porque dicen que está buenísimo. Ahora mi espacio volvía a pertenecerme. Pero no podía compartirlo con More, ni con una amiga fana de Lali.
Supongo que pensaba en todas esas cosas, en medio de una noche lluviosa, con viento y truenos resonando en la ciudad, y el tránsito que salpicaba agua por doquier. Había tenido un mal día con mi jefe, y el pibe con el que quedamos en encontrarnos para ver qué onda, me mandó un SMS para decirme que su novia estaba descompuesta, y que no podía dejarla sola en esa situación. ¿Quién lo habrá mandado a embarazar a esa chica, que ni había terminado el secundario? Hasta me hizo sentir mal cuando le dije que, si ella no se enojaba, yo podría ir a la farmacia a comprarle lo que necesitara. ¡Es que, mi cuerpo y yo no dábamos más de las ganas de echarnos un rico polvo! ¡Otra vez mis planes se frustraban! Así que, me saqué el vestido, revoleé mis chatitas en la cocina, cerré las ventanas de mi pieza y me miré largamente en el espejo, así como estaba… con una bombacha estampada negra y un corpiño azul de breteles finos. ¡No sé por qué me excitó tanto verme así! Para colmo, en mi celular sonaba Ego de Lali, y mi boca pronunciaba el estribillo como si fuese el tema de toda mi vida, o de un tramo de mi adolescencia. De repente, haciéndome la graciosa, tomé un desodorante de mi escritorio para usarlo como micrófono, y mientras cantaba, bailoteaba con cierta sensualidad frente al espejo. ¡Si alguna de mis amigas me estuviese viendo, como mínimo me mandaría al manicomio! Me reí al imaginarme haciendo esto en la oficina, y me acordé de Morena con sus coreografías, sus pasos imperfectos pero apasionados, y tuve ganas de escribirle, o de mandarle un audio de Whatsapp. Pero, eran más de las 11 de la noche, y mi hermana, con lo estricta que es, seguro ya la había llevado a la cama. ¿Tendría los auriculares puestos, escuchando a Lali? ¿Habrá aprendido a cambiarse la bombacha, por lo menos por vergüenza de su ídola?
Al rato, ya estaba acostada en la cama, tapada hasta un poquito antes de las gomas, revisando mi agenda. No sabía si comenzar a leer el libro de vampiros, o si ver una peli. Afuera llovía cada vez más fuerte, aunque el viento comenzaba a perder su furia. El boludo, no me volvió a escribir. Aunque, le daba Me Gusta a las últimas historias y fotitos que subí a Facebook. Así que, me puse a ver un recital de Lali en YouTube, que ofreció hace un tiempo en Tucumán. Se escuchaba como el culo, pero se veía bien. La enana bailaba con su remerita repleta de lentejuelas, con ese pantalón descubierto en los costados, con una sugerente abertura adelante, y unos buenos cortes para que se le vea la cola. Tenía una bombacha color piel, y unas botas que claramente le sumaban unos diez centímetros. Los músicos estaban lejos de ella, porque, no hay que opacar a las estrellas. Eso me había dicho More una noche. Lo cierto es que, después de Ego, A bailar, una balada que no recuerdo el nombre, y de boomerang, el sueño empezó a ganarle a mi curiosidad por el show. Dejé de ver el escenario, aunque escuchaba su voz en los auriculares. Las chicas gritaban, la banda sonaba entre súper ensayada y llena de sintetizadores, y el de la guitarra afinó una cuerda cuando hubo una pausa. Ella hablaba, pero casi no se le entendían las palabras. ¿More habría visto este reci? ¡Seguro que sí! ¿Qué hace una celebridad como ella una vez que el show terminó? ¿Se reuniría con su familia? ¿Iría a comer con sus músicos, representantes y asesores de imagen? ¿Firmaría autógrafos hasta que se vaya la última guacha? ¿Sería libre de elegir si descansar, comer una milanesa o dormir desnuda en su casa? ¿O se armaría una orgía con los tipos del sonido? ¡Qué delicioso debe ser su perfume! ¡Seguro que no usa ropa que no tenga marca internacional! ¿Cómo podía ser que algunas hablen mal de ella? ¡Se supone que hace obras de caridad con instituciones de niños sin padres! Eso también me lo había contado Morena. ¿O lo leí yo? ¡Esta chica, podría ser presidente! ¡Bue, al fin y al cabo, puede hacerlo mejor que nuestros gobernantes! ¡Aparte, posta que sabe usar moooy bien esa boquita! ¡Debe tener horas y horas para vocalizar, relajarse, respirar y acercarse a los micrófonos que quiera! ¡Uuuy, qué sueño me estaba dando! Por suerte, al otro día no tenía que ir a la empresa. ¿O mañana era viernes? ¡Pobrecita mi sobri! ¡No le regalé nada para el cumple, y ya pasó una semana! ¿Cuánto saldrían dos entradas para ver a esa perra? ¡Podríamos ir juntas! ¡Qué viento hermoso para dormir, y escuchar música! ¡Me encanta cuando llueve así, sin parar, pero suavecito, como si no hubiese apuro, o los relojes se olvidaran de seguir caminando!
