¡Hey! ¡Acá estoy! ¡Lista, perfumada y relajada para vos! ¿No me ves? Bueno… eso no importa. Quiero que te pongas cómodo, te relajes, y me escuches. Sí, soy yo, y te estoy hablando. Quiero que pasemos un buen momento, que le pidas a tu mente que se olvide de todo, y empieces a imaginarme. A partir de ahora, soy tuya, y vos sos mío.
¿Todavía no me ves? Estoy ahí, lavando y secando vasos y platos. Vos llegás de la calle, aturdido y hambriento, y me ves, apenas con una remera ancha descolorida, sin bombacha, y con las tetas al aire. No resistís la tentación de nalguearme dos o tres veces el culo, y cuando gimo por la sorpresa, empezás a comerme el cuello, apoyándome tu virilidad para demostrarme lo caliente que te pone mi cara de “manoseame toda”.
Ahora, la que recién llega de la calle, soy yo. Dejo mis cosas a las apuradas en el sillón, pensando en buscar algo fresco en la heladera. ¡El calor afuera es insoportable! Pero vos, detenés mis pasos con una mirada amenazante. Te acercás a mí, casi sin hacer ruido, como un tigre a punto de atacar, y me olés el pelo, los brazos, y el escote. Tus ojos hacen la pregunta por vos, y yo te digo que no estuve con ningún hombre. Vos, volvés a repetirme que tendría que hacerlo, y yo te prometo volver al día siguiente con chupones en el cuello, con olor a semen de otro tipo en la piel, y con varios billetes en las tetas. Vos empezás a excitarte, y me pedís que me arrodille. ¡Guau! A mí, la sola imagen de tu bulto estirando tu short, me regala unos escalofríos que obliga a mis pezones a erectarse. Me pedís que te la chupe, apretándote el glande con el pulgar, haciendo que ese tronco viril resalte aún más en tu pantalón. Pero yo saco la lengua, lamo mis dedos, los introduzco en mi boca, y te digo, mientras algunos hilitos de saliva caen sobre mi mentón: ¡En serio Querés que me revuelque con otro tipo? ¿Querés que vuelva a casa hecha una putona vulgar?
¡Dale papi, mirame! ¡Estoy acá, esperando el colectivo! Tengo un jumper de escuela privada, y estoy jugando con una amiga. Ella dice que le gustan mis tetas, y yo le repito una vez más que no soy lesbiana. Pero empezamos a franelearnos, y yo solo te estoy mirando a vos, que estás en la vereda del frente. Ella me roza los labios con sus dedos, y yo se los empiezo a lamer, a morder despacito, y casi sin que nos demos cuenta, nos damos nalgadas en la cola, saltando para evitar las cosquillas que nos recorre cada poro de nuestros sexos. A mí se me levanta la pollera, y ella me pellizca una pierna. Nos reímos como tontas, nos miramos a los ojos, y yo la dejo que me meta una mano por adentro de la ropa para que me toque las tetas. No hay nadie más en la parada, ni dando vueltas, ni pegado a ninguna ventana. Solo estás vos, ocupado en esa moto. Pero, sé que me estás mirando, y te imaginás que seguro, después de eso, mi amiga, que huele a perfume de colegio y yo, terminamos en la cama, lamiéndonos las vulvas.
¡Sí, dale, acercate! ¡No tengas miedo! Recién me acosté un ratito. Ya le di de mamar al bebé, y ahora estaba disfrutando de la tranquilidad de la siesta. Salvo por el canto de las chicharras. Me mirás las tetas, y yo te miro el paquete. Siempre se te para cuando me las mirás. Pero, mucho más desde que sabés que tengo leche. ¡Vení, tocalas y lamelas! ¡Vos también te merecés un poquito de leche!, te digo en un susurro que se mezcla con la agitación de tu respirar. Vos no te movés por un segundo. Pero en breve tu boca rodea mi pezón, y una de tus manos hace lo mismo con mi concha. Te encanta acariciarla por encima de mi bombacha blanca, totalmente húmeda. La verdad es que, antes que llegues me estaba tocando. Sabés que me excita que el bebé me chupe las tetas. A vos se te iluminan los ojos al oler tu propia mano cuando la sacás de mi entrepierna, y seguís succionando de mi pezón.
¡Así, chupame las gomas, dale pajero, como a esa chica que conociste… la que andaba en silla de ruedas! ¿Te acordás? ¿A ella también se las chupaste así? ¿Y le manoseabas la concha como a mí? ¿Y te gustaba su lechita, más que la mía?, te digo exultante, porque tus dedos se encuentran con mi clítoris, mi saliva fluye de mis labios como un torrente de mariposas en celo, y tu boca sigue alimentándose de mi leche de mamita salvaje. Te pido que te desnudes, que te subas encima de mi cuerpo, que me rompas la bombacha con los dientes y me penetres toda, que me llenes con tu carne y me hagas gritar de placer. Pero vos no me ves.
