Siesta chancha

 

No me voy a justificar. Hice lo que me salió, lo que sentí. Puede estar mal. De hecho, es obvio que está mal. Pero, yo tenía 14 años, un quilombo en la cabeza por las materias que me llevaba, y porque ya no podía más con la idea de vivir unos días en lo de mi vieja, y otros en lo de mi padre, con mi madrastra y mi media hermana. Ese día era viernes, y hacía como 30 grados. La noche anterior nos habíamos juntado en la casa de Rodrigo a tomar unas birras. Para mi viejo, era una juntada para estudiar, ya que varios nos llevamos más de 6 materias a marzo. Todos éramos compañeros de la escuela. La cosa es que, había una pibita, “la Chelu”, que andaba re caliente con todos, y pintó un chape grupal. Fue una especie de ronda. Ella estaba un ratito a upa de uno de nosotros. Ahí te re transaba, te apretujaba la pija por encima del pantalón, te encajaba un rato sus tetas en la cara, y después bajaba para subirse a las piernas del siguiente. Ahí repetía la misma secuencia. Éramos 5 pibes, y tres pibas. Las otras dos, cada vez la miraban más como el orto. Una de ellas le dijo que era una putita reventada, y ella, se le hizo la copada. Cuando la brabucona se levantó para ir al baño, la Chelu se le acercó y le encajó flor de chupón en la boca. Ahí, medio que quisieron cagarse a trompadas. Pero como eran las 3 de la mañana, sabíamos que los padres de Rodrigo nos iban a rajar a patadas de la casa. La cosa es que, la Chelu nos dejó re alzados a todos. Ninguno podía tocarla, ni hacer que ella nos toque la verga desnuda. Pero, con eso nos re conformábamos. Aparte, de los 5 varones, solo yo y Rodrigo la pusimos al menos una vez. Él, a una putita que le pagó su tío. Y yo, a una chabona con la que fuimos novios un par de meses.

Así que, el viernes a la siesta, mientras esperaba que se me pase el dolor de cabeza por la resaca, me di cuenta que no podría ponerme a estudiar en ese estado. Por eso me puse a jugar a la Play, al FIFA. El Rodri me mandaba fotos de la burra entangada de la prima, y otras de una vecina que tiene, que se parte al medio. ¡No sé cómo hace para caminar con esas gomas! Yo, me acordaba de la lengua de la Chelu, del olor de sus tetas, de cómo me pajeaba la verga, y cómo me mordía los labios. Me acuerdo que involuntariamente empecé a acariciarme la chota encima del short, y después a sobarla. Al rato ya me había largado toda la leche en el calzoncillo. Pero la pija no se me bajaba, y la adrenalina no se me iba del cuerpo. Para colmo, mi hermanastra Soledad iba y venía por la casa, hinchándome los huevos con que quería una fruta, después yogur, después que la ayude a encontrar una pulserita, y que la deje jugar un ratito. La Sole tenía 7 años en ese entonces, y me tocaba cuidarla, con toda la mala leche del mundo. Pero, ese día estaba cargosa por demás. A cada rato saltaba de un sillón, o de una silla y se me tiraba encima. Me pedía que le pele un chupetín, o que le abra un alfajor. Yo le decía que su madre se iba a enojar con ella si se enteraba que comía tantas golosinas. Cuando me hizo perder un partido por no querer moverse de delante de la pantalla, (Porque para colmo se subía a la silla y bailaba, solo para molestarme), le grité con tanta mala onda, que se puso a llorar. O sea que, después tuve que calmarla un poco, hacerle algunos mimos y prometerle que no le iba a contar nada a su madre de las golosinas, si ella dejaba de llorar. La muy turra enseguida empezó a cagarse de risa. Las típicas lagrimitas de cocodrilo de los guachos.