Estaba en la guardia de un hospital. Nadie me veía. Me pasaba algo, o me dolía una parte del cuerpo que no lograba descifrar. Un hombre me dijo que tenía que cruzar un pasillo y entrar a la sala de pediatría. Lo miré extrañada. Pero no le discutí. Caminé en línea recta por ese pasillo, sintiendo que flotaba, y que arriba no traía más que una bata de seda fresca. Pero, al llegar a la puerta indicada, todo lo que me cubría era un vestido azul marino escotado, y unas pantuflas de peluche en los pies. Me sentí ridícula, y sin embargo llamé a la puerta. Como nadie me respondió, entré directamente.
¡Por fin llegaste mamu! ¡Necesitaba que me ayudes a revisar a este pibito! ¡Dale, apurate que, parece que tiene una crisis! ¡Miralo, ahí está! ¡Pobrecito!, me decía la mismísima Lali, con un ambo repleto de lentejuelas brillantes, agitando las manos para señalarme una camilla en la que había un pibe de unos 18 años en bóxer negro. No supe qué decirle, ni qué hacer con el cuerpo. En especial, desde que Lali, convertida en una enfermera fatal, me agarró la mano para posarla sobre el pecho de ese chico. Entonces, no tuve más opción que detenerme en el tremendo pedazo de pija que le abultaba el bóxer.
¡Parece que la novia lo dejó! ¡A la tonta no le entraba todo eso en la boca, y bueno, discutieron! ¡Dale, alcanzame el termómetro, que, la erección que tiene, puede causarle fiebre!, me puso al tanto mientras me acariciaba la nalga derecha. Yo me dirigí a un armario repleto de cosas, y busqué el termómetro, tan obediente como sorprendida. Al darme vuelta, descubrí que el chico ya no tenía su calzoncillo, y que Lali le colocaba una bombacha de goma, o de látex, canturreándole algo como si necesitara serenarlo.
¡Ya está chiquito, tranquilo, que estás conmigo, y esa chica no te va a discriminar otra vez! ¡Te lo prometo! ¡Aparte, mirá qué hermoso pedazo tenés!, le decía, comenzando a rodar con su boca por sus piernas en medio de unos besos diminutos pero ruidosos, una vez que hubo terminado de ponerle la bombacha. Ahora la erección de su pene era más fantástica, exuberante y terrible. Le di el termómetro a Lali, sin poder controlar el temblor de mis dedos. Ella se lo puso primero en el ombligo, y luego en una de sus axilas. Su cara mostraba una sonrisa entre maléfica y erótica que contagiaba.