¿Dale, mirame que sigo acá! ¡Agarrame de la cintura y apoyame toda, que estoy al frente tuyo! El subte viene lleno, y yo no sé cómo hacer para que me mires la cola. Mi short tiene brillitos, y unos agujeros en forma de corazón para que se me vean las nalgas desnudas. Me puse una colaless, y ahora me estoy mordiendo los labios, porque poco a poco empiezo a sentir que las sacudidas del tren te arrojan sobre mi espalda. La tenés dura. Noto cada latido de esa pija en mi culo, y enseguida la tibieza de unos dedos que recorren mis nalgas. Me pellizcás, después me acariciás el trocito de nalga que todavía tirita por ese pellizco, como si fuese un gatito, y me decís que soy una putona, muy bajito, para que solo te escuche yo.
¡Yo seré una putona! ¡Pero vos sos un pajero, un atrevido, y un chancho, que le toca la cola a las nenas!, te digo, desafiando a tu aspecto de macho dominante. Por un momento parece que pensás en darme una cachetada. Pero, decidís manosearme las tetas, y murmurarme: ¡Y vos una putona que, al parecer se olvidó la bombachita en la cama! ¡Tenés olor a sexo pendeja! ¡Vos, seguro anduviste garchando por ahí!
Te aseguro que sí, y vos ponés especial atención en mi cola una vez más. Siento que tu pija desnuda roza una de mis nalgas, y que luego se cuela con irrespetuosa fascinación por uno de los agujeros de mi short. Yo gimo, pero me aprieto más contra vos. Me froto, arqueo las caderas para vibrar con esa dureza abriéndome lo que hasta ahora nunca le había dado a nadie, y deliro con la primera estocada a fondo. Involuntariamente me retuerzo un pezón y me palpo la vagina. Siento un calor insufrible, y estoy a punto de pedirte que me la metas más adentro y más fuerte, que me culees delante de toda la gente. Pero el subte se detiene, y solo me veo a mí misma… sola, despeinada, en tanga y con un río de semen brotando de mi culito.
¡Dale guacho, apurate, que en cualquier momento se levanta tu mujer, y se nos arma!, te pido casi gimiendo de calentura, con las tetas al aire, mientras vos terminás de tomar una cerveza, sentado en tu sillón favorito. Tu esposa no sabe que estoy embarazada, porque vos mismo me llevaste a tu cama. Sí, no te lo niego. Me cogiste re bien, y me comiste la concha como nadie me lo había hecho jamás. Pero ahora, quiero pajearte con mis tetas. Tu pija también lo está esperando. Hace unos minutos que la veo afuera de tu bóxer, con el glande hinchado, chorreando juguitos y pasiones. Me pedís que me acerque y me comés la boca, mordiéndome los labios y exhalando de mi aliento. Buscás hundirme un dedo en el culo por encima de la calza, y yo me la bajo para mostrarte que no tengo ropa interior. Eso te excita aún más. Entonces, me arrodillo con la calza por los tobillos, y empiezo a exprimir mis tetas contra tu pija. Mi leche materna vuelve a brotar una y otra vez, bañándote los huevos y el pito, para que enseguida todo se convierta en un insoportable sonido de fricciones pegajosas. Tu pija se funde en mis tetas, tus manos me amasan el culo, y vos me prometés que ya no voy a ser tu sirvientita, una vez que nazca nuestro bebé. Me pedís que te haga el mejor pete del que sea capaz, y que no me olvide de chuparte los huevos. En un momento me pedís la lengua en el culo. Tu pija golpea mi boca entreabierta, mi nariz y mi mentón. Tus huevos entran y salen de mis labios, y mis dedos te aprietan la base de esa verga magnífica, gruesa, expectante, animal y tan imponente como tus gemidos. Te advierto que tu mujer puede escucharte. Pero vos me hacés callar al hundirme tu pija en la garganta, donde iniciás una cogida bestial, la que me hace lagrimear, eructar y toser de a ratos. A vos te gusta verme sufrir, atragantarme y pedirte más. Te brillan los ojos al ver cómo se me inflan los cachetes de la cara. Y, de repente, me impulso para saltarte como una pantera desprejuiciada.
