Me toco toda cuando escribo


Digamos que mi nombre es Ámbar, y que nada tiene un lugar mejor en mi mente como el sexo. Hoy tengo 32 años, soy re calentona, viciosa de los videos de chicas con pijas en la boca, fanática de las pelis eróticas y muy voyerista. ¡Me encanta mirar a través de las puertas a medio cerrar para ver quién se está cambiando luego de alguna ducha! Siempre creí que el sexo no solo se trata de la unión de los genitales, de la explosión alocada de flujos por la piel, o la adrenalina de lo prohibido, lo incorrecto o lo incorregible. Pero sí tengo que confesar que vivo pensando en el sexo. Imagino a ustedes, mis lectores, desnudos, o con ropa seductora, o viendo videos chanchos, dedicándole sus energías, gemidos y palabras sucias a mis relatos, o a los recuerdos que ellos puedan evocarles. También me imagino a la gente común, a esos que van y vienen por la calle, o que entran y salen de los subtes, desnudos, deseosos de llegar a sus casas y pajearse, o cogerse a la tía, la hermana, al portero del edificio, al repartidor de pizzas, o dispuesto a regalarse un momento privado, de esos en los que todo vale.

Respecto de mi pasión como escritora, les cuento que muchas de las vivencias que les confío son reales. Claro que todas están bajo el anonimato que me reservo. Otras, son ideas de ustedes, sueños, fantasías, o pasiones descontroladas que no supieron sostenerse. Esas también guardan un sello oculto, sagrado y marcado a fuego. Pero no puedo dejar de decirles que me masturbo mucho mientras redacto, imagino, idealizo y corrijo. Me encanta que me escriban, comenten y me envíen los mails que se les ocurra. Me gusta pensar que detrás de cada mail, existe una personita con cosas ocultas por compartirme. Me gusta saber cómo duermen, en qué piensan, qué cosas chanchas se les aparece en sueños. Me libero al creer que existen tantas fantasías como historias probables, vívidas, realizables. El perfume de una hermana, la cola de la vecinita destellando al sol, las caderas de la empleada de servicio, o la pollerita de la hija de la verdulera. La espalda de tu cuñado, el bulto del más atlético de tu sobrino, o del bobo de ese primo que solo se salva por su virilidad, las manos ásperas del mecánico amigo de tu viejo, o los ojos penetrantes del tipo que no sabe cómo devorarse cada trocito de tu piel.

Pero cuando escribo, me transformo, me lleno de cosquillitas como cuando era una nena y me relajo al punto tal que, puedo prometerles que he tenido orgasmos sin tener que tocarme. Por lo general, escribo mis relatos en la cama. Cuando es allí, me saco toda la ropa, tomo mi cuaderno de tapas negras en el que tengo apuntada cada historia que quiero escribir, así como las ideas de ustedes, y suelto mis ganas de hacer realidad cada uno de aquellos trazos, o reparo todo aquello que me contaron, lo que viví y lo que soñé. Para eso dispongo de mi notebook, unos buenos auriculares en los que, mientras escribo reproduzco alguna sugerente lista de música New Age, o alguna película porno, y de algún trago suave. Al menos al principio. Habitualmente, café con crema, o alguna cerveza. También puede ser un trago dulce. Depende de la temperatura. Tampoco me faltan chocolates, algún fasito, y mis venturosas ganas de viajar hasta cada uno de mis protagonistas. Además, me gusta escribir cuando llueve, o cuando hace mucho calor. Preferentemente por las noches. La noche siempre es una perra en celo al borde de embarazarse de cualquier desatino que se le presente. Ella, siempre está dispuesta a abrir sus piernas, o las fauces de su despiadada oscuridad para tragarse todo el semen de los días urgentes, precoces y altaneros que las personas, transitamos sin detenernos a disfrutar.

Algunas de esas noches, hasta me visto como los personajes de mis relatos. ¡Sí! Uso ropa de hombre, remeras anchas, o vestidos de nena, calzas apretadísimas, bombachas con dibujos infantiles, bóxers insidiosos, pañales, baberos, mayas, shortcitos rotos en la cola, y hasta botas de cuero. En ocasiones, uso mamaderas, me babeo como una bebota y sollozo como tal. O me tomo una birra y eructo como un vago. O me prendo un pucho y hablo como camionero. O me pongo en la piel de un tachero baboso, o de una pendeja adolescente, o de un pibito híper pajero. O me preparo un whisky, hablo de fútbol con el espejo y le prometo toda mi leche a la camarera del bar de la esquina. También me transformo en una bailarina, en una gimnasta, una modelo hueca pero simpática, o en una petera incurable con mis consoladores predilectos. Pero casi siempre, mientras escribo, repaso y releo, me toco toda. Recorro mis tetas, a veces con alguna crema de leche encima, me lamo los dedos, me los muerdo, los lleno con mi saliva impertinente y con ellos me coloreo el resto del cuerpo. En muchas oportunidades, tengo que interrumpir la escritura para tocarme la vagina, presionar mi clítoris, regalarme un orgasmo brutal y, entonces, más relajada prosigo reconstruyendo lo que por momentos es un cúmulo de tachaduras, borrones y frases desarmadas en el cuaderno, o de documentos abiertos, llenos de estrofas incompletas en la pantalla de mi compu. ¡Y, ni hablar cuando escribo en el patio de mi casa! Allí, muchas veces lo hice desnuda.