¿Y morocha? ¿Qué esperás? ¡Dale, metele, que este chico necesita ponerse bien! ¡Tocale la base de la pija con los dedos… apretale despacito, acaricialo, y dale besitos en la panza, mientras yo me ocupo de alimentarlo!, me decía ella, casi balbuceando mientras su ambo se deslizaba hasta su cintura, siendo reemplazado por una musculosa turquesa. No traía corpiño debajo, y poco a poco empezaba a juntar sus tetas a la cara del pibe, que de repente tenía los ojos vendados. Yo me quedé inmóvil. Hasta que la puerta se abrió, y una brisa fresca con olor a pasillo de hospital me inundó los pulmones. No tuve tiempo de hacer ni decir nada. Una chica de unos 20 años me tomó de la mandíbula y me dio un mordisco en la nariz. Inmediatamente empezó a tocarme las tetas por adentro del vestido, a sacudirlas y amasarlas con cierta urgencia, mientras oíamos que el chico gimoteaba, como si tuviese la boca ocupada. Entonces, las dos vimos cómo Lali le rozaba la cara con sus pezones, y que luego se los introducía en la boca para que se los succione. También le pedía que le muerda algunos dedos.
¡Dale pendejito, comeme las gomas, chupalas así, máaas, mordeme si querés, dale, no seas vergonzoso conmigo, que seguro te pajeás escuchando mis canciones!, le jadeaba Lali al oído, cada vez que lo privaba de sus tetas para que él las busque con sus labios, sin usar las manos. De hecho, cuando intentaba tocarla, ella le pegaba, o le clavaba sus uñas esculpidas en los brazos. Él le suplicaba para que al menos le devuelva la vista. Ella, se le reía en la cara, y le mordisqueaba el mentón, jurándole con impaciencia: ¡Acá, la que pone las reglas soy yo! ¡Yo soy la enfermera! ¿Estamos? ¡Yo no soy tu novia, ni cualquiera de las chicas con las que te acostaste! ¡Me parece que eso, está más que claro!
La chica, que seguía sobándome las tetas, ahora me pisaba los pies para pegarme más a su cuerpo, y trataba de desabrocharme el vestido. Pero entonces Lali se fijó en nosotras.
¡Hola Noe! ¡Pensé que no venías!, le dijo, y le plantó un pico que logró excitarme un poco más.
¿Viste qué lindas gomas tiene mi secretaria? ¿Soy buena eligiendo? ¿Vos, qué decís? ¡Te gustaría frotar esos melones en esa conchita hermosa que tenés mami?, le susurraba al oído mientras la separaba de mí, le abría los labios con los dedos, y con la otra mano le pellizcaba la cola. Después, le frotó las tetas en la cara, y cambió su expresión como si afuera se hubiese desatado una tormenta de arena. La agarró del pelo y le dijo: ¡Ahora, quiero que te saques esa calza, y te sientes arriba del pito de ese nene! ¿Estamos? ¡Quiero que sientas esa cosa dura en ese culo, perra, que para eso lo tenés!
La chica se quedó apenas con una bombacha de satén blanca, y se subió a la camilla para cumplir las locuras de Lali, que ahora me convertía en su prisionera.
¡Y vos vení para acá! ¡Te dije que tenías que manosearle la pija a ese pendejo! ¿Por qué no me hacés caso? ¡Shhh, callate, que no quiero excusas! ¡Quiero olerte esas tetas, y comértelas todas mamu! ¿Sabías que vos sos la corista que más me calienta?, me decía, mientras empezaba a llenarme el cuello de besos babosos, la cola de sobaditas y pellizcos inofensivos, y la nariz con su perfume frutal. ¿Yo era su corista? ¡Pero, si no era capaz de afinar una nota! Poco a poco, su boca empezó a bajar por mis tetas desnudas, y su lengua entraba en contacto con mis pezones duritos. Me los tocaba con la puntita, les daba un besito suave, y luego los atrapaba con sus labios pintados de un rojo intenso para succionarlos con fuerza, gimiendo y salivando mucho.