¡No aguanto más! ¡Basta, cogeme así, con el bombito! ¡Quiero que tu mujer me escuche cogerte! ¡Quiero sentirla toda adentro de la concha!, te digo sin una pizca de sensatez, mientras la leche de mis tetas me hace un caminito viscoso en el abdomen. Vos no te perdés en asuntos intrascendentes, y casi sin un esfuerzo, me la enterrás de una, haciéndome dar un grito de lujuria que te conduce a bombearme más, a manosearme las tetas, a pegarme en el culo y a marcarme el cuello con tus labios desaforados.
Pero ahora, la que está saltando sobre tus piernas, es una pendeja de 17 años. Soy yo misma, y vos sos ese tío degenerado con carita de verde. Tengo un topcito que hace que la parte de arriba de mis tetas sea más sexy, unos zoquetitos, y una bombachita blanca. Tu pija está afuera del bóxer, y tus manos no paran de masajearme las piernas desnudas. Como recién me levanté de dormir, estoy despeinada, y con los ojos somnolientos. Siento como se te endurece la pija bajo mi cola, y estoy tentada de pedírtela en la boca. Pero vos me hablás, y yo me pierdo en tus palabras, porque siempre quise coger con un tipo más grande que yo. Tengo vergüenza por el olor a pichí que tiene mi bombacha, y entonces quiero bajarme de tus piernas. ¡Qué tonta! ¡No debí masturbarme la noche anterior pensando en tu mamadera! Pero vos me apretás contra tu pecho, empezás a morderme la oreja, a olerme el pelo y el cuello, y a tomar mis pies con una de tus manos.
¿Tío, vos ya desayunaste? ¡Yo, todavía no tomé la leche, ni me lavé la cara!, te digo, sintiendo que tus brazos tiemblan, que tus ojos se pierden en mis tetas, y que varios suspiros se quedan a mitad de camino. ¡Y tampoco te lavaste la bombacha! ¡Tenés olor a pichí nena! ¿Te diste cuenta? ¡Pero, todo lo demás, lo podemos arreglar! ¡En especial lo de la leche!, me decís, lleno de valor, sosteniéndome con todas tus fuerzas, mientras tu pija se desliza a lo largo de la zanjita de mi culo, ya que vos mismo mecés mi cuerpo para hacerme a tu voluntad. No sé qué decirte.
¡Si Querés tomar una rica leche, vas a tener que hacer lo que tu tío te dice! ¡Así que, vamos, hacete pichí a upita del tío! ¡Y nada de sacarte la bombacha! ¡Meate así, dale guacha!, me ordenás con la voz hecha una miel, mientras presionás mis tetas, me sobás los pies y empezás a lograr que mi cuerpo dé pequeños saltitos sobre tu pija. Vos me ayudás con unas cosquillas por todo mi cuerpo, y entonces yo me abandono a hacerme pis como una inocente criatura indisciplinada. Tu pija se vuelve más imponente bajo mi cola, y mi bombacha se convierte en un aluvión incesante. Pero, de pronto, me quedo sin el desayuno, porque vos, volvés a escaparte de mis encantos.
Ahora, el que me espera sos vos, con el culito para arriba, en cuatro patas sobre la cama de un telo poco luminoso. Querés que te chupe la pija, y que te muestre lo que hay debajo de mi trajecito de cuero. Yo, por toda respuesta te doy un azote con mi látigo, y tu nalga derecha intensifica un rojo vibrante. Sabés que te conviene no exigirme. Ahora, vos sos mi puta. Me acerco a tu culo, te pajeo la pija mientras te huelo y muerdo las piernas. No me gusta dar besos así nomás, y conocés las reglas. Entonces, un mar de mi saliva empieza a inundarte el culo, a chorrear por tu escroto y a lubricarte los placeres que te esperan. Me pongo el cinturón, le coloco uno de los penes que elijo para la ocasión, y me acerco a tu cara para pegarte con él, para pedirte que lo chupes como una peterita cualquiera, y para renacer una y mil veces en las cenizas de tus ojos de puro goce. Después, lo embadurno con un aceite especial, te nalgueo con las manos y con mi látigo mientras te muerdo la puntita de la pija, y decido que no hay tiempo que perder. Me monto a tu cintura, amago un par de veces con desflorarte, y al fin, cuando estoy segura de todo, comienzo a penetrarte. Tus jadeos suben hasta el techo y contaminan las paredes, mientras los gemidos de otra pareja en el cuarto de al lado se fusionan con los míos. Sí, yo también gimo, porque te estoy cogiendo como a una puta, como me lo pediste. Te manoteo la pija y advierto que, si lo sigo haciendo no vas a tardar mucho en acabar. Te muerdo la nuca, me aferro de tu pelo y del respaldo de la cama para impulsarme más, y el choque de mi pubis contra tus glúteos me llena de éxtasis. El otro extremo de la pija que te abre más y más el culo, también se mueve con destreza adentro de mi concha, y siento que mi orgasmo golpea las puertas de mi pecho.