El Rodri seguía mandándome fotos de la vecina tomando sol, y de otras chicas de la escuela que publicaban cosas en IG. Yo tenía unas tremendas ganas de pajearme. Pero tenía que cuidar al terremoto de Sole, y no quería dejar de jugar. Así que, empecé a pajearme disimuladamente, por adentro del short. Aproveché un momento en que Sole parecía entretenida con unas muñecas. Pero de pronto saltó otra vez sobre mí, y esta vez, no sé si había sido mi imaginación, o si mi propia calentura me confundía. Pero, percibí que tenía olorcito a pis. Encima, en el apuro por bajarla, la agarré de la cola, y mi mano se resbaló por la pollerita cortita que tenía. sentí que una electricidad me golpeó las bolas y el pito, y que este se me paró todavía más. Al punto tal que, creí que me había largado otro lechazo, o que me había meado sin querer. Ahora ella quería que le pele otro chupetín. Entonces, le dije: ¡Sí, dale enana, yo te lo pelo! ¡Pero vos, decime una cosa! ¿Te bañaste cuando tu mamá te lo pidió? ¡Tenés olor a pichí! ¿Sabías?

Ella ni me contestó. Y, mientras yo le pelaba el chupetín, sus manos inquietas buscaban desesperadamente el joystick, mientras decía: ¡Ahora me toca jugar a mí! ¡Dale malo, vos ya jugaste todo el tiempo! ¡Y no tengo olor a pis! ¡Y, vos, tenés olor a chivo nene!

Encima, yo tenía abierto el chat del Rodri. Así que, sin querer, cuando agarró mi celular para chantajearme con devolvérmelo si yo le daba el control, llegó una foto de una pibita en bolas. Ella puso cara rara, pero ni le importó. A toda costa quería el control, y estaba decidida a no entregarme el tubo.

¡Bueno Sole, pero yo me pongo desodorante, y listo! ¡Vos, tenés que bañarte, sucia, Olorosa! ¡Sos una nena asquerosa, con olor a pichí!, le decía, sintiendo que mis propias palabras me calentaban. Ella seguía forcejeando para apropiarse del joystick. Hasta que su mano se encontró con mi pija dura como una piedra. Ella me la apretó, y yo volví a meterle la mano por adentro de la pollerita. Esta vez, incluso mis dedos traspasaron su bombacha diminuta, y el contacto con la piel de su colita húmeda me hizo largar un lechazo tremendo. Me re sacudí con ella encima. Al punto que yo mismo le agarré la mano para que me apriete el pito, siempre sobre el short, mientras le decía: ¡Apretame ahí nena, porque yo soy re malo, y no te dejo jugar! ¡Tocale el muñequito a tu hermano nena! ¡Sos una nenita meona, cochina, que no se baña, y tiene el culo sucio!

Ella se reía, como solía hacerlo, porque todas esas palabras le daban gracia. Para cómo, casi que, sin darme cuenta, había empezado a hacerle cosquillas. Yo, lejos de tranquilizarme una vez que mi pija vomitó ese lechazo, seguía calentándome con el olor a pichí que emergía de sus piernitas, porque la enana no paraba de saltar, moverse, sacudirse y tratar de quitarme como sea, el puto joystick. Entonces, yo operé del peor modo que se me ocurrió.

¡Che Sol, escuchame! ¡Si te doy el joystick, vos tenés que prometerme algo!, le dije, mientras la tenía atenazada para que no empiece a darme patadas, como hacía cada vez que no encontraba respuestas con sus berrinches, o forcejeos. Ella se relajó, y me pidió que le pele otro chupetín.

¡Yo te dejo jugar, Para que no digas que soy malo! ¡Pero a upa mío! ¿Sí? ¡Porque, de ese modo, tu mami no te va a retar por no bañarte! ¡Es eso, o sigo jugando yo! ¿Qué decís?, le largué decidido y nervioso al mismo tiempo, mientras le metía el chupetín en la boca.