¡Así Noelia, frotate toda en esa pija, que te quiero bien cerdita! ¿te gusta cómo la tiene? ¡Y con esa bombachita, se le pone más dura todavía! ¡Saltale nena, eso, más rapidito, subí y bajá, que tenés que lograr que se acabe encima! ¡Y ahora, más fuerte, asíiii, eeeeso, que esa pija te deje el culito colorado! ¡Dale furia Noe, frotate más, y sentila toda, que ya la debe tener a punto caramelo!, le gritaba a la otra, rasguñándole una pierna mientras me seguía llenando las tetas de chupones. Me las olía con una desesperación que me asustaba por momentos. Quise decirle algo para calentarla, o para agradecerle las desaforadas lamidas que me regalaba. Flotaba entre sus brazos, y los pies se me llenaban de mariposas. Pero ella, advirtiendo mis intenciones, me tomó de la mandíbula y me encajó sus tetitas en la cara, al tiempo que me rezongaba: ¡Te dije que no hables perra! ¡Y mamame las tetas, dale, que para eso sos buena! ¡Así, agarrame los pezones con los labios, mientras tu amiguita le calienta el pito a tu novio! ¿Te gusta que le frote el culo en la pija así? ¡Parece que es buena calentando pitos con ese culazo!
En ese momento lo comprendí mejor. ¿O el sueño me ofrecía cierta claridad? ¡O los rostros se volvían más nítidos para mi absoluto desconcierto? Noelia tenía la mirada, las tetas chiquitas, el pelo rubio y el impactante culo de mi mejor amiga. El pibe que gemía con los ojos vendados, las manos atadas a la camilla hacia el costado de su cuerpo, y con el pito a punto de reventar de calentura, adquiría la cara del boludo con el que cogía eventualmente. Aunque se veía un pendejo arrogante, y no tenía el pelo tan cortito. Lali, seguía siendo Lali. Y, ahora me nalgueaba el culo mientras me gritaba: ¿Te cayó la ficha nena? ¿Viste lo que pasa si no te metés la pija de tu novio en la boca? ¡Aparece otro culito, y te lo roba! ¡Hasta tu sobrina Morena es más viva que vos! ¡Ya la vas a ver! ¡Ahora, acompañame, que tenés que tomarle la fiebre a tu amiguita!
De pronto yo estaba arrodillada entre las piernas de Noelia, o de esa chica parecida físicamente a mi amiga. Lali no me dejaba separar el rostro de la vulva de esa desconocida, y mi olfato comenzaba a encapricharse con su aroma. Mi lengua atravesaba los laterales de su bombachita delicada para adentrarse en los jugos de su sexo, mientras su culazo imponente seguía lustrándose contra esa pija envuelta en látex.
¿Te gusta el olor de tu amiguita mamu? ¡Dale, comele la zorrita, dale que te calienta! ¡Siempre te gustaron las gomas de tu amiga! ¡Además, hace rato que fantaseás con chuparle la concha! ¿Por qué nunca se lo dijiste?, me decía Lali, sin dejar de presionar mi espalda y nuca, mientras se besuqueaba con Noelia, y trataba de manosearme de algún modo. Y, de pronto, un tipo musculoso hizo que la silueta de Lali desaparezca en la turbulencia de sus casi 2 metros de altura. Ahora Lali, que seguía intercambiando lengua y saliva con Noelia, empezaba a pedirle cosas al musculoso, y la concha de Noelia empezaba a colmarse de jugos. Los que a mi boca se le hacían tan abundantes como exquisitos.
¡Así doctor, cogeme toda, con bombachita y todo, rompeme la concha, mientras me como a esta pendeja! ¡Así hijo de puta, haceme sentir esa pijaaaa, toda adentro la quieroooo, cogemeeee, y acabame adentroooo!, empezó a gritar la muy desquiciada, al fin olvidándose de presionarme la cabeza, y de besar a Noelia. De repente, Lali estaba a Upa del musculoso, abrazándolo con sus piernas mientras él se la metía en la concha, casi sin esforzarse. Noelia y yo le mordíamos la pija al pibe por encima de esa bombacha, y él parecía a punto de largarse a llorar por no poder soportar un segundo más su estampida seminal. Pero, en el justo segundo en que a mí se me ocurrió liberar esa pija para llenarme la boca, las ansiedades y el alma con su lechita, Lali volvió a interrumpirnos.