Debo confesar que mis favoritos son los relatos de ciegos, los de lesbianas, de sexo oral, aquellos en los que todo se esconde bajo la ropa, y los de incesto. Tengo un especial cariño por los fetichistas, porque yo también lo soy, y también me vuelven loca los de orgías, en esas en las que todo está permitido.

Tal vez mi personaje preferido sea Ayelén, una cieguita chancha, prostituta y dispuesta a crecer que, es la elegida de Javier, o el Lechu. Pero, fabiana, es una de las pendejas a las que muero por conocer. Disfruté mucho con Micaela y su afición por andar en bombacha frente a su padre, desde que su madre los dejó tristemente solos en la casa. O con la Cachorrita y el degenerado de su hermano, bajo la tempestuosa mirada de sus abuelos. No sé la cantidad de veces que acabé mientras narraba la historia de Anabel, o la de La tía buena onda que hizo debutar a sus sobris, o la de Lucía, una nena con todas las ganas de abrir sus pistilos al mundo.

Me hubiese encantado ir a la facu como Milagros, sin bombacha, y meterme en el baño con esos chicos. O ser Marisol en aquel programa de radio. Tal vez, me habría conformado con estar lo suficientemente caliente como para atreverme a meterme en el taller del mejor amigo de mi papá. Pero sí es cierto que mi primo me re garchó, y que sigo alzada con él. También es verdad que le tomé toda la leche a un ex, cuando llegó borracho a casa, y que nunca lo había hecho con una pija tan grande. Desde entonces el sexo oral es una de mis debilidades. También viví experiencias con chicas. Una madura me volvió loca con su lengua, y una bolivianita supo encontrar tantas pasiones desbordadas en mi conchita para su sed, que no pude más que servirle todos los caprichos que me pidió, por un tiempo. El incesto no es solo una cuestión de historias acurrucadas en mi pecho. Nadie que lo haya vivido puede comprender lo delicioso que es sentirse deseada, lamida, devorada y penetrada por la sangre que reina en sus propias venas.

Ahora estoy acostada, con una bombacha blanca que tiene olor a pipí, con las gomas al aire, con el pelo en un rodete, toda acabadita porque, ya tuve mi primer orgasmo, pero con ganas de más. En el cuaderno solo anoté algunas ideas, frases, y garabateé algunos dibujos sexuales. También taché algunos pedidos de ustedes, los que ya escribí, y publiqué en mi blog. ¡No sé bien qué escribir! Quiero tocarme, acabarme toda, autochuparme las tetas y hacerme pis en la cama como una nenita tonta, ¡y que todos ustedes me saquen fotos! ¡Sí, es cierto! ¡Amo mearme encima, con pañales o sin ellos! ¡Siempre me gustó eso de marcar territorio con mis olores, mis huellas y pasiones! Ahora necesito una buena pija, o una rica conchita para jugar con mi lengua.

Estoy aquí, pensando en cosas para escribir. Les pido que todo lo que quieran sugerirme, si es que les gusta mi estilo, mis formas y mi lenguaje, me lo cuenten. Estoy dispuesta a ponerme en la piel de lo que deseen. Me gusta ser una puta, una treintona recatada pero muerta de abstinencia, una guacha que calienta a su padre, una nieta que se pasea en ropita interior delante de su abuelo, una madura que hace lo que sea por revolcarse con un pendejo, o una embarazada pervertida, drogadicta y sucia. ¡Hagan de mí lo que quieran! ¡Pídanme, y serán recompensados! Les juro que estoy a punto de acabar como una tarada, y quiero una pija en lo más profundo de mi conchita. ¡La tengo re jugosa, y mis pezones me duelen de tan erectos! Tengo las manos transpiradas, los ojos lujuriosos y la bombacha por las rodillas, ¡con una de mis manos estimulando mi botoncito sísmico! ¡Quiero acabaaaaar!

Pero no olviden contarme todo lo que quieran para que yo les escriba sus mejores fantasías, ratones, perversiones y aventuras. Gracias por leerme, y si se tocan leyéndome, ¡eso ya es un buen síntoma para mis emociones! ¡Besitos donde quieran! ¡Los espero siempre, en el lugar de siempre! ¡No se olviden de desnudarme, tocarme, olerme, y descubrirse a ustedes mismos! ¡Los quiero!   Fin

Recordá que este, o cualquier otro relato del blog, podés pedírmelo en audiorelato, a un costo más que interesante. Consultame precios y modalidades por mail.

Este es mi correo ambarzul28@gmail.com si quisieras sugerirme o contarme tus fantasías te leeré! gracias!

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Comentarios

  1. Como no creerte si tu descripción coincide 100% con la idea que tengo de vos. Como no decirte que has sido y sos mi musa inspiradora, le palabras y buenas pajas!!. Solo imaginarte escribiendo en lolas me despabila y quisiera estar, no acá conde escribo sino ahí, donde lees.

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