¡Sí, síiii, eso quiero! ¡Me quedo a upa tuyo, así juego, y vos, seguís con tu celular! ¡Pero, vos, no le digas a mami que no me bañé! ¡Aunque, es mentira que tengo olor a pichí!, me dijo, tratando de sentarse un poco más cómoda sobre mis piernas. Yo le di el joystick, y ella solita seleccionó un juego de la selva. Yo, a sus espaldas veía otros videos que me enviaba el Rodri, y unos perfiles de otras guachas que ni junaba. Hasta que puse un video de una flaquita peteando a tres pibes. Ni siquiera me molesté en bajar el volumen del audio. Ella estaba tan concentrada que no podía notar que esos gemidos atragantados significaban algo prohibido para ella. Tampoco notaba cómo se me paraba la pija bajo su colita, y cómo me atraía su olor a nenita. En un momento, mientras ella jugaba re emocionada, le pedí que me convide de su chupetín. Ella se dio vuelta, y casi que cuando se lo estaba sacando de la boca, le pasé la lengua al chupetín, y a sus labios chiquitos, dulces y tibios. Enseguida nomás, sin perder el tiempo, le di un par de piquitos, tras quitarle el chupetín. Ella solo dijo: ¿Ya está? ¿Puedo seguir jugando?, y se dio vuelta para continuar matando hongos venenosos, hormigas mutantes y otros bichos salvajes. Yo sentía que por dentro me prendía fuego. Así que, ni dudé en meterme la mano adentro del pantalón para acogotarme el pito, con la pibita a upa, riéndose y poniéndose en el rol de exterminadora en su juego. Por eso no se daba cuenta que mis dedos jugaban con mi glande, y que, un par de veces saqué la mano para babeármela, y volver a introducirla bajo mi pantalón para seguir pajeándome con más humedad que la que me otorgaba la leche que me había derramado. Sole movía las piernitas, y su aroma continuaba surgiendo de su ropita y su piel.

¡Sole, sacate la remera enana, que vos también tenés olor a transpiración!, le dije en un arrebato de locura, mientras ella seguía movediza y juguetona. Ella, no quiso saber nada. De hecho, me dijo que, si ella lo hacía, yo también debía quedarme en cuero, porque, yo apestaba más que ella. Como me pareció lógico, me la quité, y ella lo hizo, después que volví a amenazarla con quitarle el joystick. Sin embargo, la desnudez de su espalda contra mi pecho, empezaba a romperme los esquemas cada vez más.

¡Quedate quieto nene, que me desconcentrás!, me decía, al tiempo que mi pija no paraba de dar descargas eléctricas bajo su colita, y gracias a la intervención de una de mis manos. Con la otra, ya le acariciaba las piernas gorditas a Sole, que ni se inmutaba.

¡Perdón Sol, perdoname! ¡Es que, posta, tenerte encima, con ese olor a pis, es un problema! ¡No sé por qué, pero se me re para el pito nena!, le dije, sin pensar en cómo ella recibiría mis palabras. Por suerte, ni me prestó atención, porque los rugidos, la música y el quilombo de las persecuciones en el juego, no la dejaban escucharme. Para colmo, el Rodri me mandó un video en el que una mami luchona le daba la teta a su bebé, tirada en la cama, con una tanga que de pedo si le cubría los pendejos de la concha. La mujer amamantaba al pibe, mientras miraba la t ele y trataba de dedearse, y se apretaba la goma que le quedaba libre. Y, de ahí, se me redireccionó a otro video de tres chicas que eran enculadas en un parquecito por tres negros. Esas sí que aullaban de placer. Recién ahí Soledad volteó la cabeza hacia mis ojos, mientras yo no dejaba de rodearme el tronco con dos dedos, como si así pudiera detener al lechazo que se me avecinaba.

¿Otra vez, mirás los videos que mami no quiere que mires? ¡Y basta de moverte nene, o me voy a tener que ir!, me dijo, recordando tal vez el episodio en que su madre me cagó a pedos por mirar videos porno cerca de Soledad. En realidad, siempre que me quedaba en lo de mi viejo, compartíamos la pieza con ella, porque solo había dos cuartos.