¡Noe, basta! ¡Sabés muy bien que no tenés que desatender a los pacientes! ¡Acá hay tres chicos con el pito parado que te están esperando!, le dijo la popstar, acariciándole las gomas con una plumita. Casi que por instinto yo miré a mi derecha, que era donde antes estaba el armario repleto de cosas de utilidad médica. Y, era cierto. ¡Había tres chicos desnudos, con tres pijas paradas como de hierro caliente! A uno le goteaba juguito. Noelia se arrodilló a mi lado, y los tres empezaron a disputarse su boca. Uno de ellos estaba entusiasmadísimo por pajearse con sus tetas.
¡Vos, vení conmigo bombona! ¡Quiero que pruebes mi conchita! ¡La concha de una estrella, capaz de calentar a los nenes, a las nenas, a los viejitos, y a las incrédulas como vos! ¡Dale, sacate la bombacha! ¿O querés que te la saque yo, con la boquita?, me dijo Lali, lamiéndome las manos, oliéndome las tetas y pateando mis pantuflas de peluche con fastidio. Quise negarme. Pensaba en que jamás había hecho nada con una mujer, e inmediatamente caía en la cuenta de que estaba soñando. ¿O realmente no terminaba de convencerme?
¡Basta Lali, por favor, dejame ir a mi casa! ¡Te prometo que no vuelvo a burlarme de nadie que te escuche! ¡Es más, yo ahora te escucho también, y me parecen buenísimos tus temas, posta!, le dije, como un manotazo de ahogado sonando en mis palabras desordenadas.
¡Vos no te vas a ir a ningún lado mamu! ¡Mirate cómo estás! ¡Tenés las tetas calientes, la boquita seca, te tiritan las piernas! ¿A ver, cómo se saca la bombachita mi corista preferida? ¿A ver cómo abre las piernitas, sin mojar el suelo? ¡Dale mamu, reconocé que estás re mojada por mí!, me decía, hablándome como a una nena, mientras me mordisqueaba un pezón. A nuestro lado, Noelia se atragantaba, tosía y eructaba entre los pitos de esos chicos, que gemían y le gruñían cosas, como verdaderos animalitos salvajes.
¡Miráaaa bebé! ¡Cómo te mojaste la bombachita! ¡Mirá, dale, olela, y pasale la lengüita bombona, que te encanta! ¿O, te hiciste pis? ¡No creo, porque vos sos grandecita para esas cosas, me imagino! ¿No es eso lo que le decías a tu sobri?, me recriminaba Lali, restregándome mi bombacha negra en la cara, mientras ella se sentaba en la camilla donde antes estaba acostado el pibe. De repente, impulsivamente le grité que con mi sobrina no se meta, y ella me tomó del pelo para encajarme un beso de lengua que me hizo gemir de placer.
¿Tu sobri decís? ¡Ella también la está pasando bien! ¿No cierto More? ¡Contale a tu tía, que a vos no te importa cambiarte la bombachita, porque a mí tampoco me importa si lo hacés o no!, dijo Lali, mientras me obligaba a mirar hacia la izquierda, apretándome las muñecas y abriéndome las nalgas con una de sus rodillas. Entonces, vi que, en una especie de reposera, había un tipo de unos 30 años que le acariciaba la carita a una nena. ¿Pero, era una nena? ¿Cómo podía ser que Morena tuviese semejantes pechos? ¿Tan rápido había crecido? ¿Y, ese tipo, quién era?
¡Dale, mirame tía, que soy yo, la More! ¿Qué pasa? ¿Ahora que salgo con un chico ya no me querés más?, me cuestionaba una Morena fuera de contexto, tal vez de unos 17 años, pero con sus mismos rasgos infantiles, mientras se hamacaba en las piernas de ese tipo. De pronto supe que era el mismo que me había recibido en la entrada del hospital, o de lo que carajos fuese aquel sitio.
¡Vos no sos Morena! ¡Ella, digo, mi sobrina, ahora está durmiendo!, le grité, desquiciada y llena de cosquillas en la vagina, porque ahora Lali hundía sus dedos en busca de mi clítoris.