¡Dale, vení, atrapame! ¡quiero que me corras por toda la casa, y que cuando me atrapes, me obligues a hacer lo que quieras! ¡Soy tu perra, pero, recién cuando puedas alcanzarme! Mientras tanto, estoy bailando en bombacha arriba del sillón de tu casa. Vos te acercás a mí, y me tocás la cola. Pero yo salto y empiezo a correr. Me quedo parada por un momento, solo para atrapar con la boca los hielitos que me tirás, para ponerme bajo tus órdenes. Aprovecho a mostrarte cómo yo misma alcanzo a chupar mis propios pezones, y vos me repetís que soy una putona alzada. Me subo a la mesa y bailo una canción imaginaria, un poco más lenta, y me bajo la bombacha como si la tuviera de plastilina, o me pesara un siglo. Me abro los labios de la concha, suspiro, paseo la lengua por mis labios, introduzco un dedo para rozarme el clítoris, y me doy la vuelta para mostrarte la tersura de mi cola. Vos te acercás, me la acariciás y las separás para olerme y escupirme. Después. Frotás unos billetes en mi vulva, y me los hacés oler. Ignoro cuánto dinero es, pero sé perfectamente que son dólares.
¡Así pajerito, oleme toda, agachate, y oleme la bombacha también, y después, haceme la cola con la lengua!, te pido casi al borde de caerme de la mesa. Aunque en realidad floto, como una pluma ingrávida, mientras levanto uno, y después el otro pie para que me saques la bombacha. Me la pasás por la cara, me pedís que la lama y escupa, y volvés a la tarea de abrirme las nalgas. Esta vez tu lengua invade mi orificio, y tu saliva calienta mis ansiedades. Tus dedos buscan el refugio de mi concha, y mis jugos te los bendice con su aroma y espesura. Te pido que me pajees toda, que me metas la lengua y me hagas acabar. Pero pronto, tu lengua no es suficiente.
¡Quiero tu pija en el culo, ahora, rompeme la cola ya, enfermo!, te grito insoportable, con la garganta en un estado sumo de adrenalina, cuando mi clítoris comienza a expulsar gotas de flujos que me colorean las piernas, y me humedecen los pies. Vos, me bajás de la mesa, y me obligás a tomar agua de un cuenco que, antes no estaba allí. Me decís que soy tu perra, y que, como tal, ahora debía ponerme en mi papel. De modo que, aprovechándome sorbiendo agua, distraída y con la concha más que caliente, siento que tu glande me somete a unas envestidas feroces. Mi culo se abre y te aprieta la verga. Se dilata, pero se resiste aún. Tus dedos retuercen mis pezones, y tu aliento me empaña la vista. Tengo la cara empapada de agua, y las manos se me acalambran un poco al soportar el peso de tu cuerpo, el incendio de tus penetradas profundas, y mi propio fuego interior. Pero de pronto, estoy sentada sobre la mesa, acariciándote la verga con los pies. Vos me pediste que me ponga la bombacha como un collar, y que, de vez en cuando la chupe y muerda, como antes hacía con mis pezones. Entretanto, tu pija se frota contra las plantas de mis pies. Vos me los lamés y olés con devoción. Me pedís que me toque el clítoris, y me pegás en la mano cuando te desobedezco. Me prometés ponerme pañales, atarme a la pata de tu cama, y dejarme dos días sin comer, si no te muestro cómo acabo para vos, mientras mis pies siguen friccionándote la verga.
Al final, no sé qué vas a hacer con tu leche. Pero, intuyo que cada vez te falta menos. Seguí imaginándome así. Perfumame como quieras. Vestime de la forma que más te excite. Susurrame lo que te robe el sueño, lo que te encienda por dentro, o lo que te inyecte los testículos de felicidad. Usá mi cuerpo como tu placer te lo demande. Mordeme los labios, acariciame la cara, haceme probar el sabor de tus dedos. Oleme, tocate mientras tus pulmones se impregnan de mi aroma. Saciate con el calor de mi aliento. Acabame en las tetas, o amamantalas para complacer al morbo de tus leones, cuando mi leche inunde tu paladar. Imaginame desnuda con otra en la cama. O pedime que provoque a tus amigos. Azotame la cola, pajeame en un ascensor, o enamorate de lo que tu deseo idealice de mi existencia. Embarazame todas las noches, y refugiate en la hoguera de mi vagina. Penetrame, violame, haceme tuya todas las noches, y desvelate cuando mi boca te sugiera chanchadas inocentes o deshonestas al oído. Pero por sobre todas las cosas, no dejes nunca de imaginarme, para que siempre quieras tocarte conmigo. Fin
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