¡Te dije que, si te bajás, no hay más jueguitos! ¿te acordás? ¡Y, perdón, no vuelvo a mirar esas cosas! ¡Pero, vos, me parece que, me vas a tener que mostrar algo!, le dije, imperturbable y atónito de lo que mi mente planificaba. A lo mejor, por el calor, o por la adrenalina que experimentaba su cuerpo al jugar como loca, su olor a pichí parecía hablarle directamente a mi cerebro, y a mi glande, que explotaba de cosquillas.

¿Qué querés ahora? ¡Dale, devolveme el control, o le digo a mami que estuviste viendo cochinadas!, me dijo, ni bien le quité el joystick.

¡Creo que mami te va a retar más a vos, por no bañarte! ¡Pero, lo que podemos hacer, es, que ninguno de los dos le diga nada! ¿Sí? ¿Tenemos un trato?, le dije, y ella me sonrió con una felicidad que todo el cielo cabía en su sonrisa. Inmediatamente se dio vuelta, y me empezó a besuquear por ser un hermano tan bueno y todas esas pavadas. Yo, aproveché a comerle la boca, y a meterle un toquecito la lengua entre los labios dulces por el chupetín.

¿Qué hacés, asqueroso? ¡Puaaaj! ¡Qué asco! ¡Me lamiste, como si fueras un perro!, me dijo, y clavó sus ojos en el joystick.

¡Bueno nena, pero los perros se lamen, porque se quieren! ¿Sabías? ¿Viste que, cuando los perros quieren hacerles un cachorrito a las perras, las lamen, y las muerden?, le dije, y empecé a darle pequeños mordiscos en el hombro. Ella se reía, contenta de haber recuperado el control del juego, y mi pija, ya estaba afuera del calzoncillo, y a pocos roces de escaparse de mi bermuda. Cuando reparé en eso, y en lo que le había dicho, se me ocurrió agarrar a Sole de la cintura, levantarla un poquito de mis piernas, y yo mismo ingeniármelas con el cuerpo para liberar mi poronga del encierro de mi ropa. Entonces, volví a sentarla sobre mí. Ahora mi pene pegoteado, duro y caliente le rozaba la espaldita, una y otra vez, y ella seguía jugando. En un momento me pidió que le pele otro chupetín que manoteó de una caja que había sobre el sillón. Yo mismo se lo metí en la boca, después de pasármelo por la cabecita de la chota. Estuve al borde de acabar cuando lo hice. Pero, la excitación, el riesgo, y la cantidad de lechazos que ya me había largado encima, me estaban regalando un dolor de huevos impresionante, y a la misma vez un placer que jamás había tenido.

¡Hey Diego! ¿Vos decís que los perros se lamen y muerden porque se quieren? ¿Y, los gatos?, me preguntó, en el exacto momento que una especie de fertilizante disparado por una bruja malvada acertaba en el centro de una epidemia de hongos, que supuestamente contaminaba a los árboles de la ciudad en la que vivía mi hermana y todos sus animalitos.

¡Sí Sol, los gatitos también se muerden! ¡Y se huelen mucho, porque, las gatas, viven haciendo pis en todos lados! ¡Digamos que, si vos fueses una gata, andarías con más olor a pis que el que tenés ahora!, le dije, mientras acomodaba su cuerpito un poquito más arriba de mi pija. Pero, ella notó que algo pasaba.

¡Naaah, no andaría con olor a pis, porque los gatos se lavan más que los perros! ¡Pero, Diego! ¿Qué pasó que tenés el pilín afuera? ¿Le habrá dado calor, porque yo estoy encima tuyo?, me asaltó, casi sin medir el impacto que sus preguntas me ofrecían.

¡Sí gordita, tiene calor mi pito! ¡Pero, no es por vos! ¡Tiene calor, porque hace calor! ¡Mirá, dame la mano, para que veas cómo está transpirando!, le dije, y ella sola, distraídamente, estiró una de sus manos para tocarme la pija. Sentir el tacto de su mano fría, sus deditos largos, y hasta el pinchazo de una de sus uñas, pudo haber bastado para encremarle hasta el apellido. Pero, ella sacó la mano rápido, como con asco, y me dijo: ¡Sí Diego, está re caliente, y pegoteado! ¡Huácala!