¡Tranquila vos, y prestame atención a mí! ¡Tenés la concha empapada! ¡Así que, ahora, te agachás, y me la chupás toda nena! ¡Vamos!, me ordenó Lali, sosteniéndome de los pelos, dirigiéndome directamente a su sexo. Yo, no podía dejar de observar a esa chica, que ahora saltaba rítmicamente sobre las piernas de ese tipo, diciéndole cosas como: ¡Dale, dame pito, quiero todo ese pito en la conchitaaaa, asíii, dame pijaaaa, y chupame bien las tetas!
Pero las piernas de Lali comenzaban a presionar mi cabeza, y mi nariz se alimentaba de sus aromas, casi tanto como mi lengua de sus flujos agridulces. Aunque, se me antojaba que sabían a frutillas azucaradas. La escuchaba gemir, pedirme más lengua, y que no deje de olerla, ni de rozarle el culo con mis dedos. Noelia parecía haber terminado con dos de sus juguetes, porque, en un golpe de vista la descubrí arrodillada con un pito en la boca. Tenía las tetas bañadas en semen, y el pelo todo pegoteado. Al lado de ella, en medio de un revuelto de ropa estaba la bombacha de goma que antes tenía puesta mi supuesto chongo. Y, justo cuando suponía que Lali explotaría en mi boca, porque las contracciones de su cuerpo así me lo indicaban, ella me levantó de un suelo casi transparente, en el que mis pies ya no podían sostenerse, y me recostó en la camilla.
¡Ahora sí te voy a coger toda mamu, para que te quede bien claro que no soy tu pesadilla! ¡No voy a parar de penetrarte la concha, hasta que no reconozcas que yo te caliento, que te mojás toda por mí, y que te morís por mi pija!, me decía Lali, mientras se subía a la camilla, me abría las piernas, y para mi absoluta sorpresa, comenzaba a tocarme la entrada de la vagina con una verga descomunal. ¿Cómo Lali podía tener pija? ¡Naaah, yo me estaba volviendo loca! Y, para colmo, Morena también se trepaba a la camilla para abrazarme la cara con sus piernas gorditas.
¡Tomá guacha, sentime bien, que te estoy cogiendo como te lo merecés, por cerrada, por decirle cosas feas a tu sobri, y por cogerte al novio de esa chica! ¿Te gusta cómo te cojo? ¿Viste cómo te entra mi pija nena? ¿Esto estabas buscando?, me gritaba Lali mientras se movía sobre mí, me sobaba las tetas con fuerza, me separaba más las piernas y me penetraba con furia, deslizándose peligrosamente en la tela que cubría la camilla. Al mismo tiempo le nalgueaba la cola a More, y la alentaba a frotar su vagina en mi cara.
¡Dale tía, oleme toda, y mordeme la concha! ¿Tengo olor a pichí, o a lechita? ¡Ese nene, el que está allá, me acabó adentro! ¡Así tía, daleeee, lameme toda la concha, y meteme los deditos, y la lengua!, me exigía mi sobri, o la creación de mi mente más parecida a ella. Entonces, mientras Lali seguía bombeándome con fuerzas, mi lengua empezaba a recorrer el culito y la conchita de esa nena con la bombacha sucia, y no se atrevía a dejar de hacerlo. Otra boca comenzó a succionarme los pechos, y mi mano derecha de pronto se topó con una pija gruesa y caliente. Pero, en el exacto momento en que Lali me prometía hacerme un bebito, y More empezaba a hacerse pipí sobre mi cara, el reloj de mi mesa de luz sonó con el impacto de un rayo desolador.
Amanecí boca abajo, desnuda, con mi bombacha en la mano, y con dos dedos adentro de mi boca. Mi almohada estaba toda babeada, y mi sábana había caído al piso, junto con mi celular. Entre las piernas, había un hormigueo incesante, y una humedad más que palpable. No me importaba más nada. O en el sueño, al menos no. Todo en lo que pensaba era en volver a ese hospital. Traté de dormirme a la fuerza, pensando en Lali, en la bombacha de More, en la pija de mi chongo, y en el culo de Noelia. Pero, no siempre el sueño acude en nuestra ayuda cuando más lo necesitamos. Fin
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sos lo mas de lo masssssssssssss
ResponderEliminargeniaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
ya te contare