¿Y vos, no tendrás calor? ¿No querés sacarte la pollera?, le dije, mientras una nueva plaga de hongos venenosos arrasaba con unos cultivos. Ella rezongó, disparó unas flechas, y de la bronca soltó el chupetín que atrapaba entre sus dientes. De modo que se agachó para levantarlo. En ese preciso momento, la pollera se le subió casi toda, y su culito redondo, decorado con esa bombachita caliente por el sudor de nuestro contacto me obnubiló la razón. Por eso se lo acaricié, y le di un pellizquito. El que enseguida disimulé, diciéndole: ¡No nena, no seas cochina! ¡No te comas eso, que acaba de caerse al piso! ¡Dale, sentate, que te doy otro!

Entonces, sin que se diese cuenta, mientras le pelaba un nuevo chupetín, coloqué mi pija entre sus piernitas cuando ella se sentó, diciéndole: ¡Solo por ahora, lo voy a dejar ahí Sole! ¿Sabés? ¡Es que, cuando el pilín de los chicos tiene calor, se pone duro, y vos, vas a estar incómoda sentada encima de él! ¿Entendés?

Ella estuvo de acuerdo, y mientras yo le colocaba el chupetín en la b oca, también hice que me chupe un dedo, diciéndole que me había quedado pegoteado por el caramelo. Ella lo hizo, y mi glande casi se infarta entre sus piernas. Ahora, yo la hamacaba, hacía que su pollerita se roce con mi glande, y trataba de juntar mi tronco a su conchita. Pero no era tan sencillo, porque ella estaba sentada en mi panza por poco, porque el sillón tenía el respaldar medio vencido, y, por ende, bastante reclinado hacia atrás. Sole no dejaba de jugar, y poco a poco, de saltar sobre mi humanidad, masticando el chupetín, y liberando oleadas de su aroma, apretándome el pito con sus piernas, sin quererlo. Yo, me hacía el boludo para meterle mano por adentro de la pollera, fingiendo acomodarle el pito. ¡Tenía mansas ganas de hundirle un dedo en la vagina, o de meterle el pito en la boca, o de olerle el culo, o de hacerle pis en las piernas, o de acabarle en esa carita de nena buena!

¡Diego! ¿Y si ponemos el ventilador para que tu pilín no tenga calor? ¡Bueno, no sé si mami lo llevó a arreglar!, me dijo de repente, mientras yo me la imaginaba con unas ricas tetas, babeadas por su misma saliva, y dulces por sus chupetines. Le dije que no hacía falta, y de pronto, ella me tocó la pija cuando quiso arreglarse la pollera. Seguía sin sorprenderse. y, entonces, le dije sin anestesia: ¡Bueno Sole, basta de jueguitos! ¡Ya es hora que te bañes!

Sabía que ella se reusaría, y que se iba a poner a patalear como siempre lo hacía. Eso lograba que mi pija se roce con mayor energía contra su piel.

¡Nooo, heeeey, no seas malo Diego! ¡Si sabés que mami no me deja jugar mucho! ¡Y, el juego, recién empieza! ¡Dale, aparte, yo no le voy a decir nada de t tus videos!, empezó a decirme, justo cuando yo logré pausarle el juego tras una especie de forcejeo. Cuando le saqué el control, arrancó a sollozar con esas lagrimitas de cocodrilos, creíbles solo para su madre. Entonces, la abracé contra mi pecho, diciéndole: ¡Tranqui Sol, que yo no le voy a decir nada a mami, que no te bañaste, como quedamos! ¡Pero, me parece que voy a tener que ver algo! ¿Me dejás? ¡Si, vos me mostrás que tenés la bombacha limpia, yo te devuelvo el joystick!

Ella se calmó, como si la tormenta que empezaba a dar vueltas por el cielo quisiera tomar otra dirección. Pero se quedó dura.

¡No nene! ¡No puedo mostrarte la bombacha! ¡Eso no se hace!, me dijo, deslizándose por mis piernas, como abandonando toda idea de retornar al juego.

¡Bueno, ta bien! ¡Pero yo soy tu hermano mayor, y, si tu mami te deja a mi cuidado, yo tengo que fijarme en todo! ¡Aparte, te dije que tenías olor a pichí! ¿Qué pasó? ¿No querés jugar más?, le dije, y ella solita volvió al sillón. Lo que hizo a continuación, me dejó tan helado como duro el pito. se puso de pie, se levantó la pollera y me mostró la bombacha.

¡Muuuy bien Sole! ¡Pero, bajátela un poquito, para ver si está sucia, o manchada!, le dije, y ella apenas se la separó un toque de la vagina. La tenía chiquita, gordita y lampiña. No era mi intención hacerle nada a su cuerpo, ni a su piel. Pero, en un momento, le pedí que se arrodille sobre mis piernas.

¡Dale Sol, así me fijo si tenés olor a pichí, como las gatas! ¡Yo no te voy a limpiar como hacen ellos, pero, por ahí, te puedo limpiar la bombachita, para que tengas menos olorcito! ¿Querés? ¡Y así mami no te va a retar!, le dije, mientras le pelaba un nuevo chupetín. El último que quedaba en la caja. De inmediato, ni bien olí su pollerita, sentí que mi mente entraba en shock. Peor cuando estiré apenas la tela de esa bombachita manchada con pis y caca, y la olfateé, sosteniendo a Sol con una de mis manos para que no se caiga. Pero, el olorcito que emergía de su vaginita, era aún más espectacular. Supongo que, en otro arrebato insólito, otra sacudida perversa de mi mente fue que le dije: ¡Sole, mirá, pasate un poquito del chupetín por acá, así se te va un poquito el olor a pis! ¡Dale, haceme caso! ¡O no más jueguitos!

Ella, no solo lo hizo. Además, una vez que toda esa bolita rosada rodó por la superficie de su vagina, también se pegoteó la parte de delante de su bombachita, y me lo metió en la boca. Le dije que era una chancha, pero que, de esa manera, al menos no olería como una gatita sucia. Pero, de inmediato le di el joystick, me la senté en las piernas, y coloqué mi pija hinchada como nunca entre su bombacha y la tibieza de su conchita. No podía sacarme de la nariz el olor a pichí de su bombacha, ni la suavidad de sus nalguitas del tacto de mis manos. De modo que, ni bien empezó a saltar otra vez, porque ya se había ganado unas monedas de oro para salvar a unas plantas de unos gusanos siniestros, yo me la apreté todo lo que pude contra mí, mientras me punzaba el glande con el pulgar sobre la tela de su pollera, y con otro dedo le subía la bombachita para que me presione más el pito.

¡Así Sole, dale guachita, dale, que tenemos que ganar! ¡Así, movete bebé, dale que me salta la lechita, así te lavo la bombacha con mi leche! ¡Asíii, saltame con esa colita nena, asíii! ¡Dale, así se te va el olorcito a pis que tenés! ¡Me encanta que tengas olor a pichí nena!, le decía, sintiendo que los huevos se deshacían por acabar, pero que la punta de la chota no parecía colaborar para disparar todo lo que acumulaban mis ansiedades. Ella se reía, y no entendía un carajo de lo que le decía. Solo me preguntó en un momento: ¿Y cómo me vas a lavar la bombacha?, y entonces, le metí un dedo en la boca.

¡Chupame el dedo nena, dale, y mordeme!, le pedí, mientras volvía a ganarle a unas plagas malignas, y mi pulgar comprobaba la inflamación de las venas que rodeaban mi pija, cada vez más al borde de embarazarle la bombacha. Y, finalmente, pasó.

¡Diegoooo, llegué! ¡Abrime, que me olvidé las llaves en lo de mi mamá! ¡Hola Soleee! ¡Espero que te hayas bañado, como te lo pedí!, resonó indiferente a mis oídos la voz de la pareja de mi viejo al otro lado de la puerta de calle, (Porque, no puedo decir que sea mi madrastra). Pero no para el peligro que empezaba a corromperse en mi interior.

¡Ahí voy Andrea, aguantá un toque!, alcancé a deslizarle, mientras apretaba a la enana contra mi cuerpo, le olía el pelo y le decía: ¡Quietita Sol, que ya termino, porfi, quedate quietita, y mové las piernitas, así termino rápido! ¡Movete, chiquita sucia, dale, pegame con esa colita! ¡Dale, así te enchastro todaaaaa!

¡Nooo maaa, no me bañé! ¡Y el Diego dice que ando con olor a pichí! ¡Pero, no me retes ma, que ahora voy, y me baño!, le gritó Sole, mientras saltaba cada vez más alto, todavía con mi pija estrangulada por su bombachita. Hasta que empecé a decirle, cargado de irracionalidades y premuras: ¡Sí bebé, tenés olor a pichí, y toda la bombachita manchadita! ¡Me encantaaaa, y ahora te voy a mear toda la bombachita, y la conchita! ¡Asíiiíii, te mojo toda nenaaaa!

En ese momento, mientras Andrea golpeaba la puerta, pidiéndome que me apure para abrirle, mi semen estallaba como un reguero de sabia frutal en medio de la primavera, empapándole hasta la pollerita. Inmediatamente me di vergüenza, y quise explicarle algo. Pero, todo lo que pude hacer es bajarla de mis piernas, acomodarme la pija y decirle: ¡Dale, Sol, metete, así como estás adentro de la ducha, ¡y bañate! ¡Mojate la pollera y la bombacha cuando te bañes, que todo tiene olor a pichí! ¡Vamos, así le abro a tu mami!

Sole salió corriendo, mientras yo buscaba el manojo de llaves, sin poder evitar oler como un desquiciado la remerita que había dejado en el apoyabrazos del sillón. La sonrisa de Soledad no se desvaneció, hasta que entró al baño. Ni tampoco fue posible ocultar las gotas de semen que cayeron al suelo en medio de mi estampida. Pero, por suerte Andrea no se dio cuenta, y Sole siguió fiel a su promesa de no busconearme.

Desde ese día, procuré no quedarme a dormir por las noches en la misma pieza. Porque, las veces que lo hice, no supe negarme al pedido inclemente de mi pija, y me la pasé casi toda la noche oliéndola, subiendo y bajándole la bombachita mientras dormía, pajeándome como un cerdo, y dejándole mi leche en las medias, o en alguna remerita. Por suerte, no fueron más de tres noches, y siempre tuve la precaución de meter esas prendas al lavarropas, antes que Andrea me descubra.    Fin

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Comentarios

  1. Anónimo28/1/23

    Que lindas esas historias cuando una nena te hace perder la cabeza.

    Siempre es un gusto leerte.

    Saludos, Martín

    PD:sigo escuchando el audio relato que te pedí, es un tesoro

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    Respuestas
    1. Anónimo29/1/23

      Hola Martín! Es un gusto para mí recibir tus mensajes! Gracias por estar, leer y comentar. sabés que podés pedir lo que quieras, a través del mail. ¡Besoteeee!

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    2. Ambarzul29/1/23

      Hola Martín! Es un gusto para mí recibir tus mensajes! Gracias por estar, leer y comentar. sabés que podés pedir lo que quieras, a través del mail. ¡Besoteeee!
      Hola Martín! Es un gusto para mí recibir tus mensajes! Gracias por estar, leer y comentar. sabés que podés pedir lo que quieras, a través del mail. ¡Besoteeee!
      Hola Martín! Gracias por estar siempre! Sabés que podés pedirme lo que quieras, siempre a través del mail! ¡Besoteee!

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